Cat Noir no podía evitar mirar a Lila de reojo. Llevaba el cabello corto, como Cérise, pero tenía los ojos verdes de la Lila que él conocía. Y no era ni la una ni la otra, en realidad, sino Violeta… una chica moldava a la que sus padres habían adoptado y tratado como a una hija durante unos meses…, para después desterrarla para siempre de sus vidas.

—Asegúrate de que está bien atada —aconsejó Argos—. Es posible que aún tenga algún as en la manga.

Lila forcejeaba, furiosa, tratando de liberarse, pero pareció volver a la realidad con las palabras de Argos. Se detuvo y miró a los superhéroes, incrédula, comprendiendo por fin que había perdido.

—No puede ser… —murmuró—. Tenía dos llaves… Él me dijo…

Cat Noir, ajeno a sus tribulaciones, se inclinó para ponerle una mano sobre el hombro. Ella dio un respingo y lo miró con desconfianza.

—Sabemos quién eres, Violeta —le dijo con simpatía—. Sabemos lo que te hizo Gabriel Agreste. —Argos ladeó la cabeza y los observó con curiosidad, intrigado ante aquella historia que aún desconocía—. Pero los ciudadanos de París no tienen la culpa.

—Y Adrián y Marinette tampoco —intervino Ladybug, ceñuda.

Lila apretó los dientes.

—No tenéis ni la menor idea de quién es Adrián en realidad —murmuró—. O, mejor dicho…, qué es. —Cat Noir desvió la mirada, pero no dijo nada—. Si lo supierais…

—Lo sabemos —interrumpió Ladybug—. Y ¿sabes qué? Nos da igual. No tienes derecho a…

—Espera —interrumpió Argos—. Si tú sabías la verdad sobre Adrián, ¿por qué no la has contado a todo el mundo en tu vídeo, igual que has revelado todo lo demás? —le preguntó a Lila.

Ella no se molestó en responder. Pero Cat Noir lo comprendió.

—Te sientes humillada, ¿verdad? —adivinó—. Porque los Agreste lo prefirieron a él en lugar de a ti. Te avergüenzas de ello y por eso no has querido contarlo. Porque no quieres que lo sepa nadie más.

Lila sacudió la cabeza.

—Eso ya da igual —replicó—. Cuando consiga vuestros prodigios, Adrián no existirá en el nuevo mundo que crearé con ellos. Y vosotros…

—Ya he escuchado suficiente —cortó Ladybug, molesta—. No vas a conseguir nuestros prodigios, Lila o como te llames. Pasarás el resto de tu vida entre rejas, porque ¿sabes una cosa? Hemos descubierto que tu verdadera identidad tiene dieciocho años y, por tanto, puedes ser juzgada como una adulta. Y voy a asegurarme de que todo el mundo conozca la verdad sobre ti.

—¿Igual que te has asegurado de que todo el mundo conozca la verdad sobre Gabriel Agreste? —replicó Lila con una sonrisa empalagosa.

Ladybug palideció. Argos y Cat Noir cruzaron una mirada incómoda. El primero carraspeó.

—Sí, ¡ejem!, tendremos que ocuparnos de eso también.

Ladybug suspiró con cansancio.

—Paso a paso —decidió por fin—. Hay otras cosas que tenemos que solucionar con urgencia —añadió, echando un vistazo a su cintura.

Cat Noir se dio cuenta entonces de que allí llevaba colgado su lucky charm, una pequeña sierra radial. Comprendió que debía de haberla usado para cortar los barrotes y escapar de la jaula. Ladybug tomó la herramienta y la lanzó al aire pronunciando las palabras mágicas, y una nube de mariquitas recorrió París, como de costumbre, reparando todo lo que habían destruido los akumatizados. Cat Noir, que observaba a Ladybug atentamente, detectó que su expresión se suavizaba cuando las mariquitas repararon el tejado de cristal del Grand Palais. Sabía que, de todos sus poderes, aquel era el que ella más apreciaba.

Una vez solucionado aquello, los tres superhéroes se presentaron en la comisaría a entregar a Lila. Pero, cuando Ladybug empezó a contar su historia, el teniente Raincomprix se rascó la cabeza, confuso.

—¿Esta chica era la nueva Monarca? Corren rumores de que, en realidad, las akumatizaciones de los últimos meses han sido obra tuya, Ladybug…

Antes de que ella pudiese responder, Lila exclamó:

—¡Es cierto! Un héroe anónimo descubrió el complot de Ladybug y por eso ella ha tenido que buscar una cabeza de turco. ¡Pero yo soy inocente, lo juro! No he hecho nada malo. Solo pasaba por allí y…

—No crea nada de lo que dice —intervino Cat Noir—. Ella robó el prodigio de la mariposa y ha estado akumatizando inocentes desde entonces.

