Gamma II
Fue un gran impacto para Otabek el descubrir la curva en la barriga de Yuri. Un cúmulo de ideas inconexas hicieron su cabeza colapsar, pero la conexión inmediata que sintió con lo que dentro del omega yacía lo llevó a la conmoción inmediata.
Era un cachorro, Yuri esperaba un cachorro. Yuri estaba embarazado. Ahí había una criatura que lo llamaba y lo había reconocido como progenitor al tan solo tocarlo.
¿Había sido eso? ¿Todo el tiempo había sido un hijo? ¿Por eso Yuri le parecía cada día más precioso y su alfa gritaba por consentirlo y que lo aceptaran como guardián?
Imposible.
Sin embargo, quien residía bajo su mano no mentía.
La emoción lo sobrepasó, no podía aguantarlo. Tan pronto como sintió que venía se escabulló en el cuello de Yuri.
Había visto de soslayo la mirada asustada de su pareja. Lamentaba no poder explicarse con palabras en ese mismo momento, pero no se sentía capaz.
Esperó que el omega comprendiera, cuando sintió su cuerpo temblar con emoción y soltó sus lágrimas silenciosas.
Otabek no estaba enfadado, oh, cómo podría estar enfadado con Yuri. Quizá consigo mismo, por ser un idiota que no se había dado cuenta antes, pero con Yuri jamás.
Sintió los brazos del chico rodearlo y sobar su espalda, una pequeña mordida en su cuello. Estaba siendo consolado y eso a su vez era una enorme calma para su corazón.
— ¿Por qué no me lo dijiste antes? — murmuró con la voz ronca y temblorosa.
Se separó despacio, mirando con angustia a Yuri. Otabek tenía las mejillas húmedas y el chico bajo su cuerpo repasó los dedos en su rostro para secárselas.
— Quería decírtelo, pero no me atreví antes.
— ¿C-Cuánto tienes? ¿Desde cuándo lo sabes? maldición, Yuri, y no estás comiendo bien...
— Pensé que si yo ya no te importaba más, por qué lo habría de hacer un cachorro.
La respuesta descompuso nuevamente a Otabek. Se sintió tan culpable, que lo único que pudo hacer fue soltar pequeñas lágrimas nuevamente.
— Claro que me importas, claro que me importas, ¡por supuesto que me importaría!
Repitió esas palabras por varios segundos más, mientras Yuri sonreía compadecido, secando con sus puños el rostro de Otabek.
Yuri nunca lo había visto llorar tanto, o mejor dicho, nunca había visto a Otabek llorar; y le enternecía profundamente esa faceta tan sincera del alfa que no se molestaba en ocultarle.
— Ahora me siento tan culpable por no haberte prestado más atención, lo siento, lo siento mucho — dijo frotándose contra sus manos. — cómo que me vas a cuidar si soy yo el que debí haberlos estado cuidando desde un principio, a los dos, a los tres — refiriéndose a Luka.
— No — negó un poco preocupado, no quería que Otabek se sintiera más mal — deja de echarte la culpa. No es así, recibí mucha atención de Yuko.
— ¿Yuko lo sabía? — su tono demostró sorpresa.
— Se dio cuenta antes de que yo mismo lo hiciera.
Otabek dejó de llorar y movió despacio su mano sobre su vientre. Yuri sintió una sacudida súbita en su pecho. Su cuerpo lo reconocía tan bien, y el bebé en su vientre hacía que todo en su sistema fuera más sensible con quien había escogido como compañero.
— ¿Cuánto tienes? — preguntó volviendo la vista a Yuri, con sus ojos chocolates hipnotizados.
— Yuko dice que debo estar en el quinto mes, o algo así.
— Tanto tiempo... ¿cómo lo ocultaste?
Ni Yuri sabía la respuesta, así que solo subió y bajó los hombros. Tal vez pudo aguantar tanto tiempo porque había sido un despistado, o porque su figura en sí era delgada y su barriga creció imperceptiblemente y más bajo aquel abrigo ancho que usaba. Muchos detalles que se la arreglaron para soportar el enigma por muchos meses.
— Y Yuko lo sabía — susurró más para sí mismo que para Yuri, aunque el omega asintió.
Y eso que Otabek le había preguntado a la muchacha un sinfín de veces si Yuri se sentía bien, si estaba enfermo porque no comía, por qué parecía tan decaído, entre otras en las que Yuko siempre le respondía que no era ella la que tenía que responderle, que le preguntara directamente al omega.
