Las Tortugas Ninja no son mías, ahora pertenecen a Nickelodeon.
LoveOfDragons es la creadora de Minna Von Kleist y TsukihimePrincess de Stephanie De La Crux.
Espero que les guste lo que publicaré en esta historia :)
Pasado-presente de nuestros protagonistas.
-Debe haber algún error en esto...
Donatello, de pronto, estuvo agradecido de que su hermano estuviera al volante pese a su estado iracundo porque no cree que sus cinco sentidos funcionen correctamente después de leer la carta que estaba en sus manos. Su cerebro está demasiado ocupado tratando de entender lo que estaba viendo como para concentrarse en conducir.
Raphael frenó de golpe en el semáforo y no dijo nada, su silencio era inquietante. Parecía una bomba esperando la cuenta regresiva para explotar y arrasar con todo lo que estuviera a su alcance.
-Es... no es posible, ella no lo haría. Esto tiene que estar mal.
No había manera en el universo en que Leonora se hubiera enamorado de Oroku Saki, era ilógico aunque la evidencia estuviera frente a él. La hoja de papel en la que el hombre se explayaba en elogios sobre ella, mencionando cada actividad en la que su carácter destacaba, para Donnie la forma sonaba enfermizamente enamorado, como si su hermana fuera una especie de objeto de culto.
El genio se sentía asqueado de que ese contenido viniera con la firma de Saki, el castaño no era precisamente el más aplicado en la parte espiritual de su entrenamiento pero sus sentidos rebotaban en alarma cuando se encontraban en la misma habitación que el imbécil cuya esencia se sentía como alquitrán lleno de podredumbre. Si él se sentía así de repugnado con esa presencia, imaginaba que sus padres y hermanos lo percibirían más fuerte.
Tuvo razón porque en las reuniones sociales y fiestas, a todos les costaba mantener la expresión agradable en sus rostros cuando debían saludar al hijo del Primer Ministro de Japón. De hecho su padre había regañado a Leonora la última vez que fueron a una fiesta juntos por no poder ocultar una mueca pequeña de desagrado cuando el joven le dio un beso en el dorso de la mano a modo de galanteo.
Por eso la carta en sus manos no tenía ningún sentido.
Su cerebro le proporcionó dudas al recordar el cambio de comportamiento del político hace unos años. Antes el hombre les era indiferente, lo que en silencio agradecían ya que no querían estar en presencia del político corrupto por mucho tiempo, luego y de la nada había comenzado a intentar interactuar más con ellos, en especial con Leo. Donnie incluso la había visto derramar vino en su vestido una vez para escapar de la conversación con él, recibiendo un regaño de su madre por ser tan descuidada.
Esa única vez recuerda que el final de la velada fue diferente ya que todos solían terminar cansados y Leo se retiraba a su habitación con evidente mal humor. Recordaba que ella había hecho un movimiento sutil con la mano para volcar su copa, Saki se había ofrecido a acompañarla a lo que ella se negó con educación siendo salvada por un mesero que la acompañó sin darle tiempo a reaccionar.
No volvieron a verla hasta el final del evento y cuando lo hicieron, ella no paraba de sonreír.
Donatello leyó y releyó esa maldita carta durante el camino esperando que, aunque sea por arte de magia, el nombre del destinatario cambiase y dejase de poner su mundo patas arriba.
Minna suspiró mientras se masajeaba el entrecejo, Leonora se veía apropiadamente regañada
-Entiendo, Gasparín, de verdad pero esto podría escalar más allá de las cartas.
-No lo ha hecho -se defendió algo insegura- Ya ha dicho cosas como esa antes y no ha pasado nada.
-Que no lo haga, no quiere decir que no intente hacerte daño a futuro -afirmó con seriedad y preocupación- Debemos parar esto.
-¿Y cómo propones hacerlo? Ya escuchaste a la policía, no harán nada mientras sean solo cartas. Él no se ha acercado a mí, ni siquiera hay pruebas de que sea el Oroku Saki real y no un impostor. No puedo denunciarlo públicamente porque se convertiría en un problema político y mi familia no merece un escándalo así.
-Creo que a tu familia le importará más que estés a salvo en lugar del que dirán.
La rubia vió una sonrisa amarga en el rostro de su amiga.
-No para mi padre. Además, él ya tiene demasiado con qué lidiar por lo que hice, no quiero que cargue con más peso por mis acciones.
La investigadora hizo una mueca, frustrada con todo el asunto. Minna prácticamente se había auto-invitado a vivir en la casa de su amiga después de leer una de esas perturbadoras cartas y encontrar el resto. Tenía miedo de que algo le pasara por lo agresiva que era la persona que le escribía, y no creía ni por un instante que la pelinegra estuviera tan bien como juraba.
Leonora le había suplicado que no le contase a nadie, la rubia había aceptado tontamente temiendo que su presión arterial subiera por el estrés de ser descubierta, y eso era otro asunto que tenía atada de manos a Von Kleist.
Su amiga tenía preeclampsia y no se lo había dicho a nadie.
De hecho, fue a raíz de ese descubrimiento que alcanzó a leer las cartas. Un día había llegado dispuesta a sorprender a su amiga en lo que se suponía que era una visita rápida por el país para supervisar la creación de un nuevo recinto (la verdad, quería saber cómo estaba su pareja favorita de tórtolos porque ninguno de los dos revelaba nada en sus cartas sobre eso). Todo para encontrarse con una tremenda historia de novela barata.
Minna había pensado que solo la familia de Miyamoto era complicada, resultó que los Hamato podían hacerles competencia.
La rubia, siguiendo su naturaleza curiosa, había deambulado por la casa que sería el hogar del futuro matrimonio. Estaba en la cocina cuando vió los frascos de medicamentos, los habría descartado como vitaminas prenatales de no ser porque uno de ellos le resultó familiar ya que su padre también tomaba fármacos antihipertensivos.
Revisando más a fondo encontró vitaminas, corticoides y un medicamento anticonvulsivo también.
Minna no era doctora pero ella tenía el suficiente sentido común como para dudar que una embarazada tomara normalmente esas cosas y, con esa línea de pensamiento, le preguntó a la dueña de la casa quien confesó la razón con cansancio mientras la rubia escuchaba con atención. Al final, le cuestionó por qué no decía nada.
La respuesta fue, a la vez, sencilla y compleja; una contestación tan de su amiga que ni siquiera debería haberse sorprendido: No quería molestar.
Dos de sus hermanos y su padre no querían saber nada de ella, su hermano menor estaba en guerra fría con ellos por mucho que ella haya insistido en que no lo haga, su madre estaba estresada por las peleas con su padre al igual que April con Donnie y Casey con Rapha. Usagi no podría concentrarse en el proyecto si estaba angustiado por la salud de su pareja y ambos necesitaban que tuviera éxito en ello.
Minna se quedó mucho tiempo más de lo previsto, convenciendo a la mujer de que estaba de vacaciones. Con sus visitas casi semanales, eventualmente tuvo que encontrar una de esas cartas en el correo.
Suspiró.
-Leonora, al menos deberíamos decirle a Usagi para que...
-No -interrumpió- Es innecesario, falta poco para que acabe con su trabajo y pueda volver... y entonces podré decirle todo.
-¿Sabes que el Conejo se va a enojar contigo, no? -resopló sin gustarle la idea.
La embarazada solo le brindó una sonrisa, sabiendo que si él hiciera lo mismo, ella también se enojaría pero estaría preocupada principalmente. Ella había podido oír en la voz del hombre que amaba lo exhausto que estaba, incluso a través del teléfono.
Leonora se animó a sí misma, Miyamoto le había prometido volver antes de que nazca su bebé y él era una persona de palabra. Ella aún tenía tiempo.
La rubia se preparó para seguir con la interminable discusión.
-¡Leonora!
-¡Rapha, necesitas calmarte!
Ambas mujeres giraron hacia la fuente, la investigadora dió un paso por puro instinto para estar frente a la embarazada al percatarse de lo agresivo que se veía uno de los jóvenes que venía rápidamente hacia ellas. Minna sonrió con falsa tranquilidad al reconocerlo.
-Hola, Fosforito -saludó- Pensé que vendrías más tarde.
-¡Cállate, Kleist! ¡Esto no es asunto tuyo! -gruñó intentando zafarse del agarre de Donatello.
-Yo seré quien juzgue eso y esta casa es de mi amiga, así que puedo quedarme ¿verdad, Gasparín?
La falta de respuesta la extrañó, regresando ligeramente la mirada pudo ver la expresión pálida de la pelinegra mientras observaba con horror algo. Minna siguió la mirada y vió la hoja de papel arrugada en el puño del pelirrojo, su cerebro hizo "click" y se preguntó quién era el autor de la carta.
Raphael le arrojó el objeto a su hermana quien lo atrapó por reflejo.
-Rapha, yo... -tartamudeó porque sin necesidad del vínculo podía sentir la ira cruda.
-¡Te enamoraste del imbécil que ha tratado de sacarnos del camino todos estos años! -reclamó recordando los atentados contra su familia que sospechaban era autoría del político, casi había matado a su padre al enviar a cortar los frenos de su auto- ¡Es nuestro enemigo, ¿en qué demonios estabas pensando?!
-¡Rapha! -Donatello lo retuvo para que no se acercara más.
-¡Nos traicionaste! -acusó.
Minna escuchó el reproche completamente incrédula ante lo que el pelirrojo estaba implicando. Leonora lucía igual de sorprendida.
-¡Todo esto! -grito fúrico- ¡¿Destrozaste todo por acostarte con Oroku Saki?!
-¡No! -respondió de inmediato con espanto- ¡Solo déjenme explicarles! -rogó desesperada ante el gran malentendido que se había generado por culpa suya.
Las carcajadas de Minna cortaron cualquier cosa que los dos fueran a decir en ese momento. La reacción era tan ilógica en ese momento que fue suficiente para bajar un poco de la animosidad.
-¿Y tú de qué te ríes? -reclamó el pelirrojo con molestia
-De la idiotez que acabas de decir -respondió, reponiéndose. La verdad la situación no era lo que le había hecho gracia, sino la ridiculez de todo en general- ¿Oroku Saki, enserio? ¿Cómo demonios llegaron a esa estúpida conclusión? -rió incrédula
Donatello se veía confundido, si es que no aliviado.
-La carta.. -empezó el rudo.
-Raphael -interrumpió la embarazada con urgencia- Raphael, yo no tengo ninguna clase de relación con Oroku Saki.
Pese a lo pálida que estaba, su gemela parecía segura de sus palabras.
-Gracias a Dios -murmuró el genio antes de empezar a explicar- Rapha encontró eso en tu cuarto, por el contenido pensamos que era del padre de tu hija.
Leonora frunció el ceño mientras revisaba el papel y, a su pesar, entendió la reacción de su hermano después de todo esa era de las primeras cartas que Oroku le había enviado para tratar de convencerla de ir a su lado. Fuera de contexto, ella podía ver cómo ese escrito podía pasar como el de un novio resentido con la familia de su novia.
Poco después de que su familia se hubiera enterado de su embarazo, alguien había esparcido el rumor entre colegas y rivales empresariales de sus padres por lo que básicamente fueron el centro de las habladurías por un tiempo. En ese periodo, le llegó esa carta en la que al principio la felicitaba por su carácter y fortaleza frente a la situación, reprochando la actitud de su padre para con ella. Luego, le ofrecía ayuda proponiéndole unirse a él bajo el argumento de salvarla de la carga de que su bebé lleve el estigma de "bastardo" o "ilegítimo", un favor que salía desde lo más profundo del corazón del hombre porque la "amaba".
Esa carta también hablaba de destruir a su familia como regalo para ella, destrozarlos por abandonarla.
Leonora se había burlado en ese momento por el absurdo intento de manipulación y había descartado el problema junto a las cartas anteriores creyendo que se detendría pronto. No fue así, las cartas llegaron incluso cuando se mudó de la mansión.
-Les dices tú o les digo yo, Gasper -Minna tenía una sonrisa ladeada, regocijándose de que ya no pudiera esconder el asunto bajo la alfombra.
Debería sentirse molesta por ver a su amiga tan campante a costa suya, extrañamente se sentía aliviada de dejar que tener que mentir tanto. Aún así, todavía no se sentía segura de decir la verdad, no obstante era necesario.
Quizás podría convencer a sus hermanos de que no le hagan daño a Usagi o tal vez tendría tiempo para alertar a su prometido para que estuviera preparado.
-Miren, yo...
-¡MIGUEL ÁNGEL!
El nombre fue gritado con tal pánico desde dentro de la casa que los tres simplemente reaccionaron ante el pensamiento que uno de ellos estuviera en peligro. Donatello fue el primero en entrar apenas percatándose de quienes estaban ahí, se acercó a Mikey quien estaba encogido en el sillón temblando y con la mirada perdida mientras sollozaba y respiraba demasiado rápido.
Ni siquiera tuvo que gritarles a los chicos porque Minna ya los estaba alejando a la otra esquina de la habitación.
-No sé qué pasó pero está teniendo un ataque -informó a sus hermanos mayores. Miró a Leonora con urgencia- ¿Tienes hielo o algo?
-Hay un paquete en el congelador de la cocina.
