CAPÍTULO 13: Del Amor y Otros Demonios II
La sintió mucho antes de que apareciera por las escaleras. Pasó rápido con la cabeza gacha y secándose el rostro. No sólo era su aura. Desde que bajó para ir a su cuarto el ambiente se volvió pesado, su desconsuelo era tan intenso que podía sentirlo vibrar través de las paredes, eso era demasiada energía maldita, la sentía agitarse y revolverse, pero no fluía, estaba como atrapada y eso no era nada bueno.
Nunca había sentido algo así y no sabía si era porque había afinado su técnica al punto de sentir absolutamente todo a detalle o si era por la fuerza de las emociones que sentía. Pero si era por lo segundo, era simplemente perturbador.
Su amiga le sacudió el brazo trayéndolo a la realidad. —Itadori ¿Qué te pasa? Estás pálido ¿Qué tienes? Te estoy hablando y no me haces caso ¿Ha pasado algo?
Él volteó despacio, tragando con dificultad y secándose el sudor frío que se le había acumulado en la frente, un ligero temblor le recorrió el cuerpo. Nobara lo vio preocupada al verlo tan mal. —Kugisaki, ayúdame por favor. Vamos a los dormitorios. Necesito que hables con Miwa-san.
—Pero dime ¿¡Qué ha pasado!? Seguro fue el idiota de Gojo…
—No lo sé… no lo sé, pero todo está mal, ella… Miwa-san, no está bien.
—Entonces vamos los dos, tú te llevas mejor con ella. Yo le saco información y tú… le hablas como siempre.
—No, yo no puedo, no esta vez. Ella conoce mi técnica, será peor si se siente descubierta, puede pensar que le diré a Gojo-san… por favor, ayúdame.
La joven lo vio tan nervioso que supo que era delicado, pero mantuvo el aplomo como lo hizo desde que era pequeña. Lo sujetó del brazo una vez más, pero esta vez para darle seguridad. —Tranquilízate, yo me encargo. Vamos.
Conforme se iban acercando a sus habitaciones el rostro de Kugisaki iba cambiando a uno más serio. —Ahora entiendo a qué te refieres. Creo que yo también lo puedo sentir.
—Te esperaré en el cuarto de al lado. Si necesitas ayuda sólo grita.
Kugisaki escondió su martillo con un muñeco y algunos clavos entre sus ropas, mientras sonreía confiada. —¿Crees que no voy a poder con ella? ¡Por favor!
Yuji la vio con una sonrisa triste. —No la provoques. Estaré aquí.
La encontró sentada en el baño tiñendo sus mechones celestes de espaldas a la puerta. —Miwa-san, estabas aquí, pensé que ya te habías ido ¿Cómo vas?
La vio parar un momento para tomar aire cuando escuchó su voz y luego continuó. —Espero terminar pronto. Se me hizo un poco tarde… ¿Yuji está por aquí?
Nobara se mordió el labio nerviosa. Su voz era tranquila, pero había un tono frío que nunca había notado, ni siquiera había volteado a saludarla como siempre lo hacía y además preguntaba por Yuji, como si supiera que estaba cerca. El cuerpo se le heló y las manos le empezaron a sudar. El ambiente era asfixiante a pesar de las ventanas abiertas, ahora entendía a lo que se refería Yuji y él lo había sentido mucho antes. —No, se fue a entrenar después de comer ¿Por?
—Nada, él siempre está al pendiente de Gojo…-san, no estaba segura si vendría con nosotros.
Cada palabra sonaba mal, su voz parecía distorsionada. Era su tono, era su ritmo, pero había una frialdad que le daba escalofríos ¿Realmente era Miwa-san? Juraría que era una maldición, pero era imposible que una de ese nivel se colara en la mansión. Sacó unos clavos y los fue dejando alrededor del baño y por el cuarto mientras se quejaba en voz alta de buscar sus sujetadores para el cabello. Fuera lo que fuera lo mejor era acabar con eso de una vez, tenían todo para reducirla y nada que perder. —Miwa-san ¿Estás bien? Te noto un poco extraña ¿Gojo-san se ha portado bien? Si no es así dime para ir y ponerlo en su lugar.
Miwa dejó el tinte para voltear despacio. Nobara se quedó en su sitio, como si los clavos los hubiera puesto en sus pies y no en los muebles, estaba a punto de gritarle a Yuji, cuando la vio. Era Miwa, la misma de siempre, con los ojos azules y brillantes, el cabello celeste a medio teñir y la mirada inocente, nada que indicara que había estado llorando. Le sonrió como siempre y el alma le volvió al cuerpo. Quizás se había sugestionado dejándose llevar por los nervios de Itadori ¡Ah, pero ya vería cuando lo agarrara…!
—Ya sabes cómo es Gojo… nada fuera de lo ordinario. —Fue menos de un segundo. Sus ojos no lo vieron, pero lo sintió en sus últimas palabras cuando habló de Gojo y el miedo se apoderó de ella helándole la sangre cuando le dio la espalda de nuevo diciéndole. —Estoy bien, pero no sé por qué crees que puedes hacerme daño con esos clavos.
