Cap 39: Reunión nocturna

Con la luna en lo alto del cielo, en el santuario todo era paz y quietud. Los dorados y los aspirantes se encontraban descansando en sus respectivas camas. Al menos en su mayoría. Pólux seguía en su estado de vigilia maldiciendo al otro hijo de Zeus por ser capaz de dormir tan plácidamente mientras él se dejaba la noche a la espera de que hiciera algo. Tras aquel incidente con el santo de piscis, Hércules no había realizado ningún movimiento sospechoso a su vista. Remarcaba mucho a su vista porque algo sí que debió haber hecho para que su fan número uno estuviera tan alerta y paranoico. No había pasado desapercibido para Pólux que Talos le había hablado a su gemelo en privado antes de alejarse de ellos en el comedor. Lo había notado más alerta y despierto a los movimientos de todos, pero especialmente los del otro semidiós. Y no era con admiración con lo que lo veía, pues sus ojos tenían "sospecha" escrito en ellos. Tal vez esa era la causa del buen comportamiento que tuvo el invitado durante la tarde y la cena. No obstante, estaba demasiado harto de esa situación y sólo quería ponerle fin de una vez. Desconocía el motivo por el cual Talos había sido llamado por los dorados y no dijo nada relevante al respecto a su regreso.

"No me queda más opción que hacer algo por mi cuenta". Pensó el aspirante a géminis. Observó a consciencia como todos estaban profundamente dormidos, especialmente le interesaba que Hércules estuviera con Morfeo. Al no ver nada sospechoso, se levantó de su cama y sigilosamente se escabulló de los dormitorios. En lo alto del cielo nocturno brillaba el astro representativo de su media hermana. Probablemente ella sería la única testigo del encuentro que pronto se llevaría a cabo. Pólux ocultó su cosmos para no poner en sobre aviso a nadie. Los dorados o incluso algunos aspirantes podrían seguir sus movimientos si no lo hacía.

Se acercó a la cocina y oyó algunos tazones siendo movidos. Además, había una pequeña vela alumbrando el sitio para la única persona en todo el santuario que asaltaría el comedor por un aperitivo nocturno. Al sentir el sonido de pasos detrás suyo, el infante se apresuró a soplar la vela y ocultarse debajo de una mesa. El gemelo mayor caminó lentamente alrededor del lugar pasando delante de las mesas fingiendo no haberse dado cuenta de donde se ocultaba. Sus pasos parecieron alejarse del escondite, por lo cual el niño asomó un poco la cabeza para cerciorarse de estar nuevamente solo y cuando menos se lo esperó, el semidiós se le apareció al menor por la espalda.

—¿No deberías estar durmiendo? —interrogó el aspirante de géminis a su oído.

—¡Ah! —gritó Sísifo por la sorpresa antes de recuperar la calma al darse cuenta de quién estaba allí—. ¡Me asustaste, idiota! Creía que eras León —se quejó el azabache saliendo de su escondite.

—No entiendo por qué le tienes tanto miedo a ese gato sarnoso si eres más fuerte que él —comentó el inmortal casualmente mientras revisaba los gabinetes más altos encontrándose con algunos dulces—. ¿Buscabas esto? —interrogó tendiéndole la mano.

—¡Sí! —afirmó sujetando entre sus propias manos sus bocadillos viendo curioso al otro—. ¿A qué viniste? —interrogó sagitario con los ojos entrecerrados—. ¿Acaso pretendías robarme los dulces? —preguntó poniéndolos a salvo detrás de su espalda.

—Mira, caballo enano si quisiera robarte no te los habría dado para empezar —gruñó el semidiós con fastidio sentándose en una de las sillas—. Venía a hablarte sobre Hércules.

—¿Sobre qué deseas hablar exactamente respecto a él? —cuestionó sentándose sobre la mesa para poder ver al otro desde arriba.

Sísifo se acomodó con las piernas cruzadas llevándose algunos dulces a la boca esperando que el otro hablara. Según sabía, su discípulo viajó en el mismo barco que Hércules en su travesía con los argonautas. Debido a lo contado por Adonis, se estaba preparando mentalmente para que le confesara que había sufrido abusos por su parte. Se tuvo que mentalizar en que no debía ir a matar a Hércules todavía y que dar contención a la víctima era algo que debía ser prioritario.

—¿Por qué aun no has sacado a Hércules de aquí? —interrogó el gemelo mayor observando fijamente al arquero.

—Tiene el permiso de Atena para quedarse, así que no puedo sacarlo si no me da algún buen motivo. Y que sepamos de lo que es capaz no es suficiente. Necesitamos hechos sólidos —respondió el niño con el rostro inexpresivo.

—Deberías darte prisa si es que le tienes aprecio a esa ramera y al loquito que habla solo —advirtió Pólux casi en un gruñido—. Si no te libras de él pronto, no les quedara mucho tiempo antes de que los tenga en su lecho.

—Ya me enteré de eso —asintió Sísifo mordiendo con fuerza sus dulces—. No quiero que haya víctimas y planeo actuar lo antes posible. Después de todo, no será difícil. Tu hermano tiene mucho músculo y poco cerebro.

—La única persona a salvo eres tú. Nadie se atrevería a tocarte sin temer el castigo de los cielos —mencionó Pólux soltando un suspiro.