Raphael ya se estaba moviendo en la dirección que ella señaló, ella miró al genio con preocupación.
-¿Algo que pueda hacer? -cuestionó sin poder quedarse quieta.
Donnie lo consideró, tenía miedo de acercar a su hermana al menor debido a que la reacción de Mikey podría o no volverse violenta. Este era un escenario inexplorado. Sin embargo, sabía que era más probable y rápido que el travieso se calme teniendolos a los tres cerca.
-Siéntate junto a él con cuidado, trata de pedirle que me imite.
El genio tomó el rostro del menor con firmeza pese a las quejas y empezó a inhalar y exhalar de forma exagerada para que su hermano lo siguiera. Leonora empezó a murmurar en el oído de Mikey con tono tranquilo, tomando una de las muñecas del menor y masajeando suavemente antes de tomar la otra. Rapha llegó con hielo envuelto en un trapo de cocina y el castaño señaló al cuello de Miguel Ángel, el pelirrojo no necesitó más antes de colocar el paquete sobre la piel.
Tardó un poco pero su hermano menor empezó a regresar con ellos y a imitar su respiración, se veía agotado y triste.
Leo acarició la cabeza del rubio con preocupación, él cerró los ojos dejando salir las últimas lágrimas. Donnie tuvo un triste deja vú de su infancia y las noches en que tenía pesadillas.
-Ustedes -siseó Raphael al percatarse de las poco gratas presencias, en especial la del pelinegro- ¿Qué le hicieron?
-Nosotros...
-Espera, Rapha -detuvo Donatello viéndolos con sorpresa, se acercó a su hermano y murmuró- Sus esencias.
El pelirrojo tardó unos segundos en concentrarse, su expresión al entender a qué se refería el genio fue de incredulidad. Ethan se extrañó por el comportamiento de ambos antes de darse cuenta que con todo el alboroto no pudieron volver a esconder su esencia. Anabelle inhaló bruscamente al llegar a la misma conclusión cuando Minna también observó con mucha más atención a Eric como si apenas pudiera ver el parecido del pelirrojo con ella misma y Raphael.
La castaña ignoró deliberadamente la intensa mirada de su padre. Alexander pasó su peso de un pie a otro, aún preocupado por lo decaído que se veía la versión joven de su progenitor.
Leonora suspiró cansada, sus hermanos y amiga la miraron. Ellos se dieron cuenta de que ella ya lo sabía por el poco nivel de impacto en su expresión.
-¿Por qué no nos dijiste nada?
-Pensé... que si ellos no les habían dicho nada al llegar a esta época, debían tener una buena razón.
Miguel Ángel estuvo de acuerdo en su mente con los viajeros, era una muy buena razón para volver. Decidió no escuchar la parte de su consciencia que le señaló cuántas historias comenzaban con la misma premisa y terminaba igual o peor que al inicio.
Donatello examinó de nuevo a los cuatro, decidiendo que los cuatro debían ser hijos o nietos de ellos dado que en su primera historia aseguraron ser sus aprendices y probar su nuevo invento. Se decantaba más por la idea de "hija y sobrinos", dadas las similitudes físicas que encontraba entre la chica más joven con él y April. Anabelle parecía una versión un poco más joven y alta que la pelirroja, los rasgos del inventor se expresaban con sutileza en su rostro, cabello y piel.
Decidió no seguir con esos pensamientos, a fin de cuentas no estaba en buenos términos con su novia. Cambió su visión hacia el único futuro Hamato al que no encontraba parecido, tuvo una sospecha al regresar a ver el vientre de su hermana mayor.
Recordó el incidente del hospital, la acusación en la cena posterior.
-Tú... eres su hijo, ¿no? -afirmó con mortificación y vergüenza sonrojando sus mejillas.
Ethan asintió incómodo, con la memoria fresca. Alex sabiamente decidió no decirles que ellos venían de una línea del tiempo diferente. Raphael se pasó la mano por el rostro igual de angustiado al comprender la magnitud del desastre que se había hecho.
Aún así, hubo buenas noticias. Raphael y Donatello confirmaron, con diferentes niveles de alivio, que la esencia de Ethan no tenía rastros de la de la familia de Saki.
-April me dijo que sería una niña -comentó el genio masajeando su entrecejo, un poco triste por la mirada de sorpresa que tenía Leonora por lo dicho, como si no hubiera esperado que alguna vez preguntara por ella o por su hijo.
-Yo... les mentí a todos sobre eso.
-Obviamente -siseó Minna con molestia- ¿Existe alguien a quien le digas la verdad?
Más de uno se estremeció ante ese reclamo.
-Usagi sabe que es un niño.
-¿Quién es Usagi? -cuestionó el pelirrojo interrumpiendo.
-Miyamoto Usagi -responde Miguel Ángel por las dos, con la vista en el suelo- Es la pareja de Leo, el padre de Ethan.
-¿Lo conoces, Mikey? -preguntó Donnie confundido por la sonrisa amarga que tiene su hermano menor.
-Solo adiviné.
Los tres hermanos se miraron preocupados y acordaron en silencio no profundizar más en el tema ya que Mikey apenas y se estaba sosteniendo en un hilo en ese momento. A Eric le pareció agradable que los cuatro se unieran en los momentos importantes.
-Como dijo, Mikey -habló la pelinegra- Mi prometido se llama Miyamoto Usagi, lo conocí hace varios años durante mi viaje a Sudamérica mientras entrenabamos bajo la supervisión del padre de Minna.
Ethan comprendió de repente la razón por la que su padre nunca le dió detalles de cómo conoció a su madre más allá de: "Fue en un entrenamiento". En cambio, los tres hermanos estaban empezando a unir cabos entre ese hecho y el cambio de comportamiento de su hermana.
-No éramos más que amigos cuando terminamos nuestro entrenamiento. No lo volví a ver hasta unos dos años después cuando entré a la universidad.
-¿El cambio de carrera..
Leo asintió ante la pregunta de Raphael.
-Es lindo tener personas que no esperen nada de tí, ¿sabes? -dijo decidiendo que si estaba diciendo la verdad, bien podría ser sincera ya que no había nada más que perder- Minna y Miyamoto son los únicos a quienes les puedo decir lo que no me atrevo a ustedes por miedo a que me juzguen o me vean como menos de lo que soy solo por el hecho de tener dudas.
Dolió, Raphael no va a decir lo contrario.
-April y Casey son un gran apoyo pero nunca fuimos realmente cercanos hasta que se enteraron de mi embarazo -explicó- No culpes a Usagi por mis decisiones, él nunca me obligó a nada. Al contrario, fue el primero que me hizo sentir como si fuera un ser humano, que era mi propia persona y no solo la hija, la hermana o la líder -dijo con algo de resentimiento y tristeza.
-Nosotros también habríamos entendido...
-No lo hicieron -respondió ella- Ese es el tema, Donatello. Incluso con las cosas más pequeñas que intentaba mantener para mí, estuvieron de acuerdo con mi padre en que eran ridículas y tontas para alguien como yo, como si supieran lo que me gusta mejor que yo. Seguí cada regla, cada expectativa y ni una vez me preguntaron cómo estaba -sonrió- Dios, y sé que no es su culpa porque eran más pequeños que yo, eran niños como yo. Entonces ¡por qué solo yo tuve que..
Ella se cortó en su diálogo e inhaló despacio, retomando la calma. No era justo descargar sus emociones así. Eric tuvo un desagradable recuerdo de una escena similar, con su primo de protagonista sin embargo mucho más joven que la mujer frente a él.
-Lo siento, yo... eso no iba al tema -se excusó- Miyamoto y yo empezamos una relación al poco tiempo y yo estaba tan... feliz. Hasta que nuestro padre hizo el compromiso con Ue, todos estaban de acuerdo con él y discutían los beneficios de la familia Daimyō que obtendrían como si yo fuera un objeto comercial.. como si... -tartamudeó- Como si no tuviera derecho a decidir sobre mi propia vida.
Leonora miró a sus tres hermanos menores a los ojos, pidiendo perdón.
-Yo... solo... no pude más. Intenté darlo todo por nuestra familia, de verdad lo hice pero lo que me estaban exigiendo era demasiado.
Ethan unió sus manos y apoyó su frente en ellas, manteniendo la mirada en el piso. Alex y Annie supusieron que él estaba recordando una pelea similar con su abuelo hace varios años, una muy mala en la que no se midieron las palabras y Hamato Yoshi, en represalia, le había exigido a Ethan que si en verdad quería demostrar que amaba a su familia debía cortar sus lazos con su padre. Ethan, siendo apenas un adolescente, se había quedado en shock de que su abuelo supiera de sus escapadas para ver a su padre. Renet y Leatherhead los habían sacado a los cuatro de la habitación cuando empezaron los gritos entre sus padres.
No saben qué ocurrió hasta el día de hoy pero, después de esa pelea, Miyamoto pudo ver a Ethan en la mansión bajo ciertos horarios. Nadie volvió a mencionar ese día.
-Él y yo decidimos tener un hijo, empezar juntos una nueva vida fuera de nuestro legado.
Minna lo entendió, las familias Usagi y Hamato no dejarían que sus herederos principales renunciaran tan fácilmente. La única manera era que ellos cortaran la conexión con la pareja y para ello, debían hacer algo que ambas familias no pudieran aceptar, algo extremadamente deshonroso.
Con Miyamoto había bastado con dejar el camino planeado para él al negarse a un matrimonio arreglado, no volvieron a saber más de su clan. Con Leonora tuvieron que subir la apuesta.
-Se le presentó una oportunidad grande para avanzar profesionalmente en otro país, él no quería irse, yo insistí en que lo hiciera porque sabía que en el momento en que nuestro padre se enterara, íbamos a pasar muchas dificultades económicas.
Miguel Ángel supo que su hermana se refería no solo a quedar desheredada y perder el apoyo económico de su familia sino a la venganza que podría o no cobrar su padre. Todos los caminos que podría cerrarles a ambos con su poder hasta que su hija ceda y regrese. Su padre no era un mal hombre pero no se llegaba a tener el éxito que su familia tenía sin tener uno que otro truco sucio en la baraja.
-Casey lo descubrió, de hecho, él me convenció de contarlo ya que yo no podía postergar mi entrenamiento y los patrullajes para siempre. Alguien se me adelantó -se rió sin humor- El resto ya lo saben.
Ella guardó silencio y esperó, tal y como hace un condenado con el veredicto del juzgado. Luego de unos segundos se sintió inquieta ante la falta de pronunciamientos.
-Usagi -continuó- Es un buen hombre, demasiado bueno como para que yo lo merezca después de todo esto. Es... inteligente, amable, honorable, paciente más allá de lo que puedo decir y mi corazón se siente completo cuando estoy con él... -sonrió con nostalgia- Nunca me ha hecho daño a mí o a ustedes. Su único pecado fue conocerme. Así que, por favor...
Tanto el grupo de primos como Minna no entendieron el motivo del repentino ruego que escucharon. Los tres hermanos sí lo hicieron, Raphael recordó la pelea con Casey cuando lo acusaron de ser el padre, la sangre en sus manos, y tuvo sentido que su gemela se esmerase tanto en ocultar la identidad de su pareja posteriormente. Tenía sentido porque su hermana tenía demasiadas razones como para creer que le iban hacer daño a la persona que amaba.
Tenía demasiadas disculpas que pedir a sus amigos, a sus hermanos y a tantas personas. El pelirrojo se movió de su lugar y se sentó junto a su hermana antes de abrazarla, Leonora jadeó de sorpresa cuando por primera vez en mucho tiempo sintió el vínculo con su gemelo abierto completamente. Lo que sintió le dijo todo lo que necesitaba saber, ella no pudo evitar sonreír y corresponder con la misma fuerza.
Miguel Ángel soltó un suspiro contento ante la escena y se movió un poco para que Donatello pudiera sentarse junto a Leo y tener su propia sesión de abrazos. El genio ni corto ni perezoso ocupó el lugar sin decir nada. La pelinegra soltó una risita alegre cuando se soltó del rudo y al girarse se topó con los ojos de cachorro disimulados de Donnie, la mujer embarazada lo abrazó suavemente para no asustarlo.
-Me encantaron las flores. Me alegra que nuestro invernadero esté en buenas manos.
-Te extraño -le respondió él, escondiendo el rostro entre su cuello y hombro- Lo lamento.
-Yo también, Donnie.
Anabelle salió de su ensoñación al oír aquello y posó sus ojos en el ramo de azucenas en el mueble cerca de la puerta, creyó entender en parte la razón por las que su padre cuidaba con tanto ahínco el invenadero en el futuro. Se cuestionó si su padre y tíos tuvieron la oportunidad de conversar así antes de que su tía muriera, deseaba que así fuera.
Minna se sentía como una extraña invadiendo un momento privado sin embargo no podía apartar los ojos y dejó salir una pequeña sonrisa cuando los cuatro se juntaron tanto como pudieron y se abrazaron fuerte. Siempre era reconfortante ver un vínculo roto repararse, sobre todo, si podía ver a simple vista el amor que existía entre las partes.
-Tranquilo, ya pasó -consoló Alexander medio en broma a un lloroso Eric.
