"Sin mirar atrás"

Lady Supernova


Capítulo 10

Parte 2


Candy no pudo seguir escuchando a Terry por más tiempo. Si continuaba haciéndolo, hubiera terminado rendida ante él y ella simplemente, no podía permitirse llegar a ese extremo.

¡Era una mujer casada! Tan sencillo como eso. Y aunque en sus fantasías, Terry era el principal protagonista, tenía que ser consciente de que la realidad no podía rebasar ningún limíte. Las fantasías debían quedarse en su mente. De ninguna manera haría algo para herir a Kieran.

Al encontrar el camino rumbo al salón, de inmediato se trasladó al tocador. Debía tranquilizarse antes de ver a su esposo, tenía que hacerlo o entonces él iba a sospechar. No podía dejar que eso pasara. No tenía derecho a lastimarlo de esa forma.

Candy creyó que en el tocador encontraría un poco de la paz que buscaba, mas, para su mala fortuna, nada de eso pasó...

—¿Y a ti qué te sucede? Parece que hubieras visto al mismísimo diablo... —Nina sonrió y luego miró a Candy, de arriba, hacia abajo—. Que hermoso vestido, niña. Te ves muy bien —comentó en un tono que pretendía ser amable.

—Gracias, Nina. El tuyo, es muy hermoso, también.

—No es más bello que el tuyo, pero me queda mejor de lo que te vendría a ti... —su voz era modulada, pero sus ojos destilaban furia—.Eres tan flacucha... ¿Seráque sufriste desnutrición cuando vivías en el hospicio?

Los ojos verdes de Candy se tornaron oscuros y entonces volteó para enfrentar con aplomo a Nina.

—No, querida. Felizmente, no fue mi caso. Pero gracias por tu preocupación. Espero que tú tampoco hayas padecido hambre — Candy sonrió tan diabólicamente como jamás lo había hecho y añadió—. Sobre todo, espero que no hayas pasado penurias, en aquel tiempo en el que te encerraron en la correccional en Berlín. Debió ser espantoso.

Candy se desconoció al decir eso, jamás se comportó de esa manera, pero de ninguna forma se arrepintió de devolver la bofetada... ¡Basta de poner la otra mejilla! ¿Por qué tenía que soportar tantas groserías? ¿Era un pecado ser huérfana?

Una sonrisa burlona se dibujó en el rostro de Nina.

«La gata ya sacó las uñas» pensó emocionada, gozando el placentero cosquilleo, que le permitía preparar el terreno para agredir a alguien.

—Kieran no pierde su tiempo, eh... ¡Te ha contado todo el chisme! Pero, bueno, me alegra mucho que ya estés enterada.

Candy se encogió de hombros y fingió que no la veía más. Kieran se lo comentó muy superficialmente, sólo para que estuviera alerta y supiera que clase de persona era Nina. Se dirigió al espejo y arregló un rizo que amenazaba con escaparse de su peinado.

—Te crees muy superior... ¿No? —cuestionó Nina—. Crees que porque Kieran Livingston te hizo su esposa, eres dueña del mundo, pero, no te creas tanto Candy... porque la realidad es que nunca dejarás de ser una pobretona.

—No me digas... ¿Y tú crees que porque asesinaste a alguien yo debo doblegarme ante ti? —Candy sonrió con aquella chispa de rebeldía que todavía vivía en ella—. No me vengas con esas idioteces, Nina. Si dejas de molestar haré de cuenta que no pasó nada, pero si continuas, entonces, no esperes que me quede con los brazos cruzados, porque yo ¡perfectamente puedo enfrentarme a ti! Sé defenderme. Y muy bien.

Nina negó y rápidamente arrinconó a la joven.

—No juegues conmigo, mocosa... ¿Entiendes? —advirtió la joven Wenzierl, apretando ligeramente el cuello de Candy—. Porque no siempre vas a tener a Kieran y a Adolph a tu disposición.

