Atenciones
Dejar la cabaña de los Plisetsky fue un tanto doloroso para Yuri que no se hubiera visto capaz de cerrar jamás esa puerta si Otabek no hubiera estado ahí para apoyarlo.
El alfa aguardó con esa paciencia de oro que poseía a que Yuri tirara del pomo. A los segundos escuchó el sonido del metal trabarse en su agujero. Yuri suspiró, sus manos tomando la reja y con un chillido de la bisagra, la empujó despacio, cerrando el candado con presión.
Volteó encontrándose la mirada de Otabek, sintiendo la plenitud de pronto invadirlo al tan solo verlo junto a él. Ya estaba hecho, debían irse.
Dejaría las llaves en la caseta y todo estaría dispuesto para que se marcharan.
Caminaron un par de metros en silencio, con las manos en los bolsillos y el silencio del bosque antes de que Otabek rompiera el silencio meditabundo con su voz.
— ¿Estás bien?
Yuri asintió en un corto vaivén.
— Quiero ver a Luka — murmuró con el vaho saliendo de su boca.
Ya no llovía, pero la humedad que había dejado los chubascos la noche anterior había hecho que el frío esa mañana fuera brutal. Aún así, Yuri sintió su pecho abrazado y siendo consolado por el -a su criterio- buen clima.
— ¿Crees poder avanzar como híbrido? sería más rápido.
Yuri miró a Otabek con ojos aburridos ¿es en serio, Otabek? sin quererlo realmente, sus labios se curvaron en una sonrisa burlona.
— Creo que la verdadera pregunta aquí — hizo una pausa mientras se relamía los labios — es si tus débiles patas de gato fino pueden resistir el frío del suelo.
Otabek soltó un jadeo a modo de risa, una ligeramente ofendida.
— ¿Estás subestimándome, Plisetsky?
Yuri miró el suelo por el que caminaban, con la sonrisa en los labios. Recordó fugazmente que Otabek lo llamaba por su apellido cuando recién se había conocido.
— Te recuerdo que apenas pudiste seguirme la última vez, y no olvides que valgo por dos — repasó la mano por su barriga, burlándose del alfa.
Otabek no pudo hacer más que sonreír sutilmente, con la derrota en sus hombros. No podía argumentar nada contra Yuri. En el fondo reconocía que el omega tenía una gran habilidad como corredor que fácilmente igualaba a la de un alfa.
Yuri lo miró por última vez, el brillo socarrón en sus ojos verdes antes de tomar a su híbrido frente a los ojos de su pareja. Oh, Otabek jamás se cansaría de presenciar ese espectáculo. El pelaje de Yuri era una joya, la forma en que se meneaba su larga y espesa cola era hipnotizante.
El leopardo volteó para verlo cuando notó que no avanzaba. ¿Vamos a ir o no?
Llegaron a donde cuando algunos del clan empezaba a madrugar, por lo que no tuvieron que encontrarse con todos esos ojos curiosos sobre ellos como había sucedido anteriormente con Viktor y Yuuri.
Por supuesto que ambos obtuvieron su regaño por parte de Viktor. Tanto por hacerlo preocupar al no decirle nada, por haber desaparecido de un minuto a otro y por hacerlo mantenerse toda la noche despierto alerta por si se les ocurría aparecer.
El Nikiforov no había percibido ningún aroma anormal antes de que la lluvia cayera por la noche, pero de todos modos en algunas instancias su imaginación lo traicionó pensando que podría haberles pasado algo malo. Se habría vuelto loco si Yuri hubiera desaparecido solo, ¡un omega embarazado! pero lo reconfortó el hecho de que tampoco Otabek había aparecido, por lo que supuso estarían juntos arreglando sus asuntos o algo así. De todos modos, el estado de vigilia y alerta en el que estuvo toda la noche lo había sumido en la inquietud.
