Perdón por el abandono... Tuve un accidente y me caí (otra vez) en un pozo y me esguincé el pie (el mismo de la vez pasada) y me contracturé una parte de la espalda alta izquierda... la fisioterapeuta me dijo que tuve suerte de que no me dislocara el brazo o-o

Pero quiero pensar que ya estoy mejor, asi que a escribir que sólo éso nos queda...

Btw, recuerden que esto es enteramente ficción (casi), no busco de ninguna manera exponer una opinión sobre una cultura ni mucho menos denigrar a ésta. Es poco lo que conozco y básicamente estoy fangirleando.

Por otro lado, lo he dicho antes, todavía me falta aprender a redactar/describir bien una escena de pelea, esperaré mejorar con la práctica...

Disclaimer: La canción Murder Song (1, 2, 3, 4, 5) es de Aurora. La última pelea está inspirada con la canción Kotowaki de las primeras OVAS de RK.


"Primera cicatriz"

KIOTO 1865

Aquella mañana el mercado estaba concurrido. Montones de gente comenzaron con el intercambio de bienes desde horas tempranas de la mañana, se sabía que las preparaciones para los festivales de la cosecha habrían de dar inicio pronto; las oraciones hacia Inari - quien se encargaba de asegurar las buenas cosechas - se triplicaron de golpe. El santuario también se había visto inundado desde temprano de feligreces.

Kaoru viajaba con Emi entonces; la joven se había convertido en cuestión de dos días en su mano derecha y la miko procuraba siempre tenerla a la vista y saber dónde estaba cuando no se encontraba en su compañía. De momento iban las dos de incógnito, vestían iromujis e iban cubiertas con sus respectivas capas, ambas caminaban entre la gente sin detenerse.

No fue sino hasta que Kaoru divisó la banca vacía en el puesto de okinomijaki que se dispuso a detenerse. Se sentó en ésta y esperó. Emi permaneció de pie tres pasos y a la derecha de ella.

Menos de dos minutos después, un hombre cubierto por un sombrero y capa de paja tomó asiento a su lado, aunque mirando en dirección opuesta a la de ella. Sacó entonces una botella de bambú y bebió de ésta antes de hablar.

-No esperé que me contactaras tan pronto, Kaoru -dijo.

La joven permaneció tranquila a pesar de haber sido descubierta.

-Shinji, tenemos poco tiempo -apremió ella, dejando en claro que no tenía intención de perder el tiempo hablando de nimiedades.

El muchacho suspiró; se notaba cansado.

-Debí suponer que lo sabrías. -Dijo a modo de queja antes de dar su orden al hombre que atendía el puesto de comida.

La neblina de la madrugada estaba por disiparse por completo bajo el calor de la gente que llenaba el mercado.

-¿De verdad desapareció? -Preguntó Kaoru refiriéndose a Tomoe.

El corto silencio fue la afirmación a la pregunta.

-Hace dos noches. -Contestó Shinji, evidenciando con ésto la razón de su cansancio. -Resultó que tenía un grupo de fieles seguidores dentro de la mansión de la segunda rama, cuando ella desapareció ellos lo hicieron con ella.

-Eso es bastante peligroso.

Shinji estaba de acuerdo. Era más fácil encontrarlos en grupo.

-Queda claro que no huyeron juntos, a pesar de lo que pueda parecer; pero es seguro que cada uno ayudó a su manera. -Le tranquilizó. -Si piensas que ha ido por Akira, te diré que estás en lo correcto aunque tan sólo a medias.

-¿Por qué lo piensas?

-Ella se veía segura de que mi hermano no sobreviviría. -Le dijo recordando lo que había hablado previamente con Enishi, cuando éste habia confesado su participación en el escape de su hermana. -Creo que con quien fue a reunirse es otro.

Aquello confundió a la miko.

-El encuentro es apenas hoy. -Recordó ella. ¿Cómo podría Tomoe el buscar reunirse con alguien más?

-¿Te intriga que otros sepan algo del futuro antes que tú? -Bromeó el muchacho.

Kaoru arrugó el gesto.

-¿Debes de ser tan cínico? Se trata de tu hermano. -Refutó ella molesta. -Lazo sanguíneo o no, te cuido como tal.

-Lo sé. - Aceptó él con tristeza. -Iré al grano entonces. Enishi habló conmigo anoche, Tomoe dejó una carta para mí también. -Suspiró con pesar, pero más de molestia que de tristeza. -He de admitir que he sido vencido esta vez. Si estás de acuerdo en lo que proponen los Yukishiros, yo también lo estaré.

"Los Yukishiros" habia dicho, dejando en claro su postura y su molestia ante aquella revuelta familiar. Kaoru pensó que era demasiado.

-¿Lo dejarás viajar conmigo? -Inquirió ella.

-¿Tengo opción? -Rió él. -Servirá como pantalla, además. Dos jóvenes destinados a casarse, en un viaje para crear lazos. Tiene todos los tintes de una historia de amor. Me pregunto si Himura estará de acuerdo.

La expresión de la miko volvió a denotar molestia.

-Kenshin sabe mis planes. -Le dijo a la defensiva.

Él la miró de reojo con expresión burlona.

-¿Incluyendo los recientes cambios? -Le picó. Ella desvío la mirada. -Ah, claro. Por eso es que viajas a Edo.

-Es otra de las razones... ¡Ah! -Aceptó ella, y luego dejó salir una exclamación de asombro cuando sus ojos vieron la imagen de quién fuera el hermano de Tomoe. -¿Ése es Enishi?

-¿Sorprendida? -Volvió a reír Shinji.

Enishi estaba del otro lado de la calle, un par de pasos a la derecha de Kaoru, estaba casi de frente a Emi.

-Ha crecido bastante... -Señaló ella todavía sorprendida.

La última vez que había visto al niño había sido durante la boda de Akira y Tomoe; entonces seguía siendo un niño más bajo que ella y de complexión delgada, había sido un niño flacucho. Ahora, sin embargo, fácilmente alcanzaría la estatura de ella, y su cuerpo había ganado no sólo peso sino también músculo. Su semblante también era diferente... Aunque quedaba una chispa de inocencia, su mirada se había tornado seria, demasiado para un niño de doce años.

-Es increíble la diferencia que hace una buena alimentación en el desarrollo de un niño, ¿no? -Señaló Shinji. -Himura también ganó peso y tamaño en esos meses que vivió en el santuario; y aún más tras continuar su entrenamiento con el maestro Hiko. Ahora, sin embargo, me pregunto si tendrá alimento adecuado en medio de la guerrilla.

El corazón de la miko se estrujó en su pecho.

-Es la razón por la que quiero abrir un refugio. -Dijo en voz baja, suave.

Su compañero bufó.

-Si consigues el apoyo del shinsengumi, dudo que haya noble que se niegue a darte apoyo. -Le aseguró, luego se puso de pie y se reacomodó la capa y el sombrero -Bien, lo dejo en tu cuidado.

Tras una inclinación de cabeza, y de tomar el plato de comida ofrecido luego de hacer el debido pago, el muchacho se retiró.

...

"Esto será incómodo" pensó la miko al notar que la expresión del chico no presentaba cambio. Ni siquiera cuando Shinji había pasado a su lado había mostrado una reacción.

Pero más allá del temple, Kaoru sabía que parte de aquella incomodidad se debía a los evidentes cambios físicos, y a que debido a éstos le sería más difícil hablarle como su superior.

-Emi. -Llamó a su acolita, haciendo una pequeña seña que la chica entendió al instante.

-Hai, Kaoru Sama -Respondió su compañera, recibió su instrucción y luego fue a dónde Enishi.

Kaoru miró de lejos el breve intercambio de palabras al tiempo que seguía analizando al joven preadolescente. Pensar que sólo un año los separaba resultaba poco creíble.

Miró a Enishi asentir entonces, éste siguió a Emi hasta llegar a dónde Kaoru descansaba. La miko se levantó tan pronto estuvieron frente a ella.

-Ha pasado mucho tiempo, Enishi kun. -Le saludó.

Incluso si el chico no había querido hacerlo, sus mejillas se tiñeron de rojo al ver la sonrisa de la vidente de Inari.

-Supongo. -Murmuró en respuesta sintiéndose avergonzado.

Comenzaron a caminar entonces a paso lento, como quien de verdad toma un paseo por el mercado sin intenciones de comprar ni vender nada, solamente ver por el puro placer que la vista da. Lado a lado, los dos tenían la misma estatura.

-Imagino que tienes una idea de mis planes gracias a Tomoe san -Dijo ella.

