Capítulo I
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Perdido
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En el hogar de la familia Uzumaki, un muchacho de dieciséis años detallado por dos líneas en sus blancas mejillas y una vestimenta cuidadosamente pulcra, caminaba furioso escaleras arriba. Sus manos rojas por la presión que él mismo se otorgaba en un puño firme, se deshicieron al empujar con fuerza la puerta de su habitación.
–¡No lo soporto dattebasa! –Gritó con voz ahogada, como si estuviera cayendo hacia el fondo de un pozo. Se recostó estrepitoso en la cama, boca arriba, mirando la sombra del antebrazo que cubría sus zafiros. Chirrió los dientes. Deseaba con todas sus fuerzas romper algo, nunca había estado tan fuera de sí.
–Me voy.
Al fin despegó su vista del escritorio.
–¿Qué?
–Me voy con Sasuke-sensei. Mañana a mediodía. Y no sé cuando volveré. Podemos tardar años en encontrar alguna pista.
–¿De los Otsutsuki? Ya le había dicho a Sasuke que no era necesario –Todos habían muerto, incluso Momoshiki que había estado dentro de su hijo hasta que lograron derrotarlo entre él y Sasuke hace tres años.
–Lo sabe, lo quiere hacer de todas formas. Y yo lo acompañaré.
El Hokage rió incrédulo, pero cuando vio el rostro totalmente serio de su hijo no pudo hacer más que mostrarse confundido.
–¿Hablas en serio?
–Muy en serio.
–¿Qué dijo Hinata?
¿Qué tenía que ver su madre en su decisión? Según tenía entendido él era un shinobi adulto.
–Nada. No se lo he dicho. Ni siquiera a Himawari o Kawaki.
–¿Sabes que no se lo tomará muy bien, no? Ni siquiera sé qué pensar de esta locura.
–¿A qué le tienes miedo? Eres el Hokage, ambos somos ninja. Se supone que debemos actuar para el bien de la aldea, incluso para el mundo shinobi.
–Sólo creo que no debes ser tan extremo dattebayo. Es decir, ¡¿irte indefinidamente?! Es demasiado. Apenas eres un niño.
–Soy un hombre.
–No. No lo eres.
–Sasuke-sensei opina diferente.
–Él no es tu padre como para opinar sobre esto.
–¿Y tú lo eres?
El Séptimo tragó saliva, contestó ronco:
–Pensé que eso ya estaba resuelto.
–Lo está –desvió la vista al suelo, su alma de niño escoció–. Voy a ir con o sin tu permiso. Es el camino que he elegido y nadie podrá impedirlo. Ni siquiera tú.
–¡¡Boruto!!
Se devolvió con prisa a la salida, sin mirar atrás.
Su padre aún lo trataba como un chiquillo de trece años, a pesar de que le había dicho en ocasiones que estaba orgulloso de sus logros, el asunto se quedaba allí: En palabras. Sólo una vez confió en él como un igual y fue cuando estaban apunto de morir por Momoshiki, cuando precisamente fueron a rescatarlo cuando se le estaba extrayendo el Kyubi.
De ahí en más, después de tres años nunca le dio más oportunidades para demostrarle de lo que era capaz él solo. De demostrar que no era un puberto ingenuo de la verdadera vida de un ninja, sino que era un adulto, fuerte, independiente y capaz de ingeniárselas por sí solo.
¿Qué más daba salir de su aldea por unas semanas, meses o años? Todo estaría como lo dejó. Su casa en el mismo sitio, con su madre poniendo calidez en el hogar, Himawari ayudándola en los deberes con su energía refrescante y Kawaki con su cara de mierda.
Su padre, en la misma torre Hokage y en casa a final de la tarde; coqueteando con mamá, jugando un juego de mesa con Himawari y pasar a ver el cielo estrellado con Kawaki.
Nada cambiaría.
Al mirar el atardecer por la ventana de la cocina, soltó un suspiro por una cena familiar perdida. Acabó de recibir la llamada de su esposo diciendo que no se podría presentar temprano a su hogar; que tenía mucho trabajo por el cual velar, además de:
–Creo que debes hablar con Boruto.
–¿Por qué?
–Sólo… Habla con él.
Hinata sabía que ser Hokage era muy agotador, admiraba mucho a su esposo por dar todo su esfuerzo para que toda la aldea viviera plácidamente. Aún así no podía mentirse a sí misma, admitía con cierta culpabilidad que contaba los días para su retiro, se entristecía cuando se le escapaban pensamientos que consideraba egoístas.
Aquellos aparecían vagamente cuando tenía impulsos emocionales una que otra vez, como ahora que se encontraba decepcionada porque tendría que aplazar para otra cena la noticia que había estado guardando por semanas.
–Será otro día. –Ya se imaginaba con alegría surcada en sus labios cómo reaccionaría cada uno.