Yuri rodó los ojos e interrumpió el sermón de Viktor todo el tiempo. Insultos como "calvo alharaca", "cierra el pico", "oh, por favor, ya detente" con una voz rayando el enfado fue lo que hizo despertar de a poco al clan que también debía empezar a prepararse para partir.
Otabek aguardó en silencio. Tenía experiencia siendo regañado por Viktor, sabía que solo debía hacer como si lo escuchara, asentir y al final de su gran perorata decir un un simple "lo siento".
En cierto punto Yuri por fin pareció darse cuenta que nada conseguiría discutiendo con Viktor, así que suspiró profundo aguantando las ganas de volver a gritar. Pensó en su cachorro y que pasar esas rabias no le hacía nada de bien y, pasando del Nikiforov, volteó sin decir nada hacia donde Luka comenzaba a despertar.
Viktor se lo quedó mirando con mala cara. Ese chico algún día le sacaría canas verdes.
— Déjalo, está cansado, tuvo un día pesado ayer.
— Sí, pesado — imitó su tono — imagino que no durmieron mucho, tampoco — dijo mientras se cruzaba de brazos.
Otabek negó con la cabeza, ambos comenzando a caminar hacia donde Yuko y Leo. El chico tomó una de las botellas en las que quedaba un poco de agua y dio un trago.
— Desde aquí puedo oler el amor. No terminan ni el primero y ya quieren hacer el segundo — la voz risueña de Yuko hizo a Otabek atragantarse con el agua.
Sintió su rostro caliente y tosió, la botella casi cayéndose de sus manos. Sintió la mano de Viktor palmeando con fuerza su espalda.
— Felicitaciones.
Leo los vio confundido, miró a Otabek que estaba rojo hasta las orejas intentando recuperarse.
— ¿Qué hiciste? — preguntó curioso.
— Será papá — aclaró Yuko.
— Pero ya es papá... — Viktor se rio por ese comentario, pensando que Leo y Otabek podrían hacer una competencia de quién era el más lento.
— Pues será papá doble.
Leo miró de súbito a Otabek, captando la idea. Una rápida y sorprendida sonrisa se formó en sus labios, un pequeño brillo de alegría sincera en sus ojos castaños.
— ¡Felicidades!
Otabek no tuvo tiempo de sentir molestia porque sus amigos se hubieran enterado antes de la noticia. Lo único que pudo hacer fue agradecer asintiendo con la cabeza, apenado.
Sin perder más tiempo, siguieron avanzando a paso rápido. Viktor a la cabeza del clan ya que era el único que tenía un mapa mental tanto de las ciudades como de los parajes lejanos a ellas.
El clima aún parecía amenazador, el viento frío golpeaba sus rostros cada vez que se internaban más arriba en el bosque. No tardaría en volver a llover y Viktor intentaba mantener a raya su frustración porque eso arruinaba todo el paso que debían mantener y, además, hacía barro en los suelos, lo que hacía que fuera fácil resbalar y quedar todos con las patas sucias.
Debían, al menos, llegar en seis días a Laguna Herradura. Así había denominado Isaak Nikiforov en sus mapas a la laguna al norte de Épsilon y con forma de U. Lugar donde Viktor suponía debían vivir peces que pudieran cazar y comer, agradeciendo que las nevadas aún tardaran en llegar y congelar el agua de la laguna.
Fue la noche siguiente en la que el cielo finalmente cedió a ser invadido por negros nubarrones y dejó que los suelos, árboles y todo lo que estuviera a su alcance, fueran rociados con lluvia.
El clan encontró una aislada cabaña en las ruinas, con la mitad de su estructura caída pero siendo protegida por los árboles y un trozo de techo que se resistía a caer. Tuvieron que arreglárselas todos en ese lugar, con una pequeña fogata sobre un par de rocas y encendida con la misma madera de los escombros en ese lugar.
— Yuuri.
El nombrado hizo un pequeño sonido para saber que le escuchaba. El muchacho recostaba su cabeza sobre Mickey, Sala dormía cruzada sobre el muchacho. Por un segundo Yuri se preguntó cómo Michelle podía dormir con tanto peso sobre sí.
