ACTUALIZACIÓN (01/06/2024)
He editado el preludio, porque me parecía que su redacción estaba un poco caótica. Además que me he permitido hacer unas correcciones a ciertos puntos para que encaje todavía más con la trama actual del fic.

Si es la primera vez que lees el fic me alegro de que leas esta versión "mejorada". Si eres alguien que ya había pasado por aquí espero que las sutilezas cambiadas no te desagraden.

¡Muchas gracias por todo su apoyo! Disfruten mucho de la historia.


PRELUDIO

No lejos de la verdad, lo que su madre le había dicho era una molestia, aunque no dejaba de ser una verdad que él sabía que se le presentaría tarde o temprano, no obstante, esperaba que fuera mucho más adelante, no a sus treinta años.

Al principio se mostró renuente y socarrón sobre los sermones que le daba, ella poco o nada se metía en su vida, si bien, Gojo la escuchaba, no significaba que fuera o quisiese hacerle caso. Si alguna vez lo hizo fue, tal vez, hasta los doce años o poco menos.

Ella reconocía que su hijo, Satoru, tenía una actitud que no todos soportaban y que, por lo general, era catalogado como una persona molesta, inclusive para los mismos miembros del clan Gojo. Siendo justos, una parte de la culpa había sido de ellos. Satoru fue criado desde antes de que él siquiera pudiera tener conciencia que se convertiría en la cabeza de la familia. Desde el día uno, fue tratado como la bendición que suponían que era. Su estatus como jefe del clan Gojo fue por derecho al heredar el ritual Sin Límites y poseer los Seis Ojos.

—Satoru, supe que volviste de una misión en Indonesia. ¿Cuánto tiempo estuviste fuera?

—Unos ocho días. No fue gran cosa, sin embargo, tuve que supervisar a algunas personas y eso llevó más tiempo.

El inmenso honden solo albergaba una mesa baja y cuatro asientos, dos de los cuales estaban ocupados uno frente al otro, correspondiendo a Satoru y su madre. Las sirvientas entraban una por una, depositando los excelsos platillos elaborados a petición de la señora de la casa. Ninguna se atrevía a mirar siquiera de reojo a Gojo, quien para la ocasión vestía formalmente, pero dejando ver su lado relajado.

—¿Es alguna ocasión especial de la cual no recuerde? —preguntó Satoru, mientras tomaba una pequeña porción de la comida.

—¿Tiene algo raro que quiera ver a mi hijo? Que seas el hechicero más fuerte no te da ventaja sobre tu madre —lo señaló duramente.

Gojo sonrió, mostrando un resquicio de afecto.

—Tenía tiempo que no venía a esta casa —comentó mientras observaba lo insípida que era la decoración.

—Te la vives en la escuela ¿no compraste un departamento?

—Sí, lo tengo, aunque no voy tan seguido…

—Solo cuando llevas a tus mujerzuelas ¿no? —aseveró su madre sin despegar la vista de lo que propiamente hacía, lo cual era comer. No necesitaba ver a su hijo para saber que le había rodado los ojos.

—Entre otras actividades no tan placenteras —respondió bromista.

Comieron en silencio por dos minutos. Gojo sabía que su madre no estaba contenta con su respuesta.

—Quisiera hablar contigo de un tema importante para el clan.

—Me lo imaginaba, no vengo aquí si no es porque alguien quiere darme un sermón sobre algo.

Gojo se quitó los lentes y miró a la mujer que lo trajo al mundo, quien aún con todo lo dicho conservaba un rostro impasible. Si lo pensaba, había hecho cosas que, probablemente, el clan no estaba de acuerdo, pero tampoco ninguna tan grave como para que le echaran bronca tan directa; al menos no en los últimos meses. Quería terminar rápido su charla y poder regresar a su vida fuera de la villa del clan Gojo.

—Te escucho —prosiguió Satoru ya habiendo dejado de comer.

—Sabes que los seis ojos no se heredan directamente puesto que no puede haber dos usuarios con la misma habilidad.

El peliblanco dirigió su vista hacia la entrada que estaba a su izquierda. A paso firme y lento, su padre se acercaba hasta ellos para tomar lugar a la cabeza de la mesa. Satoru no se molestó en saludar ni nada, simplemente su silencio era suficiente evidencia para saber que estaba prestando atención a sus palabras.

—Eso quiere decir que hasta que no mueras, nadie más tendrá dicha habilidad —prosiguió el recién llegado.

—Lo sé —afirmó con seriedad, Satoru.

—Ni tus hijos, ni tus nietos, tendrán ese poder. De hecho, no sabremos cuándo nacerá un nuevo portador. Incluso si vendrá de tu linaje o de algún otro miembro del clan —siguió su madre.

