Disclaimer: Todo lo que puedan reconocer, lamentablemente no es mío (sería rica o pasarían cosas muy diferentes).


Capítulo 5


Después de su locura del viernes, la vida podía haberle sonreído a Kotoko. El siguiente día laboral (lunes) tras el suceso con Irie-kun había descubierto que él tenía un viaje de trabajo por dos semanas, que le ahorraban la vergüenza de mirarlo a la cara un tiempo.

…O de considerar seriamente qué sucedería a partir de haberse acostado con él.

En el lugar más impropio, su cubículo, se sintió acalorada al traer vívidamente imágenes del acontecimiento. Pensaba que ya lo había superado durante el fin de semana, de tantas veces que su mente lo había repetido en medio de sus fallidos intentos de ver series y habiéndose eliminado el rezago en su zona inferior.

Era sorprendente. Ni siquiera había sido una experiencia totalmente exitosa, porque solo había tenido un orgasmo, antes de la penetración —cosa que imaginaba, por su huida desconocía si él había querido hacerlo de nuevo en otro momento de la noche y tener un clímax compartido—. Para su primera vez había estado bien y no justificaba que fuese inolvidable.

Sabía que se engañaba, mucho tenía que ver la identidad de su pareja sexual.

Había sido una idiota por tomar un camino como ese, que no tenía retorno. ¿Cómo se le había ocurrido hacer eso con su jefe?

¿Con Irie-kun?

¿Con un hombre que no era su novio o esposo?

Desde que la idea se escurriera en su cabeza en la cena con sus amigas no había sido sensata en lo absoluto. Igual que un sinfín de veces, cuando ponía su mente en una cosa, cambiar de opinión tomaba su tiempo, si lo conseguía. Era muy determinada.

Ni siquiera debía haberse quitado el "maleficio". Tres días lo llevaba pensando más que en un año. ¿Ahora cómo hacía para quitarse de la cabeza perder la virginidad con él? Eso de decir que su primer novio no había sido su primer todo ya era de reírse.

Cuadró los hombros. Dejaría que el tiempo hiciera lo suyo, era una experiencia reciente, consecuencia de una decisión estúpida, pero nada que cambiara su vida en trescientos sesenta grados. No dominaría su vida como antes; pasarían los días y lo olvidaría con exactitud, entonces tomaría el camino pensado antes de salir con alguien y avanzar en las muchas expectativas que tenía.

—Tiempo, tiempo —murmuró, borrando la penosa redacción que había hecho en los últimos treinta minutos.

E Irie-kun pasaría página muy rápido. El ego de ella debía estar tranquilo por ser deseable. Y había tomado las riendas del asunto al decidir cómo terminar la noche.

Asintió dándose ánimos.

Con la cabeza abajo, en su teléfono vio mensajes entrantes de la madre de su inquietud actual. Presionó para leer la pantalla, encontrando una invitación para almorzar, como el aviso de que ya se hallaba en el lobby.

Frunció el ceño antes de mirar a su alrededor, asombrándose al descubrir que no había mucha gente sentada. Hizo una mueca al reparar que se habían ido sin ella, hasta ver en un post-it una nota de ellos expresando burlonamente que estaban heridos por su inexistente respuesta a las múltiples preguntas de ir al comedor.

Tembló al pensar en enfrentarse al inquisitorio de Mariko y Daisuke, quienes sin duda se habrían percatado de los rubores constantes en su rostro a lo largo de la mañana. De saber mentir habría sido sencillo desviarlo, así que tendría que morderse la lengua y soportar sus bromas de ser pervertida con algún personaje.

No obstante, era más complicado presentarse a la madre de Irie-kun después de haber estado con su hijo del modo en que lo había traído al mundo. Tenía un renovado respeto por las personas que eran presentadas a los suegros por primera vez, si sucedía luego de una intimidad, o por aquellos que regresaban de una luna de miel, donde todos sabían lo que habían estado haciendo en ese periodo.

(De pronto, casarse y seguir frecuentando a la familia le parecía sumamente bochornoso.)

Kotoko tuvo que darse unas palmadas en las mejillas. Calmándose, resolvió que todo era a raíz de ser consciente de su sexualidad; que al probar ese acto desconocido despertaba una faceta de ella que había estado dormida hasta entonces, especialmente porque tendía a ser inocente. Si hasta el cambiar los pijamas de bata que había utilizado el fin de semana se había sentido distinto.

Cuan impresionante era vivir esa etapa.

Suspiró poniéndose en pie para ir a la planta principal, donde Noriko-san la recibió agitando los brazos. Quiso esconderse detrás de una de las palmeras ornamentales, porque los empleados de por allí debían reconocer a la esposa del dueño. ¿Cómo iba a explicar su relación?

Fue imposible no abrazarla cuando se encontraron a medio camino. Ya lidiaría con los rumores.

Se haría experta en lidiar con consecuencias.

