Severus

Mamá se ha aficionado a dejarme con los papás y las mamás de mis amigos americanos. Supongo que lo hace para librarse de mí durante un rato, y eso por un lado me duele pero por otro me alivia. Así sé que no recibiré sus regañinas ni sus sermones ni sus azotes.

Los papás y las mamás de mis amigos son más agradables que los míos. Mucho más. Y ninguno parece tener el mal carácter que tienen mis papás.

Hoy mamá ha vuelto a dejarme con ellos en el parque de mis amigos, y yo estoy encantado de volver a jugar con ellos. Esta tarde están todos: Tommy, Chuckie, Kimi, Phil, Lil, Dil, Angelica, Susie, Helena y Leonor.

A los que todavía no he conocido es a los papás de Angelica, Susie, Helena y Leonor, pero seguro que son también agradables. Bueno, quizás los de Angelica no lo sean tanto viendo cómo es su hija, pero aun así seguro que son mejores padres que los míos.

La tarde se me pasa volando y mamá viene a recogerme, pero esta vez no les pide a sus papás que se hagan cargo de mí el próximo día y eso me pone triste.

Mamá me lleva a casa y llegamos antes de que vuelva papá. Mamá me da de cenar y después me mete en la cuna. Le gusta que yo ya esté durmiendo cuando papá viene de trabajar, y la verdad es que yo también lo prefiero así. De este modo, no tengo que enfrentarme a su carácter violento.

De repente, un portal se abre de la nada en mi habitación. Pero esta vez no hay máquina del tiempo. Es solamente un portal, idéntico a los de la máquina del tiempo, eso sí. Yo lo miro con asombro, dudas y curiosidad. ¿Por qué habrá aparecido un portal en mi habitación? Es la primera vez que me pasa. ¿Y a dónde me llevará si lo atravieso?

Podría intentarlo pero me da miedo. No tanto por el portal en sí, aunque también. Lo que verdaderamente me aterra es la reacción de mis papás si se dan cuenta de que he desaparecido a través de este portal.

Escucho un portazo abajo, y enseguida oigo cómo mis papás empiezan a discutir por millonésima vez. Yo suspiro, harto de sus peleas y discusiones.

Y sin pensármelo demasiado, me bajo de la cuna y me meto en el portal del tiempo que se ha abierto en mi habitación, que no sé a dónde me llevará.

Aparezco en una habitación de niñas. La pared está pintada de color rosa, y tienen un póster de unicornios, y un cuadro en el cual hay una foto de Helena y Leonor. ¿Habré venido a parar a la habitación de mis dos amigas? Me entra bochorno sólo de pensarlo. Madre mía, qué vergüenza como me pillen aquí.

Me fijo también en que hay dos cunas blancas y dos cambiadores, y en un lado de la habitación hay como una especie de casa para princesas.

Inmediatamente oigo pasos al otro lado y me escondo corriendo debajo de una de las dos cunas. La puerta se abre y veo que entran un montón de pies, cuatro de ellos son pies de adulto y los otros cuatro son pies de bebés.

-Muy bien, tesoros, ahora quedaos aquí hasta la hora de iros a dormir mientras papá y yo cenamos, ¿vale, preciosas mías?

Debe de ser la mamá de Helena y Leonor. Suena muy cariñosa. Mi mamá nunca me habla así, con tanto amor y tanta ternura.

Los pies de los adultos se marchan, y me quedo a solas con las dos niñas, que se han puesto a jugar con la casa de las princesas. Yo sigo debajo de una de las cunas, pero creo que es momento de salir y que me vean. Además, se ha abierto otra vez el mismo portal por el que he venido, y ellas tienen que darse cuenta de que hay un portal del tiempo en su habitación.

Yo salgo a gatas de debajo de la cuna, y Leonor y Helena pegan un grito y saltan hacia atrás cuando me ven.

-¡Severus! ¡¿Pero qué haces tú aquí?! –exclama Helena, todavía con el susto metido en el cuerpo, y eso me entristece, porque así es como reaccionan los niños de mi barrio, aunque creo que Helena y Leonor se han asustado al verme de repente en su habitación y no porque yo les parezca repelente.

-¡Ahí va! ¡Pero si estás en nuestra habitación! –exclama Leonor recuperándose del susto que se ha llevado-. ¿Cómo has llegado hasta aquí?

-A través de un portal del tiempo –les explico-. Se ha abierto un portal en mi habitación y me ha enviado aquí. Y ahora ha vuelto a abrirse, mirad –les señalo a su derecha.

