Rho II
El viento osciló meneando los cabellos de Yuuri y Viktor. Exceptuando el sonido de sus besos, el bosque se hallaba en silencio.
A la memoria de Yuuri llegó el recuerdo casi perdido de una situación familiar, pero puertas adentro. Aunque sabía que aquel no era el momento adecuado para viajar al pasado, su mente se endulzó y esforzó para que lo rememorara una vez más.
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Yuuri ya había pasado en esa mansión ocho meses contando los dos primeros en los que estuvo enfermo. Acostumbrarse a Viktor no fue fácil; un alfa que lo cuidaba y era amable con él... para Yuuri era extraño, lo único para lo que lo buscaron los alfas todo ese tiempo había sido para tener sexo o maltratarlo. Pero Viktor no era así, nunca se comportó de esa con él. Las sonrisas y las feromonas dulces típicas de la felicidad eran pan de cada día cuando estaba a su lado. Los abrazos que en primer lugar lo pusieron incómodo y lo asustaron, con el tiempo se volvieron comunes y cada abrazo hacía que algo dentro de su estómago se removiera ansioso; algo inconforme porque siempre estaba deseando más.
La personalidad de Viktor era llamativa e imponente, muy parecida a la de su padre, pero algo más infantil e impulsiva, aunque eso no dejaba de hacerla atrayente. Para Yuuri, quien siempre había sido tímido y reservado, lo deslumbraba tanto que a veces deseaba poder ocultarse porque sus propios latidos desbocados lo asustaban, porque no quería que nadie más los escuchara.
Y es que no solo era acerca de la personalidad de Viktor, sino también su apariencia física. Sinceramente, Yuuri no recordaba muy bien el rostro de Viktor Nikiforov la primera vez en el mercado negro, él estaba muy asustado como para reparar en ello y cuando enfermó -caída esa misma noche- mucho menos tuvo tiempo de recordarlo. Es por ello que todo en el alfa lo cautivó de a poco, con paciencia y con cariño. Los ojos océano que lo seguían minuciosamente, el porte que le otorgaba el sentimiento de seguridad, la sonrisa en esos labios finos y el hoyuelo en su mejilla izquierda. Incluso cuando fruncía el ceño cuando su padre le explicaba algo, su rostro concentrado, cuando estudiaba mapas y estrategias, el respeto y el amor que le tenía a Isaak como progenitor y mentor, todo eso le cautivaba, le gustaba.
Cada vez que descubría un nuevo detalle se sorprendía a sí mismo por verse recíproco el sentimiento de querer observar al contrario.
Isaak Nikiforov se iría de caza un par de días junto a un grupo de alfas. Viktor quedaría a cargo de la mansión durante esos días, razón por la cual -para su disgusto- dichas fechas tuvo que pasar de Yuuri.
Era la primera vez que Yuuri extrañaba tanto a alguien que no fuera Sala y Michelle, pero eso era distinto porque a ellos lo extrañaba con filialidad y a Viktor... a Viktor lo extrañaba con algo más que bien sabía qué era aunque nunca lo había experimentado; razón por la que prefería reprimirse y no decir nada.
La tercera noche cayó igual de desesperante y calurosa como las anteriores; ese verano fue uno de los más horribles para Yuuri Katsuki. Se dio un baño con agua fría, pero no sirvió de mucho. Era de madrugada cuando el zorro ártico batallaba con las frazadas, tirando la gran parte de lo que lo cubría al piso justo cuando la luz del pasillo se dejó ver por su puerta que era abierta con cuidado.
Viktor se asomó con precaución, quizá pensando que ya estaba dormido y no esperando toparse con esos ojos intensos mirándolo sorprendido.
— Lo siento, pensé que estabas durmiendo.
Yuuri negó con la cabeza. Viktor se veía cansado.
— Pensaba hacerlo...
— Oh, no te preocupes, ya me voy, solo quería verte antes de ir a dormir — Yuuri apretó los labios en una fina línea, aguantando un gemido conmovido.
Se despidió con la mano y con una última sonrisa salió de la habitación cerrando la puerta despacio. La luz se extinguió, Yuuri quedó en oscuridad y con el "buenas noches" en la boca.
Su cuerpo actuó como quiso, como lo deseó, con su corazón acelerándose de a poco. Casi cae al enredarse con la sábana, pero una vez alcanzó el pomo de la puerta la abrió abruptamente.
— ¡Viktor!
El alfa estaba a punto de dar la vuelta por el corredor y volteó curioso. Yuuri de pronto se vio corto de palabras, sentía el rostro rojo, no sabía qué decir.