-Alex.. -regañó suavemente Ethan, frotando círculos en la espalda del pelirrojo quien se esforzaba por contenerse, el rubio más joven sonrió un poco mientras abrazaba a su prima.
Ninguno lo va a admitir, pero la conversación los había puesto demasiado sensibles.
-Oye, Leo... ¿Ya te hiciste el control de este mes? -interrogó la voz amortiguada de Mikey.
La pelinegra comprendió las intenciones de su hermano menor al verlo atento al grupo.
-Sí, tengo una copia de la ecografía si quieren verla.
Ella negó con la cabeza divertida ante el asentimiento con la cabeza en sincronía de los tres. Le gustaría quedarse a ver qué sucedía pero sus hermanos necesitaban tiempo a solas para hablar con sus descendientes.
-Iré por ella. ¿Minna, vienes?
-Claro, Gasparín -contestó ya caminando junto a ella y subiendo las escaleras. La rubia tenía sus propias preguntas para el grupo, aún así decidió dejarlas para un momento posterior.
Los siete se quedaron en un silencio expectante, sin saber quien debería dar el primer paso.
-Niño -llamó Raphael a Ethan.
-Tenemos la misma edad en este momento -no pudo evitar replicar.
Empezaron bien, en opinión de nadie. El pelirrojo mayor suspiró cansado.
-Escucha, Ethan, lo siento. No sé qué más decir para arreglarlo porque debe ser una mierda venir al pasado para que te traten como yo los traté y... solo espero ser alguien mejor de lo que están viendo ahora.
-Lo eres -intervino Eric- Mi madre y yo estamos orgullosos de tenerte, en lo mucho que te esfuerzas cada día por cambiar y crecer. Te amamos por ser como eres y cuidarnos tanto a todos aunque a veces quisiéramos que tomes un tiempo libre para tí y dejes de cargar el mundo en tu espalda al menos por un momento.
Raphael agradeció las palabras en su mente y dejó salir una pequeña sonrisa. Donatello se acercó a Anabelle, permitiendo que ella vea lo que sentía sin esconderlo detrás de una expresión indiferente.
-Siento mucho que hayas experimentado esta versión de mí, sé que debes haberte decepcionado mucho y no sé cómo es que tu madre pudo perdonarme luego todo lo desagradable que le hecho pasar últimamente. Espero que en futuro yo sea el padre que mereces.
Anabelle se sintió conmovida al ver que su padre mostraba su vulnerabilidad a modo de disculpa sabiendo cuánto le costaba a él hacerlo.
-Eres más que eso -Annie lo abrazó- Eres mi mejor amigo. Sí, a veces te encierras en tí mismo pero te esfuerzas por abrirte y comunicarte con nosotros. Eres el único que me entiende cuando estoy perdida. Tú y mamá me enseñaron todo lo que sé, a ser yo misma sin temor al qué dirán y yo los amo por eso.
Alexander se sintió nervioso cuando Miguel Ángel se acercó a él, temiendo provocar una reacción nuevamente. La sombra no había desaparecido de los ojos de Mikey, no obstante su suave sonrisa era sincera.
-Gracias -agradeció- Por venir, por mantener el temple frente a todos los obstáculos que les pusimos y por tenernos paciencia que sé que no es muy fácil cuando se trata de nosotros -rió- Sobre todo, gracias por no rendirse.
-Nunca lo hacemos -respondió, entendiendo a qué se refería con lo último- Al menos yo... Lo aprendí de tí y de mi mamá, el valor que se necesita para mantenerse firme en nuestras convicciones incluso si el mundo está en contra. La importancia de hacer lo correcto por los que amas y cuánto te afecta el fallarles, de esforzarte en todo lo que hagas, es algo que aprendí de ti, papá. No podría imaginar a nadie mejor como mi padre.
Miguel Ángel fue accesible al abrazo que ambos necesitaban para calmarse. El rubio miró al pelinegro sabiendo lo que sus hermanos no.
-¿Y tú, Ethan? ¿Hemos sido la familia que mereces?
La pregunta pareció tomarlo con la guardia baja, incluso sus primos se mostraron curiosos por lo que respondería.
-Hemos tenido problemas, muchos, de hecho -rió Ethan con tristeza- Aún así, yo estoy feliz de tenerlos a los tres en mi vida, son unos tíos increíbles y que nos aman mucho... Y recién comprendí que no son tan invulnerables como creía...
El pelinegro los miró a los seis.
-Puede que aún no sean las personas con las que yo crecí, aún así yo estoy agradecido de tenerlos en mi vida.
-Eres un tonto, Ethan -le reclamó Eric antes de abrazarlo, seguido de Ann y Alex.
Minna observó medio a escondidas la escena desde la escalera junto a Leonora, la embarazada tenía una sonrisa suave y tranquila en los labios. La rubia llevaba el baúl con las cartas del acosador de Oroku, habiendo convencido finalmente a su amiga de contarles todo a sus hermanos.
Les dieron unos segundos más antes de anunciar su presencia.
-¡Pero bueno! ¡Mira este ambiente lleno de armonía, amor y otro montón de cosas cursis! -interrumpió, dejando el baúl en la mesa.
Leonora le pasó la ecografía a Mikey, Rapha y Donnie se colocaron a sus lados para poder observar.
-Parece un alien -soltó el pelirrojo sacando un resoplido divertido de Annie.
-Así se ven todos los bebés en las ecografías, Rapha -amonestó tranquilamente el genio, identificando mentalmente todo lo que había aprendido de internet y de los libros de medicina prenatal que le consiguió su novia.
Alex se asomó por el espacio libre, mirando con asombro. Ya había visto las de Anabelle y Eric que estaban guardadas en los álbumes familiares. Era la primera vez que veía la de Ethan.
-Te ves tan chiquito -le dijo con los ojos brillantes, el pelinegro solo se carcajeó.
Minna resopló, sonriendo cuando su vista se conectó con la de Ethan.
-Los genes del Conejo si que son fuertes -bromeó, antes de ver a su amiga y señalar su vientre- Te empezaré a llamar la "Fotocopiadora".
La pelinegra le mandó una mirada fulminante.
-Ni se te ocurra.
Minna soltó una carcajada contagiosa. Leonora creyó estar soñando y deseo casi con desesperación poder conservar el alegre ambiente para siempre.
El universo se encargó de recordarle que las cosas nunca podrían ser como ella deseaba. Un sonido chirriante los sorprendió, Donatello sacó su celular y revisó la causa, su expresión agravándose conforme pasaban los segundos, levantó la cabeza y los miró con algo alarmante en sus ojos.
-La mansión y el complejo están siendo atacados.
-Doctor, ¿debemos preparar la oxitocina?
-No -contestó Stockman después de un minuto de consideración- Lo haremos con cesárea, Destructor quiere que la madre tenga el menor daño posible. Preferiría provocar el parto natural pero conociendo a la chica es posible que pelee e intente escapar durante todo el proceso.
El enfermero asintió mientras anotaba todo, sus colegas corrían de un lado para el otro preparando el instrumental y las instalaciones que utilizarían después de recibir el aviso sorpresivo de que había habido un cambio de planes y debían tener preparada la sala de cirugía. El personal médico había aprendido a no hacer preguntas y a acatar las órdenes con eficiencia si no querían terminar siendo los nuevos sujetos de experimento de Baxter Stockman o los muñecos de práctica de los ninjas del Pie.
La mirada enloquecida y emocionada del moreno le provocó escalofríos que apenas disimuló, pidió perdón a la pobre mujer que fueran a traer ahí. Mientras preparaba la indumentaria del cirujano principal, rezó porque la mujer pudiera escapar en el mejor de los casos o sino, que la muerte la encontrara antes que Destructor. La última opción era mucho más piadosa tanto para ella como para el bebé, comparado a los pocos experimentos que había visto planear al científico loco para la criatura una vez fuera extraída del vientre.
Supuso que la mujer correría una suerte igual o peor a la de su hijo ya que era objetivo del líder del Clan del Pie, lo suficientemente importante como para que obligara a Stockman a tomar todas las medidas necesarias para reducir el riesgo de mortalidad de la madre en el parto.
Apretó sus manos con algo de nerviosismo, Destructor los había amenazado con la salud de la mujer. Si algo le pasaba a ella, los cuellos de todo el personal médico serían tomados como pago, incluido el de Baxter. Afortunadamente, los riesgos de complicaciones eran bajos en un embarazo normal.
Ajeno a los pensamientos de sus ayudantes temporales, Stockman estaba más que contento, estaba extasiado. Por fin, años de espera iban a rendir frutos y si bien no podría realizar el estudio original, este sería interesante por igual. Podría analizar si un niño nacido de un individuo con 76% de compatibilidad con otro, tenía mutaciones genéticas u otras diferencias considerables con un bebé promedio.
Le hubiera encantado someter a la chica Hamato a un parto natural, ansiaba tanto obtener algún tipo de venganza de la familia que hizo pedazos su carrera. Se hubiera divertido viendo el rostro aterrado e impotente de la pelinegra sabiendo que le iban a quitar a su hijo, quería verla llorar por dar a luz rodeada de enemigos, quería ver a los Hamato suplicar por un miembro de la familia perdido.
Hubiera amado poder hacer sus experimentos con ella también una vez le arrancaran el bebé también, quizás pueda convencer a Oroku Saki en el futuro de permitirle tomar unas muestras si sabe jugar bien sus cartas sobre la salud de Leonora. O, tal vez, cazar al gemelo que falta con la ventaja de romper aún más al Clan Hamato.
De cualquier manera, no podía esperar a tener en la mesa de cirugías a la embarazada. No sabía qué había provocado que Destructor adelantase el plan que ejecutarían en tres semanas a hoy, sin embargo, estaba contento. Eso solo significaba que obtendría lo que quería más rápido de lo esperado. Era como si hubieran adelantado la Navidad.
Stockman confirmó que todo estuviera listo antes de salir de la sala médica e ingresar al ascensor, silbó la melodía con anormal alegría antes de salir en el piso solicitado. Hizo una mueca ante las amenazas de Destructor a los Dragones Púrpura.
-Pero señor, nos ha tomado por sorpresa y... -escuchó a Hun decir, se felicitó internamente por no saltar cuando el hombre de armadura golpeó la consola de comunicaciones.
-No quiero excusas, solo haz lo que te ordené -finalizó para después volverse hacia Baxter, el científico alzó las manos por reflejo para mostrar que no era una amenaza.
-Tenemos todo preparado para la extracción del niño.
-El feto no me interesa -le recordó, Stockman se contuvo para corregir el término utilizado- Solo asegúrate de que Leonora se libre de esa cosa con el menor daño posible.
-No se preocupe, el personal y yo hemos tomado medidas para cualquier tipo de complicación que pudiera presentarse.
Su despreocupación, en lugar de tranquilizar a su jefe, lo irritó lo suficiente como para acercar las cuchillas metálicas de su guante a sus ojos. El moreno permaneció quieto, sin atreverse a respirar siquiera.
-Recuerda Stockman, si fallas, responderás con tu vida.
-Sí -tragó saliva- Lo tengo presente, señor.
Oroku lo soltó, algo entretenido al ver salir al científico a paso rápido antes de regresar su vista a los monitores. Sus ojos se estrecharon con odio al ver las imágenes de las cámaras escondidas cerca a la casa de Leonora que habían captado el abrazo con aquel chico. A Saki no le interesaban las otras tres personas que habían llegado con él, solo aquel pelinegro que estaba demasiado cerca de la mujer que le pertenecía.
Oroku vió una amenaza donde no la había, en los cinco años que había prestado atención a la heredera mayor de los Hamato, nunca la había visto comportarse así con otras personas además de su familia y amigos. Entonces, una voz en su cabeza le susurró que ese debía ser el hombre que se atrevió a tocar lo que era suyo.
El ser que se atrevió a mancillar el objeto que Destructor había deseado obtener desde la noche en que la joven ninja respondió a su desafío de lanzarla a una muerte segura, sobreviviendo y atacando más fuerte que antes. Anhelando tener esos fieros ojos azules solo para él.
Había sido un afortunado accidente el descubrir la identidad del clan enemigo que le había provocado tantos problemas al Clan del Pie. Una noche en la que los Hamato frustraron uno de sus secuestros y dejaron expuesto algo mucho más valioso sin darse cuenta. Fueron segundos los que bastaron para que una vieja cámara de seguridad captara tanto el rostro de la pelinegra que se había quitado la máscara que cubría la parte inferior de su cara, como el del joven rubio que la aceptaba mientras tosía y ayudaba a la actriz novata a escapar. La pelinegra recogió rápidamente la bufanda que la rubia había dejado caer y se cubrió en un intento de reducir la inhalación de humo mientras cubría a su hermano, la ninja salió ilesa del incendio en el almacén como confirmó días después.
Noches después, Destructor no pudo evitar creer que el universo estaba conspirando a su favor de alguna manera. Él se había percatado de la ausencia de ese grupo de ninjas en particular durante el último año, así que cuando volvió a escuchar de ellos a través de los reportes de Hun, fue una sorpresa enterarse de lo mal que estaba aquel equipo que una vez fue más que una piedra en el zapato. Eso, junto al descubrimiento de la identidad de los Hamato fue como recibir un regalo envuelto directamente en su puerta.
