Capítulo 02: Trueque.
Las hojas otoñales caen sobre el jardín de la mansión Scarlet Devil. Mi señora dice que no queda mucho para que acabe el otoño, aunque no sé como lo sabe. Al contrario que en Equestria, mi mundo natal, aquí no hay calendarios ni ponis que se encargan de que las estaciones se efectúen correctamente, por lo que el cambio de estación se adivina observando las 'pistas' que deja siempre la madre naturaleza. Siempre hemos visto a la Madre Naturaleza, pero nunca al padre. Me pregunto como será...
"¿Hablas en serio?" me dijo mi señora mirándome de reojo y arqueando una ceja.
"Si hay una Madre Naturaleza, debe haber un Padre Naturaleza, ¿no?" dije con la curiosidad de un felino. Mi señora se limitó a reír por lo bajo.
"Qué ideas más raras tienes a veces."
Nuestra trivial conversación fue interrumpida por unas voces lejanas que llamaron nuestra atención. Parecían dos personas discutiendo a voces. Como era de esperar, la puerta del despacho se abrió de golpe y las dos personas entraron con la discusión a plena voz. Mi señora y yo nos miramos con un suspiro.
"¡Yo también viviría muy bien ganduleando cuando nadie mira y durmiendo todo el maldito día!" dijo Sakuya con tono de regaño.
"¡Al menos tu puedes dormir por la noche cuando terminas el trabajo! ¡Yo tengo que vigilar la entrada y alrededores de la mansión yo sola las 24 horas del día! ¡Y eso sin mencionar el cuidado del jardín!" dijo Meiling a la defensiva.
"¡Más razón para que no duermas en horario laboral, pedazo de irresponsable! ¡¿No te das cuenta de lo importante que es tu trabajo?!"
"¡Claro que me doy cuenta, pero yo no puedo estar sin dormir un día sí y otro también! ¡Necesito descansar!"
"¡Pero si cada vez que te veo estás durmiendo!"
"¡¿Tendré yo la culpa de que siempre me pilles cuando descanso?!"
"¡¡Silencio!" Ambas se pusieron firmes ante la inmediata orden de Remilia. Un silencio ensordecedor se produjo, mientras la puerta se cerraba poco a poco por si sola sin hacer ruido. Remilia suspiró. "Estoy harta de veros siempre discutiendo a vosotras dos. ¿Es que no os podéis llevar bien?"
"Milady, perdone mis modales." Sakuya se aclaró la garganta tras esto, recuperando su firme compostura. "Hong Meiling aquí presente no está haciendo bien su trabajo. Solo la veo holgazaneando y echando la siesta."
"¡Eso es mentira, hago bien mi trabajo! ¡Y no echo la siesta, solo descanso!" dijo Meiling a la defensiva.
"Ooh sí~, descansas acostada en el suelo, con los ojos cerrados y roncando. Por supuesto, eso es descansar..."
"¡Pues claro que lo es, pedazo de-"
"¡Hong Meiling!" dijo Remilia con firmeza, sobresaltándonos a todos. Meiling se puso firme como un soldado atendiendo a su comandante.
"L-lo siento, mi señora..." dijo Meiling inclinándose.
"¿Pero qué clase de comportamiento es este? ¡Parecéis dos niñas pequeñas! Esperaba más de vosotras... Tendré que castigaros por vuestro comportamiento."
Sakuya y Meiling miraron de repente asustadas a Remilia. No pude evitar sentirme mal por ellas. Los castigos de mi señora no suelen ser la gran cosa, pero...
Una sonrisa juguetona se marcó en el rostro de la vampiresa.
"Lo tengo... A ambas os falta apreciación por el trabajo ajeno, y ya que parece que os gusta tanto el trabajo de la otra, os cambiaréis los papeles."
Ambas quedaron en shock al escuchar esto. Me esperaba que el castigo fuese a ser algo así... Aunque admito tener curiosidad por ver a Meiling con un traje de asistenta, ya que siempre la suelo ver con la misma ropa. Lo mismo va por Sakuya, aunque conociéndola, creo que no se va a cambiar de ropa incluso con este cambio de puestos de trabajo.
Sakuya cerró los ojos y miró al suelo junto a una respiración honda, tratando de calmarse y asimilar esta información. Meiling, por el contrario, estaba alterada por el castigo.
"¡P-pero señora! ¡¿Como va Sakuya a...?! ¡Ella no sabe como...!"
"Milady, esto no es una buena idea. Meiling no puede hacer mi trabajo. Es mucho y no tiene la habilidad, experiencia ni tiempo que yo tengo. Va a ser un desastre," dijo Sakuya cruzando los brazos con su típica mirada seria. Meiling la miró con incredulidad.