Rió cantarina ante la idea.
Algo interrumpió sus cavilaciones, una puerta cerrándose con brutalidad que la asustó tanto que casi se corta los dedos como si fueran los vegetales con el cuchillo. Luego se escucharon pisotones en las escaleras y de nuevo una puerta cerrándose con furia.
No podía ser nadie más que su hijo rubio.
Hablaría con Boruto una vez se calmara. Por ahora, tendría que terminar de cocinar.
—Hablo en serio, déjame el resto de papeleo, creo que ya es tiempo de que te tomes un descanso, al menos esta tarde —insistió Shikamaru ante las negativas del Hokage— ¿No deberías estar para la cena con tu familia? Mira que Hinata vino a insistirme que te dejara salir temprano hoy.
—No puedo ahora, debo terminar todos los pendientes. Mañana me tomaré el día, tengo que impedir que Boruto se vaya de la aldea por quién sabe cuánto tiempo. Si lo intento ahora, él ni siquiera va a querer escucharme. Es más probable que Hinata lo haga entrar en razón. Si ella no lo logra, tengo tiempo hasta medio día para hacerlo.
Shikamaru frunció el entrecejo.
–¿Por qué lo detendrías? ¿Qué piensa hacer?
–Quiere ir con Sasuke.
–A buscar el paradero de los Otsutsuki.
–Sí.
–¿Y qué?
–¿Cómo que ''y qué''?
–Él quiere buscarlos porque quiere proteger a Konoha, ¿no? –Naruto asintió– entonces, ¿cuál es el problema?
–Que es un niño.
–Un niño no haría lo que Boruto. Él piensa como un verdadero shinobi. Si eso no es madurez entonces no sé que lo sea. –El rubio meditó sus palabras. Shikamaru tenía un punto, Boruto seguía demostrando su valor al buscar el camino de la sombra de la aldea que tomó Sasuke. Pero aún así…– ¿Qué es lo que realmente te preocupa?
El hombre se recargó por completo en su silla.
–Todo es perfecto ahora, o al menos eso pensaba hasta hace un momento. Logré ser Hokage, padre y yo mismo en equilibrio. La aldea está pacífica, mi familia parece estar bien. Yo soy feliz. –La sonrisa que se le comenzó a formar fue reemplazada por una mueca–. Pero por alguna razón Boruto no la quiere, si se va todo estará otra vez incompleto. Hinata y Himawari no lo tomarán muy bien. Kawaki tampoco.Y yo… Boruto es mi hijo, no me gustaría que él se alejara ¿sabes?
Shikamaru lo comprendió. Aún así, fuera una persona insensible o en demasía objetivo, finalmente aconsejó:
–El camino que elegí fue seguirte. El camino a tu sueño fue esto –señaló el espacio de la oficina Hokage–. ¿Cuál es el camino de tu hijo?
Golpeó el buzón de la entrada, siempre hacía eso cuando llegaba a casa después de un buen entrenamiento con su tía Hanabi. Tenía mucha emoción porque ahí la estaba esperando una deliciosa cena en familia. Estaba tan felíz de que su papi pudiera pasar el resto de la tarde con ella, que Kawaki –quien más le valía ya haber regresado de su misión– por fin dejara su antipática actitud de adolescente durante una hora y Boruto no quisiera ser el "hombre independiente y todopoderoso" que se iba a "trabajar" con Sasuke-sensei todo el tiempo.
Agarró velocidad en sus pasos ¡ya no podía esperar! Ojalá no estuviera retrasada, eran cerca de las siete y media de la noche.
Al momento de entrar a su hogar, cuando tiró sus zapatos en la esquina del pasillo, escuchó unos gritos pertenecientes a su hermano mayor.
–¡¿Es que acaso siempre lo vas a defender, oka-chan?! ¡Por favor, ya soy un adulto! Ninguno de ustedes puede decirme qué hacer con mi vida. –Himawari se asomó por el marco de la sala de estar para ver a Boruto con expresión desesperada en frente de su mami quien con la mano pegada a su pecho, los ojos tristes y brillosos, escuchaba a su hijo mayor.
–Boruto…
–Él tomó la responsabilidad de Hokage aún cuando Hima y yo éramos apenas unos bebés, lo decidió sin importar que fuera primero líder antes que padre. Y está bien, ya lo he superado. Prefirió su sueño de niño antes que criar a uno. Tú decidiste ser ama de casa y cuidarnos hasta que fuéramos lo suficientemente grandes como para seguir nuestro propio rumbo. Y listo, no tienes que hacer nada más, tu sueño se cumplió. Soy grande, soy shinobi, sé que ser como Sasuke-sensei es mi rumbo a seguir. No tienes que preocuparte más por mi. –Exclamó Boruto con cierto tono recriminatorio en cada una de sus palabras.