Gojo la vio por el rabillo del ojo, para ese punto su mente ya estaba tres pasos adelante de ellos, esperaba hasta con cierta gracia le soltaran lo que verdaderamente querían decir.

—Tuvieron que pasar 400 años para que nacieras tú.

—¿Crees que ya no tendrás más enemigos? —dijo su padre.

—O que estarás en óptimas condiciones siempre para proteger a tus seres queridos.

—¿Estamos hablando sobre el futuro heredero del clan Gojo? —preguntó Satoru, casi entre risas.

—Deberías considerar tener un hijo —habló su madre, como si lo dicho se tratara de una sensatez muy obvia.

Le era particularmente gracioso que se hubieran tardado tanto en saltar las preocupaciones por dicho tema. Aunque no podía culparlos, después de todo prácticamente había "muerto" una vez. Era de suponerse que los hijos de Gojo tendrían más posibilidades de adquirir un ritual hereditario poderoso que los convirtiera en automático, como a él, en el próximo líder. Así eran las grandes familias, el mejor ritual se lo lleva todo. Sin embargo, Satoru estaba en su derecho de elegir a quien se le diera la gana como sucesor.

Ahora mismo, la cabeza de Satoru estaba enfocada en otras cosas, la pelea con Sukuna y Kenjaku, hace casi dos años, había puesto patas arriba a toda la sociedad tanto de hechiceros como no hechiceros, así que estaba trabajando duro para que los cambios con los que tanto había soñado se hicieran realidad. No quería recurrir nuevamente a tener que ensuciarse las manos para asegurar el futuro de las personas importantes para él. No quería convertirse en alguien retorcido para hacerlo, por eso, poco a poco, paso a paso, con su influencia; testarudez; su poder, muchas cosas estaban mejorando, aunque todavía le faltaba mucho camino que recorrer.

Así que no, él es y seguirá siendo la cabeza del clan Gojo, por derecho y mérito propio, aunque eso no le guste a los demás.

—Eventualmente, supongo, que tendré un sucesor. Sin embargo, ahora mismo no veo por qué debería preocuparme —concluyó con desdén, Satoru.

—Deberías cuando menos casarte —escupió venenosamente su madre.

Gojo la miró con recelo. Era la segunda vez en los últimos tres años que se lo decía.

—Puedo… intentar hacer un heredero, eso se me da muy bien —sonrió Gojo con desfachatez, era tanto su descaro que no se avergonzaba de hablarle así a sus padres. La madre de Satoru solo frunció el ceño—. Siendo sinceros, casarme no está en mis planes.

—Podrán aceptar a un bastardo en el clan si tiene el mejor ritual. De no ser así las cosas no serán fáciles para él. Sabes bien eso, Satoru —lo encaró con fiereza su padre ante la falta de respeto.

—Pues entonces que otro le dé un líder al clan. Yo paso.

Acto seguido, Gojo se levantó de su lugar, dispuesto a marcharse y no tener que escuchar más la sarta de tonterías que estaban diciendo.

—Dime, Satoru, si alguien más se vuelve el líder del clan ¿crees que respetará todo lo que has hecho por cambiar en el mundo de la hechicería?

Estaba por salir del honden cuando nuevamente su padre le hizo volver la vista hacia él. Gojo chasqueó la lengua y fue suficiente para saber que había sembrado la duda en la cabeza de su hijo.

—¿No sería mejor dejar a un heredero que pudiera seguir tu legado? ¿Alguien de confianza que no se doblegará ante otros y luchará por tus ideales?

—Y es precisamente por eso que decidí convertirme en maestro —recalcó—. Al final de cuentas, yo no hice lo que tú querías. Entonces… ¿Qué garantías tengo yo?

Ah, era una molestia. Pocas y contadas personas o situaciones le hacían perder su calma, la conversación con sus padres seguía haciendo mella en su cabeza conforme pasaban los días. Gojo decidió, figurativamente, el imaginarse posibles escenarios de aquella desagradable conversación y nada le parecía tener un final que fuera de su agrado.

Ijichi y Kusakabe fueron sus víctimas para indagar sobre el tema. No era de extrañarse que, a su edad —o las de ellos— comenzaran a interesarse en el tema. Solo por curiosidad y como sondeo, Gojo decidió sacar sutilmente el tema en aquella improvisada reunión en uno de los espacios que tenía la escuela para recreación y descanso de los adultos.

—Ijichi ¿cuánto tiempo llevas saliendo con Shoko? —Gojo estaba sentado relajadamente en el sillón, mirando al techo con las manos entrelazadas sobre el abdomen. Intentó con mucho esmero que aquella pregunta sonara casual.