— Les pedí que no dijeran nada, yo quería contarte, pero — torció el labio cuando Otabek lo observó con intriga — así se dieron las cosas.
— ¿Les? — Otabek levantó una ceja — ¿alguien más lo sabía?
— Ah — Yuri sonrió nervioso — el viejo calvo lo sabía.
— ¿Viktor?
El omega volvió a asentir.
¿Eso se podía considerar traición? Otabek sintió que quería ahorcar a Viktor por darle malditos consejos, pero no poder decirle que Yuri esperaba un cachorro.
— Pero como te dije — se apresuró en explicar — yo les pedí que no te dijeran.
— ¿Quién más lo sabe?
— Creo que Luka, pero es muy pequeño y no debe saber lo que realmente significa, ¿estás enfadado?
— No lo estoy... no contigo al menos. Un poco molesto con Viktor sí, pero conmigo mismo estoy enfadadísimo — frunció el ceño — ¿cómo fui tan idiota? — Yuri dejó un ligero beso en su barbilla y suspiró — Luka va a ser hermano mayor.
Yuri asintió con una sonrisa, una que a Otabek hizo nuevamente suspirar. El omega que estaba bajo suyo era una combinación de fortaleza y hermosura que lo hacían rendirse.
Pudo haber llorado por segunda vez de tan solo ver a Yuri, de saberlo embarazado, de saber que en pocos meses tendrían otro cachorro entre sus brazos. Empero se contuvo. Chocó su frente con la de Yuri y sus narices se rozaron.
— La verdad estoy feliz — admitió.
— Yo también.
Se sonrieron.
Yuri volvió a besarlo, pero en los labios. Otabek correspondió sin prisa y acarició su cuello, provocando en Yuri un escalofrío inmediato desde su nuca hasta su columna.
El alfa se separó a los segundos.
Yuri besó su mejilla y secó los últimos rastros de lágrimas en su cara con una sonrisa tierna.
— ¿Vamos a hacerlo o no?
— ¿No podría ser malo para el bebé?
Yuri frunció el ceño y apretó los labios, Otabek no podía estar arrepintiéndose. Quiso responder que no, pero realmente no lo sabía y tenía en cuenta que el alfa solo quería cuidarlo.
— No si eres suave — respondió — quiero que me marques.
Y eso último pareció ser lo definitivo para que Otabek dejara de dudar. Porque él sabía que debía marcar a Yuri para que su omega y su propio alfa afianzaran lazos. Algo necesario, sobre todo para Yuri que necesitaba un soporte estando embarazado en caso de que Otabek no pudiera estar todo el tiempo junto a él.
— Está bien, lo haré despacio.
Dejó un beso en la sien de Yuri y en seguida volvió a sus labios, como si fueran un imán.
Yuri cruzó sus brazos tras él, sus dedos acariciaron su cuello y subieron a su nuca, por donde su cabello era más corto. Una caricia que le causó un delicioso escalofrío al alfa; esa zona lo volvía gelatina cada vez que Yuri acariciaba.
Altin volvió a escarbar entre las ropas ajenas, volviendo a tocar a su cachorro y sonriendo sobre los labios de Yuri. Lo besó con más ahínco. Los cuidaría, los cuidaría a todos, toda su familia. No dejaría que nadie tocase a sus hijos o a Yuri, sobre su cadáver.
Otabek nunca antes había amado a nadie tanto como a Yuri. Y no dejaría que nada le arrebatara la fuente que le inspiraba a tal profundo sentimiento.
A medida que la ropa iba cayendo, el gusto de volverse a tocar parecía no saciarse, solo incrementarse.
Las manos de Yuri vagaron felices por la fuerte espalda del alfa, la piel firme, suave, tonificada, la pequeña hendidura a la mitad donde su columna vertebral bajaba hasta su trasero, los brazos seguros y las grandes manos que acariciaban sus piernas, su barriga, su pecho, todo a su paso.
Sus labios sensibles, un poco hinchados, pero no cansados. Otabek sentía las manos de Yuri apretar sus brazos, delineando los bíceps hasta sus antebrazos, rozando sus manos y volviendo a sus hombros. Lo veía en los ojos de Yuri cuando se separaban para coger aire, las pupilas dilatadas, los ojos enamorados. Lo adoraba.
Los pezones de Yuri estaban hinchados y Otabek percibía el leve aroma a la lactancia. El chiquillo arrugó la nariz cuando apretó uno y Otabek lo notó de inmediato.
