1990

Dos años después, recibí una carta de Gringotts. Esa mañana, mientras el sol apenas comenzaba a iluminar el cielo de Londres, me encontraba revisando el correo. Entre los sobres de publicidad y facturas, mis dedos se detuvieron en uno en particular. La carta llevaba el logotipo del banco Gringotts, algo que no esperaba y que de inmediato llamó mi atención.

Con una ceja levantada y el ceño ligeramente fruncido, tome el sobre y lo observe detenidamente. Las palabras "Asunto Importante" destacaban en la esquina inferior izquierda. La curiosidad comenzó a crecer dentro de mí, pero al mismo tiempo, una pequeña chispa de inquietud se encendió en mi pecho. Sin embargo, decidí no abrir la carta en ese momento.

Metí el sobre en el bolsillo de su cárdigan, prometiéndome a mí mismo que lo revisaría más tarde. Tenía muchas cosas que hacer y no quería agregar más preocupaciones a mi mente ya sobrecargada. Además, Piscium me estaba llamando desde la cocina, emocionado por mostrarme que ya había terminado de desayunar.

El día transcurrió rápidamente. Piscium y yo la pasamos la mañana juntos, cuidando las pocas plantas que teníamos en nuestro balcón y comprando frutas y verduras frescas. Mi madre nos visitó más tarde, ayudándome a preparar un almuerzo casero con los productos que nos había traído de su huerto.

Pero incluso en medio de la alegría y el bullicio del hogar, yo no pude dejar de pensar en la carta. Cada vez que metía la mano en mi bolsillo y sentía el sobre, mi inquietud volvía. Me preguntaba si habría algún problema con mi cuenta bancaria, algún pago pendiente, o tal vez una actualización importante que necesitaba de mi atención.

Por la tarde, mientras Piscium jugaba con sus juguetes en la sala de estar, me encontraba solo en la cocina, preparándome una taza de té. Saque la carta del bolsillo y la coloque sobre la mesa, mirándola fijamente. El reloj en la pared marcaba las horas, y el sonido del agua hirviendo llenaba el silencio de la habitación.

Finalmente, decidí que no podía postergar más el momento. Con manos temblorosas, rompí el sello del sobre y saqué la carta. Mis ojos se movieron rápidamente por las líneas de texto, absorbiendo la información. El contenido era inesperado y complicado, algo que requeriría mi atención y probablemente cambiaría ciertos aspectos de mi vida y la de mi hijo.

Suspire profundamente, sintiendo una mezcla de alivio y preocupación. Aunque ahora sabía de qué se trataba la carta, no estaba seguro de cómo manejar la situación. Guarde la carta en un lugar seguro, prometiéndome a mí mismo que abordaría el asunto con calma y prudencia cuando llegara el momento adecuado.


En una tranquila tarde de febrero en Saint David's, el clima otoñal traía consigo un aire frío y fresco que invadía los rincones del hogar de mis padres. Las hojas caídas de los árboles formaban una alfombra crujiente bajo los pies, y el cielo nublado daba al entorno una atmósfera serena y apacible.

La casa de mis padres era un refugio cálido y acogedor en medio del frío. La chimenea crepitaba suavemente, llenando la sala de estar con un calor reconfortante. El olor a madera quemada y a pastel recién horneado impregnaba el aire, creando una sensación de hogar que nos envolvía a todos.

Mi hijo Piscium, de siete años, estaba sentado en el suelo, cerca de la chimenea. Piscium, con su cabello castaño claro desordenado y sus ojos llenos de curiosidad, estaba concentrado en un libro ilustrado sobre criaturas mágicas que su madrina Amelia le había regalado por Yule. Yo lo observaba con una sonrisa en los labios, disfrutaba de la tranquilidad del momento. Era un lujo ver a mi hijo tan feliz y en paz después de tantos años insufribles.

Mi madre Hope, entró en la sala llevando una bandeja con tazas de chocolate caliente. "Aquí tienen, para calentar el cuerpo en esta tarde fría," dijo con una sonrisa, colocando la bandeja en la mesa de centro. Lyall, estaba sentado en su sillón favorito, con un libro en una mano y una taza de té en la otra.

"Gracias, mamá," le dije, tomando una taza y entregándosela a Piscium, quien la recibió con una sonrisa radiante. "Gracias, abuela," dijo con entusiasmo, antes de soplar el vapor y tomar un sorbo.

Mientras mi familia disfrutaba de la bebida caliente, la conversación fluía de manera natural y ligera. Hablamos de nuestros planes para el cumpleaños de mi niño, de las tareas en el huerto y de los chismes familiares. Mi madre compartió anécdotas de su trabajo en el hospital del pueblo, haciéndole reír a mi niño con las ocurrencias de sus pacientes. Lyall, por su parte, contaba sobre los lugares que tuvo que ir por trabajo, capturando la atención de Piscium y mía, aunque mi madre era quien la escuchaba con más fascinación.

"¿Y qué has aprendido hoy en tu libro de criaturas mágicas?" preguntó Lyall a su nieto.