Se quedó sentado sin saber qué hacer. Había querido huir y quién se había ido era ella. Las velas se apagaron llevándose el último rastro del olor de las flores dejándole el camino libre al viento fresco de media tarde. Aquella noche iba a ser fría. Tendría que salir bien abrigada. Por lo que sabía su casa era humilde ¿Y si se enfermaba por el frío? Quizás lo podría usar de excusa para quedarse con ella. Hubiera sido tan fácil traer a su familia a la mansión, sino fuera por los malditos viejos. No se había vuelto a reunir con ellos desde aquella vez, pero sí se había cruzado a uno que otro y no habían perdido oportunidad de soltar todos los insultos posibles contra Kasumi. Si no fuera por Yaga y Nanami, les hubiera volado la cabeza hace mucho tiempo.
A él no le importaba que dijeran que Kasumi era su novia, porque si lo negaba, era más difícil explicar qué era para él exactamente, pero lo que si detestaba era que la insultaran. Nunca se había referido o considerado a Kasumi como su amante, porque según su lógica no lo era: no se había acostado con ella, pero pasaban gran parte del tiempo en arrumacos. Tampoco era su prometida porque no había una petición de por medio y él no quería saber nada del tema; sin embargo, cuando habían peleado o ella había estado distante era tan insoportable que había hecho lo impensable por llamar su atención ¿Una amiga? Quizás. Le había confesado muchas cosas en poco tiempo y podía dar rienda suelta a sus bobadas sin miedo a que lo juzgara, el detalle era que su amistad no era suficiente.
Sí, pensándolo bien, el título que mejor le quedaba era ese, Kasumi era su novia, él no buscaba sólo su amistad, él quería más: lo quería todo de ella.
Vio el cinturón azul en el suelo y su voz pareció resonar en el cuarto: "Yo sólo quiero estar a tu lado, nada más." El corazón le empezó a latir con tanta fuerza que lo sentía golpear contra sus huesos. "Sé que tú no quieres casarte, ni hijos, siempre lo supe y no pido nada de eso", cerró los ojos para tomar aire y evitar la culpa, pero en su lugar encontró los ojos radiantes de ella, "Satoru, te quiero". Tomó una bocanada de aire para no ahogarse como un pez fuera del agua, abrió los ojos para escapar de ella y encontró los restos del kimono azul que la habían hecho lucir como una princesa, "su princesa" y ahora eran pequeños retazos al viento por culpa de los malditos cuervos. Los ojos le empezaron a picar con una sensación extraña al ver su camisón, lo acercó para sosegarse en su aroma y su voz resonó de nuevo acompañándose del sabor del último beso, "te quiero mucho".
Él lo quería todo de ella y ya lo había conseguido. Ella le dio su corazón y lo único que hizo fue salir corriendo dejándola atrás. No le había respondido por cobarde. Ni siquiera le había dado su lugar ¿De qué servía que ahora se preocupara del frío si no había sido capaz de protegerla de semejante espectáculo? Había hecho todo mal, pero aún estaba a tiempo de arreglarlo y ya sabía por dónde empezar.
Se amarró la bata y salió para ir al otro extremo del pasillo. Empujó la puerta con cólera encontrándose con la mirada asustada de algunos sirvientes. —¡Largo! ¡Ahora!
Ninguno esperó a que repitiera y salieron corriendo cerrando la puerta. La encontró en la tina, desnuda, tan bella y seductora como siempre, tranquila y relajada como si no hubiera hecho nada malo. —Sabía que vendrías ¿Vienes a darme las gracias? —Tomó su copa de vino. —Ven, el agua está caliente.
No pudo evitar que el cuerpo le temblara ante la imagen cuando los recuerdos lo invadieron y escuchó su voz, pero se mantuvo en su lugar y con la misma determinación. —Que sea la última vez que haces un espectáculo de esos.
La mujer rió bajo y despacio. —¿Esa es tu forma de dar las gracias? Vaya que has perdido los modales. —Tomó un poco más de su copa. —Pero no hay problema, me gusta lo rudo, es como domar una fiera. —En burla, le hizo el sonido y los gestos de un gato para terminar riéndose.
—No estoy para tus estupideces, hablo en serio.
—Yo también. Podrías haberme mandado llamar o simplemente ordenar que me expulsaran, pero aquí estás. Tú sabes lo que pasa cuando vienes aquí. Pudiste acabar con mis cuervos, no sería la primera vez que alguno cae por tu técnica, pero no lo hiciste y quiero agradecerte la consideración. —Salió de la tina, con el agua escurriéndole por el cuerpo. Los pechos que había besado y tocado tantas veces dándole la bienvenida con el meneo de sus caderas, tratando de tentarlo. —¿Me vas a decir que no te gusta lo que ves?
