A mi Señor Jesucristo, gracias Dios por permitirme regresar.
Salmo 28:7Mi corazón salta de alegría, y con cánticos le daré gracias. Debemos dar gracias a Dios porque él nos da las fuerzas que necesitamos en medio de cualquier circunstancia.
Naruto no me pertenece, los personajes e historia son una creación de Masashi Kishimoto.
Tacto, sensaciones…
La mañana de ese día llegó como cualquier otro, me incorporé y salí del conforte de las sabanas. Tenía que prepararme para el "reconocimiento de destreza" del que nos informó nuestra nueva líder.
Recuerdo como aún había oscuridad, estábamos saliendo de invierno y casi era primavera, pero los días aún eran más cortos que las noches.
-5:00 am- musité mirando el reloj de pared.
Nunca necesité de despertador, ni cuando mis padres vivían ni cuando murieron. Mi madre siempre fue muy estricta con esas cosas, así que cuando estuve solo la costumbre seguía ahí. Era difícil deshacerse de esas tradiciones que mis padres me inculcaron desde muy pequeño, tanto por el recuerdo como por la costumbre.
Aún después de todos estos años sigo conservando ese hábito de levantarme temprano y desayunar a esas horas, sin embargo, a diferencia de aquel entonces, hoy siempre llego tarde a donde quiera que tenga que ir.
Como siempre suele ser me tomé mi tiempo para prepararme. Alisté mis armas y sonreí.
Debía admitir que estaba emocionado, ansioso por enfrentarla en un duelo, por evaluar y analizar las fuerzas y habilidades de mi nuevo sensei.
Ella me provocaba una mezcla de cosas: ansiedad por conocerla como shinobi, desconfianza como la tenía con cualquier otro ser en el mundo, emoción por luchar, y ese nerviosismo extraño que me invadía al pensar en ella y su dedo sobre mi nariz…muchas y distintas emociones.
Pero la más fuerte de todas, o en la que deseaba enfocarme más, era la desconfianza.
No confiaba en ella.
No dudaba que tuviese un buen nivel, todo jounnin debe tenerlo, pero sinceramente dudaba que llegara a impresionarme o ir más allá de mis expectativas, Minato sensei era demasiado para superarlo. No solo como ninja, sino como persona y figura a admirar.
Cuando al fin terminé salí de mi cuarto y caminé con paciencia, pero sin detenerme mucho en distracciones, tenía tiempo suficiente, pero me gustaba estar un poco antes que cualquiera, algo que, si lo pensó hoy, es irónico.
Pasé por la sala, ya no la evitaba como antes, giré el rostro y de nuevo los recuerdos se agolparon en mi mente. Podía ver claramente lo de antaño, tal cual hoy lo puedo aún ver.
Podía ver a mi padre, tirado en el piso, su cuerpo ligeramente curvado y casi por completo cubierto de sangre, frío y sin vida, tal y como lo encontré aquel día.
Como recordaría el resto de mi vida.
Suspiré, pero no lloré como antes.
Quería ser fuerte, superarlo, madurar, no podía llorar cada vez que pasaba por ahí, era mi casa, siempre sería mi casa, debía aprender a vivir con ello.
Además, había llorado bastante cuando limpie la mancha de sangre que dejó.
Ese día, al estar tallando y quitando esa horrenda mancha oscura que se empapaba en pequeños círculos con mi llanto, me prometí que lloraría todo cuanto pudiera, hasta cansarme, hasta no tener más llanto o hasta quedarme dormido (que fue lo que en realidad pasó), me prometí eso porque ya no volvería a hacerlo, ya no lloraría ahí por "eso".
Algo difícil de cumplir, más no imposible.
Después de unos breves segundos desperté de los recuerdos y salí de la gran y solitaria casa en la que he vivido por toda mi vida.
