Capítulo II
.
Silencio
.
¿Por qué?
Nubes melancólicas.
Lluvia colérica.
Soledad.
Toda Konoha de negro en donde los caídos dormían.
El cielo lloraba por quienes no podían hacerlo un segundo día.
¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?
Había civiles y ninjas de Konoha al igual que aliados de otras aldeas acompañando la sepultura, en la que cada quien enterraba a sus propios seres queridos caídos en batalla. Tal vez por ello debería sentir conforte de su empatía, de su misma experiencia trágica. Sin embargo solo podía sentirse completamente vacío y confundido.
Por favor.
Conforme pasaron los minutos, las personas dejaron el lugar. No las miró, ni siquiera a sus amigos de generación con rostro compasivo ó a sus maestros Iruka o Kakashi cubriendole la espalda.
Volteó hacia sus hijos, uno al lado del otro, tan perdidos como él.
Ellos eran los únicos que realmente lograban comprender su dolor, su negación.
Posó los sentidos hacia abajo donde un par de hombres terminaron de colocar la lápida de su esposa.
Por favor, por favor, por favor, que esto sea un sueño.
Caminaron hasta el área intacta del centro de la aldea, a un departamento pequeño y oscuro en el que los cuatro terminarían viviendo temporalmente después de que su hogar dejara de existir. En las calles, la gente se inclinaba al verlos, aún y cuando él no tenía fuerzas de devolver el pésame o agradecerles por sus condolencias.
El cielo cada vez se hacía más negro.
Nunca.
Al llegar, Kawaki se recostó en el sofá con la vista en el techo y la pierna enyesada sobre la pequeña mesa decorativa. Boruto fue, respirando pausado, a la habitación que compartía con su hermano con afán de ir a dormir. Himawari quedó en medio del vestíbulo, sin saber qué hacer, hasta que decidió sentarse en el comedor esperando el siguiente movimiento de su padre. Naruto no pudo sostenerle la mirada. Porque estaban tan grises, tan azules. Con un nudo en la garganta, sin haberse despegado de la entrada, tomó el pomo, salió del departamento y cerró la puerta.
¿No dijiste que nunca te soltarías?
Llegó a la torre Hokage, abrió las grandes puertas de su oficina y allí estaban Shikamaru, Kakashi, Sasuke, Sakura, Hiashi, y los dos ancianos del consejo. Desde que puso un pie dentro no dejaron de detallarlo, eso lo hizo suspirar. Avanzó a través de ellos, tan lento como el movimiento del sol. Se sentó en la silla y puso sus codos sobre el escritorio.
Pero es mi culpa. Yo fui el que te soltó, Hinata.
Era el Hokage.
Por favor, perdóname.
Y este era el momento en que dejaba de lamentarse.
Por favor, mátame.
–El ataque de hace dos días no sólo fue premeditado. Tuvieron un objetivo… –Shikamaru fue quien habló, sus pupilas negras estaban fijas en los océanos de él–. Y no fue Konoha.
–Las bestias y su invocador fueron una distracción, se concentraron en el sur de la aldea–recordó el peli plateado.
–El Otsutsuki con el que peleamos quería retenernos a Naruto y a mí, jugaba a esconderse y a atacar. No habló. Fue precavido. Puede que incluso supiera de nuestras capacidades; que yo podía llevarnos a otra dimensión y que Naruto podía hacer clones y estar en todas partes, por lo que lo usó a su favor para alejarnos de Konoha –continuó Sasuke.
–Para que el otro Otsutsuki hiciera el verdadero trabajo –agregó el Nara, sin embargo contuvo la respiración como los presentes por la intención de decir la frase, y que para su sorpresa fue Naruto quien lo adelantó:
–Hinata –su voz era ronca y sin otro sentimiento que no fuera el de la muerte en vida–. Hinata fue el objetivo.
Sakura tragó saliva. El asistente del Séptimo le dio la razón después de carraspear.
–Sí. ¿Pero por qué?
–Era la Princesa del Byakugan, descendiente directa del legado de los Otsutsuki –comentó Hiashi cansado por los ayeres, cansado por la muerte de su hija–. Estaba destinada a casarse con el Príncipe de la Luna. Probablemente los Otsutsuki repudiaban la idea de que hubieran repoblado la Tierra con descendencia impura o desertora, tal y como lo hizo Kaguya-sama.
–Si fuera así habrían venido mucho antes, desde que tuvo a su primogénito. Además, habían estudiado previamente no solo el lugar, sino también quién era Naruto, porque tuvieron tanto cuidado y detenimiento en la forma en que atacarían a la aldea y a Hinata-san –interrumpió Kakashi al hombre, quien apretó sus palmas contra el bastón al escucharlo–. Por algo lo separaron de ella y huyeron tan pronto terminaron. Sabían que él era poderoso, puede que por antecedentes de Momoshiki, Toneri o el líder de Kara.
A Sakura le pareció que su amigo rubio dejó de escuchar en cuanto mencionaron a la peliazul, pues estaba enfrascado moviendo los dos anillos de su dedo anular, uno con el símbolo de Konoha y el otro con el del clan Uzumaki.
–Hiashi-sama, ¿hay alguna posibilidad de que Hinata-san hubiera hecho disgustar a los Otsutsuki? –preguntó uno de los ancianos, sólo entonces Naruto elevó los ojos hacia él–. Por ejemplo, no contraer matrimonio con Toneri Otsutsuki y la destrucción del Tenseigan, pudieron hacer que el sujeto quisiera vengarse.
–Toneri sería incapaz –refutó el Séptimo, con aparente calma.
–O tal vez… –sugirió ahora la anciana– Hinata-san estaba entendida con ellos.
La miraron.
–¿Qué insinúa? –cuestionó Hiashi, rudo.
–Con todo respeto Hiashi-san, me parece extraño que hace tres años Momoshiki Otsutsuki supiera y tomara como en bandeja de plata no sólo al jinchuriki del Kyubi, sino también al próximo recipiente de su alma y poder: Boruto Uzumaki. –Humectó su ancestra garganta, para luego proseguir–. Tampoco es casualidad el hecho de que Kawaki, el próximo recipiente del Otsutsuki dentro de Jigen, estuviera al cargo del Séptimo; para que casi inmediatamente después Jigen lo hallara y atacara. –Los presentes la miraron atónitos. Naruto con indicios de furia que pronto desembocaría–. Lo que quiero decir, es que lo que necesitaban los Otsutsuki estaba al alcance de la familia del Séptimo, y los Otustsuki debieron saberlo por alguien cercano a ellos. Y ahora resulta que los mismos Otsutsuki mataron a Hinata-san. ¿Por qué? Tal vez porque tenían algo contra ella, tal vez porque no completaron ninguno de sus cometidos aún teniendo a alguien que pudo facilitárselos, tal vez porque ella ha estado trabajando para ellos desde que conoció a Toneri Otsu…
–Qué diantres está diciendo –rugió Naruto, anonadado de la sarta de tonterías que los consejeros le habían soltado–. Hinata no es ninguna espía, ni mucho menos una persona que traicione a su familia.
–Es la única explicación que yo le encuentro a su fatídico y tan repentino fallecimiento, Hokage-sama.
–Una explicación que pone a mi hija como traidora.
–Alto, alto. –Shikamaru alzó las extremidades superiores, no quería que aquello escalara sin llegar al punto en concreto–. Una cosa no tiene que ver con la otra. En primer lugar, Momoshiki supo donde estaba Naruto por el chakra del Kyubi. Lo de utilizar a Boruto como portador fue, por lo que tengo entendido, la oportunidad que encontró de último para que no muriera su alma en batalla. En segunda, Jigen supo donde estaba Kawaki por los mismos integrantes que servían a Kara, incluso no dudaría en que supiera donde estaba el muchacho por el Karma que le fue sellado previamente por el líder.
