Rho I
Se alejaron de Yplison tan rápido como pudieron. Rodearon las montañas de la ciudad al irse. La aparición de Emil los había puesto nerviosos, Viktor había tomado la decisión de acelerar al clan al cortar por terreno llano.
La herida en la mano de Otabek había tenido una mejora considerable, solo le quedaría una cicatriz en un par de días según Yuko.
El muchacho alfa estaba poniendo todo de su parte para ayudar a Luka y a Yuri, todavía cuando este último no le dirigía la palabra. Ya no era evitable, era algo irresistible para Otabek, atrás quedando su deseo de tomar un poco de distancia, era solo mirar a Yuri y sentir ese arrebato de querer llorar por lo bello que era.
No sabía qué era, qué tenía, siempre había considerado a Yuri un ser del más allá; con su ceño fruncido y su mal carácter a los ojos de Otabek, él era perfecto. Pero ahora era cosa de sentirlo y cerca y pensar "quiero ser útil para él" con una obstinación terca, aún cuando Yuri lo mirara desdeñosamente. Si la suerte estaba de su lado, aquel día la hermosa hada Yuri aceptaría su mano para atravesar algún camino peligroso para sus delicados pies, solo entonces, el perro Otabek, arrastrado y arrepentido, sentiría su deseo saciado... por un lapso.
El intento de lejanía había sido una reverenda estupidez, lo sabía, por instinto él jamás podría alejarse de Yuri, estaban encadenados hasta la muerte y el broche de oro a ese lazo sería una marca.
Aquel día la suerte sí había estado de lado de Otabek. Yuri había despertado aquel día desanimado y con pocas fuerzas, no se lo dijo a nadie, pero dejó que el alfa lo ayudara por el camino pedregoso porque quería estar cerca de él.
Las palabras de Yuko comenzaban a cobrar sentido para el omega "ya no será solo que tú quieras estar con Beka, el cachorro también lo querrá. Sin una marca en tu cuello, con el tiempo, se hará más complicado ya que inconscientemente necesitarás algo de Otabek en ti los momentos que no esté presente".
Le había dicho Yuko cuando terminó de secarle el cabello aquella vez que la ola los había revolcado a ambos. Se había puesto como una fiera cuando lo vio llegar empapado y pateando piedras.
Ya empezaba a sentir la falta.
La mayoría del viaje fue en silencio y la primera noche en que tuvieron que acampar lo hicieron en el bosque para no llamar la atención de nadie quien pudiera pasar cerca y avistar el humo de la pequeña fogata. Tenían algunas reservas de carne y agua suficiente para todos.
Yuri se durmió en el regazo de Yuko a penas se instalaron, se sentía muy agotado y ni siquiera había estado cuidando de Luka en el día, tampoco había comido, pero dijo no tener ganas. La muchacha aceptó resignada a las pocas ganas de discutir de Yuri y dijo lo cuidaría esa noche, que no se preocupara por estar alerta.
Las manos de Yuko repasando en su cabello se sentía bien, le recordaron a su mamá trenzando el cabello de Soffi. Con ese pensamiento cálido, se durmió plácidamente.
Otabek tuvo que separarse de él, le había tocado hacer guardia unos metros más lejos junto a otros alfas. No le había agradado la idea de quedarse despierto lejos de una fogata, con la humedad del bosque y sin poder ver a Yuri que se había soltado de su mano cabizbajo cuando llegaron, pero el deber era el deber y con las circunstancias no podía darse el lujo de no hacer nada por la protección del clan.
.
.
.
Las brasas del fuego refulgían lucecitas coloradas, agradables y calientes. Debía ser algo así como las cuatro de la madrugada y Viktor tenía ambas manos estiradas hacia la brisa abrasadora. Era un lobo, se adaptaba bien a las bajas temperaturas, quizá no tanto como un híbrido de clima frío, pero para él era soportable. En cambio, los felinos que tenía parecían deseosos de meter las manos a los restos de la fogata.
- ¿Estás bien, Viktor?