Se sintió excitado al encontrar la oportunidad de ser lo único que separaba a la futura líder del clan de una muerte dolorosa, casi podía recordar la sensación del frágil cuello en su mano y los ojos desesperados.
-Si llegas a sobrevivir a esto, te aseguro que incluso si esa cara bonita queda destrozada, te buscaré y serás parte de mis filas.
Las palabras habían estado vacías en ese momento mientras escuchaba los gritos de los ninjas más jóvenes al ver a su hermana caer, la mirada de Raphael cuando cortó su paso hacia el borde del techo fue una retribución adicional ante los insultos que había recibido del pelirrojo en su identidad civil. Él los destrozaría y, lo mejor de todo, nunca sabrían que uno de sus mayores enemigos estaba tan cerca. Él se aseguraría de hacerlos caer de manera lenta y agonizante.
Desafortunadamente para él, los Hamato tenían la mala costumbre de arruinar sus planes incluso mucho antes de que los lograra ejecutar. La nueva interrupción llegó mediante la sorpresiva aparición de la heredera Hamato en una fiesta por primera vez en mucho tiempo. La adolescente, al igual que su madre, se movió con gracia a través del salón, encantando con sus gestos y modales a todo aquel que quisiera observar. En un hecho lamentable, él también se vió atraído como abeja a la miel.
Sin embargo, la perfección que la joven mostraba no fue lo que lo atrajo al final. No, fue su falsedad.
Entre más la observaba desde lejos podía notar pequeños signos que delataban otro tipo de emociones. Oroku Saki no pudo evitar sonreír cuando se acercó y su sola presencia generó una incomodidad que apenas podía verse, y sintiéndose atrevido, dejó salir algo de su esencia espiritual sólo para ver cómo reaccionaría.
Ella no lo decepcionó, él tuvo que reconocer que su máscara social era buena aún así no lo suficiente como para esconder la fugaz mueca de desagrado en esos labios de rubí ante su cercanía. Ella se disculpó y él le permitió escapar.
Así empezó un nuevo juego con la joven ninja, en las noches volvería a la rutina acostumbrada. En las mañanas se dedicaría a encontrar la debilidad de sus enemigos, intentando deshacerse de ellos con alguna que otra estratagema simple, demostrarle a ella que sobrevivir había sido el peor error que pudo cometer.
La vigiló tanto como pudo mientras el tiempo pasaba, acercándose a ella en todas las ocasiones que podía para provocar esas fascinantes roturas en su actuación de hija perfecta. Tomando su mano y saludando de forma galante en cada ocasión, divirtiéndose al verla tratando de contener el asco en su mirada.
No era una obsesión en ese entonces, era mero entretenimiento para su aburrimiento.
Empezó a usar ninjas para tomar fotos de todo lo que Leonora hacía. Ir al colegio, visitar refugios de animales, en los patrullajes, en todo. Sin darse cuenta, empezó a separar las fotografías en las que ella sonreía, no aquella sonrisa falsa que daba al mundo, sino una expresión sincera que le iluminaba el rostro y hacía brillar sus ojos como si fueran zafiros. Una sonrisa que ella nunca le había regalado a Saki.
A él le pareció hermosa.
Él perdió en su propio juego sin darse cuenta. Quiso rectificarlo, ganar atención positiva y, por primera vez, se arrepintió de haber dejado salir su esencia porque ahora no podía esconderla sin generar sospechas, no podía deshacerse del principal factor que generaba repulsión de la mujer que tenía frente a él.
El mismo día en que intentó matar a Yoshi, le envió un ramo de rosas a Leonora por su cumpleaños número dieciocho. Había disfrutado del sonrojo en su rostro cuando la vió recibir el regalo desde la ventana de su auto, ella volteó a ver a los lados tratando de encontrar al dueño del gesto. Lo que era una bella escena, se tornó amarga cuando ella recibió una llamada y botó el arreglo ante las noticias que escuchaba, echando a correr sin mirar atrás.
Él entendió en ese momento lo importante que era para ella su familia y que alejarla de ellos, la haría vulnerable y receptiva para él.
Entonces se dedicó completamente a formular un plan, una estrategia que le permitiría cumplir con su objetivo. Al estar tan involucrado en esos pensamientos, se perdió completamente lo que estaba surgiendo a escondidas del mundo.
Él debería haber notado que había algo extraño en Leonora, debería haber sospechado de la falta de anuncios oficiales al enterarse por sus fuentes del compromiso con Ue Daimyō. Sin embargo, estaba tan centrado en su rabia y deseo de destruir al pretendiente que se perdió el panorama.
Poco tiempo después, de la nada, empezó el rumor de que la heredera del Imperio Hamato estaba embarazada. Destructor tardó en cazar al que empezó el rumor, lo que fue compensado con lo rápido que el hombre empezó a hablar mientras sus soldados le rompían los dedos.
Saki se sintió traicionado por Leonora, decepcionado de que la mujer se entregara en cuerpo y alma a alguien que no fuera él. Aún así, la parte más fría y calculadora de su mente se rió viéndose victorioso ante la oportunidad que se presentaba, conocía lo suficientemente bien a los Hamato como para saber que eran una familia que vivía principalmente de las apariencias, ellos no dudarían en repudiarla. A eso, se añadía el hecho de que era evidente que el hombre al que Leonora había confiado su corazón solo la había usado, escapando ni bien obtuvo lo que quiso de ella, dejándola con un niño en el vientre y las críticas de la sociedad.
Oroku lo buscaría y lo descuartizaría si aquel bastardo no le hubiera dado la ventana que necesitaba para aparecer frente a Leonora como un príncipe azul en toda aquella desgracia. Un hombro en el que ella se vería obligada a apoyarse si no quería quedarse sola, y cuando la tuviera en sus brazos, encontraría cómo deshacerse del engendro que crecía dentro de ella.
Subestimó a su presa. No solo a Leonora, sino a los Hamato en general.
Creyó que la echaron a la calle al hacerse público el escándalo, no fue así. Creyó que la chica caería enamorada de pronto ante sus dulces promesas de mantenerla a salvo a ella y a su hijo, no fue así. Creyó que lograría desgastar su resolución con cartas que le recordaban la situación en la que había puesto a su familia, recordándole que era culpa suya y él era la solución, no fue así.
Él empezó a desesperarse, debe admitirlo, sus cartas ya no eran tan suaves como antes. Le exigía aceptarlo, dando a escoger el ir ella voluntariamente a él o él iría por ella.
Lo habría hecho, en realidad, en el momento en que ella se mudó de casa si no fuera por la constante vigilancia de los molestos hermanos menores y esas otras dos molestias. Se vió frustrado aún más con la aparición de la rubia que se quedó a vivir con Leonora.
La oportunidad de quedarse con lo que era suyo se iba alejando por cada mes que pasaba y los Hamato amenazaban con volverse a unir. Él debía tenerla antes de que ella volviera a la mansión, debía aprovechar la brecha en su seguridad.
Empezó a planear cómo tomarla y, al mismo tiempo, causar daño al clan enemigo. Stockman ofreció una gran contribución al darle una acceso inesperado a la mansión Hamato, un camino que se encontraba en un punto ciego y por el que el científico se había colado con anterioridad.
En recompensa, Destructor accedió a escuchar la propuesta del moreno. Saki quería a Leonora, Baxter, al bebé en su vientre. El científico prometió deshacerse de uno de los problemas para que Oroku pudiera empezar de nuevo con la mujer que amaba, de darle una familia si era lo que la chica quería.
Una estrategia planeada al más mínimo detalle que no hubiera decidido adelantar si no fuera por la aparición de esa amenaza que ahora estaba con la pelinegra.
Ahora, mientras veía a sus equipos movilizarse hacia los diferentes puntos de ataque. Él permaneció en su puesto vigilando la coordinación de toda la distracción, esperando el momento perfecto para dar órdenes al equipo de ninjas que llevaría a cabo el golpe principal a su señal.
Tang Shen mira el anillo en su dedo y suelta un suspiro, su corazón le pide ir con Yoshi para explicarle la situación, le suplica que vuelva confiar en el hombre que ama. Su cerebro le recuerda que ellos ya no eran los de antes, él no es el joven nervioso que la invitó a salir y ella no es la chica atrevida que se despedía de él gritando lo mucho que lo amaba sin importar donde estuvieran.
¿En qué momento cambiaron tanto?
La mujer se vuelve hacia el velador, su mirada atraída por los pedazos rotos del llavero de su hija sin esperanza de reparación. La empresaria se dejó caer hasta que su espalda se apoyó en el cabezal de la cama y cerró los ojos, recordando lo felices que se habían visto sus hijos en esa fiesta de cumpleaños. Raphael presumía su peculiar llavero azul a todo el mundo con Donatello preguntando qué personaje era, la joven madre en ese entonces jugaba con el menor de sus hijos en brazos mientras su esposo arreglaba el peinado un poco desordenado de su hija al ir a jugar.
A Shen siempre le había parecido que Leonora y Yoshi eran muy parecidos en personalidad, tanto en las buenas cualidades como en las malas. La niña era la princesa de los ojos del jefe del Clan Hamato, ambos padres amaban mucho a sus hijos pero era obvio el ligero favoritismo que el hombre tenía por su hija mayor.
Entonces, Tang Shen no entiende cuándo cambiaron las cosas. ¿Por qué fueron felices esos años y después ya no?
Personalmente, ella cree que empezó cuando su marido le sugirió que era hora de empezar con el entrenamiento de sus hijos a corta edad. Ella no estuvo de acuerdo porque no quería que sus hijos se expusieran al mundo donde había personas como Baxter Stockman, su marido había argumentado que era para que aprendieran a defenderse por sí mismos de esa clase de amenazas. La pelinegra accedió a regañadientes sabiendo que él tenía razón y no era como si sus hijos fueran a salir en misiones, eran niños, se quedarían en casa entrenando directamente con su padre.
Las cosas no fueron tan diferentes al pasado, ninguno notó el lento distanciamiento y tensión que crecía en su relación conforme pasaban los años. Eran una familia normal hasta que llegó el maldito cumpleaños número diez de sus gemelos. Yoshi le informó de la prueba a la que debía someter a Leonora para nombrarla líder, ella miró con espanto a su marido, empezaron a discutir y ella le prohibió someter a su hija a tal cosa.
Llegaron a una especie de acuerdo, Leonora sería la que tendría que elegir si cumplir o no el ritual tradicional una vez se lo pusieran frente a frente. Las reglas del clan instalándose en silencio de que en caso de rechazarlo, el desafío debía ir para el siguiente en la línea.
En su rol de madre, ella le rogó a su hija que declinara poco antes de que Yoshi se la llevara. Tang Shen no está orgullosa de admitir que cuando vió a su hija regresar con la mirada vacía y sus katanas manchadas de sangre junto a su ropa se sintió traicionada tanto por la niña como por su marido.
Ella sabe que su actuar posterior estuvo mal, aún así ya no puede cambiar el pasado. No puede hacer más que mirar atrás con arrepentimiento y tratar de reparar lo que le queda en el presente.
Renet tenía razón, hay una razón por la que a ella no le gusta tener las fotos de su familia en lugares visibles. Las más alegres le recordaban lo que un día fue y perdió. Las actuales le reprochaban por decisiones que no quería reconocer que tomó y en cuyas consecuencias no quería pensar.
Ella sabe que no merece ser llamada madre porque después de eso, en lugar de ver cómo estaban sus hijos, eligió alejarse y refugiarse en el trabajo. Todo porque en algún momento empezó a sentir repulsión hacia su familia. Shen los amaba más que nada sin embargo su cuerpo se llenaba de escalofríos al estar con ellos sin motivo. La frialdad en su matrimonio fue demasiada y ella dejó las riendas de todo en manos de Yoshi, confiando en que él podría hacerlo mejor que ella. Confiando en que él no tendría el mismo miedo que ella a lastimarlos si se acercaba.
No sabía que su marido también se olvidó de cómo ser padre y al igual que ella, dejó que el trabajo y el clan lo consumieran.
La pelinegra ignoró los llamados de sus hijos demasiadas veces. Naturalmente, ellos tuvieron que encontrar un lugar seguro en otra parte y Leonora tuvo que madurar rápido para poder proporcionarles eso incluso si no sabía cómo.
Su hija cumplió con un rol que jamás debió tomar. Cuando Tang Shen finalmente dejó de fingir que todo estaba bien, el daño ya era muy grande y el tiempo perdido, irrecuperable.
Sus cuatro hijos fueron víctimas de su negligencia materna. Leonora cargó con mucho más peso del que le correspondía, cediendo al peso después de aguantar años. Raphael había tenido a Casey como su apoyo cuando todo empezó, e inconscientemente Jones fue un escape a los problemas en su casa. Donatello perdió su vibrante expresividad al estrellarse con la indiferencia de sus padres frente a sus inicios en la ciencia. Y Miguel Ángel...
La pelinegra se masajeó el entrecejo con culpabilidad, su hijo menor había generado una dependencia con Leonora. El niño rubio en ese entonces siempre había corrido detrás de ellos pidiendo atención hasta que un día dejó de hacerlo. Odia admitirlo, sin embargo cuando vieron al menor dejar de molestarlos para luego verlo frecuentemente detrás de su hermana y siguiéndola como un patito a todos lados, se sintieron aliviados por un momento de paz.
