Quienes trataban de animarlo no dejaban de hablar sobre todo lo que había logrado y lo mucho que significaba, pero el no estaba seguro sobre cuales eran esos supuestos logros.
Su mejor momento, fue llegar a parecerse a quien era antes de todo ese infierno y eso estaba muy por detrás de lo que había logrado el resto.
—Estamos listos para salir —escuchó la voz de Fat Gum junto a la puerta luego de tocar—
Le dio una última mirada a la figura en el espejo. Se había necesitado de una gran cantidad de personas creyendo en él para llevarlo allí hoy. Personas por las que aceptó meterse de nuevo en su traje, tomar tres tipos diferentes de pastillas y llamar sin falta cada noche para reportarse.
Había pasado un mes desde su incidente y aunque mucho había cambiado, la mano de Fat Gum se mantenía firme sobre su espalda; como si no lo hubiera visto caer nunca y su voz lo seguía animando. Al menos tenía que intentarlo.
Era una ciudad enorme donde un héroe siempre encontraría algo de lo que ocuparse. No tardó en encontrar su primer caso. Nada complejo que pudiera arruinar su confianza. Solo algunos robos pequeños e infractores. Tareas aceptables para alguien que trataba de recuperarse y previamente aprobadas por su héroe, que celebraría alegremente hasta verlo poner basura en un contenedor.
Sabía que solo trataba de animarlo, pero no podía evitar sentirse como un niño. Era lo mismo con el resto. A su alrededor todos se movían con cuidado, tratando de no incomodarlo y de ser comprensivos.
Estaban sus profesores, que pedían actualizaciones sobre su estado demasiado a menudo, su madre que aun le lloraba de vez en cuando al teléfono, sus amigos, que rogaban saber por qué no se había comunicado en semanas y Bakugou…
Había tenido que intentar atravesarse el cráneo para llamar su atención, pero allí estaba, siendo el amigo presente y atento que siempre quiso.
Su preocupación era un bálsamo que amaba, pero se preguntaba a menudo cuánto iba a durar. Cada mensaje y cada promesa de estar ahí le agitaban el estómago recordándole que todo lo que los unía era la culpa que sentía el rubio por no haber estado en sus momentos de necesidad, pero cualquier motivo servía.
Su presencia era un territorio familiar. Él era los días felices en UA, los sueños infantiles y el primer amor que no quería soltar. Y aunque todo indicaba que estaban destinados a separarse, aun no estaba listo para enfrentar el mundo solo.
Se levantaba temprano para fingir que era un héroe, seguía las indicaciones de Fat Gum y llenaba casillas que decían que estaba mejorando. Un ladrón de tiendas por aquí, ayuda en un arresto por allá y ahora estaba listo para graduarse y pararse al lado de héroes de verdad. No le parecía justo jugar ese papel después de lo que hizo, pero había hecho una promesa.
Todo lo que tenía era una deuda con quienes lo querían, pastillas y glorias pasadas. A menudo pensaba que la juventud debía ser algo más que eso, pero solo sabía esconderse y resistir.
Debía ser más como…
Se detuvo delante de una de las enormes pantallas del distrito comercial con la mirada perdida en un reportaje.
Una mezcla de orgullo y emoción lo agitaron. El chico que le gustaba estaba en las noticias, brillando con esa luz cegadora que no podía emitir el mismo.
Se quedó frente a esa pantalla como un espectador más, deslumbrado por una perfecta toma aérea que mostraba a Bakugou triunfante y hermoso después de haber atrapado a un villano.
Lucía como si estuviera en un mundo completamente distinto al suyo, lleno de ovaciones y promesas. Tan lejano y perfecto que cuando vio su nombre en su buzón de mensajes, se puso nervioso.
Una calidez cosquillearte le llenaba el estómago cuando ese genio deslumbrante se tomaba un momento para hablar con él y hacerlo parte de su mundo, pero también lo hacía sentir perdido ¿Con qué cara se paraba a su lado y compartía su sueño de ser un héroe? Ni siquiera estaba seguro de por luchaba.
