Conversación

— ¡Oh, Dios mío!

Fue lo primero que dijo Yuko entre sorprendida y feliz de ver a Otabek de vuelta. Lo abrazó como todos los demás y de inmediato lo revisó por completo, casi horrorizándose al ver la herida en su mano.

— Los chicos intentaron hacer algo, pero no había mucho — se explicó.

— Si Yuko pudo arreglar la dirección de esto con una tabla y agua — dijo Viktor apuntando su codo, recordando la vez que se lo dislocó— juro que hará milagros con esa herida pequeña.

Otabek lo miró mal, ¿herida pequeña decía? ¡le dolía un montón! ojalá se hubiera tratado de algo superficial.

Yuko se empeñó en curar la herida con lo poco que había logrado salvar hace pocos días de la mansión devastada de Viktor. Habían retornado con éxito y, a pesar del peso de las muchas cajas que lograron traer con alimento, agua, más mantas, ropa y algunas cosas útiles, lograrían pasar varias semanas en ese lugar.

No estaba demás decir que los almacenes de la mansión seguían con comida y demás útiles por el arriesgado motín de hace casi un mes atrás. Y cerrados con llave, como los poseía Viktor, podían mantenerlos allí sin problemas.

Sin embargo, Nikiforov estaba metido en problemas, problemas que si bien los demás sospechaban, él no había querido hacerlos públicos. Se le hacía irónico que antes la carencia era de alimento y la abundancia eran las personas y que ahora fuera al revés. Necesitaba restablecer su clan, pero no sabía cómo.

Había estado esperando la llegada de Yuko para poder tener esa conversación con Isabella y Otabek. Le agradaba lo minuciosa que era la enfermera de su clan y, teniendo en cuenta las varias veces que le dejó el mando del clan en su ausencia, sentía que ella era primordial en ese instante.

A penas tuvo momento de reunirlos a solas para conversar, una de las primeras cosas que Otabek le puso al tanto fue:

— Yakov dijo que colaboraría contigo si tú se lo pedías en el momento que fuera.

Se alegró de veras de escuchar de su abuelo, pero se preocupaba de igual modo el poder involucrarlo en algo más violento. Yakov estaba viejo y no quería hacerlo sobreesforzarse por los estúpidos errores y problemas de su nieto. Además, ¿Los Nikiforov, más los de la Iglesia, más los Feltsman? era buena idea, pero muy arriesgado, sí.

Si pensaba mucho en el asunto, hasta se llegaba a molestar a sí mismo por causar tantos problemas a los demás y al viejo Yakov.

Isabella le dijo que el número de perros de Jean Jacques Leroy había tenido una baja considerable la vez que se enfrentaron en Omega, ambos pillando a Otabek y Yuri cuando huyeron la primera vez. El rumor de que una rama completa en el clan habían caído por los alfas de Viktor llegó a todas las demás ramas y la Yang dijo que tras eso Jean había hecho el llamado traspasado por Emil Nekola de juntar todo lo que el clan era. La muchacha hizo una cuenta rápida y aproximada del número.

— ¿Ciento ochenta? más o menos, sin contar el clan de Celetino Cialdini porque con ellos serían unos — calculó otra vez — ... doscientos y algo más.

Alguna vez a Viktor le notificaron que el clan Leroy contaba con más de doscientos perros, la baja que había tenido con el golpe que había recibido (por parte de su clan) era considerable, pero no suficiente porque de todos modos tenían una clara desventaja. Ellos apenas y rozaban los cuarenta.

Altin lo miraba expectante, sabía que Viktor poseía su orgullo y no se dejaría ayudar tan fácilmente.

— Ahora estaban todos juntos en una zona boscosa que no sé bien cuál es, pero que estaba a dos días de Lambda.

— ¿Con Celestino Cialdini?

— No. Celestino debe estar en otra parte con su clan.

— ¿En dónde?

— No lo sé — era sincera— Jean no comparte esa información con nadie que no sea Emil o el mismo Celestino.