Candy tomó fuerza y hábilmente, retiró la mano de Nina.

—Y como ya te dije, no te tengo miedo.

—Y yo, aplaudo esa actitud... —mencionó una voz detrás de ellas.

Karen Klyss se acercó hasta Candy y le preguntó:

—¿Se encuentra bien, señora Livingston? ¿Quiere que llame a su esposo?

Los ojos de Nina se abrieron desmesuradamente y sin decir nada, comenzó a retroceder. Ella hubiera jurado que pensó que estaban solas en aquel lugar.

—Tampoco te tengo miedo, Nina. Así que, es mejor que te vayas —advirtió Karen, mirándola con desdén—. O de lo contrario, tendré que reportar este acto con una autoridad competente, ¿te gustaría que hiciera eso?

—¡Púdrete Klyss! —respondió Nina, retándola con la mirada—. Y tú Candice... cuídate, porque como ya te dije, no siempre estará alguien para defenderte...

Nina salió de aquel lugar y desapareció rápidamente, mientras que Karen y Candy permanecían en el tocador.

—A esa mujer la mueve Satanás... —sentenció Karen.

—Gracias, Karen. No sé que hubiera pasado, si tú no apareces... —sollozó asustada, porque la gran verdad, era que por un instante, si le tuvo miedo a Nina, jamás vio una mirada como esa, ni siquiera en Elisa o Neil Leagan.

—¿Y en dónde está Terry? ¿Nina los vio juntos?

Candy negó, conforme se teñían de rojo sus mejillas.

—Oh Candy, no te avergüences conmigo... yo sé que Terry y tú, aún tienen muchas cosas que decirse... menos mal que la demente Weinzierl, no los vio...

—Ellos, tuvieron algo que ver... ¿Verdad? —preguntó con temor.

—Sí, no te lo voy a negar, pero debes saber que eso ya se terminó... —le confío Karen—. Y también tienes que enterarte de que esa relación, no significó nada para él.

—¿Y qué sucede con Susana? ¿Qué le pasa a Terruce? —cuestionó decepcionada—. ¿Por qué no está con ella?

—Hay cosas que no te puedo decir. Ya lo sabrás por tu propia cuenta y quizás entonces, comprendas la actitud de Terry —Candy la miró confundida, pero no preguntó nada más, simplemente se dejó conducir por la actriz—. Sálgamos de aquí y busquemos a tu esposo.


Kieran había llevado a Terry hasta un salón, que su primo Adolph, le otorgó en caso de que se le presentara algún negocio. Ya instalados en la intimidad de ese sitio, Terry y el señor Livingston, se dispusieron a charlar.

—Gracias por aceptar la invitación.

—No actúes como si fuéramos amigos, Livingston —pidió Terry—. Porque obvio no lo somos. Por favor, ya termina con esta ridiculez.

—Ciertamente, tú y yo no somos amigos y la verdad es que nunca lo seremos.

—Sigo sin entender... ¿Qué es lo que quieres de mí?

Preguntó nervioso, pues definitivamente no deseaba pensar en que le había ocasionado un problema a Candy.

—Quiero hacerte una propuesta... solo eso...

—Entonces comienza. Porque no tengo tu tiempo.

—Que yo sepa, tienes todo el tiempo del mundo, Terruce. Tu esposa que, por cierto, está embarazada de mi primo, se encuentra en el Hotel Plaza esperando por él —Expresó Kieran en un tono burlón—. Y Nina... bueno, con ella ya no tienes planes, ¿o sí? —Terry lo miró con sorpresa, sin embargo, no respondió—. Pero está bien, acabaré con esto rápido... —Kieran respiró hondo y luego, simplemente declaró—. Yo voy a morirme, Terruce. Y... quiero que te quedes con mi esposa... —dijo sorprendiendo a Terry por completo.