—Se podría decir lo mismo de ti —replicó Sísifo viéndolo con una ceja enarcada—. Si te hicieran algo, ¿tu papi no intervendría?

—Si se tratara de cualquier otro quizás, pero no con Hércules —respondió el rubio soltando un suspiro.

—¿Por qué? ¿Qué tiene de especial? —preguntó el infante con curiosidad.

—Es por culpa de tu padre —contestó el blondo. Al ver su mirada confundida decidió aclarar—. A ti los dioses te llaman "el hijo de Prometeo" por tu parecido con él, además de ser su único descendiente directo que ha manifestado la habilidad de manejar el cosmos —explicó pacientemente.

—Creía que me llamaban "el estafador de dioses" —dijo el azabache rascándose la cabeza con una sonrisa torpe.

La verdad es que Sísifo nunca les puso atención a esos detalles. Es decir, la mayoría de los dioses que conoció, le decían estafador. Se sabía emparentado con el titán amigo de los mortales desde su infancia gracias a las historias de su padre el rey Eolo. Sin embargo, era nuevo para él saber que era el único descendiente con vida que había manejado el cosmos. Aunque eso se debía a la ayuda de los titanes del tártaro que le guiaron cuando estuvo condenado. Aunque tampoco es que tuviera demasiada relación con ello. El manejo del cosmos le tomó siglos y de momento sólo sabía una única habilidad o beneficio de su sangre. ¡Y no era para él siquiera!

—Sí, también se te llama "estafador de dioses" —aceptó Pólux mientras apoyaba su mejilla en su propia mano para verle con aburrimiento—. Cuando Hércules lo liberó de su castigo, Prometeo en agradecimiento le contó sobre una profecía acerca de que un enemigo poderoso llegaría a destruir el Olimpo. Los dioses no serían capaces de vencerlo y sólo si un mortal peleaba a su lado conseguirían triunfar —explicó el gemelo mayor recordando las palabras de su padre.

—Y ese mortal es Hércules —completó sagitario entendiendo por donde iba el asunto.

—Correcto —asintió Pólux soltando un suspiro—. Mi padre lo cuida y consiente en exceso debido a esa profecía porque temen el día en que necesitarán que pelee para salvarlos —dijo haciendo una breve pausa—. Aun así como el buen hipócrita que es intenta ganarse a mortales y dioses por igual —expresó con asco.

—Entonces es una fortuna que hayas revelado que los gemelos fueron mis maestros —habló sagitario cerrando los ojos por breves momentos.

—¿Qué quieres decir? —interrogó el inmortal sin entender por qué esa expresión de alivio.

—¿Cómo que por qué? —preguntó el arquero soltando una corta risa—. Es obvio que ese héroe hipócrita me tiene miedo por eso.

—Pero si es la verdad —replicó el geminiano observándolo confuso—. Artemisa, Atena y Apolo vendrían en tu ayuda sin dudarlo si estuvieras en peligro. ¡Por el Olimpo que Apolo se manifestó mientras peleabas con tu padre!

—Para Atena sólo soy una mascota que se ganó apostando con Poseidón. A Artemisa le debo un favor. Y Apolo se manifestó porque estaba preocupado por mi padre ya que es su interés amoroso —explicó el infante mientras jugaba con los dulces en sus manos—. Yo no soy nada especial para ellos.

Sagitario no se hacía demasiadas ilusiones respecto a su relación con los dioses. Genuinamente se divertía mucho con ellos, pero siempre mantuvo en su mente que ellos lo buscaban únicamente para reírse a su costa. Jamás hablaron sobre sus sentimientos y no veía razón para hacerlo. Las deidades sólo eran amigos de otras deidades, jamás pensarían en entablar ese tipo de relación con él y así lo prefería. Si los dioses gemelos mostraran algún tipo de aprecio eso podría convertirse en un problema a futuro si se concretaba alguna pelea con Zeus. Cosa que sin dudas ocurriría si intentaba reclamar a Ganimedes como amante nuevamente. Considerarlos sus amigos también sería perjudicial para él mismo, pues no se atrevería a hacer algo que los lastimara así fuera indirectamente. Ya suficiente soportaba teniendo que callarse cuando sus comentarios despectivos hacia el dios del trueno provocaban que acuario lo viera de manera lastimera para hacerlo parar.

—No te creo… es imposible que pasen tanto tiempo juntos y no tengan algún tipo de sentimiento —negó Pólux con terquedad.

—Tú eres demasiado joven y aún no experimentas tu inmortalidad por eso piensas de esa manera —comentó Sísifo denotando en su voz las décadas de experiencia que cargaba su alma—. Dime una cosa, ¿tú sientes pena cuando muere una mosca?

—Sólo son simples insectos —respondió el gemelo mayor sin entender el motivo de esa pregunta.

—Te parecen simples insectos porque eres más grande que ellos, puedes matarlos con un movimiento de tu mano y aún si no lo hicieras, mueren en tan sólo un día —explicó el niño mientras su mirada buscaba la vela que antes apagó.

—¿Y eso qué? —interrogó Pólux frunciendo el ceño por la obviedad de sus palabras.