"¿Perdona? ¿Qué te hace pensar que yo no puedo hacer tu trabajo? ¡Yo estoy tan cualificada como tú para hacerlo!" dijo Meiling a la defensiva nuevamente.
"¿Ah, sí? ¿Has usado una fregona alguna vez en tu vida?" dijo Sakuya mirando a Meiling de reojo.
"¡Te recuerdo que yo era la asistenta de la mansión antes de que llegaras tú!"
"¡Y menos mal que llegué a tiempo, si no la mansión estaría patas arriba ahora mismo!"
Las dos se miraban entre ellas con ganas de echarse al cuello de la otra. Remilia y yo volvimos a mirarnos con otro suspiro.
"Solo será por un día. Y como vea que no aprendéis nada, el castigo será más largo. Así que yo que vosotras no perdía el tiempo," dijo Remilia con seriedad.
"E-emm... ¡Sí, señora!" dijo Meiling nerviosa.
"Espero que sepa lo que está haciendo..." dijo Sakuya con franqueza.
Ambas se marcharon de la habitación sin decir una palabra más, partiendo caminos distintos preparadas para efectuar el castigo... O al menos eso creían.
"¡Esta ropa es horrible!" dijo Meiling caminando como podía con el traje de asistenta puesto. "¡¿Cómo puedes andar con esto todo el día?! No me gusta nada ese frescor que siento en las piernas..."
"Me gustaría saber que llevabas puesto cuando tú eras la asistenta de la mansión," dijo Sakuya arqueando una ceja.
"De todo menos un traje de estos," dijo Meiling con franqueza. Sakuya se limitó a llevarse la palma de su mano derecha a la cara.
"¿Estáis listas para vuestros nuevos trabajos?"
Ambas se sobresaltaron e hicieron una reverencia de forma automática.
"¡En seguida, mi señora!" dijeron al unísono.
"...¿En serio habéis confundido mi voz con la de Remilia?"
Ambas miraron al frente y me vieron a mí. Suspiraron de alivio y retiraron la reverencia.
"¡Te queda bien el vestido, Meiling!" le dije con una sonrisa simpática.
"¡Gracias, Salty!" me respondió Meiling con otra sonrisa simpática.
"No recuerdo que me hayas dicho nunca eso," me dijo Sakuya cruzándose de brazos.
"Creía que era obvio en tu caso," le dije con una sonrisa juguetona.
"Aduladora," me respondió con una sonrisa igual.
"En fin, Remilia me ha mandado como supervisora del castigo, así que manos a la obra chicas," dije dando la vuelta y trotando hasta la puerta.
"Sí… ¿Señora?" dudaron al unísono. No pude evitar soltar una risita.
"¿Pero esto qué es?"
Sakuya estaba frente al panel del jardín. Este estaba lleno de botones de diferentes colores. El tiempo corría y ella sin saber como activar las regaderas del jardín.
"¿En serio Meiling sabe cómo funciona esto?"
Sakuya estaba impresionada por este hecho. ¿Cómo descubriría para qué es cada botón? Además, ¿qué clase de tecnología es esta? Sakuya jamás había visto algo así en su vida... ¡Peor todavía! ¡¿Cómo no había visto esto nunca después de tantos años de servicio en la mansión?!
"No oigo esas regaderas."
Sakuya se sobresaltó de nuevo, dándose la vuelta. Ahí estaba yo otra vez.
"¡Salty, deja de hacer eso, pedazo de onigiri azul!" dijo Sakuya recuperándose del sobresalto.
"¿Qué clase de insulto es ese?" Arqueé una ceja ante eso. Mi mirada se devió al panel de botones tras eso. "¿Vas a activar las regaderas?"
"¿No se supone que el trabajo de Meiling es vigilar la entrada y alrededores de la mansión? ¿Por qué es también la jardinera?"
"Eso no me lo preguntes a mí."
"¿Sabes por casualidad qué botones tengo que pulsar?"
"No, ni idea… Podrías preguntarle a Meiling."
"¡De eso ni hablar! ¡Eso sería como admitir mi derrota!" me dijo con orgullo. Suspiré y me llevé una pezuña a la cara. Vaya actitud...
Sakuya se giró al panel. Muchos botones; uno correcto. Sakuya estaba dubitativa sobre cuál pulsar. Desviaba la mirada de un botón a otro, con la mano alzada en el aire mientras decidía cuál pulsar. Los segundos pasaban sin que Sakuya se decidiera sobre qué hacer.
"¡Pulsa un maldito botón de una vez!" dije impacientándome.
