Infections of a different kind

La nieve se les hundía hasta la mitad de las patas y comenzaba a serles ligeramente dolorosa. No conocían el camino por el que corrían, pero sabían era la única -posible- salida.

No se habían cruzado con nadie más de los Nikiforov y Otabek comenzaba a urgir, sentía su latidos desesperados y la angustia carcomerle cada partícula de su aparente calma. Vio los ojos claros de Yuri voltear una vez más hacia él, como para asegurarse de que los seguía.

Altin tenía el dilema en la cabeza y la desesperación le hacía doler el corazón.

Jean ya había cogido su rastro e iba tras ellos.

Habían echado a correr en una alerta tácita, pero para Otabek no hubo duda alguna de que quienes iban corriendo frente a él también se hallaban alterados. Huían casi como si una inminente amenaza bajo tierra en cualquier momento pudiese emerger y jalarlos de las patas hacia abajo, hasta lo más profundo de la tragedia.

Jean viene detrás de nosotros, pensó, pasando saliva.

Pero su miedo no era Jean Jacques Leroy en sí, su miedo era si eran atrapados todos juntos.

Y estaba casi seguro de que Jean venía acompañado.

Jean está atrás de nosotros y yo no estoy haciendo nada por detenerlo.

¿Qué pasaría si cazaban a Yuri? los hermanos Nikiforov eran lobos jóvenes, no estaban tan bien entrenados para pelear. ¿Qué le haría Jean a Anna si descubre su existencia? ¿O cuando descubriera a Luka? ¿acaso reconocería que por las venas de ese niño corría sangre Leroy?

Vio al pequeño leoncillo correr tras el rastro en la nieve que dejaba Sala. Una inminente sensación de tristeza, ternura y presión se le situó en el pecho. Era complejo, se extendía a lo largo de su tórax, como un malestar, y hacía arder sus ojos.

Joder... era sofocante.

Su pecho quemaba, así que fue en ese mismo instante que tomó su decisión.

No debían alcanzarlos a todos juntos. Él no lo dejaría pasar.

Doblaron por una cuesta, los pinos seguían siendo espesos y pudo vislumbrar, a través de las curvas del blanquecino y verdoso camino, la siguiente cadenas de montañas cordilleranas que se alzaban con ímpetu a un par de alcanzables kilómetros.

Se detuvo en seco y se sacudió las manos cuando recuperó su forma humana. Tenía los pies entumidos, pero ya se aseguraría de obligarse a seguir corriendo.

Los demás siguieron un par de metros hasta que el omega se percató de que las patas de la pantera ya no los seguían. Otabek se había detenido con la respiración agitada y tenía las mejillas y la nariz rojas por el frío.

Se miraron por pocos segundos y solo eso bastó. Yuri sintió el chispazo doloroso y ardiente en su pecho. Antes de que Otabek hablara, las patas del leopardo se devolvieron, como si leyera lo que estuviera pensando su compañero.

¿Cómo me conoces tan bien?

Los ojos de Yuri calaron los suyos con angustia y negación. Cuando estuvo a su lado, la pálida mano del omega jaló de la chaqueta del alfa hacia adelante.

Sala, Michelle y Luka se detuvieron un par de metros más allá, volteando curiosos y agitados.

— Vamos...

— Vete con ellos, Yura — le dijo con dulzura en la voz.

Si podía hacer tiempo para su familia, entonces ese era el momento.

Si había una mínima posibilidad de resguardarlos, Otabek quería alcanzarla.

— ¿Qué demonios dices? — la voz sonando como un susurro incrédulo — no digas tonterías y vamos.

Yuri volvió a tirar de su chaqueta, pero Otabek no avanzó y eso agitó a Plisetsky.

Había tanta convicción en el alfa, que de pronto Yuri temió mucho no poder hacer nada para poder hacerlo avanzar. Tragó y frunció el ceño mientras miraba fijamente a su pareja.

— Otabek, vamos.

Su voz intentando sonar dura, fallando en el acto.

— No, Yuri — Otabek le echó un vistazo a los hermanos Nikiforov y negó con la cabeza para que no se acercaran... porque no valía la pena, su decisión estaba tomada — tienes que irte con los chicos, tienes que irte ahora.