— ¿Te duele?
— Un poco — admitió apenado — ¿p-podemos saltar esa parte?
— No hay problema — respondió con una sonrisa tranquilizadora.
No le importaba con tal de que Yuri estuviera cómodo, con tal de que ambos pudieran disfrutar.
A cada segundo que avanzaban, sus corazones se iban coordinando. Las piernas de Yuri cedieron despacio, dejando a Otabek encajar en ese lugar que solo a él le pertenecía, que solo a él Yuri dejaba entrar y acariciar.
El omega revolvía sus dedos en el cabello de Otabek y lo jalaba hacia él para que no soltara sus labios. La saliva escapando por la comisura de sus labios, el calor en sus rostros, los cabellos rubios entre sus suspiros erráticos, los incisivos chocando y mordiendo.
Yuri apretó con sus manos los costados de Otabek cuando este simuló una penetración, pegándose deliciosamente a él con su miembro despierto. Las uñas de Yuri rasguñaron las costillas de Otabek con un ronquido más parecido a un gruñido de parte del alfa.
Cuando Altin chocó despacio con la barriga donde se alojaba su cachorro, Yuri tembló.
— Amor~ — ronroneó sobre sus labios.
El corazón de Otabek bailó emocionado, se sentía demasiado feliz, por ello no se percató de que había soltado a su híbrido sino hasta que Yuri dio un respingo.
— ¿Qué?...
— Lo siento — se disculpó Otabek, un poco avergonzado por no poder controlarlo — ¿podemos ignorar esta parte, también?
Yuri soltó una risita.
La larga cola negra y suave de la pantera de Otabek se meneaba de un lado a otro, le había rozado la pierna a Yuri y lo había asustado. Las orejas redondas nacían entre su cabello igual de oscuro. A Yuri le cautivó aquella imagen, las feromonas sueltas de Otabek, la pantera, los ojos de cazador, el rubor en las mejillas.
El omega negó con la cabeza, haciéndole entender que no le importaba, que hiciera lo que quisiera y que sintiera con total libertad lo que quisiera sentir.
Se sumergieron entre toqueteos traviesos, besos cada vez más necesitados, lamidas deliciosas en el cuello y hombro. Susurros cariñosos que se prometían amor eterno.
Yuri se inclinó hacia Otabek dejando una línea de besos y mordidas desde su mandíbula hasta su cuello, succionando en algunos sectores donde seguramente quedarían marcas. Sus piernas sedosas atraparon las estrechas caderas ajenas, Yuri se deleitaba cuando sus pieles chocaban; el roce, el calor, la suavidad al frotarlas.
Otabek lo preparó con calma, haciéndole hervir la sangre cuando sus dedos entraban cada vez más profundo o cuando su mano tomó su miembro, estimulándolo con una lentitud tortuosa. Los sonidos que salían de su boca fueron acompañados cuando Yuri, ni tonto ni perezoso, bajó su propia mano para tomar el pene de Otabek y repasar con su pulgar la fina separación en la punta ya húmeda.
El alfa tembló y ahogó un suspiro
— Yuri... — gruñó entre dientes.
El omega se lamió los labios y atrapó el labio inferior de Otabek, tirando con dulzura y volviendo a ellos en totalidad dispuesto a beber de su boca el éxtasis que tanto amaba. Afianzó su otro brazo alrededor de Otabek, obligándolo de a poco ir bajando hasta casi dejar juntos sus pechos.
El calor empezaba a ser insoportable, la chimenea ya no era de ayuda.
Los suspiros de Otabek chocando en los labios de Yuri y los gemidos de Yuri en escala ascendente deleitando los oídos de Otabek. Se sentía tan bien, sus cuerpos pidiéndose más. Y la mano subiendo y bajando de Yuri acompasando el ritmo de los dígitos de su pareja dentro de él, mientras sus propias paredes apretaban necesitando cada vez más.
— ¡Ahh! — Otabek había dado con su punto tan repentinamente que se sintió a punto de acabar — no, no, no, no — no quería venirse así — no, e-entra ya, Beka.
Su voz temblorosa, el asentimiento de Otabek y la mano de Yuri ayudando al alfa a alinearse para entrar en él. Lo quería, lo deseaba tanto.
— ¿Puedo tomar eso?
Otabek apuntó con la cabeza a uno de los cojines en el sofá.