Todos asimilaron sus palabras en total individualidad, después de un rato por fin el Uchiha hizo su aportación.
–Hay otra posibilidad. –Pareció que Sasuke había estado esperando la coyuntura para decir lo que había estado en su mente desde el principio–. Y tiene que ver con algo importante que me dijo Sakura.
Los oyentes giraron hacia ella, quien volvió a tragar saliva antes de atisbar temblorosa a su mejor amigo.
–Naruto. –Era desgarrador verlo sufrir por la muerte del amor de su vida. Por eso mismo, estaba segura que decirle aquello iba a destrozarlo, y lamentaba profundamente hacerlo de esa forma, delante de todos–. Hinata estaba embarazada.
Estaba a más de un metro de distancia de él, aún con eso logró escuchar su corazón romperse.
–¿Qué? –preguntó ronco.
Sakura se mordió el interior del labio.
–Le hice una prueba de embarazo hace dos meses. –El hombre se estremeció–. Cuando examiné su… –La respiración de la mujer se entrecortó. No quería que él la mirara así, con súplica, con agonía–. Su cuerpo… La atravesaron con una espada justo en el vientre. –Los zafiros de él se cristalizaron y ella no pudo decir más.
¿Por qué?
–Debo recordarles que me encontré con Momoshiki en un templo hace un bienio. –La voz de Sasuke era centrada, seria y Naruto usó todas sus fuerzas para seguir escuchando y no pensar en el hecho de que iban a tener un bebé, en que aquella especial cena familiar que ella tanto ansiaba…– Allí habían inscripciones, símbolos en las paredes, sobre la historia de los Otsutsuki y el caos que los descendientes de una desertora ocasionarían; indudablemente se refería a Kaguya. Hablaba sobre un ser nacido de humanos que cargaban el legado de los herederos de la desertora, Hamura y Hagoromo. Ese "ser" sería tan poderoso que acabaría con la Dinastía de los Otsutsuki.
Sasuke se detuvo un segundo al notar la conmoción en el ambiente.
–Había olvidado que existía, sin embargo hace un par de semanas volví al templo. El símbolo que representaba a ese ser de la profecía, brillaba. Por eso mi viaje para saber más sobre los Otsutsuki, Naruto. Un poder semejante podría acabar no solo con Konoha, sino con el mundo shinobi. No estaba seguro de a quiénes se referían los escritos, hasta que Sakura me habló de Hinata, la destinada de Hamura para que acabara con el Tenseigan, mientras que Naruto fue elegido por Hagoromo. Si esto es cierto, todos los templos de los Otsutsuki comenzaron a brillar cuando ella quedó embarazada, y así se habrían enterado de que la profecía comenzó su curso.
¿Por qué?
La ausencia de sonido alguno fue clara, contrario a lo difusa que era la teoría de Sasuke.
–Entonces… ¿El objetivo en realidad era el bebé de Hinata?
–Esto suena a una locura rebuscada. –Shikamaru se mostró con una sonrisa incrédula, tal historia era más improbable que las conspiraciones de los ancianos del consejo.
–Sólo digo –instigó Sasuke con cautela– que puede ser una posibilidad. Lo que es evidente, es que no vinieron contra la aldea, ni por el kyubi, por lo que no creo que regresen. No al menos por un tiempo.
¿Por qué, Hinata?
–Lo mejor será encargarnos de los daños, e investigar un poco más de este asunto –dijo Shikamaru abiertamente, luego se dirigió a él en una mezcla entre firme y convaleciente–. Naruto, ve a casa.
El desdichado hombre asintió, inexpresivo como máquina.
Dame respuestas.
Previamente salieron los ancianos, luego Hiashi se despidió de su yerno débilmente, siguió detrás de él Naruto al llegar caminando por el pasillo cuando unos dedos femeninos lo detuvieron.
–Naruto.
–Sakura-chan. –El matrimonio Uchiha lo tenía rodeado–. Sasuke.
–Lo lamento tanto. –La mujer lo jaló hasta abrazarlo, quiso hacerlo desde el primer día; no había podido al tener a tal cantidad de heridos que atender por el ataque. Naruto apenas supo que, durante esos tres días, había anhelado ese tipo de consuelo–. Estamos para ti, ¿si?
Los brazos de la pelirrosa eran fuertes, tanto que podían sostener un enorme globo lleno de infelicidad, de tormento, de amargura infinita. El de marcas en las mejillas podría desahogarse perfectamente allí con ella, empero ni siquiera conseguía devolverle el gesto debido a sus brazos muertos a los costados.
–Gracias.
Te necesito.
La médico lo soltó y Naruto apreció sus ojos jade lastimeros por él hasta el santiamén en que volteó en dirección a su acompañante.
–Naruto. –Intentó sacar algo de valor, algo que pudiera hacer sentir su apoyo al rubio.
¿Qué? ¿Qué decirle a su mejor amigo? ¿Qué decirle cuando había perdido a su esposa? Cuando su clan fue masacrado y conoció la verdad detrás de las acciones de Itachi, lo que menos hubiera querido oír eran palabras de compasión, de lástima, de falsa empatía. ¿Sería bueno un "estoy para ti"? ¿Un "cuenta conmigo para lo que sea"? ¿"Puedes llorar en mi hombro"?
Él no era ese tipo de persona. Su apoyo no se expresaba en palabras, sino en acciones. Igual… Quería intentarlo por su amigo, quien había dado su sueño de ser Hokage por traerlo de vuelta al camino correcto. Boqueó imperceptible un par de ocasiones, cada frase que se le ocurría la desechaba por parecerle insuficiente, en espera de Kakashi que apareció detrás suyo y asentó la mano en su hombro, pesada y sabia. Fue entonces que atinó a decir:
–Encontraré la verdad. Encontraré al Otsutsuki. No importa cuánto me lleve. –Miró intenso a Naruto, lo miró como una deuda que tenía que saldar–. Es una promesa.
En una mueca tristona, Naruto se mofó internamente por lo inexperto de expresividad de su amigo.
–Gracias, Sasuke.
–Si quieres hablar o desahogarte, estamos para ti cuando lo necesites –agregó la pelirrosa y Kakashi asintió con ella.
–Lo haré.
–¿Lo prometes?
–Lo prometo-dattebayo. –Sonrió discreto y los tres, su primera familia, igualmente lo hicieron.
Por favor, mátame.
…
Rocas se deslizaron en tanto avanzó, se desplazaba lentamente por el ardor de sus heridas cubiertas en vendaje. Llegó donde las ruinas del hogar en que ella había vivido durante más de una década.
Notó la gran mancha de sangre seca en el suelo de madera, lo que lo hizo apretar la mandíbula. Divisó a otro lado, se le hacía tortuoso ver el lugar en donde el Otsutsuki había terminado con su vida, sin él haber podido hacer nada para salvarla.
Fue entonces que observó unos hilos azules vibrando por el viento de la medianoche, atrapados en una viga de madera. Se acercó cuidadosamente y los tomó entre sus dedos. Un mechón sedoso de la mujer que con los observándola desde lo lejos había llegado a ser su totalidad.
Lo apretó en un puño, para finalmente guardarlo en su manga.
Junto a la respiración entrecortada, se topó de nuevo con la huella de su muerte. La tocó. Estaba húmeda. Escuchó chapoteo bajo las vigas, por lo que rompió la madera bajo sus pies y, sorprendentemente, vio que de la sangre aún líquida caían gotas, como su próxima lágrima que se le resbaló en la barbilla.