Enishi mantuvo la mirada al frente contrario a Kaoru, quién veía con fingido interés los puestos a ambos lados de la calle.

-Mi hermana dejó claras instrucciones, una de ellas fue que debía apoyarte en lo que necesitaras -Respondió él.

-Entonces... ¿Qué hay de ti, Enishi?

El aludido frunció el gesto.

-¿A qué te refieres? -Preguntó.

Ella respiró hondo antes de cuestionar.

-¿Qué es lo que esperas lograr de esta lucha? ¿Cuál es tu objetivo?

Mutismo.

Por un segundo pareció que Enishi se detendría, mas acabó por seguir caminando un poco más aprisa como queriendo abandonar cuanto antes la multitud de gente. Por detrás de él Kaoru igualmente debió apretar el paso.

-Ya no lo sé. -Respondió el chico. -Antes de descubrir los planes de mi hermana, creía estar seguro de cuál era la postura del clan. Ahora pienso que es sólo un grupo de hombres cobardes que ni siquiera tienen un propósito. -Dijo con enojo.

-El clan, no es como lo pones. -Trató de refutar ella tomándolo por el brazo en un intento porque él se detuviera o de menos demorara el paso.

Mas Enishi deshizo el contacto casi al instante, alejando el brazo como si le hiriese el toque de ella, aunque sí se detuvieron.

-Si así fuera, ¿por qué es que mantiene una postura neutral? -Cuestionó él dedicándole una mirada y elevando la voz.

A su alrededor la gente se alejó de ellos, más por el desplante de molestia del chico que por cortesía, pues les dedicaban miradas de reojo, seguramente pensando que la discusión era de una muy joven pareja.

Ni Kaoru ni Enishi les dieron importancia, sin embargo. Emi además, yendo por detrás de ellos, hizo lo propio para desviar la atención de los transeúntes.

-Aunque entiendo el sentimiento de lucha, no todos los conflictos deben resolverse con violencia. -Le dijo la miko con determinación. -Si piensas en las vidas que sacrificarías, en los futuros que cortarías con un conflicto de esa magnitud, ¿no es mejor buscar la solución pacífica? -Le cuestionó.

Enishi se relajó al oír aquello.

-Tal vez. -Aceptó, nuevamente sus mejillas se teñían de rojo. -Pero la revolución ya es un hecho. -Refutó tras ese instante de duda. -Considerando que no somos el clero, ¿cuánto más deberemos de seguir escondiéndonos tras un mensaje de paz?

La pelinegra le miró con preocupación.

-Entonces, ¿deseas pelear?

Enishi desvío la mirada tras sentirse descubierto.

-A mi hermana no le gustaría. -Dijo.

-Ciertamente no. Pero es tu vida, y ella no puede decidir por ti.

-Sólo me importa hacer feliz a mi hermana. -Le interrumpió él. -Cualquier deseo que yo pueda tener palidece ante la necesidad de que ella esté bien. -Declaró convencido ante la sorpresa de su compañera. -Mi lealtad es únicamente para con ella.

-Pero ¿qué pasará cuando ella...? -La miko se interrumpió a tiempo; agachando la mirada apenas un segundo se recompuso después -¿Qué pasará cuando ella ya no esté contigo?...

Él frunció el cejo.

-Eso lo sabrás tú, ¿o no?

-¿¡Eh?!

-Neesan lo sabía. -Declaró él. -Sabía que tú habías visto la muerte de Akira niisan como un evento inevitable.

El corazón de Kaoru dió un vuelco porque se supo descubierta. Porque incluso si no era su culpa, desde que las visiones sobre la muerte de Akira la persiguieran, siempre había sentido que era de algún modo responsable.

Porque cargar con secretos que no podía jamás contar le había estado consumiendo el alma...

-Estaba conciente además, de que había sido bendecido con más tiempo gracias a los hechos que tú habías cambiado... -Siguió diciendo él. -Tu cercanía con él fue su primera pista. Tan pronto el matrimonio se concertó supongo que le fue más fácil descubrir la verdad detrás de tu relación con él; el porqué era más cercano a ti incluso que Shinji niisan quien se suponía había sido el primer prospecto a esposo. Tu evidente tristeza al hablar de ciertos temas fue la segunda evidencia, al menos para mí.

A Kaoru el labio inferior le tembló en su intento por ahogar el sentimiento que la abrumó entonces. Sus ojos azules se habían vuelto cristalinos tras la amenaza de las lágrimas; las manos se habían cerrado en puños, temblando igualmente. La joven agachó la mirada con pena.

Aquel silencio fue la última confirmación que necesitó Enishi.

-Entonces es cierto. -Concluyó él.

El chico se acercó a ella hasta quedar a una distancia nada propia, y aunque notó a Emi tensarse por detrás de la miko - mientras simulaba estar prestando atención a un puesto de telas - no hizo nada por alejarse.

-¿Sabes quién lo matará? -Le preguntó en un susurró.

Ella negó con la cabeza, incluso entonces no le miraría.

Si su negación era que no sabía la identidad del asesino, o que simplemente se negaba a responder, Enishi no lo sabía. Pero en cierta forma le daba igual. Se había jurado internamente cobrar venganza en nombre de su hermana y su cuñado tan pronto estuviese listo. Aprendería a ser paciente, y luego, en el momento oportuno, atacaría.

-Supongo que hasta aquí llegó nuestro primer encuentro -acabó por decir, hizo una seña a Emi y ésta se acercó al instante. -La veré mañana, Kaoru miko sama.

Emi le dedicó una mirada de reproche que Enishi respondió con una sonrisa ladina. La aprendiz de miko decidió entonces que no le agradaba tal sujeto, y luego tomó del brazo a su superiora.

-Kaoru miko sama -le habló.

La aludida, al sentir el contacto de su compañera, logró cortar la emoción que entonces la había dominado; respirando hondo, se obligó a tranquilizarse. Una vez calmada, se dirigió a su acólita con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.

-Estoy bien, Emi. Será mejor volver al santuario.

-Hai -respondió la menor antes de comenzar a guiarla fuera del mercado.


EDO

Una vez se decidió quién sería el campeón del clan Kamiya para el duelo contra el shinchogumi, la actividad dentro de la mansión y el resto del clan se vio un tanto ralentizada. El cuerpo del anterior líder había sido regresado hacía apenas una noche; les había tomado medio día el prepararlo. Había una sensación de rutina en todo el lugar, como si tales eventos programados fuesen una cosa de cada día, los miembros del clan deseaban que aquello terminase lo más pronto posible para poder dar vuelta a la página y reanudar sus vidas o lo que quedaba de ellas.

Tanto Sanosuke como Megumi permanecieron cerca de Kenshin, atentos a las acciones del samurai evidentemente preocupados por éste. Luego del evento de selección - en donde Kenshin había sobresalido al grado de no tener igual - el doctor Genzai había hecho su misión el atender la previa herida del muchacho.

Entonces estaba en la última de las revisiones antes del encuentro, el cual se había dispuesto para el atardecer.

-Por lo que puedo apreciar, la herida ha cerrado por completo. -Dijo mientras movía el brazo izquierdo del pelirrojo revisando cómo los músculos del pecho y la espalda se tensaban con el movimiento. -Lo único que queda es la inflamación, pero todavía es normal. -Aseguró, liberando por fin a su paciente. -Si continuara después de hoy, deberás tomar medicina especial y guardar reposo.

La herida había dejado una cicatriz que de momento todavía se veía rojiza; una línea que parecía surgir de la altura del hombro y se adelgazaba en su camino hasta el vientre, por encima del ombligo.

-Sería mejor que reposara desde ahora. -Aportó Megumi, la joven analizaba desde su lugar cerca del mueble de medicinas la herida de su amigo.

El doctor Genzai sonrió con algo de pena.

-Yo también lo creo Megumi chan, pero me temo que Himura kun tiene otras prioridades. -Declaró. "Y si he de ser franco, tras verlo pelear no creo que tengamos a nadie mejor que él." Pensó para sí con algo de pena. Aquel pensamiento le avergonzaba, porque no dejaba de depender de quién a todas luces era un niño en comparación consigo mismo.

Megumi bufó y luego miró a Sanosuke quien estaba recargado en el marco del fusuma.

-¿No vas a decirle nada? -Le preguntó ella.

El castaño puso los ojos en blanco.

-Dime para qué. Nada de lo que pueda decirle le hará cambiar de opinión. -Declaró.

Megumi gruñó por lo bajo; ella misma era consciente de que tras dos días intentando disuadir al pelirrojo, no tenían ni un sólo argumento con el cual convencerle de cederle el lugar a alguien más.