Él intentó contestar, pero antes de que pudiera hacerlo, ella aprovechó para acercarse a él con sus andares de gata, poniéndole una mano encima para jugar con su bata. —Me alegra que te hayas preparado para mí, mira como me tienes. —Le tomó la mano y se la llevó a uno de sus pechos haciéndole presión para que la agarrara y luego empezar a bajarla por su cintura.
Le tomó medio segundo en reaccionar para retirar su mano de aquella piel, que antes le parecía tan suave, pero ahora la sentía áspera. Se dio la vuelta para alejarse de ella. —Lo que estás es llena de ego. No eres la gran cosa.
Ella rió burlona. —¿Sigues con el berrinche? Te diré algo. He quedado sorprendida del trabajo que has hecho con esa muchacha. No pensé que fueras a llegar tan lejos por un capricho. Mira que hacerle creer que es tu novia. —Sonrió, preparando el golpe. —Hasta alguien tan ajeno a sus emociones como tú se debe haber dado cuenta que estás jugando con fuego.
Él se cruzó de brazos y se quedó viendo el techo para esquivarle la mirada. —No me interesa escuchart…
MeiMei lo cortó y siguió hablando, sentándose en la cama frente a él, como haciéndole una invitación. —Ella no parece ser de las que se toman las cosas a la ligera. Dudo que pueda compartirte como lo hice yo o que pueda soportar verte con otra mujer… va a ser una agonía para ella cuando des vuelta a la página ¿No te da pena?
Si había algo que reconocerle y en lo que todos estaban de acuerdo, es que esa mujer era demasiado inteligente. Lo peor era que ahora sabía dónde picarle para fastidiarlo. Se tapó los oídos con los dedos y cerró fuerte los ojos, a pesar de que una parte de él quería seguir escuchando. —Si lo dices porque crees que volveré contigo, te equivocas, eso se acabó.
Ella continuó como si nada. —Supongamos que estuviera tan enamorada como para tragarse la humillación de verte con otras —Afiló la mirada y esbozó una sonrisa llena de malicia. —¿Serías capaz de convertirla en una más de tus juguetes a sabiendas de lo que haces?
Era la misma pregunta que le habían hecho sus amigos y la misma que rondaba en su cabeza, pero que se había negado a responder ¿Qué iba a hacer con Kasumi una vez que la tomara? Su costumbre era divertirse e irse. Con MeiMei había sido distinto porque no había presiones ni lazos de por medio. Odiaba admitirlo, pero su pregunta era la misma que él se había hecho y quizás con el espectáculo de los cuervos había ganado tiempo, aunque de una forma horrible.
Esperó un momento para ver el efecto de sus palabras y continuó. —Ella es tan inocente y cándida. Pago por ver cómo le rompes las ilusiones hasta convertirla en una más de tus mujerzuelas, aunque parece que lo acabas de hacer… —Hizo un gran esfuerzo para contener la risa al ver cómo Satoru iba abriendo los ojos y sacaba las manos de sus oídos al darse cuenta de lo que había hecho.
Él la vio de reojo, con una cólera mal disimulada. —Dices cosas horribles. Lamentablemente para ti, eso no va a suceder.
—¿Te duele escuchar la verdad? No tienes nada que ofrecerle, a lo mucho podrá ser una concubina estéril si logra entretenerte lo suficiente. Ella no tiene futuro a tu lado. —Rio fuerte y se acercó a él nuevamente para recorrer su rostro con uno de sus dedos. —¿Pretendes jugar a ser una buena persona? Déjala ir. Evítale la vergüenza y el sufrimiento. Yo te puedo ayudar.
Satoru se quedó quieto pensando en sus palabras. MeiMei tenía razón. Él no tenía nada para ofrecer, Kasumi lo sabía y a pesar de eso estaba dispuesta a quedarse a su lado. "Sé que tú no quieres casarte, ni hijos, siempre lo supe y no pido nada de eso." Sus palabras hacían eco en su mente y se sintió aún peor al darse cuenta de lo que significaban. Él nunca había pensado en las consecuencias de sus palabras ni de sus acciones. La había enamorado e ilusionado ¿Para qué? Tan sólo para satisfacer su ego y su curiosidad.
—Aprovechemos que está regresando a su casa para revivir viejos tiempos y cuando lo sepa ya no será necesario que regrese y si lo hiciera aún podría marcharse con dignidad o ¿Crees que ya esté lista para quedarse? Podemos hacer una fiesta de tres, si aún quieres satisfacer la curiosidad.
"Yo sólo quiero estar a tu lado, nada más." Sí, Kasumi se quedaría. El pecho le apretó al darse cuenta y volvió a sentir aquella picazón en los ojos. Lo mejor sería dejarla ir. Debió hacer lo que tenía planeado en un principio. Enviarla lejos y que hiciera su vida lejos de Naoya, de los viejos, de MeiMei y de él.
