CAP 4

"Esperanza"

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Todo estaba oscuro. Era de día, sabía que era de día, pero no había manera de hacer una real diferenciación entre este y la noche debido al cielo de nubes espesas, oscuras, frías… completamente negras y que solo se iluminaban con la electricidad peligrosa, intranquilizante, venenosa que las atravesaban, como si se burlase del gélido viento que lo rodeaba y que le aullaba como una risa siniestra, burlándose de aquel evento que se le quedaría marcado para siempre en una mordida de culpa y desesperanza que lo llevaba desde el fondo de su alma.

Por más que abría los ojos, no había nada. No había nadie.

Por más que alzaba la voz, nadie le respondería.

Porque todos los seres estaban mas allá del aliento de poder darle siquiera un suspiro de vida.

"La responsabilidad de salvar a estos patéticos e insignificantes seres te ha sobrepasado, no es así?"

La voz de aquel sujeto era lo único que lo rodeaba en su cabeza, y lo único que no podía evadir por más que cubría sus oídos en un intento banal de acallar a alguien que no representaba más que aquellos que ya no estaban y sin embargo, significaba más peligro que aquella enorme cima que había escupido sus entrañas en una llama líquida, incandescente, que lejos de calentar la tierra que le hizo nacer desde su corazón, había reducido al congelamiento y el vacío toda su vasta extensión, mares, continentes, vientos…

Podría arrojarse al interior de las fauces de la bestia que había terminado con todo y aún así, se sentiría más seguro que de pie cualquier día, al lado de aquel hombre… no, aquel demonio que le había llevado a ese estado.

Sus pupilas empequeñecían sin poder alejarse de ese tono de fingida condescendencia y dureza, como si quisiera enseñarle algo que el joven se negaba a entender.

"No importa. Haremos esto, una y otra vez hasta que aprendas a superarlo. Hasta que crezcas de verdad. Hasta que te unas a mi lado. Entonces… solo entonces, comprenderás la belleza de la compasión que estoy teniendo con ellos" decía él.

Ni siquiera había una risa que le acompañase, aunque fuese fría o de altanería como en aquellas historias a las que se aferraba en una infancia que se le antojaba borrosa y diluida en memorias demasiado lejanas como para que lo tocasen nuevamente con su calidez; con lo que habían significado en una vida de resignada aceptación para un destino que solo contaría como un grano de arena en medio del desierto más grande del que el África dispusiese para perderse o de cualquiera de los mares con sus playas más extensas.

Lo había intentado. De verdad lo había hecho.

Había luchado.

Había peleado hasta que el dolor no había significado nada, hasta que la propia vida había quedado pendiendo de un hilo convirtiendo el sacrificio de quienes le amaban en un borrón, un susurro que le hacía tener que admitir que a veces era demasiado estúpido e ingenuo como para rendirse o aceptar que la batalla estaba perdida.

Había gritado, había llamado a cualquiera que pudiese responder… pero solo los silbidos del viento, solamente el aroma de la muerte y la visión de todos los cuerpos respondían ante su desesperación y angustia creciente.

No importaba.

Ya nada importaba.

Todo mientras se tironeaba del cabello y la responsabilidad de no tener las fuerzas ni el poder ni el valor de detener a aquellos sujetos reverberaba en el vacío de vida a su alrededor, con las expresiones de miedo en aquellos que habían sido alcanzados por la ola hirviente del rugido del super volcán… con los gestos congelados de quienes habían terminado por sucumbir ante el golpe gélido de la ausencia de un sol que no volvería a verles en miles de años, apenas y teniendo oportunidad de despedirse…

En las figuras retorcidas y tan delgadas como ramas de árboles secos de quienes habían caído ante el hambre y que parecían tratar de imitar la figura de la muerte, pero sin su arma acompañante, tan solo pudiendo mostrar el dolor de su necesidad desesperada en un ensordecedor silencio que apenas y reflejaba todo por lo que habían tenido que soportar en el suplicio del abandono.

Dos millones de humanos, dos millones de vidas, un poco más… reducidas a memorias, a voces y a pensamientos que no volverían a ser percibidos jamás puesto que habían sido borrados en lo que se había sentido como un parpadeo.

Sin importar a donde viese… a donde buscase, cuánto suplicase…

Solo le rodeaba la muerte.

