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—¿Agasha? ¿Qué te pasa? ¿Por qué no dices nada? ¡Ah, ya sé! No puedes con el asombro, ¿verdad? —preguntó Fluorite bastante extrañada ante la imagen paralizada de su amiga, pero eso no le pareció ningún problema; lo atribuyó a lo sorpresiva que debió ser su gran noticia—. Pero no creo que sea para sorprenderse tanto, seguro otras chicas reciben más regalos. ¿Agasha, me oyes?

De hecho, además de parecer haberse quedado sorda, Agasha se veía un poco pálida. Quizás deba ir a ver a un doctor.

—¡Agasha! —espetó.

—Perdón. E-es… tú… ¿de verdad…?

—¿Mmm?

—No creí que…

No era nada normal para Fluorite ver a Agasha tan nerviosa y falta de palabras cuando la presencia del santo de piscis o la mención de este no estaban de por medio.

—Fluorite… ¿es cierto lo que dijiste? ¿Has estado recibiendo anillos, collares y esas cosas de diferentes chicos en estos días?

—¡Sí! —respondió alegremente, alzando su mano para que Agasha viese su nuevo brazalete de oro—. Mira, ¿acaso no es hermoso? —la miró juguetona—, ¿o será que no me estabas oyendo bien?

Sin borrar su sonrisa boba, Fluorite se sentía dichosa y bendecida; además de atractiva y llamativa. Era una sensación a la que ella no estaba tan acostumbrada y quería sacarle el mayor provecho posible hasta donde durase.

—Fluorite… y… de casualidad, ehm… ¿alguno de esos chicos te ha dicho algo del motivo para darte esos regalos? —musitó Agasha un tanto preocupada.

Entretenida, mirando su brazalete, amando cómo se le veía, Fluorite negó con la cabeza.

—¿Tiene que haber un motivo salvo por el que sólo busquen cortejarme? —preguntó ella de muy buen humor—. Jamás hay que subestimar nuestra belleza, amiga.

Era un poco tarde, el sol aún no perdía su brillo, aunque las grandes nubes lo cubriesen; había un ambiente fresco, por lo que ambas estaban tranquilamente sentadas en los escalones que dividían Acuario de Piscis.

Esa tarde, Agasha había ido a dejar flores para el Patriarca y Athena como otros días, cuando de pronto, en su regreso, Fluorite la notó y la llamó sin pensarlo dos veces, para enseñarle (o más bien, presumirle) su nueva adquisición del día de ayer, así como para restregarle un poco en la cara su buena suerte. Fluorite quería mucho a Agasha, pero, ¡maldición! ¡Se sentía tan emocionada que no era capaz de mantener su poca humildad!

Ya había guardado el secreto de su buena suerte por muchos días, ahora que tenía el brazalete más genial del mundo, no podía evitar mostrarlo a una de sus amigas. Y Agasha había sido la primera en ponérsele enfrente.

Desde hace algunas semanas, diferentes chicos habían estado muy al pendiente de ella en Rodorio. Después del primer regalo que recibió de forma inesperada, vinieron los saludos, luego una que otra bromilla; miradas que ella jamás pasaba por alto. Luego, vinieron los inesperados regalos, uno tras otro, un par de esos chicos le dieron anillos, otros le dieron piedras preciosas que no podían ser tan costosas (o eso creía Fluorite) y los que más atentos habían sido, volvieron para darle flores, una pieza de joyería extra y/o alguna toga de suave tela.

Los otros regalos no estaban nada mal, pero este, este brazalete, el que llevaba ahora mismo, era especial; brillaba tanto a sus ojos porque era el único que para Fluorite podría ser extremadamente costoso, pues era de oro sólido y poseía unas cuantas piedras rojas rodeándola. ¿Serán rubíes?

La había recibido por parte de un hombre maduro, pero un tanto guapo, la mañana de ayer mientras hacía sus compras.

Quizás… si él le pidiese una "cita", ella no dudase en concedérsela. Aunque eso significase tratar de olvidar por completo la imagen de otro hombre que no abandonaba su cabeza; uno que seguramente jamás le daría algo como esto.

Tan embelesada estaba Fluorite con su obsequio y sus fantasías, que no le tomó importancia al tono nervioso en la voz de Agasha, o a su mirada preocupada.

—Oye… y… ¿cuántos hombres te han obsequiado cosas? —preguntó.