"He aprendido sobre los bowtruckles," respondió Piscium con entusiasmo. "Son pequeños guardianes de los árboles mágicos. ¡Son muy interesantes!"

"Son criaturas maravillosas," dije, acariciando el cabello de mi hijo. "¿Te gustaría ver uno algún día?"

"¡Sí, papi!" exclamó Piscium. "Sería increíble."

La tarde pasó rápidamente en esa armonía familiar. Después del chocolate caliente, Piscium decidió dar un paseo por el jardín conmigo, a pesar del frío. Nos abrigamos bien y salimos juntos, pisando las hojas crujientes y disfrutando del aire fresco. Piscium corría de un lado a otro, investigando cada rincón y recogiendo hojas y pequeñas ramas que encontraba interesantes para luego enseñármelas.

Al observar a mi hijo, sentí una profunda paz y gratitud. A pesar de los desafíos que habíamos enfrentado, estos momentos de simplicidad y felicidad valían todo el esfuerzo. Ver a Piscium tan libre y feliz me daba la certeza de que estábamos en el camino correcto.

Al regresar al interior, mi familia se reunió nuevamente en la sala de estar. Lyall encendió la radio mágica y una suave música llenó el ambiente. La noche caía lentamente, y las estrellas comenzaban a brillar en el cielo despejado. Sentados juntos, compartiendo historias y risas, la familia Lupin disfrutaba de una noche tranquila y llena de amor, agradecidos por cada momento compartido.

En ese rincón cálido de Saint David's, en medio del frío del otoño, yo sabía que, a pesar de todo, siempre encontraría fuerza en el amor y la unión de mi familia. Y mientras Piscium se acurrucaba a mi lado, sentí una profunda esperanza para el futuro, seguro de que juntos podríamos superar cualquier desafío que se nos presentara.


Días después de esa tranquila tarde en Saint David's, mientras mi familia disfrutaba de su rutina diaria, Piscium comenzó a mostrar curiosidad sobre su pasado y sus raíces. Una noche, mientras le leía un cuento antes de dormir, Piscium se volteó hacia mí con una mirada seria y llena de preguntas.

"Papi," comenzó Piscium, "¿puedo preguntarte algo?"

"Claro, mi amor. ¿Qué es lo que quieres saber?" respondí con una sonrisa mientras acariciaba suavemente el cabello de mi hijo.

"He estado pensando... todos los niños en los libros que leemos tienen papá y mamá. Yo tengo a mi abuelo y a mi abuela, pero... ¿dónde está mi mamá?"

La pregunta cayó como una piedra en mi estómago. Durante años había evitado ese tema, protegiendo a mi hijo de la complicada verdad de su origen. Respire profundamente, tratando de mantener la calma mientras decidía cómo responder.

"Piscium," dije finalmente, mi voz temblando un poco. Tomando una profunda respiración, sabiendo que este momento llegaría. Me inclinó hacia mi niño, tomando suavemente sus manos. "Mi amor, tú eres un niño muy especial", comencé a explicar, con una voz suave y tranquilizadora. "En nuestro mundo, hay diferentes formas de ser familia. Algunos niños tienen una mamá y un papá, y otros tienen dos papás o dos mamás. Y algunos, como tú, tienen algo aún más único."

Los ojos de Piscium se agrandaron, llenos de una mezcla de sorpresa y confusión.

"Verás, mi niño, en nuestra familia, yo fui quien te tuvo. No tienes una mamá porque yo soy… diferente al resto de magos, soy parte de una… comunidad, lo que significa que puedo tener bebés, igual que una mamá. Tu otro padre… y yo te queríamos tanto que decidimos traerte a este mundo juntos. Fui yo quien te llevó dentro de mí durante esos meses, cuidándote y amándote antes de que nacieras."

Piscium frunció el ceño, claramente confundido. "¿Entonces tú eres como una mamá? Pero... eres mi papi. ¿Cómo puedes ser ambas cosas?"

Le sonreí con paciencia, entendiendo la confusión de mi hijo. "Soy tu papi o papá, sí, pero en nuestro mundo, algunos papás también pueden tener bebés. No es común, pero es en gran parte de lo que soy como… hombre lobo."

Piscium seguía frunciendo el ceño, tratando de entender. "Pero... ¿dónde está mi otro papá? ¿Por qué nunca lo he conocido?"

La pregunta resonó en el aire, trayendo consigo una oleada de emociones dentro mío. Tome una profunda respiración antes de responder. "Tu otro padre… y yo nos separamos antes de que tú nacieras. Él... no pudo quedarse, pero eso no significa que no te amara. Fue una situación complicada, y aunque no está aquí con nosotros, siempre quiso lo mejor para ti."

Mi niño bajó la mirada, su confusión mezclada con tristeza. "Entonces, ¿él no me quiso lo suficiente para quedarse?"

"No, amor, no es así", dije con firmeza, levantando el rostro de mi hermoso niño con suavidad para que me mirara a los ojos. "A veces, los adultos toman decisiones difíciles por razones que no siempre entendemos. Tu padre… te amaba, pero no pudo quedarse. Pero eso no cambia cuánto te amamos y cuánto significas para mí."