Una de las mucamas (a quien, mucho después, reconoció como Renet), los enfrentó.
-¡Son sus hijos! ¡¿Cómo pueden actuar así con ellos?!
Ambos padres habían estado estresados aquel día después de un ataque del Clan del Pie a la ciudad, uno que se había dado demasiado cerca del club de fútbol infantil al que iban Raphael y Casey. Entonces su respuesta ante el reproche no había sido la mejor.
Después de tantos años aún no había pedido disculpas a Renet por todo lo que dijo y la amenaza de despido que si no hubiera sido por la intervención de Leatherhead se hubiera hecho efectiva inmediatamente.
Había demasiadas cosas que estuvieron frente a Tang Shen a lo largo de su vida de las que no se dió cuenta o dejó pasar deliberadamente.
Observó a Yoshi perderse de forma lenta en el rol de jefe de clan, volverse cada vez más estricto y cerrado a todo lo que no fuera el trabajo o entrenamiento. Vió a Leonora procurando balancear sus responsabilidades con el clan con las de hermana mayor mientras sus padres ignoraban inconscientemente a sus hijos. La vió elogiar un invento de Donnie después de que Yoshi prometiera verlo después y no hacerlo, asaltar al genio en momentos aleatorios para evitar que se encierre en el laboratorio. La miró de paso mientras la niña pegaba los dibujos de Mikey en el refrigerador después de que el niño intentara llamar la atención de su madre varias veces y Tang Shen lo apartara suavemente, ocupada con una llamada de negocios.
Leonora regañaba a su gemelo y a Casey cuando hacían una travesura potencialmente peligrosa para ellos, Shen y Yoshi se enteraban de ello varios días después. La niña asumió el rol de una pequeña adulta nerviosa y molesta que cortaba la diversión de sus hermanos pequeños, pero que estaba ahí cuando la necesitaban para curar heridas, escuchar problemas, regalar abrazos, y simplemente quedarse incluso cuando no la querían cerca.
Siendo sinceros, a ella y a su marido no debería haberles sorprendido lo bien que se desempeñaron sus hijos las primeras veces que salieron al mundo a patrullar. Su excelente coordinación de trabajo en equipo en los momentos críticos pese a las quejas. A veces, Shen quería jalar a Yoshi de las orejas por decirle a su hija que no era suficiente como líder y debía esforzarse por la perfección en lugar de una o dos palabras de aliento. La mujer no puede recriminarle mucho a él porque ella tampoco lo hizo, solo le sonrió a su hija de forma incómoda y dejaba a la niña de trece años resquebrajándose por cumplir con todo lo que se le exigía.
Con la llegada de April a sus vidas, las cosas cambiaron un poco. La pre-adolescente pelirroja no tenía pelos en la lengua y en conjunto a su curiosidad, siempre los arrinconaba en ambientes incómodos al soltar una pregunta inocente. Por supuesto, Donatello se sintió atraído por su personalidad brillante y pasaba más tiempo con ella. Vió a su tercer hijo encontrar apoyo en una amiga leal de la cual se enamoraría años después. Para cuando se dieron cuenta, sus hijos crecieron y hacía mucho que habían dejado de buscar a sus padres, aprendiendo a vivir en una realidad de la que los adultos no eran conscientes que ellos mismos habían creado.
Demasiado pronto, los gemelos cumplieron catorce años y ese hecho llegó acompañado del entrenamiento especial para la próxima cabeza de familia. Hamato Yoshi se los notificó un día, decidiendo por sí mismo que Leonora viajaría a Sudamérica a mejorarse a sí misma para su familia. Tang Shen sintió como una bofetada a la realidad el darse cuenta de cuan mal estaba la comunicación entre ella y su marido. Su hija solo asintió, como siempre hacía a las indicaciones de su padre.
Leonora se fue y una extraña regresó, amenazando todo lo que ellos conocían con sus acciones. A Tang Shen dejó de importarle eso cuando casi la pierde en la camilla del piso médico del complejo, su esposo sosteniéndola sin apartar la vista del personal médico que se apresuraban a realizar una maniobra de resucitación. Sus tres hijos permanecieron congelados junto a ellos y ninguno pudo respirar hasta que una de las máquinas volvió a marcar pulso. Los cirujanos se apresuraron a llevarla a la sala de cirugías, el doctor O'Neil ladrando órdenes que se escucharon incluso después de que atravesaron las puertas que separaban una habitación de otra.
Es curioso como la perspectiva de una muerte cercana puede cambiar a algunas personas mientras otras permanecen inmutables.
Sus hijos recuperaron algo de su antigua dinámica, Yoshi suavizó ligeramente su carácter con ellos y Shen empezó, de a poco, a tomar un rol más activo en su familia, desenterrando y descubriendo las ruinas de todo lo que había que reconstruir.
Tristemente, en el camino a mejorarse a uno mismo siempre se cometen errores. Ella no es la excepción.
De verdad creyó que el compromiso con Ue haría feliz a Leonora. Ellos se habían asegurado de encontrar una buena familia como la de los Daimyō, viejos amigos, para asegurar a su hija un buen futuro con una pareja prometedora.
Esa fue la gota que colmó el vaso metafórico de la heredera mayor, estaba segura.
Tang Shen se levantó de la cama, necesitando de una taza de té y una pastilla para el dolor de cabeza. En su camino no pudo evitar detenerse a observar la puerta del ático recordando que hace apenas unas horas había estado allí con April, la pelirroja había llegado preguntando si tal vez tenía algún retrato familiar del que pudiera prescindir queriendo entregarle uno a la mujer embarazada por su cumpleaños. Ambas habían subido al lugar, por primera vez, la pelirroja decidió no expresar ninguna de sus preguntas mientras juntaban todos los cuadros de fotos y álbumes que encontraban.
Los pocos recuerdos que recolectó de su familia durante toda su vida se resumieron en una sola caja. Aún así, Tang Shen creía que era mejor que todos esas memorias estuvieran con alguien que supiera apreciarlas puesto que para ella eran hermosos momentos empañados por la negligencia que ocultaban.
Apretó los puños hasta que sintió sus uñas clavarse en sus palmas. Se prometió a sí misma hacer nuevos y agradables recuerdos hasta llenar cada rincón de la mansión con ellos. Porque su familia se estaba expandiendo y ella quería empezar de nuevo y hacerlo bien esta vez.
-¿Querida? ¿Estás bien? -interrogó su marido cuando la vió ingresar a su estudio.
Incluso si para ello debía romper su corazón primero.
-Necesito hablar contigo, Yoshi.
El empresario la miró unos segundos para luego pararse y caminar hasta quedar frente al escritorio. Sus instintos alertándole de la tensión en el ambiente y de la mirada determinada de la mujer que amaba.
Él tenía una idea de lo que iban a discutir.
-Yoshi -llamó casi en un murmullo- Quiero pedirte que desheredes y niegues a Leonora de forma pública como parte de los Hamato.
El jefe del clan abrió los ojos impactado, eso no era lo que había estado esperando. Su esposa lucía seria, sin ningún deje de vacilación.
-Quiero que se lo digas a nuestra hija frente a frente y dejar las cosas claras de una vez.
Ambos se enfrentaron, analizándose el uno al otro. Así, él se dió cuenta de lo que ella estaba tratando de hacer.
-¿Crees que cambiaré de opinión al decir eso? ¿Que olvidaré todas las transgresiones que cometió?
-Ya nos has dado a entender a todos nosotros que no quieres tener nada que ver con ella, su hijo o su prometido. Estoy segura que no será problema que lo hagas oficial -siguió, presionando al hombre incitando una acción que sabía que él no quería hacer por muy dolido que estuviera.
Él suspiró.
-No pensé que estuvieras dispuesta a interrumpir mi trabajo con estas tonterías.
-Es un sí o un no, Yoshi -afirmó sin dejarse amedrentar- Si en verdad nuestra hija ya no vale la pena para tí, entonces niégala -exigió- Déjala ser libre.
-¿Libre? -repitió- ¿Libre de qué, exactamente?
-De tí y de mí, de todo esto.
Él se rió incrédulo.
-Ahora resulta que yo soy el malo cuando todo lo que hice fue preparar a nuestros hijos para el mundo, asegurarme de que tuvieran todas las comodidades con las que muchos solo podrían soñar. Dejarles un legado del que pudieran estar orgullosos. ¿Y así me paga ella? ¡¿Deshonrando a toda su familia?! ¡¿Haciéndonos el hazmerreír?! ¡Como si todo lo que hice por nuestros hijos no valiera nada! ¡Como si no me hubiera esforzado por enseñarles todo lo que sé! ¡Como si no me hubiera matado horas trabajando para que ellos jamás tuvieran que preocuparse porque les falte algo!
-Ese es el problema, Yoshi. Fuimos nosotros lo que les faltó a ellos, nuestros hijos no han estado bien desde hace varios años.
-¡Nuestra familia estaba bien hasta que ella decidió tirarlo todo por la borda!
-¡No! ¡Nuestra familia se ha estado cayendo a pedazos y el único que no quiere verlo eres tú! -gritó de vuelta- ¡Nuestros hijos nos necesitan! ¡Casi perdemos a nuestra hija de nuevo! ¡¿Cómo es que no te entra eso en la cabeza?!
-¡Preferiría que ella hubiera muerto!
Yoshi se tapó la boca horrorizado ante sus propias palabras, la mirada de su esposa reflejando la incredulidad y el miedo.
-No puedes estar hablando enserio -pidió la mujer.
El hombre se veía perturbado. En lugar de responder, cruzó el estudio y pasó junto a ella.
-No voy a seguir con esta conversación.
Ella lo vió dirigirse hacia la puerta.
-Si sales de esta habitación, Hamato Yoshi, ten por seguro que mañana recibirás los papeles de divorcio.
El silencio fue sepulcral, Tang Shen lo estaba arriesgando todo con la pobre confianza en su corazón de que su esposo aún la amaba lo suficiente como para no abrir esa puerta. Amaba al hombre pero Yoshi era igual de terco que sus hijos cuando tenía una idea en la cabeza y la única manera de hacerlo reaccionar era con medidas muy extremas.
Ella esperaba no haber tomado una decisión equivocada.
El sonido de un fuerte golpe la sobresaltó, vió a su marido apoyar su puño en la madera, su otra mano habiendo abandonado el picaporte.
-Yoshi...
-Es mi hija -lo escuchó susurrar- ¿Cómo pudo hacerme esto?
La pelinegra se acercó en silencio y colocó una de sus manos sobre el puño, sintiendo el temblor casi imperceptible el cuerpo de su marido quien estaba tratando de reprimir todo. Ella inhaló hondo para calmarse a sí misma antes de continuar.
-Yo no creo que ella hiciera todo esto para lastimarnos -él no respondió- Querido, mírame, por favor.
Él lo hizo, dejándole ver lo vulnerable y cansado que estaba. Ella lo leyó como un libro abierto.
-Somos un desastre -afirmó con una sonrisa triste, apoyando su frente en el hombro masculino- Habla con ella, solo una vez, hablar de verdad.
-¿Y entonces qué? -cuestionó con algo de dureza.
-Y entonces, la dejamos ir.
Escuchó un suspiro tembloroso y resignado, los brazos de su marido la rodearon y la abrazaron con fuerza.
-Solo una vez -accedió, por fin.
La puerta del estudio se abrió bruscamente atrayendo la atención de ambos, Leatherhead lucía como si hubiera corrido por su vida.
-La mansión está bajo ataque.
-Tienen que ir -decide Leonora empezando a empujarlos fuera de la casa.
-¡Oye, espera un momento! -reclama Raphael- ¡No podemos dejarte sola!
-Uno, no estoy sola, Raphael -dice señalando al grupo detrás de sí- Y dos, si el complejo del clan también está siendo atacado es poco probable que llegue ayuda a la mansión. Mamá y el personal tienen entrenamiento pero no al mismo nivel que nosotros o el Clan del Pie.
-Leo, es obvio que el Pie sabe nuestras identidades. Es probable que también vengan por tí, ven con nosotros -pidió con urgencia.
-Donatello, sé realista, en este estado no soy de mucha ayuda e ir a pararme directo en la línea de fuego solo va a crear más problemas. ¡Tienen que irse!
Los tres se miraron renuentes a pesar de que sabían que su hermana tenía razón. Además, los ataques estaban centrados en lugares que frecuentaban sus padres y si hubieran querido atacar a su hermana ya lo habrían hecho, no había razón para que lo hiciera por separado. Aún así...
Raphael tomó la decisión tomando las manos de sus hermanos menores y llevándolos a la camioneta.
-Cuídala -exigió el pelirrojo al pasar junto a la rubia quien asintió con expresión seria. Puede que el grupo esté conformado por su futuro hijo y sobrinos sin embargo él no los conocía y, por otra parte, por muy molesta que fuera Minna ella había estado cuidando de su hermana por meses y demostrado ser una persona de confianza.
-Leo... -llamó Mikey con desesperación- Promete que vas a estar bien cuando regresemos.
Leonora lo miró un poco sorprendida por la petición, el genio y el rudo se detuvieron esperando su respuesta también. Porque si había algo que su hermana siempre cumplía, eran sus promesas para con ellos.