Sakuya reaccionó alarmantemente y pulsó un botón morado. Las luces de la mansión se apagaron. Sakuya volvió a pulsarlo alarmada y las luces volvieron. La frente le sudaba.
"Estúpida tecnología de botones... ¿Qué clase de máquina es esta?"
"Trabajas con un horno y vitrocerámica, pero te parece raro un panel con botones..." dije incrédula.
"¡No es lo mismo!" dijo Sakuya a la defensiva.
"Me voy a ver como le va a Meiling... Haz el favor de pulsar el botón azul celeste," dije trotando al interior de la mansión.
Así hizo Sakuya, y las regaderas empezaron a funcionar. Sakuya me odió brevemente por no decírselo antes. Por la parte buena, ahora sabíamos para qué servía el botón morado.
Una humareda negra salía por debajo de la puerta de la cocina. Me llevé una pezuña a la cara.
"Oh por Celestia..."
Inspiré aire y abrí la puerta. La bomba de humo negra me impactó en toda la cara, haciendo que tosiera y que casi me hiciera fumadora pasiva. Entré con esfuerzo a la cocina, intentando ver por dónde iba. No tardó en aparecer Meiling como un screamer llorando y abrazándose a mí.
"¡¡SALTY-CHAN, AYÚDAME!"
Pegué un suspiro que me hizo toser por el humo. Di marcha atrás y salí de la cocina. Meiling se quedó allí, anonadada de mi retirada. Algunos segundos después, Patchouli y yo aparecimos de nuevo por la puerta de la cocina. Patchouli, sin mediar palabra, alzó una mano en el aire apuntando a las ventanas. Estas se abrieron y el humo salió por ellas como si estas fueran aspiradoras. Acto seguido, Patchouli apuntó al horno. De este salió la comida quemada y se tiró al cubo de la basura. Tras esto, apuntó a la vitrocerámica y esta se apagó. Las cazuelas puestas levitaron junto al colador, volando al fregadero y colando la sopa que se estaba cocinando. Los fideos estaban totalmente quemados.
¡Maldición, la sopa de fideos es mi preferida!
De un movimiento de su mano, los fideos fueron a la basura y una nueva cazuela se posicionó sobre uno de los fogones de la vitrocerámica. Ya con todo el humo fuera, las ventanas se cerraron. En ese momento, la puerta de la cocina se abrió bruscamente.
"¡¿Pero qué demonios ha pasa...?!"
Sakuya nos vio confusa a Patchouli apuntando con una mano a la vitrocerámica, y a Hong Meiling abrazada fuertemente a mí con lagrimas en los ojos. Todas miramos a Sakuya al oírla entrar. Sakuya se llevó una mano a los ojos.
"Gracias Patchouli, ya me encargo yo del resto."
"S-Sakuya..." dijo Meiling levantándose preocupada.
"Luego hablaremos tú y yo... Por ahora dejadme solucionar este lío."
Meiling y yo intercambiamos una mirada preocupada y nos fuimos de la habitación en silencio. Meiling miró culpable a Sakuya, pero esta seguía con los ojos tapados por la mano. Al salir, Meiling se puso delante mía y se agachó, mirándome a la cara.
"Salty... ¿Crees que...?"
"Nah, estará bien. Espero que después de esto no vayas criticando más su trabajo," le dije con un tono desenfadado.
"Yo nunca he criticado su trabajo… Es ella quien siempre critica el mío. Yo solo me defiendo de sus críticas."
"Hey, nadie dijo que tu trabajo iba a ser fácil. Tienes que estar vigilando las veinticuatro horas los exteriores de esta mansión, además de cuidar del jardín. Es imposible hacer todo eso sin dormir aunque sea unas horas."
"¡Entonces tú me entiendes!" dijo con una sonrisa de esperanza.
"Todas lo entendemos." Patchouli apareció detrás nuestra. No nos dimos cuenta de cuando se reunió con nosotras. "Pero también entiendo las criticas que tiene Sakuya de ti... Esto es algo que deberíais hablar con Remi."
Estaba de acuerdo con Patchouli. Debería haber una forma de hacer un horario en el que Meiling pudiera dormir cuando estamos nosotras alerta, y estar despierta cuando nosotras no estemos de servicio. Pero eso depende de mi señora después de todo… Miré a Meiling. Esta me miraba expectante de mis palabras. Cuando me miraba así era duro, porque se conseguía reflejar todo el amor y aprecio que me tiene en esos ojos azules. Aquello hacia que sintiera lastima por ella y que quisiera ayudarla. Y sí, puedo intentarlo, pero…
Pegué un suspiro exhausta.