Sacó un frasco de sellado. Dejó que el líquido se sumergiera en él. Lo cerró. Lo guardó con un desesperado alivio.
Contempló la luna.
Prometió ante ella.
Y se marchó.
.
Un mes.
–Hice dulces de arroz. –Se sentó a su lado y le entregó un mochi–. Es un día caluroso, ¿has tomado suficiente agua?
Himawari la miró intensamente.
Hanabi rió.
–¿Qué pasa?
–Ah, ya veo. No quieres que tu tía te diga que debes hacer porque ya no eres su nena consentida, ¿eh?
La niña ni confirmó ni negó, sólo tomó su té apacible.
–¿Qué tal si entrenamos esta vez en el dojo? Estará más fresco y seguiremos con el fuinjutsu.
Himawari asiente.
–¿Cuándo vas a hablarme, Hima? –La girasol se paralizó–. Te extraño. Todos te extrañamos.
La linda nariz de su sobrina, enrojeció.
Himawari no había hablado desde que su madre murió. Naruto había tratado de que dijera lo que sentía, incluso que le gritara que lo odiaba por no haber estado allí para salvarlas. Lo intentó. Sin embargo, su pequeña no le guardaba rencor, tampoco expresaba su tristeza. Aquello hizo sentir al Séptimo peor.
Se alejó. Se alejó porque ya no sabía qué más hacer. Porque él quiso encerrarse con su propia aflicción en el trabajo.
Y eso a Hanabi la enfureció.
Ella amó a su hermana más que cualquier otra persona, a pesar de que llegó una época en que la repudió por no ser una digna futura líder de los Hyuga, se dio cuenta que era su persona favorita en el mundo entero. Dolió tanto su pérdida que no pudo dejar de lloriquear durante dos días. Aún con eso, supo dejar sus sentimientos de lado y ofrecerle un lugar seguro a Himawari.
Naruto no lo hizo. Se rindió.
Como un cobarde, pensó ella. Se rindió al punto en que veía a su hija por la noche de cada domingo.
Hanabi apenas podía verlo en pintura. Él lo sabía, a causa de ello intentaba evitar la cantidad de sus interacciones.
Lo que a ella no le constaba era cómo había sido el Hokage con sus otros dos vástagos.
Hanabi veía a Boruto exclusivamente a la hora de comer, él hablaba casto y lo visualizaba continuamente enojado. Aunque por raro que sonase, aquella actitud la tranquilizaba; sabía que él entrenaba sin parar, se mantenía ocupado y desahogaba la congoja mientras tanto.
De Kawaki no sabía mucho, había ido una vez al recinto Hyuga para estar con Himawari, después se fue de misión y no había regresado de ella. De cualquier forma si se permitía ser sincera, no tenía algún vínculo emocional con ese niño. Sí, era el niño adoptivo de su querida hermana y por supuesto lo aceptaba como su familia también. Por el contrario, el niño jamás le permitió a ella y a Hiashi conocerlo.
Un chico apartado, reticente de abrir su mundo con los demás, con cualquiera excepto con Naruto y Hinata.
Por eso, para la próxima heredera del clan, lo más importante ahora era estar con Himawari, cuidarla con amor, como su hermana querría.
–Ya eres una jovencita de casi quince años Hima, no una niña. Es hora de que dejes actuar como una y empieces a salir adelante de esto. Sabes a lo que me refiero, ¿no es cierto?
La mujercita no respondió, ni siquiera con sus ojos. Se levantó y caminó con aire decepcionante a su habitación.
–¡Hima! –Desapareció de su vista y advirtió que lo había estropeado. No, no era la dulce Hinata. Su amor era desapegado, práctico. Incluso demasiado para la situación en que su sobrina se encontraba–. ¿Ves lo bien que me va bien con tu hija, nee-chan? –anunció al cielo antes de morder su mochi.
…
Golpe. Golpe. Golpe.
–¿¡Qué clase de bestia es esta?!
–No se puede atravesar con nada. Tiene una especie de escudo.
–¿¿Entonces qué??
–Hay que retenerla de alguna forma, o seguirá destruyendo la zona.
Patada.
Rasengan.
Raiton.
Volteó con rapidez y su preocupación incrementó.
–Mamá. Himawari.
–¿¡Qué dices?!
–¡Debo irme-ttebasa! Mi madre y Hima…
–Entendido. Ve. Mitsuki y yo nos encargaremos de esto.
Golpe.
Su mamá pálida, rodeada de sangre.
Golpe. Golpe.
"¿Pero por qué lo decides de un día para otro? Me duele que te vayas así sin más siendo tan joven. Y sí, ya tienes dieciséis, pero me sigo preocupando por ti".
Patada.
"Ya me sé esa parte mamá, no tienes que repetirlo".
Rasengan.
Raiton.
"Si tanto necesitas compañía puedes conseguirte otro bebé del que puedas mimar y regañar. Yo ya no soy tu bebé, oka-chan. Ya no. Tienes a Kawaki y Himawari todavía para hacerte cargo. Así que déjame en paz".
Golpe.
Árboles destrozados.
Jadeo. Transpiración.
–Eres escoria –escupió Kawaki al golpearlo, después de que confesó su arrepentimiento irreparable; las últimas palabras que le dedicó a su madre–. Siempre lo fuiste. –Se fue, inauditamente sin matarlo, dejándolo con su amargura.
Gritó furioso y voló su puño en chakra hasta partir por la mitad una enorme roca.
Tambaleó sobre sí hasta caerse sobre el pasto. Las nubes blancas y el sol alegre no congeniaban con él ahora.
Ahora se sentía extraviado.
Cuando niño quería la atención de su padre, luego ser reconocido como alguien totalmente distinto a su figura como Hokage y terminantemente lograr ser alguien a través del camino de su maestro.
Las cosas habían cambiado; quería vengarse de los Otsutsuki partícipes de tal atentado; quería revivir al asesino y matarlo mil veces más; quería ser más y más fuerte; quería proteger a su hermanita.
Quería… A su madre.
–¿Ya paraste de destruir el bosque?
El chico se apoyó en sus codos para sentarse erguido. Exhaló con molestia.
–¿Necesitan algo?
–No desde que te negaste hacer misiones con tu equipo –devolvió Sarada con el mismo desdén.
–Queríamos asegurarnos de que estuvieras bien. Hace semanas que no te vemos. –Al parecer, Mitsuki era el único que podía romper el muro de hielo entre el Uzumaki y la Uchiha que se había engrosado cuando el rubio los apartó de su amistad desde el funeral de Hinata.
–Estoy bien. Váyanse.
–Tan bien que apestas. ¿Hace cuánto no te bañas? –La pelinegra arrugó la nariz y en la oportunidad le lanzó un pergamino que Boruto agarró por instinto–. Mira que rechazar a mi padre y no seguir trabajando como shinobi, sólo para hacer nada, está afectando a tu salud.
–Entrenar no es "hacer nada".
–Sí lo es si no has hecho nada más que eso durante cuatro semanas. –Sarada cruzó los brazos–. Al menos Kawaki hace algo productivo.
Los párpados del acusado se entrecerraron y una vena en la frente resaltó bajo su piel. Sonrió cínico.
–Olvidé que amas criticarme en cada oportunidad. Eres insoportable. ¿Crees que estoy de ánimo para oír lo inútil que soy? –Con fuerza en el brazo, le devolvió el pergamino a la chica lanzándolo–. Vete ahora o no me contendré en golpearte. –Rotó a su izquierda donde estaban unos ojos amarillos y anhelantes–. También va para ti, Mitsuki.