-Ajustaré las vendas de modo que te sea fácil mover el brazo sin mucho dolor, me aseguraré además, de que no tenses más el músculo innecesariamente. -Le informó Genzai. -Pero tendrás que tomar medicina para prevenir la fiebre.

Kenshin asintió, hasta entonces había permanecido callado, casi con la mente lejos de aquel lugar.

-Entiendo. Muchas gracias, maestro Genzai. -Respondió.

Con ayuda de Megumi, el doctor untó el menjurge en la zona herida, dejó que ésta se secara un tanto y luego vendó el torso del muchacho. Estaba terminando de atar la venda cuando el líder del clan se hizo presente.

Sanosuke apenas y lo reconoció en tiempo para saludarlo como era propio, igual que lo hicieron Megumi y Kenshin; el doctor por su parte sonrió al verlo.

-Koishijirou sama. No esperaba verlo tan temprano, señor. -Le saludó.

El líder de los Kamiya, sin embargo, no devolvió la sonrisa, ni siquiera dirigió una mirada a ninguno que no fuera Kenshin. Se notaba evidentemente contrariado.

-Necesito hablar con Himura kun. -Declaró.

Hubo un tenso silencio y luego, Kenshin asintió en respuesta, se levantó de la banca donde había estado sentado mientras lo atendían y se arregló con prisa el kimono, ajustando luego las espadas en el sageo; después hizo una inclinación al doctor Genzai y salió de la habitación siguiendo a quien, ahora sabía, era el padre de su querida amiga, Kaoru.

Sanosuke sintió ganas de golpear algo entonces, y acabó por excusarse también, aunque en dirección contraria a su amigo.

...

Kenshin siguió a Koishijirou fuera de la mansión. En el camino pudo observar al resto de los miembros del clan concentrados en sus respectivas tareas; incluso si el movimiento en ésta se había ralentizado tras de que se le nombrara como el campeón del clan Kamiya, todavía quedaban ciertos preparativos correspondientes principalmente a la milicia.

Además de esto, el pelirrojo pudo apreciar la belleza de aquellas tierras. La masión era magnífica por si sola, pero resaltaba por sus vastos jardines y la zona de campos de siembra que la rodeaba. Un río se encontraba bastante cerca de los límites de la mansión y el sonido del agua al correr podía apreciarse en el silencio de la noche; algo que lo había tranquilizado lo suficiente para poder dormir, por lo que agradecía el que su habitación diese hacia esa zona.

Kenshin se imaginó cómo habría sido para Kaoru crecer en tal ambiente, en el que se respiraba una paz que no había percibido ni siquiera en el santuario. No. La gente del clan parecía estar adelantada a su época, pues se trataban unos a otros sin remarcar la diferencia de castas; era fácil creer en que una nueva era sería posible si tal zona de tolerancia existía.

Kenshin pudo entonces visualizar a una niña pequeña riendo mientras corría por los jardines, jugando incansable y arrebatando sonrisas ahí por donde iba. Y se preguntó, no por primera vez, ¿por qué había sido entregada al clero?

No pudo seguir debatiendo en esto, sin embargo, ya que Koishijiro se detuvo justo a unos metros de distancia del río, cuya agua corría con prisa entonces. El hombre respiró hondo en un claro intento por serenarse. Luego giró hacia Kenshin para hacerle frente, este último sintió pesado el corazón en su pecho y se removió en ansiedad sin poder evitarlo.

Koishijiro sonrió comprensivo al verlo tan alterado.

-No debes preocuparte, no voy a recriminarte nada. -Le dijo.

Kenshin - muy a su pesar - respiró en alivio sintiéndose algo avergonzado por ser tan obvio en lo que sentía.

-Lo siento. -Dijo.

Aquello hizo sonreír con mayor libertad al mayor.

-No tienes nada de qué disculparte, al contrario soy yo quien te debe una disculpa.

El pelirrojo saltó al instante.

-¡No! ¡Para nada! Quiero decir... -Refutó Kenshin y luego calló sin saber qué más decir.

Al final, fue Koishijiro quien acabó por hablar tras suspirar con pena.

-Himura kun, sé que te lo pregunté antes y que fuiste claro con tu respuesta -Le dijo con tono serio y un atisbo de pena en sus palabras. -Y aunque sé que te debo gratitud por tu próxima ayuda, no puedo evitar volver a cuestionarte. Himura kun, ¿por qué peleas?

Silencio.

El aire sopló entonces, agitando la hierba y las copas de los árboles. Parecía que nadie dejaría de hacerle aquella pregunta, pero había aprendido a ver esto como una bendición; pues si perdía el camino, sabía, el no tener una respuesta podría llevarlo a la locura.

El pelirrojo se tomó un instante para serenarse igualmente y pensar con cuidado sus palabras. Irremediablemente sus pensamientos fueron a dar en una sola persona, antes de que muchos rostros más se unieran a ésta. El samurai sonrió ante la visión. Su mano izquierda apretó la empuñadura de su katana.

-Lucho para defender a aquellos que necesitan protección -Dijo con voz firme. -Lucho porque mis acciones, aunque pequeñas, puedan algún día abrir el paso a una nueva era; y busco asegurarme de que la nueva era sea buena para quienes deseo proteger. -Su mirada se perdió entonces, sólo por un breve instante, en mirar la corriente del río. -Ésas son al menos las razones que surgen de mis ideales.

Y ésas habían sido las que había compartido días atrás.

-¿Las ves lejanas aún? -Cuestionó Koishijirou -Como un ideal casi utópico.

Kenshin negó.

-No. Las veo como algo posible, complicadas, pero posibles. -Su mano se aferró con más fuerza a la empuñadura de su katana, como si el toque con ésta le infundiera valor. Podía escuchar los latidos de su corazón retumbarle en los oídos; el miedo ante la revelación de un secreto.

-Sé bien que no puedo ser un héroe y estar ahí para todos. Soy consciente de que aunque mis acciones repercutan en las vidas de otros, no dejan de ser pequeñas. La razón por la que lucho... es porque deseo ser digno de Kaoru dono. Deseo poder hacer una vida con ella.

El aire arreció entonces, al tiempo en que Koishijiro inspiró con fuerza. Por delante de él, Himura Kenshin se había convertido en un hombre a sus ojos.

-Kaoru... Mi hija, - todavía le costaba referirse así a quien antes había llamado hermana - desea un mundo donde matar no sea la respuesta, ¿estás consciente de ello?

-Lo estoy -dijo el samurai, sus ojos brillaron con determinación. -El deseo de Kaoru dono, aunque utópico, algún día será posible, realmente lo creo. Pero he entendido que para que ese deseo pueda ocurrir, el mío deberá tomar lugar primero. Tampoco deseo matar por siempre. No deseo matar en absoluto. Pero he aceptado la labor como necesaria por ahora, al menos mientras sea imposible otra solución. Me fue difícil entenderlo. Estaba molesto con ella y ella conmigo, y no supe verlo. Pero ahora, creo que lo entiendo. -Su mirada bajó hacia donde el listón de Kaoru todavía se aferraba a ambas espadas.

Koishijiro también notó aquel listón, siendo capaz incluso de entender el significado detrás de aquel evidente regalo.

-Las dos ideologías no tienen por qué negarse la una a la otra. -Siguió diciendo Kenshin -La espada es un arma hecha para matar. La espada es un arma que puede proteger en vez de matar. Ambas pueden ser ciertas; es el usuario el que determinará su uso... Será la era la que defina a una o a otra. Personalmente, creo en la veracidad de la primera y deseo que algún día las palabras de Kaoru, que representan a su vez la ideología adoptada por el clan Kamiya, puedan ser la única verdad.

El líder del clan le sostuvo la mirada durante un largo instante; un momento en el que buscó una respuesta en los ojos del samurai. Cuando dio con tal respuesta, cerró los ojos y dejó salir el aire que sin saber había estado conteniendo, sintiéndose aliviado, después volvió a mirarle.

-Lo que dije en Edo, lo dije en serio. -Declaró para sorpresa del muchacho. -Si Kaoru te hubiese conocido desde antes, estoy seguro de que su decisión hubiese sido otra.

Kenshin sonrió contrito.

-Tal vez, pero no estoy seguro de que la mía lo hubiese sido. -Confesó. -Después de todo, deseo una vida digna para ambos, y en la época en la que vivimos tal deseo es todavía imposible.

Pero si el sistema de castas se erradicaba...

