Apoyo

A Viktor nadie tuvo que decirle que Yuri cargaba con un embarazo, lo había descubierto por mera casualidad hace un par de días, cuando vio a Yuri solo, acariciándose el vientre con una mirada maternal que no podía ser coincidencia. No le costó mucho unir piezas, esa vez que Yuri huyó de la hora de comer por las náuseas y su constante sobreprotección a Luka, todo eso y pequeños detalles lo llevaron al hecho concreto. Aunque no sabía si el omega interior de Yuri lo hacía a propósito o sin percatarse, Viktor debía darle el crédito a que estaba ocultando muy bien su aroma.

Dejó que el chico llorara y no lo molestó, al parecer, ya no parecía preciso el hacerlo con Plisetsky tan desesperado como ahora estaba.

- Si quieres no le diré a nadie, pero ¿quién más lo sabe?

Prefirió hacer esa pregunta antes que nombrar a Otabek o el menor podría muy bien morir ahogado en su propio llanto.

-C-Claro que no le vas a decir a nadie, estúpido Viktor - dijo a penas y con la voz entre cortada, intentando secar su cara sin nada de éxito puesto las lágrimas seguían bajando. - Yuko me ha estado cuidando.

Aún le costaba entender el por qué estaba teniendo esa conversación con Viktor, pero ya qué, Viktor ya lo sabía, de nada serviría ocultarlo. Era una real lástima porque a ese paso, Otabek sería el último en enterarse.

El Nikiforov asintió a su respuesta, claro, hubiera sido muy extraño que Yuko no hubiese notado el estado de Yuri Plisetsky de las primeras. Al menos el omega había estado en buenas manos hasta el momento.

- No le digas a Beka - más que una petición, fue una orden.

Viktor rodó los ojos, más por preocupación que por otra cosa, ¿irónico, no? hace menos de un año lo había cazado para venderlo al mercado negro. Cómo cambiaban las cosas.

- Es el padre, Yuri, cóm-...

-¡No le vas a decir a nadie! - chilló dándole la cara al fin a Nikiforov, mostrándole los dientes como un animal salvaje, claro que no era posible molestarse con él en ese estado: con los ojos vidriosos, la nariz roja y las mejillas mojadas. Viktor le tenía algo parecido a la compasión, la debía estar pasando como la mierda.

Suspiró. Si fuera por Viktor, él le diría ahora mismo a Otabek que Yuri esperaba un cachorro suyo y que se hiciera cargo; ese mundo era muy peligroso para un omega con una cría en su vientre... mucho más si Yuri ya debía cuidar a otro omega más pequeño. Vaya lío. Pero ya estaba, el Plisetsky le había negado el habla y aunque le jodiera iba a respetar la decisión ajena.

- Está bien. Será a tu manera.

Aceptó.

- Pero como vea que no puedas manejar más la situación, voy a tener que intervenir.

-¡Pero no es tu asunto! - volvió a reclamar Yuri con voz quebradiza y enfadada.

-Pero eres parte de este clan, Yuri Plisetsky - Yuri sorbió por la nariz y miró fijamente a Viktor sin emitir sonido - me estoy preocupando por ti, mocoso. Cuando lo necesites, nunca es malo pedir ayuda a alguien, ¿bien?

Yuri frunció el ceño y se cruzó de brazos, mirando nuevamente al paisaje que tanto lo había tenido embelesado. Había parado de llorar, pero su rostro seguía sonrosado por el esfuerzo.

-¿Bien... Yuri?

-Bien. - respondió abrupto, pero con voz bajita y avergonzada.

.

.

.

Ese día el clima había sido extraño, las nubes se dispersaban a ratos y pequeños rayitos de sol los iluminaban en vano, puesto que el frío que aún emanaba la húmeda de la mañana y el viento del mar calaban con más intensidad. El verde en Yplison perduraba, pero pequeñas hojas marrones delataban al llegado invierno. Muy pronto las lluvias no tardarían en bajar.