–Yo no te he criticado.
–¡Da igual, hombre! Quiero estar solo.
Boruto plantó los pies en la tierra, les dio la espalda y caminó hasta toparse con algún tronco para seguir embistiendo. Ambos relegados se captaron cómplices. El rubio creyó que estaban por irse y luego sintió como el pergamino provocó daño en su nuca. Giró la cabeza hacia su ex compañera quien sonreía con superioridad.
–Tu mamá tenía razón sobre ti. –Captó cómo se tensaron los músculos de Boruto, fue cuando se burló más–. Eres un bebito.
El chico lunar sudó frío, no sabía si eso era buena idea. Mientras tanto, "el sol" hizo una mueca maquiavélica que parecía tratar de competir con la sonrisa de la chica eclipse.
–Eres una maldita insoportable –repitió iracundo.
–¿Y qué harás al respecto? –La pelinegra ajustó sus lentes antes de juntar chakra con rayos chirriantes.
Era la única forma en que ese tonto entendería: A golpes.
En el segundo en que Boruto realizó un rasengan, Mitsuki y Sarada se abalanzaron contra él. Hubo explosiones, más árboles caídos, ráfagas de viento y luces electrizantes. Al final, los tres amigos combatientes terminaron la riña cuando Boruto exhausto y levemente herido fue asfixiado por la serpiente invocada por el peliblanco que lo hizo caer al suelo lodoso y luego soltar su cuello para que pudiera toser y volver a respirar.
El Uzumaki odió el hecho de haber sido derrotado dos veces por ahorcamiento.
Sudados e igualmente lacerados, "la eclipse" y "la luna" se recostaron a su lado.
–¿Mejor?
El Uzumaki odió el hecho de tener el corazón en la garganta por ver, junto a él, esos ónix preciosos que lo cuestionaban y lo entendían por completo.
–Mejor.
Ahora las nubes blancas y el sol alegre empezaban a congeniar con él.
–Sé que lo dijimos antes, pero… Lamento lo de tu madre.
–Está bien. –Sacudió el brazo en negación intentando restarle importancia al asunto.
–Boruto-kun, si estuviera bien, no habrías necesitado nuestra violencia para sacarte de tu soledad autoimpuesta –replicó Mitsuki, lo que hizo poner los ojos en blanco al adolescente.
–¡Me refiero a que...! Bah, olvidalo.
–Lo que Boruto quiere decir es: "agradezco que estén conmigo compartiendo mi pesar".
–Con que eso es. Boruto-kun usa palabras cortas para que sus emociones no lo desborden.
–¿¡Quieren dejar de hablar de lo que según ustedes digo o siento!?
–Es justamente eso, Mitsuki –concluyó Sarada en tanto el oji ámbar alcanzó con sus brazos alargados algo a lado de un abeto para luego entregárselo a ella.
–¡Es el colmo con ustedes dos! –Refunfuñando, el chico tronó los huesos de su cuello entumecido y finalmente colocó detrás de él sus brazos para recargarlo en ellos.
–Boruto…
–¿Uhm?
En su pecho apareció el pergamino que tanto le había jodido.
–¿Por qué no fuiste con mi padre a perseguir a esos Otsutsuki? Digo, esperaba que la rabia que tenías te hiciera querer saldar cuentas.
El chico lo tomó entre sus dedos y procedió a abrirlo.
–¿De qué sirve ir fuera de la aldea si no estás cuando te necesitan? –¿De qué sirve querer irte cuando tu madre está muerta? Deseó agregar–. No quiero abandonar a Himawari. Ella no está bien ahora.
Sarada congenió con la cabeza.
–Supongo que fue muy duro para ella estar presente cuando sucedió.
–Sí, lo fue. –Leyó aquel pedazo de tela y la delgada línea de su rostro se curvó–. Sasuke-san realmente se está esforzando.
–Por lo que él me dijo antes de irse, no saben por qué exactamente atacaron a la aldea o a Hinata-san.
–Al menos a ti te dijo algo. El viejo ni siquiera suelta palabra. –Hizo un espacio y continuó– ¿Cómo supiste?
–¿Cómo supe qué?
–Lo de bebito.
La chica carraspeó y se arregló los lentes como gesto de vergüenza.
–Alguna vez la escuché que te llamaba así cuando fui a buscarte a tu casa. A ti realmente te había molestado que lo hiciera.
–Oh. –Tomó pasto entre sus dedos y los arrancó.
–¿Por qué preguntas?
"Yo ya no soy tu bebé, oka-chan".
Él cerró los ojos y se peinó el cabello con los dedos.
–Por nada.
–Fui muy lejos, ¿no? Usar a tu madre para hacerte enfadar.
–No importa, tranquila.
–Y soy una maldita insoportable ¿verdad?
Boruto exhaló apenado.
–Lo siento.
–Está bien. Lo soy.
–No lo eres. –Tomó la mano de ella y la apretó–. Siempre tienes razón.
–En realidad no, no siempre la tiene. ¿Recuerdas que leyó un mapa al revés cuando fuimos a Kirigakure? –debatió Mitsuki con obviedad.
Boruto puso los ojos en blanco.
–Bueno, si no vas a tener misiones indefinidamente… Podemos ayudarte a entrenar mientras tanto.
–¿En serio?
–Por supuesto. Entrenar solo es de lo más inútil que puedes hacer.
–¡Y nunca te detienes! –chasqueó el oji azul con sorna.
…
Agarró el agua con sus manos. Era fría, sosegada, limpia. Alcanzaba a escapar de su aprisionamiento y escurría una que otra gota en los antebrazos que también estaban fríos, no obstante todavía era primavera; gracias a la frondosidad de los árboles que dificultosamente la luz solar exploraba por uno que otro recobeco de las hojas. Brusco, esparció el agua en su rostro hasta asegurarse que no tenía más restos de sudor.
Iba de camino hacia el palacio Señor Feudal del País de Fuego, había que seguir como intermediario para poder conseguir suministros. Konoha, contenedora de grandes recursos, necesitaba materiales para reconstruir pronto los edificios caídos y afectados. Sorprendentemente, treinta días no son justos para arreglar las deficiencias que dejaron las bestias "místicas", como le decían los aldeanos.
Y sí, no paraba de tener misiones. Creía que así podría disminuir la carga a su padre, también que así él mismo podría despejar su mente. Claro que estar recorriendo los bosques, entre sonidos de pájaros y riachuelos, con el sol entreviendo el suelo con la iluminación de arcoíris –características propias del país–, hacían que inevitablemente pensara.
Pensar en cómo las comisuras de su boca se ampliaban cuando veía un retoño de girasol florecer en el jardín; las plantaba junto con él y Himawari, las regaban cada semana sin falta, agregaban algo nuevo cada mes en alguna maceta usada y vigilaban a los carirrojos en su nido que estaba sobre el joven roble de su patio trasero, en el que también había colgado un columpio improvisado para aquellas ocasiones de conexión con el verde y hogareño presente.
Pensar la especial atención que se centraba en él. Procurando sus deseos, incluso si no tuviera alguno; en búsqueda de hacerlo feliz, ya que no lo había sido hasta que llegó a Konoha, con el Séptimo. Las preguntas que le hacía tan raras para alguien como él quien únicamente había conocido lo que era sobrevivir en violencia y expectativas, lo invitaban a conocer de la vida pacífica y libre.
Pensar en la suavidad de las palabras al decir "buenas noches", "ya está el aperitivo", "¿Qué quieres hacer hoy?", "Te amo". Su voz era seda para sus oídos que lo cobijaban de lo helado de su corazón inexperto del cariño, muy incómoda al principio, empero aprendió a anhelarla, a dejarse llevar por ella como una cuna que lo instigaba a comportarse como el infante sano y querido que no alcanzó ser en la realidad.