Luka había decidido dormir con Otabek, ambos a un lado de Yuri enroscados para soportar el frío.
No había mucho espacio en esa cabaña que aún mantenía su piso de madera. Los cuatro por cuatro metros -aproximados- causaba que muchos tuvieran que dormir pegados a los otros. Solo tres canes se mantenían despiertos, mirando la fogata que ya era solo brasas y estirando sus manos hacia ella.
Yuri Plisetsky había reunido todo su valor esa noche. Los más cercanos a él, quienes se habían encargado de cuidarlo, ya sabían sobre su embarazo y el omega sentía que era demasiado injusto no habérselo dicho a Katsuki.
Meditó en la idea de que pudiera sentirse mal por situaciones obvias. Yuri no quería eso, no quería pasar a llevar a Katsuki. Aunque no lo admitiera jamás en voz alta, lo apreciaba y no quería herirlo. Pero había llegado a la conclusión de que no decirle era mucho peor.
De ese modo fue que decidió ir al grano, sin rodeos ni explicaciones.
— Estoy embarazado.
Se mordió el interior de su labio al apenas terminar de decirlo.
Para su sorpresa, el zorro ártico sonrió, soñoliento, mientras asentía.
— Lo sé — los ojos de Yuri se abrieron sorprendidos — lo sospeché cuando tuviste náuseas por el Borscht.
Le tomó unos segundos recuperarse del pasmo.
— P-pero, cómo...
— Dicen que los omegas somos muy receptivos entre nosotros mismos. Lo confirmé cuando empezaste a tener antojos de naranjas y tú y Beka no podían separarse incluso dentro de la mansión.
Yuri sintió su corazón apretarse.
Yuko no había sido la primera en enterarse, siempre había sido Yuuri.
El zorro ártico se removió despacio y acomodó sus brazos bajo su cabeza.
— Intentaba servirte platos grandes para que no quedaras con hambre — su voz era suave, como una caricia muy tierna — he cuidado a Luka cuando he notado que estás cansado. No he querido molestarte porque sé que te gusta tener tu espacio.
Yuri sintió que le picaban los ojos, pero con todo su orgullo se contuvo. Huyó de la sonrisa de Yuuri y se recostó contra el lomo suave de Otabek, quizá demasiado bruto ya que la pantera se quejó entre sueños. Ocultó su rostro conmovido, sus mejillas se sentían calientes.
— Cerdo tonto — musitó con voz aquejada. Katsuki soltó una suave risa. — ni pienses que te voy a agradecer.
No obstante, Yuuri supo exactamente que con esas palabras ya lo hacía. A su tan especial manera, Yuri Plisetsky agradecía su cuidado y el que le hubiera cedido privacidad.
— Duerme bien — Katsuki cerró sus ojos, pero a los segundos corrigió sus palabras — Duerman bien.
Yuri se apretó más contra su pareja, tomando su forma híbrida porque no quería llorar y quedar en vergüenza.
Sin embargo, lo que no pudo evitar sentir fue su pecho muy calentito, muy reconfortado, muy cuidado. De pronto se sintió muy agradecido de estar recibiendo toda esa atención; la preocupación de Viktor, el cuidado de Yuko y Yuuri, el amor de Beka y Luka, hasta el cariño de los hermanos Nikiforov para con su cachorro. Incluso podía sentir el apoyo de ese clan que había decidido seguir junto a Viktor y proteger a Yuuri, a Luka y a él.
Con ese sentimiento tan molesto, pero cálido, fue que el sueño se lo llevó lento y con calma mientras sentía la suave respiración de Otabek a su lado.
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.
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Llegaron a la Laguna Herradura siete días después. Los cálculos de Viktor habían errado por un día a causa de las lluvias torrenciales.
