Madriguera
Las manos frías y gentiles le cogieron desde el hocico con preocupación, instándolo a que no cayera.
— Llegué a tiempo — jadeaba el chico, aterrado, temblando como una hoja de papel. Sus ojos estaban hinchados, pero ya no lloraba, en vez de eso parecía sumamente aliviado y le mirara como si no se creyera haberlo logrado — llegué a tiempo, llegué a tiempo — repitió casi son voz.
...
Haber visto a Otabek marcharse había sido una de las cosas más dolorosas que a Yuri le había tocado vivir.
La pantera lo hacía por su bien, pero Yuri se sintió completamente desolado, como si una cortina negra y fúnebre de pronto cayera frente a sus ojos.
Su corazón roto, las fuerzas abandonando su cuerpo.
Ver la espalda del que amaba yéndose se sintió como si, tras las palabras intercambiadas, Otabek se le era arrebatado cruelmente. Y Yuri no lo soportó. No toleró la idea de que nuevamente le arrebataran a alguien amado. Le quemaba vivo, el dolor era indescriptible, la angustia le cerraba la garganta, mil manos estrujando su corazón, sacándole hasta la última gota de vitalidad en sus latidos.
Si Otabek no estaba allí, muchas cosas perdían sentido. Su alma no quería vivir si su compañero no estaba a su lado. La mente del omega se llenaba de horror y una angustia le arañaba dolorosamente sus más profundos sentimientos. Su mente entraba en conflicto porque necesitaba a Otabek con él, pero de golpe recordaba que otras dos criaturas también lo necesitaban a él... Sin embargo, Yuri se sentía totalmente indispuesto, abrumado, herido en lo más profundo.
— No, ya no puedo...
Su voz débil rompió el ritmo.
Los más jóvenes detuvieron la subida de la colina y miraron preocupados al último de la fila.
Los copos seguían bajando cada vez con más frecuencia. No había ventisca, el viento estaba siendo piadoso con ellos.
Anna había dejado de llorar hacía un rato, estaba hundida y arrullada contra el pecho de su padre.
Sin embargo, la vivacidad de la carrera del leopardo de las nieves se había apagado. Sus patas corrían torpes. Sus orejas estaban caídas.
El chico de la piel nevada tenía el alma quebrada.
— No puedo... — repitió.
Sala tomó su forma humana y sintió sus ojos llenarse de lágrimas por ver a Yuri así, tan devastado. El orgulloso y precioso leopardo, acabado. Apretó la mandíbula para no llorar y obligar al omega a avanzar, pero no alcanzó a siquiera dar un paso cuando el mismo omega fue el que se acercó a ella.
Yuri miró a su hija con una triste mezcla de dolor y profundo amor. Tomó la mano de Sala e hizo que entre su pecho y brazo acunara a Anna.
La loba aguantó el aliento, estupefacta.
Seguido, vio a Yuri arrodillarse junto a Luka, besándole la mejilla con fuerza. El leoncillo no comprendía lo que sucedía, por lo que infantilmente le devolvió el beso en la cara a su padre.
Yuri le miró con una fugaz sonrisa, su corazón apretado al recibir el mismo gesto de vuelta.
— Realmente eres mi hijo — le dijo con ternura.
Sus ojos se devolvieron, una vez más, hacia el desorbitado Michelle.
— Vas a cuidar a mi hijo con tu vida, ¿me escuchas?
El lobo se asustó.
— Ota-Otabek dijo que tú tenías... que tenías que venir con nosotros.
Yuri no le hizo caso.
— ¿Lo vas a cuidar o no? — le interrumpió con una increíble voz firme, sus cejas fruncidas y sus ojos cristalinos cargados de severidad.
Yuri se marcharía también, pero no lo haría si no dejaba bajo el cuidado correcto a sus dos más preciados tesoros.
Michelle miró a su hermana que estaba aún más descolocada que él, observaba a Yuri como si fuera a hacer una locura pero tampoco se atrevía a desafiar la imponente decisión.
Se sintieron acorralados. Sala con Anna entre sus brazos, Michelle con Luka...
Y el tiempo seguía transcurriendo mientras todavía se hallaban ahí parados.