Piscium asintió lentamente, aunque todavía parecía confundido. "¿Puedo conocerlo algún día?"

Le acarició el cabello de mi niño, mi corazón estaba gritando de dolor y desesperación. "Espero que sí, Piscium. Si… él quiere y tú también, quizás algún día puedas conocerlo. Pero hasta entonces, quiero que sepas que tienes todo mi amor y siempre estaré aquí para ti."

Mientras nos abrazábamos, la confusión de Piscium no se disiparía de inmediato.

"Pero ¿quién es? ¿Por qué nunca hablas de él?" insistió Piscium, sus ojos reflejando una mezcla de curiosidad y confusión.

Sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas. Había sido tan difícil mantener ese secreto, pero también sabía que la verdad podía ser devastadora para un niño tan pequeño.

"Es difícil explicarlo, cariño," le dije, tratando de mantener la voz firme. "Tu padre fue una persona valiente y... complicada. No es algo de lo que quiera hablar ahora."

Piscium bajó la mirada, claramente decepcionado, pero asintió. "Está bien, papi," dijo en voz baja. "Solo quería saber."

Volví abrazarlo con fuerza, sintiendo el peso de mi decisión y el dolor de no poder darle a mi hijo la respuesta que merecía. "Lo siento, mi amor. Tal vez algún día podamos hablar de esto, pero por ahora, solo quiero que sepas que tienes a mucha gente que te quiere."

"Está bien, papi," repitió Piscium, abrazándome de vuelta. "Te quiero."

"Y yo a ti, con todo mi corazón," respondí, besando la frente de mi hijo.

Esa noche, después de que Piscium se quedó dormido, yo me quede despierto, mirando por la ventana hacia el oscuro cielo de invierno en Londres. Sabía que la pregunta de mi hijo no desaparecería y que, tarde o temprano, tendría que enfrentar la verdad y compartirla con Piscium. Pero por ahora, mi prioridad era protegerlo y asegurarme de que se sintiera amado y seguro.

Suspire, sintiendo una mezcla de tristeza y resolución. Me prometí a mí mismo que encontraría la manera de contarle a mi hijo la verdad sobre su padre cuando llegara el momento adecuado. Hasta entonces, seguiría siendo el papá fuerte y protector que Piscium necesitaba.

Marzo de 1990

Los días pasaron rápidamente y la primavera se acercaba, trayendo consigo un aire fresco y renovador. El cumpleaños de Piscium estaba a la vuelta de la esquina, y yo quería asegurarme de que fuera una celebración especial. Kingsley había ofrecido su hogar para la fiesta, sabiendo que su espaciosa mansión en Weybridge proporcionaría el lugar perfecto para los juegos y actividades que los niños disfrutarían.

El día del cumpleaños, la casa de los Shacklebolt estaba decorada con guirnaldas de colores y globos flotantes. Una gran mesa en el jardín estaba repleta de comida deliciosa y una impresionante tarta de cumpleaños con forma de dragón, el animal favorito de Piscium. Amigos y familiares comenzaron a llegar, llenando el ambiente con risas y conversaciones animadas.

Piscium estaba radiante de felicidad, corriendo de un lado a otro con sus amigos, disfrutando de cada momento. Me mantuve siempre cerca suyo, observando a mi hijo con un cariño inmenso, pero también con una preocupación latente. La noche anterior había tenido otro de esos sueños inquietantes sobre el otro padre de mi niño, y aunque sabía que debía enfrentar la verdad, aún no había encontrado el momento adecuado para hablar con Piscium. Había trabajado duro para organizar esta fiesta y ver a Piscium tan feliz hacía que todo valiera la pena.

En medio de la celebración, un nuevo invitado llegó con su abuela Augusta: Neville Longbottom, un niño de la misma edad que Harry. Neville con su mirada curiosa y su aire tímido, camino acompañado por su abuela hacia el resto de invitados. Neville, con su cabello rizado y su actitud reservada, se acercó con cautela, mirando el bullicio con una mezcla de curiosidad y timidez. Mientras su abuela se distrajo conversando con Lyall, los dos niños se miraron con curiosidad al principio.

Piscium, siempre abierto a hacer nuevos amigos, se acercó a Neville con una sonrisa. "Hola, soy Piscium. ¿Quieres jugar?" extendiendo la mano con una sonrisa amigable.

Neville sonrió tímidamente y asintió. "Hola, yo soy Neville. ¿Qué te gusta hacer?" estrechando la mano de Piscium con timidez, pero con una sonrisa sincera.

"Me gusta mucho estar en la naturaleza," respondió Piscium, señalando hacia el jardín donde unos niños jugaban con un frisbee mágico que George le trajo de regalo, aunque no duro mucho tiempo envuelto. "Me gusta explorar, ver las plantas y los animales. ¿A ti también te gusta la naturaleza?"