Poco a poco la luz del sol iluminaba las calles de la aldea, era un lindo y fresco día, lo recuerdo bien porque trataba de enfocarme en ello, solo en ello, y evitar aquellas miradas de los vecinos.
Esas miradas de resquemor y desaprobación que solían darme por las acciones de mi padre.
Esa era otra de las cosas por las cuales me gustaba salir temprano de mi casa, porque había menos personas a quienes ignorar, había menos miradas desaprobatorias o molestas que sentir en la nuca.
—Hum…será un lindo día…
En aquellos días me gustaba enfocar mis pensamientos en otra cosa, como si no fuesen importantes todos aquellos sentimientos y palabras que toda Konoha guardaba contra mi padre y que, consciente o inconscientemente, volcaban en contra de su hijo, en mí.
Porque yo, a pesar de mi destreza como ninja, y mis logros antes y después de la muerte de mi padre, yo solo era para ellos el hijo de un "traidor".
Y eso era difícil, duro, complicado.
Afortunadamente siempre fui tranquilo, así que con ese acontecimiento solo se acentuó esa característica de mi personalidad, esa despreocupación y ese dejo de indiferencia que siempre me han caracterizado.
Además, no importaba mucho ser visto como el hijo de un traidor, o el ser ignorado, o el no reconocimiento, todo ello a pesar de solo tener pocos años de vida, no importaba mucho. Porque, sinceramente, nadie en toda Konoha era importante para mí.
Nadie en esa aldea se tocaba el corazón para ayudar a aquel niño que quedó huérfano y tuvo que valerse por sí mismo desde aquel día.
Tal vez por ser una aldea ninja donde, cruel o no, injusto o no, no se es el único niño ni el último en quedarse sin padres, pero…tal vez mi situación era más extrema solo porque, además de ser huérfano, lo era de un padre sin honor, sin gloria, alguien que murió, o acabo con su vida, siendo escoria.
—"Y…aquellos que no obedecen las reglas son escoria"
Había escuchado ese día, y seguí escuchando muchos otros días más, de boca de no pocas personas cuando caminaba solo por las calles al acabar de dejar el cementerio donde el cuerpo de mi padre había sido sepultado sin nadie aparte de cuatro personas: el tercero, Jiraiya san, Minato sensei y yo.
Nadie en toda la aldea mostraba compasión por el hijo de un ninja escoria y sin honor, nadie, excepto mi sensei y Jiraiya san, solo ellos dos se salvaban de mi duro juicio, y, poco después, mis amigos, Rin y Obito, claro que en ese tiempo aun no los aceptaba del todo.
Cuando mi padre falleció solo existieron Minato sensei y Jiraiya san, solo ellos dos, gracias a los cuales logré salir un poco del dolor, gracias a los cuales me di a la tarea de demostrarles a todos en esa aldea de que el hijo de un traidor valía tanto o más que ellos mismos.
—Hum…ya no hace tanto frio.
Así que ese día caminé como tantos otros, ignorando todo y a todos. Nada importaba, solo mi objetivo de ir al campo de entrenamiento y cumplir con mi deber de shinobi.
Precisamente debido a esa necesidad de aislarme del mundo real es que mi neta curiosidad y gusto por la lectura se recalcó y perfeccionó.
Solía tomar un libro y leerlo mientras caminaba para evitar con ello enfocarme en todo lo que se decía, pensaba y murmuraba cuando el hijo del traidor pasaba por las calles de la aldea.
Saqué el pequeño libro naranja que Jiraiya san me había regalado poco tiempo atrás. Sinceramente cuando me lo dio diciendo "ya viene siendo tiempo de que vayas tomando experiencia en esto" no le tome importancia, estaba demasiado centrado en leer toda clase de libros especializados en mejorar técnicas y estrategias de combate, cosas de ese tipo.
—Hum…- miré largamente la portada del libro y suspiré.
Tenía una ligera idea de lo que trataban, pero no estaba muy interesado al respecto, además de que, sinceramente, me daba un poco de pena leer esa clase de literatura.
