Prematuro
Fue súbito. Otabek se puso de pie y Luka resbaló de sus piernas, cayendo de pie en la nieve. La pantera corrió hacia su compañero con un nudo en la garganta y el corazón latiendo en sus oídos. Cualquier sonido dejó de ser hasta que sostuvo a Yuri que había empezado a retorcerse mientras gimoteaba.
— Me duele — gimoteó Yuri con los ojos cerrados, soltando sollozos y respirando irregularmente — me duele, Beka, duele — el omega se agarró a su chaqueta fuertemente, tirándolo.
Sala y Michelle se acercaron, la primera se mantuvo con Luka que había empezado a llorar asustado por su padre y Michelle se agachó junto a Yuri preocupado.
Otabek llevó su vista temblorosa hasta las piernas de Yuri. Estaba mojado y su nariz pudo distinguir un leve, pero alarmante, aroma a sangre. Se aterró. El recuerdo súbito de algo parecido en el pasado, pero con su amiga Mila, lo azotó.
— ¡Llama a Yuko! — le gritó a Michelle, intentando no ser arrastrado por el pánico — ¡Yuko! ¡Yuko!
Pero la muchacha no se asomaba desde el primer piso. Debía estar en los pasillos de la muralla, por donde había salido Michelle disparado.
Eso no podía estar pasando.
Yuri ya no podía formular palabra por el dolor, solo balbuceos inconexos.
El dolor era horroroso, nada comparado con las leves molestias tirantes que hasta el momento había sentido, estas punzadas en el vientre bajo dolían tanto que lo hacían llorar. Era como si su piel se estirara y se estuviera rompiendo. La presión en la pelvis era como si tuviera un gran peso encima. Intentaba ahogar sus gritos y gemidos mordiendo su mano cuando Otabek lo tomó en brazos, sintiendo en ese rápido movimiento otra punzada en la que volvió a tirar la chaqueta del alfa.
Volvió a buscar la mirada de su compañero, pero este iba concentrado en el camino, tan preocupado de Yuri como de su hijo. El omega, presa del dolor, terminó cerrando los ojos mientras jadeaba aguantando las fuertes contracciones, su subconsciente angustiado por lo que podría pasarle al cachorro en su vientre.
— ¿Beka, qué pasó? — preguntó Yuko apareciendo en la puerta, jadeante, apenas unos segundos tras Otabek dejara a Yuri sobre la cama.
— Se cayó por las escaleras, Yuko, dice que le duele, por favor ayúdalo — dijo con la voz más compuesta que pudo.
La muchacha solo tuvo que sentir el aroma del lugar; el líquido y la sangre mezcladas y la condición riesgosa de su amigo para saberlo: el bebé ya no podía mantenerse más en el vientre de Yuri.
— Mierda... — musitó.
Se asomó rápido por las escaleras, ante la mirada angustiada de Otabek. Yuri estaba agarrado -todavía- a los brazos del alfa y se negaba a soltarlo mientras gimoteaba.
— ¡Yuuri, Yuuri!
Desde abajo se escuchó un "¿qué?".
— Necesito ayuda, por favor, trae algunos paños, agua tibia y un poco de fría también. Beka, sácale los pantalones.
Otabek tragó en seco, temiendo lo que eso significaba. Asintió, pero apenas intentó separarse Yuri volvió a sollozar.
— No, no me dejes, Beka, n-no me dejes.
El corazón del alfa se apretó ante esas palabras e intentó tranquilizar a su pareja. Le acarició la mano y dejó un beso en su frente ante los ojos llorosos de Yuri.
— No iré a ningún lado, Yura, me quedo contigo.
Comenzó a quitarle las prendas con algo de dificultad puesto Yuri no dejaba de temblar y estaba muy tenso. Los blancos muslos estaban húmedos y manchados con una sutil estela de sangre.
Yuuri se asomó ligeramente hacia el tercer piso, al ver a Yuri en la cama se asustó e intentó preguntar qué pasaba, pero Yuko lo despidió, urgiéndole a que se diera prisa.
Yuko volteó y miró directamente a Otabek.
— Yuri va a tener al bebé. — apuntó al omega y agregó — el abrigo también, Beka.
— ¿Q-Qué?
— ¡Rápido, Beka!
Otabek se tuvo que tragar cualquier sentimiento temeroso o negativo que pudiera contagiar a Yuri porque en esos momentos él debía ser su pilar más fuerte.
Apoyó a Yuri en su pecho y comenzó a quitarle el abrigo, dejándolo solo con la camiseta que se estiraba cubriendo apenas su vientre tensado.
