VII
Wreckin' all my plans
Eadlyn. 9:48 pm
Tengo 19 años.
No recuerdo la última vez que bailé con un chico sin que fuera un dignatario en una cena importantísima. No recuerdo si alguna vez paseé por un parque a la luz de la Luna. Sé con certeza que nunca comí con los dedos.
Y cualquiera diría que no tengo nada de eso, pero lo mío es mejor. Que se lo llevaron de mi vida, sin preguntarme. Los impuestos, las políticas, la Monarquía y los periodistas; sin embargo, me dejaron dinero, fiestas joyas y poder.
¿Qué más podría desear?
Mientras paseo por la ciudad (mi ciudad) con Kile en un auto de vidrios polarizados, caigo en cuenta de que si me dieran la oportunidad, si el genio de la lámpara apareciera para conceder tres deseos, le regalaría dos y le pediría únicamente que me librara de responsabilidades.
Ya escuché suficientes canciones como para aceptar que no soy el sueño adolescente, no soy nada nuevo. Mientras miro a Kile con su mentón afilado y su cara joven llena de colores radiantes, me digo a mi misma que puedo hacerlo. Puedo asumir el riesgo. Ya me decepcioné a mi misma lo suficiente y ahora puedo soportar la decepción de los demás.
—¿Me dejas conducir?— le pregunto acercándome a él.
Duda unos instantes y sé que es porque no tengo buen historial, pero al final aparca en una esquina y se quita el cinturón de seguridad.
—Todo tuyo— dice mientras me da las llaves de forma teatral y antes de bajarse del carro todavía añade:—¡Que Dios nos agarre confesados!
A veces es muy idiota. La moyoria del tiempo. No sé ni siquiera porque me gusta.
—¿A dónde quieres ir?—le pregunto acomodándome detrás del volante.
—Si sigues por esta calle hay una serie de edificios geniales que te quiero mostrar. Fueron hechos por una comunidad de chicos pobres, sin estudios, pero tuvieron suerte y les concedieron apoyo económico para llevar a cabo el proyecto y hasta los becaron. Uno de mis antiguos profesores se encargó de organizar todo, pero yo nunca los he visto.
Me dirijo hacia ese lugar, con el corazón menos oprimido que esta mañana, pero temblando todavía por la decisión que tomé.
Kile 10:00 pm
—"I got class and integrity just like a goddamn Kennedy, I swear"1 — Canta Eady a todo pulmón, mientras se pasa las manos por el pelo.
—¡Dios, esa es mi canción!
—¿Ya sabes la verdad sobre lo que pasó con Kennedy y Marylin Monroe?— le pregunto.
Eady me mira con una sonrisa traviesa.
—Sigue siendo secreto de estado.
—Vamos, dime lo que investigas…
—¡Shh!— me interrumpe—. Esa es mi parte favorita. "I scream inside to deal with it like ahh".
—No te quiero interrumpir, pero ya llegamos.
Nos bajamos en una serie de edificios, de apenas dos pisos de alto. No son nada fuera de lo común, pero están muy bien diseñados y son lo suficientemente accesibles para los sin techo. Lo que me muero por ver es lo que hay en uno de los laterales de la construcción. O más bien, muero por que Eady lo vea.
La llevo justo a la vuelta, con una mano tapando los ojos y la otra en su cintura, para conducirla.
—¿Estás lista?— le pregunto girándola, para que quede de frente. Ella asiente.
Le quito la mano de los ojos y al instante escucho un grito ahogado, pues ahí, justo delante de nosotros hay un mural de ella. De la postal oficial del día de su coronación. He escuchado que todos los días van a cambiar las flores que hay en la acera, marcando el margen de la pintura.
El pueblo homenajeando a su reina.
—Kile ¿Quien hizo esto?— me pregunta anonadada con los ojos llorosos.
—Tu pueblo. Todo este barrio reunió los recursos para hacerlo.
Eady se pasa la mano por una mejilla. No la había visto llorar tanto en un sólo día.
—Pero ¿por qué? ¿por qué me quieren? No soy tan buena como mis padres, ni tan encantadora como mis hermanos. No soy tan gentil como mi abuela.
Me pongo a pensar un momento. Todo lo que he visto el último año se traduce fácilmente. ¿Eadlyn quiere saber la verdad? No tengo que ir muy lejos para encontrarla.
—Ellos te tienen confianza— le respondo— saben que no los vas a decepcionar. Y yo puedo decir lo mismo.
—Perdón— solloza, aunque no entiendo a qué se refiere— yo… podemos…¿podemos volver al auto?
—Por supuesto. Yo conduzco.
—No, yo lo hago—me ordena.
Así que nos acomodamos en nuestros respectivos lugares y la dejo manejar.
Se para en una esquina, enfrente de una tienda concurrida, a pesar de la hora. Se detiene porque no puede dejar de llorar.
—¿Qué te pasa Eady?
—Es que… yo no quiero casarme mañana, no con Eikko. Simplemente no puedo hacerlo. Estoy muy cansada de todo. Odio a los invitados. Odio el pastel. Odio el vestido. Todos me preguntan qué es lo que quiero, pero no me dan opciones para responder. Sólo asumen las cosas y ya.