Yuri sintió cómo el aire se le hacía pesado y su corazón se comprimía. Otabek no podía estar haciéndole eso.

— No seas tonto, tenemos que estar juntos, tenemos que... — el alfa puso su mano sobre la suya despacio.

— Yura...

— Otabek... — volvió a pedir a susurros dolorosos.

Volvió a tirar de su chaqueta con desesperación, apretando la mandíbula para batallar con el dolor en su corazón que comenzaba a extenderse angustiosamente.

Otabek tragó duro, pero se mantuvo firme. Sintió una punzada quemante desde su garganta a su pecho cuando vio que, a pesar de fruncir fuertemente el ceño, los bonitos ojos de Yuri se anegaban en lágrimas mientras sus labios se volvían una línea trémula.

Aspiró el aire congelado, sus pulmones llenándose de hielo. Soltó cálido y tomó el rostro de porcelana despacio, le acarició una salina lágrima con su pulgar.

— Yuri, tienes que irte.

— Otabek, por favor...

— No, no es momento de llorar, Yura — la voz decidida y dulce resbalando por su boca — tienes que irte y ponerlos a salvo, ¿sí? — dijo haciendo alusión a sus hijos.

Yuri sintió que se ahogaba, ¿cómo iba a hacer eso sin su compañero? Él quería a toda su familia junta. No quería que Otabek se devolviera, no quería que algo malo le pasara. Yuri, de verdad, no quería volver a siquiera pensar en perder pieza importante de su vida.

Su corazón no podría soportar el golpe, no otra vez.

— Otabek, por favor, no hagas esto, no lo hagas... — sollozó.

— Yuri — repuso con fuerza Otabek, tomando su rostro con más firmeza, como si lo reprendiera — ¿los cuidarás, Yuri? ¿lo harás? son nuestros hijos, ¿cuidarás a nuestros hijos, o no?

Los sollozos de Yuri herían a Otabek, el precioso rostro del chico se contraía como si estuviera recibiendo un doloroso puñal por parte de su amado.

Sin embargo, Altin logró lo que quería. En cuanto Yuri fue cuestionado por cuidar a sus pequeños descendientes, su cabeza casi de una forma inconsciente asintió de inmediato; asintió a pesar del dolor en su cuerpo y las lágrimas bañando sus mejillas frías.

Asintió porque eran sus hijos, porque eran su familia. La familia que Otabek Altin le había dado. Y los amaba, los amaba con todo su corazón.

— Sí — soltó, cerrando los ojos con fuerza e intentando quedarse con el calor de la mano ajena — claro que lo haré.

— Yo siempre voy a estar con ustedes, no importa cómo, sabes eso, ¿cierto? — el tono compasivo y pasivo en el alfa. Yuri no podía soportarlo, ¿cómo podía hablar con tanta tranquilidad?

Volvió a mirar a Otabek.

— No, por favor, n-no.

No lo hagas sonar a despedida.

Los ojos aguamarinos buscaban los de Otabek con desespero aún cuando la conexión estuviera allí.

Otabek se mantuvo firme y, aunque su corazón doliera, le besó la frente a Yuri y le sonrió.

— Te amo — expresó, porque no sabía si tendría otra posibilidad de decirlo, de siquiera poder volver con ellos — los amo mucho.

Anna, en los brazos de su padre, se quejó despacio.

— Beka...

Pero el alfa se apresuró en apartarse.

— Es hora de que se vayan.

Soltó a Yuri, dejando tibio en donde sus manos antes tocaron.

Yuri negó frenéticamente con la cabeza, buscando su tacto de vuelta.

Sintió el amor en la mirada dolorosa que le dedicaba su compañero.

El frío cuando sus labios se volvieron a abrir para pedirle:

— Mi Yuratchka, corre.

El chico de la piel nevada escuchó su propio corazón romperse en pedacitos.

No...

Una mano en su brazo lo jaló hacia atrás.

Era hora de separarse.

— ¿Papá?

La voz angustiada de Luka llamó su atención.

