INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA HISTORIA SÍ

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UN TRATO AUDAZ

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CAPITULO 8

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DEDICADO A ANNIE PEREZ

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No le gustaba Trioval, pero decidió venir en persona para darle un buen escarmiento a su nuera.

Los alarmantes informes de sus espías más el resultado de la inspección ocular de su propio hijo le daban cuenta que la esposa escogida para su hijastro no era la idónea.

Si era por la duquesa, Bankotsu no debía casarse, pero su padre insistió supuestamente para limpiar su reputación abusiva y lasciva hacia las enfermeras.

Irónico ya que las denuncias fueron incitadas por la propia duquesa para intentar arruinar a su hijastro.

En parte la duquesa sospechaba que la acción de su marido era por intentar que su hijo Bankotsu deje una línea de sangre antes de morir. Algo que no debía ocurrir jamás. Lo positivo es que su esposo le dejó en sus manos la elección de la esposa de su hijastro.

Pero aparentemente su intuición le había fallado y escogió una mujercita que le contrariaba.

La única que sabía de su llegada era la señora Loren, su principal espía. Todos se sorprendieron al verla menos ella. Y había llegado en un momento más que oportuno, así que los cielos la estaban ayudando.

Bankotsu tenía una crisis y Kagome pensaba pedir ayuda.

―Querida, con esta actitud agravas la situación y no voy a permitir que salgas a hacer un escándalo y que todos en el pueblo se enteren de los asuntos en Trioval ¿Qué honor le quedará al duque de Saint de Owen? Si su propia nuera planea un circo ―le hizo un gesto a la ama de llaves―. Manda llamar urgentemente al médico de cabecera del conde y ustedes vayan por té ―ordenó a las otras criadas.

Cogió del brazo a su nuera, quien se encontraba muy nerviosa y prácticamente la empujó para el salón.

―Estoy muy cansada del viaje y no esperaba encontrar una escena tal.

La desconcertó comprobar que Kagome estaba llorando.

―Mi esposo está muy enfermo ¿Cómo se supone que actúe, Milady?

―Sabes que él tiene un diagnostico terminal de tuberculosis ¿Qué puedes hacer? ―recriminó la duquesa haciendo una pausa viendo que las criadas traían el té.

Justo cuando Kagome parecía que iba a volver a levantarse, volvió a aparecer en escena la señora Loren.

―Ya envié a un criado de forma urgente, ya que el médico del conde se encuentra en el hostal.

Kagome levantó la cabeza, interesada ante la noticia.

― ¿En el pueblo? ―preguntó la duquesa

La señora Loren asintió.

La duquesa aprovechó para hacer que su nuera volviera a tomar asiento.

― ¿Ves que no había necesidad de un escándalo? Siéntate a beber el té y cuando estés más calmada, iremos a ver a mi hijastro.

Pero Kagome no dejaba de mirar fríamente a la señora Loren.

―Si sabíais que el medico se encontraba en el hostal todo este tiempo ¿Por qué me entero ahora? ―recriminó la joven condesa.

―Eso te ocurre, querida, por negarte escuchar a la señora Loren, quien es una mujer con experiencia y seleccionada por mí para hacerte la vida más fácil ―intentó suavizar la duquesa.

De todos modos, no pensaba permitir que su nuera se levantara.

Estaba muy cansada, pero debía cerrar el circo antes de marcharse a descansar.

En media hora vino llegando el coche que traía al joven médico de cabecera del conde con una maleta llena de medicinas.

Ambas mujeres lo siguieron.

Para la duquesa fue la primera vez en mucho tiempo que volvía a ver a su hijastro.

Procuró disimular una sonrisa al verlo tan pálido y desmejorado.

Observó de vuelta a su nuera y notó su ansiedad.

No le gustó lo que veía.

Y para su desgracia, la fiebre de Bankotsu terminó bajando y el medico volvió a advertir que episodios como éstos serían comunes y debían estar preparadas.

Sólo allí, la duquesa se permitió ir a sus habitaciones a lavarse y descansar.