—¿Tenéis pruebas? —insistió Raincomprix, ceñudo.

Los tres héroes cruzaron una mirada. Tenían la documentación que les había proporcionado Markov y que demostraría las múltiples identidades de Lila, pero poco más.

—Creemos que podemos encontrar su guarida —dijo entonces Argos—. Allí debería haber pruebas más que suficientes de lo que decimos.

Raincomprix se cruzó de brazos y le dirigió una mirada repleta de desconfianza. Claramente, y después del asunto de la luna roja, Argos no era su superhéroe favorito. Pero por fin asintió y dijo:

—De acuerdo, entonces. Os acompañaremos.

Como no querían perder de vista a Lila, la llevaron consigo en su exploración. Así, guiados por los kwamis que acababan de rescatar, llegaron hasta las catacumbas, donde hallaron la guarida secreta que estaban buscando. Mientras los héroes y los policías contemplaban con sorpresa la colección de pelucas, disfraces y accesorios que usaba Lila para cambiar de identidad, los ojos de Ladybug se clavaron en un joyero sobre una mesita en un rincón.

—¡Es aquí! —dijo Nooroo, y él y sus compañeros volaron hasta la caja.

Ladybug se apresuró a abrir los cajones uno a uno para recuperar los prodigios guardados en su interior. Exhaló un suspiro de alivio al comprobar que estaban todos.

—¿Esas no son las joyas mágicas que debías guardar? —preguntó el teniente Raincomprix.

—Es una larga historia —intervino Cat Noir.

Argos, entretanto, se había fijado en los ordenadores que había sobre el escritorio.

—Este es el portátil que le robaron a Tomoe Tsurugi —anunció, y todos se volvieron hacia él—. Y este otro debe de ser el de Lila.

—Quedan requisados para la investigación —se apresuró a anunciar el teniente.

Para sorpresa de Ladybug y Cat Noir, Argos no puso ninguna objeción.

—Bien, pues todo esto cambia las cosas, naturalmente —prosiguió Raincomprix, que examinaba ahora los mapas, fotografías y diagramas que decoraban las paredes—. Esta chica… ¿Lila, decís que se llama?, permanecerá bajo custodia policial mientras estudiamos todas estas pruebas. Contactaremos con su familia…

—¿Cuál de ellas? —cortó Cat Noir. El policía lo miró con perplejidad y él explicó—: Tiene tres madres diferentes. Que sepamos. Podemos facilitarle el contacto de las tres y estamos seguros de que todas ellas jurarán que esta chica es hija suya… pero cada una la conoce bajo un nombre diferente.

—¿En serio? —se asombró Raincomprix—. Pero eso no es posible, ¿verdad? Quiero decir… es cierto que esta Lila tiene una cara muy común. Se parece un montón al avatar de aquellos anillos inteligentes, ¿verdad?

—Es ella —confirmó Ladybug, señalando una de las pelucas de la exposición.

Raincomprix la observó con la boca abierta y después miró a Lila, tratando de imaginársela con aquel peinado.

—¡Caramba! —exclamó por fin, rascándose la cabeza—. Esto es más complicado de lo que parece. No se hable más: enviaré un equipo a recoger todo esto y llevaremos a la sospechosa a la comisaría, desde donde llamaremos a sus madres…

Lila, que había permanecido en un silencio indiferente, como si todo aquello no tuviese nada que ver con ella o como si fuese la primera vez que pisaba aquel lugar, reaccionó entonces:

—¿Cómo? ¡Ni hablar! ¡No pueden detenerme solo con la palabra de estos superhéroes! Nadie sabe quiénes son y han mentido otras veces. ¡Mintieron sobre la identidad secreta de Gabriel Agreste! ¿Cómo podemos confiar en ellos otra vez?

Raincomprix dirigió una mirada pensativa a Ladybug. Ella inspiró hondo.

—Hay algunas cosas que tengo que explicar —reconoció—. Iremos a ver a la alcaldesa y contactaré también con Nadia Chamack para asistir a su programa. Ha llegado la hora de que todo el mundo sepa la verdad.

Cat Noir le dirigió una mirada preocupada, pero Argos asintió con aprobación.


