Aflojar
Viktor quedó confundido.
- ¿Qué quieres decir con eso?... yo, digo, ¿qué? Yuuri, si el problema soy yo, está bien - dejó de acorralar al muchacho que había empezado a llorar y lo instó a tomar asiento donde antes estaban, solo que él se arrodilló frente al omega en un gesto conciliador - sé en lo que me he convertido y que no soy el mismo.
Viktor comprendía que Yuuri lo repeliera y quería enmendar eso desesperadamente.
Primero Yuuri huía, luego al volver le decía que ya no lo amaba, ahora se había asegurado de que el omega en efecto siente algo por él, pero aún así, ¿Qué era todo eso? ¿Es que nunca podrían tener una conversación normal?
Cambiaría. Maldición. Cambiaría todo de sí mismo con tan de que Yuuri lo amara real y libremente como antes.
¿Algún problema de Yuuri? exceptuando su poca capacidad de comunicación, Viktor Nikiforov no tenía ninguno ¿Insuficiente? jamás podría pensar así de él.
Podría ser que Viktor fuera un total imbécil en el pasado, quizá la mantención del clan lo había enloquecido llegando a soluciones terribles, ¿pero Yuuri? ¿qué problema podía ser Yuuri para él?
A ojos de Viktor, Yuuri era el ser más humano y precioso del mundo. Tan frágil y con tan impresionante aguante, muy amable y cariñoso.
Era ideal, Yuuri era su balance, lo que a él le costaba poseer él lo complementaba y eso lo enamoraba porque se sentía completo. Katsuki era su fuente de adoración, la forma en que amaba a sus cachorros a pesar de no ser de su sangre, la forma en que les regalaba su dedicación y esfuerzo, ¿qué demonios podía estar mal con Yuuri que él no pudiera ver?
No creía que no lo amaba. No otra vez. Ahora tenía certeza de que no era así, esas demostraciones inconscientes de Yuuri se lo habían dejado ver.
- ¿Por qué? ¿Por qué podrías ser tú el problema? - le dijo con afecto, quitando despacio una de las manos con las que el omega tapaba su rostro.
La lengua de Yuuri parecía no obedecer más a su cerebro y a pesar de los sollozos silenciosos, volvió a expresarse.
- Soy defectuoso - la palabra le dolió - deberías buscarte a alguien más...
Y aquello le dolió más a Viktor. Él no quería a nadie más, él quería a Yuuri Katsuki.
- Pero qué dices...
- Yo no te sirvo - volvió a decir secándose la cara y dejando ver sus ojos llorosos y con el carmín más vivo que nunca - ¿es que no te das cuenta? - había un tinte de desesperación en esa pregunta.
Viktor sintió que perdía el aliento. Sangre hirviendo. Los siempre apacibles y amables ojos sangría parecían sangre hirviendo.
Yuuri tenía una lucha interna, entre el hacerle entender a Viktor de esa forma implícita el problema (su problema) o el gritárselo a la cara directamente para que captara todo. De ambas formas, Yuuri estaba condenado a romperse.
Le causó algo de rabia que Viktor no lo comprendiera, ¿por qué demonios él sí podía entender todo a lo que el Nikiforov se refería y no al contrario? alfa imbécil.
- Vitya, entiéndelo.
El corazón de Yuuri se estaba deshaciendo de a poquito y aunque fuera doloroso, aquello era bueno, porque estaba soltando algo de hacía muchos años que lo estaba enfermando desde dentro.
Y aún así Viktor parecía no comprender, confundido, muy muy muy confundido.
- No voy a entenderlo si no me lo dices directamente, Yuuri.
Silencio.
Sus ojos chocando.
Uno ya no aguantó más.
- ¡Yuuri dime qué pasa!
Viktor estaba sobrepasado con todas las preguntas que debía hacer para sonsacarle siquiera unas palabras al omega que pareció asustarse al Viktor elevar su voz.
- Lo siento - se disculpó - es que, por favor, solo dilo.
Yuuri frunció el ceño, otra vez los ojos se le llenaron de lágrimas. La tristeza enfadada.