Pero con lo que había visto tenía suficiente.

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La inesperada llegada de la duquesa le arruinó los planes a Kagome.

Luego tampoco pudo ir a buscar ayuda al verse rodeada y franqueada por su suegra, la señora Loren y las doncellas que acompañaban a la duquesa.

Era como estar presa y enjaulada. Agradecía mentalmente el haber enviado a Yura a Londres antes de la llegada de su suegra o hubiera sido imposible.

Pero le hubiera gustado encontrar un galeno diferente, no el mismo chico que acababa de irse y que tenía una opinión tan poco optimista.

Cuando Bankotsu despertó totalmente de su letargo, ya a esa hora la duquesa se había marchado a descansar.

― ¿Se encuentra mejor? ―preguntó Kagome a Bankotsu quien bebía una sopa que le trajo el señor Patrick.

―Tanto como podría estarlo un hombre a punto a morir.

―El hecho que bromee significa que está mejor ―replicó ella, sentándose en el sillón junto a la cama.

―Me ha contado Patrick que tenemos una visita interesante.

―La duquesa se encuentra en Trioval…

Bankotsu sonrió con ironía.

―Mi madrastra es una mujer con muchos recursos y unas dotes de actriz envidiables ―se tocó el puente de la nariz―. Aunque me pregunto si tanto como usted.

Él seguía sospechando de ella.

En parte no lo culpaba, pero sentía que él le debía un voto de confianza por las cosas que hizo y esperaba que lo notara. Se sintió decepcionada pero no podía enfadarse, no con un hombre de sufrimientos tan certeros.

Se levantó suspirando.

Estaba agotada, pero a la vez aliviada que él había vuelto a sortear lo de hoy.

Le veía la cara y cada vez tenía menos color. ¿Los demás se daban cuenta de todos los cambios que ella notaba en él todos los días?

―Iré a dormir, así que le ruego no vuelva a darnos estos sustos. Todavía tengo que lidiar con la duquesa y apenas me dará tiempo de ocuparme de usted, así que compórtese milord ―le dijo ella en el modo usual que tenían de hablar.

―Descuide, mi señora. Le prometo que no moriré está noche ―volvió a bromear él como despedida―. Es divertido incordiarla.

Lo oyó toser.

Kagome agradecía que él no pudiera ver su cara o de lo contrario él sería capaz de notar la derrota y preocupación mortal en sus facciones. Prefería que la notara irónica, sardónica y bromista. Mejor eso que la verdad.

La joven tuvo una mala noche y no porque Yura no estuviera para ayudarla a cambiar o traerle el té que solía beber a la medianoche. Despertó varias veces pensando en el conde y de hecho se levantó en algunas de esas ocasiones porque creía oír que el conde tosía en su habitación.

Se quedó a escuchar tras la puerta de su esposo, en la oscuridad.

Ya no deliraba de fiebre, pero ella sentía que a él también le costaba dormir porque la respiración le fallaba.

Las palabras del médico le taladraban la cabeza.

Debéis estar preparadas.

Ella no estaba preparada.

Al volver a su cama, su pecho le tiritaba como si tuviera frio. Sus manos sudaban y temblaban. Y su corazón latía con fuerza

Al día siguiente las cosas no fueron mejores.

La señora Loren entró a su habitación sin llamar. Venía acompañada de una de las doncellas de la duquesa.

―Milady, la duquesa pide su presencia para acompañarla en el desayuno ―le dijo a Kagome que apenas se había incorporado en la cama―. Prepara a la condesa para que pueda a desayunar con la duquesa ―le ordenó a la doncella que vino con ella.

Kagome se dejó vestir de mala gana, pero no podía desobedecer a la duquesa.

Cuando bajó ya vestida y lista, la mesa principal con el desayuno ya estaba servido.

El asiento principal estaba ocupado por su suegra quien sentada en esa posición parecía una reina que venía a juzgar unos crímenes. Kagome se acercó con cautela y se sentó.

Las criadas le trajeron unos platillos y le llenaron la taza de té.