Fue solo un segundo.

Yuri volteó por el llamado de su hijo que observaba todo muy preocupado y sin comprender nada. Y, cuando volvió la vista hacia los compasivos ojos de su compañero... Otabek yacía corriendo en dirección contraria a ellos.

No, por favor, ¡no te vayas!

— ¡Otabek! — gritó desesperado, impedido por el fuerte agarre de Sala — ¡Otabek! — pero el alfa lo ignoró y siguió corriendo muy, muy lejos de él.

La mancha negra entre las nieves se deslizó como agua entre sus dedos.

Dolía, dolía demasiado.

Yuri sintió que algo se le era arrebatado desde lo más profundo de su alma; como si una mano ardiente se incrustara en su corazón y sacara a pedazos lo más importantes de su vida para arrojarlo lejos, en donde nunca más podría volver a encontrarlo.

Anna comenzó a llorar fortísimo, hundida entre sus brazos, como si estuviera sintiendo la misma herida que sufría en ese instante su padre.

— ¡Tenemos que irnos! — gritó Sala armándose de dureza, obligándolo a caminar, no dejándolo volver atrás.

Yuri cayó en un pozo profundo de agitación y aturdimiento, respiraba muy rápido, su cerebro no aceptaba lo que acababa de pasar. Sus rodillas temblaban y su garganta de un momento a otro se cerró; no había más suspiros que para su llanto. Ni siquiera podía hablar.

Sala, afligida, seguía tirándolo para que caminara más rápido.

— Mickey ¿a dónde va papá? — Michelle miró a Luka cuando le preguntó. Esos grandes pedazos de ojos azules cristalizados mirándolo con inocencia y preocupación.

El chico no supo qué responderle, todavía abrumado con la partida de Otabek. Apenas y negó con la cabeza.

— Va-vamos, Luka... tenemos que ir más rápido — dijo con un hilo de voz.

Yuri, ahogado en su llanto, apretó a su hija contra su pecho. La nena seguía gritando.

Otabek dejó de verse en cierto punto.

A la pantera se lo tragó la nieve.

No había más camino que hacia adelante. Y los pies de Yuri pesaron mucho con cada paso.

De pronto, la nieve ya no le parecía tan hermosa. Para las trizas de su corazón, Yuri la encontró solitaria, hiriente, cruel y fría... tan fría que parecía congelarle la misma alma.

Yuratchka.

...

— Yuratchka.

En los labios de Yuri se formó una fina sonrisa y buscó la voz que lo había llamado así. Otabek se acercaba hacia él con un rostro muy cansado, pero se esforzó y esbozó una pequeña curva en sus labios para corresponderle.

La tarde caía y Yuri se dedicaba a mirar a Luka en el patio desde el primer piso de la torre en la base de Xi. El niño había estado jugando en la nieve con los hermanos Nikiforov; realmente se habían vuelto inseparables, a donde iban los hermanos Luka los seguía y viceversa. Y Yuri había tenido que resignarse a ello a pesar de que todavía mirara a Michelle con cierto recelo por ser, aparentemente, una de las personas favoritas de su hijo.

— ¿Por qué me llamas así?

Preguntó el omega mientras Otabek llegaba a su lado y le tomaba el rostro para besar su sien. El chico se sentó a su lado, sobre la mesa vieja en la que Yuri descansaba, y se apoyó en su hombro mirando el bulto entre sus brazos.

— No lo sé. Solo me pareció lindo.

El chico sintió mariposas en su estómago y hundió su torpe sonrisa tras la bufanda que traía esa tarde. Le había gustado ser llamado así por la sedosa y ronca voz de su compañero.

— Luka le estampó una bola de nieve en la cara a Michelle hace un rato — comentó con diversión a su pareja.

— Sí, sí lo vi desde la torre — respondió con gracia Otabek, pensando que seguramente Yuri había disfrutado mucho de aquello. —¿sigue durmiendo? — preguntó acercando su mano a la abertura donde el rostro de Anna se ocultaba.

Yuri susurró una afirmativa.

— Tomó leche y se durmió... — dudó un poco, pero finalmente soltó — me mordió muy fuerte.