Y en aquel vacío, en aquella nada… en medio de toda la devastación, una que ningún libro tenía la capacidad de describir adecuadamente… a la mitad del polvo, del frío y del aroma del fin de un suspiro…

Solo estaba él.

Las lágrimas ardían como llamas… pero estas nunca habían resuelto nada.

Otto Osworth se enderezó de golpe, cubriéndose la boca con fuerza con una de sus manos mientras que la otra se encontraba extendida en medio de las sombras de su habitación, percibiendo la humedad que corría sobre sus mejillas al tiempo que sus pupilas, aún pequeñas por el horror que lo ahogaba, temblaban fijas en una pared que a duras penas podía enfocar; todavía tenía grabadas en la retina aquellas terribles escenas que había tenido que presenciar y atravesar en la más baja y terrible de sus épocas y repentinamente, un fuerte ardor en su pecho casi le hizo devolver la cena de la noche anterior, girándose con dificultades y terminando por caer de golpe al suelo frío, apenas y prestando atención al dolor de sus miembros que habían chocado contra la superficie que apenas y se sentía firme debajo suyo.

Tragó con las pocas fuerzas que tenía para no vomitar mientras que las viejas heridas le atravesaban de lado a lado y se encogía boca abajo, apretando los puños y finalmente liberando sus labios, dejando escapar un gemido fuerte y ahogado al tiempo que su cuerpo comenzaba a temblar y apretaba los dientes hasta hacerles rechinar de la pura desesperación.

Antes de poder evitarlo, había comenzado a llorar abriendo la boca y apretando los párpados, más negándose a emitir cualquier tipo de sonido, no queriendo compartir ni informar a nadie más de aquello que lo torturaba cada pocas noches desde que tuviese que pasar por aquella misión… no, por aquel infierno al que había sido arrojado como una muestra más de su infantil y estúpida inocencia arrogante de que, si se esforzaba lo suficiente podría salvar a los demás… a alguien… a quien fuera…

Lo que no había podido hacer por nadie de aquellos a quienes amaba por ser demasiado pequeño e insignificante… y demostrando que aquello no había cambiado con el tiempo.

Golpeó con tanta fuerza sus puños contra el piso, que se había hecho daño, pero no le importaba.

El dolor ayudaba.

Sus gritos, silenciados por el dolor y el orgullo, cortaban con mayor profundidad las heridas de su alma y eran una especie de suplicio compasivo a una agonía que no tenía el derecho de borrar de ninguna manera.

Era su culpa, su pecado y su expiación.

Y todo aquello transcurría sin que el chico pelirrojo notase la mirada de un azul claro brillante que le observaba con dolor y tristeza desde la pequeña apertura de la puerta deslizante de su habitación.

Solo habían sido unos años… pero los suficientes y significantes como para que el Osworth no dejase de torturarse y de pasar por tantos episodios de aquello que a veces eran como aquel, un castigo silencioso e injusto en contra de sí mismo… y otros más, peligrosos tanto para la tripulación como para él mismo y en los que aquel joven de cabellos azules y ondulados había tenido que intervenir para detenerle de hacerse un daño real.

Otto había visto tanto por él y por su supervivencia que sentía como muy poco lo que él hacía para mantenerlo cuerdo y con vida.

Pero dolía.

Dolía hasta lo más íntimo el no poder sacarle de aquel estado, el no poder llevar a sus labios una sonrisa sincera y real desde aquella noche en que tuviesen que dejar atrás sus vidas y todo lo que amaban puesto que si no lo hacían… todo acabaría en ese instante; algo que lastimaría a quienes ambos amaban más que a nada en aquel mundo y el único motivo por el cuál ambos jóvenes se animaban a dar un paso más, a avanzar un poco más incluso si ello se sentía como algo imposible, como algo que ya no deseaban hacer.

Pero quienes les habían dado la mayor alegría de todas, habían entregado sus vidas por ambos y sentían como un insulto y una ofensa mas allá de lo perdonable a su memoria si no lo hacían, pero…

Últimamente, comenzaba a sentir que el muchacho pelirrojo, aquel héroe en su mente y que siempre se había mantenido fuerte por ambos, comenzaba a llenarse de tantas grietas que habría un momento en que no podría disimularlas.