Era una laguna con una notable forma de U, muy abundante por las recientes precipitaciones. Su agua de un azul muy intenso, no parecía tan profunda. A sus orillas se abría un gran diámetro de tierra libre de bosque, con césped en su mayoría seco. No obstante, algunas plantas pequeñas coexistían en sus orillas y otras más agrupadas en los espacios más profundos mientras el suave viento las meneaba despacio.
Lo primero que hizo Yuri al llegar fue tirarse al césped y suspirar con gran alivio. El esfuerzo que había sido caminar y correr todos esos días le estaba pasando la cuenta, había sido más pesado de lo que había imaginado.
Otabek se acercó a él junto a Luka. El niño se sentó a descansar recostado en el pasto, mientras el alfa se acuclillaba frente a él y le tendía una botella con agua. Yuri la tomó y bebió dos grandes sorbos.
— ¿Te sientes bien?
Negó con la cabeza, de nada servía ocultárselo a Otabek. Había estado tan observador con él esos últimos días que nada se le escapaba.
— Me duele la espalda.
El alfa apretó los labios mientras le acariciaba el muslo, como si lo sintiera por él. Buscó con la mirada a Yuko y la llamó con la mano. La chica acudió de inmediato.
— ¿Pasa algo?
— Me duele la espalda — repitió Yuri, con una pequeña mueca al estirarse hacia atrás.
Yuko sonrió y se arrodilló junto a él.
— No creo que sea algo fuera de lo normal, pero ¿me dejas ver?
Yuri frunció sus cejas.
— ¿Acá? — preguntó un tanto incómodo.
— No te preocupes, ellos están demasiado ocupados intentando capturar algunas carpas que hallaron — dijo refiriéndose a los alfas que se habían arremangados los pantalones y se hundían en el agua — y los otros fueron a ver qué encontraban por los alrededores.
Yuri sintió el calor en sus mejillas. Miró avergonzado a su alrededor por si había alguien más, pero todos estaban desperdigados y ocupados. Solo eran ellos allí. Volvió la vista a Yuko y asintió despacio.
Desabotonó su abrigo y, cuando se lo quitó, el crecimiento de su panza fue más que obvio. Otabek seguía sorprendiéndose de todo lo que podía ocultar ese abrigo, pero sabiendo que muy pronto ya nos sería suficiente para esconder del todo el crecimiento constante de la barriga de Yuri.
La camiseta del omega se hallaba tirante y, echando otra mirada para asegurarse de que no había nadie, la subió con la cara roja; avergonzado, pero sabiendo que todo era por el bien del bebé.
Yuko tocó con sus manos tibias. observando atenta desde cada costado y apretando ligeramente la parte baja de la panza. Yuri apretó los puños incómodo por el tacto que no pertenecía a Otabek, pero calmando a su omega, aceptando de a poco que no se trataba de nadie malo, solamente de Yuko.
Luka se asomó y miraba con la boca abierta la escena. Otabek vio al menor de reojo, notó la preocupación y en mayor medida la confusión en los ojos del niño y eso le causó ternura.
— Vas a tener un hermano, Luka — le aclaró Otabek.
— ¿Qué? — Luka frunció su ceño y ladeó el rostro.
— Tu papá está esperando a un bebé.
— P-Pero cómo — su voz muy confundida — ¿se lo comió?
Yuri soltó una risa espontánea, tanto por la pregunta como por la pena. Otabek sonrió y negó.
— Tu hermano está creciendo en la barriga de Yuri y en unos meses más saldrá con forma de bebé.
Yuri sonreía divertido a la explicación de su pareja y al rostro aterrado de Luka. Definitivamente la inocencia era una cosa muy dulce.
Luka quedó mirando a Otabek con sus labios todavía separados.
— ¿Cómo va a salir el bebé? ¿la pancita es el bebé? — no entendía nada — ¿cómo va a salir el bebé? — volvió a preguntar consternado.
— Oh, creo que eso te lo explicaremos cuando seas más grande — respondió esta vez Yuko, temiendo que una explicación de cómo se dan a luz los bebés pudiera ser muy chocante para el niño que ya parecía lo bastante sorprendido.
