Aclaración: No se asusten, ya tengo el siguiente cap bien iniciado

Porque se vienen cosas... cuestionables (?


—¡Detective Dupain-Cheng! —El jefe Raincomprix la llamó por sorpresa, provocando que casi vaciara su café sobre el periódico del día.

—¿Sí, señor?

—A mi oficina, hay alguien que quiere verte.

La detective lamentó nuevamente no poder disfrutar su café matutino, sin embargo, agradecía la interrupción. El periódico local había sido un tanto duro con el cuerpo de policías en su nota roja en esta ocasión.

Si bien los asesinatos se detuvieron, la prensa sugería que el asesino logró escaparse impune gracias a la incompetencia de la policía.

Bridgette tomó un sorbo de su taza antes de dirigirse a la oficina del jefe de la estación, ciñendo firmemente la espada a su cintura, y cosa rara sintió al hacerlo, como un cosquilleo que le recorrió hasta la muñeca.

Llamó a la puerta de la oficina del jefe Raincomprix y entró apenas le dieron permiso. Lo que vio después llamó poderosamente su atención al mismo tiempo que una gran alegría la inundaba.

—¡Kagami!

Aunque no la vio de frente directamente, aquel corte y peinado con forma de hongo tan característico en su prima lejana, le bastó para reconocerla. Eso y el cosquilleo que la había alertado en un principio.

La joven aludida giró apenas el rostro para verle por el rabillo del ojo, y no solo a ella. Después sonrió ladina y se puso de pie, llegando a presumir un traje sastre color negro sobre una blusa blanca, así como un maletín negro que tuvo que sostener con una sola mano para saludar con la contraria.

Fue entonces que recordó que Kagami era una persona muy profesional y que, aunque fue visible para ella que también le dio gusto verse, debía mantener los protocolos. Al menos hasta su hora del almuerzo.

Después ambas tomaron asiento delante del escritorio del jefe.

—Ya que ambas se conocen, evitaré los formalismos. La señorita Tsurugi está aquí de parte del Ministerio del Interior para apoyar con la investigación de los asesinatos.

—¿El Ministerio? —Bridgette se mostró confundida, aunque no debía estarlo. De hecho, le debió resultar lógico.

El tiempo avanzaba y la falta de resultados era demasiado notoria incluso para la prensa más amarillista del distrito.

—Le aseguro que no entorpeceré su trabajo, detective —intervino Kagami con un tono de voz que intentó sonar amable —. Leímos el reporte que redactó para el alcalde Bourgeois y ciertamente algunos puntos llamaron nuestra atención.

Ambos oficiales se quedaron callados, para permitirle continuar.

—El primero y principal es la implicación de Miraculous en estos crímenes. Una hipótesis bastante arriesgada, pero gracias a la evidencia que recabaron es una línea de investigación que no se puede ignorar.

Kagami miró entonces a los ojos de Bridgette, de una forma un tanto más seria.

—Y que debieron notificar al Ministerio de inmediato —recalcó, tajante.

—Una disculpa, señorita Tsurugi. Queríamos recabar la mayor cantidad de evidencia posible antes de hacérselo saber al Ministerio.

La mano alzada de Kagami hizo callar de inmediato al jefe Raincomprix. De nuevo, su mirada se suavizó.

—Tengo entendido que iniciaron incluso una investigación dentro de la fuerza policial. Es una jugada prudente y, de hecho, el Ministerio la apoya —en ese momento, Kagami sacó de su maletín una carpeta —, así que a partir de este momento yo tomaré el mando de dicha operación.

El jefe Raincomprix tomó la carpeta e inspeccionó su contenido. Al final, por el suspiro resignado que dio, Bridgette supuso que era algo de carácter oficial.

—También prepararé más tarde una copia con lo que tenemos registrado en el Ministerio, acerca del caso Miraculous, y se la haré llegar a usted exclusivamente, jefe Raincomprix.

—¿Eh? ¡Ah! ¡Sí! Muchas gracias por su colaboración, señorita Tsurugi.

—Será un placer poner a esos revoltosos tras las rejas.