Eso le molestó profundamente a Hinata.
–¿Pero por qué lo decides de un día para otro? ¿Cómo crees que me siento al saber que mañana te vas y puede que no te vuelva a ver en años? –Hinata hizo una breve pausa mientras apretaba la mano recargada en su pecho–, me duele que te vayas así sin más siendo tan joven. Y sí, ya tienes dieciséis, pero me sigo preocupando por ti. Y tu padre aunque se haya convertido en Hokage, ha pensado siempre en…
–Tsk, ya me sé esa parte mamá, no tienes que repetirlo –susurró el blondo a la defensiva, recio de seguir escuchando la misma cantaleta desde que su padre comenzó a faltar en días especiales durante su infancia–, si tanto necesitas compañía puedes conseguirte otro bebé del que puedas mimar y regañar. Yo ya no soy tu bebe, oka-chan. Ya no. Tienes a Kawaki y Himawari todavía para hacerte cargo. Así que déjame en paz.
Hinata se quedó sin respiración.
Himawari aún en la entrada de la sala digería las palabras de su hermano con los ojos llorosos y gachos al suelo. ¿Cómo su nii-chan pudo decir algo tan cruel?
Fue entonces que Boruto con un nudo en la garganta notó que las perlas de su madre se cristalizaron. Aunque ni al ver a su madre a punto de llorar pudo dejar el orgullo de lado para disculparse con una de las personas que más lo amaba en el mundo.
Boruto, mordiéndose el interior de la mejilla y con los ojos entrecerrados, salió a zancadas fuera de su hogar, sin importarle dejar a su hermana de lado que estaba llorando en la esquina del pasillo.
Por suerte Kawaki no estaba aún en casa, así que no tendría a nadie que le partiera la cara por lo que acababa de hacer.
Naruto llegó a casa a eso de las once de la noche, encontrándose con las luces apagadas y un silencio abrumador.
Con un suspiro se dirigió a la cocina por alguna sobra que seguramente había hecho Hinata para esa noche. Abrió el refrigerador, el arroz y el pescado estaban intactos.
–No cenaron.
Al murmurar pensó en Boruto, sabía que no estaba en su habitación pero sí que seguía en la aldea. Sentía su chakra a un kilómetro, por los campos de entrenamiento. Fue a la habitación de su hija, dormía arrinconada en la cama. El Séptimo tensó las cejas. Cerró la puerta y se dirigió a la habitación de él y su esposa. Al llegar, observó detenidamente la espalda de Hinata recostada en la orilla de la cama.
Curvó sus labios hacia arriba, le daba paz verla dormir. Le confortaba la pesada respiración que reflejaba en su pequeño cuerpo. Se sentó en la orilla y se encontró con la sorpresa de que Hinata estaba despierta, con los ojos abiertos y la nariz ligeramente roja.
Con sus ojos brillosos, miraba hacia su propia mente en alguna parte.
Estaba seguro de que pensaba en su hijo mayor.
–Hinata –susurró al tomarla del brazo.
–Naruto-kun… –Se sentó con lentitud frente a la cómoda de la cama– ¿Hace cuanto llegaste?
–Unos minutos –entrecerró su mirada inquisidora. La voz de su esposa era rasposa y débil–. Hinata, yo…
–¿Si? –preguntó después de un par de minutos esperando a que dijera algo.
–¿Hablaste con Boruto?
Ella bajó la mirada.
–Realmente quiere irse.
–Cree que es su camino ninja.
–¿Pero por qué ahora? ¿por qué por tanto tiempo? Él no es Sasuke-kun.
Naruto la observó. Estaba completamente dolida.
–No, no lo es –ella volteó a verlo–. Pero a veces uno elige seguir el camino de su maestro.
Ella supo a qué se refería. Jiraiya.
–Lo siento. Yo n-no…
–Te entiendo Hina, está bien –pudo verla aún más decaída–. Sólo que durante el día lo he estado pensando y… Creo que no podemos detener lo que cree. Es como… Verme a mí un poco, ¿sabes?
Ella asintió con una sonrisa torcida.
–Tal vez.
Él tomó su mano.
–Sé que Sasuke lo cuidará bien.
–No le cocinará como yo.
Naruto rió.
–Nadie puede cocinar como tú.
Alcanzó ver un destello de alegría en ella.
–¿Seguro estará bien?
–Lo estará, creeme-ttebayo.
Con su corazón más calmado, lo abrazó de costado con amor.
–Himawari está desolada.
–Haremos que se sienta mejor –la ex Hyuga asintió–. Lamento que la cena familiar se haya estropeado.
–Está bien. De cualquier forma Kawaki no llegó hoy, y no íbamos a hacerla sin él.
