VI
Now i'm getting in the car
Eadlyn 7:00p.m
Kile me dijo que tengo que llegar al plató del Report a las 7:15, así que me encamino para llegar antes de tiempo, justo en el cambio de ronda de los guardias.
Nunca he tenido una cita real, como la que Kile está tan orgulloso de "Haber organizado a detalle", por lo que no supe que ponerme.
¿Algo formal o casual?¿Deportivo o elegante? Así que opté por un vestido a la rodilla plateado, de cintura imperio, justo a mitad de camino entre las dos partes de mi problema.
Pero ahora que lo veo llegar no sé qué pensar.
Lleva unos vaqueros de todos los días, con una camisa a cuadros y una gorra que le cubre el cabello, que ahora vuelve a caerle sobre la frente.
Me observa detenidamente y suelta una carcajada tan sincera que me pone nerviosa. ¿Qué parte no entendí?
—Eady, perdón por informarte, pero no se supone que toda la ciudad esté al tanto de nuestra cita.
Lo miro como si fuera idiota. Odio cuando la gente hace bromas en lugar de explicarse.
—Estás muy… llamativa—dice al fin.
—Soy Eadlyn Schreave, claro que voy llamativa.
—Ya, pero con eso todos van a saber que saliste de palacio. El punto era exactamente lo opuesto.
—¿Y qué diablos me debo poner?
—Lo que se pondría cualquier chica normal, pero apurate. Sólo tenemos 15 minutos para burlar a los guardias.
Voy volando a mi habitación y descarto opciones. Supongo que debo elegir algo muy informal, que me sirva de camuflaje; así que elijo una blusa simple, con estampado de flores y unos pantalones de pana cafés. Es el cambio de ropa más drástico que he hecho en tan poco tiempo.
Llego al plató corriendo de nuevo, sin aliento.
—¡Muy bien!—exclama Kile—Hiciste sólo 10 minutos en ir y venir. No pensé que pudieras, si te soy sincero. ¡Tiempo record!
le doy un toque cariñoso en el hombro.
—Eres un idiota— confirmo.
Vamos corriendo al estacionamiento hasta un gran auto negro, con el escudo de Francia en los costados. de dentro de el salen Ahren y Camille para saludarnos.
—Tomen, tapen los escudos antes de salir— nos dice Ahren, pasandonos una cinta de aislar—Nosotros nos vamos corriendo a distraer a los guardias.
—¡Suerte, chicos!— nos desea Camille.
Cuando terminamos de tapar los escudos nos fijamos la hora. Se supone que a las 7:40 Ahren y Camille estarán en su maniobra y a penas son las 7:30, así que aún tenemos tiempo.
—¿Quieres entrar?— me pregunta Kile.
Algo me dice que aún estoy a tiempo. Que aún puedo arrepentirme.
—Claro—contesto, entrando en el coche.
Dentro hay unos lentes de sol para cada uno y una bufanda.
—Debería ir manejando a la entrada— noto que Kile sigue nervioso. Yo también.
—¿Y a tí quién te dijo que tú deberías manejar?
—Te pusiste en el lado del copiloto?—se defiende
—No es más que tu prejuicio machista de que no sé manejar por ser mujer.
—Eady, te he visto manejar y eres pésima. Además estaba en el plan.
—No déjalo—respondo riendo—. Ni siquiera sé a dónde vamos a ir.
El también termina por reírse y conduce hasta la entrada. Estamos a la espera de la hora.
En eso vemos a Camille hablando con los guardias. Ahren nos hace una seña y los guardias van corriendo al estacionamiento, aunque algunos se quedan apostados en el perímetro y se acercan a nosotros mientras avanzamos por el camino, hasta que el general Leger aparece y los detiene.
—iremos con usted ahora mismo general— dice uno de los chicos— sólo déjenos registrar esta salida.
—No, adelantense ustedes mientras yo registro— dice acercándose a nosotros con una sonrisa de suficiencia. Al final, él se hizo cargo.
—Te dijimos que lo haríamos a nuestra manera.
—Sólo ustedes pensaron eso. Ahora váyanse antes de que me arrepienta de dejarlos ir. Conduzcan con cuidado.
Y así salimos de Palacio.
Kile. 8:00 pm.