-.-.-.-.-

—Honestamente, no pensé que volveríamos a vernos las caras en estas circunstancias.

—Da igual. Tenía planeado visitarte en fiestas de fin de año.

Durante la hora de la comida, Bridgette y Kagami se reunieron en la misma cafetería que la detective frecuentaba. Naturalmente, Alya las alcanzaría más tarde.

Mientras tanto, Bridgette degustaba un par de croissant acompañados por un latte, mientras Kagami directamente devoraba un panini de queso. La imagen de una oficial del Ministerio haciendo tan poca ceremonia para degustar sus alimentos podría chocar a más de uno, pero no a Bridgette, que conocía a la azabache desde la adolescencia.

—¿No comiste nada?

—Seis horas en tren sin apenas viáticos te ayudan a agradecer cualquier platillo. Literalmente, cualquier platillo.

Bridgette decidió no comentar nada al respecto. Kagami, antes de dar cualquier otro bocado, primero limpió sus labios con una servilleta y después apuntó con la mirada hacia cintura de la contraria.

—¿Has tenido problemas con ella? —Bridgette compuso un rostro serio.

—No. Ya no —respondió, casi como un susurro, llevando la mano hacia la empuñadura para acariciarla con suavidad.

Kagami asintió.

—Debo recordarte que puedo hacerme cargo de ella.

—¡No! No. Está bien. Gracias. Yo puedo.

Kagami no se mostró muy convencida de su respuesta, pero tampoco podía negar que Bridgette transmitía seguridad con su mirada. La veía decidida, pero al mismo tiempo temerosa. Iba a decir algo más, sin embargo, vio por el rabillo del ojo como alguien se acercaba.

—Hablaremos después al respecto.

—¡Oh, vaya! ¿Pero a quién tenemos aquí, chica?

—También es un gusto volver a verte, Alya.

—Y parece que ambas no aguantaron el hambre. No importa, comí con Nino antes de venir, de todas formas.

Alya saludó con energía al par antes de sentarse en el asiento libre de la mesa. Y únicamente con verse mutuamente con la camarera, supo que su pedido habitual estaba en marcha.

—Entonces, ¿trabajo o algo casual?

—Eso depende, ¿encontraste algo?

—Para nuestra desgracia, no. Pero Nino me está ayudando al respecto. La pista que tenemos es que hay una chica rubia que todos los días se para delante de las puertas del Hotel Lucifenia y no hace nada más. Se queda un par de minutos sin decirle nada a nadie y después desaparece sin dejar rastro.

—¿Cómo un fantasma?

—Más bien suena como un alma en pena —puntualizó Kagami.

—De cualquier modo, es todo lo que tengo. No tiene un horario fijo para tales visitas, pero estoy casi segura que se trata de tu "cartera" —sonrió la morena.

—Gracias, Alya. Entonces podemos tomarnos un tiempo para ponernos al día.

La tisana de Alya fue servida a la par que las galletas para compartir. Inmediatamente, Kagami extendió su mano para robar una con pocas chispas de chocolate, para diversión de las otras dos.

-.-.-.-.-

Esa misma noche, ambas azabaches compartían el camino largo de regreso a casa.

—Entonces, dime.

El viento de la estación soplaba helado y con gran fuerza, obligando al par a cubrirse con algo grueso para evitar congestionarse después. Bridgette no abandonaba su bufanda con puntos rojos para complementar su conjunto rojo, mientras Kagami resguardaba calor en un abrigo blanco con guantes negros.

—Ese chico del que me has escrito, ¿es lindo en verdad?

Había hecho la pregunta a propósito, únicamente porque ansiaba ver a Bridgette nerviosa. Y lo consiguió. La detective estaba sintiendo de pronto que el abrigo la abrazaba como una olla de presión, para diversión de su amiga.

—Entonces sí.

—¡Kagami! —reclamó la detective, encubriendo el sonrojo provocado bajo su bufanda.

—¿Qué? No me malentiendas. En verdad estoy feliz que me dijeras que encontraste un poco de amor en tu vida —Kagami sonrió.

—¿Tan extraño es?

