Galaxy Angel – La novelización

Por Fox McCloude

Disclaimer: Galaxy Angel y todos sus personajes son propiedad de BROCCOLI. Todos los derechos reservados.


La melancolía de una dama (4-2)


Habiendo finalmente resuelto el problema inmediato del estómago vacío y la garganta seca, Takuto por fin tenía vía libre para atender sus deberes como comandante. El primer paso, naturalmente, era ir al cuarto de almacenamiento para revisar los suministros generales para determinar qué cosas les estaban faltando.

Tras una revisión preliminar, Takuto rápidamente pudo notar que, a pesar de haber muchos contenedores en el almacén, la mayoría de ellos estaban vacíos. No era una gran sorpresa, considerando la odisea que pasó sólo para poder comer algo y tomarse un café, era obvio que la comida y el agua estarían ya en la lista de prioridades. El comandante hizo una nota personal de esto ya que no quería lidiar con una Ranpha enojada por haberse quedado sin agua mientras se duchaba.

Y hablando de ella...

– ¿Oh? Al parecer Ranpha-san se encuentra por aquí. – dijo Mint de repente, sacándolo del conteo que estaba haciendo.

– Es cierto. Hey, Ranpha, ¿qué haces aquí? – la llamó en voz alta.

– No hace falta que me grites, puedo escucharte perfectamente. – replicó la rubia un poco molesta. Takuto y Mint se le acercaron para conversar más tranquilamente.

– Y bien, ¿qué estás haciendo? – preguntó Mint.

– Esperando a que desempaquen estos suministros. – dijo Ranpha, palpando uno de los contenedores. Takuto se fijó en que tenía una etiqueta que decía que estaba asignado para la tienda. – Espero que sea comida, así que cuando el tendero venga por ellos, me lo venderá a mí primero.

– Ah, ya veo. Bien pensado. – admitió Takuto. Una táctica extraña, pero válida, como acampar toda la noche delante de la taquilla para comprar los boletos del espectáculo.

– Ja, cómo tengo el estómago vacío, toda la sangre se me subió a la cabeza. – se jactó la rubia. Al parecer no había quedado satisfecha con los dulces que le llevó antes, y siendo sincero no podía culparla. Él también esperaba poder comer algo de verdad más tarde.

– Um... no quiero dar malas noticias, pero no creo que ese contenedor tenga comida en su interior. – dijo Mint.

– ¿Eh? ¿Por qué lo dices?

– Si tuviera alimentos, debería estar bajo refrigeración para mantenerlos conservados. – explicó Mint. – Este contenedor no tiene ese equipo.

Takuto lo miró detenidamente, y en efecto se percató de que era un contenedor normal. Los de alimentos siempre tenían un dispositivo refrigerante para mantener la comida en buen estado por un largo tiempo.

– Es cierto, este es un contenedor normal. – dijo Takuto.

– ¿Eh? No puede ser... – dijo Ranpha claramente en shock. Rápidamente sacudió su cabeza. – ¡No, aún hay una oportunidad! No toda la comida necesita refrigerarse. ¡Podía ser ramen instantáneo o dulces!

– Wow, ¿tan hambrienta estás? – preguntó Takuto.

– Sí, por eso estoy tan irritable. No quiero que mi cuerpo me haga decir o hacer cosas que no quiero.

A Takuto estuvo a punto de salírsele que Ranpha siempre parecía irritable, pero no se sentía con ganas de poner a prueba su suerte con ella. Además, la rubia probablemente estaba hablando de ese arranque que le dio cuando se enfadó con Milfie, y quizás todavía se sintiera culpable por ello.

– Sin embargo, no tiene mucho sentido esperar aquí. ¿No lo crees, Takuto-san? – preguntó Mint.

– ¿Eh? Bueno... quizás no necesariamente. – respondió él. – De todos modos el tendero tendrá que venir por comida tarde o temprano, aunque no sea de ese contenedor en específico. Entonces podrías preguntarle si te puede vender algo.

– ¡Así es! ¡Tú sí que me entiendes, Takuto! – exclamó la rubia muy alegremente. – ¡La pelea por la supervivencia es muy cruda, si me quedo a esperar en la tienda alguien más vendrá y se lo llevará todo!

– Ah, claro, tienes toda la razón. Comer es una necesidad importante para cualquiera. – replicó el comandante.

– Hmm, bueno, si están de acuerdo, no protestaré. – respondió Mint. – Como sea, Takuto-san, todavía tenemos que seguir haciendo el conteo del inventario.

– Cierto. – asintió Takuto. – Espero que consigas algo de comer pronto, Ranpha.

– Gracias. – dijo Ranpha. – Ustedes dos sigan esforzándose también.

Afortunadamente, con la enorme cantidad de contenedores vacíos que había en el almacén, el conteo les llevó mucho menos de lo esperado. Para cuando terminaron, Ranpha se había quedado justo donde estaba esperando al tendero, y ellos se fueron para continuar revisando qué más haría falta. Había cosas que no se guardaban en el almacén por razones obvias, y la siguiente parada era la enfermería. Después de todo, estando en guerra los suministros médicos también eran esenciales para la supervivencia.

– Con permiso. – se anunció Takuto al entrar. – ¿Está aquí, Dra. Kera?