Detrás de la duquesa, la señora Loren estaba parada y destilaba una sonrisilla que odió.

Ella era la condesa y debía tragarse que una criada estuviera por encima de ella en la mansión.

Le hizo una reverencia a su suegra a modo de saludo.

―Querida, debes desayunar a tiempo ―la duquesa le echó una mirada que le pareció ofensiva―. De hecho, haz perdido algo de peso.

La mujer siguió picando las frutas de su plato.

―He tenido muchas ocupaciones en la mansión ―contestó Kagome, aunque con un tono casi sumiso. No podía negar que la duquesa le daba miedo.

―Y es culpa tuya por desobedecer las directrices que te envié por carta y al venir aquí compruebo el despilfarro en la que habéis incurrido para realizar esas reformas innecesarias…innecesarias porque el conde, mi hijastro ni siquiera puede apreciarlos.

Kagome la miró.

La duquesa pensaba ir al grano.

―Sólo pensaba en el bienestar del conde.

― ¿Bienestar? Él tiene todo lo que necesita y estos cambios pueden estresarlo y agobiarlo ―la duquesa bebió un sorbo del té.

―Es que no le veo lo malo…―dijo Kagome casi en susurros pero que fue perfectamente oído por la otra mujer.

―Y con esto no le haces ningún bien a tu padre ―replicó la duquesa.

La sorprendente mención de su progenitor hizo que Kagome levantara la cabeza.

―El marqués de Romsday estaba en una mala situación económica en estos meses y pudo levantar cabeza gracias a unos negocios que le cedió el duque que es mi esposo y lo hizo porque somos familia.

La condesa batió sus pestañas, confusa.

No tenía idea de los negocios de su padre y el papel de su familia política en ella.

―Puedo asegurarle, Milady, que mi intención nunca fue ofender vuestro esfuerzo para cuidar a mi esposo.

La duquesa golpeó la mesa.

― ¡No quiero oír excusas! Si mencioné al perdedor de tu padre fue para que entiendas el alcance de la fortuna y la influencia de la casa del duque de Saint Owen ―la duquesa había cambiado su rostro afable a uno muy serio y enfadado.

Pero que esa mujer se refiriera a su padre en esos términos era demasiado para Kagome.

―Milady, mi padre no es ningún perdedor.

―Asintió a este matrimonio que tenía numerosas condiciones que debías cumplir ―la duquesa volvió a golpear la mesa―. Hablemos con claridad, este matrimonio se realizó por la perspectiva de una viudez temprana y ambas sabemos que no había precisamente una fila para desposarse contigo ―Kagome abrió mucho los ojos al escuchar aquello de forma tan directa―. A ambas nos conviene que el conde no extienda su sufrimiento.

Fue el turno de Kagome de golpear la mesa, sorprendiendo a la duquesa con su acto.

Las horribles palabras de aquella mujer, frías y exentas de humanidad la horrorizaban. Cuando se hizo el trato de matrimonio estuvo de acuerdo con realizar una unión de pega, pero ahora que conocía a Bankotsu y las terribles circunstancias en la que vivía por causa de su ceguera y el abandono de su familia, es que comprendía todo el dolor que se escondía tras ello.

No pensaba cooperar ni ser una villana en esta historia.

― ¡A vosotros os conviene! Pero quiero que sepa que me rehúso a formar parte de esa camarilla. No le voy a arruinar la vida a mi marido y aunque sean sus últimos días de vida, no pienso hacerlo sufrir solo por adelantar su final, Milady ―Kagome no pudo evitar echar algunas lágrimas ya que era la primera vez que de sus labios salían aquellas palabras que encerraban una verdad patente: Bankotsu tenía los días contados.

La reacción de la duquesa fue cortante ya que arrojó la taza al suelo, haciéndose añicos.

Kagome permaneció en su sitio, sin moverse pese a ello. No pensaba cambiar de idea, aunque la duquesa la amenazara. Y probablemente el primero que pagaría seria su padre.

Pero ¿Cómo comparar algunos bienes materiales con la calidad de vida de Bankotsu?