Había empezado ese viaje con un sueño infantil que lo había dejado indefenso y desorientado. Y ahora, solo era un chico triste, tratando de recoger pedazos de quien fue.
Debía graduarse, pero luego de eso la hoja estaba en blanco. Ir a la universidad; como planeó Bakugou, trabajar en una agencia; como muchos de sus compañeros o tomarse un tiempo; como sugirió su madre. Todo parecía un libreto escrito por alguien más, mientras el solo quería acurrucarse en la habitación del rubio, atrás en sus días de academia.
Le tomó trabajo responder. Siempre trataba de mantener un tono cordial y agradable, que disimulara la tensión no resuelta que había de fondo en cada conversación. Hablar con el rubio era como andar de puntillas. Solo bastaba una palabra mal puesta para desatar el caos.
Si mejoraba eventualmente y dejaba de necesitarlo ¿todavía los uniría algo? Había estado en esta situación tantas veces que ya era estúpido fingir que algo de eso era bueno.
Había prometido que iba a buscar su propio camino y a dejarlo ir, pero tal vez podría empezar mañana.
Cada vez que se metía en su traje parecía que hoy podría ser el día. Que iba a dejar de iniciar y responder esas conversaciones incómodas, que iba a esforzarse un poco más en su entrenamiento o a encontrar un motivo para ser un héroe, pero nunca resultaba un buen momento.
La pasantía estaba por terminar y no había mejorado. Se había estado comiendo la cabeza pensando en el futuro y tratando de ser suficiente, esfuerzos que se venían abajo en el momento en el que volvía a sentirse inseguro.
Sus incontables horas de trabajo, estudio y terapia no eran nada frente al muro de su mente. Tenía la fuerza, pero no dejaba de dudar en el último momento.
A ese paso no iba a ser siquiera un héroe mediocre y mal pagado. Era difícil no esperar un futuro horrible cuando su ayuda solo era un estorbo para los héroes de verdad.
Se sentía más presionado los últimos días. Hacía todo lo que Fat Gum le decía, pero nunca lograba destacar. Su don no era lo suficientemente llamativo y no tenía una presencia memorable, así que terminaba relegado a apoyar en el fondo o cuidar el perímetro.
Rara vez era llamado al frente y cuando pasaba era rápidamente desplazado por alguien que en realidad sabía que estaba haciendo, pero aquí iba otra vez. Habían recibido un caso casi al final del día, cuando estaban más cortos de personal y terminó en el grupo principal junto a Fat Gum.
A simple vista parecía una situación de rehenes en un edificio empresarial. Habían algunos trabajadores atrapados en los pisos superiores y el resto estaba evacuando.
Vio a los otros héroes apresurarse al foco de la batalla apenas llegaron. Era el lado de la historia donde había que estar para hacerse profesional, pero no fue allí a donde se dirigió su atención mientras corría escaleras arriba.
La ruta de evacuación era un caos. A penas podía avanzar entre el flujo desordenado de personas que iba en toda direcciones. No le tomó mucho darse cuenta que el camino principal estaba bloqueado.
Debía haber personal encargándose de guiar y a penas habían héroes apoyando en el frente, pero no lo pensó demasiado. Su cuerpo empezó a moverse entre la multitud desorientada en busca del obstáculo.
No era un gran bloqueo, solo un pequeño derrumbe y una masa de gente demasiado ajetreada para rodearlo. Pensó que no le tomaría mucho tiempo, solo necesitaba formar un camino ordenado hacia la ruta señalizada, lo intentó hablando, gritando y haciendo señas, pero no consiguió más que empujones y choques accidentales.
Pensó en volver y buscar otro camino, pero no pudo siquiera atravesar la multitud de regreso. Los estragos de la batalla se estaban haciendo tan grandes que todos se habían visto desplazados a la única posible ruta de escape y lo que parecía un pequeño desorden y mala señalización se transformó rápidamente en una verdadera situación de emergencia que causaría víctimas si no hacía algo.