Directamente, lo haría, para que entendiera de una maldita vez por todas, aunque se desgarrara en el camino.
Su corazón ya estaba acelerado desde hace mucho y no, no había ni huida ni forma de evitar el tema.
No lo dijo implícito, se fue por el segundo camino y se lo gritó.
- ¡Que deberías buscarte a alguien que pueda darte un hijo sano y fuerte! ¡¿Por qué insistes en estar conmigo si no puedo darte nada?!
Finalmente, tras años, Viktor vio la raíz del problema. Por fin su cabeza lo entendió.
Y a pesar de ello ¿Eso era? ¿Ese era el problema?
Nunca lo habría pensado, ni por un segundo, porque aquello realmente...
- No... no me importa - dijo consternado, negando, abrumado por la cara roja del Katsuki frente a él.
Eso no le importaba porque nunca fue problema para él. Viktor era feliz al lado de Yuuri, no le importaban los descendientes, los cachorros, para eso tenían a Sala y Mickey y él los quería mucho de igual modo, siendo de su familia y sin importar la sangre. Nunca, jamás había pensado que eso sería un problema para su relación o un problema siquiera para Yuuri.
- ¡Es importante para mí! - le gritó Yuuri.
- P-Pero Yuuri - Viktor aún no salía de su sorpresa - yo nunca te exijí hijos, soy feliz contigo y con Sala y con Mickey.
No obstante, Yuuri seguía negando con la cabeza.
- ¡No lo entiendes! por más feliz que seas - esta vez se puso de pie y se alejó de las manos del Nikiforov que habían estado descansando en sus muslos - yo no puedo serlo conmigo mismo, me siento inútil, tu apellido es tan i-importante para ti, para toda tu familia, q-que si yo no puedo darte un cachorro completamente tuyo...
Los Nikiforov dejarían de existir.
Los lobos Nikiforov ya no serían. La leyenda de uno de los clanes con el apellido más fuerte pasaría a la historia con el último: Viktor.
Y esa era la carga que Yuuri sentía sobre sí, la única tarea que jamás podría cumplirle a Viktor.
- Ya fue suficiente.
Musitó al final el Katsuki ante la atónita mirada de Viktor que ni siquiera pudo detenerlo cuando lo dejó plantado solo con el silencio y su respiración helada en la garganta.
.
.
.
Otabek había estado asignado a la recolección de leña esa tarde, se encontraba en una de las montañas donde más se abarcaba vista y, si no se equivocaba, aquel puntito pequeño a un costado de la playa era Yuri Plisetsky. Su cerebro podía pasar por alto algunas cosas, pero la presencia de Yuri jamás.
El menor no le hablaba, pero al menos ya le dirigía algunas miradas.
Viktor le había dicho que no lo acompañara por las noches porque él no era su niñera ni la segunda opción cuando la parejita tuvieran discusiones y que, además, debía cuidar de Yuri porque los tiempos así lo requerían. Es por eso que de ese modo ya volvía al horario normal a dormir, aunque no mucho cambiaba la situación puesto que Yuri seguía dándole la espalda o dormía al otro lado de la habitación. Un leopardo orgulloso.
Otabek estaba enamorado de Yuri hasta los huesos, calado por esos ojos verdes cada vez que su fría mirada se dirigía hacia él. Ya no era secreto para nadie. Incluso, algunos de los alfas solían molestarlo ya enterados de que la belleza rusa ignoraba al alfa "no te dan bola de estambre, Altin" solían decirle porque punto uno: lo molestaban porque según los demás "al gran gatito negro lo domesticaron" y dos: bueno, Yuri no le prestaba mayor atención y ya.
Estaba muy deprimido y sentía que le dolía el corazón ver a Yuri sin abrigo con el clima que había. Le había dicho muchas veces que por favor se abrigara, pero los cabellos dorados pasaban por su lado como si él no existiera, solo la mirada despectiva le recordaba que sí, sí existía, y estaba rogándole a Yuri siendo completamente ignorado.
Perdido en aquel puntito que debía ser Yuri, de pronto sintió unas manos heladas que se posaron en su cuello y dio un salto. Por un tonto segundo pensó que se trataban de las manos frías de Yuri, pero no, no era él. Era Bella que se reía por la sacudida que había dado.