Habían huido, habían crecido, se habían establecido… Otto Osworth se había transformado de un pequeñito ñoño, frágil, débil y a veces miedoso a un joven increíblemente fuerte y astuto, que trataba de encontrar la luz incluso en las sombras más oscuras o cuando parecía que no existía ninguna. Siempre lo hacía.

Al menos… hasta ese día.

Ese terrible día.

El joven de cabellos azules se giró en el exterior de aquella habitación y se dejó deslizar hasta el suelo, cerrando los ojos y terminando sentado en el suelo, abrazándose las piernas y hundiendo la cabeza entre sus brazos, solo dejando escapar un suspiro de dolor ante los llantos silenciados y el sufrimiento del que era presa el joven dentro de aquellas paredes que en noches como aquella, parecían ser una prisión, una que el Osworth sentía que protegía al resto de sus amigos del riesgo en el que llegaba a convertirse cuando perdía el control por sus miedos.

Por esos demonios que le obligaban a cruzar el infierno cada día mientras fingía que podía sonreír cuando apenas y las fuerzas le daban para no flaquear en un trabajo que comenzaba a llevar a cabo, solo porque sentía que se lo debía al mundo.

A los humanos.

A aquellos que había fallado y no había conseguido salvar.

Y el chico de ojos celeste brillante no sabía como retirar semejante roca injusta de los hombros de quien les guiaba y que se castigaba injustamente. Estaba desesperado.

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Aquella mañana, el chico de cabellos rojos lucía literalmente apaleado dentro de todo lo que la palabra abarcaba para describirlo, con la mejilla apoyada en una de sus manos conforme sus otros compañeros varones de equipo se alimentaban de forma bastante salvaje y apresurada, casi como si los alimentos fuesen a tomar vida y a salir huyendo tanto de sus propios platos como de aquellos donde aguardaban para ser servidos; cuando fuese más niño, Otto atribuía aquello a cuestión exclusiva de Belardo y su forma de hacer las cosas pero en cuanto pusiese un pie en la Academia de Oficiales del Tiempo, se había percatado de que en realidad era un "algo" que llevaban consigo todos los que pasaban por ahí y que era casi una cuestión de "supervivencia del más fuerte".

O te apresurabas en tomar los alimentos y en comer adecuadamente… o te quedarías con hambre y por ende, te debilitarías de poco en poco hasta ser aplastado y reducido a nadie dentro del campo de entrenamiento.

Ahora comprendía quizá, con algo de diversión, el porqué el oficial del tiempo que le había fungido de figura paterna se había vuelto gordo en su momento, seguramente asegurándose de no pasar hambre pero descuidando el hecho de que esa misma cantidad de comida tenía que quemarla en los ejercicios; un pésimo cálculo, pero bueno, se trataba de Brito, no era para sorprenderse y al final y gracias a la ayuda de L-3000 era obvio que su cuerpo había terminado por convertir todo aquello en la figura del hombre fuerte que había guardado en sus memorias infantiles como la de un super héroe.

Él, por su parte y aunque normalmente ya habría separado su porción… no tenía hambre.

Algo normal dada la condición que presentaba cada cierto tiempo, sencillamente, el recuerdo de lo que había vivido y que se asomaba a torturarlo cada cierto tiempo le hacía perder el apetito por completo.

-El joven teniente debería de comer aunque sea un pequeño bocadillo -para sorpresa de nadie, la voz neutra pero grave del ayudante asignado a aquella estación se dirigió hacia el muchacho que los lideraba; dos de los varones que en aquellos momentos tenían la boca tan llena de comida que sus mejillas se expandían, dejaron de lado aquella actividad para mirar por unos segundos al hombre de impecable traje negro, con bigote y cabello del mismo color y peinados perfectamente bien y que observaba con calma al Osworth que apenas y pareció mover un tenedor cercano con la punta de los dedos.

Los mismos que les veían un momento después, giraron sus rostros para observar al muchacho de trajes orientales y cabello azul que parecía entretenido en su sujetapapeles holográfico, leyendo lo que parecía ser algún tipo de información necesaria y moviendo de vez en cuando uno de sus dedos, pasando página o quizá ordenando lo que necesitarían para sus siguientes trabajos; estaban algo sorprendidos de que no fuera aquel el primero en decir algo al respecto, pero tampoco era extraño que lo hiciese quien literalmente, era el mayordomo principal de la nave.