Debían seguir subiendo, huyendo, cada segundo era una gota de oro, ¡se suponía que ellos debían estar juntos! Pero los ojos de Yuri, a pesar de estar quebrados por las lágrimas, miraban al lobo con fiereza. Aquellos ojos que siempre habían logrado intimidarle, lo hacían otra vez, presionándolo con su brillo.
Desde el fondo de su consciencia, el chico admiró profundamente a ese omega.
No obstante, también se sintió contra la espada y la pared.
Reclamarle sería en vano. Y, aunque temían profundamente que algo le sucediera al omega, ninguno podía acompañarle: cargaban con dos pequeños, uno de ellos un omega.
Michelle casi sintió su cabeza estallar, su respiración agitada.
— Lo haré — susurró finalmente.
Fue cuando, por primera vez, Yuri Plisetsky se suavizó con él y le miró agradecido.
— Confío en ustedes.
...
Otabek apretó los ojos fuertemente.
Tonto, eres un tonto. Bufó agotado, sintiendo un nudo en su garganta. Súbitamente, asustado notó un importantísimo detalle. ¿Dónde están los niños?
Los ojos de Yuri se volvieron a cristalizar, pero se obligó a no llorar más. Por supuesto que se sentía como un padre pésimo, además de egoísta. Pero, en ese momento, no pudo alegrarse más de haber regresado, había logrado salvar a su compañero a tiempo.
— Subiendo las montañas con Sala y Michelle, ya están muy lejos de aquí. — susurró en su oreja.
Altin quiso regañarlo, quiso enfadarse porque Yuri le desobedeciera y decidiera devolverse tan descuidadamente. ¿Qué habría pasado si alguien más lo hubiera pillado solo? ¿qué hubiera pasado si él moría habiendo creído que Yuri estaba a salvo junto a sus hijos y en compañía de los hermanos Nikiforov?
Mierda, ¡qué rabia!
De verdad, tuvo tantas ganas de gritarle por ser tan tonto... pero no pudo, no lo hizo, no cuando el omega se aferraba aterrado a su pecho, no después de que le salvara la vida, no cuando su corazón había recordado tanto a Yuri mientras peleaba contra Jean habiendo deseado fervientemente volver a ver su precioso rostro una vez más, temiendo desde lo más profundo de sus entrañas el no poder volver a hacerlo.
Su cabeza se dejó caer en el hombro ajeno y Yuri, arrodillado como estaba, repasó sus labios partidos por el frío a lo largo de la cabeza del gato negro.
Otabek jadeó e intentó mantenerse de pie. Estaba muy malherido.
Jean flaqueó al levantarse, miró totalmente encolerizado la escena frente a él, sobre todo a Yuri por haberlo osado golpearle. Sin embargo, el león volvió a caer en la nieve. Tal parecía, una de sus costillas estaba rota y un dolor punzante se esparcía por todo su tórax.
Yuri alcanzó a ver al león luchando por ponerse de pie.
— Vámonos — le dijo a Otabek.
Altin no estaba en condiciones de pelear y el impulso de Yuri para empujar a Leroy solo había sido un golpe certero de una sola ocasión.
Debían retirarse cuanto antes.
Yuri tomó a su híbrido frente a los incrédulos ojos de Leroy que no creía estar viendo al último leopardo de las nieves ayudando a ponerse de pie a una ordinaria pantera.
Yuri, al ver la herida de su pareja nuevamente abierta desde la cicatriz misma, se quejó bajito, preocupado.
Estoy bien, le bufó Otabek, duele, pero creo que puedo correr.
Correr...
Mientras sentía el hocico de Yuri bajo su Otabek recordó, súbitamente, las palabras de Jean: "No te creas el héroe cuando has vivido toda tu vida huyendo de mí."
Sus ojos castaños se devolvieron hacia Jean y Yuri pareció prever sus pensamientos.
No, es mejor irnos. Le dijo.
Debían ser realistas: dadas las circunstancias ninguno podría arriesgarse a volver a acercarse a Jean, el resultado de ello era impreciso.
Pero Otabek pareció reacio, arrugando la nariz hacia Leroy. De cualquier forma, el leopardo de las nieves insistió y le impidió avanzar hacia el enemigo.
Yuri comprendía demasiado bien a Otabek. Él también odiaba con todo su ser a aquel hombre, pero lamentablemente no dejaría que por un descuido Leroy de pronto cobrara nuevas fuerzas y tomara ventaja sobre uno de ellos.