– Oh, Comandante Mayers. – respondió la aludida saliendo de detrás de una cortina, seguida por Vanilla. – ¿Vienen por lo del reabastecimiento? Vanilla ya me habló de ello.

– Ah, qué bueno que ya esté enterada. – dijo Takuto. – ¿Hay algo que necesite la enfermería?

– Creo que estamos bien por el momento. – replicó la doctora. – Justo ahora estábamos hablando sobre eso, ¿no, Vanilla?

– Sí. Como no hemos tenido muchos pacientes, no hay problemas con el equipamiento o las medicinas.

– Es bueno escuchar eso. – dijo Mint. – Si las instalaciones médicas dejaran de operar, sería un problema.

– Aunque... si tuviera que decir algo, se nos está acabando el café. – dijo la doctora. Parecía que le avergonzaba un poco decirlo.

– ¿Café? ¿Es parte de los suministros médicos? – preguntó Takuto.

– No, es sólo que me gusta tomar mi café todos los días. – respondió la mujer. – Preparado con los granos Kona del sistema Ronbi, tostados en una mezcla de especias. Pero ya me bebí todo el que había, y por desgracia esos granos se acabaron ayer en la tienda.

– La doctora bebe un promedio de 13,7 tazas de café al día. – intervino Vanilla.

Takuto se sorprendió un poco. Eso sonaba como mucha cafeína para una sola persona, pero de nuevo, los médicos tenían que permanecer bien despiertos y con energía para poder llevar a cabo sus funciones.

– Bueno, hasta el próximo reabastecimiento, ¿no cree que pueda beber menos o de una variedad diferente? – sugirió el comandante.

– Eso sería un problema. – replicó la doctora. – ¿No podemos reabastecernos lo más pronto posible? Es que si no tengo mi café no puedo concentrarme.

Takuto suspiró resignado. No era una petición muy irrazonable, y siendo sincero, aunque él no tomara esa cantidad, también apreciaba tener su café cuando lo necesitaba. Así que cogió su tableta para anotarlo entre las peticiones personales de la tripulación.

– Bueno, lo añadiré a la lista. Ah, y Vanilla, ¿hay algo que tú necesites?

– También pienso que necesitamos café. – respondió la peliverde. – Por favor compra la cantidad que solicite la doctora.

– ¡Oh, Vanilla! – exclamó la Dra. Kera con una gran sonrisa. – ¡Cómo me dan ganas de abrazarte y acariciarte!

– Jajaja... pero en serio, ¿de verdad no hay nada que quieras pedir? – insistió Takuto.

– ... No, sólo el café, por favor.

Ese breve momento de duda le hizo pensar a Takuto que quizás sí habría algo, pero quizás le daba pena pedirlo abiertamente. Quizás podría convencerla de abrirse un poco si le hacía una sugerencia plausible.

– Ahora que lo pienso, ¿no necesitas reponer tus nanomáquinas? – preguntó. La última palabra pareció sacarle una reacción, aunque fue muy sutil, pero pudo verla. – Últimamente has estado usando muchas.

– ... Mis nanomáquinas... supongo que sí han comenzado a acabarse. – admitió finalmente. En ese momento su mascota hecha de nanomáquinas se materializó alrededor de su cuello, y le palpó la cola. – ... Últimamente, su cola se ha vuelto más corta.

Takuto no veía la diferencia a simple vista, ya que para él lucía igual que siempre, pero si Vanilla decía que estaba más corta, seguramente debía estarlo. Por lo menos ahora ya sabía que sí necesitaba algo.

– Bien, en ese caso, añadiré nanomáquinas a la lista de solicitudes personales. – dijo Takuto tras anotarlo.

– Muchas gracias... – dijo Vanilla con una ligera reverencia. Takuto simplemente le restó importancia.

– Si necesitan algo más, por favor envíen al puente la lista de suministros. Los solicitaremos al por mayor. – agregó Mint. – Bien, Takuto-san, tenemos que continuar con nuestra inspección.

– Claro. Nos vemos luego, doctora, Vanilla.

Con eso ya tenían dos peticiones específicas para los suministros. El café parecía más un capricho, pero con la cantidad de personas en el Elsior seguramente muchos estarían agradecidos. Y por supuesto, Vanilla necesitaba las nanomáquinas para los tratamientos de heridas y enfermedades, así que debían ser una prioridad. El comandante se felicitó a sí mismo por haber preguntado, ya que seguramente Vanilla no se lo habría dicho si no insistía.

Ahora, la siguiente parada era la sala de tiro. Tal vez Forte también tuviese alguna petición en específico. En cuanto entraron, la pelirroja estaba sentada en el sillón puliendo lo que parecía ser un rifle de asalto, y rápidamente notó la presencia de ambos.

– Ah, justo a tiempo. – dijo poniéndose de pie. – Quería hablar con ustedes.

– ¿Del reabastecimiento? – preguntó Takuto.

– Sí, precisamente. – asintió Forte. – La verdad es que, últimamente empiezo a quedarme sin munición.

– Es comprensible. – replicó el comandante. – No sabemos lo que podría pasar si tenemos que seguir combatiendo muchas veces en nuestro camino a Rhome, así que me aseguraré de solicitar más munición para nuestras armas.