Era ya muy tarde cuando los tres superhéroes pudieron reunirse por fin a solas sobre un tejado. Las tres madres de Lila se habían presentado en la comisaría y habían descubierto al mismo tiempo que su hija no estaba en África ni en México después de todo, y que había llevado una triple vida secreta con tres identidades diferentes. Mientras todo el mundo trataba de comprender qué estaba pasando exactamente, Ladybug, Cat Noir y Argos habían aprovechado para despedirse y abandonar la comisaría por fin. Aquel asunto estaba ya en manos de las autoridades y ellos tenían otros problemas que solucionar.

—¿Vamos a ver a la alcaldesa? —propuso entonces Cat Noir—. Es tardísimo, pero con todo lo que está pasando, seguro que nos recibirá de todos modos.

—No —respondió Ladybug—. Hay algo muy importante que tengo que hacer antes que nada más. Vosotros, id a descansar; nos veremos mañana.

Cat Noir miró a Ladybug con curiosidad, pero no puso ninguna objeción.


No quería regresar a casa, en el fondo, porque eso suponía tener que volver a ser Adrián Agreste y enfrentarse al caos en el que se había convertido su vida después del fallido evento en el Grand Palais. Ahora, todo el mundo sabía que su padre había sido un terrorista y que Ladybug había ocultado aquella información. Nathalie no sabría cómo explicárselo a Adrián, y él no estaba en condiciones de contarle que ya lo sabía desde hacía tiempo.

Pero tarde o temprano tendría que enfrentarse a ello, de modo que volvió a la mansión y aterrizó en su habitación.

—Garras fuera, Plagg —murmuró.

De nuevo transformado en Adrián, dirigió una mirada pesarosa a su kwami.

—¡Alegra esa cara! —exclamó él—. Habéis derrotado por fin a esa horrible Lila y recuperado los prodigios robados, ¡incluido el de la mariposa! ¿Sabes lo que significa eso? ¡Vacaciones! Y yo las pienso aprovechar vagueando al máximo y comiendo mucho queso…

Adrián sonrió un poco. Iba a responder cuando, de pronto, oyó un ruido tras él, en la ventana… y Plagg se ocultó de inmediato.

El chico se dio la vuelta, intrigado… y vio allí a Ladybug, que lo saludaba con timidez y cierto nerviosismo.

«Marinette», pensó él enseguida. Era extraño, se dijo. Aquella chica enmascarada había sido su novia y volvía a serlo nuevamente, pero ella no lo sabía.

¿O quizá sí? ¿Por qué razón, si no, se habría presentado en su cuarto de madrugada?

El corazón se le aceleró y se apresuró a abrirle la ventana.

—Ladybug —la saludó—. ¿Cómo…? ¿Qué haces aquí a estas horas?

Ella se dejó caer a su lado y le dirigió una mirada repleta de arrepentimiento.

—Lo siento mucho, Adrián. Espero… espero no haberte despertado.

—No, no, para nada. Ni siquiera me había ido a la cama todavía. Quiero decir… con todo lo que ha pasado esta noche…

—¡Lo siento mucho! —repitió ella, cada vez más angustiada—. Por lo del… lo del homenaje a tu padre. El vídeo que se retransmitió y… todo lo que decía… Hemos derrotado a Kallima, la nueva portadora del prodigio de la mariposa —continuó, deprisa—. Creo que la conoces: se llama Lila Rossi. Ella es la responsable de ese vídeo que hablaba sobre tu padre y…

Hizo una pausa, y Adrián temió por un momento que le dijera que todo aquello no era más que otra mentira de Lila, que Gabriel Agreste había sido un ciudadano ejemplar y no la identidad secreta de Monarca…, pero ella inspiró hondo y prosiguió:

—…Y tengo que pedirte disculpas, porque algunas de las cosas que dijo… eran verdad. Sobre la identidad de tu padre. Sobre el hecho de que él… fue Hawk Moth, y Shadow Moth, y Monarca. Y también es cierto que yo lo sabía y mentí a todo el mundo, pero no lo hice por lo que ella dijo, sino… por protegerte a ti. Lo siento —continuó, cubriéndose la cara con las manos, muy avergonzada—. Sé que no debería haberlo hecho, pero es lo que me pidió tu padre antes… antes de morir, y yo pensé que merecías una oportunidad, que tu vida no tenía por qué estar condicionada por las decisiones que él había tomado y…

—Marinette —la interrumpió él con suavidad.

Ella seguía balbuceando y tardó unos instantes en darse cuenta de lo que había dicho Adrián. Lo miró entonces con perplejidad.

—¿Cómo… cómo me has llamado?