—Bastantes —respondió aún atontada; en realidad, eran poco más de ocho muchachos sin contar al hombre mayor, quien sabe; pero queriéndose lucirse más frente a Agasha, incrementó el número—. No te pongas celosa, mi amiga; algún día tú también serás tan popular.

No oyó la respuesta que esperaba.

—Es que… no es eso…

—¿Mmm? —Fluorite desvió su atención de su brazalete para mirar a Agasha.

—Mi padre no quiere que yo reciba nada —susurró algo desalentada—, me dice que él se hará cargo de todo.

—¿Cómo que se hará cargo? ¿De qué? ¿Él te comprará estas cosas tan bonitas? —se rio de forma inapropiada ante la clara imposibilidad de que un buen hombre que trabajaba como florista pudiese pagar algo mínimamente equivalente al brazalete que Fluorite llevaba, por supuesto, no captando lo que Agasha quería decirle en realidad.

Agasha por su lado, no sabía si sentirse atacada, preocupada, o en estado de pánico. Fluorite sonaba tan calmada y tan presumida que le daba miedo, y sí, un poco de celos también.

—El oro es muy bonito —comentó Agasha, tratando de relajarse—. Debe ser lindo recibirlo de un candidato a prometido… o de varios —musitó pensativa.

—Seguro que sí —respondió Fluorite con sencillez—. ¿Sabes? De donde yo vengo, algunos hombres dan este tipo de cosas a sus prometidas por medio de una chaperona o los padres.

Agasha ladeó la cabeza un poco.

—¿Qué es una chaperona?

—Es la mujer mayor que se dedica a estar en todas las citas de una pareja no casada, y evitar que la chica a su cuidado se vea a solas con un hombre, más si él la pretende.

—Cierto… eso pasa aquí también, pero en lugar de una mujer, debe ser el padre, el hermano, o algún tutor, quien se vea con el hombre… o en tu caso, los hombres, que buscan ser tu esposo.

—Dar oro como regalo siempre es una buena forma de impresionar a una mujer y ganarse algunos puntos; pero en mi tierra usualmente esa suerte siempre se la llevan las damas con títulos nobles —dijo con cierto ego al saberse admirada sin estar comprometida realmente.

O al menos, eso pensó Fluorite.

Agasha arqueó una ceja. Viendo con un poco de miedo que Fluorite no le estaba prestando mucha atención, Agasha inhaló profundo y tragó saliva.

—No creo que lo estás entendiendo, Fluorite.

—¿De qué hablas?

—¡¿Podrías dejar de mirar esa cosa y prestarme atención?!

Haciendo un gesto de fastidio, Fluorite desvió su mirada hacia su amiga.

—¿Qué?

—¿No te has preguntado por qué yo no recibo obsequios?

—¡Dah! Lo acabas de decir —hizo una mueca—, tu padre se "hará cargó".

—¡Pero no es sólo eso!

—Bueno… ¿y tal vez también porque ya medio pueblo sabe que babeas por…? —sin pronunciarlo, solo moviendo sus labios, Fluorite terminó diciendo el nombre de Albafica.

—Fluorite —espetó Agasha, un poco ruborizada—. No es eso… del todo.

—¿Entonces? —la rubita se cruzó de brazos.

—Fluorite, recibir algún objeto valioso de un hombre significa que él busca tu mano en matrimonio.

Poniendo los ojos en blanco, Fluorite chasqueó la lengua, desinteresada y despreocupada.

—¡Ah! Dime algo que no sepa.

—¿Lo sabes? ¿Y… estás bien con eso? —Agasha tembló un poco—. Son varios hombres…

—Cosa que es el doble de genial. Vamos, déjalos seguirse formando uno detrás de otro, al final, sólo les diré a todos que no estoy interesada y ya.

Mirando como Fluorite volvía a admirar su nueva adquisición, Agasha frunció el ceño.

—No, creo que no lo has entendido aún —volvió a decir preocupada.

Parpadeando confundida, Fluorite miró a Agasha.

—¿Entender qué?

—Fluorite… sé que nacimos en sitios diferentes, y me sorprende que no lo sepas a pesar de que llevas un tiempo viviendo aquí… pero, usualmente debe ser tu kyrios, tu tutor; en este caso, el señor Dégel, quien debe recibir o rechazar ese tipo de obsequios —explicó lo más clara que pudo—. Si lo haces tú, y sin pensar a quién le recibes los obsequios, podría haber problemas.