"Sí," respondió Neville, aliviado de encontrar a alguien con intereses similares. "Me gusta mucho. A veces, mi abuela me lleva al jardín botánico. Me encanta ver todas las plantas y flores. ¿Tú también vas a algún lugar especial?"

La conversación entre los dos niños fluyó de manera natural. Descubrieron que ambos compartían un profundo amor por la naturaleza y los animales. Mientras caminaban por el amplio jardín de los Shacklebolt, Neville le contó a Piscium sobre las plantas mágicas que su abuela cultivaba, y Piscium le habló de los animales que había visto en los bosques cerca de la casa de sus abuelos en Saint David's.

Los dos niños empezaron a caminar juntos, alejándose del grupo para explorar un rincón del jardín que parecía mágico con los rayos del sol filtrándose entre los árboles. Neville, con su inocencia y su curiosidad, comenzó a hablar más abiertamente sobre su amor por las plantas y las criaturas mágicas.

"Me encantaría ver esas plantas algún día," dijo Piscium, fascinado por las historias de Neville.

"Y a mí me gustaría ver esos animales," respondió Neville con igual entusiasmo. "Mi abuelo siempre me cuenta historias sobre plantas que pueden curar heridas," dijo Neville con los ojos brillantes. "Y me enseñó a reconocer diferentes tipos de hierbas. ¿Tú también sabes algo de eso?"

Piscium, con una sonrisa orgullosa, asintió. "Sí, mi abuelo me enseñó sobre las plantas mágicas y cómo usarlas. Me gusta mucho. A veces, recojo hojas y flores para hacer pociones con mi abuelo."

Mientras los niños seguían conversando, los observe desde la distancia, sintiendo un profundo alivio al ver a Piscium tan feliz y sin dolor. La amistad que se estaba formando entre Neville y Piscium me daba esperanza y la certeza de que su hijo encontraría su lugar, rodeado de amigos que compartían sus intereses.

Por sugerencia de mi padre y Armastus también había invitado a varios niños de las familias y amigos de mi trabajo en el Ministerio. Entre los invitados estaban Astoria Greengrass, Karl y Patrick Thicknesse, Lucy Foster, Dominic Blishwich, Isabella Green y Maximilian Ross, todos ellos de la misma edad que Piscium y los cuales ya se habían conocido entre sí por reuniones anteriores en el Ministerio, reuniones a las cuales George siempre evitaba estar presente por ser demasiado aburridas e infantiles. Susan no había podido asistir porque se había resfriado la noche anterior.

Astoria, con su elegancia habitual, se acercó primero, seguida de Patrick, un niño serio a diferencia de su mellizo Karl, que era sumamente curioso. Lucy, con su cabello rizado y su risa contagiosa, se presentó con entusiasmo, mientras Dominic y Maximilian, siempre juguetones, comenzaron a explorar el jardín con entusiasmo. Isabella, más reservada pero igual de amigable, se unió al grupo con una sonrisa tímida.

Piscium los recibió con calidez, aunque se sentía un poco abrumado por tantos invitados nuevos. Sin embargo, la atmósfera festiva y los juegos planificados por Kingsley pronto rompieron el hielo. Los niños se mezclaron rápidamente, compartiendo historias y jugando juntos como si se conocieran desde siempre. Lo cual podía ser cierto, todos provenían de familias sangre pura, pero no habían participado en la guerra, ya que algunos eran nuevos en el continente.

Durante la piñata (que Armastus insistió y suplico en colocar), todos los niños se turnaron para golpearla, riendo y animándose unos a otros. Cuando finalmente se rompió, los dulces y juguetes cayeron al suelo, y los niños se lanzaron a recoger sus premios con risas y algarabía.

Isabella miró curiosa a Piscium y le preguntó con una sonrisa tímida, "¿Qué te gustaría hacer, Piscium?"

Piscium, con sus ojos brillantes, respondió emocionado, "¡Me encanta explorar! Encontré un parque nuevo cerca de aquí y me hice amigo de un niño con ojos verdes bonitos. Tuvimos una aventura mágica juntos."

"¡Wow, suena increíble!" exclamó Lucy, con entusiasmo. "Yo también amo los parques. ¿Qué hicieron en su aventura?"

Piscium sonrió, recordando la emoción de aquella tarde. "¡Encontramos un viejo árbol hueco que parecía un castillo secreto! Jugamos a los exploradores y buscamos tesoros imaginarios."

Patrick, el más serio del grupo, asintió con interés. Pero su mellizo, Karl, decidió hablar en su lugar. "Deberíamos explorar juntos algún día. Me gusta aprender sobre cosas nuevas."

Astoria, con su voz suave y elegante, agregó, "Mi madre dice que los parques son lugares perfectos para dejar volar la imaginación. ¿Qué otros lugares te gustarían explorar, Piscium?"

Mientras los niños conversaban animadamente, me dedique a observar con gratitud cómo Piscium interactuaba con sus nuevos amigos. Era evidente que la presencia de los niños, todos con sus personalidades únicas, había añadido un toque especial a la celebración. Neville había huido al notar la presencia de tantos niños acercándose a mi niño, por suerte mi mamá lo estaba entreteniendo enseñándole las flores que rodeaban toda la mansión.