Él sonrió y la contempló con ternura.

—Sé quién eres. No tienes que disimular delante de mí.

Ella abrió mucho los ojos y se ruborizó intensamente bajo la máscara.

—Pe… pero… si tú sabes que yo soy… Es decir, tú y yo… oh, no, qué vergüenza —murmuró, cubriéndose el rostro con las manos—. Ya no podrás perdonarme —continuó, angustiada—. Porque tú y yo… aún estábamos juntos cuando pasó todo esto y yo… te mentí.

—Sé por qué lo hiciste —respondió él, con calma—. Por qué me ocultaste esto… y todo lo demás.

Ladybug alzó la cabeza para mirarlo con desconcierto.

—¿Lo… lo demás? —repitió.

—Lo de mi padre. Lo de… mi madre… en el sótano —añadió—. Y lo de… lo de los anillos —concluyó, alzando la mano para mostrárselos—. Lo que son y… lo que significan para mí.

Ladybug reprimió una exclamación de horror.

—¡Pero eso no…! ¿Cómo es posible? ¿Quién te lo ha contado? Ha sido Félix, ¿verdad?

Adrián negó con la cabeza.

—Fuiste tú, Marinette. Aunque entonces no lo sabías.

Ella lo miró sin comprender. Adrián asintió, aún sonriendo, y apenas unos segundos antes de que pronunciase las palabras mágicas, ella lo reconoció por fin.

—Eres… —susurró.

No llegó a concluir la frase.

—Garras fuera, Plagg —dijo él. Y se transformó en Cat Noir ante sus ojos.

Ladybug se cubrió la boca con las manos para reprimir una exclamación de asombro, pero no fue capaz de pronunciar palabra. Se quedó mirándolo, atónita, hasta que él dejó escapar una risa nerviosa y se frotó la nuca, incómodo.

—Sé que quizá… debería habértelo dicho. Cuando le contabas a Cat Noir todas esas cosas que no querías que descubriese Adrián…, yo te dejé hacerlo. No solo para proteger mi identidad secreta, sino, sobre todo… porque quería saber la verdad. Y sé que no me la habrías contado si hubieses sabido quién se ocultaba detrás de la máscara.

Ella habló por fin.

—No —reconoció con suavidad—. No te la habría contado. Porque quería protegerte, pero está claro… que me equivoqué. Debería haber confiado en ti. Sabía que eras fuerte, que serías capaz de superar todo esto. Es solo que… —sacudió la cabeza, apenada.

—¿Qué?

—No quería verte sufrir. Creía… que ya habías sufrido demasiado.

—Pero no eres tú quien debe decidir eso, Marinette.

—Lo sé. Lo sé. Lo siento. —Respiró hondo—. Sé que debería habértelo contado antes, y en el fondo me alegro… de que te hubieses enterado por mí, después de todo, y no por ese vídeo tan horrible que hizo Lila.

—Sí —coincidió él—. Yo también me alegro.

Ladybug seguía moviendo la cabeza con desaprobación. Cat Noir puso una mano sobre su hombro.

—Eh. No pasa nada. Ya está, ya no hay secretos entre nosotros. Yo ya no tengo nada más que ocultar. ¿Y tú?

Ella repasó mentalmente todo lo que le había contado a su compañero sin saber que se lo revelaba a Adrián Agreste. Aún quedaban dos asuntos pendientes: Cat Blanc y el hecho de que había sido el Cataclysm de Cat Noir lo que había estado a punto de matar a Gabriel Agreste. Se dio cuenta en ese mismo momento de que aquella verdad era incluso más terrible de lo que ella había creído, porque se trataba de su propio padre. Se puso pálida y decidió que aquello era algo que no le contaría jamás. Después pensó que Nathalie lo sabía. Y quizá también Tomoe Tsurugi. Y, mientras Ladybug no fuese la única en posesión de aquella información, existía la posibilidad de que Adrián acabase enterándose de todas maneras.

—¿Milady? —insistió él.

—Hay alguna cosa más —admitió ella, de mala gana—, pero será mejor que la dejemos para más adelante. Tienes… los dos tenemos mucho que asimilar esta noche.

Cat Noir asintió, un poco preocupado.

—¿Hay algún problema con que yo… sea yo? —Ella lo miró sin comprender—. Es decir… estabas saliendo conmigo, o sea, con Cat Noir, pero habías roto con Adrián, y no sabías que éramos la misma persona, así que quizá ahora ya no… —Tragó saliva—. Quizá ya no quieras que sigamos… juntos.