A su alrededor, los gritos, las voces amorfas y el flujo errático de gente se movían como una ola furiosa tan peligrosa como la batalla misma. No había como evitarla ni como salir. Se encontró a sí mismo asustado. Él, que tenía un don que lo protegía de ser arrastrado y sabía que pasaba. No podía imaginar como debía sentirse alguien indefenso atrapado ahí.
El vértigo de su estómago se incrementó, tenía que haber algo que él pudiera hacer.
Desactivó su don para no lastimar a nadie y luchó abriéndose camino hacia uno de los bordes. La visión no era mejor, pero ahí tenía más movilidad y eso le permitió calmarse lo suficiente para idear un plan. Era imposible que hiciera pasar a todas esa gente por el pequeño espacio que dejó el derrumbe, mientras el techo se mecía sobre sus cabezas, pero podría crear un nuevo camino por uno de los laterales hasta la calle.
Avanzó hasta el muro en cuestión y después de inspeccionarlo brevemente decidió que no comprometería la estructura, entonces activó nuevamente su don y se abalanzó hacia el frente con todas sus fuerzas. La pared se estremeció y algunos ladrillos empezaron a ceder.
El impacto calló a la multitud un momento y las miradas se posaron sobre él, pero no tenía tiempo para dudar ahora. Con un gran respiró arremetió una vez más y un agujero se abrió. Continuó hasta abrir un espacio lo suficientemente grande y entonces se giró.
Con un leve temblor alzó la voz y pidió que avanzaran de forma ordenada. No podía ver a toda la multitud entre el polvo de los escombros, pero estaba seguro de que lo seguían.
Empezó a moverse en la que creía que era la ruta más corta hasta la calle. Las voces angustiadas y ocasionales gritos sonaban a su alrededor cuando el edificio se estremecía. Solo lo tenían a él para salvarlos y eso no era mucho, pero no iba a abandonarlos.
Podía resistir los escombros y doblar el metal a su paso. Quizás no era tan espectacular y vistoso en batalla, pero podía con esto.
Era difícil recordarlo cuando estaba rodeado de tanto talento vistoso y compañeros que parecían brillar tanto como el mismísimo símbolo de la paz, pero también era capaz de ayudar.
Por un momento sintió volver a estar delante de la televisión viendo a Crimson Riot, deslumbrado por su heroísmo y conmovido por su bondad, y recordó lo que lo hizo querer ser un héroe en primer lugar.
No desarrolló sus músculos porque quisiera verse bien, ni trabajó tan duro para ser notado, lo hizo, porque quería salvar vidas.
Su cuerpo, extraño y filoso, podía no ser tan llamativo ni extraordinario, pero servía para proteger y eso era todo lo que necesitaba.
Sonrió sintiéndose abrumado. El cosquilleo de su vientre lo mantuvo tembloroso y rebosante de energía mientras guiaba a la multitud.
Lejos del villano principal, donde nadie iba a recordar la cara del desconocido que abrió el camino hacia la salida mañana, ni iba a brillar como una emocionante promesa en ascenso. Solo donde era necesario y donde su lucha importaba.
Sonrió, irguiéndose firme para inspirar confianza como lo hacía All Might y avanzó sin miedo, preguntándose en qué momento se olvidó de esto.
Su corazón latía en sus oídos mientras la roca, el asfalto y el metal se rompían a su paso con los gritos a su espalda.
Se perdió en la sensación de los músculos ardiendo, el sonido crujiente de sus puños endurecidos contra el concreto y el calor a su alrededor. Ni siquiera estaba seguro de cuánto había tardado, pero la sensación cegadora de la luz finalmente lo bañó dejándolo confundido en medio de una corriente dispersa de personas.
Solo pudo girarse tratando de comprobar que nadie se quedara atrás. Algunas palmas tocaron su hombro mientras volvía para ayudar a los rezagados, animándolo y agradeciendo; gesto que tomó de todo corazón mientras volvía adentro.
Corrió entre la calle y el edificio al menos una docena de veces, moviendo escombros, cargado heridos y limpiando el área para que las autoridades pudieran poner una barrera. No fue hasta que la mayor parte del edificio estuvo asegurada que escuchó la batalla calmarse y unos veinte minutos después finalmente vino el silencio. Los héroes habían ganado y no podía estar más aliviado de que no hubiera víctimas.