"Tú sigue con tu trabajo. Hablaré del asunto con Remilia. Luego te contaré el resultado," dije con una sonrisa empática. Aquello hizo que Meiling se abalanzara sobre mí sonriendo y dándome besos en las mejillas.
"¡Gracias Salty-chan!"
"Va~le va~le, lo pi~llo, me quieres mucho y tal, soy la mejor mascota de Gensokyo, ¿puedes parar ya?" dije sonriendo. Meiling se retiró y me miró contenta.
"¡Sí que lo eres, tonta!" dijo Meiling con una gran sonrisa.
Abrí la puerta de la habitación de trabajo de Remilia, o como nos gusta llamarlo, su despacho. Esta me vio entrar y sonrió, esperando con curiosidad mi informe vocal sobre la supervisión de Sakuya y Meiling.
"¿Y bien? ¿Cómo ha ido todo? ¿Cuánto caos han causado hasta ahora?" dijo Remilia con grandes expectativas mientras me veía trotar hacia mi puesto, que es básicamente ponerme a su derecha. Ya en mi puesto, me senté en el suelo y la miré alegre.
"Ni una ni otra saben hacer las cosas que sabían hacer la una y la otra, así que ya puede imaginarse."
"¡Espléndido! Estoy segura de que el problema se resolverá en breves horas." Ambas compartimos unas risas breves. Y tan rápido como su gesto alegre vino, se cambió a un gesto serio. "Quieres hablar sobre el trabajo de Meiling, ¿verdad?"
La miré sorprendida. Volvió a hacerlo; leyó mis pensamientos de alguna forma. Miré al suelo preocupada por el tema, cosa que Remilia notó de inmediato.
"Mi señora... ¿No cree que el trabajo de Meiling es un poco excesivo?" dije con preocupación. Remilia me compartió una sonrisa empática al ver mi preocupación.
"El trabajo de Meiling es simple, Salty. Lo único que tiene que hacer es vigilar los exteriores y saber usar el panel de control externo para usarlo cuando sea necesario, como por ejemplo regar las plantas del jardín. Yo no tengo más responsabilidad sobre su trabajo que el de ver si sus resultados son buenos o malos. El planteamiento de su trabajo es algo que solo ella escoge, así que ella y solo ella es responsable de cuándo debe vigilar y de cuándo debe descansar. Ella es quien decide cuando hacer las partes de su trabajo, no yo."
"Espera… ¿Hong Meiling podía decidir cuando descansar desde el principio?" le dije ligeramente sorprendida.
"Hong Meiling es la única guardiana de la mansión que he tenido, y desde que formó parte de nuestra familia, pude ver que servía para el trabajo. Sakuya no estaba con nosotras en aquellos días, por lo que Meiling no solo se encargaba de lo que se encarga ahora, sino que también se encargaba de lo que Sakuya se encarga actualmente. Hasta el día de hoy, Meiling ha hecho siempre un trabajo excelente, así que nunca he cuestionado sus aparentes actos irresponsables. Por desgracia, Sakuya no hace lo mismo, y por eso ha empezado todo este lío."
Me alegró oír aquello. Sabía que Meiling no era una mala trabajadora a pesar de lo que aparentaba. Le alegrará saber que tiene control sobre su horario, y me encantará ayudarla a planear su horario de trabajo si lo necesita.
"Gracias mi señora, ahora me siento más tranquila por Meiling," dije con una sonrisa aliviada, llevándome una pezuña al pecho.
"Me alegra oír eso. Adelante, ve a ayudar a Meiling, sé que lo estás deseando."
"¡En seguida, gracias mi señora!"
Rápidamente, salí de la habitación con alegría. Remilia de nuevo en su soledad, cerró los ojos y se sumergió en su mundo.
"Ya hablaremos sobre lo que no ves otro día..."
Meiling fregaba deprimida el suelo del pasillo principal de la mansión. La culpa sobre lo que había pasado con la cocina la hacía sentir horrible, pero sobre todo inútil.
¿Y si Sakuya tiene razón y solo soy una vaga que solo sabe dormir, pulsar botones y hacer artes marciales?
Una segunda fregona apareció delante de su visión, sacándola de sus pensamientos. Le sorprendió ver aquella fregona, aunque más le sorprendió ver a Sakuya siendo la usuaria de esta.
"A este ritmo no terminarás nunca, torpelirroja. Deja que te ayude, anda. Juntas terminaremos antes."
Sakuya la miró de reojo y le guiñó un ojo. Los ojos de Meiling se humedecieron junto a una enorme sonrisa seguida de un abrazo cariñoso. Sakuya se sorprendió ante tal acto de afecto, haciendo que se sonrojara un poco.
"¡S-Suéltame Meiling, vas a hacer que cambie de opinión!"