Sin embargo, habían notado como los ojos de aquel chico se detenían en la pantalla y prestaba silenciosamente atención al intercambio en la mesa, por lo que la vista de todos los presentes (incluyendo a las dos chicas que acababan de llegar al desayuno y al tercer varón que parecía algo estupefacto de ver tan silencioso el comedor), se volvió de nueva cuenta hacia el pelirrojo que permanecía en un profundo y desganado silencio ante la petición del hombre que se había parado a su lado; este, se inclinó muy apenas con la mirada levemente suavizada al tiempo que se colocaba de mejor forma sus brazos en la espalda antes de volver a hablar.

-El joven señor sabe que es lo mejor para su salud -insistió aquel adulto con tiento y suavidad hacia el muchacho que finalmente, dejó escapar un suspiro de agotamiento, cerrando los ojos -dejar que su salud decaiga no va a ayudar a nadie, si me permite recordarle -comentó el hombre con un tono aún más bajo de voz, terminando por hacer sonreír con debilidad a Otto que cerró los ojos y asintió recargándose hacia atrás

-Te agradezco la preocupación, Arnold -dijo el chico dejando escapar un pequeño gemido de agotamiento mientras que la joven rubia de coleta veía por un momento a su compañera para luego, observar a su líder que parecía más desganado de lo acostumbrado cuando le daban aquellos accesos de culpa

-Otto… sabes que generalmente no me metería en este tipo de asuntos… pero… Arnold tiene razón -dijo la chica sin que aquello atrajese la mirada del muchacho que parecía colgar levemente de la silla, si acaso comenzando a mecerla un poco sobre las patas -ya ha pasado bastante tiempo desde… eso -dijo, tratando de no mencionar por nombre aquel evento que ya de por sí colocaba una fuerte tensión en todo el equipo que se había enderezado suavemente, midiendo aquel intercambio; incluso, el pelirrojo había dejado de mecerse con una expresión seria mas no enfadada -hiciste lo que pudiste. Todo el tiempo, haces lo que puedes…

-Sí -respondió el muchacho de ojos verdes lo que hizo que la joven diera un pequeño respingo, casi como si le hubieran alzado la voz -siempre hacemos lo que podemos -Otto alzó la mirada para observar el techo, sin prestar atención al intercambio de gestos entre el resto de sus compañeros con excepción del chico de cabello ondulado, que había cruzado una pierna pero evitaba observar al resto mas no por ello, dejando de prestar atención -vamos, tratamos de arreglar las cosas para aquellos universos donde el futuro se convierte en la octava maravilla del cosmos… y no se funde directamente en la miseria…

Comenzó a reírse con un gesto fastidiado al tiempo que se colocaba un brazo sobre los ojos y aumentaba el tono de su voz lo que alarmó un poco más a sus compañeros, en especial a la que se encargaba de la salud de todos y finalmente, se acercaba al joven con el ceño fruncido

-Muy bien Otto Tuddrusell, es suficiente -Anya Sidorov se hizo hacia atrás el largo cabello rojo oscuro y se acercó a su líder con las manos en la cadera, observándole con severidad -todos… completamente TODOS entendemos lo que estás pasando…

-No Anya, no tienen ni idea -se rió más débilmente el chico pero solo provocó que el resto se tensara aún más al tiempo que los dos chicos más altos se ponían de pie despacio, por si acaso tenían que intervenir -incluso con todo lo que hemos pasado como equipo, nunca han tenido que ver lo que yo he visto, ni han tenido que vivir lo que yo sí… -el muchacho la miró por debajo de la sombra que hacía su brazo, aún sonriendo aunque era evidente que no se sentía de buen humor -y no vas a querer entenderlo, créelo… estás mejor así…

-Lo hemos estado intentando -comenzó a decir la chica pelirroja levemente tensa -pero tienes razón… no sabemos lo que tú si! -alzó la voz al percibir nuevamente las pequeñas risas de su líder -pero no por eso debes de hacerte esto a ti mismo… -la médico de aquel sitio suspiró cerrando los ojos por unos momentos, tratando de tomar paciencia -cada vez que tienes estos accesos, tu salud se ve muy afectada, Otto… y si vamos a seguirnos enfrentando a esto… -negó con la cabeza ante un nuevo silencio de su líder -nos preocupa tu vida. Nos preocupas tú. El que exista la posibilidad de perderte…