—Sin que me lo tomes a mal, incluso tus padres pensaban que te ibas a quedar soltera para toda la vida. Aunque no te quedarías sola en eso. Habríamos podido rentar un departamento para nosotras y disfrutar nuestra libertad.

—Eso lo dices únicamente porque tienes un encanto difícil de domar, pero si me tocó a mi, eventualmente te atrapará a ti —contraatacó Bridgette, sonrojando a Kagami.

—¡Levia te escuche…!

Aún había algo de sol iluminando las transitadas calles de la zona hotelera del distrito. Pocos eran los civiles que se trasladaban a pie, en medio de su prisa por volver a casa y resguardarse del frío, la mayoría optaba por abarrotar las últimas rutas de los tranvías hacia sus hogares. También, algunos coches y carruajes cumplían esa función, aunque por un coste un tanto más caro.

Era más la urgencia de regresar a casa que la conciencia sobre los bolsillos de cada quien.

En algún punto de su silencio compartido, Bridgette sostuvo la empuñadura de su espada con fuerza y Kagami lo notó.

—¿De qué tienes miedo?

La pregunta desconcertó a la detective.

Ambas se detuvieron en una esquina, libre de transeúntes. Kagami la encaró y se la quedó mirando fijamente. Bridgette no supo qué contestar, sin embargo, la oficial del Ministerio podía adivinarlo.

—Es la espada, ¿no?

Bridgette se encogió de hombros y agachó la mirada. Kagami, por su lado, respiró hondo y exhaló lentamente el aire de su cuerpo.

—Tiene un poder misterioso. Mi familia no había podido descifrar cómo hace lo que hace y en más de cien años no había obedecido a ninguno de sus portadores, hasta que llegaste tú. Y todo lo que nos has descrito que puede hacer es sin duda fascinante, pero veo la sombra de la duda en tus ojos.

Claramente, su intención no era acusarla de nada, pero Kagami tenía una forma demasiado particular de mostrarse preocupada hacia sus seres queridos. Pues todo lo que buscaba hacer con ello era animarle a hablar.

—¿Y si lo que siente Félix hacia mi no es real? —Confesó al fin la azabache, apretando con un atisbo de rabia el mango de la espada —¿Y si solo está bajo la influencia de la espada?

Hubo un breve silencio, donde Bridgette exigió escuchar una respuesta, mirándole suplicante. Finalmente, Kagami respondió.

—Es posible —Bridgette dejó salir un jadeo —, pero eso depende de ti juzgarlo. ¿En verdad serías tan capaz de embrujar al chico que te gusta?

La mirada que le dirigió, heló la sangre de la detective. Al mismo tiempo, le hizo sentir una indignación que pocas veces se permitía expresar.

—¿Por qué crees que haría eso? —Repeló. Sin embargo, recibió una sonrisa satisfecha.

—Entonces ahí está tu respuesta. Tú tienes el control, Bri, de una espada que fue forjada antes que la historia de mi familia comenzara a escribirse. No lo olvides.

Después de una pausa, donde la oficial del ministerio se miró las manos, con preocupación, como si hubiera olvidado algo. Luego, se acercó a la detective con los brazos extendidos hacia ella, y Bridgette la miró casi como con miedo, queriendo entender qué pretendía hacer hasta que la abrazó. Entonces ambas echaron a reír.

—Tenemos que practicar tus abrazos.

—¡Ay, cállate!

El abrazo se disolvió y con ello, la confianza de Bridgette volvió a ella. Al menos un poco.

La noche empezaba a apoderarse con prisa de las calles del distrito y, con ello, los primeros faroleros fueron apareciendo para encender las velas en donde aún no se había instalado corriente eléctrica.

—Pero en serio, espero me lo presentes.

—Quizá el fin de semana, ¿te parece?

Una sombra se paseó detrás de las jóvenes. Solo Kagami pudo percibirla y se puso en guardia rápidamente, pero la sombra fue más rápida, situándose detrás de Bridgette para horror de la amiga que presintió no alcanzar su arma reglamentaria a tiempo.