—Kotoko-chan, tan linda como siempre. Me encanta que uses el traje que te regalé —dijo la mujer poniendo sus manos en sus hombros para admirarla. Efectivamente, su conjunto en tono aguamarina había sido un regalo por ella y no lo habría usado de otra forma al ser un color que destacaba.

Plasmando una sonrisa ansiosa, colocó ambas manos en los costados del pantalón, agradeciendo el halago. Por un segundo se preguntó si veía algo diferente en ella.

¿Gritaría su rostro que ya había tenido sexo? ¿Que había visto a su hijo desnudo?

—Seré la envidia en el restaurante —prosiguió Noriko-san, enlazando sus brazos para abandonar el edificio.

Kotoko agradeció que años antes le quedara clara la imposibilidad de emparejarla con su hijo, o habría mencionado algo en relación a él.

Todavía le asombraba su lealtad a ella. Transcurrido un mes de entrar en la universidad, Noriko-san suavemente le había preguntado la razón de su actitud alicaída y entre sollozos le había confesado, no pudiendo aguantar más el secreto —sabiendo que era su hijo, afortunadamente muy ocupado con la escuela—. Le había dicho del beso, como maquillado el posterior rechazo (si había intuido la mentira, lo había callado), pidiéndole no reclamar nada a Irie-kun y mantener la información entre las dos, como dejar de alentar una relación con él.

Así había sido. Ante los demás había disimulado perfectamente superar su obsesión con emparentar y aceptado cuando semanas más adelante los Aihara habían decidido mudarse.

Si alguno de los otros lo había encontrado sospechoso, Kotoko no se había dado cuenta y había seguido con el curso de las cosas (su padre había estado inusitadamente silencioso, pero más tarde había pensado en ello).

Hasta ese día apostaba por la solidaridad femenina, firme a pesar del lazo sanguíneo con la fuente de su dolor.

También debía haber resignación, porque el hijo era imposible.

Acudieron a un restaurante cercano al edificio, donde su acompañante debía ser conocida por la familiaridad y exclusividad del trato que le daban al asignarle una mesa en la terraza de estilo francés, aludiendo el origen de los nombre en el menú.

Se decidió por una comida con el nombre de la película del ratón chef, impronunciable para ella, y brevemente escuchó la actualización de la vida de Noriko-san, una grata compañía en un momento como ese, en que no tenía suficiente energía para conversar —la señora podía hablar mucho cuando le apetecía.

Curiosamente, la conversación se dirigió hacia Yuuki y Kotoko no se sintió herida al descubrir el motivo de ser invitada a comer sin previo aviso; después de todo, ella también la estaba aprovechando para distraerse.

Qué precoz, hasta Yuuki-kun tenía citas. O tal vez no, ¿a qué estudiante se le ocurría salir un lunes? Posiblemente iban a estudiar, ya que ambos adolescentes eran de la Clase A.

—Es… tan tentador planear cómo abordarlos, Kotoko-chan —se lamentó su interlocutora, apretando angustiada la servilleta de tela en sus manos. Era natural, dadas sus intenciones de cambiar, no solo con la experiencia de su hijo mayor y ella, sino por llamado de atención de su esposo. —La chica no me agrada, es tan… tan… Oizumi Sahoko.

El nombre provocó una incomodidad fugaz en el interior de Kotoko. Se había olvidado de la chica. Aquella novia de Irie-kun —la única que le habían conocido públicamente— había sido mala para su ego; era nieta de un socio de Shigeki-san y la personificación de la mujer perfecta. Además de rica, era hermosa, inteligente y educada, virtuosa dama japonesa, características inalcanzables para ella, que entonces todavía curaba su corazón.

Saber de tal joven había sido lo necesario para quitárselo de la mente por vez definitiva. Era consciente de sus cualidades y defectos, orgullosa de sí misma, pero apostaba que el ideal del hijo genio era ella y no tenía lo suficiente para competir, si hubiera habido una oportunidad.

Y hoy día veía que ni esa joven había conseguido convertirse en la esposa de Irie-kun, quien debía tener estándares aún más altos.

Se había olvidado de lo inferior que se había sentido al oír de Oizumi Sahoko.

—¿Yuuki-kun está contento? —preguntó suavemente a la madre de este, apartando de su cabeza la incomodidad que le había dejado la mención de ese fantasma.

Noriko-san suspiró.

—Lo parece.

Y eso dio por finalizado el tema.

(Había aprendido.)

ooOOoo

Si dos citas no hubiesen sido suficientes para que Kotoko se convenciera que Kin-chan y ella solo funcionaban como amigos, el tiempo y Chris le demostraban que no estaba equivocada.

Por fortuna él lo había comprendido un poco después de esas citas o no estaría pasando uno de sus mejores momentos, ni compartirlos con ella —al no haber competencia, había superado su enamoramiento escolar, cuyo inicio databa de encandilarse con la primera chica que había tratado bien al foráneo.