Yuko puso una sábana limpia en las rodillas flexionadas del Yuri. Era un omega joven y era primerizo, lo que menos quería era que Yuri se desmayara por las vistas, lo mismo corría para Otabek que se veía un poco pálido.
No obstante, en cuanto Yuko intentó abrirle las piernas, Yuri se negó.
— ¡No! — gritó afianzándose a los brazos de Otabek — ¡No!
— Todo estará bien, Yuratchaka — le aseguró su compañero, acariciando su antebrazo, con la voz más calmada que pudo — tenemos que hacer lo que dice Yuko.
Yuri buscó sus ojos, tembloroso, tenía la mirada vidriosa y sus mejillas húmedas. Negó frenéticamente con la cabeza, sus labios temblaban.
— Yuri, el golpe desgarró la membrana alrededor del bebé, tenemos que sacarlo.
— Tengo ocho meses, solo ocho meses, no puede nacer, t-todavía no puede nacer — dijo con un hilo de voz, trémulo y terco, las lágrimas bajando por su angustiado rostro.
Yuko miró suplicante a Otabek, sabiendo que en esos momentos el único que podía convencerlo era él.
— Yura, el cachorro tiene que nace...
— ¡No va a nacer! — volvió a gritar Yuri con voz aguda, hundiéndose en los brazos de Otabek que se hallaba inclinado hacia él en la cama y arrodillado en el suelo — no puede, no puede, todavía puedo aguantar, todavía, t-todavía...
El omega ahogó otro grito. Las contracciones solo lograban ser más y más dolorosas y le comenzaba a doler la cabeza.
— ¡Tiene ocho meses, todavía le falta, Beka dile! — había empezado a sollozar desesperado.
Yuuri llegó justo a tiempo a la habitación con lo que le habían solicitado.
— Quédate, necesitaré ayuda — le dijo Yuko, muy preocupada porque Yuri ya había roto fuente y se negaba a proceder al parto — Yuri, tenemos que hacerlo ahora, por favor...
— Yura, haz lo que dice Yuko y todo estará bien — volvió a pedir Otabek, mientras Yuri negaba con la cabeza.
— Yuri, abre las piernas, sabes no te haré daño — insistía Yuko, un tanto frustrada.
— No quiero, no, no, no quiero...
La respiración de Yuri se volvió mucho más irregular y acelerada. Otabek lo notó y notó también cuando Yuko, en un desesperado intento porque Yuri cediera, forzó las rodillas del omega para que abriera las piernas.
— ¡No le hagas eso! — le gritó a la muchacha, mostrándole los dientes.
Otabek sabía que de ese modo solo lograrían asustar más a Yuri. Yuko recordó lo que ese pequeño movimiento significaba para el omega y se disculpó con la mirada.
El alfa se frotó el rostro con su mano libre y suspiró.
— Yura, mírame, por favor — el chico negó — ¡Yuri, ya para!
Su voz fue la orden de un alfa y en el trémulo estado de Yuri, este no pudo evitar obedecerlo. Le partió el corazón en mil pedacitos ver a a su pareja tan indefenso, pero sabía que tanto Yuri como el cachorro iban contra el tiempo.
— Yuratchka, mírame — el apodo pareció surtir efecto puesto Yuri lo miró — quiero que le hagas caso a Yuko, sabes que ella nunca te haría daño, mucho menos Yuuri. Y yo estoy contigo y nuestro cachorro pronto lo estará también — lo miró a los ojos y le acarició el rostro — ¿es que no quieres cargarlo entre tus brazos y presentarle su nuevo hermanito a Luka?
Yuri soltó un sollozo y asintió. Salió de su escondite entre los brazos de su pareja, pero tomó la mano de Otabek tan fuerte que este se sorprendió de su fuerza a pesar de que temblara.
Yuuri se puso en la otra orilla de la cama y le sonrió para tranquilizarlo. Le hizo una seña para que levantara la cabeza y sus manos recogieron con parsimonia y un cariño casi maternal sus cabellos, amarrándolos con una liga para que no le molestaran. Ese sencillo gesto acarició los nervios de Yuri y sus lágrimas amainaron poco a poco, obedeciendo lo que le decía Yuko y Otabek. Tener al alfa a su lado y las manos frías de Katsuki tocando su nuca lo tranquilizaron como no tuvieron idea.
Un jadeo y un quejido atorado en su garganta le sobrevino por una fuerte punzada. Era un dolor tan intenso, sentía que se partía en dos y era como si dolorosas garras se arrastraran dentro de sí queriendo abrirlo, sin lograr mucho.