Al final del día, cuando los padres o apoderados vinieron a recoger a los niños, todos se despidieron con promesas de mantenerse en contacto y de encontrarse nuevamente pronto. Aunque hubo más de uno que no se quería ir y fue necesario que Piscium les hiciera recordar que el día de mañana seria la fiesta de Astoria y que todos se verían ahí. Mi padre junto a Armastus agradecieron a cada familia por haber venido, no quería pensar el motivo para que todos accedieran a que sus niños vinieran a la fiesta de un niño mestizo. Lyall me había asegurado que todas eran familias que sentían simpatía por los muggles o que no eran tan puristas.

Mientras limpiábamos después de la fiesta, me puse a reflexionar sobre lo afortunado que era de tener a Piscium y que él contaría con amigos tan amables y solidarios en el colegio dentro de un par de años. Sabía que, aunque el camino no siempre sería fácil, tenía a mi lado a personas que me apoyaban y que estaban dispuestas a hacer todo lo posible por el bienestar de Piscium.


Al día siguiente de la fiesta de Piscium, los niños se reunieron nuevamente, esta vez en la casa de Astoria para celebrar su cumpleaños. La casa estaba decorada con globos y serpentinas, y el ambiente era alegre y lleno de risas. Astoria, con su vestido azul claro y su corona de cumpleaños, estaba radiante.

Durante la fiesta, mientras disfrutaban de pastel y juegos, Piscium se acercó a Astoria, que estaba sentada junto a algunos de sus amigos. La conversación pronto giró hacia el tema del colegio.

"¿Cuándo empezaremos a ir al Hogwarts?" preguntó Lucy, mirando a sus amigos con curiosidad.

"Creo que tenemos que esperar tres años más," respondió Patrick, siempre informado. "Mi madre dice que empezaremos cuando tengamos once años."

Astoria, con entusiasmo, agregó, "Sí, mi hermana mayor ya va allí. Dice que es increíble. Hay tantas cosas mágicas para aprender."

"¿Han escuchado sobre el 'Principito' Malfoy?" preguntó Dominic. "En una fiesta de té escuche a mi madre, que una niña muggle le gano el año pasado."

Maximilian asintió. "Sí, he oído hablar de eso. Al parecer los Malfoy ya no son tan… tan… mejores que el resto de magos."

"¡Eso no es cierto!" exclamó Isabella con molestia. "Una niña muggle no le puede ganar a Malfoy, porque es un colegio de magos, no de muggles. Tal vez… la niña sea de padres muggles y ella… sería interesante de conocer."

Piscium, curioso, preguntó, "¿Por qué lo llaman el 'Principito'?"

Astoria respondió, "Creo que es porque su familia es muy rica y poderosa, casi como si fuera un príncipe de verdad, además de que es super… mimado, pero cualquiera lo seria si es hijo único y siempre está solo."

"¿Creen que nos llevaremos bien con él?" preguntó Piscium, preocupado. "Siempre es difícil conocer a alguien nuevo."

"Bueno, falta mucho tiempo aún," dijo Karl, tratando de tranquilizar a su amigo. "Tres años es mucho tiempo. Quién sabe cómo serán las cosas para entonces."

"Yo solo quiero empezar ya," dijo Isabella, emocionada. "No puedo esperar para aprender más sobre magia."

"Sí, pero tres años es mucho tiempo para esperar," añadió Dominic. "Quiero decir, ¿por qué no podemos empezar antes?"

"Porque así son las reglas," explicó Lucy, siempre pragmática. "Tenemos que ser pacientes."

La conversación continuó, con los niños compartiendo sus sueños y deseos para el futuro. Note que la mención del 'Principito' había despertado la curiosidad en mi niño.

El tema del 'Principito' paso al olvido cuando empezaron a discutir a que casa irían, al final no supieron elegir una sola, con la única diferencia de Dominic, todos estuvieron de acuerdo en que él terminaría en Slytherin por tener una lengua tan "filosa" como las serpientes.

Septiembre de 1990


Queridos Susan, Neville y George,

¡Hola amigos! Espero que estén muy bien y que estén aprendiendo muchas cosas nuevas en el colegio Hogwarts. Papá me dice que aún soy un poco pequeño para ir con ustedes, pero estoy emocionado de verlos en las vacaciones. Extraño jugar juntos y contar historias bajo la mesa de mi tío Kingsley.

Estos días he estado ayudando mucho en el huerto con abuela Hope. Hemos plantado nuevas flores y estoy aprendiendo a cuidarlas como papá cuida sus plantas en casa. También he estado practicando algunos hechizos pequeños que mi abuelo me enseña, ¡y creo que estoy mejorando!

A veces, cuando veo a mis vecinos ir al colegio muggle que está cerca de mi casa, me pregunto cómo será estar allí con ustedes. Sueño con el día en que podamos explorar juntos la biblioteca o los invernaderos del colegio y aprender hechizos nuevos. ¿Qué tal es Hogwarts? ¿Tienen muchos deberes? Me encantaría saber todo lo que están haciendo y cómo es la vida en la escuela. Papá no me cuenta mucho sobre su estadía en Hogwarts, siempre se pone triste y me abraza por muuuchas horas.