-Estaré bien, Mikey, lo prometo -aseguró con una pequeña sonrisa- Ahora, vayan.
Los tres se apresuraron a subir al auto y arrancar, el grupo vió con preocupación el camino hasta que los perdieron de vista.
-Deberíamos movernos nosotros también -sugirió Minna.
-No tenemos medios en este momento -habló Ethan dando una mirada alrededor y notando los dos únicos vehículos disponibles- En su motocicleta y en la de Casey solo caben dos personas o hasta tres como máximo -señaló viendo el vientre pronunciado de su madre- Uno tendría que quedarse atrás.
El pelinegro no consideraba aquella una opción dado que tanto él como sus primos estaban desarmados cuando viajaron al pasado. Su madre estaba embarazada y la única persona que sabía conducir una motocicleta en ese momento era la tía Minna, dudaba que su madre supiera cómo.
-Además no tenemos un lugar seguro al que ir, escondernos en un lugar aleatorio sería una tontería -añadió Leonora.
-Entonces qué sugieren, ¿quedarnos y ver qué pasa?
-Tenemos que-.
Una estridente canción interrumpió la conversación, la rubia extrajo el celular de su chaqueta y presionó rápido el botón para contestar cuando vió el nombre de Casey en la pequeña pantalla colocándolo en el altavoz.
-Hola, Blondie. ¿Estás ocupada? -se escuchó la voz de Casey agitada y con falsa calma seguida de ruidos de fondo.
-¿Qué ocurre?
-Nada muy espectacular, solo algunos imbéciles de los Dragones Púrpura que decidieron pasar a robar nuestro pastel y...
-¡Casey, abajo! -se escuchó el grito de April.
-Y los chicos no contestan. ¿Mikey sigue con ustedes? Nos vendría bien una mano... ¡Banzai, cara de mierda! -se escucharon golpes seguidos de maldiciones.
-Casey, ¿en dónde están?
-Cerca del restaurante de Murakami, estábamos regresando con ustedes cuando estos payasos se nos cruzaron en el camino.. ¡Al suelo, imbécil!.. No son muchos pero enserio nos vendría bien un poco de ayu-.
La llamada se cortó.
-Minna...
-No -habló casi de inmediato al ver la expresión de su amiga- Le dije a tu hermano que me iba a quedar, no te dejaré sola.
-Como le dije a Rapha, no estoy sola. Tengo a cuatro ninjas a mi lado, April y Casey son buenos pero es preferible no arriesgarse si están pidiendo ayuda.
-Gasper...
-Están cerca, Minna -agregó- Estarás allí en cinco minutos y acabarás rápido, estoy segura.
La rubia dudó, apretó la mandíbula sin estar segura, como hija menor de un clan dedicado al entrenamiento de guerreros de todo el mundo ella podía ver que los descendientes del futuro estaban altamente entrenados solo por la forma en que se movían, casi sin hacer ruido. Por otro lado, April recientemente había empezado a añadir un arma a su entrenamiento con su novio y la madre de este, Casey tenía un estilo callejero más avanzado que casi podía igualar al de Raphael, sin embargo si los superan en número...
-La acompañaré -habló el pelirrojo del futuro.
-No -desestimó mientras subía a su moto asegurándose de que sus pistolas y cuchillos estén en su lugar- Ustedes se quedan con Gasparín, el ataque del Pie es principalmente contra los Hamato.
Eric se mordió la lengua queriendo decirle que ella también era una Hamato.
-Vuelvo enseguida, no se metan en problemas -pidió la rubia antes de marcharse.
A Anabelle le estaba resultando demasiado extraña la situación como para ser solo una coincidencia. Pudo ver reflejada su angustia tanto en el rostro de sus primos como en el de su tía.
-Primero, Oroku Saki y ahora el Pie, es un desastre -la escucharon murmurar.
-¿Oroku Saki? -repitieron sin entender.
Ella pareció percatarse de lo que había dicho en voz alta, agitó la mano tratando de parecer despreocupada.
-No es nada, solo un problema de la empresa.
Los cuatro la vieron con el ceño fruncido en confusión hasta que la compresión se reflejó en el rostro de Ethan. Era fácil olvidar que Oroku Saki había sido una figura de autoridad social una vez, en especial cuando no había escuchado el nombre original por casi una década, después de que su padre matara al hombre.
Si su madre estaba separando ese nombre del clan, eso solo podía significar que los Hamato aún no lo sabían. Su familia aún no sabía quién estaba detrás de todas las acciones del Clan del Pie.
-Mamá... -inició con calma- Oroku Saki es Destructor.
El tono tranquilo no sirvió de nada cuando vió a la pelinegra abrir los ojos en shock, antes de bajar la vista como si estuviera uniendo todas las piezas del conjunto y llegara a una terrible revelación. Leonora dio media vuelta y empezó a caminar hacia el interior de la casa.
-Adentro, ahora -ordenó.
Los cuatro la siguieron para verla rebuscando en el armario debajo de la escalera, sacando un baúl grande con esfuerzo. Ella lo empujó hacia ellos para luego seguir buscando.
-Cojan las armas que necesiten -instó sacando cajas más pequeñas.
A pesar de que debieron haberlo esperado, el asombro igual se instaló en ellos porque la casa parecía tan doméstica y común que nadie sospecharía que hubiera armas. Ethan tardó unos segundos en recordar que su madre podía parecer suave pero antes de su embarazo había sido una ninja (y una que podía dar mucho miedo, según sus tíos).
Leonora alzó una ceja con una mirada impaciente que les recordó lo suficiente a su abuelo como para sacarlos de su ensoñación. Había armas complementarias y repuestos de las armas principales que a veces manejaban sus tíos en los entrenamientos. Junto con un par de tessen que Alex tomó rápidamente para sí mismo sintiendo su peso y comenzando a moverlos de forma experimental para adaptarse.
-No son mis jutte, pero funcionarán por ahora -comentó Annie tomando las sais y evaluando las armas.
-Tía, ¿tienes un kusari-fundo escondido por ahí o tal vez solo una cadena larga?
-No, sin embargo los nunchaku de Mikey tienen integrado el kusarigama -proporcionó- Si es la hoja lo que te molesta, puedes esconderla y solo extender la cadena. No sería un kusari-fundo como tal, aún así debería servirte.
Eric asintió, estudiando el arma del tío Mikey para adaptarla a lo que necesitaba. Leonora sonrió al ver lo rápido que se acostumbraban a los instrumentos de pelea, vió a su hijo buscando entre las armas sin decidirse.
-¿Qué arma controlas principalmente Ethan?
-Ninjatos, por lo general.
-¿Podrías usar katanas? -al verlo asentir, ella sacó sus armas del estante superior del armario y se las extendió.
Ethan reconoció las armas, él solía verlas desde su infancia en el dojo de la mansión, ocupando el lugar en el que normalmente iría la foto en el altar de un difunto. Las sacó de su funda apreciando el metal reluciente e intacto. Hizo unas cuantas katas, identificando la diferencia de peso, agarre y longitud.
-Ten, Intrépido -Eric le extendió un modelo antiguo de cinturón del uniforme, por el peso ya debía estar cargado con armas pequeñas y bombas de humo. Se propuso revisar cada bolsillo para tomar un inventario mental de su equipo.
-¿Intrépido? -interrogó la voz de su madre con confusión.
- Oh, es un apodo. A veces el tío Rapha lo llama así o también "Sin Miedo" y solo... se quedó -explicó Alexander alzando los hombros y restándole importancia al asunto mientras ayudaba a Eric y Annie a guardar el resto de las armas de vuelta en el armario.
-¿Mamá, tú también? -cuestionó al verla con la naginata en las manos, sacándola de sus pensamientos.
-No puedo pelear muy bien cuerpo a cuerpo en este momento, Ethan, no sin correr el riesgo de hacerte daño. Así que tendré que ser solo apoyo si pasa algo -indicó jugando con un kunai en la mano- La naginata es por si necesito defenderme, al menos me dará tiempo a que lleguen.
Los cinco se congelaron al escuchar vidrios romperse, Eric supuso que debían ser las ventanas del piso de arriba.
Luego se desató el infierno.
Leonora lanzó un kunai directamente al pecho de la sombra que bajó las escaleras, quien le seguía fue más sabio y esquivó el siguiente, saltando con la katana levantada que fue detenida por las sais de Anabelle para después lanzarlo al otro lado de la habitación aprovechando el impulso. Alexander fue por uno de los tipos con garras, moviéndose como una serpiente, lo único que lamentaba es que los abanicos en sus manos no fueran tan dañinos como los que había dejado en el futuro, el filo no estaba mal pero faltaba profundidad en los cortes.
Bloqueó el golpe que venía desde arriba y cortó la muñeca del ninja, esquivando el corte de la garra que iba hacia su abdomen por poco, el ligero ardor y los rasguños en su camiseta lo exhortaron a tener más cuidado. Iba a saltar cuando una mano lo agarró por detrás del cuello y lo jaló al piso, el ninja alzó la kama en su mano muy dispuesto a partirle el cráneo hasta que una cadena se enredó impidiendo el movimiento.
-¡Al enano lo dejas en paz! -gritó el pelirrojo usando toda su fuerza para aventar al ninja contra otro que tenía tonfas como armas.
-¡Gracias, gruñón! -gritó el rubio con una sonrisa salvaje mientras le daba una patada giratoria al enemigo que quería aprovecharse de su contrincante en el suelo- ¡Mi nuevo paso de breakdance, amigo! -se regocijó notando el shuriken que pasó a velocidad por su lado para aterrizar en el cuello del hombre.
-¡Concéntrense, chicos! -regañó el mayor saltando lejos del alcance del nunchaku que venía en dirección a su nuca.
-Siento como si estuvieran multiplicando por cada ninja que derrotamos -comentó el rudo, agachándose a la señal de su tía permitiendo el paso de las estrellas arrojadizas.
-¡Cuidado! -la genio arrojó su sai al ninja corpulento que se acercaba a espaldas de Leonora, el arma se insertó en el brazo sin sacar más que un gruñido de dolor pero dando tiempo suficiente a la mujer para clavar la hoja de la naginata debajo de la mandíbula.
Leo apretó los dientes cuando sintió una punzada de dolor en su vientre.
-¡Mamá, ¿estás bien?!
-¡Sí, no te distraigas! -gritó de regreso sacando ambas armas del cuerpo del hombre moribundo que se ahogaba con su propia sangre- ¡Annie, va de regreso! -advirtió lanzando el objeto hacia la pierna del ninja de las katanas.
-¡Perra! -gruñó el hombre antes de recibir un golpe en la sien de la empuñadura de un arma.
-¿Con esa boca besas a tu madre? -cuestionó la chica recuperando la otra sai y sonriendo por el grito de dolor que obtuvo.
-¡Tenemos que salir a campo abierto! -intervino la embarazada golpeando al ninja de las tonfas que intentó agarrarla.
-¿A dónde fue el sujeto del masakari? -preguntó Ethan contabilizando rápidamente a los enemigos caídos y los que seguían de pie.
La explosión en el segundo piso se escuchó primero, la casa tembló y el techo empezó a caer.
Cualquier otro día, Raphael se hubiera reído al ver a Renet golpear algunas cabezas con los sartenes de la cocina.
Cualquier otro día, no hoy.
El pelirrojo bloqueó las hojas de los ninjato y aplicó presión hasta que se rompieron, luego dio una fuerte patada en el pecho a su contrincante para alejarlo y después saltar lejos de donde impactó el yari. Vio a su madre pelear espalda con espalda junto a su padre. A sus hermanos menores hacer un ataque conjunto dirigido a un tipo que parecía un mastodonte, al personal de la mansión defenderse como podía.
Mientras derribaba al tipo que trató de apuñalar a Leatherhead por la espalda, sintió un dolor muy fuerte en la cabeza. Era golpe tras golpe en su mente.
-Mierda... ¿qué demo-.
Jadeó cuando algo más fuerte se abrió paso en su psique y sintió su cabeza estallar por la sobrecarga emocional. Pudo sentir el miedo transformándose en terror, la preocupación en pánico, el aturdimiento junto a la desorientación, la desesperación e impotencia; todo envuelto en una capa fina de control frente a todas esas emociones intentando mantener una calma que no sentía. Le tomó segundos, aunque pareció una eternidad, darse cuenta que esas emociones no eran suyas sino las de su gemela.
Alexander despertó tosiendo en medio del humo, alguien le daba palmaditas suaves en la espalda por lo que no podía tratarse de uno de los ninjas con lo que estuvieron peleando.
-..lex, Alex -llamó una voz conocida- ¿Estás herido?
-Me duele el cuerpo pero nada grave -respondió entre toses- ¿Qué diablos pasó?
-Alguien trató de matarnos -soltó Eric junto a él.
El rubio parpadeó un par de veces hasta que el mundo dejó de girar y pudo ver a su alrededor. Había escombros por todos lados y fuego que no parecía que iba a extinguirse pronto, cadáveres debajo de pedazos del techo y una que otra extremidad visible que se movía. Alexander no pudo evitar sentir satisfacción ante el karma cobrado tan rápido.