-Reconocer las debilidades de uno mismo requiere madurez. -Señaló Koishijiro -Es cierto que entonces estuve desesperado por recuperarla, por asegurar de algún modo su felicidad, y que haya pensado en ti como una herramienta para lograrlo. -Admitió, algo que descubrió el pelirrojo ya sospechaba. -Pero también es cierto que como el padre de Kaoru, he buscado lo mejor para ella; y en dicha búsqueda pude reconocer el amor que ambos se tienen como algo real y honorable.

El corazón de Kenshin dio un vuelco en emoción, los ojos se le abrieron de par en par.

-Koishijiro dono...

La sonrisa que el hombre le regaló fue inmensa.

-Kaoru... mi hija... te ama, Himura kun. -Le dijo.

La emoción que sintió era tal, que Kenshin fue incapaz de evitar el que la visión se le nublase.

-Y creo que ha hecho una sabia elección al elegirte. -Dijo el mayor, tras lo cual hizo una reverencia.

Los ojos de Kenshin se abrieron como platos.

-Te agradezco el que la hayas protegido hasta ahora. Te pido humildemente el que sigas protegiéndola, pero sobre todo, el que valores tu vida, por el bien de Kaoru. -Volviendo a erguirse, clavó la mirada con aquel muchacho a quien acababa de declarar como digno compañero de su hija. -Debes vivir, Himura kun.

Afonía.

Himura Kenshin sintió el corazón latirle desbocado en el pecho, el aire parecía de pronto ser insuficiente y no pudo evitar hipar en su intento por respirar profundamente, el labio inferior incluso, parecía temblar.

El samurai respondió al gesto de igual forma que su superior, manos a los costados, postura inclinada en una reverencia; abrió la boca dejando salir parte del tumulto de emociones que lo dominaban y luego habló.

-Arigatou, Koishijiro dono. -Dijo a voz viva.

Las lágrimas, un reflejo de su felicidad y del enorme honor que sentía por tal aceptación y reconocimiento, resbalaron libres por su rostro.


KIOTO

El atardecer comenzó algo tarde en la capital de Japón. Incluso si el día terminaba, el movimiento en ésta no cesaría por varios días más; el santuario seguiría lleno mientras los feligreses concluían su temporada de oraciones por una buena cosecha y éxito en los negocios y empresas del resto del año. Mas aún con todo esto, Kaoru seguía firme en ocuparse únicamente de lo que concernía a sus planes.

Hikari y Sato se veían por primera vez preocupados ante el cambio de actitud en la miko que, si bien había tenido una catarsis tras la muerte del anterior Guji y había revivido de su letargo anterior, ahora poseía un liderazgo que no había estado ahí antes. Kaoru siempre había sabido quedarse en segundo plano y acatar las órdenes del clero, buscando siempre el mantenerlos contentos antes que crear conflicto. Mas ahora poco le faltaba para deslindarse de éste y declararse independiente.

-Yumi sama no ha vuelto a contactarnos. -Dijo Hikari con preocupación, el pergamino que descansaba sobre el escritorio era viejo y la tinta era casi ilegible.

-Quizá no pueda hacerlo. -Aportó Sato por detrás de ella mientras acomodaba varios libros -Igualmente debemos seguir con lo dispuesto. Tenemos menos de un mes para asegurar que todo salga a la perfección.

Hikari arrugó el gesto. Justo entonces observó a Kaoru a través de la ventana de la pequeña oficina, la miko llegaba de sólo kami sabía dónde.

-No me gusta mentirle.

-¿Es por eso que mandaste una misiva a Edo? -Cuestionó él con evidente molestia. Hikari no lo negó. -Te quejas de los demás, pero eres tú quien sigue dudando. Inmiscuir a Himura en esto sólo complicará las cosas.

-Ya lo sé. -Declaró ella con irritación. -Pero no puedes decirme que no deseas que hubiese otro camino.

Sato dejó la labor entonces. Girándose hacia su compañera, su mente recordó a Kago y cómo éste había muerto. Por ése instante dudó igual que ella, luego se recompuso.

-Todas las muertes tienen una razón, Hikari. -Le dijo. -Es todo el consuelo que puedo darte.

...

Touko esperaba a Kaoru afuera de la habitación de esta última. Cuando la miko llegó - todavía en compañía de Emi - la aprendiz de miko se acercó con prisa hasta su superiora llevando una pequeña charola en las manos, un pequeño pergamino descansaba sobre la superficie plateada.

-Mensaje para Kaoru miko sama -Dijo Touko.

La aludida tomó el pergamino y se adentró en su habitación, dejando que sus dos acólitas descansasen por ahora. Tan pronto se encontró dentro de su habitación privada, desenvolvió el pergamino.

Era una misiva del Capitán Saito Hajime.

...

El encuentro tardará un día más me temo.

Pero da por hecho que el arreglo se hará.

Hajime Saito

...

Kaoru suspiró sin saber si era de alivio o de frustración.

Si Kondo dono no se presentaba en ese tiempo, Kaoru decidiría dar por perdido tal arreglo tan sólo porque no podía retrasar su partida a Edo, una semana ya era hacer esperar demasiado su reencuentro con su herma... con su padre.

Luego hizo lo propio, quemó aquel papel. El color de la flama le hizo pensar en alguien más.

-Kenshin... -Dijo, susurrando su nombre con cariño. Al instante siguiente volvió a sacar el trompo de la manga de su haori. A dónde fuera, siempre lo llevaba con ella.

Suspiró esta vez segura de que era en alivio.

Mirando tras las puertas del fusuma que daba hacia el jardín privado, Kaoru notó los retazos nacarados del cielo y el corazón le dio un vuelvo en el pecho. Las palabras de Enishi se colaron en su mente.

"Ella sabía que tú habías visto la muerte de Akira niisan."

Saliendo de la habitación se sentó en la engawa. Recargada sobre el pilar de madera la miko revivió las pesadillas de antaño.

Una mujer corriendo en un paisaje nevado.

La tinta roja - sangre - pintando la nieve.

Un hombre que susurraba con desesperación el nombre de su amada mientras la vida se le escapaba del cuerpo.

Una flor de ciruelo blanco que sangra sobre el adoquín de la calle.

-Akira san, Tomoe san... -Murmuró mirando al cielo. -Prometo guiar a Enishi y protegerlo de sí mismo. -Juró entonces.

Aquella tarde, el cielo parecía sangrar como si fuese una especie de premonición... Sus vibrantes colores se extendían por el cielo como listones de pintura en un cuadro que resultaba demasiado triste. El rojo en el medio se despintaba hasta convertirse en naranja, había un tinte morado bordeando a ambos colores, que tenuemente simulaba un rosa pálido; y el sol moría en medio de todos éstos.

Kaoru - tras mirar tan dramática escena - pensó que debía aceptar y dejar ir las cosas que no estaba en sus manos cambiar, siendo incapaz después de llorar por lo que estaba por ocurrir.

Un llanto lento, suave, delicado... Lágrimas que de a poco se formaron en sus ojos y resbalaron silenciosas. La escena en su mente la agobiaba, respirar era una tarea que dolía... Mas había hecho una promesa, se recordó. Negándose a ignorar lo que sentía, únicamente se dedicó a recordar la meta de todo aquello; controlando su respiración primero, de a poco consiguió liberar su sentir sin que el mismo le ahogara.

Después de todo, se recordó, no sería ella quien perdería a su persona más importante esa noche...

Tal vez después, podría ser egoísta, se dijo. Pero no todavía.

"No todavía."

Por ahora, debía ser fuerte.

...

"He holds the gun against my head

I close my eyes and bang!

I am dead

I know, he knows that he's killing me for mercy

And here I go"

...

El cuervo graznó, volando por sobre el santuario. Una y dos veces; el trance empezó al tercer graznido.

-¡Ah! -exclamó Kaoru con los ojos iluminados, justo antes de caer inconsciente.

La pesadilla volvía a visitarla.

Ella soñó; y en su sueño, la joven vió la tragedia ocurrir como antaño.

Excepto que esta vez sus pies la llevaron hasta el punto de encuentro, ya no era un callejón oscuro donde el crimen se llevaba a cabo sino una gran avenida a las afueras de la capital.

Dos figuras recortadas por el sol del atardecer se enfrentaban la una a la otra.

Una orden, un golpe...

Una máscara que se rompe; un amigo que suplica mientras el otro llora...

Un último ataque.

Una luz que se apaga.

Y otra que enardece.


And here I go"

...