Ellas miran hacia donde estoy apuntando y se quedan alucinando.

-¿Pero cómo se ha abierto un portal en nuestra habitación? –pregunta Helena a nadie en particular.

-No lo sé –confieso yo-. Hay tantas cosas que desconocemos de la máquina del tiempo…

-Sí, ojalá el abuelo Patricio nos lleve pronto a Juguettos para poder leer las instrucciones –dice Leonor con ansia-, ya que la explicación que les dio el reponedor a Tommy y Susie, no resolvió la mayoría de nuestras preguntas.

-Es verdad –dice Helena con cierto pesar-. Pero bueno, ya que estás aquí, Severus –me dice girándose hacia mí y yo noto cómo mi corazón se acelera-, ¿quieres jugar con nosotras?

-Claro –respondo yo de inmediato. Eso ni se pregunta. Yo quiero jugar con ellas siempre, sobre todo con Helena-. ¿A qué estabais jugando antes de que yo apareciera?

-Estábamos jugando con la casa de la princesa –me responde Leonor señalando con la cabeza la casa que he visto antes, donde ellas estaban jugando pocos segundos antes de que yo apareciera y les diera un buen susto.

-¿Y en qué consiste el juego? –inquiero yo, lleno de curiosidad.

-Consiste en que somos dos princesas y nuestros peluches son nuestro pueblo, y lo defendemos de los príncipes y las princesas de la estirpe Corrales, que son muy malos y quieren conquistar nuestro reino, pero nosotras no les dejamos –me explica Leonor-. Y tú puedes ser nuestro príncipe, Severus.

Yo me sonrojo pero acepto ser su príncipe.

-Seguro que contigo, lograremos vencer al enemigo –me dice Helena muy contenta, sonriéndome. Yo, nervioso, le devuelvo la sonrisa y me uno a jugar con ellas.

Entramos los tres en la casa de la princesa y Leonor dice:

-La familia Corrales va a intentar invadir nuestro reino otra vez.

-Madre mía, ¿pero es que no se cansan de fracasar? –se pregunta Helena a sí misma.

-No pararán hasta que consigan su objetivo –le dice Leonor.

-¿Y yo qué puedo hacer para que no se salgan con la suya? –les pregunto yo, ya que no sé muy bien cuál es la labor de un príncipe, aunque el apellido de soltera de mi mamá sea Prince.

-Ayúdanos a reunir al pueblo, mandaremos nuestro mejor ejército para proteger al pueblo.

Mis amigas sacan de un armario todos los peluches que tienen y los ponen mirando hacia la casa de las princesas.

Entonces, Helena les dice con mucha seguridad y fuerza:

-Ciudadanos, no temáis, porque vamos a enviar a nuestro mejor ejército contra los Corrales.

-¿Y quiénes serán los miembros del ejército? –le pregunto a Leonor en un susurro.

-Enseguida los elegiremos entre todos nuestros ciudadanos.

Leonor, Helena y yo entramos de nuevo en la casa de las princesas y hacemos una reunión para seleccionar a los mejores ciudadanos para el ejército. Pero no nos da tiempo a terminar de elegirlos porque escuchamos pasos al otro lado de la puerta, pasos que se acercan cada vez más y más.

-Corre, Severus, vete. Seguro que son mamá y papá –me susurra Helena cogiéndome de un brazo para que me vaya.

Sí, tiene razón. Como sus papás me pillen aquí se van a llevar un buen susto y además tengo miedo de que vayan a reaccionar mal ante mi apariencia.

Yo me despido de Helena y Leonor a toda prisa y me meto corriendo en el portal que sigue abierto en la habitación de mis dos amigas, y desaparezco justo cuando oigo que alguien abre la puerta de la habitación de Helena y Leonor.

Suspiro aliviado cuando veo que la habitación de mis amigas ha desaparecido, porque eso significa que sus papás no me han visto. Pero por otro lado estoy un poco nervioso porque no sé a dónde me llevará este portal. Enseguida lo descubro: me ha enviado de vuelta a casa, a mi habitación. Abajo se escuchan todavía los portazos y los gritos. Claro, el tiempo no ha transcurrido desde que me fui. Desanimado y triste por ver, o mejor dicho, escuchar cómo mis papás se pelean, me meto en mi cuna e intento dormirme lo más rápido posible para dejar de escucharles, aunque es difícil.