–Seguro algo lo retrasó. –Sus zafiros se pasearon por el contorno del rostro de su compañera, sus ojos flor de luna, sus labios vitales de pasión, sus mejillas de porcelana, sus rizos de luz marina. Su mano vendada la tomó de la cadera y la acercó más a él–. Mañana debería llegar temprano a la aldea.
Hinata se recargó en el hueco de su cuello, Naruto besó la coronilla de su cabeza.
–No me gustan las despedidas.
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Boruto amaneció recostado sobre una banca fría y sucia cerca del parque de juegos. Sus ojos azules miraban cansados al cielo con los primeros rayos del sol.
Suspiró con pesar, envuelto en los recuerdos de hace unas horas.
–Qué estupido –cerró sus párpados con fuerza, exhaló al aire formando una pequeña nube blanca– ¡Estúpido! ¿Cómo pude decir esas tonterías?
No podía entender, por más que se lo repetía, el porqué de su reacción tan insensible y violenta.
–Yo y mi maldita boca –se hizo un ovillo, totalmente avergonzado.
Había estado pensando en eso toda la noche mientras recorría toda la aldea hasta que el cansancio lo venció.
El rostro de su madre a punto de inundarse de lágrimas y mirándolo con dolor… Dolor por él.
–Debo hablar con ella…
Antes de irme, pensó.
La mañana resultó bastante tranquila, aún así Naruto pudo notar el aire decaído en su hija y esposa.
Suspiró. No había nada que pudiera hacer realmente. Porque a pesar de que igual le disgustaba la idea de que su hijo se fuera por un largo tiempo… También lo entendía. Él quiso hallar su propósito en el mundo, lo encontró en el deseo de ser Hokage.
Seguro su hijo quería encontrarlo también.
Sonrió para sí. Boruto tenía razón. Ya era un hombre, o estaba cercano a serlo. De igual forma, hablaría con Sasuke cuando fuera la hora de despedirse.
Sólo esperaba que Kawaki llegara a tiempo de su misión para hacerlo.
Cuando escucharon a Himawari decir "¿De verdad se irá?" fue cuando empezó una larga charla entre padre, madre e hija. La pequeña niña ya entrada en la adolescencia comprendió, con un poco de reticencia al inicio, lo importante que era para su hermano irse lejos de ella; sí, de ella, su hermanita. Y no porque no la quisiera, sino porque quería buscar su propio camino, uno en el que pudiera crecer.
Al final, a eso de las diez de la mañana cuando empezaron a desayunar y a esperar a que los otros dos varones de la familia llegaran al hogar Uzumaki, los tres acordaron que no importaría cuánto tiempo Boruto estuviera fuera, o qué circunstancias les pasara a cualquiera de la familia, siempre, siempre… Se encontrarían en aquella casa cimentada de amor.
Siempre estarían el uno para el otro. Siempre estarían allí, para cuando Boruto decidiera regresar.
–Con que aquí estabas.
–¿Lo sabes?
–Por supuesto que lo sé –Mordió su manzana y miró el parque donde apenas un par de niños salieron a jugar–. Es mi papá con quien te vas.
–¿Te enfada? –cuestionó al mirarla de reojo.
–No realmente –ajustó sus lentes–, aunque debo admitir que me da cierta envidia.
–Deberías ir con nosotros.
–No gracias. Mi lugar es aquí.
El chico se sentó y la miró despectivo.
–¿Cómo lo sabes?
Entonces ella volteó hacia él.
–Solo lo sé –mordió otro pedazo–. El de mi padre es cuidar a la aldea fuera de ella, supongo. Siempre ha sido así, y el tuyo también lo será.
Boruto rió.
–Eso lo tengo claro.
–¿Te despediste ya de tu familia? –Él negó– ¿Entonces qué haces aquí?
–Pensaba.
–Eso es muy extraño en ti.
–Eres insoportable –bufó con cinismo.
–Bueno, no me soportarás durante algún tiempo –vieron como Mitsuki se acercaba a ellos–. Cuídate, ¿si?
–Sí, mamá.
Sarada le hubiera respondido si no fuera porque unas explosiones se escucharon a lo lejos.
–¿Qué fue eso?
–Naruto-kun.
El hombre se colocó las botas ninja, las féminas hicieron lo mismo.
–Mantenganse a salvo, seguro Boruto vendrá en cuanto pueda. –Determinado, como todo líder, salió de su hogar dispuesto a pelear contra quien sea que haya provocado el ataque a la aldea, no sin antes darles una última mirada–. Ahora vuelvo.
Corrió de tejado en tejado para llegar al centro de la aldea hasta que un ANBU lo interceptó.
–¡Nos atacan, Hokage-sama!
–Lo sé. –Enormes chakras estaban dispersos por toda la aldea. ¿Pero dónde está la fuente?– ¿Saben quienes lo provocan?