—Los mortales somos lo mismo para los dioses; nuestras vidas son cortas, nuestros cuerpos frágiles y nuestro poder apenas una molestia para ellos —admitió mientras volvía a encender la vela y la colocaba en el centro de la mesa.

—Pero a diferencia de las moscas los mortales pueden hablar y pensar —replicó el gemelo mayor cruzándose de brazos.

—Siendo justos, si Prometeo no hubiera desobedecido a Zeus quizás seriamos así —especuló con sus ojos azules brillando por la luz de la vela—. Como sea, yo entiendo que no desarrollen sentimientos hacia los mortales. No tiene sentido. Incluso yo mismo cuando era súbdito de Hades sólo tenía contactos efímeros con vivos y muertos. Vi a mortales morir y almas perder la poca consciencia que conservaban al llegar al inframundo. Yo era el único que conservó su mente durante siglos. Cuando esas cosas suceden empiezas a ver inútil tomarle importancia a los demás. ¿Para qué lo haría? Si al final volvería a estar solo pronto.

El semidiós oyó el relato del menor y la comprensión de su explicación lo asustó por su hermano. Castor era mortal a diferencia suya. Los semidioses al poseer sangre divina corriendo por sus venas aún si nacían mortales como Hércules y él poseían una longevidad que solía confundir a los mortales. Había algunos que llamaban Dios a Hércules pese a que no lo era realmente. Sólo había vivido mucho más que un hombre promedio, pero eso bastaba para que lo creyeran eterno. Y existía un gran desapego y hasta menosprecio por la vida humana, no sólo de parte de Hércules sino también de los dioses en general. Para el otro hijo de Zeus sólo eran juguetes con quienes pasar el rato. Algo bonito que te encuentras, usas y desechas.

Sólo aquellos que eran "parecidos" congeniaban. Lo cual explicaría la obsesión de Afrodita y Hércules con Adonis. Una belleza inmortal para satisfacerlos por toda la eternidad, pero al igual que sucedía entre dioses, probablemente fuera uno de los favoritos, mas no el único. Su padre Zeus tenía un matrimonio deteriorado, aburrido y monótono. Por dicha razón cada vez que había algún mortal hermoso o llamativo, el rey del Olimpo lo tomaba como su amante. Su propia madre parecía ser un buen recuerdo, pero nada más. Casi podía equiparar la expresión de su padre al nombrarla a la que ponía Sísifo cuando hablaba de alguna comida que fue de su gusto. Un momento placentero, pero de poca trascendencia. Tanto dioses, semidioses como inmortales parecían pasar por eso. ¿Él sería igual? ¿Dejaría de importarle Castor cuando pasaran algunas décadas o siglos?

—Pero las rameras, mis hermanos y tú parecen tener sentimientos —mencionó Pólux contrariado.

—En el caso de Adonis, Ganimedes y yo, volvimos a ser mortales. Estamos recuperando nuestra humanidad poco a poco, pero antes no éramos así —respondió Sísifo encogiéndose de hombros.

—Nos estamos desviando del tema principal —dijo Pólux apartando la mirada sin saber que decir.

—Pólux —llamó el arquero sujetando las mejillas del semidiós para obligarlo a verlo de frente—. Sea lo que sea que te esté molestando puedes decírmelo.

Sísifo quería ser de ayuda y brindarle un espacio seguro para contarle sobre sus traumas. A Adonis no podía tocarlo directamente, pero con su discípulo podía hacer pequeños acercamientos para demostrarle que no lo culparía ni se reiría de su desgracia. Puede que generalmente sus personalidades chocaran y gustaran de pelearse siempre que les fuera posible, pero no iba a ser tan insensible como para hacerle la vista gorda al problema. Para Pólux tener el rostro de aquel niño tan cerca del suyo era motivo de incomodidad. ¿Cómo no hacerlo? Tenía aquella pequeña nariz casi rozando la suya y cualquiera que los viera, malinterpretaría la situación.

—No te pongas tan cerca —se quejó al tener sus frentes prácticamente pegadas la una a la otra.

—¿Por qué? ¿Te pongo nervioso? —cuestionó traviesamente con una sonrisa.

—No me molestes —gruñó el rubio alejando al menor sujetándolo por los hombros—. Lo que quería preguntarte era acerca del elixir ese de Atena.

—Descuida, Hércules jamás podrá conseguirlo —tranquilizó el menor mostrándose despreocupado.

—¿Tú sabes dónde está? —cuestionó el semidiós levantándose de su asiento por la sorpresa.

—Más que eso, soy yo quién lo custodia. Ni siquiera la mismísima Atena puede usarlo sin mi ayuda —presumió Sísifo de manera confiada.

—Entonces con mayor razón deberías hacer algo para echar a Hércules cuanto antes. A ese tipo tan depravado le gustan mucho los niños lindos como tú —dijo asqueado el hijo de Zeus.

—Ja, ja, ja yo no corro peligro porque no soy bonito como Adonis o Ganimedes, así que es imposible que me haga algo, sin importar que tan desesperado esté por conseguir el elixir de la diosa, no me tocaría —habló el azabache con tranquilidad.