— No preguntes, solo tómalo. — respondió con voz presurosa.
Todo lo que quisiera Otabek tomar, podía hacerlo. Desde el primer momento en que Yuri lo eligió como compañero y en que Otabek aceptó tomar su mano, todo lo de uno se convirtió en lo del otro. Y esa casa, incluso si no volvían nunca más al partir la mañana siguiente, era tanto de Yuri como de Otabek.
Otabek puso el cojín bajo la espalda baja del omega. Yuri soltó un gemido lastimero cuando el otro comenzó a entrar. Se sentía demasiado bien, para ambos. Las paredes de Yuri, tibias y resbaladizas por el lubricante natural, Otabek sintió que se acoplaban demasiado bien a su miembro. Ambos cuerpos ya se conocían lo bastante como para reconocerse.
El alfa lo penetró con un ritmo suave, pero constante, mientras veía el pecho de Yuri subir y bajar con su respiración en crescendo. Cuando sus párpados se abrieron para observarle con sus pupilas dilatadas y esas orbes esmeraldas, Otabek sintió que su corazón daba un vuelco.
— Beka.
El suspiro, o más bien el susurro de esos labios hinchados que lo llamaban hacían doler su corazón. Yuri estiró uno de sus brazos, para que volviera a él. Por supuesto que lo hizo, cuando las uñas ajenos se clavaron en su espalda otra embestida más profunda que las demás llevó a Yuri a soltar un grito y volver a cerrar los ojos por el placer.
Otabek soltaba suspiros entrecortados y roncos gemidos cada vez que su miembro entraba por completo. Enredó sus dedos en el cabello de Yuri, jalándolo despacio y se hundió en su cuello, donde todo en él era más dulce, donde en breve sus colmillos marcarían. Sentía las uñas de Yuri enterrándose en su espalda, y su sonora voz en su oído. Nadie podría imaginar cómo lo excitaba eso, cómo las feromonas de Yuri lo embriagaban hasta sentirse un auténtico adicto.
Se sentía bien estar así, disfrutar de Yuri entre sus brazos, con sus ojos cerrados y sus labios separados mientras lo llamaba, las manos del omega apretando su espalda acariciando erráticas, bajando a su trasero y apretando con descaro mientras buscaba hacer el contacto más profundo, más íntimo.
Fue por eso que el omega se quejó cuando Otabek sacó su pene por completo y dejó de moverse. Abrió los ojos, un poco mareado por el placer, con un gemido lastimero atorado en su garganta.
Otabek fue rápido, con fuerza -pero sin causar daño- removió el cuerpo de Yuri, dejándolo de costado y con vista a la chimenea. Puso el cojín bajo la cabeza del chico por si quería apoyarse y seguido se posicionó tras él, tomando su pierna y elevándola para volver a entrar, despacio, pero sin detenerse.
Sí, de ese modo sería más favorable para Yuri. Su cuello quedaba en una posición más conveniente.
Tomó firmemente la extremidad de Yuri en el aire y se apoyó con su codo en la suave alfombra. Retomó en mismo vaivén que habían mantenido, de a poco arrastrando a Yuri hasta el deleite en el cual, en la mente del omega, solo eran ellos dos y el mundo no importaba.
— Te amo — susurró Otabek en su oído.
Eso lo derretía. Eso enloquecía la cabeza de Yuri. Esas palabras y esa voz, más si era en una zona tan sensible en ese momento como su oído; el aliento que le hacía cosquillas en la oreja.
— También te amo, te amo, Beka.
Su mano buscó el cuerpo ajeno tras él, hallándolo de inmediato y arañando el hueso de su cadera que se empeñaba en embestirlo con vehemencia. Se sentía muy expuesto con su pierna sujeta por esas grandes manos, con los gemidos roncos de Otabek en su nuca. Quería ver su rostro, pero no se quejaba de aquella posición en la cual su imaginación volaba y sentía el miembro dentro de sí deslizándose con mayor facilidad y profundidad.
Otabek cerró fuertemente los ojos, igual de mareado por la satisfacción. Besó el cuello de Yuri, una caricia húmeda que hizo al omega rasguñar dolorosamente su cadera y a él apretar la pierna que sostenía.
— Eres tan perfecto, Yura, ngh... — murmuró causando un sobresalto en el omega, un delicioso escalofrío que lo hizo respingar más su trasero hacia atrás.