—Agasha —resopló, no queriendo enojarse—, deja de hablar en claves; sólo dilo. ¿Qué te tiene con esa cara? No se te ve bien.

—Eso es lo que trato de hacer —Agasha se levantó del escalón, bajó uno de ellos y tomó a Fluorite de los hombros—. Escucha, aquí hay una tradición: que un hombre dé regalos a la familia de una chica, o a la chica en sí, se considera una petición de mano en sí misma. Y si es la posible prometida quien los acepta…

Absorbiendo esa información, procesándola poco a poco… Fluorite abrió la boca pero nada salió de esta por un corto rato.

—¿Qué? ¿Cómo? ¿Cómo que es una petición de mano? ¿Te refieres a que… ya me propusieron matrimonio? ¿Todos ellos?

—Sí —casi gritó—. Y si has aceptado todos los regalos que se te han dado… eso significa que tienes serios problemas porque seguramente ahora todos esos hombres han de estar pensando que has accedido a casarte con ellos —enfatizó lo último—. Esto… —tomó la mano de Fluorite, la que tenía el brazalete y lo apretó—, no es un cortejo, es una petición de matrimonio en sí misma. Y no puedes casarte con todos esos hombres. Pero al recibir sus obsequios, ¡ya los aceptaste! ¡Ya no puedes negarte!

Esa noticia hizo que a Fluorite sintiese su bonito brazalete tan pesado como una roca de su propio peso. Cuando Agasha soltó su mano, esta cayó flácida sobre el escalón en el que estaba sentada.

—Pe-pero… el primero que me regaló algo lo hizo hace casi dos meses —se rio nerviosa—, no lo he visto desde entonces. ¿Eso quiere decir que quizás se olvidó del asunto, no?

—No —rezongó haciendo una mueca, como si Agasha le hubiese dicho: "no, grandísima estúpida". Luego negó con la cabeza, seguramente lamentando tener que ser la portadora de malas noticias—. Eso seguro es porque él ha de estar recolectando ofrendas para dar al señor Dégel cuando decida ir verlo, justo como los otros.

—¿Cómo que ofrendas?

—Los regalos costosos definen el estatus de hombre que quiera tomar a una chica como su esposa, frente a la familia de ella —explicó, cada vez más exasperada, queriendo decirle exactamente el tamaño del problema que Fluorite tenía encima ahora—. Mientras más cosas tenga para darle al señor Dégel, mejor podrá quedar ante él y demostrar que puede darte una buena vida o la que merezcas según tu posición, y como eres la protegida de un santo dorado, necesitan aparentar tener una gran riqueza.

A medida que su cerebro iba absorbiendo esa información, Fluorite iba mareándose.

Llevándose una mano a la cara, Fluorite suspiró.

—¿Qué? —rezongó.

—Por eso te han estado dando cosas tan costosas; además, a menos que tu kyrios ordene contrario, ninguno de ellos puede acercarse a ti hasta que la boda se lleve a cabo.

Fluorite saltó sobre sí misma.

—¿Boda? ¡¿Qué boda?! ¡Yo no quiero casarme! ¡¿Tienes idea de la cantidad de planes a futuro que tengo?! —exclamó. Y realmente no es que tuviese muchos—. ¡Y ninguno de ellos incluye a ningún hombre o llevar la vida de una mujer casada! ¡Menos hijos!

—Entonces… tal vez debas decírselo al señor Dégel, y rápido; él es el único que puede interceder por ti como tu tutor, él es tu kyrios.

—¿Y por qué no puedo solucionarlo por mí misma? —se quejó—. Por mugrientos objetos o ropa de mala calidad no voy a dar mi vida a alguien que no conozco. ¡¿Y por qué Dégel no me lo dijo nada de eso?!

—La verdad, eso también me lo pregunto yo. ¿En verdad no te lo dijo? —musitó Agasha dudosa.

De pronto, Agasha soltó un gemido de sorpresa cuando ambas escucharon pasos acercándose a ellas; era Albafica de Piscis, que había salido de Acuario para ascender a Piscis. Al parecer, el santo había regresado de su anterior misión en solitario.

Para Fluorite, y para la mitad del pueblo, era notoria la atracción que sentía la joven de las flores por el doceavo santo dorado; a quien le dieron su espacio para dejarle entrar a su casa.

—Hola —Fluorite alzó su mano, ahora tratando de ignorar que estaba siendo adornada por un objeto de oro que prácticamente la ataba a un desconocido; uno viejo, además.

