NOTAS DE LA TRADUCTORA —

La historia pertenece a: PimpedOutGreenEars.

Phineas and Ferb pertenece a: Dan Povenmire y Jeff Swampy Marsh.


Apartamento vacío

Capítulo 32. Tantas posibilidades

Ferb inmediatamente se alejó de Phineas y camino hacia el viejo auto que estaba en la entrada. No era más que una carrocería destartalada, con algunas piezas aquí y allá sobre ruedas. Pero el peliverde supo de inmediato que se trataba de una máquina especial.

Era un Nedlington Nymph, un modelo de los años 50 si Ferb estaba en lo cierto.

Mientras se acercaba, notó un trozo de papel en el parabrisas. Camino para recogerlo con Phineas siguiéndolo de cerca. Era una nota de su padre.

"Esto ha tardado mucho en llegar. Espero que te guste este modelo tanto como a mi. Ojalá estuviera en casa para ver tu cara" —Papá.

Ferb sonrió un poco mientras leía la nota. Ni siquiera le importaba que Phineas estuviera leyendo por encima de su hombro. Su padre había estado hablando de hacer algo como esto durante mucho tiempo y él sin duda estaba ansioso por empezar a trabajar en el auto.

—Es un coche, ¿verdad? —preguntó el pelirrojo mientras examinaba las ruedas.

Ferb quiso reír, pero entendió. El coche necesitaba realmente una reparación. Lo único que lo hacía distinguible como automóvil eran las ruedas.

—Si, es un coche. Es un Nedlington Nymph.

—Parece viejo —dio su observación mientras caminaba alrededor del auto.

—Lo es, es de los años 50 —le dijo al pelirrojo.

—¿Vas a arreglarlo? —preguntó como si finalmente lo hubiera comprendido.

—Sería un error dejarlo en un estado como este —dijo mientras comenzaba a revisar el auto.

—¡Eso es genial! ¡Es prácticamente una pizarra en blanco! Podrías hacer cualquier cosa —dijo Phineas con una voz que hacía obvio que encontraba la perspectiva emocionante.

Ferb miró a Phineas mientras hablaba. Los ojos del chico estaban muy abiertos por una emoción tan contagiosa que Ferb podía sentirla. Podía ver la forma en que Phineas miraba diferentes partes del auto. Sabía que el más pequeño estaba imaginando todas las posibilidades. No importaba que Phineas no supiera como era un Nedlington Nymph cuando estaba terminado; todavía podía ver un millón de posibilidades en su cabeza.

Ferb inmediatamente se sintió atraído por Phineas solo por eso. Ese tipo de visión no era algo que todos tuvieran. El propio Ferb tenía mucho que ver en eso. Normalmente miraría el coche que tenía delante e imaginaria las versiones terminadas que había visto en el pasado. Luego planearía algunos cambios menores y comenzaría a trabajar.

Pero con solo mirar a Phineas supo que el pelirrojo estaba pensando en mucho más que simplemente agregar un portavasos o cambiar un color. Su mente iba a cien millas por hora, y Ferb no quería nada más que conocer todos y cada uno de sus pensamientos.

—¿Qué tienes en mente?

Phineas miro fijamente a Ferb por un segundo antes de rascarse el hombro.

—Nada que sea interesante. Sabes mucho más sobre autos que yo —dijo sonando como si estuviera luchando por decirlo.

Por el tiempo que habían compartido ambos, sabía que Phineas siempre estaba nervioso por compartir cosas como esta, cosas que solo él podía hacer. Cuando Ferb vio por primera vez los inventos del pelirrojo, el chico se avergonzó mucho de ellos. Y luego estaba la forma en la que se había tomado más tiempo a propósito en su examen de matemáticas y se había saltado algunos de los problemas.

Ferb no tenía idea cual era la causa de que Phineas actuara así. No sabía si alguien había dicho algo en su vida que lo avergonzara de su inteligencia o si tenía miedo de destacar entre sus compañeros, o algo completamente distinto. Fuera lo que fuese, Ferb no lo entendía. Le costaba creer que Phineas no supiera lo brillante que era.

—No te estoy pidiendo que construyas la maldita cosa, solo dime lo que estás pensando —casi exige el peliverde. No podía creer lo mucho que deseaba saber.

Phineas se sorprendió por la intensidad que emanaba de Ferb.

—Bueno, para ser honesto, tengo más ideas en este momento de las que puedo decir —comenzó Phineas mientras caminaba—. Necesito bocetar las cosas. Son demasiadas…

Ferb asintió mientras observaba a Phineas caminar.

Él entendió.

Entró al garaje abierto sin que Phineas lo supiera, quien todavía caminaba de un lado a otro. Se acercó al banco de trabajo del interior y miró debajo. Allí encontró una libreta y un lápiz que normalmente se usaba para anotar medidas. Lo agarro y camino de regreso hacia el pelirrojo.

Camino hacia donde estaba el otro y le tendió el cuaderno para que lo agarrara. Phineas lo aceptó con suma felicidad antes de sentarse y comenzar a dibujar. Mientras hacía eso, Ferb fue a mover el auto al garaje. No podía andar, pero era fácil empujarlo una vez que lo había puesto en punto muerto.

Una vez que el auto estuvo estacionado en el garaje, Ferb regresó hacia Phineas y agarró la mochila del pelirrojo. La tomó y la guardó en el garaje. Luego sacó un lápiz de su propia mochila y caminó hacia el otro antes de sentarse a su lado.

Aunque Phineas estaba en su zona en ese momento aun así pudo ver que Ferb quería papel y rápidamente se lo entregó antes de volver a dibujar. Mientras el pelirrojo volteaba diferentes ideas para el auto, el otro comenzó a anotar los suministros que podrían necesitar.

Ferb no debería involucrar a Phineas en su proyecto de restauración, pero una mirada a lo que el pelirrojo estaba dibujando quitó toda duda que estaba teniendo. No podía esperar para construir algo tan complejo.

Y tal vez había una pequeña parte de él que no podía esperar para trabajar con Phineas.