—¿Qué? —se asustó Ladybug—. ¿Quieres romper conmigo?

—¡No, en absoluto! Ni en un millón de años. Te quiero muchísimo, Marinette —confesó con sencillez.

Ella no fue capaz de responder. Conteniendo un sollozo, se arrojó a sus brazos y enterró la cara en su hombro. Cat Noir la abrazó con fuerza a su vez.

—Yo también te quiero —le susurró Ladybug al oído—. Muchísimo. Aún se me hace extraño pensar que… eres tú. Quiero decir que me había hecho a la idea de renunciar a ti… para poder estar contigo. —Se rió con nerviosismo—. Tiene que ser un sueño, ¿verdad? ¿Estaremos afectados por la magia del prodigio del cerdo otra vez?

—No lo sé —respondió él en el mismo tono, juguetón—. ¿Es este el mayor deseo de tu corazón?

—Sí —musitó ella—. No me había dado cuenta hasta ahora porque me parecía algo imposible, pero… sí.

—¿Imposible? —repitió Cat Noir. Se separó un poco de ella para mirarla a los ojos—. ¿Tan extraño te parece que yo… sea yo?

Ladybug lo pensó.

—No —respondió por fin—. No es por ti, sino… por mí. Ni en un millón de años me habría atrevido a imaginar que podría ser tan afortunada. Creía que me había enamorado de dos chicos diferentes y ha resultado que me he enamorado del mismo… dos veces. —Sacudió la cabeza con perplejidad—. ¿Puedes creerlo?

—Sí, puedo creerlo —contestó él con suavidad.

La contemplaba con tanta ternura que ella ruborizó. Sonrieron con cierta timidez y se besaron lenta y dulcemente. Después, Ladybug le echó los brazos al cuello, temblando, enterró el rostro en su hombro y se echó a llorar, descargando toda la tensión de los últimos días. Cat Noir la meció entre sus brazos, acariciándole el cabello para consolara, hasta que ella se calmó.

—Quizá deberías volver a casa a descansar —sugirió él.

Ella se secó las lágrimas y le dirigió una mirada indignada.

—¿Estás de broma? Han pasado tantas cosas hoy que no seré capaz de pegar ojo. Creo que necesito dar una vuelta y tomar un poco el aire. ¿Me acompañas? —lo invitó. Ante el gesto dubitativo de su compañero, se apresuró a añadir—: Es decir… si tú prefieres descansar…

—No —cortó él—, te acompaño. Además, hay algo que tengo que hacer.

Ella lo miró, intrigada, pero Cat Noir no dio más detalles.


Después de una corta carrera por los tejados a la luz de las estrellas, los dos superhéroes aterrizaron en la plaza de los Vosgos y se acercaron la estatua de Gabriel Agreste. Alguien la había pintarrajeado con grafitis y le había puesto una bolsa de basura en la cabeza.

—Las noticias vuelan —comentó Ladybug.

Miró de reojo a Cat Noir, inquieta, pero él mantenía la calma.

—No pasa nada —respondió—. Probablemente se lo merecía.

Avanzó hacia la estatua vandalizada y dijo:

—¡Cataclysm!

Y, ante la mirada asombrada de Ladybug, posó su mano envuelta en energía destructora sobre el pedestal de la escultura, que se hizo añicos al instante.

Ladybug evocó, incómoda, la noche en que su compañero había utilizado su poder contra Monarca por accidente. Aquel suceso lo había atormentado durante mucho tiempo, aunque en aquella época aún no sabía que se trataba de su padre. Y todavía no había descubierto que los efectos de aquel Cataclysm habían estado a punto de matarlo. Que, si Gabriel Agreste no hubiese dado su vida por Nathalie, habría muerto de todas formas.

Pero, cuando Cat Noir se volvió hacia ella sonriente, tan aliviado como si se hubiese quitado un enorme peso de encima, Ladybug no pudo evitar sonreír también.

Porque aquella estatua, símbolo de la enorme mentira con la que habían convivido los parisinos hasta aquella misma noche, ya no existía.

Había llegado el momento de contar la verdad.


NOTA: ¡Sorpresa! Este es el penúltimo capítulo, ya solo queda uno más. Tengo la intención de escribir el final todo seguido, así que podéis esperar una actualización muy pronto, en dos o tres días como mucho. No queda mucho más que contar, solo explicar algunas cosas y cerrar alguna trama y se habrá acabado :).

NOTA 2: Espero de verdad que la estatua de Gabriel Agreste en la plaza exista solo para que Cat Noir pueda destruirla en el futuro.