La mirada gentil de Florent Welsh, observó con detenimiento a su hermosa prometida y a la esposa de Kieran Livingston, ambas mujeres parecían buscar algo. Aquello provocó que se le dibujara una gran sonrisa en el rostro y es que, se le hacía imposible que Karen se entendiera tan bien con otra mujer. Florent reconocía que ella no era de las chicas que tenían amigas.

—¿Qué planean ustedes dos, eh? —cuestionó con diversión.

—La ayudo a buscar a su esposo... ¿Tú lo has visto? —inquirió Karen, tomándolo de la mano.

Florent hizo una señal de afirmación y les dijo:

—Lo he visto con Terry, ambos estaban platicando. Pasaron aquel salón de allá... —indicó el muchacho hacía el apartado.

—¿Con Terry? —cuestionó Candy, con cierto nerviosismo—. ¿Está seguro, señor Welsh?

—Bastante seguro, señora Candice —apuntó Florent.

Karen la miró con sorpresa y Candy, con la mirada, le hizo saber que iría al encuentro con Kieran.

—¿Quieren algo de beber? —interrogó Florent.

—¡Ay, sí querido! Otro ponche, por favor —pidió Karen

—¿Usted, señora Candice?

—Yo nada, gracias...

—De acuerdo, enseguida vuelvo.

Candy esperó a que Florent se marchara y entonces anunció:

—Iré a buscarlos...

Sin embargo, antes de que pensara en irse, Karen la detuvo.

—Quizá sería bueno que ellos platicaran... ¿No te lo parece, Candy? —argumentó Karen.

—Pero ¿de qué van a platicar? —preguntó ella con espanto.

—Eso si que no lo sé —mencionó Karen—. Pero yo pienso que sería positivo que los dejaras acercarse.

—Ya casi es medianoche. Faltan solo 20 minutos...

—Espera unos 10 minutos más. Si Kieran no aparece, entonces vas por él.

—De acuerdo... esperaré... —expresó finalmente la rubia, sin dejar de mostrarse preocupada ante la situación que se desarrollaba en su cabeza... ¿Y si ellos peleaban? ¿Qué tal si Kieran los vio?

—Tranquilízate, Candy. Escucha a la banda y no pienses que va pasar algo malo. Ambos son unos caballeros. Por favor, no te preocupes... —le dijo Karen, logrando que Candy respirara con más calma.


Los ojos azul zafiro de Terry se abrieron con sorpresa, mas luego, se llenaron de confusión.

«¿Qué está diciendo Livingston?»

Los latidos de su corazón, eran tan fuertes, que estaban opacando sus pensamientos. Él, ya no era dueño de sí, en aquellos instantes. Y es que, con esa noticia, no era para menos.

—Supongo que tu silencio, habla por ti... —expresó Kieran.

Terry lo miró y con honestidad le dio contestación:

—La verdad es no sé qué decirte. Esto que acabas de exponer, es algo que no esperaba.

Kieran sonrió sin muchas ganas.

—No creo que alguien, espere recibir una propuesta como esta...

—¿Cómo puedes estar tan tranquilo?

—No veo por qué deba estar alterado... digo... esto ya no tiene remedio ¿Debo gastar energías en preocuparme, por algo que es imposible de cambiar? —cuestionó Kieran—. No lo creo, Terruce.

Terry quiso responder, sin embargo, no encontró las palabras adecuadas y Kieran, fue quien habló en su lugar:

—Sé que te sientes confundido. Pero lo único que tienes que hacer, es decir: "Sí" y luego esperar —le dijo Kieran, lleno de serenidad, mientras dirigía su mirada azul directamente a los ojos del actor.

—¿Y qué te hace pensar que yo quiero estar con ella? —cuestionó Terry, al tiempo que enfrentaba la inquietante mirada de Livingston—. ¿Por qué crees que aún me interesa, de esa forma?

—La amas, Terruce y no hay que ser un genio para darse cuenta de eso.