Pensar el origen por el que sus manos eran cálidas en cualquier momento; cuando lo abrazaba tímidamente incluso si el cuerpo de él era más bien rígido al tacto de la gente, cuando lo tocaba en la cara para limpiar una herida de pelea, cuando ponía el plato de arroz en la mesa justo al lado del asiento de ella y su esposo, cuando rodeaba su cuello con alguna nueva bufanda tejida en invierno, y cuando le pasaba los ingredientes de aquellas veces en que le enseñó a cocinar.
Pensar cómo sus perlas intrigantes desarmaban su instinto de distanciamiento, para construir la necesidad intrínseca de amor de niño que no fue satisfacida. Cómo con tan sólo verlo fijamente, lo hacía sentirse amado, lo hacía querer llorar en instantes de debilidad y acurrucarse a ella, lo hacía querer decirle igualmente que la quería, y que lo soltara; él no lo haría, no mientras ella lo aceptara.
Porque sí, la quiso. Diría hasta más que eso. Había significado para él una figura que nunca había tenido y que después de un lapso reconoció lo que era. Kawaki, el hijo del Hokage, frío y sentimental como una roca, un chico que no dudaría en matar si tuviera que hacerlo, porque iba primero su lógica que sus principios –si es que acaso él tenía–. Era todo eso y aún así hubiera dado su alma por evitar que Hinata fuera asesinada.
Si bien el dolor estuvo presente desde el inicio de su existencia, la pérdida no. Porque no había tenido nada hasta que conoció a su familia. Este dolor reprimido lo hacía desear que se sintiera como una puñalada en sus órganos y no como un nudo en su garganta.
Observó el reflejo de las ondas del agua. A él. Desalineado. Frustrado. Roto. Distinguió como aquel chico subió la extremidad y con ella un kunai. Lo bajó con fuerza mientras seguía viendo su espejo en el que ahora salpicaduras de sangre distorsionaron su imagen.
Dirigió sus iris directamente al dorso clavado por el arma.
Respiró profundo.
Ese dolor sí era conocido, tangible y curable. No como el que se esforzaba en enterrar en una jaula muy dentro de él durante ese mes; desconocido, invisible y que no parecía querer sanar.
Alzó el kunai y lo volvió a meter en su carne.
Una.
Dos.
Tres.
Cuatro.
Cinco.
Seis veces.
En la inmensidad del bosque, sintió la intimidad suficiente para liberar un poco su sufrimiento.
–Qué estúpido –se reprochó, riéndose por dentro, luego enfureciendose. ¿Motivo? Mutilarse así mismo de alguna manera lo hizo sentirse mejor.
Sumergió la mano ensangrentada al lago. Siseó por la fogosidad de la llaga, la sensación del agua limpiandola le recordó una vez más a ella.
La vendó con parsimonia y se levantó.
Caminó.
No paró.
Dejando atrás aquel soplo de desahogo.
Incluyendo los pensamientos sobre ella.
.
.
.
–Es delicioso, Kawaki-kun.
–Lo hice como me enseñaste. –Aunque hubieran pasado tres años, seguía sintiendo sus mejillas calientes cuando ella lo halagaba de forma repentina–. Es como si tú lo hubieras cocinado.
–Pero no lo hice. Fuiste tú. Tienes realmente un don. –La mujer apagó el fuego bajo la olla en la que estaba la sopa de salmón.
–Uhm. –Se dirigió a la sala, tomó su mochila, luego fue al pasillo.
–¿Ya te vas? –Trotó tras de él con la palma refugiada en el centro de su cuerpo.
–Tengo una misión –recalcó al abrir la puerta y bajar por las escaleras fuera de la entrada.
–Cierto. –Y ella lo siguió.
–¿Qué? –preguntó al notar la amargura y pesadez en su voz.
–Creí que comeríamos antes. –No fue necesario agregar "los cinco, juntos".
–Tardarán en venir, como siempre. –Que extraño se habían vuelto las cosas esa temporada en que últimamente él pasaba más en casa con Hinata que la misma Himawari, pues ella a pesar de que no fuera ninja formalmente hablando se la pasaba entrenando con su tía casi cada día. Naruto volvía hasta la cena y Boruto a veces ni siquiera llegaba a casa–. Lo mejor es que me vaya ahora.
–Bueno –se encogió sobre sí, decepcionada.
–¿Qué pasa? –Kawaki estaba exasperado de que mantuviera esa expresión.
Claro que la miró firme –por primera ocasión en esos minutos de comunicación– a los ojos. Sin duda algo la tenía inquieta, lo supo después de tantas oportunidades aprendiendo a leerla.
–No es nada.
Exhaló con molestia.
–Bien.
–¿Llevas abrigo? En el país de Hierro hace frío.
Sacó de la mochila el abrigo que ella había tejido para él como regalo de su inaugural cumpleaños juntos.
–¿Algo más? –sugirió entre broma y molestia. Parecía que quería detenerlo en el mayor tiempo posible.
–No, yo… –La vio tragar saliva y próximamente sujetar su brazo de hombre enternecida, lo que lo hizo agitarse–. Vete con cuidado, sé que no es una misión difícil, y sé que eres fuerte y que desde niño te has encargado solo de ti mismo. Pero por favor, cuídate. Te estaré esperando.
Por alguna razón que no logró describir ahí mismo, a pesar de que él se mostrara mayormente seco, sintió la necesidad de hacerle saber que el amor maternal que ella le profesaba, era correspondido.
–Lo sé, mamá.
Ella se sonrojó. Era la tercera vez que la llamaba de esa forma.
Kawaki sonrió.
.
Cuatro meses.
Naruto no cedía en trabajar.
–Vamos hombre, date un descanso –aconsejó Kakashi–. Yo puedo encargarme. Por eso estoy aquí.
–Estoy bien, de veras.
–Tienes ojeras por completo negras, tus ojos parecen que se queman –agregó Shikamaru–. Estás disperso. No sé cuántas veces debemos insistir en que pases unos días con tu familia.
El Hokage rara vez se separaba del escritorio y rara vez iba al departamento; si lo hacía era para dormir aunque nadie estuviera en ella.
Otra razón por la que él decidía regresar a la torre.
–Himawari está con Hanabi y Hiashi. Kawaki quiso ir a otra misión para pedir más suministros a Kumogakure. Y Boruto…
El consejero suspiró por su falta de continuidad.
–Sabes que si necesitas hablar, puedes hacerlo –susurró Kakashi inclinándose hasta estar cerca del rostro del rubio–. Pero no puedes sustituir tu tristeza por el trabajo excesivo. No al menos por un largo plazo. Te hará daño.
Naruto los miró en una súplica.
–Necesito esto. –El Nara frunció el entrecejo–. Por favor.
Shikamaru lo escuchó quieto, salió de la oficina, volvió y le entregó un montón de papeles ante la expresión de desaprobación del Sexto Hokage.
–Aquí hay más permisos de construcción que necesito que firmes.
Naruto asintió.
–Y cuando termines, no quiero verte aquí hasta mañana.
Naruto asintió.
El peli plateado en este punto lo aprobó, y el de cabello en piñado, quien era pésimo al lidiar con los sentimientos de las demás personas, comprendió que el Hokage necesitaba empaparse de asuntos no personales.