No sé cuando fué la última vez que Eadlyn se permitió salir de Palacio, pero se vé tan encantada con todo que la dejo bajar las ventanas polarizadas. Aún así, nos ponemos los lentes y la bufanda que Camille le dejó. El pequeño mundo que conforma Ángeles está despierto y el aire que corre es tan fresco como para despertarnos después de la resaca del alcohol y la noche en la que no dormimos precisamente.
—¿A dónde vamos?— me pregunta Eady.
—Primero a una gasolinera de autoservicio. Tengo que recargar esta cosa antes de que se vacíe el tanque.
—Esta bien— se queda callada un segundo, pero luego comienza otra vez—.¡Crees que nos reconozcan?
—No lo creo. Voy a conducir por lugares en los que no haya mucha gente.
—¿Después de la gasolinera a dónde vamos?
—Ya lo descubrirás. ¿Quieres escuchar música?
—¡Si!—exclama encantada.
Me gusta verla así de emocionada.
Se escuchan unas cuantas canciones en la radio, pero no van con la ocasión, así que Eadlyn pone su propia playlist. Es como si fuera otra persona a la que acostumbro a ver en la televisión o en las revistas. Luego recuerdo que ella nunca se ha comportado así conmigo.
—¿Puedo poner yo la gasolina? Nunca lo he hecho— dice cuando apago el motor afuera de la estación.
—¿En serio quieres poner la gasolina?¿Ese es el mayor deseo de tu corazón?
—No sé cómo funciona y quiero aprender— me responde ya más seria y comprendo que lo que en realidad quiere es ser una persona normal. Hacer cosas de una persona normal.
Lo que no sabe es que por más que lo intente nunca lo va a conseguir. Y menos conmigo.
—Claro que puedes— le digo sonriendo comoun tonto.
Nos bajamos del auto y le explico donde tiene que poner la pistola. Cuando termina me da las gracias. pienso que se refiere a la gasolina, pero en su expresión hay algo más.
—No hay de qué.
—No— me sonríe—, gracias por no tratarme como lo hacen todos. Desde que soy la reina, el palacio entero actúa como si debieran tenerme miedo. No me dejan hacer nada, ni aprender cosas que no sean informes o estadísticas. Desde que terminé con la Selección no he podido diseñar nada, sólo el vestido de bodas, hace como medio año.
» Siento que, poco a poco, se están llevando lo mejor de mí. O al menos eso sentía hasta que llegaste antier.
—No me gusta que me agradezcas por eso—respondo—pero si de verdad crees que mi compañía te ayuda a recuperarte, entonces de todo corazón, no hay de qué.
Eady se acerca más a mí y no puedo evitar ver sus labios, rosados y frescos, que hacen ademán de agradecerme por segunda vez, aunque de una forma diferente
El beso resulta incómodo por los lentes, Eadlyn intenta quitarlos, pero le digo al oído que espere, para que no nos vean. Así que la llevó a una caseta un poco más alejada
—Ya sabes que aquí me tienes Eady.
Tiene los ojos grandes y brillantes, el cabello perfecto y la piel cálida y suave. Me echa los brazos al cuello y me besa, como si se le fuera la vida en ello. Yo, por mi parte, siento que el corazón se me va a salir del pecho, por lo mucho que la quiero
Eadlyn. 8:18 pm.
Cuando regresamos al auto me siento llena de energía.
Quisiera correr, saltar o gritar de lo feliz que soy en este momento. Libre.
Kile conduce por la misma calle de la gasolinera, que está prácticamente desierta, mientras cantamos y platicamos, de nada en específico, simplemente de todo.
Se detiene en un puesto de comida en la calle y me hace bajar con él, con la bufanda puesta en mi nariz, por si acaso.
—Dijiste que querías aprender cosas, así que ahora vas a aprender a ordenar comida en la calle.
Nos acercamos al puesto.
Kile me tiene tomada de la cintura, como si fuéramos una pareja real y yo me siento morir, pero él está tan normal como siempre, pidiendo dos ordenes de tacos y bromeando con el vendedor mientras nos atiende. Participo de sus bromas y siento que mi cabeza va a explotar, porque nunca había hablado con una persona real en esta situación. Nunca había estado en esta situació había hablado con nadie fuera de Palacio.
Todo es muy extraño.
Cuando finalmente retomamos nuestro camino me lleva a un parque solitario, con muchos juegos infantiles, pero supongo que los niños no lo visitan tan tarde, pues somos los únicos que aparcan ahí.
Llegamos a los columpios y nos sentamos, cada uno con su orden de comida en un columpio. Me gustaría haber estado en más lugares como este antes.