La duquesa se levantó violentamente del sillón que cayó al suelo.

Kagome temió por un momento que le diera una bofetada, pero sentía su indignación y rabia.

Sentía la mirada de fuego sobre ella, pero no pensaba retractarse.

―Este matrimonio y el hecho que ahora seas condesa de Nolan es obra mía ¿así me pagas? Y que sepas que esto no quedará así ―amenazó y volvió a empujar la silla que estaba junto a Kagome al suelo―. Me marcho porque es imposible razonar contigo y no pienso tolerar esto. Por supuesto informaré de todo al duque para que sepa el tipo de nuera que se ha cargado, una que no guarda el mínimo de respeto a su suegra.

La mujer se marchó dando tumbos y sólo cuando Kagome sintió que sus pasos desaparecían luego entre los escalones que iban a la segunda planta, fue que la joven pareció darse cuenta de lo que había hecho.

Acababa de desafiar a una mujer poderosa.

Se llevó las manos al pecho y con cierta dificultad se levantó.

Notó que las criadas la miraban temerosas.

La señora Loren ya no estaba.

Lo más seguro es que había corrido tras la duquesa.

Se sacudió algo de su cabello que hoy estaba algo diferente por el peinado que le hizo la doncella de la duquesa. Como extrañaba a Yura.

Con dificultad y como si le faltara el aire se dirigió hacia la puerta para salir al salón.

Allí se topó con otra sorpresa.

En lo alto y en la punta de la escalera, portando su bastón con una mano y sostenido por Patrick se encontraba el conde.

Kagome no necesitaba ser muy lista para saber que él lo escuchó todo.

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La joven se sacudió un poco pero inmediatamente cogió las puntillas de su vestida y subió las escaleras.

― ¿Acaso perdió la cabeza? ¿Qué hace aquí? Debería estar descansando ―le recriminó y luego miró a Patrick―. Usted no debería hacerle caso a este cabeza dura, el conde debe reposar. Regrese a su habitación en este momento o no podré explicar al médico que volvió a enfermar por no descansar.

Patrick se apresuró en guiar a su señor quien no opuso resistencia.

No respondió a Kagome, tenía el rostro entre contrariado y sorprendido. Como si lo hubieran cogido desprevenido.

Kagome se quedó en el último escalón viéndolos marchar de vuelta a la habitación.

Todavía les quedaba un día bien duro ya que la duquesa se marchaba y todavía no era capaz de comprender las verdaderas implicancias de sus acciones.

Ofender a la toda poderosa duquesa de Saint Owen era grave.

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Tal como amenazó, la duquesa se marchó indignada. Kagome ya no se atrevió a decirle nada salvo a darle la reverencia cuando salió a despedirla.

Y su suegra la miró de tal forma que entendió que debía estar preparada para las represalias.

Para la hora de la cena, ya se respiraba un poco de paz con la ida de aquella dama así que aprovechó para ir a las habitaciones de su esposo.

Todavía quedaba pendiente un regaño por haberse levantado y asomar sus narices en el pasillo.

Cuando subió, él estaba en el sillón frente a la chimenea de su habitación. Habia cenado apenas pero ya se encontraba sólo porque envió a Patrick a descansar.

Aunque ella no hizo ruido alguno para entrar, notó que él levantaba la cabeza como si se diera cuenta que alguien entraba.

―Tengo que felicitarla ―habló él repentinamente.

Kagome se asustó un poco que él identificara que era ella.

¿Cómo podía hacerlo?

― ¿Se puede saber el motivo? ―trató de fingir normalidad y se acercó al sillón del conde.

―Se deshizo de mi madrastra ―aclaró―. Pero también me defendió y eso me pareció extraño.

Kagome no debería sentirse decepcionada de saber que él no confiaba en ella.

―No voy a dejar que lo dañen gratuitamente ¡llámeme ilusa o lo que quiera! Pero todavía tengo humanidad…y esas personas son un peligro.

Ella se sorprendió también de su propio impulso y se echó al sillón. Miraba la cara seria del conde, iluminada con capas por el calor del hogar.