Le sorprendió cuando uno de los alfas a su lado le hizo la pregunta. Lo miró levantando una ceja, un "¿por qué lo dices?" tácito.
- Pareces concentrado en algo, desde hace un tiempo.
Si hasta los del clan lograban notarlo... quizá sí era cierto y él estaba sobre pensando muchas cosas, angustiándose sin percatarse.
- Roger, ¿por qué sigues aquí?
Las palabras brotaron de su boca de forma natural, mientras juntaba las cejas y volvía a mirar las brasas, acariciándose las manos como si pudiera atrapar el calor. El hombre unos años mayor que él, a su lado, subió y bajo los hombros.
- Porque este es mi lugar, supongo - respondió con simpleza.
- Pero ya no estamos en la mansión.
- Pero tú sigues aquí.
Nikiforov hizo una mueca disconforme con ese argumento. No es que su sentido del liderazgo fuera algo que él considerara "malo", pero todavía no terminaba de comprender y el contexto en el que se hallaban le causaba ansiedad.
- Mi padre fue devoto a tu padre, ¿por qué yo no contigo?
- Porque esto ya no es lo mismo de antes - sin quererlo, su voz había sido baja, pero claramente frustrada.
- Muchas cosas siempre cambian... - hubo unos segundos de silencio en los que Viktor no supo qué más decir porque no quería sacar su frustración así como un adolescente alborotado. El hombre suspiró despacio y volvió a tomar la palabra - pero todavía seguimos siendo un clan.
"Seguimos siendo un clan".
- Sí, pero-...
- Se han ido muchos alfas, en muchos sentidos, pero los que abandonaron el clan solo significa que no tenían suficiente lealtad y fe.
- Fueron más instintivos al irse, previeron que no sobreviviríamos mucho más.
- ¿"Previeron"? ¿Estás asumiendo que vamos a morir?
Viktor se quedó callado de súbito. Supo que había cometido un error garrafal, en su mente la voz de su padre hizo eco: "Se intenta todo y se muere en el intento. Jamás se muestra lo dudoso que estás con tus subordinados porque para ellos tú eres el que guía la manada".
- No puedes perder la fe tú también, Viktor - la sonrisa incrédula, pero con algo de compasión y comprensión - eres un líder, te necesitamos.
Lo observó de reojo, pero aún no dijo nada. Roger se acomodó mejor, recostando su peso en una de sus manos. Viktor pensó que ahí acababa la conversación, la desanimada y trágica conversación. Pero no.
- Viktor - llamó su atención de nueva cuenta - los que nos quedamos, todos, lo hicimos porque pertenecemos aquí. Los que desertaron no tenían lazos, solo estaban por su propia conveniencia. Muchos subestiman el sentido de la pertenencia, dicen que es una atadura tediosa, pero para quienes la sentimos es algo así como nuestra raíz. Tú tienes una ascendencia, la mayoría de nosotros también o queremos plantarla aquí porque nos nace, el lugar que nos da confianza y plenitud, el clan Nikiforov. Sentimos esto más que un tedio, un hogar, esté en ruinas o seamos pocos, somos camaradas y si con eso podemos seguir ayudándonos unos a otros, entonces no hay más porqués, ya que tenemos la voluntad de querer permanecer juntos.
Los labios separados de Viktor y su pasmo, intentó disimularlo, pero no pudo.
- Muchas veces haz dicho que un clan es una familia, ¿por qué dejar de creer en ello? ahora estamos en un momento crítico, todas las familias atraviesan momentos así. Tú eres la cabecilla que nosotros hemos decidido seguir y no te desharás de nosotros tan fácilmente.
Había tanto poder de certeza en esas palabras que descolocó a Viktor. Un argumento simple, pero con mucha profundidad sentimental. No había mezclado a los omegas que protegían, no culpó a las malas decisiones de Viktor o a las enemistades, no hizo nada de ello, solo acotó el lo bueno y el por qué seguir. Cerró la boca y quitó las manos de las brasas porque ya empezaba a quemarse.