Joder. Quería tocarlo. Otabek quería pasar su mano por la piel sensible y clara del miembro de Yuri, presionar la punta sonrosada y seguramente mojada por el líquido preseminal. Quería escalar por su ombligo, por la tierna curva en la barriga de Yuri hasta llegar a su pecho y presionar sus pezones. Pero tenía las manos llenas.
Aún así, quería que Yuri disfrutara tanto como él de las sensaciones mientras lo penetraba apasionadamente, sintiendo sus paredes acoger tan bien su pene y bebiendo de su mismo cuello el aroma que lo enloquecía. Sabía que el cuerpo omega de Yuri era tan sorprendente que podía correrse siendo penetrado y sin masturbarse, pero de todos modos quería que el chico sintiera el máximo placer posible.
— Tócate.
Sin quererlo, su voz alfa autoritaria, aquella que casi nunca empleaba, salió, provocando que Yuri se apretara más contra su miembro.
— Joder, Yura...— apretó la mandíbula, los gemidos en su garganta saliendo con más frecuencia, con más placer.
Las uñas de Yuri se arrastraron por última vez en su cadera, dejando una marca rojiza y la piel ligeramente dañada. Acató el mandato, tomando su propia erección y sintiendo el calor abrasador en su vientre.
Nunca le había gustado recibir órdenes de alfas engreídos, menos cuando utilizaban ese tono demandante, como si fuesen los amos del mundo. Pero nunca antes Otabek había empleado esa voz con él, por lo que jamás esperó sentirse tan caliente al escuchar al alfa hablarle así, además, pidiéndole tal cosa.
Su mente se puso en blanco cuando Otabek atrapó su oreja entre sus labios y su pene alcanzó aquel punto que lo hacía llorar de gozo.
— Otabek, ah, ¡ahh!
Cerró los ojos y aumentó el movimiento de su mano en su miembro, apretando en la glande donde era sensitivo.
El placer empezaba a vencerlo, que la cola de Otabek se enroscara en su brazo no era de ayuda, solo hizo que su propio híbrido aflorara.
— Ohh — se hundió entre su otro brazo y la almohada.
Otabek sintió la caricia de la espesa y larga cola de Yuri y supo que era el momento adecuado para proceder.
Fue un poco más rápido, sin ser brusco.
— ¡Beka!
Yuri empezó a sollozar cuando sintió el pene de Otabek hundirse más rápido en él. Sus paredes se contrajeron inconscientemente. Sintió que Otabek despejaba su cuello de sus cabellos. Supo lo que venía aunque Otabek le susurró lo que haría. Él solo asintió y prefirió concentrándose en el peligroso calor ya conocido que bombeaba en su vientre y pronto bajaría a su miembro.
Altin dejó un beso en su cuello casto. Tras ello, abrió sus fauces y enterró sus dientes profundo, con una rapidez que Yuri no se había esperado.
Ese fue el punto cúlmine para Yuri, pero el orgasmo fue una mezcla de placer y dolor que ni siquiera él mismo comprendió.
Otabek alcanzó a salir de él para no anudar y se vino en su espalda con un gruñido largo e irregular, apretando más su mandíbula en el cuello ajeno. Sabía que le dolería, y anudar solo haría las cosas más incómodas para el muchacho.
Post orgasmo, Yuri sintió que su cuerpo se tensaba de inmediato. Su omega no había rechazado la marca de Otabek, pero ya empezaba a sentir el dolor en su cuello marcado.
Altin soltó la pierna de Yuri y se afirmó de su cintura. Intentó regular su respiración, pero le costó.
Desclavó la mordida despacio, sintiendo la carne de Yuri arder. Solo esperaba que el omega no se hubiera desmayado o algo peor, porque parecía demasiado estático. Quiso preguntarle cómo se sentía, pero el sabor a sangre en su boca y la herida abierta frente a él lo aturdieron.
Se separó cerrando los ojos y arrugando la nariz.
El omega reaccionó a su falta y volteó despacio, sin querer mover demasiado el cuello para que no punzara. Cuando notó que Otabek parecía angustiado, se arrodilló y se acercó velozmente a él. Con su antebrazo desnudo le limpió la sangre de la boca y le tomó el rostro.
— Oye, ya está hecho — se apresuró en decir, acariciando con su pulgar el rostro del alfa — ya está hecho, Beka — repitió.
El alfa asintió, todavía atontado.
Yuri lo relajó con paciencia, notando de a poco que sus pupilas se dilataban, su respiración se volvía regular y parecía más calmado.