El sol ya había comenzado su descenso cuando Sasaki había subido la montaña. Se había arriesgado a hacer aquella visita si consideraba la agitación de la ciudad debido a las oraciones a Inari, para su suerte, la persona a la que esperaba iba subiendo entonces por el camino de entrada.

Sasaki sonrió.

-Konbawa, Maestro Hiko. -Le saludó.

El aludido la miró y frunció el gesto en evidente irritación.

-Otra vez tú. -Dijo en queja, y luego pasó de ella para dirigirse a la parte trasera.

Sasaki lo siguió llevando a su vez la mochila llena de víveres. Miro a Hiko dejar el morral que cargaba cerca de la pila de troncos.

-Es un gusto ver que se encuentra bien. -Le dijo ella. -Le he traído agua, siendo que a mi llegada noté que el tambo estaba vacío -indicó ella, señalando el enorme bote junto a la otra pared.

Esta vez, el Maestro del Hiten Mitsurugi se contuvo de reprenderla con la mirada, aquello fue una pequeña victoria para la chokkai. La joven había hecho su responsabilidad el subir una vez por semana al menos para dar reporte sobre lo que sabía del aprendiz del mayor; y durante el delirio del primero sus visitas habían sido diarias incluso. Sasaki sabía que Hiko estaba agradecido pero era consciente de que pasaría una eternidad antes de que le hombre lo admitiera.

Dicho hombre se cruzó de brazos y la miró expectante.

-¿Por qué sigues insistiendo en venir? -Le preguntó.

La joven tuvo a bien entonces rebuscar dentro de su mochila, de la cual sacó una pequeña botella de sake. El envase dejaba claro que era del santuario.

-Es la entrega de sake oficial -dijo ella como explicación.

Hiko bufó.

-No dependo de éste -dijo con sorna.

Sasaki sonrió con ternura.

-Kaede sama fue clara en sus instrucciones, y en asegurar que lo que usted acaba de decir, Maestro Hiko, es una mentira. -Declaró.

Y entonces, Seijuuro Hiko no pudo más que darse por vencido, aunque internamente lamentando el que incluso en la muerte Kaede no le diese ni un respiro.

Se acercó a ella y tomó la botella.

-Ésta es la última. -Le dijo ella tan pronto él la hubo tomado.

El último sake que Kaede había preparado ella misma.

Hiko sintió una espina clavársele en el pecho.

-Ya veo -Dijo, su rostro no reveló nada de lo que sentía. Mas tenía la sospecha de que la joven frente a él era capaz de identificar lo que sentía a través de la vibración de su corazón. Ésa era, después de todo, el don de aquella arui miko. -Preparé té, sería un honor que me acompañaras, niña.

Sasaki asintió.

-El honor es mío. -Le dijo sonriendo.

...

"He holds my body in his arms

He didn't mean to do no harm and he holds me tight

He did it all to spare me from the awful things in life that comes

And he cries and cries

I know, he knows that he's killing me for mercy

And here I go"

...

A pesar de lo que pudiera pensarse de un hombre como Hiko, el maestro del Hiten Mitsurugi era todo un artesano. La forma en la que preparaba el té denotaba elegancia y educación; por lo que seguía siendo un misterio para Sasaki porqué tal artesano no había instruido a su discípulo.

Todos sabían que Himura tenía bastantes problemas con la caligrafía, y que, aunque mostró tener afinidad por la cocina, lo cierto era que todo lo relacionado con el estudio le sentaba bastante mal. No que no fuera inteligente, porque lo era, incluso más que algunos letrados, pero el conocimiento que poseía era poco en comparación.

Hiko le sirvió el té entonces y Sasaki dejó de lado sus pensamientos; bebieron al mismo tiempo tras disfrutar el fuerte aroma de la bebida. Y luego, tal como lo esperaba, el maestro no perdió tiempo.

-¿Y bien? -Preguntó. -Comienza a hablar, niña. ¿Cuál es el favor que esperas que haga?

Sasaki sonrió con algo de pena. Aunque era obvio que no traía noticias nuevas de Himura, no cualquiera identificaría sus intenciones tan rápido.

-Es sobre Kaoru sama. -Dijo ella. Sentía un nudo en el pecho; sabía que estaba actuando en contra de lo pactado con Yumi sama y el resto de los involucrados en el santuario - Sato, Hikari y el nuevo Guji - pero sabía que hacer aquello era lo correcto.

Hiko notó desde el luego, la duda en la joven.

-¿Qué hay con ella? -Cuestionó con verdadero interés. Hacía meses que no veía a la chiquilla del santuario, todo tras su último enfrentamiento con su baka deshii.

Sasaki desvió la mirada entonces requiriendo un instante para armarse de valor; decir lo siguiente le dolía.

-Más específicamente, es sobre la muerte de Kaoru sama. -Declaró.

Esta vez, el maestro del estilo celestial fue incapaz de ocultar su desconcierto al igual que su preocupación.

-Sé clara -Ordenó. -Dime exactamente a qué te refieres.

La joven apretó con fuerza la tela de su hakama. Ya no había vuelta atrás. Si quería conseguir el apoyo de Hiko Seijuuro, debía traicionar al clero mismo.

Tan pronto como abrió la boca, las palabras brotaron una tras otra sin detenerse.


...

He holds my body in his arms, he didn't mean to do no harm

And he

Cries, and cries!

He did it all to spare me from the awful things in life that comes,

and he cries

and cries...

...

El negro de la noche se había ido colando en el firmamento hasta devorar al sol por completo. Las lámparas comenzaron a prenderse una a una en cada una de las residencias de Kioto, en donde - a pesar de la tensión del conflicto - mucha gente seguía activa debido al inicio de la temporada de cosecha. Había sido un mes de relativa calma, además, por lo que pocos temían el que se diese algún enfrentamiento.

Tal había sido el caso de Keisuke, quien se sorprendió al ver a Saito todavía en operativo.

-¿Patrullarás hoy también? -Le cuestionó sin ocultar su fastidio.

Para su irritación, Saito se mantuvo en silencio, avanzó por el pasillo en dirección a la salida de la sede del Shinsengumi, ignorando por completo el que su compañero lo seguía.

-No puedo entender porque te comprometes tanto por esa niña. -Volvió a recriminarle Keisuke.

Saito se puso las sandalias.

-Y yo no tengo por qué compartirte mis razones. -Respondió el capitán de la tercera división con su clásica sonrisa.

Keisuke tuvo a bien tomarlo a broma.

-¡Qué cruel! -Exclamó con dramatismo. -Se supone que somos nakama(compañeros).

Okita se les unió entonces, llegando por detrás de ellos.

-Incluso entonces podemos tener derecho a ciertos secretos entre nosotros, -Dijo acercándose. -¿No es así, Saito san?

El aludido le dedicó una mirada antes de seguir con su camino y salir del cuartel.

-¿No vas a cuestionarlo? -Le recriminó Keisuke.

Okita sonrió.

-Lie(No). Éso también es parte de ser nakama. -Le aseguró, y al instante siguiente salió por donde había salido Saito, evidentemente decidiendo salir a patrullar también.

-Yare, yare. -Exclamó resignado el moreno. -Creo que no me queda más que acompañarlos. -Dijo siguiéndolos.

No tuvo problema para alcanzarlos, iban a paso lento, además. Tan pronto estuvo al lado del mayor, su rostro se enserió. -Sin embargo, Saito... Será mejor que tengas un plan que sustente tu apoyo por ella frente a Kondo san. Si lo peor sucede en Edo, no creo que nuestro Comandante esté tan dispuesto a una tregua.

Saito bufó.

-Ya lo sé. No tienes qué decírmelo. -Respondió.

Iba a decir algo más cuando los gritos se escucharon al fondo de la calle.

"¡Hitokkiri!(asesino)" Decían varias voces.

Los tres capitanes corrieron siguiendo el eco de las voces hasta dar con la escena dos calles más abajo. Había tres hombres - funcionarios del shogunato - innertes con evidencias claras de herida de espada. Los cortes eran largos y limpios, aunque se notaban como cortes de una hoja tipo serrucho.

-¡Por allá! -Gritaron varios.

Los capitanes apenas y alcanzaron a ver la silueta del asesino antes de que éste huyera. Mas Saito había sido capaz de mirar la silueta del rostro del hitokkiri, la forma en la que aquel hombre sonreía como burlándose.

...

Five, four, three, two, one

Five, four, three, two, one

...

-¡Tras él! - gritó Saito luego de desenfundar su espada y lanzarse tras el asesino.

-¡Es rápido! -Exclamó Okita al notar que no podía darle alcancé.