– No, no hablo de los Frames, quise decir balas para disparar aquí. – señaló la pelirroja. – Cuando escapamos del golpe de estado, íbamos muy apurados así que me llevé muy poca. Necesito conseguir más pronto.

– ¿Munición para tus armas de fuego? – inquirió Takuto. Tenía miedo de hacer la pregunta, pero igualmente tomó aplomo y la formuló. – ¿Cuánta necesitarías?

– Hmm... ¿alrededor de unas 1000 balas calibre 45? Ah, y que sean 800 normales y 200 explosivas. También 1200 balas para rifle 7,62 cm, cartuchos de escopeta y calibre 12, y que sean 500 de cada una...

– ¡Woah, espera! – la interrumpió Takuto al ir calculando mentalmente todo lo que costaría eso. – ¿Planeas usar esa cantidad tú sola?

– ¿Qué no es obvio? – respondió Forte. – ¿Quién más las va a usar?

– Sin embargo, para esa cantidad de munición y pólvora, si hablamos de adquirirlas en una compañía privada, el costo sería inadmisible. – dijo Mint.

– ¿Y eso a quién le importa? – insistió la pelirroja. – ¿No se supone que tenemos un alto presupuesto para entrenamiento?

Takuto de nuevo se puso a pensarlo muy detenidamente. Parecía un alto costo sólo para lo que en apariencia era sólo el pasatiempo personal de Forte, pero como le había dicho, era un pasatiempo con uso práctico, y quizás en una emergencia podían servirles como armas de respaldo si algo sucediera.

– De acuerdo. – dijo Takuto. – En caso de una emergencia, habrá que tener las armas de respaldo listas.

– ¡Tú sí que sabes de lo que hablo, Sr. Comandante! – exclamó Forte, pasándole el brazo por los hombros y apretándole el cuello. – Me alegro de contar con un líder que me entiende.

Takuto se rio un poco, sintiendo que le ardía la cara por la cercanía, y también algo sorprendido por la fuerza de agarre que tenía Forte, pero finalmente ella lo soltó, y cogió su propia tableta para tomar notas de todo lo que dijo antes, y un poco más.

– Bien, después enviaré todo lo que necesito al puente. – dijo la pelirroja. – Asegúrense de conseguir todo lo que tengo en la lista.

– Lo añadiré a la lista de peticiones personales. – respondió Takuto. – Bien, será mejor que nos vayamos ahora.

– Gracias. ¡Cuento con ustedes, Sr. Comandante!

Dejando la sala de tiro, mientras iban por el corredor Takuto revisó la lista de peticiones personales. Por el momento, estaban el café para la Dra. Kera, nanomáquinas para Vanilla, y munición sólida para las armas de Forte. Ya que todavía seguían en el bloque C, decidió ver primero si en el hangar o la sala de la ballena espacial necesitaban algo en específico. Además, ahora que recordaba, había otra cosa que necesitaba hablar con Creta, así que decidió ir primero al hangar.

Como se esperaría, Creta y el resto del equipo de ingenieros estaban trabajando muy duro, y en cuanto la jefa los vio, bajó por el cable para venir a saludarlos.

– Ah, Comandante Mayers, Mint-san. – dijo al llegar con ellos. – ¿Qué se les ofrece?

– En este momento estamos verificando nuestra situación de suministros en la nave. – dijo Mint. – ¿Hay algo que se les esté agotando aquí en el hangar?

– Si hay algo que dificulte el mantenimiento de los Emblem Frames, estaremos en serios problemas. – dijo Takuto. – Así que si hay algo que necesiten, por favor no duden en decírnoslo.

– Muchas gracias. – respondió la jefa de mecánicos. – De hecho, empezaba a preocuparme de quedarnos sin armadura de reserva y partes de repuesto.

– No me sorprende. – dijo Takuto. – Hemos entrado en muchos combates últimamente.

– Por ahora, les haré una lista de los materiales que necesitamos. – dijo Creta. – Ah, y por cierto, debo enviar un reporte al puente más tarde. Ya casi he terminado de analizar la máquina que se infiltró en el Elsior.

– Qué oportuno, también quería hablar contigo de eso. – asintió Takuto. – ¿Qué has averiguado?

– Como sospechaba, se trata de un dron de exploración y espionaje. – dijo la ingeniera con tono muy serio. – Su propósito principal es buscar a un objetivo que coincida con los datos proveídos por imágenes.

– Así que por eso tomó mi apariencia, ¿verdad? – dijo Takuto. Las memorias de todos los problemas que ese dron le causó todavía seguían frescas en su mente.

– Seguramente habrá identificado su rango de comandante. – continuó Creta. – El programa estaba configurado para que se disfrazara como alguien al menos en el cargo de capitán imperial.

– Entiendo. – asintió Takuto. – De esa forma, si se veía como un oficial a cargo, incluso si actuaba de manera extraña difícilmente alguien se atrevería a confrontarlo, ¿verdad? Muy ingenioso, aunque para mí haya sido muy molesto.

– Entonces, ¿cuál era el objetivo que el dron estaba buscando en la nave? – inquirió Mint. Takuto ya tenía una ligera idea, pero quería escuchar lo que Creta tenía que decir al respecto.