Si podía haber inquilino más feliz con ese tiempo, sin duda eran Plisetsky y Katsuki, porque a lo que se refería a todos los demás, siempre andaban rehuyendo el viento atrás de alguna casa o acercándose a las fogatas que ya se habían empezado a prender desde más temprano a diferencia de cuando llegaron a ese lugar. Isabella no la estaba pasando nada bien, mucho menos Luka y Otabek; híbridos de climas cálidos y el último tropical, el frío no iba con ellos.

Altin había estado con mil cosas en la cabeza, tan distante como taciturno. Pero tenía muy presente que, en cuanto el ligero aroma de Yuri Plisetsky estuviera a solo un par de metros, su nariz se levantaría y sus ojos lo buscarían con desesperación hasta dar con los cabellos rubios que lo evitaban desde hacía días.

Sabía que la voluntad de Yuri era hierro sólido y puro, y si se había enfadado con él ni siquiera le dirigiría la mirada por más obvio que él se la dedicara por completa y genuinamente. Otabek todavía recordaba la vez que Yuri dejó de comer y hubiera seguido sin hacerlo si no fuese porque él mismo tuvo que meterle la cuchara a la boca a la fuerza

Pero en ese entonces todo le parecía más fácil, más lejano, ese fue el tiempo en el que él no sentía nada por Yuri, en donde entre sus planes no estaba el enamorarse (por miedo). Ahora era todo tan diferente, como si hubieran pasado décadas tras eso; siendo que recién el invierno que se avecinaba les otorgaría el primer año de haberse conocido. Ahora no podía actuar por la fuerza, además de temer dañar o asustar a Yura, era un tema completamente distinto, nada parecido con el comer o no... o tal vez sí, pero habían sentimientos muy profundos de por medio y eso hacía todo más problemático.

Inspiró hondo todo el aire fresco que pudo, aguantó un momento, pensando en lo bueno que podría ser ahogarse unos minutos y poder revivir al rato... qué cobarde de su parte pensar así. Soltó todo en un gran suspiro mientras se pasaba la mano por el rostro con cansancio. El sueño tampoco había sido un buen aliado desde su discusión, a penas tocaba la cama (tarde, como acostumbró para evitar a Yuri) el rubio le daba la espalda, se arrinconaba hasta la pared para no tocarlo o simplemente tomaba su manta y en silencio se iba al otro lado de la habitación.

Aunque bueno, ¿qué esperaba realmente? ¿un beso y un abrazo? ¿"gracias por evitarme todo el día, estoy enfadado, me duele tu indiferencia, pero sé que lo haces porque tu estúpida inseguridad y consciencia de que eres un animal salvaje te gana cualquier esfuerzo por explicarme cómo te sientes"?

Se sentía la peor basura.

-¿Estás teniendo un mal día?

Isabella llegó a su lado, llevaba uno de los muchos abrigos que Viktor había logrado sacar de las bodegas en el lugar del último motín. Buena estrategia, debía reconocer, salvar hasta lo impensable con el invierno que se avecinaba a las faldas del otoño.

-No.

-Ese fue un muy largo suspiro

Miró por encima del hombro a la chica. No es que Isabella le cayera mal, de hecho desde que recordaba, la muchacha siempre había sido muy agradable. Pero la verdad no tenía ganas de conversar con nadie.

-¿No deberías estar con tu omega?

Ahh~. Metiendo el dedo en la herida.

No respondió, su ánimo de pronto decayó en picada. Pensarlo era una cosa, que alguien se lo viniera a decir en la cara sin la menor idea de lo que le dolía, otra muy distinta, y peor, el que seguía sentado en ese lugar cuando Yuri estaba quizá en dónde, mortificante.

Un viento frío lo hizo apretar sus manos contra sus antebrazos, ¿Yuri estaría usando abrigo?... estaba casi seguro de que no lo estaba usando, regocijándose con ese clima, solo esperaba que estuviera usando al menos algo de manga larga.

-¿Lo has visto, cómo estaba? - la pregunta brotó de sus labios sin darse cuenta.

-Bien, supongo. Lo vi hace unos minutos con su cachorro, viendo unas flores hacia allá - apuntó en dirección contraria a la entrada de la ciudad - pero en cuanto me vio puso esos ojos como si quisieran asesinarme, casi pude verle los colmi... - Otabek se la quedó mirando, había algo de advertencia en el gesto de su rostro "no hables mal de él" - yyyy eso fue todo.