Otabek se separó y miró a Yuri sorprendido.

— ¿Qué? ¿cómo que te mordió?

Yuri torció los labios y arrugó su nariz mientras asentía.

— Lo que escuchaste. Tu hija me mordió con sus encías mientras le daba pecho — Otabek reprimió una sonrisa. Oh, así que cuando la nena hacía sus travesuras era su hija, pero cuando la alababan, Yuri la presumía como suya — ni siquiera tiene dientes y me dolió como la mierda.

La pequeña Anna tenía todos los aires de ser una futura alfa.

— Quizá, también, te dolió más porque aún tienes resentido el pecho con la lactancia.

— Oh, sí, siento que mi pecho podría explotar con lo abultado que está, me duele — reclamó el chico, intentando estirar su espalda en su posición, fallando en su misión. — me siento como una anciana arrugada y flácida, Beka, mis pechos se van a caer en cualquier momento — arrugó la nariz al imaginarlo, Otabek solo soltó una risa y estiró las manos hasta tomar a la bebé.

— Dámela. Debes tener los brazos dormidos.

La pequeña Altin ni se inmutó al ser cambiada de brazos. Su padre incluso la descubrió para poder admirar su rostro al dormir, pero ella no hizo mayor gracia.

Yuri suspiró y aprovechó de estirarse. Los huesos en su espalda tronaron y sintió un alivio que no esperó cuando estiró sus brazos y estos se relajaron notablemente. Anna no era tan pesada, pero mantener sus extremidades en una misma posición por tanto tiempo llegaba a ser un tanto doloroso.

Echó un vistazo por la ventana y sus ojos vieron justo el momento cuando Luka resbaló y cayó de trasero a la fría nieve. Ahogó un jadeo asustado, pero al ver que su hijo estaba bien, frunció el ceño y enfadado sacó la cabeza por la ventana.

— ¡¿Qué esperas para poner a mi hijo de pie, Michelle?! ¡¿es que no lo estás cuidando?! — gritó lo bastante audible como para que varios alfas curiosos se asomaran desde la torre hacia el patio.

El chico Nikiforov quedó rígido y se le subieron todos los colores a la cara al notarse ser el centro de atención. Luka miró con sus labios separados a su padre en la ventana y luego a Mickey, el niño de verdad esperaba ser levantado por él.

Viktor, en lo alto del muro, esbozó una divertida sonrisa por el rostro avergonzado de su hijo. Sala, en cambio, no se contuvo, simuló mirar hacia otro lado, pero su carcajada fue limpia y fuerte.

Yuri iba en camino a volver a gritarle a Michelle para que reaccionara, pero este alcanzó a espabilar y corrió hacia Luka. Levantó al niño con cuidado y sacudió con la cara roja la nieve que se le había quedado en las ropas al menor.

— Gracias, Mickey.

— Sí, sí, no importa — respondió cohibido.

Yuri chasqueó la lengua y volvió a sentarse a un lado de Otabek que mecía a Anna con cariño.

— No seas malo con Mickey — le pidió con una sonrisa — Luka aún es pequeño, caerá y se ensuciará muchas veces, pero ellos lo han estado cuidando muy bien y además a Luka le gusta estar con Sala y Mickey.

Yuri solo soltó un gruñido disconforme.

— Tiene que aprender a ser un caballero con Luka. Tiene muy malos modales.

Otabek rodó los ojos divertido.

— Relájate, Yura.

— Relajarme mis pelotas, ¡dos segundos que me despisto y ya se le cae mi cachorro!

El alfa ahogó una sonrisa tierna. Yuri era tan protector con su familia... y también muy cascarrabias.

— Aún somos jóvenes, te saldrán canas por tanto enojarte, Yura. A veces gritas mucho, ¿no te duele la garganta? — soltó junto a una risa — ya me imagino más adelante, cuando tú y yo...

Pero, de pronto, Otabek calló de súbito al notar la mirada seria de Yuri sobre él. Abrió y volvió a cerrar los labios, sin saber qué decir y desviando la mirada. Joder, ¿la había cagado? Tosió, algo nervioso, se había dejado llevar. No quería hacer enfadar a su compañero, no quería volverse él ahora el blanco de sus gritos furiosos.