A las ocho de la noche, Naruto salió del trabajo. Caminó escondido por la oscuridad iluminada por la alegría de la gente que paseaba entre las calles, por lo que él se mimetizó con la noche porque no quería ver a esas personas, algo realmente complicado cuando sus colores predominantes en su vestir eran cálidos. El Séptimo no pensó en nada más que en el lugar de su destino, sin prestar atención a lo perfecta que era la vida de las personas que lo hacían recordar que así de perfecta era la vida que él tenía hace unos meses.
Cuando llegó al departamento, como era costumbre ya, se encontraba helado: Las luces apagadas, la ausencia en el espacio, la falta de una cena y de alguien compartiendo su lecho, lo hacían quejarse en sí mismo; era lo único que sabía hacer bien ahora. En tanto llegó al cuarto, se acostó de bruces en la cama con el pecho pegado en el colchón y la cara viendo hacia el gran ventanal que daba a un balcón, el cual en su opinión era lo único bonito del departamento; podía ver la lucidez del cielo estrellado y la luna a quien le faltaba su otra mitad blanca.
Reconoció el cansancio acumulado, no lo había hecho incluso cuando se había desmayado y había sido regañado por Sakura que comiera todas sus comidas y durmiera sus horas. No sólo ella; Kiba, Shino, Lee, Konohamaru, Ino, Gaara… Sus amigos de entre todas sus ocupaciones, habían encontrado el espacio para visitarlo cada tanto para dos cosas: animarlo o regañarlo.
Era reconfortante que se preocuparan por él, sin embargo también deseaba que lo hicieran sin la necesidad de decirle qué hacer para que estuviera mejor.
Como si él no lo supiera.
¡Claro que lo sabía! Sabía que tenía que dormir, comer, estar con su familia, pasear, descansar, ser feliz. Sabía qué hacer. Pero no quería. No quería. Si alguna parte de su ser lo quisiera, ya estaría mejor.
Quien parecía entenderlo era Iruka. Aquella persona que era lo más parecido a un padre entendía que la angustia era autodestructiva, complicada de aliviarla tan sólo con quererlo. Un día, él había colocado una silla al lado de su escritorio de Hokage, le había hecho saber que no lo juzgaría a través de consejos superficiales. Iruka, su padre, le dijo: "Cuando estés listo, avanzarás".
El hombre de cabello amarillo opaco, soltó una lágrima.
Debería estar listo. Debería avanzar. Y no podía.
"Naruto-kun".
–¡El tipo se ha ido!
–No entiendo. ¿Habrá regresado a la aldea?
"Naruto-kun".
–Volvamos, Sasuke.
"Naruto-kun".
–Tampoco está aquí –anunció el pelinegro cuando los teletransportó a Konoha.
–Ni las bestias –comentó suspicaz el Séptimo.
¿Qué estaba pasando?
"Naruto-kun".
–Intentaré seguir su pista. Tú deberías quedarte aquí por si vuelve.
–Entendido.
"Naruto-kun".
Cuando el portal del Uchiha se cerró junto con él, Naruto activó el modo sabio.
–¿Q-Qué?
"Naruto-kun".
No supo cómo, pero lo tenía enfrente mientras lo golpeaba sin detenerse.
"Naruto-kun".
Luego a ella en sus brazos.
"Naruto-kun".
Con sangre.
"Naruto-kun".
Lastimada.
"Naruto-kun".
Sin vida.
"Naruto-kun".
–Hi-Hinata.
–Naruto.
Alzó la vista hacia el balcón. Trémulo.
–Toneri –cuando pronunció su nombre, se dio cuenta gracias a su voz aguada, su nariz mojada y sus mejillas calientes, que estaba llorando.
–Lo lamento. –La falta de ojos no impidió que expresara el suplicio en sus gestos–. Luché contra ellos. Pero… –Sus cejas tiritaron–. No pude detenerlos. Por mi…
–Basta –rogó. No quería escucharlo, no quería pensar en ella muerta, ni en su bebé que no alcanzó a tener–. Por favor –su garganta rugió sin quererlo, porque quería sacar lo que había estado reteniendo una y otra vez.
Y lloró aún más. Lloró como no lo hizo en el funeral, como no pudo en los brazos de Sakura, como no fue delante de sus retoños. Lloró ante prácticamente un extraño. Ambos la perdieron, sin embargo al menos Toneri intentó hacer algo por protegerla, eso fue lo que pensó Naruto.
Toneri se quedó inmóvil. No sabía qué hacer en esas situaciones y aun si supiera, tampoco podría hacer algo al respecto, no cuando él sentía la misma impotencia.
–Lamento no haberme disculpado desde lo que pasó. No estaba listo –inspiró entrecortado–. Desde que pasó lo del Tenseigan, quise redimirme. Estuve vigilandolos, a Hinata y a tus hijos, procuré estar allí cuando tú no pudieras estar presente. Naruto… Es completamente mía la culpa. Y estaré arrepentido por la eternidad.
Naruto se percató que iba a irse, lo impidió desde su lugar.
–Toneri. –Tenía que saber, necesitaba saberlo–. ¿Por qué?¿Por qué lo hicieron?
Luego de unos segundos, finalmente respondió:
–Porque el destino de su hijo no nacido acabaría con el de los Otsutsuki. –Las cortinas blancas hicieron ver al hombre, a los ojos del Uzumaki, un alma transparente y solitaria–. El nacimiento de su chakra encendió piedras ancestrales de los templos religiosos, incluyendo el mío. Eso los alertó. –Toneri tragó saliva, tocó algo bajo su manga, sin atreverse a sacarlo–. No te advertí de esto antes porque apenas averigüé sobre la profecía, ellos llegaron a mi castillo. Yo… no tenía idea.
El de marcas de zorro bajó la vista.
–Sasuke tenía razón.
Otsutsuki no entendió a qué se refería con eso. Igual no pudo contenerse a decir:
–Enmendaré mi error.
–Déjalo. –Agradeció saber la verdad; mas el desconsuelo en su pecho no iba a desaparecer–. Ella no está.
–No –su voz contenía una determinación que no escapó a los oídos del viudo de Hinata–. No puedo.
Así como llegó él se fue, y el descendiente de Hagoromo siguió ahí, donde el tiempo no pasaba, enumerando las cosas por las que sentía su corazón estrujarse.
La casa que habían construido juntos con recuerdos de amor, estaba irreconocible. Habían retirado escombros y cosas que habían sido quemadas por la intensidad de los ataques del Otsutsuki; la cocina, aquella en que habían sido preparados tantos bocadillos; la sala, en donde habían tenido divertidos juegos familiares; las habitaciones de sus hijos, la sobria de Kawaki, la desordenada de Boruto y la colorida de Himawari; la habitación que compartía con su esposa, en la que habían tenido noches para demostrar cuánto se deseaban. Lo único que había quedado en pie fue el árbol; los cimientos de la casa y el patio estaban secos y desolados, como si nunca hubieran vivido allí los Uzumaki.
La chamarra naranja de cuando era un chiquillo de genin, a pesar de que habían quedado vestigios de ella cuando Boruto la usó a la misma edad, ahora no existía, se había resquebrajado junto con las fotos enmarcadas de su familia y amigos. Lo poco del pasado que le quedaba, estaba hundido bajo los escombros que no se atrevió a ir para buscarlos, ya que allí estaba la huella de la tragedia que únicamente tuvieron que ver los trabajadores que demolieron y desalojaron lo que restaba del lugar.
Por otro lado, Kurama dormía exageradamente, y cuando despertaba, Naruto sentía su ira que pronto era apagada por las pesadas olas de su propia tristeza. El hombre se percató que eso afectaba a su amigo, quien no podía soportar tanto tiempo ese tipo de sentimientos por parte de su jinchuriki, por lo que sin que lo preparara con antelación, el zorro volvía a sentir un sueño tan inmenso que volvía a dormirse.