La gente les abría paso quitándose del camino al verlos, y los capitanes lamentaron el que fuese todavía temprano, tener que esquivar a los civiles resultaba más molesto que complicado.

-¡Saito san!, -Gritó Okita al ser el primero en dar alcance al hitokkiri y notar que éste estaba por escaparse luego de que brincara una de las murallas que rodeaban la ciudad en la zona norte. Ésta daba a una especie de pequeño acantilado el cual conectaba con una zona boscada.

Saito lanzó su wakizashi, mas la hoja acabó por clavarse en la roca justo después de que el hitokkiri brincara. Buscarlo ahora en aquella zona sería inútil.

Los tres capitanes se reunieron entonces a un metro de distancia de donde había desaparecido el asesino.

-¿Qué haremos? Esto es grave... -Dijo Okita.

-Hay que reunir al resto de la cuadrilla y empezar una investigación, descubrir quién está detrás y luego atraparlo. -Declaró Saito.

-Si es que lo atrapamos. -Murmuró Keisuke con irritación.

-Por ahora bastará con analizar la escena del crimen -Señaló Saito, echando a andar de vuelta por dónde habían llegado. -Habrá que interrogar a todos los que estuvieron presentes, uno debió de haber sido capaz de verle el rostro.

-Si eso no funciona -dijo Okita. -Mi división irá a buscar el rastro de ese sujeto. Alguno tendrá que encontrarlo.

...

No tuvieron tal suerte.

Todos y cada uno de los interrogados mencionaron no haber notado el momento del crimen. Al parecer las víctimas habían caído de repente muertas al suelo, que apenas y tuvieron tiempo de descubrir al agresor entre ellos. No había habido suficientes testigos, además, apenas cuatro personas se encontraban dando la vuelta cuando ocurrió el agravio.

A todas luces parecía ser un evento descuidado, mas Saito tenía la sospecha de que había sido hecho de aquella manera con intención. Como si el asesino disfrutara del dramatismo y no creyese el que necesitara esconderse.

-Haaa -el hombre suspiró, luego se masajeó las sienes. "Esto complica las cosas" Se dijo internamente.

...

Five, four, three, two, one

Five, four, three, two, one

...

Debía conseguir la tregua para la miko y pagar su deuda con ella, pero tal acuerdo solamente podía ocurrir si no se sucitaban ese tipo de crímenes en la ciudad. Tras suspirar una segunda vez, el capitán del tercer escuadrón dirigió su mirada hacia el paisaje fuera de la ventana; a través del cristal vio la luna llena revelarse tras las nubes movidas por el viento.

¡Cuánto deseaba estrechar a su familia en sus brazos!

-Incluso los lobos le lloran a la Luna. -Susurró.

...

The gun is gone

And so am I,

And here I go

...


EDO

La ciudad había permanecido semi desierta la mayor parte del día; a la caída del atardecer, sin embargo, ésta se había quedado muda. Las dos fuerzas enemigas llegaron casi al mismo tiempo a la zona elegida para el enfrentamiento; dejando el espacio necesario entre ambos bandos, cada uno de éstos se dedicó a prepararse para el combate. Mientras que la mayoría de las familias permanecían a puerta cerrada en sus casas conscientes de lo que estaba por ocurrir, y buscando evitar por todos los medios el no involucrarse.

Sin embargo, había quienes la curiosidad o la preocupación era más fuerte, y se encontraban en los techos o asomados a las ventanas de los pisos altos de los edificios, mirando atentos en expectativa de lo que ocurriría. Tal era el caso de Megumi y Sanosuke, quienes habían conseguido el acceso a una de las posadas sobre aquella gran avenida, y miraban desde la azotea el preludio de aquel enfrentamiento.

-Desde aquí podremos verlo. -Dijo Sanosuke mientras se acercaba al borde de aquella azotea rectangular.

Megumi avanzó con menos entusiasmo, y se detuvo a un paso por detrás de él.

-Esto no está bien. -Dijo la joven.

-Tranquila. -Le dijo Sano sin verla, su atención estaba en su amigo a quien entonces vestían con la adecuada armadura. -He visto pelear a Kenshin, es igual o incluso mejor que cualquier maestro samurai.

Megumi se abrazó a sí misma sin poder encontra consuelo en las palabras del castaño.

-Aún así... tengo un mal presentimiento, hay tantas cosas que pueden salir mal.

-Descuida. No creo que de los miembros que queden del shinchogumi se encuentre alguien que pueda hacerle frente a Kenshin. -Señaló.

Megumi no había visto a Kenshin pelear, únicamente sabía lo que los demás le habían dicho sobre los anteriores combates; e incluso si lo había visto dar un atisbo de su técnica un día atrás, no era lo mismo un combate de entrenamiento a uno a muerte.

Por ahora, sólo podía confiar en que Sanosuke estuviese en lo cierto y en que no hubiese nadie excepcional en el otro bando. La joven arriesgó una mirada hacia lo que quedaba del shinchogumi y los pocos que los apoyaban; observó cómo - al igual que a Kenshin - vestían a un samurai, cubriéndole incluso el rostro con una máscara además del casco de embestidura.

"¿Por qué querrían mantener la identidad encubierta?" Se cuestionó ella sintiendo crecer su pánico interno.

Después de todo, aquella condición si bien convenía a Kenshin, no había sido una petición del clan Kamiya sino del enemigo.

Algo estaba mal, se dijo ella. Algo estaba muy mal.

...

Kenshin ajustó la máscara sobre su rostro. Incluso entonces no podía permitirse revelar su identidad, hasta su cabello había sido teñido de negro horas atrás. Negó portar el casco de la armadura, sin embargo, a decir verdad le costaba trabajo pelear con éste, mas había accedido a usar las protecciones sobre el resto del cuerpo por precaución; era un combate de guerra después de todo.

Y al ser un combate uno a uno en frente de ambos bandos, no podía revelar su técnica celestial o sería fácil vincularlo con los enfrentamientos previos del Sekihotai. En resumen, debía pelear con el estilo básico del kenjutsu, mas sabía que incluso así su habilidad lo mantendría por encima de su enemigo. No quedaban capitanes en condiciones de pelear, además, del lado del shinchogumi, según los reportes.

Confiaba que el conflicto terminara en el tiempo establecido.

Koishijiro se acercó entonces a él junto con el General Kurama.

-Himura kun, recuerda lo que acordamos -Le pidió con seriedad el General. -El combate debe ser corto, pero no tanto como para no satisfacer las ansias de combate de ambos bandos. Esto es más un espectáculo que otra cosa.

-Lo entiendo.

-Himura kun -esta vez fue Koishijiro quien habló. -Sólo es necesario ganar el combate, no hará falta hacer más una vez consigas la victoria. -En su mirada parecía comunicar más, Kenshin fue capaz de entender el mensaje implícito y no pudo evitar sonreír.

-Lo sé. -Dijo antes de girarse en dirección hacia el espacio de batalla.

El listón de Kaoru estaba fuertemente amarrado en su mano izquierda, y cuando se hubo detenido en el punto de partida para el combate, pegó sus labios sobre la tela. Un pequeño gesto en señal de una plegaria.

Del otro lado del campo su oponente se acercó igualmente, hasta quedar a metros de distancia del pelirrojo.

Todo se sumió en un tenso silencio, entonces.

Las filas de samurai de cada lado permanecieron en formación, atentos al inicio del combate. Dos oficiales, uno de cada bando, se reunieron en medio del campo, y tras intercambiar palabras, dieron la vuelta cada uno hacia su campeón.

Kenshin apenas y escuchó las instrucciones dadas, su mirada estaba fija en su oponente. Algo había en aquel samurai que le resultaba familiar, aunque no podía decir muy bien por qué; la vibración del ki de su oponente no era tan fuerte como la suya propia, pero había un timbre que le resultaba tan familiar que le causaba molestia.

Hubo una orden y ambos contendientes adoptaron sus respectivas posturas.

Kenshin inspiró y exhaló por la boca, un aliento que usó para relajar tensión, su mirada se clavó al frente.

El muchacho adoptó una postura de ataque.

"Rápido pero no corto" Se dijo.

Su contrincante desenvainó.

...

Y el combate empezó.

...

-¡Aah! -Exclamaron ambos contendientes.

Los dos samurais corrieron al encuentro, uno más rápido que el otro.

Primero debía medir el nivel de su contrincante, se dijo el pelirrojo, su espada golpeó con la de su oponente de frente. Aprovechando la fuerza del salto previo, Kenshin presionó con mayor fuerza logrando el que la espada enemiga cediese bajo su fuerza. Por un segundo sus ojos vieron los de su oponente y casi fue capaz de reconocer algo en la mirada de éste.