—¡No seas estúpido, eres un niño lindo! —gritó Pólux acercándose para sujetarlo por el rostro como le hizo anteriormente y apoyó por sus pulgares en las redondas mejillas del menor—. Tienes una piel que se siente muy suave al tacto —dijo moviendo los pulgares como si comprobara su punto—. Además, tus enormes ojos azules son muy brillantes. Cualquiera se quedaría fascinado con ellos —explicó antes de soltarlo avergonzado por darse cuenta de las palabras que le dedicó—. Como sea, no cuentes con que yo vaya a salvarte a ti o a las futuras rameras de Hércules.

—Te he notado bastante cansado y ojeroso, ¿no puedes dormir? —cuestionó Sísifo con nerviosismo evitando mirarlo por culpa de su comentario anterior sobre sus ojos.

—Me la paso vigilando que Hércules no intente violar a nadie durante la noche, pero si este desvelo hace mermar mis fuerzas, al único al que protegeré será a Castor. Quiero que eso te quede claro —dijo de manera brusca para disimular su vergüenza anterior.

—Estás siendo muy comunicativo pese a que te caigo mal —mencionó sagitario con curiosidad.

—Me caes mal, pero Hércules me genera un odio mayor a cualquier otra persona que haya conocido —confesó el gemelo mayor apretando sus puños al recordarlo.

—Es bueno saberlo —dijo Sísifo con una sonrisa típica de él—. Deberías irte a descansar un poco, pero antes quiero pedirte un favor.

"Ahí viene. Seguro que mis palabras de antes lo asustaron y me pedirá que lo proteja para que Hércules no lo viole. No, espera. Con lo orgulloso que es seguramente rogara por sus amigos como esas rameras. Después de todo sólo un semidiós podría competir contra otro". Intentó adivinar Pólux en sus pensamientos.

—¿Qué quieres pedirme? —interrogó el aspirante de géminis cruzándose de brazos arrogantemente.

—No pelees solo contra Hércules —ordenó Sísifo viéndolo con seriedad—. A juzgar por los últimos entrenamientos que hemos tenido, la falta de sueño te está pasando factura. Si surgen problemas aumenta tu cosmos y dile a tu hermano que también lo haga si tiene problemas. Les avisaré a los dorados que estén alerta a cualquier cambio para que puedan brindarles apoyo.

—¿Qué? —preguntó sorprendido por esas palabras.

—No pongas esa cara. Yo no me perderé la oportunidad de darle una buena paliza a ese engreído —bromeó Sísifo guiñándole un ojo al semidiós—. Además, como maestro es mi deber proteger a mi tierno pollito —molestó viéndole de manera traviesa.

—¡Eres un idiota! —exclamó el gemelo mayor dándole la espalda para dirigirse hacia la puerta.

—¡Pólux! —llamó el niño alzando la voz sonando completamente serio—. Lo que dije antes no es broma. No quiero que haya víctimas y eso te incluye. Aunque te duela el orgullo, si necesitas ayuda, yo te protegeré —prometió Sísifo alzando uno de sus brazos para enseñar sus poco desarrollados bíceps.

El aspirante de géminis lo vio de reojo por encima del hombro antes de irse sin responder a esas últimas palabras. Estaba demasiado confundido e impactado para hacerlo. Era la primera vez que alguien no lo buscaba para pedirle que se hiciera cargo del trabajo sucio. Ni siquiera Castor se había ofrecido nunca a defenderlo. No lo culpaba. Ambos eran conscientes de la diferencia entre un semidiós con el poder de un cosmos divino y un simple mortal. Pese a que quisiera ayudarle, siendo realistas, era imposible. Sagitario tampoco es que fuera la gran cosa si se ponía a pensarlo detenidamente; el cuerpo de un niño, la vida de un mortal y un cosmos... no. Momento, eso último no era normal. Como fuera, llegó a los dormitorios y fue directo a su cama sin mirar a su alrededor sólo buscando ocultar su vergüenza por emocionarse tanto por tan sencillas palabras.

En la cocina las cosas no eran muy diferentes. El guardián de la novena casa también sentía su rostro ardiendo. Incluso apoyó sus manos en las mismas intentando enfriarlas. Se acercó a una de las vasijas cargadas con agua para poder observar su reflejo. Se quedó un largo rato buscando aquello que podía hacer fascinantes a sus ojos cuando él los veía tan normales. ¿Debió darle las gracias por lo dicho? ¿O era más adecuado devolver el cumplido? ¡Pero si Pólux ya debía saberse guapo! Siendo un semidiós la belleza divina era natural. Él al igual que sus compañeros dorados seguro hasta perdieron la cuenta de las veces que les dijeron lo obvio. No obstante, a Sísifo le costó conciliar el sueño cuando volvió a su templo. Todo porque intentaba adivinar si su alumno le dijo aquello para asustarlo o porque lo creía realmente.

—¡Buenos días a todos! —saludó animadamente León a los aspirantes ocultando su desagrado por la presencia de Hércules—. Espero que hayan dormido bien porque les espera un día agitado —exclamó listo para dar comienzo a su clase.