Terry dibujó una burlona sonrisa en su rostro y luego tamborileó con sus dedos sobre la mesa, miró fijamente al hombre que, todo ese tiempo consideró como su enemigo y le respondió:

—¿Amor? Esa es una palabra muy grande... ¿No te parece?

—Y es lo que hay entre ustedes. No te olvides de lo que presencié hace un rato —Kieran sonrió amargamente.

—¿Qué tal, si yo solo quiero acostarme con ella?

—No solo la deseas de esa forma y lo sé,porque hace un momento, te conformaste con tenerla cerca... no la tocaste como querías, aunque pudiste hacerlo. Incluso tuviste la oportunidad de seducirla a tal grado, que ella se hubiera ido contigo, pero no lo hiciste. No intentes engañarme, ni probarme más ¡Tú la amas y ella a ti!

—¿Ella te ha dicho que me ama?—preguntó Terry, fingiendo no estar interesado en saber si aquella respuesta era positiva.

—No, pero no es necesario que lo haga. Yo soy perfectamente capaz de verlo...

—Tu propuesta no es digna de un caballero... ¿Sabes? Porque lo primero que debes hacer, es contarle todo esto a ella... —El actor suspiró con tristeza— ¿No has pensado en el daño que le causarás? —interrogó Terry con enojo—. ¡No seas idiota, Livingston! Crees que porque ella me ama... ¿No siente nada por ti? ¿Crees que se pondrá feliz cuando mueras? ¡Por favor! Candy no se merece eso...

Kieran negó.

—Ambos nos hemos engañado... —mencionó, sin remordimiento—. Ella ya sabe que me voy a morir... —anunció ante la mirada sorprendida de Terry—. Candy no tiene idea de cuándo ocurrirá, pero lo sabe. Seguramente se casó conmigo por lastima, así qué, piensa muy bien lo que vas hacer... ¿Te quedas a su lado? ¿O le dejas el camino libre alguien más?

Aquellas declaraciones llegaron a los oídos de Candy, que impaciente, había llegado hasta aquel salón para encontrarse con su esposo. Al escuchar a Kieran decir aquellas palabras, sintió como si un balde agua fría cayera sobre ella. Ninguno de los dos hombres se dio cuenta de que ella escuchaba... Candy no les dio la oportunidad de que lo supieran, salió corriendo de aquél salón, y se dirigió a la salida del hotel tan rápido como pudo.

Las doce campanadas, los gritos y las expresiones de júbilo se dejaban escuchar por doquier, pero al ver que ella corría, a través del salón, el joven Wagner no dudó en ir a su encuentro.

—¡Candy! —gritó Adolph al verla—. ¡Detente! —le pidió, cuando le dio alcance.

—Quiero irme a casa...

—¿Por qué? ¿Dónde está Kieran? ¿Qué ha sucedido?

—Por favor... déjame seguir con mi camino, te lo suplico Adolph... —rogó, clavando sus ojos verdes en los ojos del confundido chico.

—Solo dime dónde está Kieran, vamos, cariño... dímelo y yo te llevaré personalmente con Herman, mi chofer...

Candy asintió y le dijo dónde y con quién estaba su esposo. Adolph aceptó y sin decir nada más la llevó con el chofer...

—Llévala a su casa, Herman y asegúrate de que la ayuden en todo lo que necesite.

—Sí, señor.

Adolph regresó hasta donde Candy le indicó que su esposo se encontraba. La sangre le hervía , estaba muy seguro de que Terry, era el culpable de todo. Sin pedir permiso, entró al salón y exigió una respuesta.

—¿Qué le hicieron a Candy?

Los ojos azules de ambos ingleses, se mostraron confundidos...

—¿De qué hablas? —preguntó Kieran de inmediato.

—Hablo de que tu esposa se ha marchado... —añadió Adolph—. Lo hizo llorando y sin ser capaz de explicarme qué demonios es lo que pasa aquí —Adolph miró a Terry y sentenció—. ¡El culpable de todo esto eres tú!