—Buenos días, señor Albafica —saludó Agasha, enrojeciendo de la cara notablemente.

En cambio, él no las saludó, pero tampoco las echó de donde estaban. Sólo las ignoró.

—Qué grosero —bufó Fluorite no teniendo ánimos de molestar a su amiga con respecto al santo de piscis—. Entonces, ¿qué tal si rejunto todas las baratijas que me dieron y le pido a Dégel que se las devuelva a esos hombres y les explique que yo no sabía nada de esa ridícula tradición?

—No es ridícula.

—¡Es muy ridícula!

—¡Bueno, ya! ¡Eso no importa! Intenta eso que dijiste, pero no sé si eso sirva de algo —le dijo Agasha echando un vistazo rápido al templo de piscis—. No sé si eso se pueda hacer, ya sabes, lo de devolver los obsequios, pero mejor no te estorbo. Buena suerte, Fluorite, debo volver a casa antes de que anochezca —susurró, algo desanimada. Fluorite supo exactamente a qué se debía su estado de desánimo, pero ahora tenía un gran problema con el cual lidiar.

—Sí, nos vemos luego.

Mirándola irse, y quitándose el brazalete de oro para mirarlo con nueva perspectiva, Fluorite masculló:

—No puedo creer que recién me entero de… —hizo un puño con esa mano, luego resopló con absoluto desánimo—: esto me pasa por presumida.

Se dirigió a Acuario, fue hasta su habitación y sin pensarlo mucho arrojó el maldito brazalete a una esquina; ni siquiera se tomó la molestia de mirar a donde había caído el objeto. Luego se tumbó sobre su cama, pensando en cómo diablos haría para librarse de esta situación.

Ella, no quería casarse… al menos, no con un desconocido.

—…—


JAJAJAJA. Perdonen, pero en el fondo, soy bastante "tremenda"; nunca se sabe qué es lo siguiente que haré. xD

Okey. Al principio quise iniciar con algo más de drama y hasta "hurt/comfort" pero me dije, "ay no", y he aquí esto que acaban de leer. Mi humor siempre va a ser más o menos así y no creo poder cambiar eso pronto xD disculpen si querían leer de principio algo más "serio" y "dramático"; lo intenté hacer así en su primer borrador, pero no me quedaba... como que algo en mí me decía que no iba a estar de humor para eso por mucho tiempo.

Espero que este capítulo haya sido de su agrado. Saludos y hasta pronto.

Reviews?


Gracias por leer y comentar a:

agusagus: Jiji, lamento la espera, pero acá lo tienen. Espero actualizar seguido.

AleSinsajo: Muchas gracias por leer y comentar; lo aprecio.

SlowDancingTK: ¡Saludos! Es todo un placer tenerte por acá. Lo cierto es que no me gusta el cliché de tenerle resentimiento a quienes no pudieron corresponder un sentimiento; sobre todo si son Dégel y Seraphina, a quienes tengo como un amorsito de personas. Los amo. Tendremos un poco de la perspectiva de Sisyphus un poco más tarde, su relación en este fic con Fluorite no es de desconocidos, lo que les da el derecho a ambos de conocerse más allá de lo básico. ¡Estoy emocionada con ellos! Esperemos a ver cómo se desenvuelven. Jijiji, lo de hacer "crack!ships" es tan mío xD no lo puedo negar. Ojalá este capítulo haya sido de tu agrado.

Nyan-mx: Me emociona verte aquí; también, me agrada ver lo lejos que ha llegado esta ship, ¡ya incluso hay fanarts! ¡Aaah! Siendo honesta, no creí que la ship gustase al fandom, en un principio la hice porque de pronto se me ocurrió shippearlos por lo "único" que les unía (el haberse enamorado de dos personas que no iban a corresponderles como ellos querían. Dégel, en el caso de Fluorite; y Sasha, en el caso de Sisyphus) y bueno, mi pequeño experimento dio frutos xD ciertamente los matrimonios arreglados, sobre todo en ciertas partes del mundo, eran lo usual, pero acá quise hacer mi propio "choque cultural" donde Fluorite, siendo francesa, no estuviese al cien con las costumbres griegas. Esto va a causarle dolores de cabeza a algunos personajes, pero creo que valdrá la pena para entretenernos. ;) Muchas gracias por leer y comentar; lo valoro mucho.

Athenalatina1: Gracias por leer y comentar.


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