Mi abuelo dice que cuando sea un poco mayor podré unirme a ustedes y ver a Harry Potter en persona. ¿Se imaginan? Sería genial poder compartir esas aventuras juntos, aunque ustedes ya deben de haberlo conocido. ¿Cómo es él? Mientras tanto, aquí en casa extraño nuestras risas y travesuras. ¿Recuerdan cuando jugábamos a las escondidas en el atrio del Ministerio?

Les mando muchos abrazos y espero con ansias nuestras próximas vacaciones juntos. Cuídense mucho y disfruten cada día en el colegio.

Con cariño,

Piscium

PDST: Les envié esta carta a los tres, porque no quiero escribir lo mismo dos veces más, además de que los tres se encuentran en el mismo lugar.


El viento soplaba suavemente a través de los campos verdes de Saint David's, llevando consigo el aroma fresco del océano cercano. Era un fin de semana tranquilo, y había decidido llevar a Piscium a visitar a sus abuelos. La pequeña casa de mis padres estaba rodeada de un halo de paz y serenidad, con su jardín floreciente y el huerto cuidadosamente atendido por mi mamá.

Piscium correteaba alegremente por el jardín, su risa resonando en el aire mientras perseguía mariposas y recogía flores para su abuela. Observe a mi hijo desde el porche, mi corazón se hincho de amor y orgullo. A pesar de las dificultades que habíamos enfrentado, Piscium había crecido para convertirse en un niño lleno de vida y curiosidad.

"Piscium, ven aquí un momento," llamó Lyall desde la sombra de un gran roble. Mi niño dejó sus juegos y corrió hacia su abuelo, sus ojos brillando con entusiasmo.

"¿Qué vamos a hacer hoy, abuelo?" le preguntó, su voz llena de expectación.

Lyall sonrió, sus arrugas acentuándose al recordar los días en que él mismo había aprendido sobre la magia. "Hoy te voy a enseñar algunas cosas que aprenderás en el colegio de magia, cuando llegue el momento. Quiero que estés preparado y que sepas que la magia es algo maravilloso, pero también requiere responsabilidad."

Me acerque en silencio y me siento en el césped junto a ellos, observando con atención. Lyall sacó su varita y comenzó a mostrar a Piscium algunos hechizos básicos, explicando con paciencia cada movimiento y palabra.

"Requiere concentración y precisión," dijo mientras conjuraba una pequeña esfera de luz que flotaba en el aire. "Inténtalo, Piscium. Recuerda enfocarte en lo que quieres lograr."

Piscium tomó una ramita del suelo, imitando la varita de su abuelo, y se concentró intensamente. Murmuró las palabras que Lyall le había enseñado y, para sorpresa de todos, una débil luz comenzó a emanar de la punta de uno de sus dedos que sostenía la ramita.

"¡Lo hice, papi! ¡Mira!" exclamó, sus ojos llenos de asombro y felicidad.

Aplaudí, mi corazón rebosante de orgullo. "Lo hiciste muy bien, mi amor. Estoy tan orgulloso de ti."

Lyall asintió, claramente impresionado. "Tienes un talento natural, Piscium. La magia corre fuerte en ti. Pero recuerda, la práctica y la paciencia son clave."

Durante el resto del día, Lyall continuó enseñándole a Piscium pequeños hechizos y encantamientos. Mi niño absorbía el conocimiento como una esponja, memorizando con rapidez y repitiendo los hechizos con una habilidad sorprendente para su edad.

Mientras el sol comenzaba a ponerse, pintando el cielo con tonos de naranja y rosa, Piscium se sentó junto a mí en el porche, agotado pero feliz.

"Papi, no puedo esperar para ir al colegio y aprender más sobre la magia," dijo con una sonrisa soñadora. "Quiero ser tan sabio como el abuelo y tan fuerte como tú."

Lo abrace con fuerza, sintiendo una mezcla de alegría y melancolía. "Lo serás, mi amor. Lo serás. Y cuando llegue el momento, estaré allí para verte brillar."

Esa noche, mientras las estrellas comenzaban a brillar en el cielo oscuro, nos quedamos a dormir en casa de mis padres, para gran deleite de mi padre, aunque no lo dijera con palabras sabía que él anhelaba de que mi niño y yo regresáramos a su casa.

En los siguientes meses el aire de Saint David's se llenaba con el aroma de pinos y el crujido de la nieve fresca bajo los pies. Las luces navideñas brillaban en las casas, y el espíritu festivo envolvía a todos los habitantes. En la casa de mis padres, Piscium y yo decorábamos el árbol de Navidad, mientras las llamas del fuego crepitaban en la chimenea.

"Papi, ¿cómo era tu vida en el colegio?" preguntó Piscium de repente, mientras colocaba una estrella brillante en una rama alta. "¿Eras un buen estudiante? ¿Hacías travesuras?"