— ¿Te dolió mucho? — preguntó de inmediato al recuperarse.
— Un poco, pero supongo que es normal. Lo hiciste bien.
Yuri se acurrucó en el pecho de Otabek y lo rodeó con sus brazos.
El alfa suspiró. Era cierto, ya estaba hecho, no había herido a Yuri innecesariamente. La marca ya estaba concretada y él no había enloquecido.
Correspondió al abrazo de Yuri y besó la coronilla de su cabeza más tranquilo.
...
Tras el acto, ambos notaron el frío en la habitación y repararon que en la chimenea ya solo habían brasas. Tomaron un par más de leños y removieron para que se consumiera nuevamente.
Otabek limpió su marca con paños húmedos y la cubrió con una gasa que había encontrado en el baño. De ese modo podrían evitar las infecciones hasta que Yuko supervisara la herida.
Habían tomado un par más de cojines del sofá y una manta delgada que cubría el sillón de la esquina. Se hicieron con ellas y ahora seguían allí, recostados en la alfombra.
Otabek se había rendido primero al cansancio. Sin embargo, Yuri seguía despierto mientras lo veía dormir plácidamente.
Se hallaba deleitado con el cuerpo frente a él.
Le gustaba la piel bronceada de Otabek, mucho más cuando la luz de las llamas en la chimenea se reflejaban en él, con ese rostro tan relajado. El color anaranjado que adquiría lo embobaba.
Había estado observándolo por al menos una hora completa. Reparando en la mandíbula fuerte, los pómulos marcados, los labios que tanto gustaba besar, las pestañas largas y castañas.
Afuera había dejado de llover, solo una tranquila llovizna insonora regaba los suelos. Todavía les quedaba mucho para poder salir de allí, a penas era pasada la media noche, o eso había calculado Yuri.
Sus dedos picaban con curiosidad y lo vencieron cuando elevó su mano y tocó con la punta de ellos la nariz de Otabek, resbalando despacio por un costado hasta sus pómulos, quedándose allí por unos segundos hasta subir a lo que era la fuente de su llamatividad: los ojos de Otabek. Delineó el contorno, sus uñas siendo besadas por las pestañas de aquellos párpados cerrados. Le gustaban mucho.
Beka apretó los ojos y gruñó bajito.
— ¿Qué haces, Yura? me hace cosquillas — la voz adormilada, recién despertando.
Yuri sonrió ampliamente, pero contuvo una risita divertida y, antes de que Otabek abriera los ojos, se hundió entre sus brazos aparentando estar dormido.
Sintió a Otabek estirarse a su lado, sus orejas aún estaban fuera. Yuri pensó que debía sentirse muy a gusto por el calor del fuego, ya que el invierno no era lo suyo.
Después de unos segundos, sintió que le soplaban la cara. Se sumergió más entre sus brazos, intentando en vano ocultar su sonrisa.
— Soñaba que un hada me besaba el rostro.
Yuri rio sin poder resistirse. Entonces volvió los ojos hacia Otabek, que lo miraba con una sonrisa ladina y en sus irises desbordando amor.
— No soy un hada, soy un leopardo
— ¿Quién dijo que hablaba de ti?
Yuri abrió la boca y soltó un jadeo ofendido y le pegó en el pecho mientras Otabek se carcajeaba.
Pero nada de eso podía lograr perturbar la felicidad de ambos, por lo que Yuri, tras insultarlo y dejarle en claro que él y solo él debía ser la musa de sus sueños, admitió lo que había estado pensando antes de que despertara e, incluso, antes de siquiera besarse por primera vez.
— Me gustan.
— ¿Qué cosa?
Otabek preguntó en un ronroneo, pegando sus cuerpos desnudos bajo la manta.
— Tus ojos, me gustan. Son rasgados y se hacen pequeños cuando sonríes, me gusta eso, también...
Oh, demonios.
Su voz se fue apagando de a poco.
Yuri sintió el calor en su rostro. De pronto dándose cuenta que decirlo en voz alta era mucho más vergonzoso que decirlo en su cabeza.
Vio la sorpresa en el rostro de Otabek, que no supo cómo contestar por unos segundos. La cara roja de Yuri y una sonrisa nerviosa brotando en los labios del alfa.
— Gracias, pero a mí me gustan los tuyos.
Yuri no dijo nada, solo lo miró en silencio. Todavía recuperándose de su imprevista timidez.