Sintió las manos de MeiMei jugando con su bata una vez más mientras lo acariciaba, dejándole algunos besos mientras lo hacía. Quizás eso era lo mejor. Un golpe directo. Así ella podría marcharse, probablemente odiándolo, pero libre para rehacer su vida con un hombre que le pudiera dar el lugar que merecía. En su conciencia quedaría que lo hacía por el bien de Kasumi y no porque quisiera regresar a las andadas con su ex amante.
Recordó sus ojos azules y aquella mirada que lo traspasaba, como si no hubiera nadie más en el mundo. La imaginó entregando las caricias y las sonrisas que sólo eran para él y se llenó de cólera al pensar en aquel desconocido que la tendría. La imagen de aquel hombre sin rostro, tocándola y besándola era simplemente insoportable. Lo odiaba. Lo odiaba, a pesar de que ni siquiera existía. Sintió su último beso en los labios y aquel abrazo antes de marcharse de su cuarto. "Te quiero".
Reaccionó a tiempo antes de que MeiMei llegara a abrirle la bata del todo. La tomó de las manos y la alejó de él con desprecio al darse cuenta que estuvo a punto de convencerlo y atraparlo en sus juegos. Él le había jurado a Kasumi, que su relación con MeiMei había acabado y no volvería con ella y mantendría su palabra. —Quiero que saques a todos los cuervos de la mansión.
Ella abrió los ojos en sorpresa, pero mantuvo la calma. —Vaya, qué egoísta. Preferir convertirla en una cualquiera antes que dejarla ir, eso es cruel incluso para ti.
Él no le hizo caso y abrió la puerta para irse, dándole una última mirada. —No quiero ver un maldito cuervo más rondando por acá, vas a sacar a todos esos bichos. Como vea uno sólo, te largas de la mansión. No me importa si son todos tuyos o no, recae en ti mantenerlos fuera. Y más te vale no estar escuchando ni viendo a través de ellos.
Ella levantó la cabeza orgullosa. Claro que ya podía ver y escuchar a través de ellos, pero no se lo diría. Desde que terminaron se había dedicado a mejorar su técnica hasta conseguirlo. —Sabes que me gustaría poder hacerlo, pero aún no lo logro.
Había estado tan cerca de hacerlo caer, pero mientras él dudara siempre habría oportunidad, sólo tendría que esperar el momento preciso. Mantuvo la sangre fría de siempre y esbozó una sonrisa burlona. Ya había sembrado la duda, lo podía ver en sus ojos y en su actuar. No escaparía invicto de ella. —¿Serías capaz de llegar hasta las últimas consecuencias con ella? ¿Dejarías de lado tu deseo de no casarte ni tener hijos, por una sirvienta que no tiene nada para darte? Ni siquiera una técnica rescatable. ¿Estarías dispuesto a enfrentarte a los ancianos y a tu padre por ella? Perderás el liderazgo del clan, por una mujer insignificante. —Rió con maldad. —Debes estar bromeando.
Otra vez aquellas preguntas sobre el futuro. ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar por ella? Ni siquiera él lo sabía. —Eso es entre ella y yo. Mientras tanto, mi cuarto, mis cosas y todo lo que quiera darle son suyos y por tanto la respetas. Kasumi no es como tú, quizás hasta le agrade la idea de dejar este lugar conmigo.
Ella quiso continuar, pero él no la dejó. —Suficiente. Sigue hablando y será peor. —Avanzó un par de pasos y volvió al recordar algo. —Por cierto, este mes y el siguiente no habrá ningún pago ni beneficios por tu estupidez con el kimono.
Cerró los ojos molesta para tomar aire cuando los vio. El mocoso alcahuete y su amiga tratando de impedir que Miwa fuera a donde ellos estaban. La visión del cuervo terminó y ella agarró a Satoru del brazo con todas sus fuerzas poniéndolo de espaldas a las escaleras. —¡Qué ingrato! ¿Serías capaz de dejarme ir con todas las cosas que sé sobre el clan? Me rompes el corazón. Al menos quisiera un beso de consuelo.
Y se lanzó a sus labios jalándole la bata para tocarlo con su cuerpo desnudo.
Su gesto lo agarró por sorpresa. El cuerpo que tantas veces lo encendió y con el que se divirtió ahora no era más que piel y músculo. Su beso era brusco, casi salvaje y quizás en otro tiempo le hubiera seguido el juego. Incapaz de cerrar los ojos y con cuidado de tocarla de más, la empujó desde los hombros mientras él se hacía a un lado.
Ella entreabrió los ojos lo suficiente para ver una mancha blanca y negra corriendo escaleras abajo antes de que él la alejara una vez más.
—Tu trabajo es lo que te mantiene aquí, pero hasta alguien tan ambiciosa como tú se habrá dado cuenta que ningún otro clan te dará tanto poder. —Le sonrió burlón devolviéndole el golpe. —Por cierto, besas terrible ¿Siempre fue así?