– Probablemente se trataba del Príncipe Shiva. – confirmó Creta sus sospechas. – Los datos que encontré en el dron indican que estaba programado para buscar a un niño de diez años.

– ¿Pero no tenía datos del Príncipe Shiva como tal? ¿Una foto o algo así? – preguntó Takuto. Ese detalle parecía no cuadrar del todo.

– Ya que el Príncipe Shiva rara vez sale de la Luna Blanca, es probable que el ejército de Eonia no tenga fotos o imágenes suyas para identificarlo. – teorizó Mint.

– Es posible. – dijo Creta estando de acuerdo. – Al parecer usaron los datos que tenían a mano, y trataron de sintetizarlos para hacer un estimado lo más cercano posible.

Takuto se quedó algo perplejo ante esta información. Aunque las fuerzas de Eonia habían sido capaces de encontrar información sobre la infancia de Milfie, y probablemente del resto de la Brigada Angel, no habían podido obtener una foto del Príncipe Shiva. Quizás sólo fuera porque el Príncipe Shiva no era el tipo de persona que se presentaría abiertamente en el centro de un escenario, o tal vez sólo estaba muy bien protegido dentro de la Luna Blanca.

– En fin, eso concluye mi reporte. – dijo Creta. – Si hay algo más que necesitemos aquí, me aseguraré de notificar al puente.

– Por favor hazlo. – dijo Takuto. – Bueno, hora de irnos, Mint.

– Sí, continuemos con nuestra inspección. – dijo Mint. – Sigan trabajando duro, Creta-san.

Habiendo concluido sus negocios con Creta, el siguiente destino en el Bloque C era la sala de la ballena espacial.

En cuanto entraron, Takuto se detuvo por un momento frente a la gran piscina de olas, y se permitió dar un profundo respiro para relajarse.

– Como este lugar siempre está lleno de animales, la comida seguro se acaba rápidamente. – dijo Takuto.

– Tienes razón. – dijo Mint estando de acuerdo. – Espero que no se les haya agotado.

Así que les tocaba ir a la oficina de Kuromie para comprobar cómo estaba de suministros. Con tantos animales que tenía bajo su cargo, seguramente debía de tener las manos llenas todo el tiempo, y tal vez ya también necesitara suministros para poder cuidar a las criaturas. Con eso en mente, llamaron a la puerta de la oficina, hasta que finalmente el cuidador salió a recibirlos.

– Hola, buen día, Takuto-san, Mint-san. ¿En qué puedo ayudarles?

– Estamos haciendo una inspección de suministros. – dijo Takuto. – Últimamente la comida está empezando a escasear.

– ¿De verdad? – dijo el cuidador. – Eso es un gran problema. ¿Puedo ofrecerles un poco de krill espacial?

– ¿Krill espacial? – preguntó Takuto confundido. – ¿Tiene buen sabor?

– Sí, es la comida favorita del calamar espacial. – dijo Kuromie con una gran sonrisa.

– Eh... creo que paso. – replicó Takuto intentando disimular su incomodidad. No estaba seguro de si eso fuera apto para consumo humano.

– ¿No? ¿Qué les parecería el cactus espacial favorito de la iguana espacial? – ofreció Kuromie, sin inmutar su expresión.

– No, eso no... – Takuto no sabía qué decirle. De hecho por dentro se preguntaba si sólo lo estaba diciendo en broma o iba en serio.

– Kuromie-san, pronto repondremos nuestra propia comida. No te preocupes. – intervino Mint por él. – En lugar de eso, ¿hay algún suministro que esté escaseando y que sea necesario para cuidar de los animales?

– Ah, ya veo. – dijo Kuromie. – En ese caso, ¿puedo pedir más comida para animales? No estaría mal tener un poco más, ya que es un viaje muy largo incluso si tomamos la ruta directa hacia el sistema Rhome, así que me preocupa un poco.

– Lo añadiré a la lista. – dijo Takuto. – ¿Algo más?

– Hmm... – Kuromie se puso pensativo. – De momento no se me ocurre más nada.

– Puedo echar un vistazo al almacén, sólo para estar seguros. – ofreció Mint.

– Buena idea. Te lo encargo, Mint. – replicó Takuto.

– De acuerdo. Con su permiso.

La joven peliazul hizo una pequeña reverencia y se fue hacia la parte de atrás de la oficina. Luego de que desapareció de vista, Takuto se quedó mirando alrededor, otra vez fijándose en el movimiento de las olas, y luego en los ventanales del invernadero donde ocasionalmente se veían a los pájaros o a los conejos espaciales jugando por allí.

– Qué bueno que vinimos. – comentó el comandante. – No podemos dejar que los animales pasen hambre.

– Muchas gracias. – dijo Kuromie. – Los animales también se lo agradecerán mucho.

Takuto sonrió, aunque sonase un poco raro que le dijeran eso, igualmente apreciaría la gratitud de los animalitos del Elsior.

– Por cierto, Takuto-san, ya que estás aquí, ¿quieres que le pregunte a la ballena espacial cómo se sienten las Angels? – le dijo en voz baja.

La pregunta tomó desprevenido al comandante, pero en ese momento recordó que, con todo lo que había pasado últimamente, no había hecho una "comprobación de sentimientos" con la ballena espacial. Quizás ahora, y aprovechando que Mint no estaba en ese momento, podía tomar la oportunidad.