- No me asustes así - musitó recogiendo un palo que se le había caído.
- ¿Ya acabaste con tu parte? los demás encontraron una madriguera de conejos, están repartiendo carne abajo, ¿vamos? - le había preguntado con una sonrisa.
Pero los ojos chocolate de Beka volvieron a seguir la pequeña silueta de Yuri allá abajo, solitario.
- ¿Me haces un favor? - le preguntó a la muchacha.
- ¿Favor? - repitió curiosa - ¿qué cosa?
- ¿Llevas esto por favor? tengo que ir a otro lado.
Le estaba ofreciendo los trozos de leña en sus brazos, mientras miraba insistentemente hacia la playa. Isabella los recibió de a poco y cuando distinguió lo que el alfa observaba con insistencia, frunció un poco el ceño.
Sabía que alfa y omega no estaban bien y que, también, Yuri era la causa de que Otabek anduviera cabizbajo aquí y allá a pesar de sus intentos de hablarle. No le gustaba verlo así.
- ¿Vas con Yuri?
El otro no respondió y siguió acomodando la leña en los brazos de la muchacha para que no se le cayeran al bajar de allí.
- ... Otabek él no te va a tomar en cuenta - insistió.
- Ya. - respondió el otro.
- Y vas a quedar más deprimido que antes.
Otra vez, Otabek no volvió a responder, antes de irse solamente le dijo:
- Puedes comerte mi parte del conejo, comí esta mañana un poco.
Y se largó. Isabella quedó con el ceño fruncido y la leña bien acomodada entre los brazos.
Bajó la cuesta como pantera para no derrapar o caerse. Con agilidad corrió entre algunas de las casas y dobló por algunas esquinas antes de adentrarse en una, revolver con las patas unas cuantas mantas y sacar la chaqueta del rubio que agarró con el hocico con cuidado de no llevarla arrastrando en su camino hacia la playa.
Yuri se hallaba en su lugar favorito de los últimos tiempos: cerca de la costa. Había estado un rato con Yuko, pero esta se había ido porque tenía unos asuntos pendientes. La chica había reprobado que no hubiera estado usando algo que lo abrigara, pero a Yuri no le pudo importar menos.
Cada vez que el mar salía un poco más con sus mansas olas, el Plisetsky se hacía un poco más para atrás sentado en la arena. Dentro de una o dos horas subiría la marea y él también tendría que subir junto al clan, pero por mientras, estaba bien allí.
La brisa marina y el viento le trajo el aroma familiar a cierto felino y volteó divisando a Otabek que bajaba de una de las cuestas a cuatro patas y traía algo entre los dientes. Intentó ignorarlo, pero cuando llegó a su lado, Otabek tímidamente dejó su chaqueta en su regazo y tras unos segundos se vio obligado a observar la gruesa tela.
- Tiene babas.
Musitó más para sí mismo que para Beka, aunque este bajó sus orejas y su cabeza, como si hubiera hecho algo malo. Yuri ignoró su presencia volviendo su vista al mar, no obstante la penetrante mirada de esa pantera a un lado suyo lo estaba incomodando y obstaculizaba su paz solitaria. La nariz de Otabek volvió a acercarse tímida, como si temiera que le fuera a pegar un manotazo o huir de él, removió la chaqueta en sus piernas insistentemente.
"Por favor, abrígate."
Yuri tomó la chaqueta y la tiró lejos, como digna pataleta de un infante, solo que siguió sin hacer contacto con los ojos chocolate del manso gato y recogió sus piernas contra su pecho para que dejara de joder.
¿Le dolía rechazar el cuidado de Otabek? Sí, más que ningún otro. Pero seguía enfadado.
Altin vio la chaqueta volar pocos metros más allá, miró a Yuri con tristeza, pero se paró y corrió a buscarla nuevamente. Al volver, la dejó a un lado del rubio y siguió mirándolo con paciencia de oro.
"Yura, por favor..."
Pero esta vez Yuri lo miró con rabia y tras chasquear la lengua, se volteó al otro lado, mirando hacia lo extenso de la arena y dándole la espalda.