–En eso estamos.
La voz de Shikamaru apareció:
–Naruto.
–Estoy yendo –dijo el rubio en su mente–, avísame cuando sepas quién es el culpable de esto.
Hizo varios clones que ayudaron a refugiar a la gente.
Animales del tamaño de un edificio, blancos y con ojos celestes brillantes, destrozaban todo a su paso.
Hizo otros clones para detenerlos con sus Odamarasengan, sin embargo, por alguna razón, se descomponían al tener una especie capa de chakra, una que le hizo recordar la técnica de los Hyuga. Parecían de otro mundo.
Gritos y explosiones por doquier. Activó el modo sabio, tocó al que parecía un fénix gigante para convertirlo en sapo, grande fue su sorpresa cuando no lo hizo.
–Desaparecerán hasta que matemos al invocador.
–¡Sasuke!
El Uchiha sacó su katana electrificada para encajarlo al animal sin éxito. El chakra que los rodeaba parecía indestructible y usar el Susanoo allí con la gente despavorida, no era la mejor idea.
–¿Lo sientes?
–No. No puedo –y es imposible. El modo sabio siempre podía sentir todo– ¿Tendrá que ver con Kara? –dos de sus clones tomaron al que parecía un rinoceronte y lo detuvieron con su fuerza sobrehumana. El pelinegro envió a un ave gigante a otra dimensión.
–Era una organización completamente cerrada. No hay vestigio alguno de ellos.
–¿Entonces?
–Sólo queda… –Rápidamente giró y golpeó al frente donde apareció el invocador de las criaturas a punto de haber embestido a Sasuke con un chakra celeste y cegador.
El oji negro falló en su ataque. El tipo volaba en el aire. Naruto saltó hacia él con un Rasenshuriken que pronto lanzó y se mal direccionó por la embestida de una salamandra gigante.
¿Por qué no había sentido venir al animal?
¿Y por qué ahora sentía claramente el chakra del tipo?
–Naruto –ingirió el Uchiha.
Él asintió a sabiendas de lo que planeaba hacer su amigo.
–Shikamaru, ¿me escuchas? –Dijo en su mente.
–Estoy aquí.
Todo gracias al jutsu de Ino.
–Encarguense de estas cosas hasta que termine de encargarme de quien provocó esto.
–Tenlo seguro.
–Sasuke –murmuró–, ahora.
Y el Uchiha los mandó a ambos junto con el intruso a otra dimensión. Cuando lo hizo, los clones de Naruto desaparecieron.
Volvió a casa con una abuelita en brazos y dos niños agarrados a su pantalón, fue cuando vio el campo de fuerza rosa con su hija y los demás aldeanos que habían rescatado, resguardándolos en su casa.
–¿Dónde aprendiste a hacer eso? –Estaba sumamente impresionada, era una media esfera que salía desde el suelo, una especie de técnica de sellado.
–Mi tía Hanabi me lo enseñó –sonrió agitada, sostenía el sello desde dentro para que no se desvaneciera. Quien sea que decidiera atacarlos, el sello actuaría desde fuera y haría de la esfera indestructible.
Hinata metió a las personas que sostenía cuidadosamente en la zona de protección.
–Eso es… Eres increíble, Hima. –Se miraron con orgullo durante un par de segundos hasta que la mujer decidió romper el contacto, tenía que salvar a más. Corrió hacia la salida que ya estaba destrozada por todos los impactos de ataques enemigos–. Ahora vuelvo, mantén el sello hasta que…
Un destello blanco apareció frente a ella. Frenó. Golpe en su pecho. Atravesó las paredes que quedaban de su hogar. Escupió sangre en el tronco que hace un momento estaba a quince metros de distancia.
–¡¡Mamá!!
Tosió rojo. Abrió sus párpados, su vista estaba nublada.
–¡Mamá!
Activó su byakugan que había desaparecido por el impacto, entonces lo vio. Un hombre pálido, fornido y con una vestimenta monocromática se acercaba lentamente a ella. Se levantó temblando apoyada del árbol.
Ese hombre que tenía la mirada afilada, boca soberbia y cabello despeinado, no podía ser nada más ni nada menos que un…
–Otsutsuki.
–¿Sabes por qué estoy aquí, Princesa?
Hinata frunció el ceño.
–¿To-Toneri?
–No me compares con ese imbécil. –Su boca curvada hacia arriba y burlona no hizo más que espantarla. –Déjalo así, a estas alturas no importa si te digo mi nombre.
–¡Mamá!
Transpiró al escucharla, miró detrás del hombre donde estaba su pequeña junto con los veinte aldeanos rescatados. Himawari estaba al borde de una crisis de pánico.
–¡No rompas la barrera! No importa que pase. –Fue una orden y Himawari como buena kunoichi la acató.