—Quien perdió el talento fuiste tú, querido. El antiguo Satoru solucionaba los berrinches con pasión. Pero si cambias de parecer, estaré aquí para enseñarte todo nuevamente. Dijiste que no volverías y aquí estás, puede que suceda de nuevo. —Y mandándole un beso volado se dio la vuelta para encerrarse en su cuarto.
Satoru la vio meterse y soltando improperios contra ella se fue a su cuarto ordenando su bata, pensando qué le diría a Kasumi para enmendar su cobardía.
MeiMei se asomó a la ventana y acariciando a los cuervos más grandes les dio un último mensaje antes de que desaparecieran. —El trabajo está hecho. Ya saben cómo es el pago. —De no ser por los viejos, hubiera perdido mucho con aquella jugada, pero aquel aparente castigo corría por cuenta de los ancianos. —Son las personas que más amamos, las que nos destruyen, Satoru.
Pensaba qué haría o le diría mientras terminaba de ponerse la ropa de mozo que Kasumi le había dejado. Había recogido lo que quedaba del kimono y el cinturón y lo había envuelto en unas toallas para que no lo viera. Sintió un cosquilleo en las manos cuando tocaron la puerta y escuchó la voz de Yuji, que no esperó su respuesta para entrar.
—¡Gojo-san! —El muchacho estaba agitado y tenía el rostro desencajado. Detrás de él venía Nobara masajeándose la cabeza. —¡Miwa-san se ha ido! No está por ninguna parte.
—¿¡Qué!? Pero ella no puede salir de aquí, en las puertas tienen órdenes de no dejarla salir sin compañía ¿Revisaste todo?
El muchacho asintió. —Nadie la ha visto salir, pero llegaron algunas diligencias, quizás pudo escapar… estaba un poco… rara.
—¿Qué fue lo que pasó?
—¡Me golpeó! ¡Me golpeó y se largó! No me importa lo que diga Gojo-san, esta no se la voy a pasar ¡¿Y si me queda una cicatriz?!
Satoru vio de reojo a Nobara y a Yuji que seguía nervioso, pero parecía no querer hablar. —Yuji, ve a buscarla una vez más, revisen todo, debe estar por algún lugar escondida, después regresas. Nobara, ve a la cocina que te pongan un pedazo de carne o algo.
La joven lo vio enfurruñada y se fue detrás de Yuji. Dejándolo solo en la habitación. Hizo un recuento de lo que había pasado desde que ella estuvo con él. "Te quiero mucho" ¿Qué le había respondido? Nada. Y aunque ya había resuelto el problema de los cuervos, la culpa seguía consumiéndolo sin saber qué hacer, jamás había estado en una situación así. La sangre fría que mantenía en sus peleas lo había abandonado dejándolo a merced de un sinfín de emociones que no comprendía ¿Dónde estaban Shoko y Suguru para ayudarlo?
Volvió a hacer el recuento en su mente una vez más ¡Los cuervos! Nuevamente fue a la habitación de MeiMei y entró sin tocar. —Trae a tus cuervos.
Ella, recostada sobre el colchón fingió seguir durmiendo, aunque no pudo evitar una sonrisa diminuta.
—Sé que me estás escuchando. Quiero a tus cuervos. No te cobraré lo del kimono.
Ella se sentó despacio, tan despacio que Satoru quería sacudirla. —Tus palabras son órdenes mi amado. Los cuervos ya no están, los mandé de viaje para encontrarlos lejos de aquí. —Le dio una sonrisa perversa. —¿Necesitas algo? ¿Cambiaste de opinión?
Satoru supo por su actitud que no mentía y salió tirando la puerta con cólera. Había una verdad intentando salir, pero no era capaz de verla. Abrió la puerta de su cuarto para tomar sus cosas y salir a buscarla, cuando recordó las palabras de MeiMei; "Ella no tiene futuro a tu lado. Déjala ir". Su voz se unió a la de sus amigos; "¿Qué vas a hacer con ella? Mejor olvídalo, la vas a dañar." "Es lo mismo que le dije, pero ya lo has visto."
Nunca había pensado en el futuro. Cuando Suguru y Shoko le preguntaban por sus planes con ella, siempre evitaba el tema. Ella lo inundaba de emociones que jamás había sentido. Le había puesto el mundo de cabeza llevándolo a terrenos desconocidos donde no tenía experiencia. Ella tenía claro que lo quería ¿Y él? ¿Qué era lo que sentía por ella?
Quizás esa era la verdadera oportunidad que él había estado esperando. Él no tenía nada para ofrecerle a pesar de tenerlo todo. Él mismo la había alejado y ella se había ido. Herida y molesta, pero con dignidad ante los demás. Nadie sabía lo que había pasado en su cuarto. Dejó la alforja en el suelo y se sentó en la cama viendo las últimas marcas de su cuerpo en el colchón. No la buscaría, la dejaría ir y le daría los medios para que fuera con su familia a empezar una nueva vida donde ella quisiera.
Se recostó en el colchón tapándose el rostro para ver sus ojos azules y escuchar su voz una vez más. "Te quiero".