Empujando suavemente a su pareja le hizo entrar en razón.
Es de idiotas atacar en este estado, por favor... Beka, el saber cuándo retirarse también es un acto que requiere mucha valentía y sensatez. Me haz protegido todo este tiempo, yo quiero protegerte también.
El alfa tragó azorado por tales palabras. Yuri chocó su nariz contra su mejilla.
Somos compañeros.
Yuri formaba una parte del rompecabezas, Otabek la otra, y juntos estaban completos. Se apoyaban mutuamente, se protegían mutuamente, si uno estaba errando en algo entonces el otro le corregiría y viceversa. Esta vez fue el turno de Yuri en hacerle entender a Otabek el camino más seguro.
Otabek, resignado, lo comprendió y desistió.
Jean había logrado ponerse de pie e intentaba hacerse al dolor para poder alcanzarles.
Yuri solo le dio una mirada rápida oliendo las fuertes feromonas picantes en el aire, el odio y la rabia danzando, el hambre mareando. Una vez más, le dio una mano a Otabek para comenzar a caminar.
Los pasos fueron dolorosos, la tensión en su hombro punzaba, pero pronto la pantera se percató que era su cuerpo en general el que pesaba más. El cansancio era el real enemigo. Respiró rápidas bocanadas de aire y poco a poco se obligó a caminar, cojeando, pero cada vez más rápido dejando de lado la asistencia de Yuri.
Escuchó el rugido de Jean, pero él no volteó, Yuri sí lo hizo. El omega sintió algo de pánico al ver que Jean sacaba fuerzas de quién sabía dónde diablos y comenzaba a trotar hacia ellos, cojeando al igual que Otabek.
Vamos, Beka. Le dijo en un quejido trémulo. Más rápido.
Comenzaron a correr ambos entre la zona boscosa, no tan veloces como veces anteriores, pero lo suficiente como para salir rápido de allí. Yuri volteaba a cada instante, maldiciendo mentalmente a Jean y el por qué diablos continuaba siguiéndolos si se veía hasta peor que su pareja.
En ese momento, de verdad deseó ser un alfa para devolverse y terminar de romperle el cuello. Sin embargo, siendo un omega, si lo hacía seguramente sería él quien terminara en peor situación.
La nariz de Otabek trabajó a toda máquina a pesar de su trabajosa respiración. Habían muchos olores en el aire, muchas esencias de distintos alfas que no reconocía, pero eran solo rastros, ninguno demasiado cerca como para considerarlo otro posible enemigo. Tal parecía, el perímetro por el que iban ya había sido abandonado por la mayoría de híbridos y los que no pudieron entrar al bosque había sido porque los atraparon el clan Feltsman y Baranovskaya tapándoles cualquier posibilidad de continuar su persecución.
Yuri y Otabek corrían de derecho, teniendo a un lado -a metros- la entrada del bosque y del otro la profundidad de este. No tenían ni idea de hacia dónde seguir porque en esa dirección muy pronto se les acabarían los árboles y con ello entrarían a terreno abierto, algo alejados del campo de batalla, pero también demasiado peligroso puesto estarían sin camuflaje. Decidir profundizar en el bosque era muy posiblemente ir a la boca de los híbridos enemigos, no encontrarían a ninguno del clan Nikiforov, ellos ya iban muy adelantados.
Se encontraban en un grave aprieto. Estaban solos, heridos, cansados y con Jean siguiéndolos como un loco desquiciado. El león no se rendiría hasta alcanzarlos.
Vamos devuelta a Xi. Propuso rápidamente Yuri pensando que el clan aliado podría ayudarles.
Otabek no se sintió de acuerdo. El aroma de Yuri a campo abierto sería en extremo peligroso, pero luego pensó, también, que vararse o profundizar en el bosque sin ningún tipo de aliados para socorrerlos también era algo muy arriesgado.
Otabek no estaba seguro, pero los árboles ya comenzaban a escasear y las patas se les hundían más en la nieve muestra de que ya no estaban con un cielo protegido por ramas tan espesas.
Otabek no quería exponer a Yuri en campo abierto, se les lanzarían como pirañas apenas lograran oler al omega.
Pero no si damos primero con algún Feltsman o Baranovskaya, sopesó mentalmente.