Sin embargo, su enemigo ejercició fuerza hacia su izquierda para hacer deslizar la espada sobre el filo de la katana de Kenshin en una clara evasiva. Kenshin saltó hacia atrás entonces, dejando el que su oponente casi caiga de bruces al perder el eje de apoyo. El pelirrojo giro sobre sí para dar una segunda estocada en la retaguardia de su enemigo, mas éste pareció adivinar el movimiento. Aprovechando el impulso anterior, se agachó para girar en sentido opuesto y atacar con la espada en un movimiento inclinado.

-¡No puede ser! -Exclamó Masato al reconocer la técnica.

Kenshin se vio obligado a retroceder. Su muñeca derecha le dolía por el esfuerzo de contener el golpe anterior al estar en un ángulo no natural. Dadas sus posiciones, había tenido la desventaja en tal golpe.

-¿Kamiya Kasshin Ryu? -Cuestionó Kurama a un lado de Masato, quien tampoco daba crédito al movimiento hecho por el enemigo.

Kenshin lo analizó en el pequeño lapso en que los dos habían terminado por alejarse. Su oponente permanecía todavía en la postura anterior, evidentemente esperando contener un segundo ataque.

"¿Una finta?" Se cuestiono. "Parecía saber desde que deslizó su espada cómo lo atacaría. Aprovechando su postura tuvo mayor impulso que yo y mejor fuerza al sostener la espada con ambas manos; mientras que la mía ya de por sí me obligaba a mover el brazo en un ángulo débil... Pero esa postura... ¿Dónde la he visto antes?"

El pelirrojo se irguió, levantó su espada frente a él. Su oponente permaneció en cuclillas.

Un latido.

Kenshin volvió a abalanzarse sobre su oponente. Tal como lo predijo, éste intentó hacer una defensa al frente, así que en el último segundo el muchacho saltó hasta quedar a espaldas del samurai; éste apenas si alcanzó a alejarse, mas el daño ya estaba hecho: un corte recto en su espalda; por fortuna la armadura le había salvado de momento.

Kenshin volvió a atacar, su oponente lo esquivó apenas.

Kenshin volvió a girar redirigiendo su katana, a punto estuvo de clavarla sobre el hombro izquierdo del enemigo, pero entonces éste hizo algo que no predijo en tiempo.

-¡Gah! -Exclamó el pelirrojo al sentir el golpe a la altura de su anterior herida.

-¡Kenshin! -Gritó Sano al igual que Megumi.

"¿Es acaso alumno de la escuela?" Se cuestionó Koishijirou mentalmente pues aquella había sido otro de los movimientos de su técnica; una que incluía un movimiento de judo.

El enemigo había cambiado la espada de mano y lanzado un golpe a mano abierta sobre el pecho de Kenshin del lado izquierdo de éste, mientras el pie izquierdo se metía por detrás del pie derecho de su oponente hasta desnivelarlo. Había tenido que sacrificar el brazo izquierdo, pues la espada de Kenshin al haber sido desviada a medias había conseguido perforarle las protecciones, y un corte limpio le marcaba el brazo.

"No." Se dijo Koishijirou, pues no había nadie de su escuela que no se encontrase entonces presente ahí de su lado. "¡No!" Se dijo con pánico al entender de quién se trataba -¡Himura kun!

"Su defensa es casi perfecta." Aceptó Kenshin luego de haber conseguido liberarse del ataque y haber puesto distancia entre ellos. "No hay duda, es la misma técnica que Kaoru dono practicó conmigo. ¿Pero cómo es posible? ¿Un traidor dentro del clan?" Dudó.

Su enemigo había aprovechado igualmente para atenderse el brazo herido, lo que podía con lo poco que tenía a la mano. El pelirrojo lo analizó, prestando atención a su postura, su silueta, su altura y todo cuanto pudiera discernir con lo poco que dejaba ver la armadura.

"Necesito descubrirlo." Se dijo.

Respirando hondo, volvió a erguirse, envainó su espada y luego volvió a su postura batou. Quizá sería lo mejor terminar aquello de una vez, pero incluso él sentía curiosidad, además todavía le quedaba tiempo del que le habían establecido durar.

"Mi objetivo, es su máscara." Sentenció.

...

El ataque se dió.

...

-¡Ah!

-¡Himura kun, detente! -Gritó Koshijirou al descubrir lo que Kenshin haría.

Mas fue demasiado tarde.

El campeón del shinchogumi fue quien atacó esta vez, con una técnica muy similar a la de Okita Rintarou. Kenshin la evitó con un salto, y aplicando una técnica de dos pasos, volvió a atacar esta vez desde arriba, procurando el no golpear nada más allá de la máscara de su oponente.

La careta se rompió con un sonido sordo, cayendo al suelo y chocando contra este segundos después de que el culpable de tal daño aterrizara y diera luego un salto hacia atrás. Su enemigo había tenido a bien el retroceder también para proteger su rostro de la hoja, más no de revelar su identidad.

-¡Ah! -Exclamó Kenshin desconcertado con los ojos abiertos como platos. El corazón se le oprimió en el pecho al tiempo en que sintió el calor abandonarle el cuerpo con prisa, hasta ser incapaz de evitar que el cuerpo le temblara.

Su enemigo, dejó salir un forzado suspiro al sentirse libre de la máscara, tras apretar con fueza los ojos volvió a abrirlos de par en par, dejando el que su mirada se clavase en la de su oponente.

-¡Akira dono...! -Murmuró Kenshin sintiéndose desfallecer.

Y al instante siguiente de escuchar su nombre, Akira lo atacó.

La hoja de su katana dibujó un arco perfecto, Kenshin apenas si reaccionó a tiempo para bloquear el golpe. Las dos espadas chocaron.

Pero la duda le restó fuerza al pelirrojo y Akira fue capaz de hacerlo retorcer tres pasos. El pelinegro aprovechó la cercanía para hablarle.

-Himura kun...

Kenshin bailó la mirada entre el choque de las espadas y los ojos de Akira. Este último se mostraba molesto.

-No te atrevas a descubrirme. -Le advirtió gruñendo las palabras.

El desconcierto se pintó en el rostro del muchacho.

La amenaza fue tan clara que el muchacho aflojó la fuerza en su en defensa y Akira aprovechó esto para empujar hasta liberar su estado; Kenshin terminó cayendo al suelo.

...

El pelirrojo entendía el por qué detrás de aquella amenaza, pero al mismo tiempo era tan inesperada que Kenshin apenas si podía hilar el contexto de aquel encuentro. Aún así, la certeza de que aquella batalla no podía terminar sin una muerte de por medio se plantó como un manto negro y pesado sobre su mente y su cuerpo.

Comenzó a hiperventilar...

No pudo seguir debatiendo con estos pensamientos, sin embargo, pues Akira ya volvía a atacarle.

En medio de la duda, el menor sólo podía defenderse, pues sus ataques estaban faltos de convicción.

...

El cambio en la balanza de aquel enfrentamiento fue apreciado por todos los presentes, aunque ninguno sabía muy bien el porqué de tal cambio.

Sanosuke, que se aferraba a la barda con fuerza, no daba crédito a lo que veía.

-¿Qué ocurre? ¿Por qué de repente sólo esquiva? -Cuestionó Megumi sin poder apartar la mirada del enfrentamiento. -¡Dijiste que era mejor que cualquiera!

-¡Y lo es! -Refutó Sano igualmente atrapado por el combate.

-¿¡Entonces qué pasa?!

-¡No lo sé! -Gritó con la misma desesperación que ella, porque realmente no entendía el porqué de aquel cambio. -La técnica de ese samurai no es rival para la técnica de Kenshin...

Sin embargo, los movimientos de Kenshin eran torpes, el ki del mismo vibraba en una especie de vaivén entre el panoco y el miedo.

-¡Sano! -Le apremió Megumi desesperada, como si quisiera que hiciese algo.

Entonces quedó claro.

-...Es Kenshin -Respondió Sanosuke, el desconcierto estaba claro en su expresión.

Megumi le miró entonces igual de confundida.

-¿Cómo? -Cuestionó internamente preocupada .

-Es Kenshin quien no quiere pelear. -Señaló Sano con voz queda.

El peleador fue capaz de entender que a quien Kendhin habia descubierto tras la máscara era alguien conocido, si sus sospechas eran ciertas, dicha persona era alguien importante en la vida del pelirrojo.

...