La destrucción había alcanzado la estructura y parte de la calle circundante, una porción del edificio realmente había colapsado y a penas podía creer que hubiera terminado de sacar a todos a tiempo.
Admiró su trabajo con incredulidad y nerviosismo a parte iguales. Sus manos temblaban contemplando lo cerca que estuvieron de una tragedia. Estaba tan agradecido de que las cosas hubieran salido bien, que a penas podía creer que lo hubiera hecho él.
-¡Hey, muchacho! ¿de qué agencia eres? —lo interceptó un oficial del equipo de perímetro—
La inseguridad lo invadió repentinamente haciéndolo dudar si había cometido algún error o había entorpecido el trabajo de alguien más. Le costó encontrar su voz para empezar a excusarse.
—Es mi aprendiz… —Fat Gum apareció en su forma más pequeña a su lado haciendo una oleada de ovaciones levantarse—
Lucía cansado y maltratado, pero seguía en pie y había llegado para apoyarlo.
—Hizo un buen trabajo —dijo el hombre dándoles un breve asentimiento— gracias por el apoyo...
Sintió la presión de su pecho disminuir y en su lugar la emoción revoloteó en su estómago.
Fat Gum levantó su brazo pesado y cansado hacia su cabeza y la acarició. Había ganado una verdadera batalla allá atrás junto a los demás, pero aquí estaba, reconociéndolo y felicitando su heroísmo como si fuera el evento principal.
Sonrió amplio, sintiendo las lágrimas humedecer sus ojos.
Había estado esperando un cierre, una especie de victoria que lo haría avanzar, pero no había un momento perfecto y estruendoso, solo era él, haciéndolo un poco mejor cada vez y tal vez eso bastaba.
Se frotó el rostro tratando de dispersar la humedad mientras las palabras de reconocimiento llegaban.
Lo felicitaban por seguir su instinto, por ser valiente y por priorizar la seguridad de los demás, todas cosas que parecían pequeñas junto a las grandes hazañas de los héroes, pero afirmaban que podía ser un héroe incluso siendo él.
Los gritos, las ovaciones y los intentos de los reporteros de conseguir una entrevista no se detuvieron hasta que salieron del área acordonada.
Todo el tiempo acompañado del héroe rubio que sonreía orgulloso por ver a su aprendiz brillar más que por su propia victoria.
Presintió que la celebración que propuso a penas el resto de los héroes se agruparon era más sobre él que sobre el trabajo que habían hecho en equipo, pero luego de sentirse avergonzado estuvo conmovido.
El aprecio, entendimiento y orgullo que habían a su alrededor en aquella improvisada cena en el puesto de comida callejera favorito del héroe rubio eran sobrecogedores.
No quedó espacio para la duda mientras las risas, las anécdotas y las bromas volaban a su alrededor con naturalidad. Podía no ser tan fuerte o increíble como todos, tener un largo camino que recorrer y más tropiezos que la mayoría, pero tenía un lugar ahí.
Abrazó la idea con optimismo sincero por primera vez en mucho tiempo y se entregó a la celebración, hasta que todo eran vasos chocando y bromas ruidosas entre mesas a las que dejó de prestarles atención cuando las anécdotas de Fat Gum se volvieron más interesantes.
Eventualmente sintió su teléfono vibrar, era Bakugou. Normalmente llamaba a esa hora cuando estaba desocupado.
Estaba recargado y lleno de buen animo, supuso que si había un momento correcto para hacer esto era ahora.
Se disculpó para salir, tomó un respiro y finalmente contestó.
Escuchó la voz estruendosa del rubio estallando al otro lado, sonaba ajetreado y molesto, había llamado ya un par de veces antes y sabía que odiaba tener volver a llamar, pero lo primero que hizo fue preguntar si estaba bien.
Debía haber visto la noticia sobre la batalla de Fat Gum hace unas horas y naturalmente pensaba que estaría afectado.