—Bien…— susurré y empecé la primera página.
Poco a poco las palabras tomaron forma en mis pensamientos y las imágenes desfilaban en mi cerebro atrayendo mi atención.
Todo era mejor que estar consciente de las miradas que se cernían sobre mí, nadie ni nada importaba para mí, y eso nada lo cambiaria.
"…su sonrisa hermosa y pura…"
Leí entre los párrafos con desdén, sinceramente era mucho más cursi de lo que pensaba, aún así seguí leyendo, sin poder imaginar cómo alguien como Jiraiya san podía escribir algo tan…cursi.
"…iluminaban los oscuros días en que vivía, solo con esa sonrisa fresca y alegre podía volver a creer, a sonreír, a mirar hacía un nuevo futuro, a ser diferente, esa sonrisa…podía hacer milagros en mi…"
Y fue en ese momento cuando por segunda vez la sonrisa de aquella mujer regresó a mis pensamientos.
Si, aquella dulce sonrisa que mi nueva maestra me regaló un día antes, cuando sonrió solo para mí, e incluso pude tener de nuevo la sensación cálida y nerviosa que se agolpaba en mi estomago cuando tocó con su dedo mi nariz.
Era extraño.
La única explicación lógica que le encontraba era el hecho de que desde hacía mucho tiempo no tenía contacto físico con nadie a parte de mis amigos y sensei, aunque, ciertamente, era muy poco, por no decir nulo.
Tal vez solo era que no estaba acostumbrado al tacto de otras personas.
Negué con la cabeza.
—Tonterías…— solo eran eso.
Estaba por llegar a mi destino, guardé el libro sin querer seguir leyendo todas esas cosas, que, aunque interesantes, aún no lo eran tanto para seguir con todo eso que me recordaba a ella.
Algo que, francamente, no entendía por qué.
Observé con esa típica mirada distante y molesta y me senté a esperar a la sombra de uno de los tantos árboles del campo de entrenamiento.
—Hum…solo debe ser que…es…la curiosidad y novedad.
La tranquilidad de la mañana se adentró en mi cuerpo. Observé como las hojas se movían de un lado a otro y como los pequeños y más constantes rayos de luz se colaban por el verdor.
Relajé mi semblante.
Tranquilidad, soledad. Eso me gustaba, eso me ayudaba.
Solo en la soledad del bosque podía pensar y aislarme del resto del mundo.
Nadie importaba, nada interesaba.
Solo mis amigos, Jiraiya san y mi maestro. Solo ellos cuatro, el resto, el resto solo eran personas a las cuales demostrar que podía ser mucho mejor que cualquiera, que no solo era el hijo de un traidor.
Por eso me era tan difícil aceptar a alguien más como maestro, Minato sensei era una de las tres personas (porque en ellas también estaba el tercer hokage) que no veía con lástima, ni compasión, sin rencor, sin resentimiento, simplemente como lo que era, su alumno.
Esa mujer no merecía ocupar mis pensamientos recordándola, por muy linda, tierna y cálida que fueran sus sonrisas, después de todo había cosas y problemas más importantes en los cuales pensar.
Y Haruno sensei no era ni menos ni más importante que el resto de las personas de la aldea, y nada lo cambiaria.
Era solo mi líder y nueva sensei.
Solo eso.
No había porque pensar en ella. Porque nada cambiaría mi realidad, porque, cruel o no, merecido o no, esa era mi verdad.
Cerré los ojos, disfrutando de la tranquilidad de la soledad y el viento fresco y matinal golpeando mi rostro y revoloteando mis cabellos.
Tranquilidad y soledad en el ambiente…pero todo cambió.
Un dulce aroma…
Ese aroma dulzón y femenino que tenía aquel pétalo de cerezo que descansaba en mi nariz y que terminé desechando por recordarme la sonrisa de mi superior.