Observó a su primo pelirrojo con algunos moretones y cortes superficiales, junto con una fina capa de polvo que lo cubría todo.
-Te ves horrible, amigo.
-Mira quien habla -sonrió el rudo con alivio antes de separarse y moverse hacia la derecha, dirigiéndose a una figura en el suelo que el menor trató de identificar.
-Oh, demonios, Ann...
-Hola a ti también, despertaste rápido -respondió ella cansada pero sin muchas heridas graves además de la pierna atrapada entre pedazos de concreto- ¡Ethan! ¡Alex ya despertó! -gritó para después toser.
-¡¿Estado?! -se escuchó desde el otro lado de la habitación.
-¡Estoy bien! ¡¿Y tú?! ¡¿Dónde está la tía?!
-¡Está conmigo pero estamos atrapados! ¡No podemos desbloquear la puerta de la cocina!
-Maldita sea -tosió la genio- Tenemos que salir de aquí, el humo se está concentrando y puedo sentir que el calor sube -cerró los ojos y luego los abrió con una ocurrencia tardía- ¡Ethan! ¡El tanque de gas!
-Ay no... -murmura el mayor de los tres al percatarse y levantándose- Enano, muévete y ayúdame a quitar esta cosa de la pierna de Annie para que podamos ir por ellos.
-No, ayúdenlos a ellos primero. Están demasiado cerca del tanque.
Ambos asintieron, cuando llegaron y trataron de empujar, el rubio se percató de que Eric solo estaba usando uno de sus brazos para apoyarse. Apretó los labios decidiendo que no serviría de nada decir lo obvio y siguió haciendo palanca hasta que la traba cedió y les permitió abrir un poco la puerta.
-¿Qué están esperando? ¡Salgan!
Ethan ayudó a su madre a salir primero, ella no se veía en el mejor estado a pesar de que el pelinegro tenía más rasguños y cortes. Estaba tan blanca como un papel y sudaba. Eric no estaba seguro si era solo por el calor.
-Dios, Annie... -exclamó el pelinegro cuando se reunieron con ella.
-Se ve peor de lo que es -aseguró desde su lugar en el piso- El problema ahora es que tenemos que escapar antes de que el tanque explote.
-Bien -afirmó el líder- Eric, tú quédate con mi mamá y Ann. Yo y Alex iremos a revisar la salida.
Ethan se encaminó con su primo a través de los escombros, ignorando la escalera completamente obstruida. Alex soltó un suspiro derrotado ante la vista que les esperaba.
-No vamos a salir de aquí, ¿o sí? -comentó en un tono pesimista impropio de él.
-Tenemos que tratar.
Lo hicieron, de verdad lo intentaron. El trozo de cemento que bloqueaba toda la puerta estaba sostenido por otros dos pedazos en la base demasiado pesados como para que pudieran moverlo incluso si los cinco trataran de hacerlo, los dos ni siquiera lograron empujarlo un milímetro.
Leonora no necesitó preguntar cuando volvieron con los rostros acongojados.
-Lo siento.
-Oh, déjalo, Sin Miedo. Esto no es culpa tuya, tú no pediste que quedaramos atrapados en una bomba de tiempo.
-Si yo no hubiera accedido a regresar no estaríamos aquí en primer lugar -reprochó antes de mirar a Leo- Lo lamento, mamá, solo lo empeoré todo.
-No, hijo -respondió ella con una sonrisa triste- Si yo hubiera hecho las cosas como debía, nada de esto habría pasado. Soy una madre terrible, si alguien tiene que pedir perdón soy yo por meterlos en esto.
Ethan la abrazó temblando, al final no sólo no logró salvarla sino que ella iba a morir junto al bebé en su vientre. Para agravar las cosas, sus primos y él iban a sufrir el mismo destino, sus padres en el futuro no se enterarían porque ni siquiera era su línea del tiempo y...
Ethan miró el reloj en su muñeca, apenas raspado.
-Los relojes -exclamó con esperanza, los ojos de sus primos brillaron con comprensión.
Annie sonrió y luego soltó una carcajada mientras veía el artefacto en su mano. Su padre no había estado convencido de agregar el botón verde en uno de los extremos, asegurando que era innecesario puesto que solo se debía volver a programar la fecha de salida. La castaña había insistido hasta el hartazgo para que coloque el botón que los llevase directamente al punto de partida.
Sus padres por una vez estarían contentos de que ella fuera tan terca.
-Revisen que no tengan daños -indicó.
Luego de una mediana inspección en cada muñeca, ella determinó cuáles lucían más dañados que resultaron ser los de Alexander y Eric.
-Bien, Eric, tú irás primero.
El pelirrojo dio gracias a que el reloj estaba en su brazo roto mientras presionaba el botón que le indicó la genio y desaparecía en una luz brillante.
-Ahora tú, Alex.
Al verlo desaparecer de igual forma, la chica suspiró aliviada de que ambos relojes funcionaran a pesar de los daños. Ahora, menos preocupada, se dirigió hacia Ethan. Encontró a su primo discutiendo con su tía en susurros, ella no entendió el problema hasta que vió las muñecas desnudas de Leonora.
Oh, no.
-Ethan -llamó fingiendo no darse cuenta del problema, ella necesitaba sacar a su primos de ahí, incluso si...- Te toca, Ethan.
-No, ve tú primero, Annie.
-Ethan, no puedes quedarte -cortó con voz firme, casi leyendo las intenciones de su líder.
-Ella tiene razón, hijo, tienes que irte -suplicó Leonora separándose.
Ethan negó con los ojos llenos de lágrimas. Anabelle decidió jugar sucio aunque el alma se le hiciera pedazos por ello.
-No puedes hacerle esto a tu papá, Ethan -suplicó con desesperación- No me obligues a decirle por qué su hijo no regresó a casa... Lo vas a destruir, Ethan...
-Debe haber otra manera -afirmó con las lágrimas empezando a fluir.
-No hay tiempo -replicó la castaña con el corazón roto por tener que ser quien rompa la pobre esperanza de su primo pero era la verdad, el calor y el humo habían aumentado demasiado. Era cuestión de minutos, si es que no segundos, para que el tanque en la cocina llegase al límite de su resistencia al sobrecalentamiento.
Leonora tomó el rostro de su hijo entre sus manos y juntó su frente con la de él. Ojos azules similares viéndose con profundo dolor.
-Ethan, sé que esto te debe estar destrozando, hijo mío -habló tomando las manos del pelinegro y apretando con suavidad- Pero nuestra familia te está esperando, no vas a estar solo si los tienes a ellos y yo siempre voy a estar a tu lado -juró- Tu padre y yo te amamos más que a nada en el mundo, nunca lo olvides.
-Mamá, por favor -rogó en medio del llanto.
-Ethan, tenemos que irnos -siguió la joven inventora tratando de controlar sus propias emociones.
-Ve tú primero, Annie. Yo iré detrás de tí, lo prometo -respondió su primo derrotado, abrazando a su madre- Necesito saber que el que estés atrapada no impedirá que el reloj te lleve de regreso.
-Ethan...
-Anabelle -pronunció en un tono que no daba margen para protestas- Ve tú primero, yo iré detrás de tí -repitió.
Ella tragó el nudo en su garganta, perdiendo la batalla contra las lágrimas porque ella conocía a su primo y sabía que no iba a convencerlo.
-Ethan Hamato -lloró- Más te vale que te vea en el futuro o juro que vendré a estrangularte -declaró con la voz rota, ella lo vió asentir con una sonrisa antes de apretar el botón e irse.
-Es tu turno, Ethan.
Su hijo no dijo nada y la apretó más fuerte, el humo hizo arder sus pulmones.
-No planeas irte, ¿verdad? -declaró casi con resignación, como si supiera el guión de memoria.
-No te dejaré sola -aseguró con convicción.
Leonora se separó y lo miró a los ojos con un profundo amor resaltado por la sonrisa triste en sus labios.
-Y yo no te dejaré morir aquí.
Fue tarde cuando Ethan se percató de la mano en su reloj, de los dedos que presionaron el botón verde. La desesperación lo inundó a medida que la luz empezó a salir del dispositivo y abrazó a su madre tan fuerte como se le permitió en esos escasos segundos.
Dimensión T-00010-N, universo C-01-R.
Renet había ido a la ciudad en busca de un mejor futuro después de la muerte de sus padres. Había pasado por varios trabajos y circunstancias difíciles mucho antes de llegar a la mansión Hamato por una plaza de trabajo. Le parecía un lugar muy hermoso para trabajar, era grande y lleno de luz, los jardines enormes y bellamente cuidados. Ella no pudo evitar sonreír cuando escuchó la risa de niños a lo lejos.
Escuchó un carraspeo educado detrás de sí y el hombre encargado de entrevistar a los postulantes la veía con una ceja arqueada, divertido por lo distraída que había estado. La rubia había reído nerviosamente antes de sentarse y contestar las preguntas. Fue a la mitad de explicar sus habilidades culinarias que la vió, su antigua y querida amiga salía de una de las puertas de aquella enorme casa. Renet, naturalmente, se emocionó.
-¡Shen! -llamó, agitando la mano con una sonrisa. La pelinegra la miró con extrañeza ante el apodo para luego hacer una mueca de indiferencia y seguir su camino.
Renet no estaba más que confundida y cuestionándose si se había equivocado de persona. Leatherhead, después de que le dieran el contrato por meses de prueba, la regañó por dirigirse a la señora de la mansión con tanta familiaridad. La rubia se decepcionó mucho de que la pelinegra no se diera cuenta de su presencia hasta que pasaron unos años, cuando su hija se fue y Renet tomó un rol más activo en el cuidado de los herederos por un tiempo.
Mentirá si dice que no se le rompió el corazón ver a una extraña con la cara de quien una vez fue una querida hermana en todo menos en sangre.
La primera vez que vió a los niños, Renet estuvo muy contenta por Tang Shen puesto que la pelinegra siempre había soñado con una familia numerosa, con un hogar cálido y lleno de amor. Le tomó una semana darse cuenta de que las cosas eran mucho más complejas en esa casa de lo que parecían, no solo por lo del clan ninja secreto sino por la dinámica familiar.
Todos sabían que Tang Shen y Hamato Yoshi amaban a sus hijos, la rubia solo se preguntaba el motivo por el que elegían no estar con ellos cuando los necesitaban. Se reprendió a sí misma por esas ideas ya que ellos tenían mucho peso sobre los hombros al tener que trabajar en una empresa gigante y liderar a un grupo enorme de ninjas. Renet era simplemente parte del personal, no debía meterse en asuntos que no le conciernen, al igual que hicieron el resto de sus compañeros de servicio.
Aún con esa conclusión, ella no pudo apartarse por completo al ver a los niños tan solitarios. La rubia vigiló a Raphael y al joven Jones cuando tenían sus juegos rudos en el patio de atrás mientras lavaba los platos y escuchaba la voz de Leonora cuidando a sus hermanos más pequeños. Preparaba dulces cuando los veía desanimados y ayudaba a llevar a los niños a sus camas cuando se quedaban dormidos en la sala. Eran pocos los actos que ella hacía, pero cada que veía la sonrisa cansada y aún así, agradecida de la hija mayor, para Renet valió la pena.
Fue unas pocas semanas después de que enviaran a la chica a Sudamérica que Renet vivió algo que le cambió la vida.
Al igual que todos los momentos significativos, empezó de a poco. Algunas veces la comida que creía que debería haberse quemado salía en su punto. Otras creía llegar muy tarde a una cita para que la persona le diga que no se preocupara porque apenas habían pasado cinco minutos de la hora acordaba... Renet llegó a plantearse que quizás estaba en medio de un lento descenso a la locura.
Se convenció de ello al ver a un ser brillante aparecer justo frente a ella mientras lavaba la ropa.
La criatura brillante se presentó a sí mismo con el nombre de "Señor Simultáneo" y, como si pudiera leerle el pensamiento (que bien podría ser el caso), le aseguró que no había perdido la cabeza. Ella decidió confiar en él a medias al percatarse de que todo en su entorno estaba congelado, los trabajadores y animales a su alrededor permanecían estáticos en sus lugares y sin dar atisbos de respiración o algún pequeño movimiento.
El ser le contó una historia descabellada en la que ella era su aprendiz y tenía poderes, algo como los X-men que tanto le gustaban a Miguel Ángel y Raphael. El Señor Simultáneo le ofreció un mundo de posibilidades en las que podía viajar a diferentes épocas y dimensiones, a aprender a dominar y mejorar su poder nato. Renet lo pensó unos segundos y le preguntó si podría aceptar su ofrecimiento en una fecha posterior. Él, curioso mas no enojado, pidió saber la razón.
-Tengo a mis niños para cuidar.
La criatura le dió una pequeña sonrisa, como si ya supiera la respuesta (posiblemente ese era el caso), y accedió prometiendo volver mientras tanto le dejaría una guía con la podría aprender a controlar sus poderes. La rubia trabajó con esmero aquel año en las mañanas cuidando a los adolescentes inquietos y en las noches practicó y se instruyó a sí misma.
Su poder era algo delicado debido a que el abuso del mismo podría llegar a afectar la naturaleza del tiempo de su universo, podría fracturarlo o, en el peor de los casos, destruirlo.