Se secó las lágrimas que caían despacio por su rostro mientras caminaba el último trecho hacia su casa. Una parte de ella aún se resistía a creer lo que había visto. Había preparado su corazón para su indiferencia, pero verlo en brazos de Mei-san había sido un golpe inesperado. Sobre todo porque le había jurado una y otra vez que aquello había acabado ¿Siempre había sido así? ¿Jugaba con ella y luego iba con Mei-san a satisfacer lo que ella no podía darle?
Si sólo quería acostarse con ella ¿Por qué la había enamorado? ¿Por qué ilusionarla con aquellos gestos y palabras? Ahora comprendía el por qué de su reacción cuando le confesó que lo quería. Él no buscaba su corazón, lo único que quería era divertirse, después de todo ¿Cómo podría tomarse en serio a una sirvienta que ni siquiera servía como hechicera?
Los últimos rayos de sol empezaban a caer, acompañados de una brisa gélida que la sacó de sus pensamientos. Estaba ya a unas casas de la suya cuando se dio cuenta que había algo extraño. Trató de recordar si era alguna fecha especial de cosecha, pero la ausencia del bullicio de siempre la inquietaba.
Había muy pocas personas en la calle y las que quedaban corrían a encerrarse en sus casas, poco a poco el silencio fue cayendo y ella apuró el paso para llegar a su hogar.
No escuchó las voces de sus hermanos y aunque quiso pensar que aún estaban en el campo con su padre, el silencio de su madre que usualmente trabajaba en casa, le confirmaba que las cosas no estaban bien.
La puerta sonó fuerte y Yuji entró corriendo una vez más. —¡Gojo-san! Por fin lo encuentro. Miwa-san no está, ya revisamos todo. Pero hay algo más…
—No importa Yuji, déjalo. Sólo espero que haya llegado bien a su casa, mañana…
—Pero usted necesita saber esto. Miwa-san no estaba bien tenía una energía extraña, se sentía... se sentía como una maldición.
—¡¿Pero qué carajos?! —Se levantó de la cama. Las palabras de Shoko resonando en su cabeza.
—Primero bajó y pude sentir su energía agitándose, pero era rara, como si no pudiera salir. Nobara fue a verla y dijo que actuaba extraño, que parecía como poseída. Quise avisarle, pero lo vi entrar al cuarto de Mei-san.
Satoru se tapó el rostro con las manos. La había cuidado tanto para que su energía no la consumiera y al final había sido él mismo quién había terminado por desencadenar la locura de su técnica reprimida. Se había confiado al ver aquel pequeño avance con el muñeco a sabiendas que aún quedaba un largo camino por recorrer.
—Como no sabía cuánto tiempo demoraría con ella, me quedé esperando en las escaleras. —El chico bajó el rostro al suelo. —No me atreví a interrumpirlos. Luego, Nobara me dijo que Miwa-san venía en camino y tratamos de detenerla, pero ella insistió diciendo que se hacía tarde y luego… No sé que pasó, bajó diciendo que había olvidado algunas cosas, me mandó a buscarlas y ella se quedó con Nobara nuevamente. Ella dice que volvió a sentir aquella energía y todo se volvió oscuro.
Satoru se revolvió el cabello molesto consigo mismo, había ido de error en error y quién pagaba las consecuencias era ella. Tomó la alforja y salió rápido hacia la puerta dando sus últimas indicaciones. —Lo único que me preocuparía es que me interrumpas con Kasumi. No tengo nada con MeiMei, así que no tienes por qué molestarte en anunciarte. Ahora, ve y avísale a Nanami y Haibara, ve con ellos a buscar a Shoko y llévenla a la casa de Kasumi. Yo los estaré esperando allá.
Antes de cerrar la puerta vio la mirada angustiada del muchacho. —No es tu culpa. El del problema soy yo… a veces soy un poco idiota.
Abrió la puerta de su casa y al entrar dio un vistazo rápido sin encontrar a nadie, iba a salir a buscarlos cuando una sombra se movió en la penumbra, haciéndola retroceder por instinto. —Tanto tiempo sin vernos. —Sintió un escalofrío en la espalda y el cuerpo le empezó a temblar al recordar viejos temores. Quiso huir, pero la puerta se cerró, quedando atrapada. Una lámpara se prendió tenuemente y quedó colgada en la viga. A pesar de la luz, el cuerpo se le congeló.
Se puso detrás de la larga mesa de trabajo para poner distancia, pero él la persiguió, tirando todo a su paso mientras reía viéndola acorralada, hasta que entre el miedo y la sorpresa terminó tropezando y una vez en el suelo, sintió sus manos frías sujetarla por el cabello para levantarla. Se bajó la capucha y el cobertor, revelando los ojos grises de Naoya acompañados de su sonrisa retorcida. —Tenemos varias cosas pendientes, pero primero quiero cerciorarme...