— Emil...— Viktor se frotó el rostro con su diestra. Ese era otro problema.

— ¿L-Lo conocen?

En los tiempos que perteneció a Leroy, Otabek nunca compartió palabra con él y de hecho, ni siquiera pertenecía a su rama. Emil Nekola era tres años menor que él (debía rondar los diecisiete años), lo vio una o dos veces (jugando con Isabella de pequeños) y quizá la tercera, cuando los emboscó al salir del hospital de Tau y Jean junto a Celestino se llevaron a Yuri.

— Tenemos el desagrado de hacerlo, sí.

— Creo que él es una mala amenaza, es de los más fuertes del clan y ahora Jean lo comparte con Celestino.

— Sí, algo así nos contó Leo.

— Ah, cierto, Leo también está aquí.

El silencio se esparció largo y pesado en el ambiente. Isabella jugaba con sus dedos algo nerviosa, sin saber muy bien el por qué. Otabek seguía pensando en una forma de poder persuadir a Viktor para pedir ayuda. Yuko permaneció en silencio la mayoría de la charla.

— Entonces solo está esperando el encontrarnos—sentenció la ronca voz de Viktor, con amargura.

Estaban contra el reloj y de ninguna forma podrían hacerle frente. El más mínimo descuido y ya estarían muertos. Serían carne desangrada entre colmillos y garras.

— Mierda, Beka, trajiste a Isabella tan descuidadamente, ¿te das cuenta de las consecuencias si te hubieran pillado?

Otabek asintió agachando la cabeza. En momentos así sabía que estaba recibir el regaño de Viktor, porque también sabía que había actuado por compasión y aunque aquel fuera un sentimiento muy noble... en ese mundo una segunda oportunidad a alguien podría costarle el pellejo a otro (literalmente).

— P-Pero no nos siguieron, salimos de noche, mis compañeros estaban durmiendo y... juro que no quiero dañar a tu clan, pero por favor déjame quedarme. Si vuelvo, Jean me encontrará y me matará — su voz demostraba su pánico, el nombre que la atemorizaba hasta lo más profundo de sus huesos— por favor...

El Nikiforov la estudió con la mirada. Lo envolvió un recuerdo y la resignación. Yuuri Katsuki vino a su memoria el día que lo robó de Cialdini, la misma desesperación que cuando despertó y pensó que sería asesinado por su ex líder fue lo que vio en Isabella. Y la resignación porque ya nada se podía hacer.

— Puedes quedarte, pero te dejaré en claro tres cosas— se inclinó hacia ella, completamente serio — Uno: como nos traiciones, te seguiré hasta el fin del mundo, no sé cómo, pero lo haré y cuando te tenga, rasgaré tu bonito rostro en tiras. Dos: si quieres comer, vas a tener que colaborar como todos los demás. Tres: a los omegas no los vas a tocar, ni a Yuuri Katsuki, ni a la pareja de Otabek, ni a su hijo; los estamos protegiendo, no criando como cerdos para el matadero, ¿Entendiste?

La muchacha tragó en seco y, con un trémulo asentimiento, ya estaba dentro de clan Nikiforov.

La conversación habría llegado a su término, si no fuera porque la silenciosa enfermera del clan Nikiforov no hubiera aportado con otro problema que Viktor había pasado por alto:

—Estás olvidando a los cadetes que destruyeron la mansión.

—¿Qué? — Otabek miró a Yuko sorprendido — ¿cadetes? ¿no había sido un incendio?

Viktor suspiró pesado y se dejó caer en la vieja silla de madera en la que había estado sentado. Cierto, eso también.

— Cuando Viktor dejó la mansión, la última vez, a los días llegó un grupo de cadetes. Había uno que al parecer era de más rango y fue muy demandante al pedir hablar con Viktor, pero él no estaba. — explicó Yuko — yo estaba muy enfadada y Yuuri habló con el otro hombre, hace unos días me dijo lo que había pasado: estaban buscando a Viktor porque alguien les había dado el dato de que él estaba buscando un leopardo de las nieves.