Volteó fugazmente para ver a Jean todavía a un par de metros siguiéndolos. Joder, si tan solo su hombro no ardiera y su cuerpo no estuviera agotado, podría acabar con ese malnacido de una vez por todas.
Miró a Yuri que corría a su lado, pero no alcanzó a comunicarle nada. Un extraño y profundo olor inundó sus fosas nasales.
Yuri también olisqueó confundido, no hallando un patrón claro en el aire. Ni siquiera parecía una esencia híbrida para determinar si la criatura era alfa. Se asemejaba al pelaje húmedo de los perros, pero alterado, profundo, incluso parecido a la tierra húmeda.
Fueron las neuronas de Otabek las que conectaron más rápido. Por la mente del alfa corrió una súbita y estúpida idea.
¡Ya sé qué es! ¡sígueme! Le exclamó a su pareja que no dudó ni un segundo en afirmar.
Doblaron hacia en bosque siguiendo el extravagante aroma. El sentido común de Otabek le alertó que esa podría ser una idea muy alocada, pero si aquello funcionaba, entonces zafarían de un gran problema.
Volvió a mirar hacia atrás y Yuri le imitó. Leroy había doblado junto a ellos, por supuesto que no estaba dispuesto a perderles la pista.
El olor provenía de una zanja profunda más cubierta de tierra y hojas que de un puñado de nieve. Estaba bien camuflada alrededor de maleza seca y entre ramas yacía un recoveco en la tierra, como una cueva rústica, apestosa y en donde se veía una enorme bola peluda color marrón que bien podría confundirse con la tierra de su escondite de no ser porque su cuerpo subía y bajaba despacio por su respiración.
Un oso en su madriguera.
Yuri comprendió de inmediato, ¡se trataba del oso! el mismo oso que los chicos del clan habían visto semanas atrás cuando fueron a cazar pero que dijeron ignorar porque parecía ser de fuerte temperamento. ¡Fue por eso que les había costado reconocer tal olor! Ninguno de los dos nunca antes había estado cerca de un oso. Olía tan diferente a lo que estaban acostumbrados.
El corazón de Yuri dio un salto cuando vio asustado que, cojeando y todo, Otabek se lanzaba hacia abajo derrapando con un pequeño chillido por la fuerza que tuvo que hacer con su pata mala para no caer de cabeza.
¡¿Qué haces?! exclamó. El alfa rápidamente volteó a mirarle.
¡Ven! le dijo de vuelta.
Yuri quedó atónito, creyó que lo que estaban haciendo era un real suicidio, ¡si esa cosa despertaba estaba seguro que él solo no podría detenerla, era inmenso!
Otabek tenía sus patas temblando, pero le volvió a pedir, ¡Yura, por favor, baja! es a ti a quien quiere Jean, bajará si tú bajas.
El leopardo nevado tragó duro. El aroma de Jean se sentía encima y, con sus acelerados latidos, una vez más pensó que todo eso era una locura, sin embargo, se dejó arrastrar por la petición de su compañero. En dos hábiles saltos corrió a su lado, pero nuevamente sintió terror cuando, después de que Otabek mirara hacia arriba y avistara a Jean dispuesto a bajar con ellos, corrió hacia el oso y le diera un empujón en la espalda para despertarlo.
¡Otabek! chilló aterrado a la par que veía cómo Jean, pobre idiota, bajaba torpemente, cayendo de bruces y poniéndose de pie rápidamente arrugando la nariz por el dolor. Yuri se quedó sin palabras, ¡¿qué acaso ese imbécil no se había dado cuenta de a dónde había bajado?!
Los ojos del león le vieron tal cual como a un cervatillo aún si Yuri estaba en mejores condiciones que él. Sin embargo, no alcanzó ni a dar dos pasos cuando un furioso rugido se alzó en lo alto haciendo brincar del horror a Yuri.
El oso, a quien Otabek había tenido que enterrarle las garras en su grueso pescuezo para que despertara, había abierto los ojos hecho una furia por el dolor y por el extranjero que había violado su morada.
Jean recién entonces se percató de esa inmensa criatura y quedó helado.
Otabek se alejó en cuanto pudo en dirección a Yuri y le dio un empuje. Ambos corrieron en dirección opuesta a donde el oso se levantaba y la pantera empujó por el trasero a su pareja para que pudiera salir de la zanja.