– Sí, adelante, por favor.

– Muy bien. Cierra los ojos y dame un momento. – dijo Kuromie.

Igual que la primera vez, una vez que oyó el bramido de la ballena espacial, en su mente comenzaron a aparecer las imágenes de las Angels. Las de Forte, Milfie y Vanilla no habían cambiado mucho respecto a la última vez, pero Ranpha volteó a verle y le sonrió ligeramente, aunque hacía un gesto de estar retándolo a acercarse. No parecía mucho pero sí un progreso respecto al inicio. Mint por su parte parecía reírse divertida por alguna razón, ciertamente se veía más alegre que la última vez. Eso también era una buena señal.

– ¿Ya pudiste comprobarlo? – preguntó Kuromie tras unos minutos.

– Sí, gracias. – dijo Takuto, volviendo a abrir los ojos. Y justo en ese momento, oportunamente Mint venía de regreso.

– Gracias por esperar. – les dijo. – Kuromie-san, verifiqué el almacén y había algunos suministros más que necesitamos reponer, así que los añadí a la lista.

– Déjame ver... – dijo Kuromie acercándose a ver la tableta de Mint. – Ah, ya veo. No esperaría menos de ti, Mint-san. Por favor agreguen todo eso a mi petición de suministros.

– Entendido. – dijo Mint. – Takuto-san, ¿queda algo más por hacer aquí?

– No, ya era todo. Sigamos con la inspección. Nos vemos luego, Kuromie.

– Claro. Sigan con el buen trabajo. – replicó el cuidador.

Hecho esto, el comandante y la piloto del Trick Master salieron de la sala de la ballena. A continuación, tomaron el elevador para ir al bloque C, concretamente hacia el cuarto del Príncipe Shiva. Siendo que era la persona más importante a bordo, había que verificar también que estuviese cómodo en caso de que necesitara algo.

La sirvienta en ese momento estaba parada frente a la entrada, así que Takuto sin tardanza llamó su atención.

– Eh, disculpe...

– El príncipe ahora se encuentra practicando su esgrima. – dijo la sirvienta. Parecía haber respondido por puro reflejo.

– Ah, no, no venía por una audiencia. – explicó Takuto. – Es que estamos revisando el estado de suministros de la nave.

– ¿Han tenido algún problema? – preguntó Mint. – ¿Se han quedado sin agua en la ducha o comida?

– Oh, en ese caso, no, nada en particular. – respondió la sirvienta. – Aunque al príncipe no le gusta tanto esta nave como la Luna Blanca, hasta ahora no ha presentado ninguna queja. Agradezco su preocupación.

– Ya veo. – dijo Takuto. – Lamento las molestias. Envíele mis saludos al príncipe, y dígale que si necesita algo, no dude en avisarnos.

– Claro. Con su permiso.

La sirvienta entró de vuelta a la habitación dejándolos a ambos solos en el corredor. Al parecer, los suministros para el príncipe Shiva no eran una alta prioridad de momento, así que al menos en esa área podían estar tranquilos. Ya casi habían terminado con la inspección, salvo por una petición personal.

Contactó al puente para que le dijeran dónde se encontraba Milfie, ya que era la última miembro de la Brigada Angel a la que todavía no le habían preguntado si quería o necesitaba algo en particular para conseguir en el reabastecimiento. Para sorpresa de nadie, en ese momento estaba en el parque galáctico, así que sin perder tiempo se dirigieron hacia allá. Muy oportuno ya que estaría de camino al puente y con eso podría aprovechar de entregar el reporte de todo lo que iban a solicitar.

Takuto y Mint entraron al parque galáctico, y efectivamente se toparon con la pelirrosa dando un paseo por el sendero. No tardó mucho en verlos y de inmediato corrió a saludarlos.

– ¡Takuto-san, Mint! ¿Trabajando muy duro? ¡Sigan esforzándose!

– Hola, Milfie. – Takuto le devolvió el saludo. – ¿De paseo por el parque?

– Sip, así es. – replicó ella, aunque su sonrisa alegre se apagó un poco. – Pero... últimamente las flores se ven un poco deprimidas aquí. Deberían estar alegres y vibrantes.

– Ahora que me fijo, tienes razón. – dijo Takuto. Parecían estar empezando a marchitarse a comparación de cuando llegó al Elsior. Era una imagen un poco deprimente, debía admitirlo.

– No parece que las hayan cuidado mucho. – continuó Milfie. – Quienquiera que esté a cargo debe estar ahorrando fertilizante.

– El parque está encerrado en la nave. – señaló Mint. – Si no se cuida regularmente, entonces no podremos mantener el entorno.

– Ya veo... – dijo Takuto. – Si nos quedamos sin fertilizante, los árboles y las flores podrían morir. Deberíamos reponerlo también.

– Por favor, Takuto-san. – suplicó Milfie. – Aunque no sirvan para combatir, ayudan a que mi corazón se sienta más ligero.

Takuto asintió. Aunque pudiera parecer un gasto extra, cualquier cosa que ayudara a las pilotos de la Brigada Angel a sentirse más felices serían de gran ayuda, así que no era una petición irrazonable. Y admitiéndolo, él también quería que el parque galáctico se viera lleno de vida, como el día que tuvieron su primer picnic.