La llevó por el cabello a un costado mientras ella forcejeaba gritando y tratando de soltarse, arañándole los brazos, pero él sólo la agarró con más fuerza. —Me han dicho que eres una hechicera. Yo tenía mis sospechas la última vez que te vi ¿Lo comprobamos? —Los ojos de ella se abrieron en sorpresa, juntando todas sus fuerzas para soltarse, lamentándose ser tan débil e inútil.
Naoya la lanzó al suelo y sintió un balde de agua fría en la cabeza que le caló hasta los huesos, llevándose gran parte del tinte. Escuchó su risa y su grito de triunfo. —¡Lo sabía! Pero por lo visto no sirve para nada, como tú. —Y sólo por el placer y la alegría que lo embargaba le lanzó otro balde de agua en la cabeza.
—¡Aléjese!¡No me toque! —Miwa se levantó apoyándose en la mesa, el cabello y la ropa empapados le escurrían por el rostro.
—¿O qué? ¿Me vas a seguir arañando? —Volvió a reír. —Quiero que lo hagas, pero de otra forma. —Volvió a perseguirla alrededor de la mesa hasta terminar arrinconándola a la entrada de uno de los cuartos.
La atrapó contra la pared, a pesar de que ella lo empujaba con todas sus fuerzas tratando de escapar y lo siguiente que sintió fue su mano jalándola del cabello una vez más. Ella forcejeaba a pesar de sentir como perdía varios cabellos en el intento.
—Ahora dime ¿Qué relación tienes con Nanami?
—¿Qué? N-no sé a quién se refiere… no lo conozc… —Sintió un tirón más fuerte que la golpeó contra la pared.
—No te conviene jugar así. Sabes que no tengo paciencia ¿Qué relación tienes con el rubio aburrido de los Gojo? No volveré a preguntar.
Le dolía la cabeza, el frío, el miedo y el dolor no la dejaban pensar con claridad. El rubio de los Gojo… Nanami-san. Sólo había salido con él una vez, hacía unos días cuando avisó que vendría a quedarse con su familia. ¿Desde cuándo Naoya esperaba por ella? —No tenemos relación alguna. Sólo me acompañó a recoger un libro sobre plantas que ellos necesitan.
—¿Un libro de plantas? ¿En esta pocilga? ¿No será que te robaste algo nuestro cuando te escapaste?
—F-fue su padre, Naobito-sama, quien m-me dejó partir. Ja-jamás le haría algo así.
—Esa historia no me convence. Ese tipo nunca sale del complejo y menos acompañando a una mujer. Creo que ustedes son amantes y lo citaste aquí para presentar a tu novio. —La vio aún más nerviosa de lo que ya estaba, dando por hecho que había acertado con sus palabras. —No pierdes el tiempo; pero yo tampoco y me presenté primero con tu familia. —Le dio una sonrisa macabra. —Estaban todos reunidos, pensaron que era parte de tus amigos hasta que uno de tus hermanos me reconoció a pesar del disfraz ¿Les hablaste de mí?
El aire escapó de sus pulmones. Recordó sus bromas y todas aquellas tardes donde se la pasaba hablando de él. Tenía que negarlo, por ellos. —N-no, ellos ya habían es-escuchado de usted. Que-querían conocerlo ¡¿Qué les hizo?! ¡¿Dónde están?! Por favor… —Terminó con voz suplicante y la mirada asustada, cada vez se sentía más débil y le costaba trabajo respirar. Las lágrimas empezaron a caer.
Naoya levantó el dedo índice indicando silencio. —Te has vuelto una mentirosa, aunque ni para eso tienes talento, pero ya tendremos tiempo para que me cuentes todo en detalle.
—Por favor… —Kasumi dejó de forcejear y le puso las manos en el pecho a modo de súplica, tratando de conmoverlo. —P-por favor… d-dígame dónde están, se lo ruego…
—Así me gusta más, pero has estado muy grosera y eso merece un castigo. —Le sonrió con malicia. Quería hacerla sufrir, que pagara por su rechazo y querer burlarse de él escapándose de la mansión. La llevaría de regreso para tenerla a su disposición cuando quisiera hasta que se aburriera de ella. —Aunque, me puedes convencer. Ya sabes cuál es el precio. Regresarás a tu lugar en la mansión.
No había más que hacer. Estaba atrapada. Soltó el cuerpo derrotada mirando al suelo. —E-ellos no tienen culpa, dí-dígame a-a dónde los llevó, p-por favor ¿Están bien? —El dolor y el frío no se comparaban a la angustia que sentía al pensar en sus hermanos en las manos de Naoya. El pecho le dolía al imaginarlos heridos, abandonados en algún lugar olvidado o atrapados en algún sótano. Y todo era su culpa.
—Depende de cómo te comportes ¿Hacemos una prueba? —Y la rodeó para ponerse detrás de ella como una serpiente.
Jaló su ropa por los hombros con fuerza, dejándolos al descubierto y pasó la nariz por su piel. —Siempre tuviste un olor especial.