Traté de abrir los ojos, pero un par de suaves y frías manos lo impidieron. Estaba atrapado. Mis ojos estaban cubiertos y mi olfato rebosaba de su fragancia, de esa fragancia femenina y dulce que toda ella emanaba.
¿Qué se proponía?, ¿cómo era que se había acercado tanto sin siquiera percatarme de su presencia?
Quizás, quizás mi maestra no era tan mala como tenía pensado.
—¿Quién soy?, ¿quién soy? — dijo fingiendo la voz a una más grave y lejana. Un intento que me pareció patético y extraño.
¿Realmente pensaba que era tan tonto como para no reconocerla?
—Hum…Haruno sensei…
—Ah— dijo ella separándose de mí de un salto —bien por ti, Kakashi kun, pensé que te engañaría, pero veo que eres muy bueno en esto— y sonrió.
Abrí los ojos y pude ver como su figura se fue aclarando.
—Se bien cuando sonríe — pensé fugazmente, pero deseché ese pensamiento de inmediato.
—Quería sorprenderte, pero veo que no pude… ¿puedo? — yo asentí y ella se sentó a mi costado —hasta escondí mi chakra y…
—Su aroma— solté sin mucho.
Quizás debió sorprenderla porque abrió los ojos más de lo normal.
—Oh…— dijo en un murmullo.
Tal vez sintiéndose incomoda por la información, miró hacia el frente, en dirección donde yo miraba con infinito interés.
—¿Sí?, he escuchado que algunos ninjas tienen esa cualidad…— sonrió —pero…no sabía que tu también Kakashi kun, es una sorpresa…
Ella calló, quizás esperando mi respuesta, yo no dije nada.
Pasaron unos minutos en silencio.
Minutos en los cuales no podía olvidarme del tacto de sus manos pequeñas y frías sobre mis ojos, ni mucho menos de esa sensación agradable y fresca que dejaron en mi cara.
—Hum...si…debe ser que no estoy acostumbrado al tacto de otros.
Le miré por primera vez.
Sentada a mi lado, con el mismo vestuario del día anterior, su chaleco verde ligeramente abierto de la parte superior, dejando entrever su blusa rojo oscuro de escote en V, su short negro, sus armas, sus vendas.
Su ropa era común y cotidiana, pero había algo que me hacía verla con interés. Era extraño, ya había visto muchas mujeres con esa misma ropa, pero en ella se veía mejor que en cualquiera.
Su cabello rosado le llegaba un poco debajo de los hombros, en aquellos días lo sostenía en una cola baja y corta, que francamente no comprendía de que servía si bien parecería traerlo suelto, más aún, al observar esos característicos dos mechones rosas en su rostro.
—Las mujeres son raras — pensé al ver ese poco práctico peinado.
—Y… ¿al menos huelo bien…? — comentó con un tinte extraño y gracioso, sonriendo, rompiendo el silencio.
Por un momento me sentí contrariado, tal vez por pensar que me había atrapado en la observación detenida de sus extraños y particulares cabellos rosados que se agitaban con suavidad con el viento, o simplemente por su pregunta.
Además, no supe que decir, era una cuestión un tanto extraña, ¿qué debía responderle?
—Hum…— me alcé de hombros, regresando mi vista al cielo.
Quizás la respuesta correcta era un "me agrada", o "si", pero realmente no tenía una contestación por decir, al menos no una que no me dejara en una situación incómoda.
—Oh…— y ella no dijo más.
Solo se quedó en silencio, observando con infinito interés el cada vez más azul del cielo. Yo tampoco hable, no suelo hacerlo mucho, y esa no fue la excepción.
—Y…¿por qué tan temprano? —me preguntó después de varios minutos.
—Hum…— dije como toda respuesta.