— ¿Si? ¿quieres algo antes de dormir? — le preguntó con amabilidad, ahogando un bostezo.
Negó meneando la cabeza. En ese entonces, aunque fuera tímido, Yuuri solía tener algo que lo animaba a decirle a Viktor lo que quería por más atropellado o vergonzoso que sonara saliendo de su boca.
Así que, con su rostro sonrojado, algo despeinado, el corazón acelerado, pero con muchas ansias, ahí iba de nuevo.
— ¿Q-Quieres quedarte?... a dormir...
Fue fugaz, pero notó el destello en los claros ojos ajenos.
— Sí — una afirmativa inmediata, por supuesto. Se acercó y lo abrazó frotando su mejilla contra su cabello azabache — sí quiero.
Entraron a la habitación, Katsuki con Viktor pegado a su espalda. No volvieron a armar la cama, el clima no lo merecía... pero el sueño pareció esfumarse de Viktor en cuanto su cabeza tocó la almohada. Se quedó mirando a Yuuri fijamente, ambos de frente.
Se sentía bien. Estar así con Viktor se sentía muy bien. Era relajante tenerlo cerca. Y mirarse así, hipnotizante.
No era la primera vez que Viktor dormía en la habitación de Yuuri. Los meses que había enfermado se quedó la mayoría de las noches con él y las otras veces simplemente había sido una petición y aceptación tácita entre ambos. Pero solo dormían, nada más.
No obstante, Yuuri sabía que para Viktor era un esfuerzo tremendo el no poder tocarlo o besarlo o tener relaciones. Y que solo lo mirara hasta que él cayese dormido primero, solo enfatizaba en el cariño y el respeto que le profesaba.
Había tenido su celo tres veces estando allí. Las dos primeras veces fueron horribles, le pidió al doctor que le dejara los supresores y se marchara por favor, incluso echó a Viktor de la habitación, no quería estar con nadie, estaba demasiado asustado y traumatizado pensando en que volvería a ser tomado por la fuerza como tantas veces había pasado y había tenido que dejarse tocar. La última vez fue más manejable, el apoyo moral que le había infundido Viktor e Isaak había permitido que al menos dejara pasar al doctor para calmar su fiebre como era debido, pero Viktor se negó a entrar; consciente de su salivar al apenas percibir las feromonas de Yuuri, asustado de lo que eso podría conllevar.
Yuuri todo ese tiempo no se había sentido listo y Viktor lo había esperado. Pero ahora sentía que había sido suficiente.
— Te quiero. — soltó el Nikiforov.
Ante cualquier respuesta, Katsuki sonrió tímido, pero fue una sonrisa tan tierna que los ojos de Viktor se dilataron, fascinados.
Un empujoncito, solo uno y Yuuri juntó sus frentes, pudiendo acariciar con su nariz la mejilla ajena.
— Podría... podría llegar a quererte también.
Esa noche fue la primera vez que se besaron. Fue suave y lento, se atrevió a acariciar el cabello de Viktor y sintió que podría volverse adicto a eso. Jamás se había imaginado que besarse con alguien con quien sí deseaba hacerlo fuera tan placentero, un acto tan íntimo y afrodisíaco.
Para el corazón de Viktor fue algo muy similar, solo que él era virgen en todos los sentidos y deseaba fervientemente que Yuuri fuera sus primeras y sus últimas veces. Estaba cegado en amor, no podía evitarlo, para el alfa empezar a querer cada día más a Yuuri era como respirar aire; un acto tan espontáneo como necesitado.
Quería quedarse entre sus labios por toda una eternidad y que los minutos fueran gentiles con él, que avanzaran lento para mortalizar el momento.
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Viktor apretó la cintura de Yuuri por sobre la ropa y suavemente lo separó de él aunque no era su deseo. Pero ahora que todo estaba mejorando entre ellos, estaba un tanto asustado, ¿y si lo estropeaban nuevamente al ir tan rápido? no quería eso, pero la abstinencia por tanto tiempo lo empezaba a golpear de una manera fiera y aún estaba a tiempo de detenerla.
— ¿En qué piensas? — preguntó Yuuri, aún colgado a su cuello, mirando demasiado sugestivo sus labios.
— ¿No deberíamos volver?
— ¿Quieres volver?
Viktor tensó su mandíbula. La verdad era que no. Lo que quería era volver a besar a Yuuri, pero no sabía cuánto podría aguantar hasta que empezara a emocionarse.
