Xi

Fue como ver a dos manchas corriendo directo hacia una colisión frontal, pero en cuanto se encontraron, todo se volvió una maraña de rugidos y felinos azotándose contra la nieve unos con otros.

Yuri aguardó sosteniendo la mano de Luka, mirando atento al más mínimo detalle. No distinguía a Otabek, por un intervalo de segundo vio a Isabella deteniendo a tiempo a un felino que quiso correr hacia ellos. Yuuri a su lado seguía agazapado, jadeando y con fiebre, sus hijos habían intentado cubrir el aroma de su padre con el suyo, pero era en vano, el dulce aroma acaramelado era como una bofetada en el rostro que incitaba a los más hambrientos a ceder desesperadamente a hincarle el diente a tal delicia; estaba en su naturaleza la atracción a ese tipo de aromas tan delicados y ninguno que no tuviera una constante convivencia con tal aroma podía dominar su autocontrol a querer hacer suyo al omega en cuestión.

La pelea era una victoria segura para el clan, pero nadie aseguraba que todos salieran ilesos.

Viktor sintió tres mordidas en su lomo y alguien que le ayudó a quitarse a un puma de encima. Atacó al que tenía bajo su cuerpo y que a zarpazos intentaba reincorporarse, daba gruñidos espeluznantes y parecía convulsionar por lo enloquecido que lo ponía el ambiente dulce. Le mordió el cuello perforándolo con sus colmillos y saboreando el asqueroso sabor a alfa en su paladar. El animal batalló más duro para poder zafarse, pero el lobo volvió a morder y terminó desgarrando con su mandíbula un trozo de carne, dejando el rojo vivo desangrar tiñendo la nieve.

Se separó y en un súbito segundo, Nikiforov lo dislumbró. Una punto blanco en el cielo gris. Maka había llegado.

Sintió un ligero frenesí de recibir al ave, por lo que en cuanto se reincorporó con el hocico y las patas bañadas de una nauseabunda sangre, se dirigió a ayudar a sus compañeros para lograr salir luego de ese lío.

Michelle también avistó a Maka, pero notó que el ave hacía el ademán de planear ligeramente y luego volvía a volar con dificultad. No habían árboles cerca, de seguro se hallaba cansada.

— Quiere bajar con Viktor — murmuró y Sala, a su lado, nerviosa, lo miró confusa.

— ¿Qué dijiste?

— Maka quiere bajar con Viktor, la van a matar si hace eso — le dijo con un sutil pánico en la voz, apuntando al animal en el cielo.

Un horripilante llanto ronco y desaforado se escuchó haciendo temblar a los hermanos y los omegas que aguardaban a su lado. Mientras Luka se aferraba a su mano, Yuri sintió el vello de su nuca erizarse reconociendo bien los lamentos que alguna vez escuchó en la devastada ciudad Omega y en su natal Gamma. Apretó más fuerte la mano de Luka, como alguna vez hizo su hermano Sergei al escuchar cómo los alfas en el patio comían a su madre.

Entre todo ese embrollo de híbridos, alguien estaba siendo devorado.

La desesperación de sus estómagos vacíos abordaba de tal manera a los pumas clandestinos de la Cordillera que el canibalismo fue su intento más desesperado.

A esa distancia, ninguno de los omegas pudo vislumbrar al atacado entre tantas patas, pero sí escucharon claramente los rugidos de sus compañeros y comprendieron que era uno de su clan. Era la primera baja que tenían desde hacía meses y todos supieron que aunque solo fuera un camarada, era una baja significativa estando en su complicada situación.

Otabek, entre ese nido de mordidas y ataques, intentó sacar el cuerpo de su compañero que agonizaba, pero le resultó una tarea imposible; el coyote en cuestión tenía una mordida en su cuello que salpicaba sangre y tenía el estómago abierto. Empujones iban y venían, y cuando un puma rabioso logró colarse entre los cuerpos que luchaban por quién ganaba el paso hacia su destino, Altin tuvo que soltar el cuerpo que arrastraba.

Detuvo al puma a medio camino y solo porque saltó sobre él. Yuri contuvo la respiración, sus manos apretando fuertemente la mano de Luka y su propio abrigo. Lo que vino no fue mucho mejor.

El puma cedió al mismo pecado que su compañero e intentó morder a Otabek en el cuello, justo sobre su garganta. La pantera hizo un movimiento extraño, desequilibrando y desviando el ataque hacia su hombro, donde rugió por el feroz mordisco que lo dejó sangrando.

Yuri respiraba erráticamente, sentía el grito atrapado en su garganta, pero no podía sacarlo y eso dolía.