Kieran y Terry se miraron alarmados, primero por saber que ella los escuchó hablar y después porque se había ido del hotel. Los dos hombres se levantaron de su asiento y se dirigieron a la puerta, no obstante, Adolph no los dejó pasar.

—Herman, la llevó. Ella debe estar llegando ahora a tu casa —señaló a Kieran...

—No interesa, yo tengo que ir con ella. Hablaré contigo mañana...

—Pero ¿qué demonios pasa? —preguntó Adolph con desesperación intentando detener a Kieran, sin embargo la fuerte mano de Terry, fue la que finalmente le puso un alto.

—Déjalo que se marche... —pidió el actor con tranquilidad, deteniendo al rubio.

—¡Tú cállate!

—¿Sabes? No tengo ánimos para pelear... en otro momento de la noche te hubiera dado una buena lección, pero, ahora mismo, ya no tengo fuerzas para hacerlo... —le dijo Terry con sinceridad, tan sincero se mostró, que Adolph le obedeció, no sin después pedirle un favor a cambio.

—Yo solo tengo una cosa que decirte... ¡Lárgate de aquí, Grandchester! ¡Lárgate antes de que te arrastré por todo el salón y le arruine la velada a todos!

Terry asintió y sin más que decir, se marchó de aquel lugar, dejando a Adolph Wagner, con una revolución surgiendo dentro de su ser.


Mientras Herman la conducía hacía su casa, Candy no pudo evitar sentirse miserable. Todo su mundo se había derrumbado. La perfecta bola de cristal en la que ella y Kieran vivían, se había destruido para siempre...

«Ambos nos hemos engañado... ella ya sabe que me voy a morir. Candy no tiene idea de cuando ocurrirá, pero lo sabe... seguramente se casó conmigo por lastima»

Sus ojos se llenaron de lágrimas y el corazón se le encogió. Ella lo sabía, claro que sabía de la enfermedad de Kieran, mas, las cosas no eran como él pensaba... ¡Ella no se casó por lastima!

Al llegar a casa, subió rápidamente las escaleras y sin demorarse ni un segundo, se dirigió a su habitación, tenía que controlarse. En ese momento más que nunca, le era imperativo hacer uso de su fuerza emocional, pero, pese a los intentos que hizo, no pudo lograrlo. Los ojos se le llenaron nuevamente de lágrimas, era inevitable no derramarlas, porque en ese instante, ya podía aceptar que llevaba meses engañándose.

Pensó que la enfermedad de Kieran no progresaría, pasó todo ese tiempo, concentrándose en hacerlo feliz y en disfrutar de su compañía. Se había olvidado de la realidad.

Con un profundo dolor en el pecho, recordó el justo momento en el que ella lo conoció: fue una fría mañana del mes de marzo y apenas iniciaba con su jornada laboral. Candy se llevó una mano al corazón al recordar a Kieran, tendido sobre la cama, luciendo tan enfermo...

—Aún no despierta... —le dijo ella al doctor Amodio, mientras observaba fijamente a Kieran.

—Aunque la fiebre haya cedido, él sigue delicado —El doctor Amodio la miró y luego agregó—. Es un milagro que siga vivo.

—Pensé que la gripe española estaba siendo erradicada... —expresó Candy con terror.

—Los casos han disminuido considerablemente, pero, aún se debe tener cuidado. Kieran es un hombre de negocios, el virus debió atacarlo mientras regresaba a Londres. Candy, te quedarás a cargo de él... necesito que lo vigiles muy bien...

—Sí...

—Si él despierta, por favor comunícamelo de inmediato.

—Así lo haré.

El doctor Amodio salió del cuarto y Candy se aseguró de que Kieran estuviera bien atendido.

—Animo, señor Livingston... —le dijo tomando su mano para darle un ligero apretón—. Yo sé que pronto despertará...—agregó sonriéndole—. Por favor, no me falle.