-Si con eso me dijeras que podríamos reconstruir cada una de las ramas y las vidas que se destruyeron por culpa de mis estupideces, con mucho gusto me arrojaría a un caldero -gruñó el muchacho haciéndose hacia delante al tiempo que apoyaba el rostro entre sus manos

La muchacha rubia un poco mas allá, negó con la cabeza

-Otto, el que mueras no va a arreglar nada de lo que haya pasado…

-ENTONCES DIME QUÉ LO VA A HACER! -repentinamente el chico se había puesto de pie y golpeado la mano abierta contra la mesa lo que hizo saltar a todos y que de inmediato sucediese un gran cambio entre todos: los varones se prepararon por si acaso el otro empezaba a tener un ataque de pánico donde perdiese la cabeza y discretamente, la doctora de la nave acercó una de sus manos a donde guardaba un pequeño tranquilizante para aquel tipo de emergencias -DIME COMO PODEMOS RECUPERAR O ARREGLAR TODO LO QUE SE HA ESTADO PERDIENDO POR MI CULPA!

Otto cerró ambos puños sobre la mesa esta vez, pero en ese momento, finalmente el chico de cabello azul se puso de pie rápidamente y se adelantó a los demás con un gesto severo y los ojos celestes brillando intensamente con su propia luz

-Muy bien Otto, basta -ordenó y aún con la cabeza agachada y por entre los cabellos que colgaban a los lados de su rostro, el aludido le miró de reojo -mamá no te enseñó a actuar de esa manera en momentos así -dictaminó aquel provocando que el pelirrojo hiciese una mueca, dolido -si quieres actuar como nuestros padres, entonces ponte a gritar, a correr en círculos o vete a golpear alguna de las tantas cosas que hay en el gimnasio… pero deja de desquitarte con el resto del equipo!... se lo prometiste! Le prometiste que nunca harías estas cosas!

La voz del chico era severa y dura, indicando que no iba a aceptar que continuara con aquel comportamiento; el hombre de traje negro había comenzado a limpiar un poco la mesa para que no fuesen a tirar nada por si acaso iban a iniciar una pelea entre todos pero al parecer, aquello no iba a ocurrir, para el alivio de la mayoría; los ojos verdes del líder de aquel sitio se cruzaron con los del chico de cabello ondulado que suavemente, negó un par de veces con la cabeza, como disuadiéndole de continuar con aquello.

La mañana ya había sido pesada para todos… y era evidente que, para los siguientes trabajos, iban a necesitar estar todos con la mente despejada.

No era que aquello fuese nuevo… pero empezaba a ser demasiado frecuente y eso los preocupaba a todos.

Finalmente, Otto dejó escapar un quejido y se frotó el cuello con un gesto de fastidio, cerrando los ojos.

-Me voy a la ducha

El chico pelirrojo se giró de golpe para dejar de verlos a todos y se encaminó tan rápido como pudo en dirección de uno de los pasillos más cercanos para desaparecer tras una de las puertas deslizantes, finalmente provocando que todos los demás dejasen escapar un suspiro de alivio y relajasen el cuerpo, casi cayendo en dirección del suelo

-Fiu!... ya la veía cerca… -soltó el joven de cabello rubio pasándose un brazo por la frente conforme el chico de cabellos azules observaba por donde se había retirado Otto, para luego, él mismo girarse y dirigirse rumbo a la puerta deslizante que les conectaba con la tierra -la última vez que tratamos de detenerlo, me dislocó el brazo derecho!

-Y eso que ese es el bueno para los lanzamientos -se rió el muchacho de corte punk para luego, mirar al más grande de los tres que componía un gesto culpable -qué te sucede Wheels?