Sísifo estaba bostezando como de costumbre mientras corría. Y no era el único, Pólux se encontraba en las mismas condiciones. Sin embargo, seguían cumpliendo con la rutina para tener los ojos sobre los demás. Miles y Argus estaban recuperados del veneno de Adonis, pero no del de Hércules. Aquel nocivo sentimiento llamado miedo que envenenaba sus almas. Por consideración a ellos, sagitario corrió más despacio para estar cerca de ellos en la retaguardia. El semidiós de cabellos castaños era muy engreído y gustaba de ir a la cabeza facilitando su tarea de marcar espacio entre él y sus víctimas. El aspirante de géminis mantenía un ritmo intermedio para no perder de vista a su medio hermano, pero a cambio debía soportar a sus aduladores hablando sobre lo genial que era compartir ese tiempo con el gran héroe. El insomnio lo tenía de malas y esos comentarios no ayudaban en nada a su estado de ánimo.

—¡Muy bien, chicos vamos a desayunar! —anunció León cuando terminaron de dar sus vueltas antes de sujetar a su hijo en brazos para cargarlo—. ¿Otra vez te estuviste desvelando, mi niño? —interrogó el mayor.

—Es culpa de Caesar por ir a mi templo a mostrarme cómo cazar, yo le enseñaré a ese cachorro como se hace —mintió mientras bostezaba siendo llevado fácilmente rumbo al comedor.

—Veo que el ángel de Atena tiene una relación muy cercana al santo de Leo —comentó Hércules sonriendo amistosamente a su séquito—. ¿Son familia?

—No, en realidad no están emparentados por la sangre —respondió Giles feliz por ser quien mejor conocía esa historia—. Sísifo me dijo que cuando estuvo perdido y herido, León lo rescató. Desde entonces es su padre adoptivo, pero se quieren tanto o más que quienes tienen lazos sanguíneos.

—Supongo que es el encanto natural de León porque hasta el Dios Apolo lo adora —mencionó Nikolas encogiéndose de hombros.

—Ya veo, todos los dorados son realmente impresionantes —exclamó Hércules con falsa admiración.

"Maldición. Es tal y como imaginaba el más cercano a esa alimaña tiene el interés de Apolo. No puedo usarlo a mi favor porque si le hago algo, mi hermano sería capaz de manifestarse en su ayuda. Debo buscar un blanco más fácil, pero los dorados están fuera de discusión. Cada uno tiene el favor de un dios. No sé cómo reaccionaría mi padre si me meto con el copero, Afrodita enloquecería si le hago algo a Adonis, además de que yo mismo no deseo perderlo. El gato gigante tiene a Apolo. Y el niño ciego tiene el patrocinio de Temis según me dijo. ¿Quiénes me quedan que sean cercanos a Sísifo?". Reflexionó el campeón de la humanidad buscando una forma de sacarle información al estafador.

—También son buenos amigos entre ellos —comentó el niño rubio con una gran sonrisa.

—Ya veo, a mí también me gustaría mucho ser su amigo, pero parece que ellos son algo… exclusivos —expresó Hércules con una falsa expresión de tristeza.

—Son muy cerrados —opinó Tibalt cruzado de brazos mientras iban llegando al comedor.

—Pero Miles y Argus son muy amigos de Sísifo —le recordó Nikolas pensativo—. Aunque me pregunto por qué. Quiero decir, ellos no hicieron nada que los demás no hiciéramos también.

—Quién sabe —dijo Tibalt encogiéndose de hombros—. Es obvio que el niño tiene malos gustos.

—Tienes razón —concordó Nikolas.

—¿Por qué lo dicen? —cuestionó Hércules sin poder contener su curiosidad por más tiempo.

—Porque le gusta Pólux —mencionó uno de los aspirantes que iba entre el séquito.

—¿Le gusta mi hermano? Eso es sumamente inesperado —exclamó el semidiós exagerando la expresión de su rostro.

"Es sumamente obvio que el sentimiento es mutuo por esas miradas que se lanzan y su pequeña reunión nocturna. Quién sabe qué clase de cosas harán solos con esa excusa del entrenamiento privado". Pensó Hércules con molestia al imaginar que su presa estaba revolcándose con un vil estafador mientras a él siempre lo rechazó.

—No veo otro motivo para tomarlo como discípulo cuando claramente Pólux no está hecho para ser un santo —opinó el príncipe con envidia.

No podía entender como aquel presumido semidiós podía considerarse un digno guerrero de la orden de Atena siendo como era. ¿Acaso sólo se lo eligió por poseer la sangre de Zeus? Eso era sumamente injusto y nepotista. Nadie elegía la sangre con la cual nacer, pero parecía ser que eso era lo único importante a la hora de trazar el futuro de cada uno. Sabía de las leyendas acerca de las moiras, aquellas tejedoras del destino eran deidades primitivas hijas de Nyx, llamadas Cloto, Láquesis y Átropo. Se aparecían tres noches después del alumbramiento de un niño para determinar el curso de su vida. Controlaban el metafórico hilo de la vida de cada ser humano desde el nacimiento hasta la muerte, y aún después de llegar con Hades. Siempre pensó que, si los cantares eran precisos al respecto, ellas debían odiarlo mucho dada la vida que le tocó.

—Es una pena que sea de esta manera, en verdad me habría gustado ser amigo del ángel de Atena —afirmó Hércules con una expresión de falsa vergüenza—. Había oído mucho sobre sus hazañas y pensé que congeniaríamos de inmediato, pero veo que le caigo realmente mal. Por lo que me gustaría hacer las paces con él, pero todo lo que hago sale mal y sólo lo hace enojar más. Había pensado en pedir consejo, pero no sabía quiénes lo conozcan mejor para guiarme correctamente —explicó mientras miraba a sus acompañantes con un profundo agradecimiento—. Pero gracias a ustedes sé a quienes pedirles ayuda. Se los agradezco desde el fondo de mi corazón —finalizó su discurso con una enorme sonrisa.