De alguna manera ella siguió hablando, soltando una que otra pregunta de vez en vez y dándome tiempo para responderla esperando mi respuesta, eso a pesar de que yo no decía palabra alguna y respondía solo con el "hum" que tanto me caracteriza.
Tal vez solo quería hacer más ameno el tiempo de espera, o conocer más de su callado alumno, pero no era importante para mí, ni tampoco muy fácil, lo admito.
Así pasamos un buen tiempo, sólo con su voz sonando, esperando en silencio mis respuestas encontrando solo "hum" para después hablar de nuevo.
Justo cuando estaba a punto de colmar su paciencia, y lo sé, después de tantos años estoy seguro de ello, llegó Rin.
Mi sensei suspiró al verla y se incorporó como si el pasto le diera descargas eléctricas.
—Rin chan, buenos días, llegaste a tiempo, eres muy puntual.
—Buenos días, sensei, Kakashi kun— mi amiga me sonrió con ese tímido sonrojo de siempre.
Uno que seguí ignorando.
—Hum…
Entonces sentí esa misma mirada de nostalgia del día anterior, pero había algo más en ella, enojo.
—¡Kakashi kun! — me dijo con su voz fuerte y clara —¿ese es tu saludo?
—Hum…buenos— susurré sin mirarlas.
Ambas me miraron y suspiraron.
—Bien, ahora solo resta Obito y comenzaremos— dijo mi sensei.
Yo sonreí de medio lado, era de cierta forma gracioso el escucharla hablar con esa esperanza y seguridad de la puntualidad de mi amigo, algo que, además de ingenuo y gracioso, me demostró que tenía razón.
—Hum…primero lo de mi olfato y ahora la impuntualidad de Obito. Claramente ella no sabe nada de nosotros.
—Oh…sensei…—dijo mi amiga.
—Dime, Rin chan
—Este…creo que…será mejor que se siente un poco
—Pero…
—Vera, sensei, Obito siempre llega tarde— dijo un poco avergonzada, como si ella fuese la culpable de la terrible impuntualidad de mi amigo.
—Ok, ok— dijo ella, sentándose, Rin la imitó —lo esperaremos un poco, además, ¿qué tan tarde puede llegar?
De nuevo sonreí, ¿qué tan tarde?, solo tuvo que esperar por 2 horas y saber que tan tarde podía llegar Obito Uchiha a sus citas.
Dos horas en las que si no fuese por Rin se hubiera vuelto loca con mis "hum", estoy seguro.
-Buenos días Sakura sa…
—¡LLEGAS TARDE! — le gritó, él se paralizó, mi nueva sensei se incorporó de un salto, señalándolo —¡2 HORAS!, ¡POR DIOS UCHIHA OBITO!...
—Este…Sakura sensei…— nervioso, asustado, esas dos palabras encajaban en la cara de mi amigo.
Era divertido, Obito lucía bastante gracioso, pero no le podía juzgar muy duro al escuchar esa fuerte y mandona voz y ver esa furia en sus ojos verdes. Ella se veía graciosa cuando estaba molesta.
Oh sí.
Y eso solo lo haría más divertido.
—Es…que…Sakura san, estaba por venir, pero…se me olvidaron…mis…mis kunais y tuve que regresar por ellos y al volver un gato negro se me cruzó y…y…yo…
—¡Mentira! — le gritó cortándolo y haciéndolo temblar ligeramente.
—Hum…Minato sensei nunca gritaba— murmuré más para mí que para el resto.
Y ella se tensó ante mis palabras, pero lo disimuló muy bien.
—Solo por esta vez, Obito kun, solo por esta, ¿ok? —dijo con suavidad y autoridad, mi amigo asintió —la puntualidad es un deber y una regla que todo ninja debe seguir, no se te olvide, ¿ok?
—"… y aquellos que no siguen las reglas son escoria"— recordé esa frase que se grabó con fuerza desde aquel día.