-En serio… lo que daría por poder encontrarme con mi hermano mayor y…! -de repente, aquel enorme muchacho se había golpeado la palma de una mano con uno de sus puños gruesos lo que hizo que la joven rubia se acercase para darle unas cuantas palmaditas en el costado

-Ya relájate, Whilly, no es tu culpa que J.T. sea un grandísimo imbécil -le trató de animar mientras que la chica pelirroja se acomodaba mejor el cabello y se encaminaba hacia otro lado, murmurando algo sobre aumentar la dosis de ansiolíticos que le daban al Osworth; por su parte, el enorme joven de cabello castaño claro negó varias veces con la cabeza, con un gesto frustrado que reflejaba su mal humor de aquel momento y su desesperación al no poder ayudar a uno de sus mejores amigos

-Es mi hermano mayor… me siento responsable de ese grandísimo cabeza de trasero -gruñó el muchacho a lo que su compañera asintió un par de veces, con gesto comprensivo mientras que los otros dos se acercaban repentinamente al más alto y el de corte punk le daba suavemente con un puño en un costado al otro

-Ya sé lo que te animará! -exclamó para luego, sacar un balón de football americano y hacerlo girar sobre uno de sus dedos al tiempo que el otro muchacho rubio asentía con una enorme sonrisa varias veces -un buen partido con el riesgo extremo de los últimos jarrones del período helenístico que salvamos de las llamas! -los ojos del más alto se iluminaron de golpe -qué dices amigo?

-Que ya te estás tardando mucho! -respondió aquel oficial arrebatándole el balón mientras salía disparado, siendo perseguido por los otros dos; el mayordomo presente soltó un suspiro resignado y murmuró algo acerca de tener que ir a hacerse cargo de la limpieza de las habitaciones mientras que la chica rubia alzaba la mirada, antes de gritarles por última vez

-No vayan a romper nada! -exclamó la chica frunciendo el ceño mientras que se colocaba las manos a los lados de la boca, haciendo bocina de aquella manera -Vee ya les advirtió de no correr de esa forma a través de los pasillos!... olvídenlo -suspiró la joven alzando la mirada y negando un par de veces para luego, agitar un brazo con fastidio -mejor me voy a mi laboratorio… alguien avíseme si tenemos una misión para el día de hoy que no sea evitar el que Otto se escape a cometer asesinato!

Gritó fuertemente la rubia antes de volver a sacudir una de sus manos para restarle importancia a su propia petición y finalmente desaparecer.

En el sitio por el cuál salían a la tierra, el muchacho de cabello azul se detenía para mirar por encima de su hombro en dirección de la puerta… y el muro con ventanales que dejaba ver el interior de una nave que se ubicaba a miles de años por delante de aquel sitio en el que se encontraba de pie, con una tecnología y modernidad con la que muchos en la época donde en aquel instante se detenía de pie, se atreverían a soñar; su gesto era de profunda tristeza mientras abrazaba con fuerza su tableta holográfica y finalmente, cerraba los ojos con pesadez, dejando caer un poco la cabeza por delante.

Habían pasado por tantas cosas… por tantas decisiones, tanto dolor… y era Otto el que siempre se obligaba a cargar con todo, a ser el que se pusiese delante para recibir cualquier herida dirigida hacia su pequeña familia, porque eran todo lo que tenía…

Era cierto, nadie de ellos podría entender nunca el dolor que cargaba el Osworth encima, nunca sabrían al cien porciento lo que había ocurrido en cada uno de sus enfrentamientos contra el agente J.T. Lazer, pero de lo que si estaban seguros (y podían verlo con cara interacción), era que siempre regresaba herido; no tanto físicamente, puesto que como siempre decía la encargada de la salud de todos en aquella nave, eso era siempre "curable" hasta cierto grado… sino en su alma, algo que lo carcomía cada noche y le dejaba cicatrices que nadie podía ver o sentir, pero que se dejaban conocer cuando algo tocaba los botones correctos para hacer estallar el pánico en su líder.

Porque eso era algo que todos tenían muy en claro: lo que el chico sentía, era pánico.

A qué, exactamente?... el muchacho de cabellos azules tenía una muy leve idea, por lo poco que habían conversado y que el pelirrojo había accedido a contarle; no era como que pudiese negarse del todo, después de todo, ambos estaban juntos en aquel lío que había terminado por arrastrar al resto de sus amigos… pero aún así, las palabras y las historias de Otto no expresaban ni en lo más mínimo lo que fuera aquel horror que se le había sembrado en el alma, enraizándose con tanta agresividad que casi le parecía verlo morir un poco más cada día.