– Bien, fertilizante añadido a la lista. – dijo Takuto tras anotarlo en su tableta. – Por cierto, Milfie, ¿tienes alguna solicitud personal?

– ¡Sí! ¡Necesito ingredientes para un pastel! – dijo sin titubear la pelirrosa. Takuto no necesitó que se lo dijeran dos veces, y de inmediato lo añadió a la lista. Después de haber probado el que le regaló en el picnic, estaba ansioso por comer otro igual.

– Anotado entonces. – dijo Takuto. – Ah, todavía recuerdo lo delicioso que estaba el del picnic.

– Jeje, muchas gracias. – sonrió Milfie. – Una vez que repongamos todo, me aseguraré de comprar todo lo necesario.

– ¿Oh? – Mint de repente levantó sus orejas telepáticas y miró a Milfie con curiosidad. – ¿Qué no se te había arruinado el pastel cuando explotó el horno?

– ¿Eh? Ah, no, eso... es que... jejeje... – Takuto empezó a reírse algo nervioso. Nadie más excepto él y Milfie sabían lo del pastel pequeño que ella le dio, y ahora acababa de irse de lengua. – Ejem, como sea, ¿puedes llevar la lista completa de ingredientes al puente después, Milfie?

– Claro. – replicó ella. – ¡Sigan esforzándose!

Ya con la petición de Milfie, toda la tripulación estaba cubierta con las solicitudes personales. Mientras andaban por el corredor, Takuto casi no se atrevió a mirar a Mint, y se preguntó si ya le habría leído la mente sobre lo que pasó con el pastel que él y Milfie se comieron solos. ¿Se enojaría por eso?

Al cabo de unos minutos sin decir nada, los dos llegaron a la entrada del puente, justo cuando sonaba el ruido de la nave haciendo Drive Out y la voz de Almo comenzaba a sonar por los altoparlantes:

– Atención, hemos salido del Chrono Espacio. Toda la tripulación, asuma sus turnos normales.

– Ups, parece que se nos acabó el tiempo. – dijo Takuto. – Será mejor entregar el reporte de una vez.

– Sí, te acompaño. – asintió Mint.

Los dos atravesaron el corredor y cruzaron la puerta para ingresar en el puente. Lester y las operadoras ya los estaban esperando en sus puestos.

– Bienvenido, Takuto. – saludó el subcomandante, sin su usual sarcasmo. – Y bien, ¿cómo estamos?

– Se nos están acabando muchas cosas. – dijo Takuto, pasándole su tableta para que viera el reporte completo. – Tanto que empiezan a afectar nuestra vida diaria.

Lester cogió la tableta y comenzó deslizar los dedos por ella. Durante varios minutos no dijo nada, limitándose sólo a asentir al ir pasando página tras página. Finalmente, luego de un buen rato, se la devolvió.

– Aunque haya muchas peticiones, la mayoría no son cosas esenciales. – señaló. – Ya que somos militares, nos conviene ser más frugales.

– Ya lo sé, pero si nos empiezan a faltar las cosas, la moral de este lugar se vendrá abajo. – replicó Takuto.

– En cualquier caso, necesitamos reabastecernos, y entre más pronto, mejor. – intervino Mint.

– Cierto, pero la pregunta es ¿dónde?

– Ya que estamos siendo perseguidos por Eonia, no es un buen momento. – agregó Lester con tono grave. – Y tampoco tenemos un proveedor.

– De acuerdo a la información, la mayoría de este sistema Tormina se encuentra bajo el control de Eonia. – dijo Coco, agregando más gravedad al asunto todavía.

– Y tampoco podemos contactar con la flota imperial. – concluyó Mint.

– ¿Y qué hay de una mercante privada? – sugirió Takuto, si bien rápidamente se dio cuenta del problema que implicaría eso en específico. – Aunque, no es como si pudiéramos enviar fácilmente un mensaje, ¿verdad?

– La flota de Eonia nos caería en montón en un instante. – señaló Lester. – ¿Y quién nos dice que los mercantes no decidan delatarnos e informarle de nuestro rumbo?

– Si encontráramos a alguien con quien comerciar, Lady Shatoyarn nos dejó un cargamento de oro que podemos usar de intercambio... – dijo Almo.

– Alguien... ¿eh? – Lester volvió a ponerse pensativo. – El problema, es que si gastamos todo el oro que tenemos antes de llegar a Rhome, ya no tendremos para reponer más.

– Si no fuera por el golpe, podríamos comprar cuando lo necesitemos. – dijo Takuto. – Pero así como estamos, debemos hacer esto a la brevedad.

La situación se veía bastante seria. ¿Quién podría venderles a precios bajos, y al mismo tiempo no fuera a venderlos a Eonia? ¿Habría alguna nave mercante que se ajustara a sus necesidades con suficientes suministros?

Mientras Takuto intentaba pensar en algo, notó que Mint bajaba sus orejas y adoptaba una expresión melancólica. Y él no podía hacer otra cosa que quejarse en lugar de pensar en alguna idea para sacarlos de este atolladero.

– Hum... si me permiten. – dijo de repente Mint. – Creo que existe una flota mercante que se ajusta a nuestras necesidades.