Yuuri esperaba, con el pulso todavía acelerado, de alguna forma entrevió lo que pensaba su pareja. El modo en que le desviaba la mirada, en que lo mantenía firme y pegado a su cuerpo, en cómo tenía la mandíbula apretada y los nervios que inconscientemente delataban que ante él era débil: Viktor quería ir más allá, pero se estaba aguantando.
— Partiremos mañana por la mañana y... ellos saben qué hacer, Yuko está con ellos — jugó con sus dedos cruzamos en el cuello ajeno, los ojos con los que Viktor lo miraba ahora empezaron a impacientarlo — hay una c-cabaña abandonada más arriba de este bosque.
Viktor se sorprendió de la proposición, su corazón se emocionó igual que el de un adolescente y al notar la vergüenza ajena un deje de ternura se situó en su corazón. Yuuri era tan lindo. Pero algo lo detuvo antes de dejarse llevar por su excitación.
— ¿Cómo sabes eso? — entrecerró los ojos, confundido.
El omega tragó nervioso, con su rostro caliente y más rojo que antes. No le soportó la mirada mucho tiempo antes de dirigirla a otro lado.
Por sus cuerpos juntos, sintió el temblor en el pecho de Viktor y más avergonzado que nunca hundió el rostro allí. Nikiforov se estaba riendo de él.
— Usted es diabólico, señor Katsuki, ¿eso quiere decir que habías planeado todo esto?
— N-no diría "planeado" — replicó con la voz amortiguada — solo... quería hablar contigo y ayer fui a dar un paseo con Sala y Mickey y la vimos, p-pero no lo tenía planeado, solo lo recordé y... ¿quieres ir o no?
El alfa volvió a soltar una carcajada, había estado tanto tiempo sin Yuuri que había olvidado la satisfacción de ver al omega avergonzado por su culpa. Lo amaba, sin duda lo amaba mucho.
La susodicha cabaña en efecto se trataba de una abandonada, pero no en tan mal estado como otras a las que prácticamente les faltaba la mitad de la construcción. Al menos poseía las cuatro paredes y el techo intacto, la madera estaba seca y no habían rastros de que alguien más pudiera haber estado cerca o siquiera haberla habitado por un largo período.
Viktor le abrió la puerta a Yuuri para que ingresara. Compartieron una sonrisa fugaz, ansiosa, algo nerviosa. La vieja y desgastada puerta retrocedió sola, cerrándose y trancándose a su desgastado marco. De esa manera permanecería por unas cuantas horas más, intentando amortiguar los sonidos.
Las yemas de los dedos de Viktor ardieron al volver a tocar a Yuuri, al indagar cómo se sentía la misma piel que tantos años atrás se sabía por completo. Traviesas y curiosas enredaron a Yuuri en un abrazo y escalaron por debajo de sus ropas. El muchacho tembló y soltó una risa ligera.
— Tienes las manos frías — el aliento de su susurro le acarició los labios a Viktor y este, no soportando la tentación, los estampó con los contrarios en un corto beso, dejando a Yuuri insatisfecho por la corta caricia.
— Lo siento, la gravedad.
— Eres un descarado.
— Ya, ¿ de veras crees que estás en posición de decirme algo?
Katsuki fingió una cara ofendida. Claramente el alfa se refería a su acusación de que él había planeado prácticamente raptarlo en ese lugar para sus fetiches.
— Atrévete a decir algo más y me devolveré solito por esa puerta — lo amenazó Yuuri con las mejillas rojas.
— Bien, bien, pararé.
Viktor besó su frente, con sus manos aún sujetas a su espalda, absorbiendo el calor del omega. Se miraron por unos segundos, escarlata y cian devorándose con la pasividad más profunda. Otra sonrisa recíproca.
Viktor cerró los ojos y frotó su mejilla con la de Yuuri, un acto de amor para ellos casi olvidado que dejó a Yuuri sin palabras. El alfa solía hacer eso cuando eran jóvenes.
— Quiero quitarte a ropa
Yuuri asintió. Tenían que aprovechar el tiempo que tenían.
— Hazlo.
Involuntariamente su piel se erizó cuando Viktor retiró una a una sus prendas. Sentirlo tocar partes de su cuerpo que hace tanto no hacía hicieron que sus pequeñas y triangulares orejas brotaran como dos montañitas de nieve entre el cabello azabache.
El aire del lugar rápidamente se llenó de una mezcla totalmente reconocible para ambos: era la esencia de ambos juntos. La prueba de la existencia de Yuuri, del acto recíproco, de su corazón y su alma enlazados.