— ¡Deja de hacer eso, Yuko! — le gritó desesperado a la muchacha que le daba instrucciones.
— ¡No te estoy tocando, Yuri! es el cachorro que quiere salir — le respondió la muchacha, quien en efecto solo mantenía ambas manos en sus muslos aguardando el momento de ver la cabeza del bebé.
Ese era el dolor al que tanto había temido y ahora lo estaba desesperando. Deseó poder salir de su propio cuerpo.
— Necesito que pujes, Yuri, que pujes más fuerte.
— No, no puedo — negó con la cabeza, sintiendo que le estallaría por la fuerza y la tensión que mantenía.
— Puedes hacerlo más fuerte, Yura, sé que puedes hacerlo — le dijo Otabek acariciándole la frente, viendo los ojos trémulos de su pareja.
Yuri le hubiese pegado un puñetazo a Otabek por su maldito y calmado tono, pero no tenía voz más que para soltar gritos de dolor. Tenía la mandíbula tensa de tanto apretarla y le estaba enterrando las uñas a Otabek en la mano, Yuuri pasaba un paño húmedo por su frente limpiando el sudor.
Lo que el omega en labor de parto ignoraba era que Otabek también estaba conteniéndose lo más posible para no gritarle, porque parecía que sus manos ancladas le transmitían todo el pánico que Yuri sentía en ese momento.
— ¡Veo la cabeza!
El alfa dio un respingo y sintió su corazón taladrar su pecho, emocionado. Intentó mirar, pero la sábana se lo impedía, así que volvió a su pareja con una sonrisa ansiosa.
— Lo estás haciendo bien, amor, lo estás haciendo muy bien.
— Beka... — el omega volvía a buscar sus ojos, encontrándolos al instante.
El dolor de estar dando a luz era tan abrasante que Yuri se comenzó a sentir mareado. No le gustaba sentir dolor, era una de las cosas que en potencia no toleraba, por lo que nuevamente sus lágrimas comenzaron a bajar.
— ¡Puja, Yuri, solo un poco más!
Yuuri acarició la mejilla del cansado muchacho y lo animó también.
— Vamos, Yuri, un poco más y tendrás a tu cachorro en tus brazos.
Oh, su cachorro. Sus lágrimas bajaron con más fuerza en sus mejillas pálidas. Todo el cuerpo le dolía, hasta su columna estaba tirante, pero reunió todo el valor que tenía y volvió a pujar con más fuerzas, sintiendo que se desgarraba y los gritos raspaban su garganta. Lo haría, traería sano y salvo a su hijo, aunque se sintiera morir, tenía que hacerlo, quería hacerlo.
— No queda nada,Yuri, ¡ya está saliendo!
Su mano se sentía agarrotada abrazando la de su compañero que miraba expectante hacia Yuko.
Un poco más, solo un poco más y se acabará...
Su hijo estaría con él, entre sus brazos, el hijo que había cargado en su vientre por tantos meses estaría muy pronto con su familia si se esforzaba un poco más.
Sin quererlo mordió los dedos de Otabek, pero este no se quejó. Su otra mano estrujaba las sábanas con fuerzas.
Por un instante el dolor no fue nada, el fuego que abrasaba la salida de su hijo pasó a segundo plano cuando un horrible dolor de cabeza lo azotó.
Un poco más, por favor, un poco más, solo aguanta un poco más, Yuri.
Empujó con tal fuerza que sintió que su cabeza estaba a punto de explotar. Sentía un horrible zumbido en sus oídos.
— ¡Lo tengo!
Escuchó de pronto a su amiga, pero no se vio capaz de levantarse, se sentía muy débil, ¿era su idea o el aire de la habitación se volvía escaso?
— ¡Es una niña!
Otabek saltó emocionado por ver a la hija que ambos habían concebido y que Yuko procedió rápidamente a masajear en el pecho para que soltara su primer llanto.
Pero Yuri no escuchó mucho más, el zumbido en sus oídos se hizo insoportable y su vista se fue apagando de a poco.
Otabek sintió cuando la mano de su compañero soltaba el fuerte agarre que había estado manteniendo en la suya. Y la sonrisa se le borró de golpe cuando vio que Yuri cerraba los ojos.
— ¿Yuri? — preguntó trémulo.
Beka...
El chico agitó su mano, meneó su hombro. No hubo respuesta. Otabek sintió que le pateaban lejos el corazón.
Yuuri observaba asustado a su amigo y Yuko intentaba reanimar al cachorro que no estaba dando señales de respirar correctamente.
— ¡Yuri!
¡Gracias por leer!