— Son grandes y cuando miras a los demás parecen de soldado. Pero me gustan más cuando me miran a mí, me hacen sentir querido.
Yuri sintió su corazón galopar mucho más.
Si había pensado que sería el único con la revelación vergonzosa del año, pues Otabek le había arrebatado rápidamente el puesto. No obstante, el alfa no parecía ni lo más mínimo arrepentido de haber dicho aquello, lo que cohibió más a Yuri.
— Wow, ¿qué es eso? — respondió nervioso, removió sus brazos bajo su cabeza, sonrió quitándole los ojos de encima a esos pedazos de chocolate — no seas tan engreído.
Aguardó unos segundos. Otra mirada rápida. Pero enseguida volvió a desviar la vista. La sonrisa avergonzada en sus labios delgados.
— ¿Yuri?
— Qué quieres ahora — su voz algo bruta, intentando bajar el rubor de sus mejillas.
Otabek acarició su hombro descubierto, con una pequeña sonrisa.
— Solo si te parece bien, ¿me hablarías de tu familia?
El omega se sorprendió, ¿de a dónde había venido esa pregunta? su mente dejó en segundo plano lo anteriormente acontecido de inmediato. Se sintió extrañado, Otabek no era alguien que soliera curiosear en su vida. De antemano Yuri sabía que lo hacía para no molestarlo. Era alguien respetuoso ante su pasado.
Pero no le molestaba responder unas cuantas dudas. Incluso, se sentía algo intrigado por lo que el alfa quisiera saber de su familia.
— ¿Qué quieres saber?
Otabek hizo un movimiento negativo con la cabeza, como si no fuera la gran cosa.
— Solo me da curiosidad cómo es una convivencia en familia, si tú y tus hermanos se llevaban bien, si se parecían, cosas así.
Yuri comprendió lento hacia dónde apuntaba todo eso.
— ¿Por qué lo preguntas ahora? — preguntó solo para cerciorarse.
Otabek se relamió los labios y tomó su mano, dejándola en su propia mejilla para que Yuri le hiciera cariño.
— Porque a diferencia de ti, yo nunca he tenido familia — la frase cruda, pero con calma saliendo de él — Viktor y el clan han sido mi familia, pero... no es lo mismo que tener una familia consanguínea, digo, un padre, una madre, abuelo, hermanos. Yo no tuve nada eso.
A Otabek no le dolía decirlo, era algo asumido para él desde el momento en que nació dentro de un clan errante. Pero a Yuri pareció sí afectarle, porque él sí había nacido dentro de la calidez de un hogar con su misma sangre.
Dejó vagar su mano en la mejilla ajena, mientras observaba a los ojos a Otabek. Dejó un suave beso en sus labios y comenzó su pequeño relato.
— Mi abuelo es el omega más viejo que he conocido, por eso lo admiro mucho, porque sobrevivió 76 inviernos y para mí es una real meta hacer lo mismo — una suave sonrisa adornó sus semblante — mis padres... mi papá era cadete retirado, era muy calmado y amigable. Creo que yo salí más a mamá, desde la apariencia física hasta el carácter; Anna y Sergei también tenían un carácter muy fuerte. Georgi, Soffi, Yasha e Irina eran más relajados, ellos sí se parecían a papá, sobre todo Georgi y Soffi — soltó una pequeña risa, recordando algo de pronto — a Irina la molestábamos con que era la cachorra adoptada porque era la única con el cabello castaño, incluso cuando el abuelo mencionó que su madre había sido castaña, la burla interna continuó. Y Dema era el menor, no tengo mucho que contar sobre él porque ni siquiera había cumplido el año, solo recuerdo que cuando él llegó a casa yo estaba muy celoso porque se había robado toda la atención como el nuevo bebé de la familia.
Los ojos de Yuri brillaban de tal modo, que Otabek ni consideró la idea de interrumpirlo. Parecía demasiado feliz hablando de su familia, y eso al alfa le gustaba. Su tono de voz alegre se robaba toda su atención.