Estuvo tan enfermo y ella se sentía tan impotente pero no iba a echarse a llorar, no frente a este hombre que parecía tener la capacidad de percibirlo todo.

―Seré ciego, Milady…pero puedo reconocer cuando alguien dice la verdad.

― ¿Qué?...

―Sé que no es una espía―admitió él―. Quizá es estrafalaria y algo extraña pero no es una soplona de la esposa de mi padre. Pude comprobarlo ahora y no me culpe por haber sospechado, Milady…atendiendo los antecedentes de mi familia.

Eso sí fue asombroso para Kagome.

Con su naturaleza tan sincera y abierta, tuvo el primer impulso de cogerle una de las manos al conde.

― ¿Entonces finalmente me cree? ―le exclamó, aunque inmediatamente soltó la mano del hombre al darse cuenta de su actitud exagerada.

Fue un corto momento de suspenso, pero ambos procuraron componerse de inmediato.

―No es fácil confiar para mí ―explicó Bankotsu―. Nunca conocí bien a mi madre y pensé que ella podría ser una para mí, pero resulta que al final su cariño fue una supuesta tapadera para arruinarme ―él apretó los puños de rabia―. No me queda mucho tiempo de vida, Milady…pero elijo creer en usted.

Era la primera vez desde que se conocían que él hablaba de esa forma, tan directa y profunda. Y de nuevo la mención de su cercana muerte.

Ella sonrió de forma melancólica.

Miraba la mano del conde y hubiera querido volver a cogérselo, pero se abstuvo.

No pudo evitar lagrimear con las palabras de su esposo.

―A veces temo no ser suficiente, pero quiero que sepa que lo ayudaré, aunque eso implique que la duquesa me haga la vida imposible. No voy a quedarme sentada mientras veo que ella comete atrocidades…

―Deje de decir que no es suficiente…―murmuró él, pero enseguida compuso su voz―. Si todavía hay alguien allí que no la toma en serio ¿no sigo yo aún aquí? Sigo siendo el conde de Nolan ―declaró él con seguridad y regresando al tono sardónico habitual.

Kagome agradeció que ese matiz regresara.

Cuando el conde hablaba de forma sentimental, ella se confundía y temía perderse en los enormes ojos azules perdidos en aquella capa de niebla del conde.

Esa noche, los condes de Nolan tuvieron su primera conversación sincera desde que ella llegara a Trioval.

Ella descubrió no solo que su esposo era una persona muy compleja y sufrido bastante.

Y sin duda ahora la vida seguía castigándolo.

Pero ella quería protegerlo.

Cuidarlo.

Hacer todo lo que pudiera por él.

Esa noche, Bankotsu y Kagome finalmente se hicieron amigos.

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Esa noche, ya en la comodidad de su cama, Bankotsu no podía conciliar el sueño.

Y no por pensar en la charla que tuvo con su esposa donde aprendió a conocerla un poco mejor. Aunque era una joven mimada por su padre, tenía unas hermanas muy difíciles y tuvo una vida complicada en varios aspectos y tenía que estar a la defensiva para sobrevivir, incluso casarse con un tullido como él.

En cambio, lo que hacía era rozar su propia mano izquierda, la misma que aun emanaba un débil aroma de ciruelo blanco, y que Kagome en un impulso le había cogido y que se mantenía extrañamente aun cálida.

Bankotsu no comprendía esa multitud de emociones extrañas que lo atiborraban por pensar en ello.

Anhelo.

Deseo.

Ansias.

¿Qué demonios le ocurría?

No era lo que se suponía debería preocuparse un hombre ciego, enfermo y prácticamente en las puertas de la muerte.


CONTINUARÁ

Besos Hermanitas y siempre agradecida por cada comentario, saben que atesoro todo.

Paulita, taishokagome787, Annie Perez, Benani0125, Lucyp0411, Lin Lu Lo Li, Valentine Higurashi y Conejita por sus últimos comentarios.

Ya vieron que cumplí mi promesa de actu más seguida.

Las quiero

Paola.