—Bien, ya que estamos todos, creo que debemos empezar…
La voz de ella me distrajo de los amargos recuerdos y el sonido de los cascabeles atrajo mi atención. Mi nueva sensei explicó las reglas, unas que ya sabíamos de antemano, ese ejercicio lo habíamos llevado desde hace tiempo con Minato sensei, pero nunca habíamos podido quitárselos.
Ni él tampoco decía ni aclaraba nada cuando acabamos exhaustos…solo… "falta practicar más, cuando estén listos lograran el objetivo del ejercicio…"
—Bien…si se ha entendido entonces…empecemos— se puso en guardia y nosotros nos alejamos un poco, midiendo y planeando la situación.
El primero en atacar fue Obito, tan emocionado y precipitado como siempre, patadas, puñetazos, todos evitados por ella, lo que me dijo que no era tan mala en las peleas cuerpo a cuerpo.
Sí, porque me quedé detrás de esa roca, observándola, analizándola, esperando el momento preciso para atacarla.
Una patada más por parte de Obito, y un bloqueo más por parte de ella. En un descuido de él, ella aprovechó tomando su muñeca izquierda y sonriendo con suficiencia lo jaló de arriba a abajo como si se tratara de un muñeco de trapo y lo estrelló contra el suelo, en un fuerte y doloroso golpe contra el piso que lo dejó inconsciente por unos momentos.
—Es buena, es fuerte— me dije, una media sonrisa se dibujó bajo mi máscara sin ser consciente de ello.
Después llegó Rin, atacando desde arriba con una lluvia de shurikens que no lograron hacer mucho, pero que sirvieron para distraerla un poco, lo cual aprovechó y se acercó e intentó querer tomar esos cascabeles que iban de lado a lado de arriba abajo tintineando sin cesar atados a la altura de sus caderas.
Pero de igual forma no logró hacerlo, ni siquiera tocarla, aunque no fue interceptada por nuestra sensei, Rin saltó a tiempo hacia atrás, logrando esquivarla, y es que Rin no era tan descuidada con su defensa cuando atacaba, a diferencia de Obito, que solía cometer ese error y arriesgarse demasiado.
En algún momento de su batalla mi amiga dejó de pelear y calló sobre sus rodillas, mirando el suelo con sus ojos castaños fijos, era un genjutsu, y, ciertamente, esa era su debilidad.
—Bien— me dije —mi turno.
Había dejado temporalmente fuera de combate a mis dos amigos, ellos no tardarían mucho en reaccionar, al menos no Obito, que era bastante perseverante, así que tenía un momento solo para mí, y ya había visto suficiente de su forma de atacar y defenderse como para iniciar con el primer intento.
Salí de la roca acercándome a mucha velocidad, en el trayecto tomé un kunai que giré alrededor de mi dedo índice hasta tomarlo con fuerza por completo, me acerqué y la ataqué, arriba, abajo, de lado a lado, todas esquivadas por ella. Todo por unos cuantos minutos hasta que, de un momento a otro, arremetió contra mí y me lanzó un fuerte golpe en el estomago que me dio de lleno.
¡Puff!
Mi figura desapareció.
—Sustitución— murmuró con los ojos abiertos al ver el tronco a sus pies.
Aproveché y la ataqué, fue lo suficientemente rápida para esquivar la estocada de mi espada, esa que siempre llevaba conmigo en la espalda como recuerdo de mi padre.
Por unos instantes pude ver como unos cuantos de sus cabellos caían cortados por el filo de mi arma, y como sus ojos verdes se abrían ligeramente mirándome para después entrecerrarse con seriedad.
Dio un paso hacia atrás, yo terminé de tocar el suelo, pero inmediatamente después seguí con mi ataque, salté y corrí tras ella, en algún momento logró tomar un kunai y defenderse con él chocándolo contra mi espada.
El ruido de los hierros resonaba aquí y allá junto al trinar de los pajarillos.