—¿Los leopardos de las nieves no están extintos? — preguntó Isabella, incrédula.

El silencio de los tres restantes la descolocó. Otabek parecía muy aturdido con lo que la mujer acababa de decir. Isabella miró a Viktor alarmada.

—Espera... ¡¿tienes un leopardo de las nieves?! p-pero ellos ya no exis-...

—Sí, tenemos al último. — aceptó Nikiforov en voz más baja, como si alguien pudiera escucharlos o como si eso pudiera perturbar menos a Otabek — y más encima es un omega.

La chica quedó boquiabierta.

Otabek sintió que se lo tragaba un charco gigante de arena movediza y que se ahogaba ahí mismo en el mar de infortunios que los seguían. Justo cuando ya creía que Yuri podía salvarse del mercado negro por poseer ese pelaje, sucedía que se equivocaba.

— Lo que yo no entiendo es de quién sacaste esa idea de que estaban pagando una millonada de comida por un leopardo de las nieves — le dijo Yuko a Viktor — suena, no sé, tan irreal, ¿por qué un alfa pagaría tanto por esa piel? ¿qué haría luego con ella? — preguntó como si fuera lo más estúpido del mundo.

Entonces Otabek recordó algo, una charla muy lejana que había tenido alguna vez con Yuri, en esa sala de hospital en la ciudad Tau.

¿Por qué Viktor y Yuko no lo pensaron antes?

Ante los ojos de Otabek, todo tuvo sentido.

— ¿Qué querías que hiciera? necesitábamos comida y una vez visitando a Yakov, Lilia me dijo sobre eso.

El negocio de las pieles era de los alfas, pero no específicamente para alfas. "Las pieles pueden pasar de mano en mano entre alfas pero siempre terminarán en las de un beta"

—¿Eran cadetes betas? — su voz sonó aún consternada.

—Uno que otro, todos los demás eran alfas camuflados bajo el uniforme.

— ¿Y ese sargento?

—Beta.

—¿Cómo era?

Yuko y Viktor se miraron dubitativos, pero el alfa dejó a la muchacha contestar.

—Mmh, por lo que recuerdo, era un hombre ya mayor, quizá cincuenta años, pero se notaba que se mantenía en forma. Cabello negro, alto, no sé qué mas decir. Era muy demandante y, ¡ah! lo que más lo caracterizaba entre los otros fue que también tenía los ojos rasgados, ascendencia asiática, supongo.

—¿Qué pasa? ¿Algo que nosotros no sepamos? — preguntó Viktor curioso.

— A ti nunca te dijeron de dónde Lilia había sacado ese dato. — sentenció mirándolo.

—No.

Viktor subió y bajó los hombros, negando, como si no importara mucho. Aunque bueno, al menos por el momento ya no le importaba, porque entre sus planes ya no estaba el vender a Yuri, de hecho, estaba el protegerlo.

Otabek se frotó el rostro. Un nuevo peligro que ellos habían pensado como superado comenzaba allí, de pronto se sintió frustrado, ¿por qué para Viktor y Yuko no era tan obvio? un beta buscando lo que muchos alfas habían estado moviendo rocas y montañas, ¡estaba frente a sus ojos la respuesta!

— Entonces ese es el hombre que está cobrando toda esa comida por Yuri, ¿cómo no se dieron cuenta? — le dijo a Viktor. — Yuri una vez me dijo que no importaba por cuántas manos pasaran las pieles, que siempre terminarían siendo vendidas por última vez a un beta. Dijo que Eta estaba lleno de mujeres esposas de cadetes de alto rango vestidas de pieles y que esa ciudad muy seguramente no era la única.

— El hombre disparó a uno de los balcones donde Yuri estaba, falló el tiro y el incendio empezó.

— ¿Qué? — Otabek la miró con una mezcla de terror y enfado.

— Lo logramos sacar a tiempo, a todos, no sufrieron ningún daño — se apresuró a calmarlo la chica.