La mente de Viktor estaba por las nubes, hipnotizado por tener a Yuuri gimiendo bajo su cuerpo, enamorándose cada segundo más si era posible. Cada vez que su mirada era recíproca, sentía su corazón disparado a mil por hora. Podrían pasar cientos de años y su conexión con Yuuri Katsuki todavía sería lo único con lo que no podría batallar, era demasiado débil ante él, caía muy fácil, perdía los estribos demasiado rápido.
— Vitya...
Él era demasiado para su corazón, definitivamente.
El apodo cariñoso en los labios ajenos -en los labios correctos- lo hizo suspirar.
— ¿Dime, amor?
Sintió la mano calentita de Yuuri acariciar el costado de su cadera desnuda. Se quejó cuando lo volvió a penetrar con sus dedos. Tenía las mejillas arreboladas y los labios húmedos.
— Y-ya es estoy bien, puedes hacerlo.
Había dolido en un principio, pero Yuuri lo había soportado y luego el dolor se convirtió en placer. A medida que los dedos de Viktor lo penetraban con más profundidad, ya no podía dejar de suspirar. Pero ya no quería tan solo sus dedos, quería algo más.
— Lo haré lento.
— Bien — asintió, sintiendo las manos de Viktor abrir sus muslos en una tenue caricia.
— Relájate — le susurró acercándose a sus labios para besarlo.
Los nervios se disiparon con el aire hacía mucho rato. Lo que en ese cuarto se situó no fue nada más que dos siluetas amoldándose a la otra, en un compás recíproco y gemidos melódicos cuando las pieles húmedas chocaron con mayor profundidad.
Viktor se hundió en el cuello de Yuuri, aprisionado por los brazos ajenos que toqueteaban su espalda haciendo figuras abstractas. Tomó el aroma de ese lugar como el néctar más exquisito.
Las pieles juntas. Viktor gruñó con los labios pegados a su marca. La voz de Yuuri subió un par de tonos al sentirlo más adentro.
— Te amo — le dijo al oído con la voz entrecortada — en verdad te amo, ah...
No hubo respuesta, pero tampoco fue ignorado. Viktor soltó un jadeo a modo de risa y, si Yuuri hubiera tenido vista al rostro ajeno, podría haberse dado cuenta que tenía los ojos llorosos.
El alfa viró su rostro un tanto y beso su mejilla. Subió su mano ocupada, acariciando el costado de Yuuri, apretando con su pulgar su pezón y recibiendo un nuevo gemido a cambio. Pero continuó su recorrido a lo largo de su cuerpo, bajando hasta su muslo para tomarlo con firmeza y dejarlo en su hombro.
Yuuri sintió su rostro más caliente -si eso era posible- y se tapó la cara con sus manos cuando, por dicha posición adoptada, las penetraciones fueron más profundas y sus lamentos se hicieron más fuertes.
En todo momento sintió la atención de Viktor sobre sí, advirtiendo cada gesto que pudiera delatar disgusto. Su pecho se calentaba tiernamente con el pensamiento de estar siendo cuidado por él. Viktor siempre tenía ese efecto en
él de calar en lo más profundo de su corazón e instalarse allí sin darse siquiera cuenta, tan inocente como imponente.
Las embestidas empezaron a hacerse insoportables, cada vez más profundas y rápidas. Las manos erráticas de Viktor queriendo tocar toda la piel disponible hasta que una en su nuca lo hizo abrir los ojos y encontrarse con los de Yuuri que lo empujó despacio hacia sí hasta chocar.
Sin besarse, solo con con las frentes juntas y la nariz rozándose. Compartían el mismo aire y por esos eternos segundos solo fueron ellos.
Yuuri le sonrió y sus ojos rasgados parecieron dos líneas preciosas. Las mejillas rosadas, los labios rojos, era hermoso. Sería una de sus tantas imágenes mentales más preciadas, de sus personas más amadas, una imagen que llevaría con él hasta el final de sus días.
— Quédate a mi lado, no te vuelvas a ir...
— No lo haré.
Procuró salir el omega antes de venirse porque no quería mancharlo, sería incómodo para él. Apretó la mandíbula gruñendo con el clímax. No obstante no olvidó complacer a su pareja y lo estimuló lo bastante como para que casi terminaran juntos.
— ¡Vitya! ah-... — alcanzó su labio justo cuando el orgasmo alcanzó al omega.
— Te amo — le repetía entre beso y beso — te amo, te amo.
Yuuri reía correspondiendo con algo de cansancio, pero sin quejarse. Sentir el cuerpo y el amor de Viktor le llenaba el corazón, lo hacía sonreír, lo hacía amar sin medidas. Sí, se quedaría ahí, con él, entre sus brazos, compartiendo hasta el último de sus suspiros con quien amaba.
¡Gracias por leer!