Ese día su vida tomó un rumbo que jamás hubiera esperado, porque, aunque Kieran lo dudara, Candy dejó atrás a la chica desesperanzada y comenzó una nueva historia. Conocerlo significó mucho para ella.

—Hola, señor Livingston... —saludó Candy mientras colocaba unas rosas en el florero—. Le he traído algunas flores, para animarlo... ¿Sabe? Hoy sí parece primavera en Londres. El sol está brillando... —anunció Candy mirando al joven que yacía dormido—. Mis compañeras piensan que pierdo el tiempo hablando con los enfermos que no pueden responderme, si embargo, yo sé que usted, despertará pronto, así que, no me quede mal... despierte señor Livingston, despierte... por favor... —pidió con devoción, al tiempo que tomaba asiento en una silla y rezaba por Kieran.

—Las rosas, son sus flores favoritas... —le dijo Raymond al ver que Candy había llevado aquel presente.

—Me alegra saberlo.

—Lo he cuidado desde que es un niño. He servido a su familia desde que su abuelo me contrató... —El viejo sollozó sin poder evitarlo y Candy rápidamente se acercó a él.

—El señor Livingston ha pasado un momento muy crítico, pero está reaccionando favorablemente. Despertará de un momento a otro... suba el ánimo y no se agobie, señor Raymond...

—Vendré a verlo por la tarde, cuídelo mucho por favor.

—Claro que sí. Así lo haré, no se preocupe.

Los ojos verdes de la chica brillaron con melancolía, porque, entonces, fue inevitable recordar la primera vez que se reflejó en los ojos de aquel joven tan guapo... su mirada la dejó anonadada. La forma en la que Kieran comenzó a envolverla, le resultó inaudita y fue por eso que ella ya no quiso separarse de él.

—Ha despertado... —murmuró en cuanto Kieran la miró directamente a los ojos—. ¿Cómo se siente, señor Livingston?

Kieran esbozó una sonrisa.

—Me siento como si hubiera muerto y llegado al cielo... —expresó mirándola con detenimiento.

Ella frunció el ceño y desistió en acercarse más al muy despierto paciente. Al final, su intento por alejarse fue inútil, porque Kieran la tomó de la mano sin que ella pudiera hacer algo para evitarlo.

—No debe decir esas cosas, señor...

—¿Por qué no? Los ángeles, seguramente son iguales a usted...

—No lo creo...

—¿Es usted mi enfermera? —preguntó asombrado.

—Sí, lo soy.

—¿Usted me cuidó? —cuestionó dándole un ligero apretón a su mano.

—Sí... y ahora... ahora debo llamar al doctor Amodio.

Candy trató de zafarse, pero el joven no la dejó, al menos hasta que ella le hiciera una confesión más.

—Por favor, no se vaya, sin antes decirme su nombre...

—Me llamo Candy.

Mencionó ella, soltando la mano del muchacho, para después salir huyendo de la habitación.

Aquél suceso la asustó de sobremanera, después de Terry, ningún otro hombre llamó su atención de ese modo. Kieran la intimidó tanto que ella ya no regresó a la habitació y permitió que el doctor Amodio y otra compañera, se hicieran cargo. Volvió hasta el día siguiente, cuando le fue inevitable cumplir con su trabajo.

—Por fin regresó... —expresó Kieran al verla ingresar al cuarto—. Comenzaba a creer que usted era una alucinación —reclamó sutilmente, pues Candy no había regresado a verlo desde que despertó.

—Tuve que hacer otras cosas...

—Lo entiendo, como sea, lo único que importa ahora, es que ha vuelto para verme.

—Está usted muy recuperado.

—Dios me dio una segunda oportunidad...

Kieran extendió su mano y le entregó un ramo de rosas.

—Son para usted... —le dijo mientras ella lo miraba sorprendida.

—¿De dónde ha sacado estas rosas?

—Salí a comprarlas.

—¿Está usted loco? —cuestionó ella con enojo.