– ¿Eh? ¿De verdad? – exclamó Takuto. – ¡Estaríamos salvados! ¿Puedes decirnos cuál es?

– Sí, bueno... – Mint de nuevo se puso melancólica, pero rápidamente tomó aplomo para seguir hablando. – Hay una sucursal de la Corporación Blancmanche en este sistema. Puedo darles la contraseña de su canal privado.

– ¿Una nave de tu familia, Mint? – preguntó Takuto sorprendido.

– Eso es muy conveniente. – sonrió Lester. – Si saben que la hija del presidente de su compañía está a bordo de esta nave, quizás no nos reporten.

Mint se quedó en silencio de nuevo, y Takuto volvió a notar que se ponía melancólica. Esto extrañó mucho al comandante, que no pudo evitar preguntarse por qué se ponía así. ¿No debería alegrarse de quizás tener la oportunidad de hablar con su familia?

– Mint, tal vez deberías aprovechar de hablar con tus padres, ¿no? – inquirió Takuto. – Seguro deben estar muy preocupados por ti.

– Bueno, quizás, pero...

– ¿Pero no eres su única hija? – siguió insistiendo Takuto. – Digo, si fuera yo, estaría muy preocupado si mi hija desapareciera durante un golpe de estado.

– Aun así, mis padres y el resto de mi familia saben que soy una piloto de Emblem Frame, y todo lo que eso implica. – replicó Mint. – Además, mi padre ya ha tenido que lidiar con muchas dificultades como presidente de la Corporación Blancmanche. Esto no le afectaría en absoluto.

La forma como Mint habló de su padre golpeó una fibra sensible en Takuto. No sabía por qué, pero había algo en sus palabras que le hacía preguntarse si Mint intencionalmente buscaba evadir hablar al respecto. Era como si creyera, o quizás supiera, que su padre no estaría preocupado por ella, y eso no le gustaba un poco. No sabía si debería insistir en saber más.

– Pero, Mint-san, ¿crees que haya una posibilidad de que podamos establecer un contrato con él para buenos precios? – preguntó Almo, aparentemente buscando romper la tensión que se había formado.

– Almo, ¿no crees que eso sería demasiado conveniente? – la regañó Coco. – No es como que se trate de un tendero amable con el que puedes regatear. Blancmanche tiene una reputación que mantener.

– Sería de gran ayuda. Digo, si les mostramos nuestra buena voluntad, seguro que responderán de la misma manera, ¿no, Coco? – insistió Almo, que no parecía querer perder las esperanzas de un buen trato. Y siendo sincero, Takuto tampoco.

– Si es por mí, no quiero un descuento. – dijo el comandante, ya habiendo tomado una decisión. – Con que sean rápidos y no nos delaten será suficiente. Además, será una buena oportunidad para que Mint contacte a su familia y que les haga saber que se encuentra bien. Nos conviene contactarlos de todos modos.

– Entiendo. – dijo Mint volviendo a sonreír, aunque a Takuto le parecía que estaba forzándose a hacerlo. – Si les digo que me encuentro bien, seguro no habrá problemas.

– Es importante mantener a la familia tranquila. – dijo Takuto. – Aunque puede que a veces se depriman...

– ¿Eh? ¿Crees que se van a deprimir por mí? – preguntó Mint. Parecía sorprendida, y el propio Takuto también lo estaba por lo que acababa de decir. ¿Se habría ido de lengua?

– No, no exactamente... – dijo riéndose nervioso. Decidió que era mejor ser honesto y decirle lo que pensaba, ya que sabría que le estaba mintiendo de todos modos. – Es sólo que, como te vi algo dudosa, creí que tal vez algo podría andar mal.

– No, no te preocupes. – aseguró Mint, volviendo a sonreír de manera forzada. Allí estaba otra vez, ¿qué le estaba pasando?

Takuto decidió que era mejor no seguir dándole más vueltas al asunto, así que dio la orden para contactar con la Corporación Blancmanche y empezar las negociaciones. Entre más rápido lo hicieran, mejor para ellos. Ya después podría preguntarle con calma a Mint cuál era su problema, si acaso tenía alguno.

...

Unas horas después, el Elsior iba llegando a las coordenadas del punto de reunión designado con la flota de la Corporación Blancmanche. Como precaución, Takuto decidió enviar a una de las Angels, concretamente a Forte, a hacer algo de reconocimiento inicial, para evitar posibles emboscadas enemigas y estar prevenidos. Con todo lo que había pasado, sería mejor no seguir tomando riesgos.

Aunque Takuto estaba aliviado de que podrían reponer sus suministros pronto, Lester estaba algo suspicaz de que los comerciantes se hubieran mostrado tan cooperativos desde el momento en que los contactaron, especialmente cuando ni siquiera les pidieron el nombre de su cliente. Takuto argumentó que seguramente el golpe de estado habría hecho un caos en la economía, y que tal vez los de Blancmanche estarían felices de comerciar con alguien que ofrecía como pago un cargamento de oro sólido. Lester no pudo refutarlo, y finalmente aceptó que mientras pudieran cerrar el trato rápida y limpiamente para reabastecerse, todo iría bien.