Había escuchado por mucho tiempo los errores de múltiples aspectos y empezaba a hacerse cargo de ellos. Sin buscarlo, esta vez había encontrado el complemento de lo anterior: el lado bueno de las cosas y ánimo. Solo al terminar de atender, supo que eso era lo que había querido escuchar en el momento que su ansiedad carcomía su cabeza para poder quedar en paz y seguir adelante.
Quizá Isaak Nikiforov en algún punto olvidó mencionar que además de líder, también en momentos se era un igual. Que también como se puede demostrar fortaleza siendo líder, se necesita un poco de inspiración por parte de quienes confían en ti.
- Seguimos siendo un clan. Cierto. - fue lo único a lo que atinó a decir con una sonrisa pequeña - gracias - murmuró y el hombre asintió.
- No es nada, camarada.
Él era el líder del clan, él no tenía permitido perder la fe; en ello tendría que ser el último, jamás el primero.
...
El día siguiente fue más feo que los anteriores, el cielo amenazaba con hacer bajar las primeras lluvias del otoño y además a Viktor te notificaron que no era buena idea quedarse por mucho más a las afueras de Rho.
- Subestimamos la ciudad, al parecer mantiene demasiada seguridad. - hizo saber un alfa a Nikiforov - Yang trepó a la copa de uno de los árboles - le hizo un gesto con la cabeza a la muchacha para que continuara ella, Viktor escuchaba atento.
- Solo vislumbré el muro de la ciudad, pero sí alcancé a ver varias luces de camionetas de cadetes deambular por la noche. Al parecer tienen soberanía hasta unos metros más de la entrada.
- Y como el terreno es plano... - retomó la palabra el chico - no es buena idea quedarnos mucho tiempo.
- No es como si pensara situarnos aquí permanentemente - murmuró para sí mismo Viktor, pero de todos modos tuvo que dar una respuesta - si es así, entonces descansaremos hasta esta noche y mañana volvemos a partir hacia Épsilon. Por ahora vayan a comer algo, Yuko está repartiendo. Duerman algo.
Palmeó el hombro de Otabek cuando pasó por su lado adormilado y muerto de frío.
- ¿Has visto a Yuri? - le preguntó.
- Estuve con él hace poco, andaba de mal humor y discutió conmigo y Yuko porque no quería comer.
Altin asintió con pesadez y susurró un leve "gracias" antes de irse.
En cuanto a Viktor, no tenía mucho tiempo para preocuparse por los problemas maritales de Otabek y Yurio por mucho que sí sintiera algo de compasión y desease que se reconciliaran pronto sobre todo por el bien del embarazo de Plisetsky.
Empezó a adentrarse poco a poco en el bosque, por donde recordaba haber escuchado el aleteo familiar de Maka. De esa forma se le fueron quince minutos más o menos, llamando y buscando con la mirada, con el cuello algo cansado. Se empezaba a arrepentir de no haber traído consigo a uno de sus hijos para que lo ayudaran en la tarea, cuando escuchó un ululeo de Maka.
Con sus garras agarrándose de la alta rama donde descansaba, dio dos saltos hacia adelante a penas moviendo sus alas. Volvió ululear en dirección a Viktor, como preguntando qué quería.
- Por fin apareces... - dijo mientras levantaba su diestra y meneaba un trozo de papel maltratado que le había facilitado Yuko, escrito con carbón porque en tiempos difíciles había que improvisar.
Maka comprendió y bajó enseguida. Se dejó hacer cuando Viktor tomó una de sus patas y empezó a atar el recado con cuidado.
- ¿Qué haces? - la voz tímida, supo, sin haberlo observado siquiera, que se trataba de Yuuri.
- Es para Yakov - respondió con una pequeña sonrisa, mirándole de reojo. Yuuri jugaba con las mangas de su suéter - estoy seguro que el viejo querrá venir corriendo a ayudarme, pero estamos muy lejos de Lambda y es posible que no llegue sino hasta en un tiempo más.
- ¿Y mientras...?
- Tendremos que seguir huyendo, le estaré enviando las ubicaciones a medida que avancemos. Solo espero que este invierno no sea tan duro.