Además, su amigo Sasuke seguía indagando en distintas dimensiones, por lo que no podía contactarse con él, nadie de hecho, sino más bien él se contactaba con ellos enviando a un halcón con el respectivo pergamino del mes; son transcripciones, notas de lugares con posible actividad de los Otsutsuki o simples mensajes con un "nada que informar". A la vez quería que parara de investigar; se sentía responsable que Sasuke hiciera el trabajo sucio por él y que la consecuencia de su ausencia la pagaran Sarada y Sakura.
Aún así, lo está haciendo por un motivo, ¿no es así? Pensó Naruto.
El bebé que ni siquiera había logrado conocer, ni amar. El ataque de los Otsutsuki era por la profecía de su bebé no nacido. A decir verdad a veces sin quererlo lo imaginaba como hubiera sido; ¿niña?¿niño?, ¿peliazul?¿peli amarillo?, ¿pálido?¿bronceado?, ¿con marcas en las mejillas?¿sin marcas en las mejillas?, ¿pequeño?¿grande?, ¿ruidoso?¿callado?, ¿introvertido?¿extrovertido?, ¿amable?¿rudo? Luego de tantas preguntas, regresaba de su ensimismamiento;
La verdad no planeaba contarle a nadie sobre la criatura, es decir, tampoco le había contado a sus hijos que su madre estaba embarazada de su siguiente hermano. ¿Para qué? ¿Para que se entristecieran más? Ni siquiera él podría pronunciarlo en palabras. Ni siquiera hablaba con ellos como antaño. Ni siquiera lograba sentir algo más que su amargura.
Intentaba no pensar en su amada esposa, con quien mostraba su verdadero yo.
El hombre que todos, incluyéndolo a él, conocían y no estaba. No desde la muerte de Hinata.
Naruto.
¿Quién era Naruto?
Un tipo alegre.
"Un orgulloso perdedor".
Con sueños.
"Un hombre admirable".
Y con defectos.
"Un gran amigo".
Amante del ramen.
"Un tierno esposo".
Gracioso. Optimista.
"Un buen padre".
El hilo de pensamientos se rompió.
–Creo ser todo excepto eso, Hinata.
"Lo eres".
–No. –Cayó su cuerpo en la cama, derrotado–. Hanabi tiene razón. Los abandoné cuando más me necesitaban. –Inhaló fuerte para que el líquido de su naríz no escurriera–. La última vez que vi a Boruto, fue cuando vino a mi a buscar respuestas que no tenía, Kawaki no escucha que no debe cargar con todo él solo, y Himawari no me habla aunque yo se lo pida. ¡Ni siquiera hemos celebrado sus cumpleaños! Es como si viviéramos en mundos distintos. Estoy tan enfocado en mí porque no puedo lidiar con los tres. ¡No sé qué hacer! ¿¿Lo entiendes?? ¡No sé cómo diantres volver a la normalidad sin ti!
Estaba tan agitado que apenas y notó que no respiraba. Sudaba. Sacudía. Sollozaba.
Fue ahí que volvió a oír la voz en su cabeza que se parecía a la de ella.
"Eres Naruto Uzumaki".
Sus pupilas se ampliaron. Su boca se abrió lentamente.
Sí.
–¿¿Quieres voltearte, viejo?? ¡Tus ronquidos no me dejan dormir!
–Si no lo soportas, vete a tu habitación.
–Bromeas, ¿no? Hace un calor infernal allá arriba. El sofá es lo más fresco que hay en verano. ¡Tú mejor ve a tu habitación! Mamá es la única que puede soportar tu ruido y tus gases apestosos.
Era él.
–Y aquí es donde meten los restos de fruta.
–¡Woah!
–Es su hogar, por eso cuido que la lluvia no lo destruya, o que Kawaki no las aplaste por estar "aburrido".
–¡Increíble-ttebayo! Eres como su Hokage: "Himawari, La Hokage de las Hormigas".
Él era Naruto Uzumaki.
–Vas a vomitar.
–¿Dos años y no me conoces? Jamás he vomitado por la comida. Tal vez me quede dormido pero no vomito. Así que, ¡otro tazón!
–Trece raciones deberían bastar para que lo hagas.
–Pues valdrá la pena con tal de llenarme de tus inventos culinarios. ¡Ahora, sirve más!
Su corazón convulsionó por la necesidad de lanzar una carcajada, lo que lo hizo sentarse de golpe y fijarse una vez más en la luna, con la emoción recorriendo sus venas.
Si alguien más le contara la sensación que él sintió, no lo creería.
Al escucharla decir su nombre, su identidad, al recordar quién era él con sus niños… Naruto sintió una explosión de claridad.
Era obvio, sumamente obvio.
No obstante tuvo que estar alienado de sí mismo y deprimido para volverla a sentir. Y eso estaba bien, ya que gracias a eso la tenía.
La claridad de querer ser Naruto Uzumaki.
Un tipo alegre. Un orgulloso perdedor con sueños. Un hombre admirable y con defectos. Un gran amigo. Amante del ramen. Un tierno esposo viudo. Gracioso. Optimista.
Y un buen padre.
.
Seis meses.
Naruto la había invitado a almorzar. Himawari no se había sentido tan entusiasmada por algo desde hace tiempo, tanto que se puso el vestido amarillo que había tenido desde pequeña y que su madre le había confeccionado anualmente para que se ajustara a su edad.
En ese instante, su mente se tornó en blanco.
Su madre…
¿La estaría viendo ahora?
¿Estaría orgullosa de su niña?
¿A pesar de que desde su adiós ella se sintiera cansada de vivir?
La alegría fue reemplazada por el desasosiego, que afortunadamente para ella, no duró tanto esta ocasión:
–Himawari. –La chica giró hacia la puerta de papel de su habitación; Era su tía Hanabi–. Naruto te está esperando afuera.
Alisó el vestido y se peinó rápidamente.
En la entrada del complejo Hyuga, lo oteó sonriente –como desde hace semanas– al recibirla con la mano abierta para que ella la tomara con libertad. Himawari le devolvió los gestos, fue a su lado y él acarició su cabeza que le llegaba a la altura del pecho.
–Volveremos en la noche –se dirigió a Hanabi, quien lo veía con un hastío que pretendía estar escondido.
–A las ocho.
Naruto casi se echa para atrás al escucharla.
–Eh, claro.
Encaminaron el paso a Ichiraku Ramen, durante el transcurso la joven Uzumaki seguía pegada a su progenitor.
–Dicen que hay un nuevo sabor de ramen: Sabor hamburguesa. ¿Puedes creerlo? Es lo más asqueroso que he oído. –La boca se torció graciosamente. Himawari pudo reírse, no lo hizo–. Supongo que a Boruto le gustaría.
Ella asintió ante su despotricada alegría.
El cambio de actitud en su padre empezó con visitas al hogar de su abuelo después del trabajo, cada día sin falta; se sentaban en el pasillo que daba a la fuente y él le preguntaba si le fue bien en su día –ella respondía sí o no con la cabeza, normalmente era un sí–, luego Naruto le contaba sobre qué fideos instantáneos comió a la hora de almuerzo –porque era lo menos aburrido que contar sobre su día en la oficina–, y terminaba con que él le deseaba buenas noches con una sacudida. Una rutina que la hacía sentir dichosa.
Después de un tiempo, pasó a comer en la mesa Hyuga en sus días de descanso junto con ella y Boruto. Era afable retomar las reuniones familiares, incluso para su hermano quien había reaccionado sin reticencia y hasta agradable en tanto continuaba las conversaciones que papá iniciaba. Como si no bastara, en el momento en que su heredero le comentó su razón de ya no ir a misiones, y qué hacía mientras tanto, Naruto se dispuso a ayudarlo a entrenar dos horas en la tarde sus días libres.