Jean miró todo con una horrible sensación de vértigo. Había caído redondito en la trampa de Otabek e intentó alcanzarle antes de que el oso se parara en sus dos patas y volviera a rugir estruendosamente.
Yuri aferró sus garras y escaló rápidamente hacia arriba, su corazón latía muy asustado. Volteó y desesperadamente ayudó a Otabek a salir de ahí, lamentando profundamente cuando sus garras pasaron a llevar la herida en su hombro y este volvió a resbalar hacia abajo con un alarido de dolor.
¡Beka!
La pantera no se rindió e intentó volver a escalar. Yuri consiguió hacer de soporte con sus patas y tomó al presuroso felino por el pellejo del cuello con sus dientes justo antes de que Leroy saltara hacia él para intentar arrastrarle con él ahí abajo o para intentar subir a través de su cuerpo.
Con fuerza y esfuerzo, el leopardo tiró del pesado Otabek y este arañó la nieve y la tierra para poder salir de allí.
Una vez fuera, ambos voltearon para ver cómo el oso de casi dos metros de alto tomaba a un exasperado Leroy y le daba dos zarpazos en el lomo mientras se lanzaba sobre él. El león rugía como loco y los miraba con rencor y desesperación en la mirada, sus intentos inútiles de escapar de las garras ajenas e intentar escalar por la zanja. Comenzó a luchar exasperado contra la bestia marrón.
Era inútil.
Otabek tragó, todavía acelerado.
¡Vámonos, vámonos, vámonos! bufó a su pareja. Los rugidos y bramidos del oso podrían alertar a alguien más en caso de hallarse cerca y eso podría ser contraproducente para ellos justo cuando habían logrado deshacerse, por fin, de Jean Jacques Leroy.
El terror los había enmudecido, pero una sensación de alivio extraña se cernió sobre ellos.
Ese había sido el fin, ¿no?
El fin de Leroy.
Corrieron nuevamente hacia el punto en donde anteriormente se habían desviado con intenciones de intentar llamar la atención del clan aliado para que los protegieran sin estar a la deriva, pero fue cuando otro enemigo que no esperaban se alzó a lo lejos, potente y rápido.
Sus sensibles oídos captaron y reconocieron el sonido apenas acabó.
Se detuvieron tan atónitos como confundidos.
Yuri sintió su corazón congelado, miró a Otabek como si él pudiera darle una explicación coherente.
Pero Otabek había quedado igual o más perturbado que él.
El alfa sintió una ráfaga de peligro horrible recorrerle desde la garganta al pecho y del pecho hasta las extremidades. Fue electrizante, paralizadora.
¿Por qué...?
Balazos. Balazos de escopeta.
Uno, otro, otro y otro más. Estruendosos cañones cortando el aire a la lejanía.
¡Imposible!
¿Cadetes?
¡¿Por qué hay betas en un lugar como este?!
Hola!🌱
He aquí el segundo ;)
Siento que este capítulo fue uno de los que más me costó (y yo creo que todos las capítulos de esta batalla me costaron y me costarán narrarlos, la verdad jasjaj). Me explico: Este es el clímax de todo Piel Nevada, después de esta gran batalla no viene nada más ni nada menos que el descenso y su final. A este punto, ¡todos los personajes se juntan! ¡es un lío tremendo contar tantos puntos de vista cuando todo sucede simultáneamente! ese había sido uno de mis más grandes motivos de mi bloqueo :( literal, no fue sino hasta que un día me obligué a sentarme al escritorio y escribir a mano (siento que las ideas corren más rápido con lápiz y papel) todos los sucesos, su orden, lo que los personajes harían, etc, etc, que por fin pude sacar más o menos un boceto de las secuencias de los capítulos.
Yo creo que, después de Piel Nevada, nunca volveré a escribir algo tan complejo, han sido años rompiéndome la cabeza para crear este universo ajssj quedará plasmado en mi corazón como la historia en la que he puesto más esfuerzo y sentimientos.
No sé cuándo suba el próximo, pero les dejo un pequeño spoiler sin consecuencias: nuestro punto de vista, a esta altura de la historia, cambiará a otros chicos del clan para cerrar un importante asunto de su vida ;) adivinen~
¡Espero que hayan disfrutado la lectura!
¡Gracias por leer!