Yuri era un omega de armas tomar.

Hubo un pequeño e incómodo silencio en donde los ojos de Yuri pusieron realmente nervioso a Otabek. Ni se atrevió a verle.

Plisetsky, al cabo de unos segundos, bajó la mirada a su regazo y sobó con sus manos sus muslos. Calentó un poco sus piernas calladamente, hasta que decidió preguntar:

— Y... ¿Y tú y yo qué cosa?

Los ojos chocolate lo miraron con cuidado, estudiándolo. Al parecer, Yuri no estaba enfadado, así que el alfa decidió continuar, pero con cautela.

— Cuando tú yo seamos viejos... y tenga que escucharte regañar a nuestros nietos.

La pequeña risa de Yuri a su lado hizo destensar sus músculos. Él lo miró con una sonrisa emocionada y apenada.

— ¿Me seguirás queriendo a pesar de que me convierta en un viejo canoso y rabioso? — preguntó.

¿Otabek no lo había estado haciendo ya?

— Por supuesto que lo haré — respondió segurísimo de ello.

Yuri se acercó y se colgó de su brazo, mirando con una sonrisa por la ventana, escuchando la dulce risa de Luka allá abajo y aquello siendo un baño extra de amor para su corazón.

Yuri y Otabek se sonrieron, incluso si era incierto el saber si vivirían por siempre el uno al lado del otro, la ilusión era bella y ellos decidieron creer en ella.

Altin le robó un rápido beso al omega y este le robó otro de vuelta. Plisetsky soltó una risita como si fueran niños y estuvieran en medio de una dulce travesura.

— Quédate por siempre a mi lado y yo me quedaré al tuyo.

El corazón le dio un vuelco, ¿de verdad Yuri había dicho eso? las orbes aguamarinas brillaban como dos preciosos y pulidos diamantes al fuego vivo. Los labios rosados le robaron un beso y con eso mismo Altin sintió que Yuri también se robaba su mismo corazón por millonésima vez.

¿Cómo era posible enamorarse todos los días de la misma persona?

El sentimiento era avasallador, estaba a su completo merced. Por supuesto que no le molestaría sentir ese amor por toda la eternidad, no si era por y hacia Yuri.

Se separaron despacio y Yuri se apoyó en su hombro suspirando. Si hubiese tenido sus brazos libres, Otabek lo habría abrazado, pero se conformó con dejar un beso en la coronilla de rubios cabellos.

Al cabo de unos segundos, escucharon un curioso sonido proveniente de entre las mantas. Otabek descubrió despacio a Anna, ella dormía plácidamente y se saboreaba entre sueños como si todavía estuviera bebiendo la tibia leche del -adolorido- pecho de su padre.

Yuri puso gesto de "¿qué diablos?". Soltó un jadeo ofendido.

— ¡Quién viera a esta descarada! — exclamó — solamente hija tuya debía ser.

Otabek soltó una carcajada que a Yuri le pareció demasiado preciosa. No pudo evitar él también sonreír mientras sus ojos calaban con un profundo amor a su compañero.

Otabek siempre le daba tanto a su vida sin siquiera darse cuenta. Quería apreciarlo por siempre, mantenerlo entre sus brazos y disfrutar verlo ser feliz a su lado y al de sus hijos.

Quería llegar a ser tan viejo como su abuelo Nikolai, incluso más, al lado de la persona que amaba. Sostener su mano y ver los días pasar apreciando cómo sus hijos crecían y se convertían en maravillosas personas tal como Otabek.

Yuri quería dedicarle su vida a su compañero.

Yuri, con todo su corazón, anhelaba envejecer junto a Otabek.

...

— No puedo — susurró la voz quebrada del chico — no puedo...

Yuri, por más que intentara continuar, se sentía roto si Otabek no estaba a su lado.


*Infections of a different kind es una canción de la cantante y compositora Aurora Aksnes. Recomiendo escucharla para este capítulo para dar ambiente;)

¡Gracias por leer!