Altin no desistió, volvió a tomar la chaqueta y la dejó frente al menor. Pero este siguió volteándose, una, dos, tres, cuatro veces. Otabek estaba un poco mareado, pero su preocupación por Yuri y su deseo por cuidarlo eran mayores. Llegó el punto en que Yuri se quedó quieto, esta vez dándole la espalda al mar.
La pantera miró con tristeza la chaqueta que le había traído al rubio y que este rechazaba. Observó la espalda de Yuri, era pequeña y los mechones rubios caían desordenados. Movido por una ráfaga de amor y ternura, se aventuró poco a poco repasando sus mejillas contra la espalda de Yuri (como una caricia) y luego a dejar apoyada su cabeza en su espalda.
Yuri no se movió, de hecho, pareció más rígido que antes. Beka cerró los ojos y despacio refregó su rostro con la espalda del menor, quedándose acomodado en su lado izquierdo. Si se quedaba quieto ahí, podía escuchar el corazón de Yuri palpitando rápido. La conexión que sintió lo emocionó porque su corazón también iba a ese paso. Como si estuvieran conectados, como si fueran la misma persona, con el mismo corazón.
Sabía que estaba siendo un total estúpido esos días con Yuri, que lo había hecho sentirse mal, es por eso que ahora se había acercado; porque no podía soportar la lejanía con la que Yuri lo trataba. Aunque comprendía que era su culpa y su inseguridad.
Lo siguiente fue demasiado rápido, ninguno de los dos lo vio venir (sobretodo Yuri que estaba de espaldas). El mar se había recogido y había reventado en una nueva ola, alcanzándolos a ambos y siendo tirados por la corriente, primero hacia afuera, luego hacia adentro.
Yuri gritó por el cambio de temperatura, Beka rugió porque de forma híbrida sintió todo más a flor de piel con el pelaje pegándose a la piel.
El menor se arrastró y se puso de pie totalmente empapado, lleno de arena, con los pelos de punta y la respiración agitada. Ni siquiera se había dado cuenta que en su mano tenía agarrada su chaqueta, acto inconsciente para que no se la llevara el mar. Con algo de susto se dio cuenta que la camiseta se le pegaba a la piel y que así acentuaba la leve curva que su barriga formaba por el cachorro allí dentro. Se le aceleró la respiración y acomodó con manos torpes la chaqueta, abrazándola para cubrirse. Beka no debía verlo, no aún, todavía no estaba listo. Pero cuando decidió fijarse en el alfa, este le quitó la preocupación y le regaló sin querer una escena hilarante.
Beka había salido igual de desesperado de la ola y, calado hasta los huesos, dio una limpia sacudida que sin darse cuenta llegó hasta Yuri. Pero lo que era más, su corazón latía muy rápido por el susto y el pelaje felino se le pegaba tan incómodamente a la piel que era muy molesto, se lanzó hacia la arena desesperado y empezó a revolcarse de espalda a ella, su pelaje negro quedando lleno de granitos de arena rubia. Se demoró bastante en darse cuenta que podía calmar la desesperación tomando nuevamente su cuerpo humano y cuando lo hizo, su respiración era agitada y estaba todo lleno de arena.
Aún a cuatro patas, de pronto el miedo de que Yuri pudo haber salido lastimado lo asustó, así que lo buscó desesperado con la mirada y cuando lo halló... los ojos verdes lo miraban desde lo alto, abrazándose a sí mismo con la chaqueta entre sus brazos, pudo jurar que la comisura de los labios de Yuri se curvaba a punto de reírse de la escenita que le acababa de regalar (humillándose). Pero no fue así, a penas sus ojos chocaron Yuri tuvo que batallar con sus ganas de reír y frunció el ceño con una mueca rara en sus labios.
- Todo esto es tu culpa.
Le había dicho enfadado antes de salir de allí a grandes zancadas, como si fuera Otabek el que pudiera controlar el mar.
Ahora era él a quien habían dejado solo, y aunque la prenda que le había traído a Yuri se había mojado, Beka sintió una ligera conformidad de que al menos el chico la hubiera tomado.
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