— ¿Está todo bien? — preguntó el alfa a la chica.
— Sí. No veo nada malo. — se inclinó un poco ante la atenta mirada de Yuri — tu piel se está estirando, te salieron un par de estrías.
Yuri arrugó la nariz disgustado con esa noticia que, por su posición desde arriba, no podía observar. Suficiente tenía con estar gordo y ahora tenía marcas en la barriga.
— Tu cachorro es pequeño, por eso tu barriga en los primeros meses poco y nada se notaba, pero es en este período de tu embarazo que tu panza empezará a crecer mucho más. A partir del sexto mes el bebé se empezará a acomodar de forma cefálica, o sea, con la cabeza hacia abajo, ¿no has tenido otros dolores en el abdomen?
Yuri negó con la cabeza. Yuko de pronto sonrió.
— Tienes que estar atento, de seguro empezará a patear.
— Lo he intentado notar, pero es un flojo, apenas se mueve — dijo molesto el Plisetsky.
— Típico de felinos, ¿no tienes problema con la lactancia?
— También me duele — hizo una mueca.
— Pero no estás goteando ¿cierto? — Yuri volvió a negar.
— ¿Eso es malo? — preguntó preocupado.
— Oh, no. El dolor significa que tu pecho se está hinchando por la lactancia, es normal si gotea o si no lo hace. Aún así, esperemos que no lo haga porque podría ser incómodo para ti. — el omega asintió, bajando su camiseta y empezando a ponerse su abrigo.
— ¿Hay algo que pueda hacer desaparecer el dolor? — preguntó Otabek.
— No lo creo, pero intenta no cargar objetos pesados — dijo dirigiéndose a Yuri — si puedes masajearte con las manos o que Beka lo haga por ti antes de dormir, y al hacerlo, intenta dormir de costado. Puedes intentar mantener una buena postura al caminar... pero yo te recomendaría que empezaras a moverte como híbrido, es posible que soportes mejor el peso a cuatro patas.
— ¡Beka! — el nombrado se asomó para ver que uno de sus compañeros lo llamaba — ¿puedes venir a ayudarnos, por favor?
— ¡Ya voy!
— Yo también debería ir — murmuró Yuko.
— Ya váyanse — resopló el omega, Luka todavía lo miraba curioso — yo estaré bien, solo necesito descansar un rato.
— Recuerda tomar mucha agua, ¿bien? — acotó Yuko antes de irse corriendo.
— Sí, sí.
— Vuelvo luego — le dijo Otabek, inclinándose y dejando un beso en su frente y otro en la de Luka.
Cuando quedaron solos, Yuri se recostó de costado, como le había indicado Yuko, y palmeó a su lado para que Luka se recostara con él. El niño obedeció y se acercó a él.
— ¿Papá?
— ¿Si? — musitó cerrando sus ojos.
— ¿De veras tendré un hermano?
Yuri sonrió y asintió con la cabeza. Mantenía sus ojos cerrados, pero sabía exactamente la carita que Luka hacía.
— ¿Papá? — de nuevo — ¿cómo se hacen los hermanos?
— ¿A qué te refieres?
Luka frunció el ceño, pensando mejor su pregunta para ser entendido de forma clara.
— ¿Cómo hiciste a ese bebé... allí? — preguntó refiriéndose a su abdomen.
Yuri abrió sus ojos, viendo el rostro de Luka muy cerca del suyo. Sus ojos aún confusos, tenía unas pecas en sus mejillas casi imperceptibles que a Yuri siempre le habían parecido adorables. El omega embarazado sonrió con tranquilidad, pensando ¿por qué calentarse la cabeza en explicar esas cosas?
— Cuando llegue tu papá Beka le preguntas — dijo con un tono burlón en la voz, imaginando el rostro avergonzado de su pareja — ahora cierra tus ojos y descansa un rato.
¡Gracias por leer!