—No, no lo estoy... ¿Cuál es el problema? Las venden a unos cuántos pasos de aquí... no me ha costado ningún trabajo traerlas.

—¡Usted ni siquiera debería levantarse de su cama!

—¿Para qué sirve la vida, si la vamos a desperdiciar en cuidados?

Ella lo miró alarmada y luego Kieran rio..

—Es un chiste, Candy. Raymond las trajo... deje de preocuparse y tómelas...

—¿De verdad fue el señor Raymond?

—Se lo juro —sentenció mirándola y sonriéndole gentilmente.

—Son muy bonitas, gracias...

—Son tan bonitas como usted.

Candy sonrió y tomó el ramo de rosas. Se lo llevó a la nariz y aspiró su aroma.

—Gracias, señor Livingston.

—De nada, Candy... pero, por favor, llámame Kieran...

Candy sollozó fuerte y se abrazó a Titán. No quería perder a Kieran... ¡No quería hacerlo! Su esposo no podía morir... ¡No podía aceptarlo!

—No quiero irme. Sinceramente, deseo permanecer aquí.

—No digas eso, nadie quiere estar enfermo por siempre.

—Yo sí...

—Kieran, por favor...

—No quiero irme, Candy —le dijo mirándola fijamente, deseando poder ser mucho más valiente y decirle la verdadera razón por la que no deseaba abandonar ese hospital.

— ¿Y cómo vamos a salir a pasear? —preguntó ella intentando animarlo—. ¿O eso del paseo fue solo una broma?

—No, no lo fue.

—Entonces, señor Livingston, ¡levante ese ánimo!

—De acuerdo, lo haré si aceptas cenar conmigo. Celebraremos que ya estoy dado de alta... ¿Qué dices, Candy? ¿Cenas conmigo hoy?

Él le sonrió bellamente y ella correspondió a esa sonrisa.

¿Qué perdía aceptando la invitación de tan apuesto y atento caballero? Realmente nada. Así que aceptó.

—Lo haré. Cenaré contigo, Kieran Livingston...

Kieran no supo ni cómo llegó a su residencia, cuando al fin se encontró frente a la puerta de acceso, la abrió y de inmediato subió hasta la habitación que compartía con su esposa. Casi se quedó sin aliento, pero, no deseaba esperar más tiempo para ver a Candy.

Tuvo la sensación de que ella estaría encerrada en la alcoba, sin querer hablarle, mas, para su fortuna no fue así, al llegar a la planta alta se dio cuenta de que la puerta de la habitación estaba abierta. Para su sorpresa, Candy lo esperaba, sentada a un lado de la chimenea con Titán en su regazo, todo parecía normal, excepto que la chica tenía los ojos llenos de lágrimas.

—Candy... —le llamó con cuidado, al tiempo que ella se levantaba del sillón y acomodaba a Titán sobre la cama—. Lo lamento... sé que me escuchaste hablar con Terry. No sé qué tanto hayas escuchado, pero Candy, tú ya sabes... sabes perfectamente lo que pasa conmigo...

—No, yo no lo sé... —negó inútilmente.

—¡Por supuesto que sí lo sabes! Hablemos claro por favor... —pidió Kieran, en un tono en el que nunca antes le habló, logrando que ella retrocediera y desviara la mirada—. Candy, tú sabes que mi salud es deplorable. Así me conociste y así, decidiste casarte conmigo. Quizás lo hiciste por mera lástima, pero eso ya no importa...

—¿Cómo puedes decir eso? —reclamó una indignada Candy— ¡Yo no me casé contigo por lástima! Kieran, estás hiriéndome de una forma en la que jamás pensé que lo harías.

—Por lo que lo hayas hecho Candy, por cualquier motivo... ya ni siquiera interesa —Kieran la miró de frente—. Antes de venir aquí, el doctor Amodio, me dijo que el mal sigue presente en mí. El problema congénito, en mi corazón, está empeorando... ingerí los medicamentos e hice todo cuanto me dijo, no obstante, hace unos días en Chicago, su colega me dio un ultimátum.