—¿Cómo sabías de este lugar?— le pregunto mientras nos balanceamos en los columpios.
—Unos amigos del curso de Fennley vivieron en Angeles por un tiempo, de niños, y me hablaron de todos estos lugares. Estaban impresionados de que no los conociera.
—¿Te gustaba estudiar? Casi nunca hablas de cómo te las ingeniaste para vivir tu solo después de la vida en Palacio. O de como fué regresar sólo para irte de nuevo.
—Me gustaban las clases y poder hacer las cosas por mi cuenta; ya sabes, sin sirvientes entrometidos o modales que seguir. Pero extrañé a mi familia todo este tiempo. Aún los extraño, aunque siempre van a visitarme.
—Lo siento— le susurro mirándole a los ojos.
—¿Por qué?— inquiere desconcertado.
—Yo te desterré del palacio y te alejé de tu familia.
—En realidad, eres tú a quién más extrañé estos meses. Bueno, a ti y a tus hermanos y a tus papás. Incluso a los chicos de la Selección, aunque casi todos me odiaban, si soy sincero.
—Creeme, me terminaron odiando más a mí— bromea.
Kile se ríe en silencio.
—Si lo piensas, el único que tiene razones para hacerlo es Henri y él está bien, así que no te preocupes por los otros. Son imbéciles.
—Ya, lo que le hicimos a Henri fué horrible. Pero al menos eso te ayuda— reflexiono—. Ya sabes, ladrón que roba a ladrón…
—¿Y qué fue lo que robamos?— me pregunta con una sonrisa de suficiencia que hace que lo quiera golpear. O ir a decirle a su madre que su hijo apesta.1
No le respondo. Sólo sonrió y me quedo viendo al césped, sonrojada.
Terminamos de comer en silencio. Estuve comiendo con las manos por primera vez en mi vida. Debería recordarlo.
—¿A tí qué te gustaría estudiar? Si no fueras la reina, claro— Me pregunta Kile pasado un rato.
—Diseño de modas— digo sin pensarlo.
Él sonríe, satisfecho.
—Entonces, si aún existieran las castas, seríamos doces los dos.
—Me gusta, como la tía Celeste.
Kile se para detrás de mí y me balancea en el columpio, cada vez más alto.
—Deberías volver a diseñar— me reprende, con el ceño fruncido.
¿Cómo le explico que desde que se fué no he podido tocar mis bocetos?
Kile. 09:00 p.m.
—No me he sentido inspirada— me responde Eady— Y si muy ocupada. No he tenido tiempo de tocar mis bocetos, o de elegir lápices de colores, ni siquiera ver un muestrario de telas.
Paró su columpio y le doy la vuelta para que quede frente a mí.
—Puedes hacerlo ahora. Tenemos todo el tiempo del mundo.
—No tengo papel.
—Pues yo nunca salgo sin papel y lápices. Sólo tendrás que conformarte con los clásico de grafito. No traigo colores.
Saco mis cosas de un estuche de mi camisa y veo sonreír a Eadlyn, con la cara iluminada. Pase lo que pase esta noche, solo por verla sonreír de esta forma, yo sé que va a ser la mejor de mi vida.
Antes de que ponga su mano en la hoja de papel empieza a dudar. Me mira a los ojos y me pregunta:
—¿Y si ya perdí el toque?
Con los ojos brillosos, apunto de derramar lágrimas.
—Tal vez necesitas algo de música.
Saco mi celular y reproduzco lo que yo escucho cuando me siento así.
3 canciones después ya tiene un traje completo. No sé si es algo propio de los nacidos para la realeza, de las princesas, pero me encanta la naturalidad con la que imagina sus vestidos y los traslada al papel. Yo no podría hacerlo nunca. Simplemente es genial.
Cuando termina se pone a dar vueltas en el columpio, con la cabeza ladeada, pero feliz.
En eso suena Girl Almighty de One Direction. Es algo así como su canción favorita del mundo y yo sé que la va a sacar de su ensueño. Lo que no me espero es lo que pasa a continuación, porque la reina Eadlyn Schreave se baja del columpio y me saca a bailar.
Damos vueltas hasta que termina la canción. Yo tengo mis manos apoyadas en sus caderas y las suyas en mis hombros. Cuando la hago girar veo su pelo flota alrededor de su cara, a causa del viento. Ella sonríe, así que yo también lo hago.
1 Referencia a get him back! de Olivia Rodrigo.