—Conmigo no tiene que ser así Eady. ¿Qué es lo que quieres?— le pregunto mirándola fijamente.
Entonces me besa por toda respuesta. Tal vez en el peor momento posible.
Y
Kile sube los vidrios por completo, para que no puedan vernos.
—¿Por qué los periodistas hacen esto?—pregunto
—Tal vez nadie los ha instruido en la historia de Lady Diana— me contesta
Aunque sé que no debería, que hay mucho peligro para mí y para mis planes, me río. Eso es lo que siempre me ha gustado de Kile. Incluso ahora, cuando unos periodistas locos están intentando llenar su columna de chismes con nosotros y mi prometido nos está persiguiendo de forma disimulada, Kile tiene la capacidad de hacerme reír.
Pero el regocijo no me dura mucho, porque veo un auto acercándose por un lado.
—¡Vamos, vamos, vamos!— me grita Kile.
—Si sigues por esta calle, dando vuelta a la derecha, debe haber un callejón que no podrán cruzar con esa camioneta. Lo he visto. Desde ahí podemos perderlo.
Eso hago, pues no hay nada más que se me ocurra.
Voy doblando esquinas hasta que me parece que pierdo a los periodistas, pero Eikko sigue detrás de nosotros. Es un balde de agua fría para mí. Le pide al chofer que yo contraté que me siga en la limusina que yo le compré. Sé que no tengo ningún derecho para reprocharle nada, aún así, no me parece lo más apropiado.
Estoy tan absorta pensando en eso que no me doy cuenta hasta que sucede.
—¡Eady, para!—dice Kile, apresurandose a usar el freno de mano, pero ya es demasiado tarde.
Kile. 11 :00 p.m
Aunque siento el impacto, estoy seguro de que fué Eadlyn la que se llevó la peor parte.
Chocó contra la arboleda de una de las casas de ese barrio, justo del lado del conductor.
Por el momento pienso que sólo fue el susto. Quiero decir, estoy preocupado, pero al menos Erik nos seguía de cerca, así que seguro nos va a ayudar a salir de esto.
No tardo en darme cuenta de que el imbécil le ordenó al chofer dar media vuelta y dejarnos a nuestra suerte.
Al mismo tiempo en que el auto de palacio da media vuelta, Eadlyn suelta un gemido que me saca de la estupefacción inicial para asustarme. Tiene los pantalones manchados de sangre y el brazo no tardará en amoratarse.
—¿Estás bien?— Consigo decir volteando hacia ella por completo.
—No lo creo— se queja apretando los ojos, como cuando pasas por mucho dolor, apenas soportable—. Me duele mucho el brazo. Tal vez me fracturé al golpearme con la puerta. Y además mi pierna…
Suelta otro chillido, mientras me indica cual es el problema.
—Cuando intenté frenar se me resbaló el pie por el pedal—explica—El freno me cortó y creo que lo tengo incrustado.
Salgo corriendo del auto y voy hasta su puerta.
Tiene razón. El freno aún está en su pierna abierta. Con mucho cuidado lo sacó del orificio, junto con la tela del pantalón, pero creo que se infectará, aunque hago todo lo posible por no tocarla. Veo unas lagrimitas salir de sus ojos y me detengo.
—El brazo Kile. Me duele mucho el brazo.
Lo tiene hinchado. Creo que lo puedo arreglar, pero le va a doler y no quiero que sufra mucho.
—Deberias ir con Eikko para que nos ayude. Todavía nos seguía, así que no puede estar muy lejos— me aconseja.
No sé cómo explicárselo sin que la haga sentir mal.
—Erik ya se fué. Cuando vió que chocamos. Tal vez vaya por ayuda.
Eadlyn se lleva la mano a la boca para contener otro lamento.
—No creo que aguante Kile. El brazo me quemó y no puedo moverlo.
—Quizá pueda arreglarlo Eady. Le pasa a muchos trabajadores de las construcciones cuando cargan cosas pesadas o con el equipo de trabajo. A veces se impactan con algo y eso les produce desgarros o tirones en los músculos. ¿Es lo que sientes?
—Si, es algo así.
—Ya he aprendido a ayudarlos, pero necesito que estés tranquila y pienses en otra cosa.
—Es difícil pensar en otra cosa cuando duele tanto.
No estoy seguro de si habla del brazo.
Subo el volumen del estereo y me paro a su lado, pero fuera del coche.
—No te preocupes Eady. Cuando logre destensar el músculo el dolor va a pasar.
» Ahora quiero que te voltees para el otro lado y me cantes.
—Kile, canto horrible.
—Ya me cantaste "all—american bitch" ¿Crees que me importa?
Empieza a tararear mientras yo le tiento el brazo. Por suerte tengo razón y no es una fractura. Espero a que se acostumbre a mi tacto y cuando la veo distraída le doy un jalón hacia mi.
Eady intenta no gritar. En lugar de eso canta más rápido.
—"But I say that I hate you with a smile on my face"2— canta sonriendo.
Yo también lo hago, aunque siento que todo está por terminar.
1 Fragmento de all-american bitch de Olivia Rodrigo, compuesta por Olivia y Daniel Nigro.
2 Linea de favorite crime, también escrita por Olivia y Dan.