La piel de ambas féminas se erizó cuando escucharon la carcajada del hombre.
–No te preocupes, ni siquiera la tocaré.
La ex Hyuga mordió su mejilla para tranquilizarse y pensar en un plan.
–¿Qué quieres?
–Nada en particular –sacudió su brazo, mismo del que salió desde su manga una espada que medía al menos un metro y medio–. Solo matar algo problemático.
Se lanzó contra ella, quien por pura suerte logró esquivarlo y romper la espada con un rayo de chakra. Saltó hacia atrás hasta encontrarse lo más lejano de su contrincante. Él miró con lágrimas en los ojos su espada partida en dos.
–¡Rompiste mi mejor espada! –lloró a cantaros ante las miradas atónitas de todos los presentes. La peliazul no sabía qué diablos estaba ocurriendo. Se estremeció cuando el hombre levantó su rostro ahora con una enorme sonrisa–. Tranquila –de su otro brazo, se extendió una espada–. Tengo otra más.
Logró cortar dos de sus níveos dedos antes de poder usar la técnica de los ocho trigramas sesenta y cuatro palmas contra él. Hinata gruñó de dolor. Sólo pudo cerrar veinte y cuatro puntos de chakra cuando él golpeó su barbilla con la rodilla, tomó su pierna y la jaló hasta que su cuerpo se estrelló otra vez con la casa que a ese punto ya estaba hecha añicos.
Sus oídos notaron un sonido como un hilo blanco y unos gritos que llamaban por ella con terror. Su mente daba vueltas. Vomitó saliva y sangre. Quería levantarse una vez más, pero nada le respondía. Un par de lágrimas salieron de sus perlas.
–¡Mamá! –un llanto desesperado.
El sonido blanco otra vez. Seguro se había reventado un tímpano.
Y por primera vez pensó si Boruto estaría bien, si Naruto vendría pronto a salvar a Himawari, si Kawaki tenía la fortuna de todavía no haber llegado a la aldea.
Respiró con gorgoteo, había líquido caliente en su garganta.
Apretó los dientes y de un jalón de voluntad apoyó sus manos contra el suelo hasta hincarse sobre sus piernas.
Escuchó a las mujeres y niños gritar de miedo.
–Mamá –tembló su voz, lloraba por lo inevitable.
Su querida hija.
–N-No veas cariño –quería consolarla, quería hacerle sentir que todo estaría bien incluso sabiendo la respuesta–... Por favor.
Aparecieron los pies de Otsutsuki frente a ella, miró hacia donde debería estar su cara maquiavélica. Se llenó de furia cuando no vio ni siquiera burla en sus ojos, sino apacibilidad, como cuando uno al fin cumplió su misión y regresa a casa como si no hubiera significado nada haber visto personas morir.
Se le calentó el cuerpo y determinada dirigió su palma al pecho del hombre.
Él movió su brazo.
La alzó desde el suelo.
Con la espada hundida en su estómago.
Y silencio.
Himawari tenía la boca abierta y las manos palpitando.
Hinata tenía los ojos perdidos y su interior borboteando.
Otsutsuki retiró la espada y la mujer cayó estrepitosa al suelo.
Llantos de todos menos de la niña ojiazul se escucharon dentro de la esfera rosa.
Observó petrificada como las perlas de su mamá perdían su luz, no sin antes mirarla fijamente.
–T-Te… dije –su voz era apenas una brisa inaudible para todos, menos para la girasol–. Que… No m-miraras, Hi-. Hi… ma.
Entonces se fue su luz.
"Cariño, mi linda flor".
"¿Y si vamos a verlos entrenar? Seguro podremos comer juntos los onigiri que preparaste".
"Todo estará bien, tranquila. Puedes llorar conmigo".
"Te amo, te amo tanto".
"Eres increíble Hima".
No podía hablar, ni moverse, ni soltar lágrima.
¿De verdad estaba pasando?
–Bueno, creo que mi trabajo aquí terminó –sacudió el arma para desprender la sangre adherida antes de guardarla. –Ikari-san, está hecho. Me voy yendo, dame unos minutos de tiempo. –Dijo poniendo dos dedos en la cien. Los bajó y estiró su espalda hasta tronarla. Comenzó a caminar.
Himawari no pudo despegar sus ojos de él. Atónita. Sin sentido. Disociada.
Fue entonces que antes de alejarse más, una patada lo mandó a volar hasta varios metros atrás.
–¡¿Hima, estás bien?!
Boruto la miró, estudiando su situación. Había llegado lo más rápido que pudo. Era un completo caos, la mayoría provocada por criaturas extrañas que parecían de otro mundo.
Notó el campo de protección y a las personas asustadas detrás de su hermana. Pero ella seguía sin reaccionar a pesar de que lo miraba fijamente.