—¿Qué ocurrirá el fin de semana?

El farolero detrás de ellas consiguió finalmente encender su vela, iluminando un poco más la avenida y dejando ver a un rubio de mirada simpática, abrazando suavemente por detrás a Bridgette.

—¡Felix, no me asustes así!

Kagami notó que la espada había desaparecido…

Discretamente, sacó su mano debajo del abrigo y la extendió hacia el joven. Por las descripciones que había recibido de Bridgette, fue fácil identificar a su interés amoroso. Cabellos dorados como el sol, ojos profundos como el mar, faltó poner mejillas rosadas como el melocotón y automáticamente habría declarado a su amiga la detective más cursi de la fuerza.

Sin embargo, no podía descartar que era apuesto, pero tampoco era lo único que resaltaba en él.

Había algo llamativo en su rostro. Dejaba grabada en ella una cierta incomodidad poco natural, pero familiar.

Regresó a tierra cuando sintió su mano estrecharse con suavidad. El gesto fue cortés, pero firme. Bridgette los había presentado, y apenada parpadeó varias veces al no haberse dado cuenta.

—No te molestes, Félix, a veces es un tanto distraída.

—Me llamaré Bridgette —respondió irónica Kagami, sonriendo de lado. Aunque sus mejillas se habían encendido un poco, bajo una pena poco usual en ella—. Pero es un gusto, Félix. A Bri le gusta enviarme cartas hablando de ti.

—Imagino qué clase de cosas —dijo Félix, tomando la mano de la detective, sin borrar la sonrisa de su rostro—, ¿estaban hablando de algo en especial?

—Una merienda, más bien. El fin de semana —contestó Bridgette con ilusión en los ojos—, podría preparar unos macarons.

—¿De coco?

Bridgette no disimuló en lo más mínimo su disgusto. Evidentemente no haría ninguno.

La dinámica entre ambos parecía genuina. Sus risas, sus bromas, y sobretodo, la forma en la que se miraban. Diría que hacían una linda pareja.

—Y chocolate —completó Bridgette—. Claro, si tienes libre entonces.

—Seguramente. Será un gusto conocer mejor a una de las amigas de Bri. Alya me cae bien, pero es bastante intensa.

El rubio se ganó un codazo.

—Te entiendo. Cero respeto por el espacio personal.

Kagami también.

Brigette no podía creer que ya estaban congeniando tan bien con apenas unos segundos de conocerse. Cosa que la hizo suspirar de alivio y alegría mezclados, soltando un vapor visible en el frío aire de la estación.

—Los dejaré entonces, tórtolos. Mi departamento queda cerca de este punto. Te veré mañana en la oficina, espero que no muy tarde, Bri —fue la última burla que le dedicó antes de desaparecer detrás de una esquina lejana.

La pareja se sonrojó al ser llamados de esa forma, pero ninguno hizo amago alguno de estar siquiera incómodos con el adjetivo. Quizá sí lo eran.

La azabache se abrazó al brazo del rubio y caminaron de regreso al piso de la detective.

—¿Tuviste un buen día?

Los miedos de Bridgette se disipaban cuando estaba con él. No sentía el peso de la espada en su cintura, cosa que la tranquilizó aun más.

—Sí, estuvo bien.

Detalles daría llegando a su hogar.

-.-.-.-.-

Lo primero que hizo Kagami apenas llegar a su apartamento, aún en completa oscuridad, fue tomar el teléfono especial que el ministerio le había proporcionado para hacer una llamada.

En su camino al apartamento, no dejó de sentirse incómoda cada vez que recordaba el rostro de Félix. Por eso hizo un ejercicio mental abrumador, recordando entre los archivos de su memoria algo que tuviera que ver con él.

Lo había visto en algún lado, antes de hacerlo cara a cara. O quizá no era él precisamente. Sino alguien que se le parecía y mucho…

Finalmente, dio con el recuerdo correcto antes de que la operadora del ministerio atendiera su llamada.

—Quiero toda la información disponible acerca de la familia Agreste.


Notas finales: No hay forma de que Kagami de con la verdad antes... ¿no?