- Ya veo... - asintió sin saber qué más decir, pero por una parte aliviado de que Viktor aceptara la ayuda de su abuelo.
Viktor terminó con Maka, le susurró el nombre del destinatario y alzó el brazo para que el mensajero emprendiera vuelo. Hacía muchos años que no enviaba una nota a Yakov, pero tenía la confianza de que Maka no se perdería u olvidaría. Era un ave inteligente y con una gran memoria.
Viktor y Yuuri quedaron solos.
Se quedaron mirando unos segundos por donde Maka había desaparecido, fue alfa el primero en espabilar. Observó el perfil de Yuuri y sintió su pecho apretarse, no obstante, no tenía ganas de volver a ser insistente con él.
- ¿Volvamos? - propuso.
Yuuri volteó a verle y le pareció que quería decirle algo, pero los segundos pasaron y no fue así, por lo que hizo una seña con la cabeza y empezó a caminar esperando que le siguiera.
- No, espera - le tomó de la muñeca y lo jaló hacia atrás, Viktor trastrabilló un poco, sorprendido de la fuerza - Viktor, lo siento - soltó, la frase quemándole la garganta, pero ya lo había dicho - lo siento - repitió.
No lo miraba a la cara, pero Viktor creía conocer a Yuuri y suponía que era por su timidez, por haber soltado esas dos palabras después de tantos años esperando.
Soltó un suspiro que había estado aguantando desde hace muchos años, desde que los problemas habían comenzado. Yuuri lo miró algo asustado, quizá pensó que se había enfadado con ese gesto, abrió la boca varias veces, pero no pudo acotar nada más a su disculpa o más bien no se atrevía.
Lo que Katsuki no sabía, era que Viktor no necesitaba más explicaciones, con esa sola frase podía comprender la profundidad y todo lo que abarcaba. Le sonrió para tranquilizarlo, al parecer funcionó porque Yuuri detuvo sus balbuceos y se mordió el labio.
- Está bien.
Yuuri bajó sus manos, sus piernas temblaban. Viktor lo miraba con cierta ternura y sentía que era demasiado para su corazón, no recordaba la última vez que había visto tanto alivio en el rostro de Yuuri.
Yuuri reunió todo su valor de nuevo para continuar con el tema, pero ahora refiriéndose a sus hijos.
- Le... Le diste tu apellido a Sala y Mickey, ¿por qué?
- Porque son mis hijos. Los que a tu manera, tú me diste.
Yuuri sintió su corazón acelerarse más y alcanzó a retener un gemido lastimero, preso de los ojos de Viktor, se sentía derretir. Si Viktor seguía observándolo así como si fuera el centro del mundo no aguantaría mucho más antes de ponerse a llorar.
Los segundos más eternos para ambos fueron aquellos en los que se calaron el alma. Ojos zarco y ojos carmines. Ternura y conmoción.
Los labios de Katsuki se separaron soltando un suspiro casi imperceptible. Su cuello dolía, su marca, específicamente. No podía retener más la palabra en la boca, el rostro de Viktor se lo impedía; era como ver su cara de cachorro enamorado cuando lo cuidaba de la fiebre desde la orilla de la cama.
¿Qué rostro estaría haciendo él mismo en ese preciso instante? ¿por qué Viktor parecía esperarlo con esa sonrisa? No siempre se le había hecho tan difícil decir esas palabras, hace mucho tiempo, el decirlas y el sentirlas era como respirar: natural y espontáneo.
Tragó pesado y sintió la boca seca, quería decirlo. Cerró los ojos fuertemente aguantando la picazón en ellos y aguantando el doloroso palpitar de su corazón derritiéndose. Volvió a abrirlos solo para encontrarse nuevamente con el semblante paciente de Viktor.
Era más fuerte que su orgullo, Yuuri Katsuki perdió la batalla.
- Era mentira... cuando dije que no te amo.
Su voz dificultosa, se acercó a Viktor sintiendo que en cada paso caería al vacío. Su temblorosa diestra recogió los dedos del alfa con timidez, rendido al impulso de querer tocarlo. El mayor apretó sus dedos delicadamente, solo en ese momento supo que no caería.