Sala fue la que actuó por inconsciencia y corrió hacia su amigo. Michelle habría hecho lo mismo de no ser el último alfa que quedó cuidando a los tres omegas de su clan.

La loba saltó a la espalda del puma y le mordió una oreja, sus colmillos perforando la piel y rasgándola hasta partirla en dos. El puma rugió, pero su llamado no fue correspondido puesto sus compañeros ya estaban demasiado atrapados como para preocuparse por alguien más que no fueran ellos mismos. Otabek logró liberarse, sintiendo su hombro arder, por suerte entre él y Sala lograron retener al felino a tiempo.

Yuri pudo respirar una vez lo vio a salvo, pero la herida en su hombro se veía muy mal y eso no detuvo su preocupación. Era una mordida profunda en toda su regla, la sangre escurría en un corte rojo e irregular y enjugaba su pelaje negro cayendo por su lomo hasta sus patas, manchando también la nieve por la que se devolvió cojeando para ayudar a su clan con los últimos detalles.

Cuando el último enemigo cayó, tuvieron catorce pumas tirados y arrullados sobre la nieve y ellos quedaron exhaustos por la batalla, por el susto y por sus bajas. Un coyote y un guepardo del clan no lograron sobrevivir.

Viktor se sentó en la nieve a respirar agitado. Su boca sabía a sangre alfa, Maka reposaba en su hombro, pero no tuvo ganas de abrir en mensaje de inmediato.

El coyote ya había dejado de respirar hace mucho. Pero el líder se quedó al lado del guepardo que respiraba cada vez más lento, tenía una herida profunda en el estómago y había perdido un ojo. Las manos de Viktor se mancharon de sangre, pero no dejó de acariciar despacio la quijada del felino sino hasta minutos más tarde, cuando dejó de temblar y su alma pasó a mejor vida.

En un acuerdo tácito arrastraron ambos cuerpos de sus camaradas para enterrarlos en la bajada de la empinada montaña donde se encontraban. Cavaron a manos desnudas entre la nieve y la tierra, con el deseo de que nadie nunca los hallara, nadie nunca utilizara sus pieles para el tráfico, eso era lo más que podían hacer por ellos. Sala buscó piedrecillas blancas por todo el lugar y con ellas dibujó sobre ambos montículos de tierra una pequeña flor para cada uno.

Yuko atendió a sus camaradas heridos. Algunos más ilesos que otros, pero todos igual de adoloridos. Deseó haber tenido más implementos que agua y algunos paños para asear las heridas de sus amigos, mucho más cuando vio el hombro de Otabek, que parecía tener la herida más fea. Nadie envidió al pobre muchacho, ni siquiera ella que había conseguido algunos rasguños cerca del rostro.

— Necesitarás sutura — le dijo con una mueca de dolor.

La carne habría sido arrancada de no haber sido por Sala. Las fauces del puma se le marcaban en el hombro de piel bronceada y Otabek apenas podía hacer movimientos con el brazo.

— Es posible que encontremos cosas útiles en la base de Xi — le había asegurado Viktor, que cargaba a Yuuri en su forma de zorro entre sus brazos.

Momentos atrás había desenvuelto la respuesta de Yakov. Ahora todos sabían que tendrían refuerzos y solo sería cosa de sobrevivir ocultos. Cuando llegaran al destino Viktor enviaría la coordenada final con Maka porque el ave también necesitaba descansar antes de otra travesía.

Yuri y Luka se habían pegado a Otabek. El niño había llorado un tanto porque había estado muy asustado, pero su padre lo había felicitado por haberse mantenido al lado de Yuri y comportarse como todo un valiente. Solo cuando Luka siguió avanzando a un lado de Michelle, Yuri se atrevió a frotar su rostro contra el cuello de su pareja.

— No llores tú también — le había dicho un risueño Otabek, a pesar del muy mal rato que acababan de pasar.

Oh, el alfa no se imaginaba cuánto Yuri se estaba aguantando las lágrimas.

— ¿Te duele mucho? — preguntó con voz temblorosa, elevando sus ojos llorosos hacia él. Había querido fingir tranquilidad lo mejor posible ante su hijo, para no asustarlo más, pero en ese momento cuando estuvieron ambos solos Yuri no pudo controlarse del todo.

— No duele tanto, Yura, no te preocupes. No ha sido mucho.

El omega frunció el ceño, ¡por supuesto que se preocupaba! estuvieron a nada de perforarle la garganta a su pareja y él decía que no era mucho. Estúpido alfa.

Se pegó a él mientras caminaban casi al final de la fila que hacía el clan para atravesar unas quebradas. No lo dijo en voz alta, su orgullo no se lo permitió, pero había temido por Otabek; pudo haber perdido al padre de sus hijos justo frente a sus ojos y había temido mucho.