Viktor se había quedado en su lugar, agarrotado. La situación lo estaba sobrepasando. Si era como Beka decía (que no dudaba de las palabras ajenas) entonces no solo tendrían doscientos hombres de clanes ajenos detrás suyo, sino también a Dios sabe cuántos más grupos de betas y alfas tras la exótica piel de Yuri Plisetsky.

Por primera vez, el Nikiforov comprendió lo que quería decir sentirse contra la espada y la pared. Los estaban siguiendo y royendo de todos los lados posibles.

.

.

.

Otabek se tuvo que ver en la obligación de hablar con Yuri acerca de su otro perseguidor. No obstante, la reacción de Yuri fue justo lo que él se había esperado:

— Me lo temía — simplemente dijo el Plisetsky, pero tras unos segundos agregó — aunque sí me pregunto si intentó dispararme a propósito o lo hizo de frustrado, eso fue muy extraño.

Estaban sentados uno al lado del otro fuera del lugar donde pasaban las noches. Dentro no era muy agradable, solo lo que usaban como cuarto era lo que estaba "habilitado para habitar" porque lo demás estaba sucio y vacío.

Por otro lado...

Yuri no estaba encontrando el momento para darle la noticia a Otabek de que serían otra vez padres y esta vez a consecuencia de sus actos. No se daba, simplemente o los paseos y el tiempo juntos cada vez parecían más cortos o la conversación no era fluida (como en ese momento).

Para Yuri no era fácil. Ni siquiera lo fue cuando le dijo a Beka que le gustaba y ahora mucho menos decirle: "Hey, Otabek, ¿Recuerdas que la primera vez que lo hicimos fue sin protección y en pleno celo? pues sí, dejaste una semilla en mi barriga y faltan un par de meses para que de mi salga un cachorro, ¡Felicidades campeón!"... no.

Ademas, Luka, traicionero como siempre en el sueño, ya que Beka había vuelto, retomó sus hábitos de dormir con los Crispino. Obviamente Michelle recibió altas amenazas llenas de muchas formas de morir si llegaba a tocarle un pelo al cachorro de Yuri.

Hubiera sido buena idea decirle a Otabek la verdad por la noche, cuando la oscuridad caía con ellos acostados, pero los momentos indicados parecían escapar de las manos del Plisetsky dejándole múltiples obstáculos.

Otabek y él volvieron a dormir juntos. Empero, cierto alfa se la pasaba llegando demasiado tarde por la noche, excusándose la mañana siguiente con estúpidos argumentos de que "Estaba con Viktor hablando de esto" o "Viktor y yo discutíamos sobre aquello". Yuri lo miraba feo con cada pretexto que le ponía. Estúpido Viktor, estúpido Beka.

— Lo siento, Yura — se puso de pie dejando al menor sentado solo — tengo que ir a hacer algunas labores con los demás, regreso en la noche.

El rubio hizo una mueca.

—Quédate conmigo un rato más — pidió, la verdad, se aburría.

Era grato el tiempo con Yuuri, Luka y hasta los Crispino (aunque no lo admitiera). Pero su lado omega también le pedía a Otabek, Otabek y sus cariños y besos, sus momentos juntos y por supuesto, esos otros momentos juntos pero más íntimos.

Otabek lo miró con algo de, ¿pena? ¿había sido pena lo que esos ojos chocolate le mostraron? no estuvo seguro, porque lo que salió de la boca del chico disparó sus más profundos celos contra quien hace muy poco acababa de reconocer como la trepadora más descarada de todo el mundo.

— Le dije a Isabella que iría luego, quiere que le guíe.

La boca de Yuri se transformó en una línea recta y sus cejas se fruncieron con desdén, casi con rencor.

Otabek lo había estado dejando mucho tiempo sin atención. Quería pensar que no lo hacía a propósito... pero cualquier otro estúpido alfa podría guiar a esa estúpida, ¿por qué de todos los demás se lo había pedido a Altin? eso para Yuri solo tenía una razón.