- Sí lo hago - susurró lo bastante audible - por eso lo siento, p-pero es que en el momento fue mucho - la voz era temblorosa, se sentía tan mal y a la vez tan bien por fin decir esas palabras - no sabía cómo decirte y me fui porque no quería hacerle f-frente al problema. Estaba enfadado contigo y conmigo y yo... n-no sé, estaba avergonzado. Lo siento mucho. - cerró los ojos y se apoyó entre el pecho y el hombro de Viktor, refregando su rostro allí. No estaba llorando, tampoco lo iba a hacer, pero el sentimiento le alteraba el pecho y tener a Viktor cerca solo hacía que quisiera apretarse a él.
El alfa le tomó el rostro y le acarició la mejilla, solo entonces se percató que...
- Estás temblando...
Nikiforov soltó un jadeo a modo de risa y asintió. Por supuesto que Yuuri no era el único inquieto. En todo el rato que llevaban allí, viendo el rostro del omega batallar para soltar palabras y esperando con el corazón en un puño porque no quería presionarlo. Había sido tortuoso, pero había tenido su recompensa.
- Esto sí es tu culpa - bromeó.
- Lo siento.
- Yuuri, dije que ya estaba bien - lo abrazó despacio, pero firme, regocijándose cuando Yuuri también lo rodeó con sus brazos y aceptó por fin su cariño.
Aquel sentimiento de plenitud no se podía comparar con nada más que con una victoria, un atisbo de luz, después de tantos años de fracasos e intentos fallidos.
Le tomó el rostro, Yuuri tenía las mejillas rojas y esos ojos de hipnotizante color cristalizados, fruncía ligeramente el ceño. Soltó un jadeo a modo de risa porque ese era el rostro de Yuuri aguantando el llanto.
- También está bien si quieres llorar - murmuró besando su mejilla.
Yuuri negó con la cabeza y subió sus manos a su rostro. Para dar otro tiro a su enamoradizo corazón, le sonrió.
Ninguno quería admitirlo, pero ambos se sentían como primerizos en todo, habían perdido la práctica para esas cosas y la emoción se sentía a flor de piel. Una mirada, un toque, una sonrisa. Todo les disparaba el pulso.
- No quiero llorar - mintió acariciando con el pulgar su mejilla, arrastrando la yema de sus dedos a lo largo de la firme mandíbula.
Se quedó viendo los labios de Viktor, rosados y tentadores. Su cara ardía, no sabía cómo se empezaba ¿cómo se pedía un beso? su mano seguía arrastrándose ahora por el cuello del más alto, la piel de Viktor parecía arder bajo sus helados dedos. Aquella sensación sí la recordaba, el cómo disfrutaba de la temperatura de la piel ajena.
- Yuuri - llamó su atención, tomó la mano ajena que jugueteaba en su cuello y le besó el dorso - también te amo. Te amo tanto.
Le tomó de la nuca y se acercó. No hubo necesidad de que Yuuri pidiera un beso, Viktor ya había leído sus ganas y de antemano, ya había sentido la misma necesidad.
Sentir el aliento de Yuuri cerca fue indescriptible, fue algo increíblemente satisfactorio. Cuando juntaron sus labios. Dios, se sintió morir. Eran tan suaves y tiernos como lo recordaba, encajaron perfectos.
De inmediato Yuuri cruzó sus brazos alrededor de su cuello, no aguantando el tortuoso segundo en que Viktor lo soltó. Fue mutuo el sentimiento, puesto que Viktor apresó su cintura en milisegundos.
Atrapó su labio despacio, saboreando el sabor ajeno, degustando feliz. Yuuri soltó una risa entre medio del beso cuando sintió las manos torpes de Viktor no decididas a tomar su cintura, trepar por su espalda o enredarse en su cabello.
En aquel frío bosque de Rho, donde el cielo amenazaba con llover, dos viejos amantes volvían a conocerse.
¡Gracias por leer!