— La convivencia entre nosotros funcionaba bien, mamá repartía las tareas de la casa entre ella, papá y los dos hijos mayores, los que seguían en edad debían cuidar de los más pequeños; en ese grupo estaba yo. Era divertido tener más hermanos. También era divertido estar con el abuelo y escuchar sus historias viejas de terror que no nos dejaban dormir en toda la noche... mamá siempre lo regañaba después y él solo seguía burlándose de nosotros por mojar la cama — Yuri se rio unos segundos y continuó — No recuerdo alguna pelea fea dentro del hogar. A veces mamá se enojaba con papá, pero él sabía cómo tratarla y ella siempre terminaba ronroneando. También estaban las típicas discusiones infantiles entre hermanos que nosotros provocábamos, pero eran las de menos. Yasha era con el que siempre yo discutía porque teníamos una edad parecida y cuando jugábamos lo más probable era que termináramos en los golpes antes de que Georgi nos separara. Pero, en teoría, éramos una familia que se llevaba muy bien, incluso con Ganya que era alfa.
— ¿Había un alfa en tu familia?
— Era el novio de mi hermana mayor. Yo no hablaba mucho con él, pero por lo que recuerdo era agradable. A Anna le debió gustar mucho como para presentárnoslos... y como para enfrentarnos al hecho de que ella, una omega, se había enamorado de un alfa.
— Tu hermana era la revolucionaria, comprendo.
Yuri asintió sin borrar su sonrisa. Pareció meditar unos segundos sobre algo que Otabek no podía apreciar, hasta que suspiró.
— No me gusta hacer diferencias con mis hermanos, pero todavía así, yo siento que quise más a Anna — confesó — mamá fue muy dulce conmigo, yo la amo mucho, pero Anna fue como mi segunda mamá y hermana a la vez. Éramos los hermanos con más similitudes físicas y yo admiraba mucho su fortaleza, el cómo podía pensar todo con la cabeza tan fría y nunca dejarse llevar por el pánico. Era de esas personas frías que son tan llamativas que sientes que quieres su aprobación, que aunque te hagas el desinteresado, quieres que te note, que te reconozca, ¿entiendes?
El cerebro de de Altin encajó piezas de inmediato. Pero no dijo nada, solo asintió a su pareja.
Oh, pero claro que Otabek entendía a lo que se refería. Nunca conoció a la tal Anna, pero en su mente se armaba la imagen de una muchacha muy parecida a Yuri y con, justamente, el carácter de Yuri. Altin comprendió que el omega a su lado había desarrollado aquella personalidad de nada más ni nada menos que de su hermana mayor.
La mano de Yuri había dejado de vagar en su mejilla. Había vuelto a callar y el silencio se pronunció hasta que volvió a hablar con voz suave y ojos soñolientos.
— Yo creo que tú le hubieras agradado a mi familia. Tienes cara seria, pero eres muy amable y considerado con los demás, hubieses congeniado con papá y el abuelo. Y mamá se hubiera hecho la bonita hasta que la conocieras realmente y reconocieras que era una fiera cuando se enojaba.
Otabek sonrió divertido. Sintió algunas mariposas en su estómago.
— Eso hubiera sido lindo.
El omega asintió con flojera.
El alfa supuso que ahí terminaba su charla. Sentía el sueño invadirlo de nuevo, como si se le contagiara del mismo Yuri que ya se veía con ganas de descansar.
Pero no, de pronto la voz baja del omega volvió a llamar su atención.
— Beka... Luka, este cachorro y yo somos tu familia y tú mismo nos formaste. Primero me atrapaste a mí, me enamoraste, luego rescataste a Luka, lo cuidamos entre los dos y se volvió nuestro hijo. Ahora estoy embarazado de ti, y tendremos una familia aún más grande. Somos familia.
El estómago de Otabek revoloteó con más fuerza. Sintió su corazón derretirse por millonésima vez en la noche.
Él realmente amaba tanto a ese omega.
Y ahora tenía algo que nunca esperó, pero que ahora apreciaba con todas sus fuerzas: una pareja e hijos a los que amaba. Su propia familia.
Besó su frente y subió la manta para cubrirlo. Yuri se dejó llevar y empezó a pestañear con más pesadez. El cansancio por fin haciendo mella en él.
Otabek se acostó a su lado, disfrutando del calor y acariciando su cabello para que durmiera en paz. Seguido, se acurrucó en el pecho del omega, escuchando el tranquilo latido del corazón de Yuri, sintiendo que entre sueños el chico lo rodeaba con su brazo y lo recibía con una respiración lenta y parsimoniosa.
El sueño los consumió a ambos con el pecho lleno de dicha. No importó que solo tuvieran un par de horas para dormir, para ambos esas serían las mejores horas de sueño que habían tenido desde hacía muchos, muchos días. Entre los brazos de quien amaban.
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