La chica decidió cortar por lo sano y no decir su comentario. Meditó unos segundos y se aventuró de nuevo a hablar:

-No podría hacerle nada, Beka. No estoy acostumbrada a convivir con omegas, es extraño y quizá me cuesta un poco, pero si ir en contra de uno que pertenece a su clan significa que Viktor me expulse... claro que no lo haré. Tendría que estar loca.

La pantera solo asintió. Justo cuando pensó que la conversación cesaría, Leo de la Iglesia se sentó al otro lado suyo con expresión cansada.

Genial.

-Hombre, ya no puedo cargar más leña - dijo mostrándoles las manos a ambos. Las tenía todas rasmilladas y con heridas. -¿qué les tocó a ustedes que terminaron antes?

-Cargar agua - dijeron al unísono, con el mismo desgano.

Agua para gatos en invierno. La peor tarea.

-Me sorprendí al saber que estabas con Viktor, Leo.

Isabella y Leo se conocían desde hacía un par de años. El clan de Leo solía establecerse en un lugar apartado, pero en donde coincidía camino a Lambda. Cuando Bella empezó a hacer sus primeros viajes a ese lugar era en el tiempo de más demanda de la carne, cuando ya casi no habían animales donde su rama del clan se situaba.

En su estado de letargo, sin haber probado carne desde hacía meses, casi había atacado al fallecido novio de Leo, pero este se la había sacado de encima con sus otros familiares. En vez de tirarla a otro lado o matarla, la alimentaron, le dieron de beber y la dejaron largarse. Fue el inicio de una serie de paradas cada que tenía algún trabajo que hacer, al final se terminaron haciendo amigos y al final, también, los de la Iglesia desaparecieron y ella los supuso muertos por la temporada de caza.

- Ya ves - dijo con resignación Leo - hay que sobrevivir de alguna forma...

Los tres pares de ojos, un poco tristes con esas palabras, callaron.

El mar estaba subiendo de a poco entre la oscuridad que se iba cerniendo, con sus estruendosas olas como rugidos.

Otabek sintió que de pronto un recuerdo muy, muy lejano era traído a su memoria. Fue como si su propio cerebro le pedía que por favor dejara de pensar cosas deprimentes y le llevara ante él algo que casi había olvidado con el pesado pasar de los años.

Miró a Isabella y la chica lo miró de vuelta ladeando su rostro.

-¿Sí? - preguntó.

- Una vez tú y Emil Nekola le bajaron los pantalones a Jean, frente a toda la rama.

-¡¿Qué?! - exclamó Leo, viendo sorprendido a Bella.

Isabella abrió muy grande sus ojos claros, como si también recién se acordara de aquella muy lejana anécdota. Seguido, se tapó la boca con ambas manos, intentando ahogar la creciente risa que se iba apoderando de ella. Sus mejillas estaban rosadas.

-¿Qué pasó? ¿Cómo hiciste eso? - preguntaba extasiado Leo.

-Fue hace mucho tiempo, yo todavía estaba en la rama de Isabella - empezó Otabek, con una sonrisa formándose en su rostro, miró a la chica pero no obtuvo respuesta, estaba ahogada intentando regular su ataque de risa - Era de las pocas veces que vi a Emil, ahora lo recuerdo. Él e Isabella eran amigos, pero Jean era cruel y no le gustaba que los demás se divirtieran porque... bueno, su manera de divertirse era más retorcida y no a todos los niños del lugar les gustaba.

- Jean nos empezó a tirar piedras, Beka era más retraído y no jugaba mucho pero estaba sentado cerca, Emil y yo nos molestamos porque una me dio aquí, mira - levantó el cabello azabache de un lado de su frente, donde se distinguía una pequeña cortada cicatrizada - era un bruto. El asunto fue que yo me enojé y mientras lloraba y le gritaba groserías, Emil se le acercó por detrás y le bajó los pantalones, y todos vieron su micro pene.