Renet nunca fue buena para seguir las reglas y cuando las rompía, siempre era a lo grande.
Ella trató de usar al mínimo su poder, dándose a sí misma un máximo de treinta minutos para volver atrás en casos de emergencia. El libro mencionaba que el límite para volver era de una hora, excederse tan solo un minuto tendría grandes consecuencias.
Renet no planeaba poner a prueba esa advertencia, jamás se le pasó por la cabeza hasta que vió a Tang Shen con la mirada vacía y los ojos hinchados de tanto llorar atravesar la puerta siendo sostenida por su marido igual de afligido una madrugada. La pareja no le dijo nada al personal y se retiraron a su habitación. Renet tuvo un mal presentimiento acosando a su corazón cuando notó que sus niños no habían vuelto del patrullaje.
Ella sabía lo complicado que estaba siendo para los cuatro jóvenes volver a restablecer su relación de hermandad al regresar Leonora. Todos eran conscientes de que no era buena idea enviarlos al campo de batalla si estaban tan descoordinados, aún así nadie se atrevió a contradecir a los señores de la mansión.
La rubia desearía haber sido más valiente cuando vió a tres de sus niños regresar en peor estado que sus padres. Leatherhead los siguió detrás con el rostro sombrío, ella no quiso preguntar, el mayordomo y amigo suyo le dijo de todas formas.
Leonora estaba muerta, asesinada por obra de Destructor al arrojarla de un edificio.
La realidad no se asentó ni para ella ni para muchos otros empleados de la mansión. Tenía que ser una broma de mal gusto, una estratagema para engañar al Clan del Pie o algo así porque sus niños siempre hacían lo imposible y regresaban a casa golpeados pero con hambre. Ella los regañaría por siempre pedir pizza en lugar de comida sana.
Renet se convenció cuando vió el cuerpo en el ataúd con una expresión tan tranquila y relajada que le dijo que Leonora ya no estaba. Ella se alejó, dando una mirada breve a todos los presentes en el funeral. Se sorprendió al ver a varias personas desconocidas que parecían afligidas por la pérdida. Una joven rubia y un pelinegro de ojos color rosa se acercaron a dejar un ramo de flores.
-Eres una mentirosa, Gasparín. Se suponía que cuando nos reunieramos de nuevo me mostrarías la ciudad y me llevarías a tus tontas convenciones secretas -dijo la chica con la voz quebrada- Más te vale volver, tonta -susurró mientras pasaba suavemente sus dedos por el vidrio.
La mujer suspiró ante el dolor de los jóvenes comenzando a alejarse cuando alguien pasó junto a ella generando escalofríos, ella no pudo evitar hacer una mueca de desagrado al ver a Oroku Saki sonreír hacia la ventana del ataúd mientras dejaba una rosa negra.
La situación fue en declive a partir de allí, la familia solo se fue separando cada vez más, para Renet fue insoportable de ver. Entonces cuando su libro volvió a aparecer frente a ella, tomó una decisión.
Ocultándose en un abrigo largo y una capucha, regresó al lugar donde se había dado todo. Se sentó y respiró profundo tratando de concentrarse, esto no era igual a retroceder cinco o diez minutos, ella iba a retroceder semanas. Ese acto consumiría mucho de su energía y debía ejecutarse con extremo cuidado.
Renet comenzó a manipular la línea temporal, jalando hacia atrás, viendo a gente pasar a gran velocidad. Su cuerpo se sacudió cuando en el último jalón sus ojos se toparon con los ojos abiertos del cadáver de Leonora. Se recompuso rápidamente, jalando en pequeñas porciones como si fuera una cinta de video en retroceso, vió varias de las heridas graves retroceder a lesiones más manejables, la sangre regresó y cuando Renet logró conseguir un estado de salud grave, mucho mejor que muerto. Utilizó su poder para mantenerlo así antes de esconderse y reanudar el tiempo. Suspiró de alivio cuando observó a los tres más jóvenes acercarse contentos de ver a su hermana respirando, pidiendo ayuda a través de las comunicaciones.
-No sabes lo que has hecho -escuchó a sus espaldas.
Renet aceptó con gusto su castigo, ella se quedó atrapada en ese momento repitiendo el mismo bucle una y otra vez mientras a su versión actual, ignorante de lo que pudo haber sucedido y no fué, se le quitaban tanto sus poderes como la memoria de los mismos.
Pensó que todo estaría bien hasta que vió a una mujer de armadura azul con un cetro acercarse, un rostro igual al suyo acompañado de la versión menos herida de Leonora pero con el rostro agrietado, como una muñeca de porcelana mal cuidada.
-Renet -llamó la chica pelinegra con incredulidad, siendo consciente que esa sí era su Renet.
-Ya me lo suponía -suspiró la Guardiana del Tiempo con resignación. Ella y su joven compañera habían logrado adentrarse en la anomalía del bucle solo para confirmar que la causante era su propia versión de ese mundo.
La Guardiana del Tiempo no les dió tiempo a reaccionar a ninguna de las dos y usó el cetro para generar ataduras de energía en las extremidades de su otra versión.
-¡¿Qué haces?! -exclamó Leo alarmada.
-Impidiendo que intervenga mientras arreglo todo esto.
-¡No lo hagas! -su otra versión se removió con furia tratando de zafarse- ¡Si lo haces, ella morirá!
-¿Crees que no lo sé? -cuestionó la guardiana con tristeza- ¿Crees que ella no lo sabe? -señaló a la pelinegra- Tuvimos que repetir ese bucle más de una vez para poder encontrarte. ¿Tienes idea de lo que causaste? ¿Tienes aunque sea una maldita pista de cómo se está cayendo este universo a pedazos por tus acciones?
La rubia en las ataduras retrocedió como si la hubieran golpeado, las miró a ambas confundidas.
-Por supuesto que no tienes ni idea -negó Renet decepcionada- ¿Sabes cuantas líneas del tiempo debo destruir para arreglar este bucle? ¿Cuántas versiones de las personas que amas en este mundo van a tener que ver cómo sus vidas se acaban sin razón?
-Se bifurcó -dedujo la mujer del abrigo con horror ante la idea. Ese era el peor resultado que pudo haber sucedido.
-Exactamente, no solo una, sino varias veces hasta parecer un maldito árbol. Las líneas del tiempo son inestables y se están cayendo por sí mismas ¿Cuánto más crees que va a durar este universo si lo dejo estar?
Leonora no entendía mucho de lo que estaban diciendo, sin embargo supuso que tenía que ver con las líneas de luz que ella había visto formarse desde el lugar en el que estuvo atrapada. La joven líder había visto las líneas crecer y separarse varias veces, enredarse unas con otras hasta aumentar de tamaño. Había visto los primeros extremos romperse y caer como si fueran nada más que polvo.
¿Eso era lo que les iba a pasar? ¿Ese era el precio por mantenerla con vida?
-¿Cómo corregimos esto?
-Leonora, no -rogó la rubia atada- No sabes como esto destrozó a tu familia. No sabes lo que estás pidiendo.
-Tú eres el instante congelado en el tiempo antes de tu muerte -explicó la guardiana ignorando con esfuerzo las súplicas- Es por eso que cuando te saqué de esa prisión tus heridas empezaron a sangrar. Si quito tus brazaletes, debería poder reanudarse todo como debería ser y...
-Entiendo -interrumpió ahorrándole a ambas el final. La pelinegra levantó sus brazos para dejar expuestos los objetos, con profundo pesar la guardiana alzó el cetro.
-Por favor, son mis niños -suplicó la mujer de ese universo- No sabes lo que es perderlos...
-Te equivocas -respondió con tristeza Renet mirando a su otra versión a los ojos, recordando todas aquellas dimensiones en las que tuvo que ver a uno o más de sus amigos fallecer sintiéndose impotente pese a todo el poder que tenía- Lo sé, mejor que nadie -regresó su mirada a la chica- Lo siento mucho, Leo.
La pelinegra solo alzó los hombros tratando de sonreír para calmarlas. No funcionó.
Con un movimiento del cetro y un grito desgarrador de parte de una de las rubias, los brazaletes desaparecieron y el tiempo se restauró. Renet supuso que con eso debía bastar para que la línea se corrigiera a sí misma y destrozara a las demás que jamás debieron existir.
En el futuro...
Stephanie parpadea cuando el brillo desaparece, tratando de enfocar la vista. Escucha un jadeo de sorpresa cerca pero no puede prestar atención a la fuente porque sus ojos se mantienen fijos en la cabellera rubia que antes no había estado ahí. Entonces ella se encuentra corriendo y agachándose junto al joven aturdido sentado en el piso. Pisadas rápidas pasan junto a ella.
-¡Alex! -llama, el menor sacude la cabeza tratando de concentrarse, tiene un corte en la cabeza que ha dejado de sangrar.
-Despacio, hijo -indica Miguel Ángel comprobando las heridas que tiene, pese a todo el polvo que las cubre.
Ella mira a su alrededor buscando a April para obtener una evaluación médica profesional, la pelirroja y Donatello se encuentran a unos metros de ellos abrazando a su hija quien llora mientras la regañan.
-Padre, estoy bien -escucha de la voz de Eric a su derecha.
-Tienes un brazo roto, cortes y golpes en todo el cuerpo, discúlpanos si no te creemos -responde Minna manejando con suavidad la extremidad lesionada del joven pelirrojo en lo que su marido asiente con preocupación.
-Mamá, ya puedes soltarme -escucha la voz amortiguada pero risueña de Alexander.
-No creo que te perdamos de vista en un tiempo, Alex -se ríe Miguel quien los rodea a ambos con sus brazos.
Hamato Yoshi pasea sus ojos por la habitación para encontrar a su cuarto nieto, ve a Miyamoto correr hacia la figura encorvada que les da la espalda en el centro de la máquina que lo empezó todo. Usagi pone su mano en el hombro de su hijo y cuestiona por sus heridas hasta que su cuerpo se pone rígido de pronto, el color se desvanece del rostro del hombre y el anciano teme por la salud de Ethan.
El pelinegro más joven se levanta y es ahí cuando Yoshi se da cuenta de que hay una persona adicional en sus brazos. La figura se separa y el anciano no sabe si está en un sueño o en una pesadilla.
La mano de Tang Shen aprieta la suya con fuerza, es lo único que necesita para saber que ella está viendo la misma ilusión.
El silencio expectante reina en la habitación aunque la pareja mayor no supo decir en qué momento se instaló. Sus nietos se ven sorprendidos pero aliviados ante la escena. Sus hijos y nueras, por otra parte, permanecen congelados en sus lugares como si el más mínimo movimiento pudiera romper el momento.
Ve la aflicción y preocupación en los ojos azules al contemplar a Usagi, ella toca la mejilla del padre de Ethan con suavidad y el hombre parece absolutamente devastado. La mirada de Leonora se dirige al resto de la habitación y su expresión decae más hasta llegar a una expresión de dolor demasiado cruda para describirla.
Luego esos ojos, que tanto había extrañado, se cierran y el cuerpo de su hija empieza a caer.
Continuará...
Hola queridos lectores, espero les haya gustado el capítulo. Como ya se habrán dado cuenta, Leonora miente demasiado y eso es lo que causó la mayor parte de problemas. Algunos dirán "Por qué no solo dice la verdad y ya?", por experiencia les digo que eso no es tan sencillo, tristemente muchos entenderán cuando digo que muchos de los que hemos crecido en hogares muy controlados somos demasiado buenos mintiendo al punto en que las mentiras fluyen como agua y la verdad se vuelve mucho más difícil de decir por miedo. Para mí al menos, mentir se volvió un mecanismo de defensa y una herramienta que me permitió vivir realmente aunque haya sido a escondidas. Yo procuro mantener los aspectos de mi vida separados unos de otros porque temo que en el momento en que se junten, yo vaya a perder esa pequeña parte que me hace feliz. Mis historias por lo general tienen un reflejo de mí, así que pueden confiar en que la situación de Leonora es perfectamente factible.
Otra cosa es el hecho de la percepción de las personas sobre otras, algo que me propuse recalcar al retomar la historia. Como se darán cuenta en las perspectivas hay opiniones de los personajes sobre otros que realmente no cuadran. El ejemplo principal, Leo, a quien sus hermanos en el futuro recuerdan como una mujer maravilla, prácticamente. Intachable, cuando en realidad todos pueden ver que no es así, en especial, ella misma. Lo mismo pasa con ella, que está segura de sus opiniones sobre otros cuando acierta a medias. Me gustó el hecho de darle más dimensión a los personajes y no dejar que haya blanco y negro, a mí me gustan los matices de gris. Nadie es absolutamente bueno ni absolutamente malo. Aunque hay menciones honoríficas para los mejores malditos amigos que puede haber como Casey, April, Minna y Steph (pronto sabrán más de lo que hizo ella en todo el lío, básicamente fue la roca de Mikey XD).
En otras noticias, me gradué y soy una desempleada más XD. Ahora estoy estudiando para volver a la universidad, esta vez en una carrera que me gusta y resolver un trauma, los exámenes de ingreso están a la vuelta de la esquina, así que mándenme suerte.
Espero sus opiniones en comentarios, los escritores de fanfics vivimos de eso como si fuera el agua que nos mantiene vivos.
Con amor,
Miko Eiko