Se cubrió el rostro con ambas manos preparándose para lo que venía. Las lágrimas caían despacio mezclándose con el agua, perdiéndose en sus ropas empapadas. Su cuerpo volvió a temblar, de frío, de miedo y de asco al sentir su lengua pasando por su cuello y su boca prendiéndose de su piel, jalándola con fuerza como si quisiera arrancársela. Se le escapó un sollozo al sentir sus manos bajando por su pecho para tocarla con brusquedad.
—Yo te gustaba, por eso tus hermanos me conocen. Tú les hablabas de mí. —Suspiró en su oído, excitado de tocar su piel suave. —¿Por qué lloras? Va a ser divertido. Si eres buena te podría hacer mi concubina o prefieres que te llame "mi novia" si eso te hace sentir mejor. —Terminó con una risa burlona viéndola sufrir.
Aquellas palabras fueron como dagas en su pecho. Ese era el juego de todos. Satoru, Naoya, ambos eran iguales. El poder que les daba su título los había acostumbrado a aplastar a los demás. Aunque pensándolo bien, al menos Naoya se había mostrado como era ¿Si le hubiera dado cabida como a Gojo, también la habría ilusionado como lo hizo él? Satoru había sido aún más cruel al punto de someter su corazón para luego despreciarlo. Si querían su cuerpo lo tendrían. Ya no eran necesarios los engaños. Les daría lo que querían con tal que la dejaran en paz, a ella y a su familia.
Después de aquellas palabras simplemente se dejó hacer. Era increíble como unas manos tan suaves podían llegar a ser tan salvajes en su toque. Los pechos y la piel le dolían. El frío le había robado el calor por completo y hasta las gélidas gotas de agua se sentían tibias al tocar su piel. La cabeza le daba vueltas perdida en sus pensamientos. Naoya iba dejando un camino de dolor y marcas rojas por todo su cuerpo.
La volteó para besarla y sintió sus labios ardientes devorando los suyos con tanta desesperación que pronto sintió el sabor metálico de su sangre. Sus manos bajaron por su espalda hasta su trasero donde hizo presión para que sintiera su entrepierna excitada. La ropa empezó a subir lentamente mientras le apretaba las piernas con fuerza y lo único que deseó fue que terminara pronto.
La besó una vez más y la cabeza le empezó a dar vueltas cuando la apoyó contra el marco de la puerta, sintiéndose sucia por lo que estaba a punto de suceder. Sus lágrimas se mezclaron con el agua de su cabello y a estas le siguieron más sollozos suaves al sentir como todo se apagaba.
—¡Kasum… —el nombre murió en sus labios al verla besándose en brazos de alguien que él conocía bien. La imagen del hombre sin rostro que le quitaba a Kasumi, cobró vida dejándolo sin aire. Si ella le había jurado que no había nada entre ellos ¿Por qué ahora estaba con él, entregándole los besos que hasta hace unas horas eran suyos? ¿Por qué dejaba que él la tocara?
Aquella visión no podía ser verdad. Y por primera vez, lo embargó un sentimiento que le desencajó el mundo, paralizándole el corazón y quebrándolo por dentro. Verla entregándose a su peor enemigo era más de lo que podía soportar. Después de tantas batallas, entrenamientos y discusiones, nada de lo que lo que había vivido lo había preparado para una traición así.
Se quedó clavado en su sitio, sin poder quitarles los ojos de encima, tratando de pasar el nudo que tenía en la garganta, apretando las manos tan fuerte que ni siquiera se dio cuenta de que empezaban a sangrar ¿Dónde quedaban sus momentos juntos?
Mil pensamientos pasaron por su cabeza, entre las cosas que hizo por ella y los secretos de su clan que estuvo a punto de contarle. La culpa que lo había consumido hasta llevarlo ahí y los planes que empezaba a contemplar para el futuro. Ella le había jurado que no tenía relación con Naoya y él le había creído. Ella le había dicho que lo quería, poniéndole el mundo de cabeza, y él le había creído. Se sintió burlado, humillado y patético al recordar cómo se había expuesto ante su clan y todo por ella. Todos los recuerdos danzaban en su mente riéndose y repitiendo en coro: ¡Qué ingenuo has sido!
Notas:
La escena de Miwa con Naoya está basada en la película Moulin Rouge (2001) con Nicole Kidman y Ewan McGregor, en la escena del Tango de Roxanne - Why does my heart cry? Para mi una de las mejores escenas por siempre, la música, los colores, el baile y la mirada de borrego a medio morir con la voz de Ewan es in-crei-ble y la Kidman no se queda atrás al transmitir el miedo cuando trata de escapar del duque. Si pueden vayan a verla. Estuve tentada a ser fiel a la escena de Satine con el Duque, pero me pareció demasiado fuerte y mi corazón de pollo no lo pudo soportar, aunque si ustedes desean pueden imaginar una versión donde no le tengo miedo al éxito y Gojo los encuentra en una situación mucho más comprometedora :'(