Le tomó un momento entenderlo y sopesarlo. Esa atención era todo lo que siempre quiso. Hizo su corazón acelerar y su rostro calentarse inevitablemente ante la idea de estar juntos. Pero no importaba si estaba feliz ahora, si quería abrazarlo y contarle como todo había mejorado. La compañía de Bakugou era un vicio doloroso y ya había tenido suficiente de negar lo que ya sabía. Que acercarse solo los herias a ambos.
Suspiró tembloroso.
—Estoy bien… —aclaró con un nudo en la garganta—
—Si pasó algo solo tienes que...
—No tienes que preocuparte más, Bakugou —interrumpió con valentía— Lamento haberte hecho sentir responsable por lo que hice. Estuviste conmigo hasta ahora ayudándome, pero no puedo depender de ti para siempre, así que voy a esforzarme más.
Sintió la duda del rubio y una vacilación silenciosa de alguno segundos.
—¿Por qué? —fue cuestionado—
Era natural que el rubio dudara. Lo había visto en su momento más bajo y arrastrándose día tras día incapaz de levantarse.
—Estoy mejorando —el viento lo heló mientras se armaba de valor para sacar las palabras de su boca— tengo que levantarme y luchar por mi mismo, así que no tienes que seguir llamando...
Nunca pensó que fuera capaz de reunir el valor suficiente para alejarlo, pero quería liberarse y liberar a Katsuki de su relación.
—No tienes que…
Su voz era confusa, baja y luchaba por entender que estaba pasando, hasta donde sabía ese chico lo necesitaba.
—Y Bakugou… —no dio pauta a arrepentirse— siento haberte hecho cargar conmigo todo este tiempo, lamento también no haber sido un buen amigo.
Vio a su alrededor tratando de convencerse de que estaba bien seguir adelante y una vez lo hiciera no había vuelta atrás.
—Me avergonzaba de mi don… —continuó decido a ser honesto— creía que tenía que cambiar para ser un héroe, pero también puedo ser útil y fuerte a mi manera.
Hubo otra pequeña pausa, pero el rubio pareció recomponerse más rápido esta vez. Tal vez era muy orgulloso para dejarse escuchar afectado o tal vez realmente creía en él.
—Siempre fuiste un héroe, idiota —aclaró como si fuera lo más obvio—
Allí estaba ese calorcito en su pecho que lo calentaba cada que ese hombre hablaba. Lo iba a extrañar demasiado, pero tenía que ser coherente por una vez.
Sintió el nudo en su garganta apretarse y la humedad llegar a sus ojos.
—Gracias Bakugou, cuídate, yo voy a hacer lo mismo… —se despidió apresuradamente sintiendo su voz flaquear—
Escuchó un pequeño sonido de afirmación del otro lado y eso fue todo. Se quedó solo en el pequeño estacionamiento del local, con risas y música de fondo haciendo vibrar las paredes y las mejillas llenas de lágrimas.
Iba a llorar, a limpiarse la cara y a volver adentro a celebrar que había esperanza, porque no estaba dispuesto a perder su progreso.
Estaban los genios como Bakugou que trazaban un plan, se esforzaban y conseguían su cometido en contra de toda adversidad y estaban los chicos como él, que terminaban con la cara en el suelo una y otra vez hasta lograrlo.
Podía no ser tan genial como el rubio o Midoriya, necesitar un poco más de práctica y optimismo, pero también era necesario. No había un solo tipo de héroe y aunque todos veían a los que estaban al frente de la batalla, el quería estar donde su don ayudara a los demás.
Fin.
Notas de la autora:
Nos despedimos, gracias por acompañarme a lo largo de este viaje de años que debía tomar solo 5 capítulos y un par de semanas, pero nos trajo hasta aquí.
No es un adiós definitivo si siguen alguno de mis otros trabajos o esperan un epílogo. Les agradará saber que estoy preparando una publicación semanal de Omega a través de sus últimos capítulos y una novela original. Me gustaría verlos por allí también.
Abrazos a todos. Me encantaría leer sus impresiones.