Le sonrió mientras mis pensamientos viajan a esos años de juventud llenos de risas, amistad y, a veces, tristeza. "Oh, amor, tuve muchos buenos momentos en el colegio. Estaba en Gryffindor, y algunos de mis mejores amigos eran los Merodeadores. Eran un grupo de chicos que se metían en muchos problemas, pero siempre de una manera divertida y noble."

"¿Merodeadores?" Piscium frunció el ceño, curioso. "¿Quiénes eran?"

Tomo asiento en el sofá, llamando a mi hijo para que se uniera a mi lado. "Éramos… cuatro amigos inseparables: James Potter, Peter Pettigrew... otro amigo muy querido y yo."

Los ojos de Piscium se iluminaron. "¿Los conociste bien? ¿Hiciste muchas travesuras con ellos?"

Mi corazón se apretó con dolor y nostalgia. "Sí, creo que los conocí muy bien. Eran tiempos mágicos y a veces muy difíciles, pero ellos siempre lograban hacerme reír y que formaba parte de ellos."

Piscium se acurruca a mi lado. "¿Puedes mostrarme fotos de esos tiempos?"

Dudó un momento, pero finalmente asintió. "Claro, espera aquí."

Me levantó y me dirigió hacia mi antigua habitación. Abro el armario y sacó una caja polvorienta que había estado guardada en el estante superior. Al abrirla, encontré mi viejo anuario escolar y comienzo a buscar algunas fotos. Mientras lo hacía, una chaqueta de cuero negro cayó al suelo.

No fui consciente cuando Piscium corrió al cuarto y recogió la chaqueta. "Papi, ¿qué es esto?"

Me quedó en silencio, observando la chaqueta con una mezcla de amor, tristeza y nostalgia. "Esa era la chaqueta de… un amigo. La usaba todo el tiempo. Era como su sello personal."

Piscium acarició la suave piel, sus ojos grandes y curiosos. "¿Puedo ponérmela?"

Asiento enérgicamente con la cabeza mientras mis lágrimas comienzan a acumularse en mis ojos. "Claro, pero ten cuidado. Lleva mucho tiempo guardada."

Mi niño se puso la chaqueta, que le quedaba grande, pero eso no le importaba. Se mira en el espejo y yo trato de evitar imaginar cómo habría sido si Sirius hubiera sido quien se lo entregara.

Me giro para evitar seguir mirando a Piscium, me arrodillo junto a la caja para que mis lagrimas no sean vistas, mis dedos rozan las fotos donde aparece el dueño de la chaqueta. Recordaba las veces que Sirius la había usado, su risa, su olor, la sensación de su abrazo. Una oleada de nostalgia y dolor me golpea con fuerza.

Había pensado estúpidamente que sería posible olvidar mis recuerdos con Sirius, pero el recuerdo de la primera noche en que nuestra relación empezó a desquebrajarse estaba tan presente en mi memoria, fue después de una reunión de la Orden, Sirius me había envuelto en esa misma chaqueta mientras caminábamos juntos por el frío, riendo y compartiendo sueños de un futuro que nunca llegó a ser. Recordé cómo me había sentido seguro y amado en sus brazos hasta que llegamos al departamento y la desconfianza volvió a surgir.

"Pareces todo un Merodeador," dije con un nudo en la garganta.

"Papi, ¿por qué nunca me hablas más de ese amigo?" preguntó Piscium, su voz suave y comprensiva. "Quiero saber más sobre tus amigos del colegio."

Involuntariamente rio al sentir el amor y la determinación de mi hijo. "Es difícil, Piscium. Esa persona y los otros eran increíbles, pero también pase por muchas cosas dolorosas y quiero protegerte de ese dolor."

Piscium se acerca y me abraza con fuerza. "Pero yo quiero saber, papá. Quiero conocer todo sobre tus amigos, lo bueno y lo malo."

Miro a mi hijo con lágrimas en los ojos y asiento. "Está bien, te contaré más. James era valiente, leal y siempre estaba dispuesto a ayudar a sus amigos. Pero también fue su perdición… puso su total confianza en la persona equivocada al igual que yo… no pudimos ver a la verdadera persona que teníamos a nuestro lado."

Pasamos horas hablando, compartiendo historias sobre mis días en Hogwarts, las travesuras que hice junto al resto de Merodeadores y los momentos especiales con las chicas. Piscium me escuchaba con atención, sus ojos brillando con admiración y una creciente comprensión.

Finalmente, cuando la noche avanzo y la casa estaba en silencio, mire a mi hijo dormido en mis brazos. "Sirius te habría amado mucho, mi amor... pero sus ansias de hacerme daño fueron más que suficientes para no conocerte, para no verte crecer ni amarte."


Era una noche tranquila en mi departamento en Londres. Las luces navideñas de la ciudad brillaban a lo lejos, pero el interior de mi hogar estaba sumido en una penumbra cálida, solo iluminada por la suave luz de la luna que se filtraba por las ventanas. En unos días seria luna llena y tendría que regresar al bosque con la manada de Otsana y dejar a mi hermoso niño bajo el cuidado de mis padres.