–¡¿Qué te pasa?! ¡Dime algo! ¡¿Dónde está ma-...?!
Entonces la vió.
A siete pasos de distancia, en un charco de sangre, estaba su madre.
No había chakra.
"¿No crees que es muy pronto que quieras ir a la academia a los diez años, Boruto-chan?"
–Eso sí me sorprendió. –Tronó su cuello y sacó otra vez su filo–. Eres un contrincante casi decente.
"Felicidades por graduarte, estoy muy orgullosa de ti. Siempre lo he estado".
Hiperventiló hasta que sus hombros subieron y bajaron en milisegundos.
"Himawari no pudo tener mejor hermano. Y yo no pude tener un mejor hijo".
Sus puños se enrojecieron.
"Sé que no te gusta, pero sigues siendo mi bebé que amo, Boruto-chan".
Sus zafiros cegados de cólera.
"Me duele que te vayas así sin más siendo tan joven. Y sí, ya tienes dieciséis, pero me sigo preocupando por ti".
Sacó un grito desde las entrañas y golpeó con su rasengan al desconocido que le había quitado la vida a su madre.
El hombre recibió el impacto y al fin sintió el hierro en su boca.
Himawari observó la pelea sin verdadera conciencia. Parecieron que las técnicas, patadas y golpes estuvieron al nivel de ambos. No fue hasta que el Otsutsuki alcanzó a clavar su espada en la clavícula de Boruto que la batalla pareció tener un ganador. Contra las rocas, el rubio intentó salir de allí con su chakra que a su vez era absorbida por la mano del hombre.
Estaba iracundo, incontrolable, impotente.
–¡¡Bastardo hijo de puta!!
–¿Triste porque maté a tu… –pensó un momento con los dedos en la barbilla– Madre? –Boruto gritó ronco. Él sonrió–. Atiné entonces.
De repente, alguien tomó al Otsutsuki del cuello por detrás, lo giró en el aire y estrelló contra la tierra. Lo levantó de nuevo y le clavó una triada de estacas negras en donde debería estar su corazón.
–Kawaki.
El moreno retrajo las estacas hasta convertirlas en su brazo.
–¿Dónde está ella y Himawari?
Boruto gritó cuando su hermano sacó el arma de su cuerpo.
–Maldita sea –jadeó finalmente. Subió su rostro para volver a toparse con la cara llena de preguntas de Kawaki, pero se encontró con sus ojos más grises que nunca volteando en dirección de la casa.
Lo vio estremecerse.
Las había visto.
"¿Estás bien Kawaki-kun?"
Con sus pupilas de demonio.
"Tú no eres un monstruo".
Y su corazón de cachorro herido.
"¿Hay algo en especial que quisieras hacer para tu cumpleaños?"
Con instinto asesino.
"Kawaki-kun… Te amo. Tanto como mi propio hijo".
Y su alma haciéndose cenizas.
"Vete con cuidado, sé que no es una misión difícil, y sé que eres fuerte y que desde niño te has encargado solo de ti mismo. Pero por favor, cuídate. Te estaré esperando".
Kawaki se mordió el labio hasta sangrar.
Voltearon rápidamente cuando escucharon moverse entre las rocas el cuerpo de Otsutsuki.
–Con él ya se forma algo decente.
Derribó al moreno al abalanzarse encima. Posicionó su mano y devolvió el chakra de Boruto que había acumulado. El ahora Uzumaki gritó cuando el impacto atravesó su pierna, había cambiado la dirección del ataque para que no diera directamente al pecho.
El de ojos pálidos saltó hacia atrás antes de ser golpeado por el rubio.
Tomó la espada y miró al cielo.
–Lo siento pero debo irme, seguro él vendrá pronto.
Al escucharlo, Boruto rugió.
–No te irás a ningún lado, mierda.
En la mano tenía un rasengan con rayos, saltó hacia él, lo lanzó. Otsutsuki lo absorbió. Kawaki apareció por debajo de su hermano, pateó sus rodillas, clavó una cuchilla bajo el ombligo del hombre y volvió a patearlo en el pecho con su pierna buena.
El cuerpo se arrastró por la tierra.
Los adolescentes jadeaban y hervían de ira.
Boruto no tenía más chakra y Kawaki apenas podía mantenerse de pie con el agujero sangrante en su extremidad.
Pero no importaba, porque lo matarían.
Lo harían sufrir hasta la muerte.
Sus sentidos perdían su agudeza con cada segundo que pasaba, por eso no pudieron reaccionar cuando Otsutsuki voló con la rapidez del sonido y agarró sus cuellos para estrellarlos contra un muro de roca.
–Ya me cansaron, niños. –Les cerró el flujo de aire, quería dejar sus gargantas como alfileres– ¿Mueranse, quieren? –Sintió el chakra venir y sus perlas engrandecieron–. No.