Alzó la mirada, a aquellas nubes que se movían perezosas por encima de su cabeza y alzó levemente una mano, como si pudiera tocarlas, aunque fuese un poco.

Lo que su madre hubiera dado por tener una vida pacífica, en un sitio como aquel.

-Por favor, ayúdalo -su voz salió bajita y débil, con los ojos humedeciéndose levemente -no hay nada que puedas hacer por él?... mamá… -musitó muy levemente al aire con una expresión de dolor -está muriendo y tú lo sabes. Los necesitamos más que nunca, pero ahora está tomando todo en sus manos otra vez… pero…

Cerró los ojos por un segundo

-Esta vez no esta teniendo las fuerzas para salir y no logro alcanzarlo -suspiró y volvió a ver en dirección del cielo -por favor… envía a alguien… quien sea… si no puedo ayudarlo yo, por favor, dale una señal a la persona que pueda ayudarle a salir de la oscuridad. A alguien que pueda tocarlo… a alguien a quien Otto vaya a escuchar… por favor… no quiero perderlo también a él… solo necesita… un poco de esperanza…

Suplicó hacia la brisa fresca que pasaba, para un momento después bajar la mirada y pasarse una mano por uno de sus ojos de forma que pudiese secarlo

Respiró profundamente para tranquilizarse y finalmente se giró para regresar a la nave a través de la puerta que susurró suavemente al moverse a un lado para dejarle pasar; Vee siempre hacía lo posible para controlar sus emociones ya que le gustaba pensar que hacía un buen equilibrio con el chico pelirrojo, manteniendo la cabeza fría cuando este lo necesitaba de esa manera, así como sirviéndole de mano derecha cuando había que tomar decisiones importantes. Sin embargo en aquellos momentos… tal parecía que no estaba siendo de mucha ayuda.

Si bien no era la primera vez que Otto tenía una crisis… cada vez iban a peor. Y las pesadillas iban siendo más continuas.

Estaba desesperado.

Sacudió la cabeza un par de veces para aclarar su mente y alzó la vista con una expresión más decidida. Iría a revisar los trabajos y misiones que tendrían por aquel día (si es que había alguna) y luego, trataría de tomarse el tiempo suficiente para aclarar la mente y ver la mejor manera de volver a controlar el dolor que el muchacho sentía; incluso si no podían borrarlo… él era su familia, su héroe, quien le había cuidado desde su nacimiento y lo menos que podía hacer para pagarle un poco de todo aquello, era poner su mejor rostro y dar su mejor esfuerzo para que las cosas volviesen a su sitio.

Asintió una sola vez y había estado a punto de dirigirse al cuarto de control principal cuando un fuerte pitido se había hecho presente, provocando que abriese grandemente los ojos en especial, porque su sujetapapeles había comenzado a titilar rápidamente, informándole de que había un nuevo aviso importante hacia su equipo.

-Pero qué…?

Apenas había atinado a decir el de cabello azul cuando toda la información de lo que estaba ocurriendo y lo que se estaba ordenando desde los cuarteles principales empezaba a mostrarse, una página tras otra lo que hizo que el muchacho se tensase con alarma e impresión crecientes, en especial, cuando la alarma de llegada a partir de los teletransportadores se dejó escuchar para dar aviso de un recién llegado hacia la base.

Vee se movió lo más rápidamente que pudo en aquella dirección para confirmar lo que sus ojos habían visto en su sujetapapeles… y que por un momento le hizo creer que quizá, había estado tan concentrado pensando en él que le había parecido que…

"No… es imposible" se dijo con firmeza recuperando la postura para finalmente, ingresar en el área de recibimiento… donde casi perdía todo el color del rostro al toparse de frente con aquel robot de modelo antiguo y enormes ojos azul claro que le veía entre la incomodidad, el nerviosismo y el temor.

El chico casi emitía un grito en aquel instante conforme en el exterior le dirigía una mirada de educada incredulidad al ser de metal que ahora le cuestionaba sobre su aparición en aquel lugar.

Tenía que haberlo imaginado, especialmente viniendo de su familia.

"En verdad, mamá!?" había gritado mentalmente el chico de cabello ondulado azul conforme saludaba al recién llegado y ahora, le guiaba por la nave para introducirlo en esta "tenía que ser precisamente ÉL!?"

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