La primera vez que llegó con Otabek, no la alcanzó a ver bien por estar ocupado recibiendo al chico que le quitaba el sueño. Pero en cuanto se le fue presentada, un mal sabor de boca y los celos lo invadieron por completo. El rechazo pudo haber sido más tolerable si aunque fuera ella hubiera ignorado su desprecio, pero no, como típico alfa (en un gesto a penas percibido por los demás) Yuri notó que ella también lo repelía.

Y no era solo eso, a Plisetsky no le gustaba nada cómo los ojos de Isabella seguían a Otabek y buscaba su atención de vuelta.

—"Isabella aquí", "Isabella allá" — su voz detonó tanto desagrado que Otabek de inmediato lo miró sorprendido. — Está bien, vete y vuelve a llegar tarde por la noche. No me importa.

Otabek sintió una espinita muy cruel de culpa en su pecho. Su propia inseguridad le hacía alejarse de Yuri, pero tampoco quería estar mal con él. Ah, si tan solo sus pensamientos se pudieran expresar solos, si tan solo fueran fáciles de hablar.

De todos modos, tenía en cuenta que era su culpa que Yuri pusiera ante él esos ojos tan fríos, como el día en que lo conoció. El hielo en persona.

—No, Yuri, no es así, es que...

—Ah, ¿no es así? — preguntó con sorna en la voz — porque eso es exactamente lo que has estado haciendo desde que llegaste.

No tenía contrargumento, Altin lo sabía.

—¿No vas a responder? — siguió hablando el omega, Beka desvió la mirada muy complicado, hasta deprimido — ¿Entonces qué estás haciendo aquí? si está claro que solo quieres alejarte de mí.

—¡No es eso, Yuri! no quiero estar lejos de ti, nunca, es que... es que yo...

No había tocado a Yuri, no se atrevía. Quería, pero no podía. Quería hacerle el amor como antes, besarlo mientras se abrazaban, juguetear y hacerse cosquillas, quería tanto volver a la perfecta relación que tenían antes. Pero ahí iba de nuevo el miedo haciendo mella en él, ¿Y si por error lo mordía demasiado fuerte? ¿Y si su alfa le ganaba a su voluntad?

—¡"Es que" qué!

Ahí estaba: el enfado de Yuri Plisetsky reventando como un volcán que durante mucho tiempo había estado durmiendo para su persona.

—¡Agh, ya vete! — Pero Otabek siguió mirándolo con esos ojos tan difíciles de leer, como si quisiera contestarle algo, pero no pudiera. Yuri se sintió desesperar — Está bien. Si no te vas tú, me voy yo.

El más bajo dio media vuelta y se alejó entre las casas de ese lugar, dejando al alfa solo y con su corazón latiendo a mil.

Estúpido Otabek, fue el pensamiento universal que compartieron ambos.

...

— ¿En qué andas? ¿Dónde está tu perro guardián?

La voz con un toque burlón de Viktor Nikiforov se hizo presente cuando se sentó a su lado.

El Plisetsky había descubierto un buen escondite en sus días de exploración. Estaba entre el roquerío que daba hacia la playa, algo peligroso, pero bonito. Se poblaba de verde, como todo lo demás, pero una roca puesta casi de forma perfecta por la madre naturaleza daba como mirador a toda la costa que rodeaba Yplison y algo más hacia las montañas altas que eran la entrada principal a la ciudad. Pensó que estaba bien camuflado, pero bueno, si el frentón de Viktor Estupiforov logró encontrarlo, se había equivocado.

— No es mi perro guardián — rezongó sabiendo perfecto que se refería a su alfa. — ¿por qué te sientas aquí? me asqueas.

Sin embargo, el suficiente tiempo de Viktor soportando a Yuri le había hecho dominar casi al completo su habilidad para desviar cada insulto a su persona.