Los soltó para poner sus brazos cruzados sobre su cara y protegerse de la embestida iracunda del Séptimo Hokage que lo estrelló varios metros bajo tierra.
Kawaki y Boruto tosieron sin parar, sus pulmones les pedían oxígeno a gritos. Observaron a su padre con su chakra amarillo rodeandolo y cubiertas naranja en los ojos, el modo kyubi con el modo sabio. Labios totalmente rectos y mirada indescriptible.
El asesino salió de la tierra veloz contra el Uzumaki, solo para ser apaleado por los Rasenshurikens de clones que cortaron su cuerpo una y otra vez.
Pasaron cinco minutos sin descanso de los ataques y sus hijos no pudieron hacer nada más que mirar.
En el suelo, prácticamente descuartizado por el chakra que no había podido absorber al ser cortados sus dos brazos, vio al hombre.
Sus ventanas del alma eran un océano profundo, tan oscuro y asfixiante que le hubiera cortado también la respiración si no se estuviera muriendo ahora.
–Debí haberme ido cuando terminé el trabajo –rió para sí–, Ikara va a castigarme por esto.
Y sus ojos se opacaron. Murió.
Los dos varones caminaron hasta donde Naruto. Lo miraron, él no a ellos.
Caminó hasta su hogar.
Ellos lo siguieron.
Toda la aldea estaba silenciosa, sin explosiones, sin gritos, sin bestias.
Boruto miraba la madera y rocas por las que pasaba.
Kawaki más atrás arrastraba sus sandalias ninja con propósito vacío.
Llegaron a los cimientos de lo que quedaba de su hogar.
El moreno se detuvo en el árbol del patio. Boruto en lo que debería ser la entrada trasera, miró la espalda ancha de su padre. Naruto se acercó a una Himawari perdida en sus manos que sostenían aún el sello. Los aldeanos dentro del campo quedaron quietos y callados.
Naruto giró tortuoso su cabeza hacia donde debería ser la sala de estar.
Su respiración se hizo más errática y su cuerpo se sintió más pesado.
Océano profundo y oscuro.
La miró.
"Cuando te miro, siento un impacto en mi corazón. No eres perfecto, cometes errores y te haces fuerte con ellos. Yo creo que esa es la verdadera fortaleza".
Caminó sin despegar sus pies del suelo, abatido por el destino, hasta que tocaron el charco rojo que rodeaba a su esposa.
Dio dos pasos más hasta llegar a ella.
"Porque te amo, Naruto-kun".
Se hincó, manchándose las rodillas.
Sus brazos estaban inertes en los costados hasta que tomaron delicados el cuerpo de Hinata, frío.
"Nunca, nunca me soltaré".
Sus cejas se juntaron, sus labios se fruncieron y sus ojos se inundaron al fin de lágrimas que cayeron dolorosas en el rostro de ella.
La mano de Naruto acarició su mejilla amoratada, sus rizos revueltos, sus labios con restos de sangre seca, luego recorrió alrededor de sus párpados que aún no habían encerrado sus bellos ojos lila, llenos siempre de amor, determinación y ahora de nada más que una vida fugaz.
Tragó saliva. Seguía hermosa.
"N-No te preocupes, Naruto-kun, estoy bien. Lloro porque me siento inmensamente feliz, todo por nuestra familia".
Gimió.
Tomó la mano en que le fueron arrancados el par de dedos. La acarició con amor.
Tocó el centro de su torso. Vacío.
Soltó un rugido de agonía.
La abrazó fuerte contra él, con el rostro aferrado al hueco de su cuello y hombro, porque cuando sintió su chakra desaparecer cuando volvió con Sasuke de la otra dimensión, quiso hacerlo.
"No me gustan las despedidas".
–Perdóname Hinata –lloró–. Perdóname.
Boruto se desmoronó hasta caer, gritó hasta desgarrarse de dolor.
Kawaki se derritió sobre el árbol, con agua salada cayendo sin parar.
Himawari siguió viendo estoica sus manos.
"No importa lo que pase Hima, nos reuniremos aquí en nuestro hogar, como familia. Aún si Boruto, Kawaki o tú se van lejos, estaremos juntos. Siempre".
La habían perdido.
Para siempre.
Al medio día.
...
...
..
.
n/a: El segudo fanfic que imaginé y comencé a escribir para mí. Sabía que con mis habilidades de ese entonces, no iba a ser capaz de escribirlo como realmente yo quería. Esperé hasta ahora para hacerlo.
Para quienes leyeron Parecido a un hijo, pueden tomar esto como su secuela. Para quienes no, pueden entender esta historia sin problema de compresión.
Ojalá puedan disfrutarla hasta el final.
Sé que la terminaré, solo que... Me encantaría hacerlo sin retrasos y siempre con ilusión.
27/6/23