Isabella volvió a desatar risotadas, recordando el rojo vivo en el rostro del pequeño criajo que fue "JJ" alguna vez. La risa de Beka fue algo más moderada, pero la pregunta que salió de la boca de Leo lo animó a soltar una corta carcajada

- ¿La tiene pequeña?

- Era un crío, a esa edad la tenía muy pequeña y lo más vergonzoso fue que todos se le quedaron mirando.

- La vergüenza lo dejó paralizado y luego estaba tan furioso que nos acusó a todos con sus padres, incluso yo que solo había estado viendo y riendo. Nos castigaron con diez varillazos en la espalda, pero yo siento que valió la pena por verlo humillado.

Leo tenía la sonrisa en el rostro, le costaba mucho poner en su mente la imagen del imponente Jean Jacques Leroy y su séquito de híbridos siendo solo un niño, con los pantalones abajo y siendo burlado frente a las narices de todo el clan que heredaría años más tarde.

A los ojos de muchos no podía existir otro Jean que el cruel y despiadado líder de uno de los clanes más poderosos de la zona. Pero sí, Jean también había tenido, como todos, su momento de niñez.

-Unos meses después corrieron a Beka junto a todo un grupo a otra rama del clan y jamás lo volvimos a ver. - agregó Isabella, con la noche ya totalmente sobre ellos. Se venían sumando cada vez más alfas que terminaban sus labores y descansaban cerca.

- ¿Por qué los corrían? - preguntó Leo.

Otabek subió y bajó los hombros.

- Son un clan nómada, rotaban integrantes y las ramas después de un tiempo, cuando explotaban la zona, se mudaban a otra hasta la próxima temporada. Creí que cuando me iría de ahí al fin encontraría paz... pero a los pocos meses los Leroy también decidieron cambiar de rama y tuve que liar con Jean hasta la adolescencia.

- Sí, se cambiaron cuando notaron que nuestra rama ya no tenía más alimento que ofrecer y porque habían atrapado a dos omegas en la rama que estaba Beka.

A Altin se le apretó el estómago, queriendo no caer en ese tema, cambió la conversación.

- Al menos te libraste de él por unos buenos años - le dijo a Bella, que asintió pensativa, pero con la sonrisa en el rostro.

-¿Qué pasó con Emil? - cuestionó Leo, se veía confundido e Isabella lo entendió - ¿Por qué se transformó en... eso?

-Fue la presión de los Leroy y de sus propios padres. - explicó la chica, un poco más nostálgica porque a diferencia de Otabek, ella sí tuvo a Emil Nekola como amigo cercano - Todos los antepasados de Emil pertenecen a un linaje puro, incluido él. Sus padres por eso creían estar por sobre los demás y eran muy cercanos a los Leroy, hacían las labores secretas, el trabajo sucio, ellos eran la paloma mensajera entre los Leroy padres y Celestino; cuando esa relación estaba en su punto más fuerte. Pero llegó a un punto en que sus padres empezaron a reprimirlo, no lo dejaban jugar, no lo dejaban cuestionar su entorno ni las órdenes de quienes lo rodeaban, no lo dejaban ser lo que era: un niño. Le lavaron el cerebro para que poco menos les lamiera el culo a los Leroy, o más bien, a Jean, que sería el próximo líder y Emil su próximo mensajero. Se trastornó, eso le pasó.

Era una lástima que ahora las cosas estuvieran tan torcidas, pensó Otabek para sus adentros, mientras el mundo seguía girando a su alrededor y la voz de Leo e Isabella se hacía lejana.

Si Jean en un pasado había sido un niño problema, ahora se había convertido en un monstruo sin vuelta atrás. Del inocente y protector Emil ya no quedaba nada, solo alguien trastocado siendo una amenaza latente. Y eran ellos dos los que en potencia (con otros más) ahora amenazaban sus vidas, aquellos con los que compartieron su niñez, con los que sobrevivieron años, aquellos que vieron crecer y cambiar convirtiéndose en su peor enemigo.

La piedra que había golpeado en la cabeza a Isabella, dejándole una cicatriz, hoy eran colmillos y zarpazos, intentando desangrándolos hasta matarlos.

Quizá esa frase tenía razón, quizá "todo tiempo pasado fue mejor".


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