-¡Te dije que no te contengas! -Gritó Akira justo cuando asestaba un golpe sobre el pelirrojo.

Kenshin consiguió esquivar el ataque con un salto hacia atrás, mas no contra atacó.

-¡Akira dono! -Le habló desesperado.

El mayor sintió deseos de ahorcarlo. Tomó un puño de tierra y se la lanzó al rostro al menor, directamente a la zona de los ojos. Este último se cubrió a tiempo con una mano, mas Akira aprovechó tal distracción para abalanzarse sobre él.

Kenshin bloqueó el ataque con la katana pero acabó por terminar contra el suelo.

-¡No digas mi nombre! -Le advirtió. -Piensa, si estuvieras en mi situación, Himura kun, ¿quién estaría en riesgo si te descubren?

...

Kaoru.

La imagen de la miko se coló en su mente en apenas el espacio de un segundo.

Un recuerdo de los días en el santuario al anocher, cuando aquellas noches ella le esperaba en la habitación que compartían, frente aquél redondo espejo donde el samurai podía apreciar la sonrisa clara de su amiga.

El recuerdo se alejó tan rápido como vino.

...

-Si me descubres aquí, mi familia será la siguiente. -Le advirtió Akira sin dejar de presionar la espada sobre la de Kenshin, aprovechando la ventaja que la postura de ambos le suponía.

Kenshin apenas si podía contrarrestar la fuerza del mayor desde su pocisión en el suelo.

-Si de verdad deseas ayudarme... Odiame, Himura kun. Resiénteme. Lucha con todo, no te contengas... -Le rogó. -Porque de otro modo, no sólo me estarás asesinando a mí sino a toda mi familia.

Los ojos de Kenshin se abrieron en reconocimiento, entendiendo por fin el cuadro de la situación de ambos.

Aunque sentía miedo de atacar - incluso desde haber descubierto la identidad de su oponente - el muchacho sabía lo que debía hacer...

"Esto es lo que significa ser un samurai. La espada es un arma hecha para matar."

La voz de su maestro, una vez más, volvía a hacer eco en su mente, en su conciencia.

"Sólo eres un chiquillo ingenuo que no sabe nada de la guerra."

Kenshin apretó los dientes.

Y comenzó al fin a responder a la fuerza de su enemigo.

Aprovechando la postura de ambos, asestó una patada a Akira justo a la altura del vientre; el pelinegro aflojó su ataque y Kenshin aprovechó para empujar hasta aventarlo lejos de él.

Akira trastabilló hacia atras. Kenshin se levantó de un salto.

Ambos respiraban con dificultad.

...

-Esto es malo, Koishijirou sama -dijo Masato.

Tras presenciar las técnicas, era imposible no reconocer el estilo Kamiya Kasshin como el arma del enemigo; esto causaría problemas incluso después de terminado el encuentro, debido a la ideología de la misma técnica.

Pero por ahora no podrian intervenir. Cuando menos Kenshin parecía haber reaccionado.

Koishujirou no contestó. El hombre se mantuvo presa de la pelea y de cómo ésta estaba afectando al campeón elegido por el clan.

"Himura kun" Pensó a modo de plegaria.

Pero incluso los dioses no tenían control sobre la conciencia de los hombre ni sobre lo que éstos guardaban en sus corazones.

...

Kenshin inspiró por la boca, una bocanada de aire grande, y luego contuvo la respiración por 6 segundos. Después expulsó el aire lentamente y repitió dos veces más el proceso.

Su corazon se tranquilizó.

Cerró los ojos entonces, sabiendo que su oponente no le atacaría, no aún.

El pelirrojo era consciente de que el enfrentamiento se había alargado por mucho más de lo que le habían ordenado; y tras recordar su propio deber para con el clan Kamiya en aquella contienda, fue consciente además, de que no podría ganar en su estado actual.

Aquella no era una batalla honorable sino un mero espectáculo con la intención de evitar un enfrentamiento en masa, de aplacar las ansias de un grupo que se sabía vencido pero que, por orgullo, exigían retributo.

No era el honorable soldado el que debía acabar aquella contienda, sino el asesino, el hitokiri que un año atrás cobrara las vidas de los monstruos que habían incendiado el santuario de Inari.

Él debía conectar con aquella parte de sí mismo, aquella oscuridad, que había nacido de la impotencia y la rabia.

Ojos dorados brillaron cuando el hittokiri abrió despertó. Adoptó una postura batou "No más técnicas básicas de kendo" se dijo.

Si quería salvarse a sí mismo y a la persona que tenía frente a sí, debía llevar a cabo tal sacrificio.

-Ven -ordenó el hitokiri. Su voz era grave y fría. La vibración de su ki gritaba "peligro".

-Ah, así es como sucede -murmuró Akira sonriendo.

La sonrisa no llegaba a sus ojos...

Él sabía, por supuesto, tras descubrir la mano que le había tocado jugar, junto con Tomoe, habían decidido seguir tal camino. Si la muerte era su estrella destinada al final de esa contienda, se aseguraría de irse dando batalla.

"Gomene, Tomoe... Enishi..." Pensó para sí mientras esperaba el hacer llegar sus plegarias a sus seres queridos.

El hombre afiló su mirada, tomó su postura de ataque, respiró hondo y atacó.

-¡Ah! Gritaron ambos.

Ambas espadas conectaron a su modo con su objetivo.

...

Tomoe está ahí y sonríe para Akira, en sus manos sostiene una planta de melocotones, es ésta la que oculta su rostro de manera juguetona; un momento en el que sus oidos son incapaces de percibir sonido alguno, mas la visión es tan clara, que Akira acepta su destino.

...

Es esta misma visión la que Kaoru observa.

No hay sonrisa en sus labios.

Sólo lágrimas que caen silenciosas.

La miko se obliga a mirar hasta el final, a sostener aquella visión hasta que el último aliento de su amigo abandone el cuerpo de éste.

...

Es un breve y efímero instante.

Un pequeño momento suspendido donde, estando casi de frente y lado a lado, Akira murmura.

-Hiciste bien, Himura kun.

Kenshin no responde, las lágrimas que resbalan por sus mejillas son toda la respuesta que se permite dar.

Su espada corta hasta atravesar la carne y causar un daño irreparable, y sabe que él ha sido herido también.

La atadura de su máscara se rompe del lado izquierdo, la careta queda colgando y descubriendo una parte de su rostro, aquella donde su mejilla arde al haber sido cortada.

Akira cae al suelo.

Kenshin permanece de pie.

De espaldas al ejército del enemigo, con todas las miradas en su persona, el pelirrojo se lleva dos dedos a su mejilla herida dibujando aquella cortada, limpiando la sangre que resbala y se funde con sus lágrimas.

Es imposible para los demás darse cuenta del temblor de su cuerpo y de como su labio inferior tiembla en su intento de contener la emoción que desde su pecho intenta huir.

Kenshin levanta la mirada, sacude y limpia la hoja de su katana, la enfunda, tras lo cual se arranca la máscara con fuerza y ésta termina en el suelo.

Detrás de él Akira permanece sumergido en su halucinación. Se arrastra por el suelo mientras intenta alcanzar y abrazar a su amada.

-To... mo...e -Susurra y sonríe.

Sus ojos pierden parte de su luz y acaban por cerrarse para siempre. Mas en sus labios se formó una sonrisa honesta.

El ki del hombre se apaga...

-¡Himura kun!

El aludido da un paso al frente y luego otro, y otro sin detenerse. Camina derecho, con la fente en alto, hombros atras y la mano izquierda - aquella con el listón azul índigo de Kaoru - se aferra con fuerza al mango de la katana.

Se ha jurado proteger un secreto que habrá de llevarse hasta la tumba, por lo que no se permite mirar atrás.

Llegando hasta donde está el lider del clan hace una inclinación de cabeza, un reconocimiento vacío apenas, para luego pasar de este y de todos los demás. Camina entre las filas de soldados que le abren el paso entre respeto y temor. Hay quien intenta detenerlo, peeo tanto Masato como Kurama les detienen; Koishijiro se mantiene estoico con la vista al frente y da la orden de apresar al enemigo.

Genzai, contrito, da instrucciones igualmente para recuperar el cuerpo de Kiyosato Akira...

...aprendiz de la escuela Kamiya.


A/N: Kenshin cambió el "san" por "dono" cuando se refiere a Koishijiro, debido al cargo que ahora ostenta pero principalmente por ser el padre de Kaoru. Ahora... Si quieren una certeza de que lo que sigue será bálsamo para el corazón en vista de la reciente tragedia, dejen un comentario, no sean así xD