"Agradezco tanto que me dieran la información que estaba buscando. Ahora entiendo por qué esa ramera confiaba tanto en que Sísifo iría a salvarlo si son amigos cercanos. Lo bueno es que en estos momentos debe tenerme un miedo atroz y no creo que haya logrado contarle lo que sucedió si todo el tiempo estuvo en el dormitorio. Me aseguré de vigilar que no se le acercara. Lo malo es que mi querido medio hermano le habló sobre mis intenciones con ellos. Tendré que asegurarme de que mi amado Pólux no interfiera. ¡Momento! Si ellos se gustan podría ser beneficioso para mí". Planificó en su mente Hércules mientras se sentaba en una mesa junto a sus seguidores para tomar el desayuno. Se sentía de muy buen humor por cómo estaban resultando las cosas a su favor.

El ambiente en el comedor estaba tenso por diversas razones. Entre los cuales se encontraba claramente las miradas hostiles entre varios de allí. León y Ganimedes fueron a buscar su desayuno como siempre notando como el invitado pedía a sus seguidores que le presten atención para otra de sus historias. Se le veía especialmente animado y conversador. Contrario al estado de Pólux y hasta de Sísifo que parpadeaban constantemente intentando no dejarse llevar por el sueño. Miles y Argus se ubicaron lo más cerca posible de Sísifo por el miedo que les daba el semidiós y aunque fuera cobarde, era todo lo que podían hacer de momento. Talos por su parte hacía un gran esfuerzo por no ir contra quien alguna vez fue su héroe.

Su frente se arrugaba de sólo recordar lo sucedido el día anterior. Y las miradas de terror aun presentes en los menores que fueron atacados sólo aumentaron sus deseos de cometer una estupidez. No podía soportar ver a Hércules tan campante como si nada hubiera sucedido. ¿Cómo podía actuar de esa manera tan insensible? ¿Lastimar y aterrar a los más débiles no le generaba siquiera un poco de culpa? Disimuladamente convenció a Giles de comer junto a los dorados. Le había preguntado si podía hacerle el importante favor de avisarle si Miles o Argus se sentían mal nuevamente a causa del veneno. Por suerte, su pequeño era alguien de buen corazón y estuvo encantado con la idea de cuidarlos, ya que lo hacía sentir todo un adulto.

—Pólux, hermano mío ¿te importaría acompañarme un momento? —preguntó el otro semidiós acercándose a él.

Tras finalizar el desayuno, tocaba pronto la clase de Ganimedes. Por lo mismo, ya la gran mayoría se había retirado al punto de encuentro. El santo de acuario no toleraba impuntualidades y quienes se atrasaban recibían duros castigos. Sólo Miles se había salvado pese a faltar a una clase completa. Nadie estaba seguro del motivo de eso, pero supusieron que fue por indulto de sagitario, ya que se hicieron mucho más unidos tras ese día. Cuando ya todos estaban fuera de la vista, el gemelo mayor le hizo un gesto al otro para que lo siguiera rumbo a una zona del bosque poco frecuentada. Fuera lo que fuera que el otro quisiera, prefería mantenerlo en secreto. De esa manera no caería en otro de sus juegos para hacerlo ver como el malo de la historia.

—¿Y bien? ¿Qué es lo que quieres? —interrogó Pólux viéndolo con enojo.

—Qué decepcionante —se quejó el campeón de la humanidad—. Me traes a un lugar tan apartado y solitario ¿sin ninguna propuesta erótica en mente? —cuestionó decepcionado.

—Si sólo querías molestarme, lo conseguiste. Me voy —anunció el aspirante de géminis listo para marcharse.

—¡Espera! —ordenó Hércules colocándose delante de él para impedirle el paso—. Quería hacerte una propuesta que te interesara —afirmó sonriendo con malicia.

—Si es otra de tus ridículas ofertas de montarte un trío con mi hermano y conmigo, olvídalo —advirtió el rubio con el ceño fruncido.

—Es sobre el pequeño ángel de nuestra hermana —dijo consiguiendo captar el interés del gemelo mayor.

—¿Qué pasa con él? —interrogó Pólux en estado de alerta.

—Me enteré de que Atena tiene un elixir mágico capaz de sanar las heridas de la noche a la mañana —explicó el castaño con un brillo codicioso en su mirar.

—Has estado preguntando por esa cosa a todos en el santuario, ¿qué tiene de especial? —cuestionó el blondo buscando conseguir algo más de información—. Todos los dioses son capaces de sanar rápidamente. Es más, hasta las rameras del santuario pueden sanar heridas con su cosmos en cuestión de minutos.

—Las heridas que tenía Atena yo mismo se las causé —confesó Hércules con gran orgullo—. Igual que hice con Hades cuando me enfrenté a él para conseguir a Cancerbero, pero Atena no subió al Olimpo para curarse, sino que volvió aquí y en minutos estaba como nueva —relató mientras se desesperaba por el gesto poco sorprendido de su medio hermano—. ¡Las heridas causadas por cosmos divino sólo pueden ser sanadas por otro dios!