La rubia negó con la cabeza, mientras colocaba las manos sobre su boca, ahogando un grito de desesperación.

—Lo sabías, Bonita. Tú ya sabías que esto pasaría tarde o temprano... Candy, yo te vi en el consultorio del doctor Amodio, llegué justo cuando te explicaba lo que me sucedía... —expresó Kieran, recordando ese momento.

Por desgracia, Kieran está presentando secuelas del virus que invadió su cuerpo.

—Y... ¿Es muy grave doctor?

—Desde que es un niño, se le ha detectado un defecto en el corazón y esto lo debilitó aún más...

— ¿Kieran va a morir? —preguntó ella con lágrimas en los ojos.

—No lo hará de inmediato, Candy. Pero auguro que morirá muy joven... quizás, antes de llegar a los cuarentas.

—Ese día, cuando te encontré en el parque, tú llorabas por mí. Yo sabía que era así... —admitió Kieran con vergüenza—. Sin embargo, no te dije nada. En vez de eso, decidí aprovecharme de ti y cortejarte. Fui egoísta y lo sé... pero si, en ese momento tenía varios años de vida, yo decidí que quería vivirlos contigo. Quería ser el primer hombre para ti y hacerte feliz, tan feliz como tú lo merecías y como jamás nadie te había hecho.

—Yo también quería hacerte feliz... —declaró Candy, tomando las manos de Kieran para después, mirarlo a los ojos—. Cuando tú decías que yo alegraba tus días, quise seguir haciéndolo. No me casé por lástima, ¡yo me casé contigo porque así quise hacerlo!

—Eso ya no interesa... —le dijo Kieran—. De hecho, ya no interesa nada. Finalmente, voy a morir...

Candy negó una y otra vez y se aferró al cuerpo de Kieran.

—No digas eso, por favor, ya no lo digas... —Ella lo acercó a sus labios y lo besó dulcemente—. Dime que no es verdad que vas a morirte... dime que te vas quedar conmigo, Kieran...

—Lo lamento, mi amor, pero yo no puedo... no puedo prometerte un futuro conmigo.

Candy lloró y lloró, sin ser capaz de controlarse, Kieran la enredó en sus brazos e intentó tranquilizarla. Lo logró, pero la herida seguía ahí, y Candy no sabía si algún día podría sanar.

—Bonita... no llores así... Vamos Candy, tienes que ser fuerte... — Kieran acarició sus cabellos y la besó con ternura sobre aquellos indomables rizos—. Yo voy a morir, pero tú mi dulce niña... tú vas a quedarte y vas a seguir viviendo... —Él intentó mirarla a los ojos, pero ella se negó—. No quiero irme y luego enterarme de que sigues mirado hacía atrás... —sentenció Kieran—. Y es por eso que quiero que hablemos de Terruce.

—No... de él no quiero hablar, aún no puedo creer que le estés pidiendo tal cosa... Kieran ¡Él está casado! Por favor, te suplico que no hablemos de eso.

—Claro que sí habláremos de Terruce. Escúchame bien, Candy, hay un par de cosas que quiero que sepas sobre él, después de que me hayas escuchado, ya sabrás si deseas recuperarlo o no... —le hizo saber Kieran, con voz imperiosa, dejándola completamente callada y lista para escuchar la verdad sobre Terry.

...

ACLARACION **La Creole Jazz Band, fue fundada por Joe King Oliver y era una de las orquestas más influyentes, a principio de la década de 20's. En 1922 integraron a Louis Armstrong, pero como verán, he jugado con el tiempo un poquitín...

En el caso de "A kiss to build a dream on" si me me pasé de la raya, porque esa canción fue compuesta en 1935 y grabada 16 años después. En fin, la ficción todo lo hace posible y yo tenía muchas ganas de tener a Louis Armstrong cantando, mientras para Candy y Terry, bailaban una de mis canciones favoritas**