Primero cuando no llegó junto al clan en Yplison y segundo la pelea contra los pumas. Sentir que le arrebataban a Otabek era como sentir que le arrancaban un pedazo de pecho, como si le apretaran la garganta tan fuerte que se ahogara en la desesperación de no poder hacer nada. Se sentía tan horrible que no quería experimentarlo nunca más en la vida y temía por el día en que esa mareante sensación de pérdida lo volviera a azotar porque sabía era muy probable que volviera a ocurrir considerando el mundo que los rodeaba y la situación en que se encontraban.

— Te amo — murmuró contra su brazo — te amo mucho.

Otabek apretó los labios y aguantó un quejido cuando su compañero tiró de su abrigo, pasando a llevar ligeramente su herida. No obstante, no lo alejó, él más que nadie sabía lo desesperante que era sentir estar a punto de perder a quien más amaba y también sabía del alivio por el que Yuri estaba pasando. No lo dejaría privarse de lo que su corazón sentía.

Con cuidado, Altin pasó a Yuri hacia la pared, quedando él al lado del barranco. Así pudo rodear al chico con su brazo sano.

— También te amo — correspondió dejando un ligero beso perdido entre sus cabellos.

Viktor iba un poco más atrás junto a Yuuri entre sus brazos. El omega en su forma de zorro intentaba dormir, pero era tan incómodo que no podía conciliar el sueño y se removía con pesadez.

Viktor sentía demasiado no poder hacer más por su pareja que solo cargarlo, fue justo cuando se lamentaba mentalmente por ello, que sintió el pequeño lametón de Yuuri en una de sus manos.

El muchacho ártico chilló despacio.

No hagas esa cara.

El alfa soltó un ligero jadeo a modo de risa. Yuuri era tan lindo. Acarició a lo largo de su nariz, aquel punto negro entre tan mullido pelaje blanco y detrás de sus orejas, esas dos montañas redondeadas.

— Siento no poder atenderte mejor — se disculpó casi por enésima vez.

Y como en todas sus respuestas anteriores, Yuuri solo lamió sus manos y cerró los ojos, acobijándose en su pecho.

No le importaba si Viktor no pudiera complacerlo en medio de su celo, lo único que le importaba en ese momento era que al menos el alfa que amaba lo estaba cuidando y él se hallaba entre su brazos. Era difícil controlar su aroma, pero confiaba en que Viktor lo protegería, así que no tenía nada de qué preocuparse, porque todo estaba bien si estaban juntos.

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.

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No tuvieron más altercados en el camino. Como había asegurado anteriormente Viktor, todo se hallaba desierto, cubierto de nieve, un frío atroz, pero libre de peligros.

El celo de Yuuri se detuvo paulatinamente y duró casi una semana y media, pero ya estaba mucho mejor gracias a las atenciones de su pareja y de Yuko que ayudó a que su fiebre no fuera a mayores.

Viktor se había reído del omega que insistía en querer ser cargado a pesar de que ya no lo necesitara, le hacía gracia y ternura que el zorro ártico chocara contra sus patas y lo hiciera tropezar en son de juego.

La carne de los jabalíes había durado lo que tenía que durar, pero para suerte de ellos el camino había estado poblado de chinchillas y animales pequeños que subsistían en el frío. Pequeños bocadillos que los habían ayudado a alimentarse. El agua nunca les hacía falta, habían procurado llenar todos los recipientes que tenían con el agua del río después de hervida para evitar intoxicaciones. Para ahorrar, algunos derretían un poco de nieve, pero era lo menos puesto era posible que aquella agua, una vez destilada y bebida en grandes cantidades, pudiera darles anemia o ser tóxica.

Llegaron a la base de Xi para cuando Yuri cumplió los siete meses de embarazo. La espalda del omega dolía cada vez más y cuando se sentaba el chico no podía explicar el alivio que sentía. Su vientre estaba muy abultado, más que antes. El cachorro, que no había dado muestras de vida sino hasta el sexto mes, ahora era un felino demasiado inquieto que respondía -sobre todo- a los estímulos de su familia. Ya reconocía la voz de Luka, por supuesto también la de Yuri, pero era la voz de Otabek la que enloquecía al cachorro. Cada vez que el alfa tocaba su vientre y le hablaba a su hijo, Yuri tenía que aguantarse las patadas y la fiesta que hacía el cachorro dentro de su vientre. Pero todo ese calvario valía la pena si podía sentir la felicidad de su hijo y la de su pareja tan sonriente.