—Y si ella tiene un elixir capaz de ese milagro quiere decir que no necesita ir hasta el Olimpo —reflexionó Pólux sorprendido.

Él jamás había visto a una deidad siendo herida. Por supuesto que conocía relatos sobre algunos dioses que tuvieron enfrentamientos y terminaron en mal estado. Incluso hubo algunos que murieron. Algo que parecía imposible para los mortales podía ocurrir, pero se trataba de circunstancias extraordinarias y únicas. Ahora que lo pensaba era verdad que Atena podía llegar malherida y verse renovada en minutos. Jamás le había puesto demasiada atención a ese detalle. De hecho, ni porque Hércules buscaba ese elixir se preguntó por la razón. Sólo le interesaba detenerlo e interferir en sus planes a como diera lugar.

—Si le llevamos eso a nuestro padre seguramente nos recompensaría muy generosamente —explicó el campeón de la humanidad.

—Atena al parecer ha mantenido eso en secreto de todos ni siquiera sus santos saben sobre esa cosa —mencionó el de cabellera rubia haciéndose el tonto.

—Excepto por uno de ellos —aseguró Hércules con su sonrisa ensanchándose—. Escuché tu pequeña conversación nocturna con el angelito —reveló disfrutando del rostro sorprendido de su familiar.

—¡¿Tú qué?! —gritó Pólux alarmado por lo que podía significar eso.

—Veo que te gusta mucho ese niño —habló el castaño de manera melosa mientras su dedo índice recorría la mejilla de consanguíneo—. No está tan mal cuando le echas una segunda mirada hasta se parece un poco a la ramera de nuestro padre —admitió poniendo una expresión pensativa.

—¡No se parecen en nada! —reclamó el gemelo mayor sin darse cuenta de lo enojado que sonaba.

—Oh tranquilo, hermanito —habló su medio hermano separándose del otro para tomar una distancia prudente—, pero es verdad que no es feo. Los estafadores y mentirosos no son mi tipo, pero parece que sí es el tuyo —mencionó con una mirada acusatoria.

—¡No tengo esa clase de deseos hacia él! —se defendió el gemelo mayor negando rotundamente tener esa clase de deseos impuros por un niño.

—No hay necesidad de contenerse —habló Hércules sonriéndole comprensivo—. Me sorprende un poco que no lo tomarás en el comedor. Digo, era un momento perfecto. Estaban solos, en mitad de la noche y se le veía con la guardia baja.

—Si algo le sucede a ese caballo enano nuestros hermanos me matarían —le recordó Pólux intentando recuperar la imagen que mantenía a ese depravado con sus manos lejos del arquero.

—¿Sabes? Me sorprende que quieras mentirme —dijo el semidiós mayor con esa tétrica sonrisa que expresaba su verdadera naturaleza—. Él mismo te reveló que los dioses no harían nada por él, te confesó que custodia el elixir y no hizo nada ante tus acercamientos. ¡Por el Olimpo, rogaba por ser violado contra esa mesa! —exclamó sonando indignado por la cobardía de su familiar.

El aspirante de géminis lo miró con infinito odio por esas palabras. Sísifo y él siempre se llevaron mal. Desde el momento en que se conocieron lo primero que intercambiaron fueron insultos y golpes, pero nunca, jamás había cruzado por su mente la idea de abusar de él. Ni siquiera por venganza. Podía humillarlo de muchas otras formas más satisfactorias como luchando delante de todos para dejar claro quién era el más poderoso. Contrario al semidiós que tenía en frente que bien sabía llegó a asesinar algunos amantes en su lecho. Aquellos cuyos cuerpos no eran capaces de resistir su fuerza sobrehumana abundaron. Los que lograron sobrevivir no tuvieron un destino mucho mejor, pues terminaban tan traumados como el santo de piscis.

—No me mires de esa manera, hermanito —pidió Hércules sin abandonar su molesta sonrisa—. Te reveló sus debilidades y el secreto de Atena. Se mostró vulnerable contigo —dijo relamiéndose los labios al recordar a cuantos amantes tomó en esas circunstancias.

Adonis era un claro ejemplo de ese modus operandi. Cuando confió en él le reveló cómo era su relación con los dioses, especialmente con "sus madres", supo exactamente cómo proceder para evitar conflictos con las diosas y qué palabras usar para silenciarlo. En su opinión, el rubio se lo había buscado; exhibiendo tal belleza mientras lo seducía con su apariencia vulnerable. ¡Estaba claro que estaba ofreciéndose para su goce!

—Qué sea la mascota favorita de nuestra hermana sigue significando que, si algo le sucede, ella no se quedara quieta —le recordó el gemelo mayor intentando alejar cualquier pensamiento lujurioso de su familiar.

—Ya veo, con que esa es tu mayor preocupación —dijo Hércules sujetándose su propia barbilla para pensar—. Bien ¿qué te parece esto? —preguntó alzando el dedo índice delante del rostro del otro—. Podemos trabajar juntos y cada uno obtiene lo que quiere; yo averiguo donde está el elixir y tú puedes poseer a tu angelito.

—Ya te dije que yo no... —intentó replicar Pólux siendo interrumpido rápidamente.