Pero ahora me encontraba en la cocina, limpiando después de la cena. El reloj en la pared marcaba las diez de la noche y sabía que era hora de acostar a Piscium. Con una sonrisa, me dirijo a la habitación de mi hijo para asegurarme de que ya estaba en la cama. Al acercarme a la puerta, escuchó una voz suave y tierna que me hace detener.

Desde el umbral, puedo ver a Piscium de pie junto a la ventana, mirando fijamente al cielo estrellado. Su pequeña figura se perfilaba contra la luz de la luna, creando una imagen casi etérea.

"Queridas estrellas," susurraba Piscium con una voz llena de inocencia y esperanza. "Sé que mi papi está triste. No sé por qué, pero siempre lo veo mirando esa chaqueta de cuero y se pone triste. Yo no quiero que esté triste. Quiero que sea feliz."

Siento como mi corazón se rompe un poco más con cada palabra de mi hijo. Las lágrimas empezaron a llenar mis ojos, pero me quedó inmóvil, sin querer interrumpir el momento.

"Estrellas, si pueden escucharme," continuó Piscium, su voz temblando ligeramente. "Por favor, hagan que mi padre venga a visitarnos. Papá nunca me habla de él, pero yo quiero conocerlo. Prometo que seré un niño bueno si ustedes cumplen mi deseo. No haré más travesuras con el abuelo y ayudaré a papá más en la casa. Solo quiero que mi padre venga y que papá deje de estar triste."

Una ola de emociones abrumadoras amenaza con tirarme al suelo sin ninguna posibilidad de ponerme de pie. El amor y la desesperación de mi hijo eran casi palpables en el aire, y yo me sentía impotente, incapaz de cumplir ese simple y profundo deseo.

Piscium se queda en silencio por un momento, mirando las estrellas como si esperara una respuesta. Luego, con un suspiro profundo, se acurruca en su cama y se tapa con las mantas. "Buenas noches, estrellas," susurra finalmente, antes de cerrar los ojos y dejar que el sueño lo llevara.

Me quedó en el umbral, con lágrimas rodando por mis mejillas. Mi hijo deseaba algo que yo no podía darle, y eso me llenaba de una tristeza y culpa inmensas. Se sentía atrapado entre el pasado y el presente, queriendo proteger a Piscium, pero también deseando que él pudiera conocer la verdad y sentir el amor de su otro padre, pero eso era algo imposible.

Finalmente, entró en s habitación con pasos ligeros, cuidando de no despertarlo. Me acercó a la cama y acarició suavemente el cabello de mi Piscium, susurrando: "Lo siento tanto, mi amor. Haría cualquier cosa para que tu deseo se hiciera realidad."

Me quedó allí un rato, viendo a mi hijo dormir. La determinación creció en mi corazón. Tal vez no podría traer a Sirius de vuelta, pero haría todo lo posible para que Piscium tuviera una vida llena de amor y felicidad. Haría lo que fuera necesario para protegerlo y asegurarme de que nunca se sintiera solo.

Me levantó lentamente y salgo de la habitación, cerrando la puerta con cuidado. Al volver a mi propia habitación, me dejó caer en la cama, con el peso de las emociones aplastándome. Recuerdo las innumerables noches de soledad, los momentos de desesperación y las veces que había deseado que Sirius estuviera allí, a mi lado, ayudándome a criar a nuestro hijo.

"¿Por qué nos traicionaste, Sirius?" susurro con amargura. "¿Por qué tuviste que hacer lo que hiciste? Si me hubieras elegido, Piscium no tendría que hacer deseos a las estrellas para conocerte."

El resentimiento me consumía. Había veces en que odiaba a Sirius por habernos dejado solos. No solo había perdido al amor de mi vida, sino que nuestro hijo había perdido la oportunidad de tener sus dos figuras paternas. Cada lágrima que Piscium derramaba, cada pregunta sin respuesta, eran recordatorios constantes de la ausencia de Sirius, ni siquiera había sido capaz de decirle el nombre de su otro padre. Hasta el momento solo era un hombre sin rostro ni nombre por el cual llamarlo.

Me preguntaba si alguna vez Sirius pensaba en nosotros, si alguna vez se arrepentía de las decisiones que había tomado. La rabia y la tristeza se mezclaban en mi corazón, y yo sentía que estaba a punto de romperme. Pero no podía permitirse ese lujo. No cuando Piscium me necesitaba a diario.

"Prometo que haré todo lo que pueda por ti, mi amor," prometí en susurros, dirigiendo mis pensamientos hacia mi hijo dormido. "No dejaré que la ausencia de Black defina nuestra vida. Encontraré una manera de darte la felicidad que te mereces."

Con ese pensamiento, me acurrucó bajo las sábanas, dejando que las lágrimas fluyeran libremente. Sabía que el camino no sería fácil, pero también sabía que haría cualquier cosa por mi hijo. Incluso si eso significaba enfrentar mis propios demonios y el dolor del pasado.