Cuando Yuri avistó la base de Xi, quedó boquiabierto. Parecía un castillo abandonado en medio de la nada, imponente, de gruesos ladrillos grises entre un montón de nieve blanca. Yuri nunca había visto nada así, para ser sinceros, nunca había visto una base de enclaustramiento.

— ¿Las bases de los betas siempre son así? — preguntó a Yuuri Katsuki, que iba a su lado a medida que se acercaban cada vez más.

El muchacho azabache negó, también un poco boquiabierto.

— ¡Es inmensa! — exclamó mirando a Viktor, que iba un poco más adelante.

El líder volteó y asintió con una sonrisa. Sí, definitivamente podrían encontrar algunas cosas útiles allí además de cómodo hospedaje.

— Generalmente son más pequeñas, pero esta es muy grande — respondió hacia Yuri esta vez.

El omega, que ya empezaba a sentir el dolor agudo en su espalda y tuvo que tomar su forma híbrida, miró asombrado la torre que se alzaba a menos de doscientos metros de ellos. Desde el terreno plano y cubierto de nieve por el que caminaban, se podía divisar claramente las murallas altas de aura sobria y que rodeaban el campus de forma curva e irregularmente. Si no se equivocaba, aquella abertura a un costado se trataba de la puerta derribada años atrás, ahora quedando tapada hasta la mitad por una espesa capa de nieve que la hacía parecer pequeña. Los pasillos donde se supone deberían estar los cadetes centinelas estaban abandonados y la estructura rectangular -del mismo material- que crecía en medio del campo cerrado se trataba del ala principal donde en su momento residieron los betas.

Altin miró a su pareja que avanzaba metros más adelante de él. Caminaba con cierta dificultad y cada vez que movía su pata delantera para caminar sentía que la herida en su hombro se abría y tirada. Ni decir del frío que lo calaba, estaba tiritando.

— ¿Estás bien? — le preguntó una de sus compañeras que lo acompañaba a custodiar la retaguardia del clan.

La pantera cerró los ojos y asintió, pero no fue muy convincente.

— Déjame ver eso, Altin — le dijo la muchacha.

Su compañera de clan se agachó junto a él y despacio descubrió el paño manchado que cubría su herida. Otabek pudo avistar una mueca en su rostro que no indicaba nada agradable, pero antes de reclamar que su revisión -aún si solo estaba viendo- le dolía, un súbito mareo le sobrevino y tuvo que recostarse en medio de la nieve. Un crudo escalofrío le recorrió la espina dorsal y el dolor en su cabeza se acentuó.

— Mierda — masculló la chica mientras otro lobo custodiando la retaguardia se acercó alertado — ¡Yuko! — llamó la chica hacia adelante — ¡Yuko!

Yuko se asomó entre varias cabezas curiosas y en cuanto vio una mancha agazapada en la nieve, se devolvió corriendo hacia donde era llamada. Lo mismo ocurrió con Yuri, que asustado había corrido junto a la chica, ambos dificultados por la espesa nieve.

— ¿Qué pasó? — preguntó arrodillándose al lado de la pantera — joder, Beka, cómo tienes esto — murmuró.

Pero el chico no tenía muchas ganas de protestar. Lo admitía: hasta ese punto llegaba su fuerza de voluntad, ya no podía fingir que todo estaba bien. Sintió las manos de Yuri acariciando su peludo rostro con preocupación, oh, lo último que quería era hacer pasar malos a ratos a Yuri que bastante tenía con su embarazo.

Yuko hizo una mueca parecida a la de su compañera al revisar la herida de Otabek, pero no dijo mucho más. Miró de soslayo a Yuri y suspiró.

— Alec, ¿crees poder ayudar a caminar a Otabek?

El lobo asintió y tomó su forma humana. Un chico joven, un poco mayor que Otabek y de piel morena que ayudó a reincorporarse al alfa herido y que, en cuanto también tomó su cuerpo, el lobo pasó su brazo por sus hombros.

— ¿Qué pasó? — preguntó Viktor llegando preocupado, mirando de pies a cabeza a Otabek que arrugaba la nariz por la tensión de su cuerpo.

Yuko se lamió los labios y dejó que sus compañeros se alejaran un poco, sobre todo Yuri porque no quería hacerlo preocupar demasiado.

— Creo que se le infectó la herida — confesó preocupada.— ¿en verdad crees que en la base encontraremos cosas para curarlo? Necesita sutura...

— Siempre tienen una sala donde un cadete médico guarda medicamentos y cosas así — la tranquilizó — vamos, es mejor llegar rápido para registrar el lugar.

Ella asintió. Ambos tomaron a sus híbridos y pasaron a sus compañeros con zancadas veloces, acercándose cada vez más a su última parada.

Tras largas semanas, por fin habían llegado a la base de enclaustramiento de Xi.


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