—Hermanito —llamó con un todo casi paternal—. No tiene caso que niegues tus deseos. Eres como yo. Después de todo somos hermanos —le recordó dando pasos lentos hacia el otro para acorralarlo contra un árbol—. Dijiste que te gustan sus ojos, ¿verdad? Pues imagina lo hermosos que se verán mientras esa expresión arrogante se va quebrando poco a poco —narró teniendo en mente todos los desplantes que había sufrido por parte del maldito niño—. No hay nada más hermoso que ver como la luz de los ojos de un joven amante se llenan de lágrimas y se enrojecen mientras poco a poco pierden su brillo —se relamió los labios recordando cuando eso le hizo a Adonis—. Luego de que son domados se vuelven obedientes y sumisos siempre dispuestos a complacer. ¿Te gusta la idea? —interrogó insinuante.

Hércules recordaba claramente cuando hizo suyo al actual santo de las rosas. Aquellos ojos que lo miraban llenos de admiración e inocencia en pocos segundos fueron inundados por el terror. Las lágrimas cayendo por sus mejillas suaves de un color rosa melocotón por el esfuerzo que hacía por quitárselo de encima y finalmente cuando penetró su cálido interior vio esa luz extinguirse de su mirada. Luego de eso se volvió alguien muy sencillo de manejar. Todo lo que pidiera u ordenara era cumplido sin réplica alguna. Siempre que forzaba a alguien lo hacía con el objetivo de demostrar quién era el que tenía el poder allí. No se le había cruzado por la cabeza llegar a eso con el ángel de Atena, pero su propio relato para tentar a Pólux, lo estaba excitando en demasía.

Contrario a él, el otro semidiós luchaba contra su asco por tan depravada narración. Ese tipo de relatos no le causaban ningún tipo de estímulo. Pese a que mentalmente sagitario fuera incluso mayor que ellos su cuerpo y su actitud no distaban de las de un niño común y corriente. Tal acto aberrante era simplemente inconcebible. No obstante, había podido confirmar que su medio hermano lo tenía en la mira. "Le dije a ese idiota que Hércules no lo dejaría escapar fácilmente de sus lujuriosas manos. Sin embargo, ese estúpido es demasiado confiado". Pensó el aspirante de géminis con molestia por la arrogancia de su maestro al sentirse intocable.

—Necesito pensarlo bien —respondió Pólux llevándose una mano a la cabeza sintiendo migraña.

—¿Qué necesitas pensar? —cuestionó Hércules con sospecha.

—¿En serio crees que Atena no haría nada por su mascota favorita? —respondió el blondo con otra pregunta—. No seas ingenuo. Te dejó quedarte con la advertencia de no causar problemas. Si yo diera un paso en falso no obtendría la armadura de géminis y en el mejor de los casos me echaría de aquí y en el peor me mataría.

—Nuestro padre no le perdonaría si te asesina y menos si es por el estafador de dioses —tranquilizó el otro hijo de Zeus.

—¿Y se supone que me consuele con que la castiguen luego de que me asesinen? —preguntó con fastidio el gemelo mayor mientras fruncia el ceño.

—Entiendo, entiendo —aceptó el castaño no queriendo iniciar una pelea con quien podía ser su futuro aliado.

—Sólo déjame pensar en las ventajas y los riesgos de colaborar contigo. No voy a ponerme en peligro sin un buen plan —explicó el aspirante de géminis—. ¿O ya tienes uno?

—Aún no, pero algo se me ocurrirá —contestó el campeón de la humanidad.

—Entonces búscame cuando tengas algo listo, mientras yo idearé algo por mi cuenta. Si no se nos ocurre nada seguro no voy a ayudarte —advirtió el rubio de manera contundente.

—Me parece perfecto —aceptó de mala gana sabiendo que debía darle tiempo.

—Entonces me largo de aquí. Tengo cosas que hacer —anunció Pólux apartando al otro de su camino con la mano.

Hércules aceptó su petición de tener tiempo para pensar. Sabiendo que su medio hermano era alguien precavido que jugaba siempre a lo seguro, era lo mejor. No esperaba una respuesta inmediata. Menos aun cuando sabía que los gemelos actuaban por consenso. Ellos necesitaban ponerse de acuerdo antes de hacer cualquier cosa. Sólo esperaba que Castor no se convirtiera en un obstáculo para sus planes. Aunque sabiéndolo la debilidad de Pólux, era irrelevante si se oponía o no a sus planes. Sólo le bastaría con amenazar a su medio hermano con su gemelo y lo tendría fuera del camino.

Pólux se sentía en un serio dilema. Si rechazaba la oferta de Hércules se las tomaría contra Castor, pues ese bastardo nunca aceptaba un "no" como respuesta. Tampoco es que fuera demasiado cercano a los dorados como para confiar en ellos para dejar a su gemelo en sus manos. Y aun si tuvieran la intención de oponerse al campeón de la humanidad, ¿serían capaces de hacer algo? Como le dijo a Sísifo, su medio hermano tenía el favor del mismísimo Zeus. ¿Qué hacer en esa situación? A él sólo le interesaba el bienestar de su gemelo y el propio. ¿En quién debería confiar para garantizar eso? ¿Hércules o Sísifo?

CONTINUARÁ...