— ¿Qué mierda quieres, viejo? — reclamó apoyando la espalda en el asiento y cruzando los brazos, mirando enfurruñado el paisaje.

Viktor suspiró.

— No quiero ser inmiscuido, pero-...

— Con esa frase me estás advirtiendo que ya lo estás siendo.

— ¿Ha pasado algo entre ustedes?

Yuri frunció más su ceño (si es que eso era posible) y se tuvo que refrenar el impulso de niño pequeño para no patear el suelo ¡Maldita sea! ¡Estúpido Viktor Frenteforov! ¡Eso no era su asunto! y así mismo se lo hizo saber:

— Qué mierda te importa.

— ¿Es porque no te agrada Isabella?

— ¡¿Por qué la tienes que nombrar?! ¡¿Por qué todos la nombran, la puta madre?!

Y aunque ya lo tenía asumido, Viktor ahora lo confirmaba: sí, a Yuri no le agradaba Isabella.

A Viktor el asunto se le hacía gracioso (al menos la parte de los celos de Yurio para con Isabella Yang), sin embargo, mucho más interesante era el que no había visto a Yurio tan alejado de Beka desde cuando la pantera no era mas que su guardián y él su rehén en su mansión, solo en ese entonces recordaba que Yuri parecía repeler a Otabek con todo su ser y, la verdad, a cualquier alfa que se le acercara.

— ¿Por qué estás más lejano a Otabek? volvió, ¿Eso no te hace feliz?

— ¡Já! — rió incrédulo, su enfado no estaba disminuyendo— ¿me estás diciendo que soy yo el que lo aleja? — lo encontraba ridículo, Viktor era un ciego— es él mismo el que me está... me está ignorando.

Y el haberlo dicho y aceptado en voz alta le dolió, así que cerró sus labios en cuanto lo dijo. Su corazón empezó a latir furioso, ¿Por qué demonios siquiera estaba hablando esto con Viktor? hasta con Yuuri hubiera sido menos incómodo ese silencio que los inundó tras sus declaraciones.

— ... Entonces él es el que te está evitando... — "Oh, vaya, denle un jodido premio al imbécil aquí" le hubiera dicho Yuri si es que no estuviera concentrado en respirar profundo para que su voz no flaqueara cuando tuviera que volver a hablar. Por nada del mundo iba a llorar frente a Nikiforov — Lo he notado raro, pero pensé que eran ideas mías — admitió también, llamando la atención de Yuri, al parecer no era el único que lo estaba notando.

— Raro ¿cómo?

El mayor subió y bajó los hombros. Él simplemente lo notaba porque quizá era más observador y notaba cómo Otabek hacía largos silencios en las conversaciones triviales que a veces tenían, solo para luego agregar algo vago y casi sin utilidad. No era propio de Beka. El chico podía ser más callado y serio, pero si tenía algo que agregar a la conversación, lo hacía con un aporte sólido, conciso y útil.

— Como si tuviera algo en mente todo el tiempo y no pudiera soltarlo.

Yuri sabía que estaba en una tregua con Viktor, así que tomó su enorme orgullo, lo puso en un rincón de su corazón y consultó:

— ¿Te ha dicho... te ha dicho algo? llega tarde a dormir, dice que se queda contigo.

— Sí, se queda conmigo haciendo guardia en mi turno de la noche, pero en esos momentos casi no hablamos. Incluso hay veces en las que se ha quedado dormido y he tenido que despertarlo porque viene el cambio de turno. Le he dicho muchas veces que si está cansado se vaya a dormir a su lugar, pero es terco y se niega.

Auch.

Yuri sintió su corazón doler muy feo. Lo estaba evitando de una forma que lo hería.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y volteó el rostro hacia otro lado.

"Mierda, no, no, no, no, no. Frente a Viktor no, por favor, no frente a este imbécil".

— Yuri— la voz de Viktor de pronto sonó más suave, más paternal — estás embarazado, ¿cierto?

Un sollozo escapó de sus labios. Mierda. Por más que intentara mentir, le dolía mucho.


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