El pobre Ijichi, echó a fuera el café por la boca y la nariz. Se suponía que todo el asunto entre ellos era un secreto, uno bien guardado, lo habían llevado a cabo tan discretamente que ni los alumnos o el personal se habían percatado de ello.

Kusakabe lo miró por el rabillo del ojo con un semblante molesto. Que cabrón, como director asistente y siendo él tan responsable con su trabajo no pensaba que tuviera el tiempo suficiente para hacerse de una relación, antes bien lo había conseguido, mientras que él solo se ahogaba en exceso de trabajo, uno que por cierto ya le estaba llenando hasta las narices.

—Desgraciado, salías con Ieiri y no lo habías contado…

—P-pe-pero ¿cómo lo sabes? —la voz temblorosa de Ijichi reflejaba a la perfección su semblante colorado de oreja a oreja.

—Lo empecé a sospechar hace algunos meses, no había querido preguntar…, pero cómo no hablas, no tuve más remedio.

—¡¿Meses?! ¡¿Llevas meses saliendo con Ieiri?!

—Poco más de un año… —respondió con pena.

Gojo destapó uno de sus ojos que se escondían debajo de su banda, estaba sorprendido: que hayan escondido su relación por casi un año antes de que él los descubriera le parecía inaudito. Admiraba a Ijichi, ahora más que nunca.

—Serás cabrón —replicó Kusakabe a lo bajito.

— ¿Y van a formalizar? —preguntó Gojo.

—¿Formalizar? —Ijichi se ajustó las gafas— ¿Te refieres a hacerlo público?

—Si. Casarse, tener familia y esas cosas…

—No hemos hablado sobre eso —dijo tímidamente el pobre Ijichi.

—Es lo que la gente normal hace —contestó Kusakabe mientras encendía un cigarrillo. Había vuelto a fumar, aunque no tanto como antes.

—Eso es cierto, pese a todo lo ocurrido; las cosas apenas comienzan a calmarse, así que no hay necesidad de apresurarse. Creo que estamos bien de esta manera.

—¿Te lo has preguntado? Si es lo que quieres o te ves capaz de hacerlo —siguió curioseando, Satoru.

—Pues… sí, me he preguntado si podría llevar una vida así. Después de todo, los grandes clanes y los hechiceros siguen existiendo porque siguen formando familias pese al peligro de lo que hacemos.

—Es parte del instinto de los animales el seguir con la especie. Claro que no es tan fácil para el humano el simple hecho de procrear.

—Aun así, si solo fuéramos Shoko y yo me bastaría.

Ijichi era tierno, romántico, y considerado, probablemente eso era lo que Shoko veía en él que la tenía enamorada, era difícil encontrar hombres que fueran sensibles al respecto. La respuesta de Ijichi le sacó una sonrisa burlona a Gojo, porque sabía que él nunca diría algo así. Kusakabe por otra parte sólo exhaló el humo de su cigarrillo, la cursilería no era mucho de su agrado tampoco, además, si veía en retrospectiva la vida que había llevado hasta ahora, el cargar el peso de una persona más en sus hombros era algo que no le agradaba mucho, menos después de vivir en carne propia lo devastadora que fue la muerte de su sobrino y como eso destruyó el alma de su hermana.

Al ver que ninguno de los dos decía nada y habiendo caído en conciencia de lo que dijo, Ijichi, carraspeó para aclararse la garganta y desvió el tema a otra víctima.

—¿Por qué el interés, Gojo?

Kusakabe miró al acusado. Gojo se reacomodó en el asiento y esperó unos segundos antes de responder.

—Curiosidad —dijo sencillamente. Si decía que era porque Shoko es su amiga y quería saber si estaba en buenas manos sabrían que era mentira. Gojo confiaba de sobra en Ijichi.

La respuesta pareció complacer a Ijichi, pero Kusakabe no tenía un pelo de tonto.

—Escuché rumores… —empezó cautelosamente—, de que alguien del clan Gojo estuvo investigando mujeres con rituales que valieran la pena.

—Señor Kusakabe…

—¿Hicieron eso? No tenía idea.

Y era verdad, Gojo no sabía que discretamente su familia había investigado sobre una que otra mujer que pudiera ser una candidata potencial para ser la madre del futuro hijo de Gojo. La información de Kusakabe volvió hacer que su cabeza punzara. Ellos podían hacer y decir lo que quisieran, la decisión final estaba solamente en él.

—No sería extraño, que decidieras sentar cabeza y asegurar la descendencia de tu clan— dijo a modo de justificación, Ijichi.

—Es tanto como una obligación —Gojo decidió resignarse en ocultar algo que ya estaba, probablemente, en boca de algunos cuantos.