No obstante, ver su devoción, mientras su vida romántica era inexistente, resultaba agridulce para Kotoko. Se preguntó qué había hecho mal en el camino y una vocecilla le recordó la experiencia a la que trataba de quitar relevancia.

Hizo una mueca para sí y agradeció que su amigo malinterpretara la razón.

—Ya sé, los antojos de Christine son un poco extraños —expresó el pelinegro rascándose la nuca. —Pero como futuro dueño de restaurante he encontrado la manera de hacer que lo raro sepa bien.

Hikaru, otro de los trabajadores de su padre, rio asintiendo, toda vez que señalaba la comida preparándose en la olla, en la que Kin-chan llevaba minutos concentrado. Su esposa había pedido cosas orientales y occidentales mezcladas y él estaba tratando de dárselo… con la previsión de hacerlo sano para ella, siguiendo las recomendaciones médicas que él tenía siempre a la mano.

—Eso es bueno, Chris estará muy contenta.

Su amigo sonrió ruborizado, sin saltar como un gorila por el afecto que le tenía a su pareja. Kotoko suspiró, tal vez necesitara ir a otro sitio a distraerse y no al restaurante de su padre, quien ni siquiera estaba gracias a su salida anual con Shigeki-san. Haber escapado de la soledad de casa, que la hacía pensar, no estaba funcionando como debería.

Tendría que ir a ver una película.

—¿Tienes problemas, Kotoko-chan?

—No… no.

Kin-chan entrecerró los ojos.

—Sabes que ahora te veo como una hermana, ¿no, Kotoko-chan?

Asintió. Eso era lo que había ganado y la hacía feliz.

—Si necesitas a un hermano mayor que acuda a tu defensa, ten por seguro que cuentas conmigo. Doy buenos golpes y Christine no me perdonaría dar una lección a alguien que te haga daño cuando ella no puede moverse mucho. Si es una mujer llamaré a Jinko; pero si es un hombre, tienes a tu hermano mayor. Y si quieres una postura de hombre, pregúntame.

¿Acaso era tan transparente para insinuar que era un tema con el sexo opuesto?

—Por lo menos no seré como ese genio-idiota de Irie, nunca lo entendí. Lo admiré en tu universidad por no parar, no se lo digas nunca, pero no hablo idioma robot. ¿Cómo trabajas con él?

Agradeció sus palabras, que servían para mostrarle lo mucho que tenía a su alrededor. Era bueno que vinieran de él, que ya no se iba a entrometer mucho en su vida… El Kin-chan que se había obsesionado con ella era difícil de tratar, pero el Kinnosuke que se había enamorado de una rubia inglesa era una persona que querías tener en tu vida.

A pesar de lo que decían sus amigas en modo de juego, todas habían visto la transición del impetuoso gritón al prudente emotivo que había resaltado las mejores cualidades del originario de Kansai. Fiel, creativo, determinado y generoso hasta la médula, el chico era alguien a quien valorar.

Habiéndolo conocido así, en un mundo sin Irie Naoki, ella podría haberlo mirado con mayor detenimiento. Se estremeció de desagrado de solo pensarlo, era como incesto.

—Ya vivimos juntos, Kin-chan. —Con mejor ánimo, pudo bromear.

—Cierto, cierto.

—Y gracias.

Pese a los momentos caóticos, cosas buenas permanecían.

(Y no todos los hombres eran como él.)


Naoki estaba furibundo y desafortunadamente eso coincidía con un compromiso programado en el extranjero.

Después de tener una pieza de Kotoko, algo se interponía de nuevo y no tenía los medios suficientes para controlar la situación. Las dos semanas inmediatas a su intercambio sexual podían ser importantes para el curso de una futura relación o entendimiento.

Era irrisorio que sucediera algo similar a la distancia tras su primer beso.

O realmente tenía mala suerte en el departamento femenino.

Con la hija del amigo de su padre, Kotoko, había optado por la universidad de Tonan porque de algún modo sería emocionante con ella cerca y lo había echado a perder el primer día, receloso de los sentimientos fuertes e ilógicos que tenía.

Con su compañera de universidad, Yuuko, había aceptado una cita porque era una amiga inteligente y atraía a todos los hombres a su alrededor —y lo había escogido a él—, pero al escuchar su confesión amorosa se había sentido incómodo y la había rechazado.

Con la nieta de uno de los socios de Pandai, Sahoko, había estado de acuerdo con la sugerencia del anciano de que era incomparable e invitado a la joven a salir, hasta tres citas y un beso insípido, pero se había aburrido sobremanera —y decidido no caer de nuevo en la curiosidad de una mujer que incluía todo lo que siempre había pensado querer.

Con Kotoko, de nuevo, había sucumbido a la desesperación y ella había huido.

Qué patético era.


NA: ¿Extrañaban a mamá Irie?

Justo la persona más indicada que Kotoko querría ver después de hacer pecar a su hijo, el cual ni tiempo tiene de alegrarse de que ya pervirtió el cuerpo XD.

Besos, Karo.