Así estuvimos un buen tiempo, bastantes minutos, lo suficientes hasta pensar que era suficiente. Sí, porque realmente hasta ese momento nunca hice el intento de tomar los dichosos cascabeles que reposaban al final de su chaleco ninja, no, lo único que me interesaba era medir su fuerza, su destreza.
Y ella parecía comprenderlo, pues solo se limitaba a defenderse.
Estando bastante entretenidos en nuestro pequeño combate nos olvidamos de nuestros compañeros, pero una ráfaga de fuego nos recordó que no solo estábamos nosotros dos.
Ambos nos separamos en sentidos contrarios y vimos hacia el origen de ese ataque, era Obito en una de las altas ramas de un árbol, mirándonos con esa mirada enérgica y emocionada de siempre.
Con la agitación y el orgullo de saberse victorioso en su ataque sorpresa contra nosotros dos saltó del árbol con gallardía y destreza, justo para prepararse para el siguiente golpe, pero apenas tocó el suelo fue levantado por una cuerda que lo balanceaba de arriba abajo dejando en el pasado toda esa gallardía y orgullo en un gracioso bamboleo y gritos de frustración.
Había caído en una trampa, en una sencilla y común trampa de la que se había olvidado.
—Típico— logré susurrar una vez recuperado de la sorpresa y extrañeza del acto de mi despistado amigo.
Una ligera risa me distrajo de mi observación, giré, era ella, veía con cierta diversión como Obito trataba de zafarse de aquella trampa, y no la culpo, fue bastante gracioso, pero había algo más interesante que verla sonreír. Estaba descuidada y sin kunai en mano, era la oportunidad perfecta.
Tan rápido como pude aparecí frente de ella, brincando y arremetiendo con mi espada. Ella logró defenderse y evitar el golpe apresando con sus manos mi espada, evitando cortes, pero ese no era mi objetivo, sabía que ella se defendería.
Sonreí y solté mi arma.
Pronto caí en el suelo y rápido como pude me abalancé en la búsqueda de los cascabeles, ella se dio cuenta, pero había sido muy rápido para cualquier cosa, así que hizo lo que menos pensé. Se dejo caer de rodillas justo antes de que atrapara los cascabeles, poniéndolos fuera del alcance de mi mano, varios centímetros debajo de ella.
—Pervertido— escuché en la voz de Rin a unos metros. Por fin había salido del genjutsu.
Esa fue la primera vez que escuché esa palabra en referencia a mi persona, y, francamente, en esa ocasión fue de las pocas en las que no había motivos para decírmelo, porque si bien es cierto que mi mano terminó por atrapar otra cosa muy distinta a los cascabeles y una parte muy intima y privada de mi sensei, no fue a propósito, fue solo un accidente.
En el rápido e inesperado movimiento de mi maestra quede entré el filo de la espada que aún sostenía con sus manos (y que parecía amenazarme con caerme en la cabeza) y su costado, con mi mano izquierda atrapando uno de sus suaves senos.
Esa fue la primera vez que me acercaba tanto a una mujer, esa fue la primera vez que tocaba a una mujer en una parte tan privada.
Fue muy poco el tiempo en el que tuve su redondo y suave seno en mi mano, pero, definitivamente, nunca olvidaría ese tacto suave de su redondo pecho.
Algo que se quedó en mi memoria, una sensación y un tacto suave y agradable que se grabaría por siempre en mi mente y en mi mano.
Algo que nunca logré olvidar ni ignorar.
Una sensación que evoque por siempre, que llegue a necesitar sentir de nuevo.
Algo que todavía recuerdo y creo que siempre recordaré.
Algo que siempre he necesitado y necesitaré sentir.
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Saludos desde Sinaloa, México.
Hola amigas y amigos lectores:
Ese Kakashi
Bien, bien, ya me despido de uds. espero verlos, o leerlos, pronto, cuídense mucho, Dios me los cuide.
Hasta pronto.