—¿Y tú no tienes a alguien en mente? ¿En tantos años no has conocido a alguien que valga la pena? —preguntó, Kusakabe.

—Nah —dijo enseguida—. No es que vaya por la vida pensando en que mujer podría ser la madre de mi hijo, o peor aún —enfatizó—: Mi esposa.

—Eres un insensible —chasqueó Kusakabe.

Gojo Satoru tenía sus amoríos de vez en cuando a pesar de que nunca se quedaba demasiado tiempo con alguna mujer en específico. Como cualquier otra persona tenía sus necesidades. Había mujeres dentro del mundo de la hechicería que habían tenido —según sus palabras— el privilegio de haber podido acostarse con él. También estaban las mujeres ajenas a su oficio, a las cuales les habría dedicado un par de encuentros. Para ambos casos, tan pronto cómo asomaba un ligero indicio de compromiso o intentaban indagar en temas personales, era momento de cerrar y cambiar de página.

Disfrutaba responsablemente de sus encuentros sexuales. El cortejo era algo que se le daba bien, así que tampoco se esmeraba demasiado. Era plenamente consciente de que era un hombre increíblemente apuesto e increíblemente famoso en el mundo de la hechicería —y adinerado, dicho sea de paso—, lo cual facilitaba enormemente el llevarse a la cama a quien deseara…, aunque la mayoría termina hartándose de su forma tan particular de ser. Aun así, Gojo era elegante y caballeroso, atento, adulador, simpático —una parte del tiempo— y follaba como Dios, lo cual era un incentivo excelente para volver a un siguiente encuentro. Él juraba que ninguna de sus amantes había salido lastimada… O eso esperaba.

Nuevamente, pensando en las palabras de su madre, esas mujerzuelas —como les había dicho—, de hecho, no podía negarlo, sí eran aves de paso. Nunca había estado con una mujer con las intenciones de convertirla en algo más. No era que considerara que no existiera una mujer que valiera la pena, porque si fuera honesto consigo mismo, le habría respondido a Kusakabe que "tal vez" sí existía una.

Pero la vida pasa, las situaciones pasan y las mierdas que uno experimenta se quedan.

De vuelta a la realidad, el sonido de una burbuja rompiéndose cortó el silencio que se había apoderado de la habitación. Gojo sacó su celular de la bolsa del pantalón y miró en la pantalla el mensaje. Sonrió de lado, de manera divertida y puso el celular boca abajo sobre el sillón. Su sonrisa se mantuvo un par de segundos más hasta que Kusakabe volvió a abrir la boca.

—¿Una mujer? —inquirió.

—¿Eso crees?

—Solo sonríes así cuando tienes en mente cosas perversas.

—Que sepas eso sobre mí es más perverso aún.

—Si, creo que tienes razón.

Gojo recargó su codo sobre el sillón, apoyando su cabeza en el dorso de su mano, caviló una infinitésima parte de segundo una posibilidad, aun así, de inmediato como pasó a su mente había sido descartada. Cuando menos había sido curioso que considerara una opción como esa, que decir descabellada era poco. Volvió a sonreír y eso hizo enojar de inmediato a Kusakabe.

—¿No vas a responder?

—Después —agitó su mano libre.

Utahime Iori
[Todavía no has enviado la propuesta para el segundo día del evento de intercambio. Se acaba el tiempo. Apresúrate, idiota.]


Notas:

Gracias por llegar hasta aquí, esto solo es la introducción de la historia principal.

Primeramente, este fic fue concebido para ser un smut con el pretexto de "matrimonio por conveniencia", pero mientras avanzaba en la historia me di cuenta que no podía simplemente tirarlos a revolcarse sin crear un vínculo entre ambos.

Satoru no había sido de mis personajes favoritos, pero cuando lo mezclo con Utahime se vuelve muy interesante. Debo decir que me estudié lo mejor que pude su personaje para darle la mejor interpretación posible. Terminé enamorándome de Satoru Gojo.

La historia sucede año y medio después de los acontecimientos actuales del manga (Diciembre 2018). Independientemente de lo que suceda al final del manga, he elegido creer y para mí todos los personajes que aparecen aquí, obviamente, están vivos y bien. Por consecuencia, algunas cosas o situaciones saldrán del canon de la historia.

Si bien esto ya no es meramente un smut, advierto que habrá (llegado el momento) sexo puro y duro. El final está decidido, y ahora mismo debo tener escrita más o menos la mitad del fic.

Las actualizaciones se harán los días 20, 30 y 10 de cada mes, a menos de que otra cosa suceda y pueda actualizar semanalmente. La longitud de los capítulos varía entre las 2500 y 5000 palabras.