– Almo, ¿algún reporte de la misión de reconocimiento preliminar de Forte? – preguntó Takuto tras terminar de discutir su punto de vista con Lester.

– No, todavía... ah, transmisión entrante del Happy Trigger. – dijo la operadora en cuanto sonó la alarma de comunicaciones, y sin tardanza abrió el canal.

– Aquí el Happy Trigger. – dijo la pelirroja al aparecer en pantalla. – Nada inusual hasta el momento.

– Entendido. – replicó Takuto. – Ya casi llegamos al punto de reunión. No bajes la guardia hasta entonces.

– Entendido, Sr. Comandante. – respondió Forte haciendo el saludo militar. – Por cierto, quería preguntarte algo. ¿Esta transacción fue idea de Mint?

– Sí, así es. Realmente nos salvó.

– Hmm... así que Mint en persona, eh... – Forte hablaba en voz muy baja, cosa que extrañó un poco a Takuto.

– ¿Sucede algo?

– Oh, no. Sólo que me sorprendió un poco. – replicó Forte. – ¿Así de mal estaban los suministros?

– ¿Te sorprendió? – preguntó Takuto. – ¿No se supone que la corporación Blancmanche pertenece a la familia de Mint?

– Es por su familia... no, no debería ser yo quien te lo diga.

Takuto miró confundido a Forte. Por la forma en como hablaba, parecía que Mint no querría lidiar con la corporación de su familia. El comentario final de Forte le hizo pensar que quizás lo hizo como último recurso y a regañadientes. Ahora sí, definitivamente no tenía dudas de que algo debía estar pasando entre Mint y su familia, algo que no le quería decir.

– Hmm... bueno, está bien si tú lo dices. – dijo Takuto, ahogando su propia curiosidad y la tentación de pedirle a Forte que le dijera todo. – Por lo que sé podrían ser muchas cosas, y Mint no dijo nada.

– Tranquilo. La especulación es suficiente. – dijo Forte guiñándole el ojo.

La conversación se vio interrumpida por una alarma de transmisión entrante. Almo empezó a teclear en su estación a toda velocidad para desencriptarla y descifrar el contenido.

– Recibiendo transmisión de emergencia entrante. Es un SOS de... ¿Blancmanche? – dijo Almo, algo sorprendida.

– ¿Blancmanche? ¿La flota mercante está solicitando ayuda? – preguntó Takuto.

– Espere un segundo... ya, terminé de descifrar el mensaje. – continuó Almo. – ¡Dicen que se encuentran bajo ataque de una flota desconocida y no pueden escapar!

– Confirmando situación de combate. – agregó Coco. – Enviando datos a los Emblem Frames ahora.

– No... esta flota no es desconocida. – dijo Forte, que había permanecido con el canal abierto todo el tiempo. – Según los datos, el enemigo está usando una flota de naves automatizadas.

– ¡La flota de Eonia! – gritó Takuto levantándose de su asiento casi de un salto.

– Pero si contactamos con Blancmanche en una línea encriptada privada. – dijo Lester. – ¿Acaso estaban observando los movimientos de las flotas mercantes?

– Sea cual sea el caso, somos responsables de involucrar a civiles en este conflicto... no, ahora no hay tiempo para lamentarse por eso. – Takuto tomó aplomo y sin tardanza asumió su voz más autoritaria para dar su orden. – ¡Envíen un mensaje a la flota mercante de que vamos a ir a rescatarlos en el acto! ¡Todo el personal a sus posiciones de combate!

– ¡Posición de combate primaria! – lo secundó Lester. – ¡Elsior, motores a toda velocidad!

– ¡Brigada Angel, prepárense para salir de inmediato! – concluyó Takuto.

Por lo visto, era demasiado pedir un reabastecimiento rápido y tranquilo. Pero ahora no había tiempo de preocuparse por las provisiones. La prioridad en ese momento era salvar a los mercantes, antes que la flota de Eonia les hiciera daño. ¿Acaso ese sujeto no tenía respeto por las vidas de inocentes? Nada ganaría con atacarlos, fuera de dejar al Elsior sin recursos, y no tendría forma de saber que comerciaban con ellos específicamente.

Esta historia continuará...


Notas del autor:

Y la historia continúa. Takuto ya hizo la lista de las cosas que necesitan reabastecer en el Elsior, y como pueden ver varias de las Angels tenían sus propias solicitudes al respecto. Afortunadamente, resulta que Mint tiene contactos en la compañía de su familia y pudo mover algunas palancas para conseguirles un buen trato, aunque Takuto parece sospechar que algo no anda del todo bien, ¿qué será, qué será? Y cuando parece que todo iba viento en popa, ahora la flota de Blancmanche está bajo ataque de las fuerzas de Eonia, así que es tiempo de ir en misión de rescate.

Creo que de momento no hay mucho más que decir, ya que la diversión empezará en el siguiente segmento. Personalmente para mí el segmento de batalla que viene es uno de los más divertidos, con los comentarios de las Angels, ya verán a lo que me refiero cuando lo vean. Después de eso empezarán los negocios para el reabastecimiento, y veremos un poco más del trasfondo de Mint. Así que me despido por ahora, gracias por los reviews a BRANDON369 y TheNewDabs, nos veremos de nuevo el sábado. ¡Brigada Angel, despeguen!