Sin duda podría confiar que la relación entre su padre y Boruto volvía a acercarse, y eso la alegraba.
Con Kawaki era diferente. Las veces que él la visitaba –que eran realmente pocas–, daba la casualidad que su padre o Boruto no estaban presentes. Solamente eran Kawaki y ella tomando té, callados y taciturnos, hasta que él dijera que debía ir al departamento para preparar sus cosas y volver a partir. Le daba antes de irse una baratija de recuerdo respectivo del último lugar al que había sido destinado, el favorito de Himawari de los siete que coleccionaba era un llavero de algodón en forma de pato. Cuando su hermano se la dió, no evitó su efusivo agradecimiento al besarle la mejilla.
De vuelta al punto. Ésta era la primera vez que Naruto y Himawari hacían algo que no fuera dentro de las paredes de su familia materna. Era esperable que estuviese contenta.
–El último entrenamiento fue difícil. Curioso para alguien que parece lograrlo al tercer intento. De por sí el modo sabio es complicado. –¿Su mamá estaría viendo la sonrisa de su padre ahora? Porque desde su enfoque, se veía maravillosa–. Lo está haciendo mejor que yo al menos. ¡Cierto! Tenemos la ayuda del viejo Fukasaku para que Boruto no se convierta en sapo.
Espera, ¡Boruto convertido en sapo! La incomprensión de la peliazul se interrumpió cuando llegaron al local y solicitaron una mesa.
–¿En la barra está bien?
–Mm. –Sintió ojeadas de lástima y murmullos que expresaban condolencia–. ¿Puede ser arriba?
Ayame, sabiendo que aquella zona les daría más privacidad, los guió hasta allí.
En el segundo piso, se sentaron cerca de las ramas de árboles de cerezo –esperando a florecer la siguiente primavera– que les rozaban las sillas.
–Aquí hay una gran vista-ttebayo. –Captó de arriba a abajo, con detenimiento y deseo de repetir el sitio–. Y bueno… ¿Cómo te ha ido esta semana que no estuve en la aldea? –Ella lo miró con cristales en sus zafiro–. Ah, lo olvidé. Eran preguntas de sí o no, ¿cierto? Bueno, ¿Qué tal todo con Kumire-san?
La adolescente asomó una sonrisa, al mismo tiempo que Naruto se dió cuenta de su error.
–¡Idiota! Soy un idiota. Me refiero a si te has sentido bien en tus sesiones con ella o eso. Sakura me la recomendó, aunque no tengo idea de que ella haga. En mis tiempos no teníamos esas cosas de sicodomo… psicolodi… psico-de-licioso. Ah, como se llame. Lo que quiero decir es… ¿Te ha ayudado?
Ya les habían entregado sus platos y la niña seguía fija en sus manos, insegura si asentir o negar con la cabeza.
Sus sesiones con Kumire-san se limitaban a que Himawari escribiera lo que sentía y pensaba, mientras que la mujer la validaba, al igual que la instigaba a esforzarse; empezando con escribir en una hoja, lo que era agotador para la peliazul, por eso prefería no hacer esa práctica para comunicarse con su familia.
"¿Por qué no hablas?" Su respuesta para Kumire con letra propia fue: "No lo sé. No quiero. No puedo".
–Lo siento. –La girasol se sobresaltó y lo reparó atentamente. Naruto tenía el rostro amarrido–. No he sido el mejor papá para ti. Tal vez ahora sí, un poco. Y… Si acaso es por mi que no puedas hablar, quiero remediarlo. –Sus zafiros se aguaron, y la niña negó cabizbaja por lo que creía su padre–. No he podido superarlo. No todavía. Pero si tú estás a mi lado, Hima, podré hacerlo. Podremos hacerlo. Kawaki y Boruto, también. ¿Entiendes lo que quiero decir?
La niña asintió y lo tomó de la muñeca sobre la mesa. El hombre carraspeó para ahuyentar la melancolía.
Con un buen bocado, sus cuerpos comenzaron a bailar en cuanto los fideos entraban a sus bocas.
–Yo siempre he creído que nosotros somos los que mejor gusto tenemos para el ramen –tragó todo el bocado que no se había molestado en ocultar al hablar, se golpeó el pecho un par de veces para que la comida se pasara–. Digo, ¿de pescado, camarón, chile ultra picante y hamburguesa? ¡Ni siquiera se le comparan a los de cerdo!
Le dió la razón a su padre moviendo compulsivamente la cabeza.
–Y déjame decirte que aunque Kawaki cocine como un profesional, no sabe apreciar el fabuloso sabor del ramen. –Tragó–. ¿Y qué rayos le sucede? No para de ir de misión en misión. Casi ni tenemos tiempo para hablar de cómo le ha ido. ¡Es tan terco! No quiere tomar ni un descanso.
Ella ladeó la cara.
–¡Ey, yo me estoy dando descansos! Como antes, ¿recuerdas? Dos días a la semana.
Alzó los hombros.
–¿Qué diantres significa eso, señorita? No porque estés un poco más alta significa que debas contestarle a tu padre dattebayo.
Luego de Ichiraku, fueron a comprar ropa nueva. Himawari tenía un repertorio limitado a cinco prendas después de que su casa se hubiera destruido con ellas. Después, fueron a ver los fuegos artificiales que se lanzaron al anochecer.
"Fue un gran día", pensó Himawari al llegar al recinto Hyuga. Su abuelo la esperaba en la entrada.
Por último, apretó la extremidad de Naruto como despedida. Le sonrió con anhelo y él hizo lo mismo.
Hiashi y Himawari entraron, ella le dijo adiós con el cuerpo, y antes de que su abuelo cerrara la puerta por completo, alcanzó a apreciar como los ojos brillantes de su padre se volvieron océanos oscuros y profundos una vez más.
.
Nueve meses.
–¿Es todo lo que tienes?
Boruto lanzó un kunai electrificado hacia Sarada.
Mitsuki le estaba respirando en la nuca. Tenía que cubrirse las espaldas con lo que pudiera, por lo que aventó su capa hacia él después de electrificarla también.
El chico pálido alcanzó a esquivarla como Sarada.
En los días, cuando ninguno de sus amigos tenía misión, a las siete de la mañana en punto, comenzaba el entrenamiento en equipo.
Y Boruto estaba satisfecho con eso.
Cinco kunai rectos y unidos por hilos de chakra cortaron la cintura de la chica, quien sangró en consecuencia.
–Sí, es todo lo que tengo –refutó entre risas el joven
–Ja. ¿Tanto te urge aprender a usar la Katana? Es de lástima lo que le hiciste a tus kunai.
–Debes admitir que es un buen intento. Al menos por ahora que Sasuke-san no está –sonrió–. Por suerte estoy ocupado con el modo sabio.
–Es bueno eso –contestó mientras se vendaba la herida. Mitsuki y Boruto comenzaron a hablar de algo que ella no oyó, pues se estaba cuestionando a sí misma, hasta que en un arranque de "¡ya! da igual lo que pase", exclamó bajo– ¿Les gustaría ir al cine?
–¿Sarada queriendo ir a perder un tiempo valioso a ver una película? –Wow, debía grabar en su memoria con lujo de detalle esta ocasión excepcional.
–Bueno, no hacemos nada más que entrenar. Un cambio de aires nos hará bien. –Miró de un lado a otro, una acción que a sus dos compañeros les supuso una falsa confianza.
–¿Yendo al cine?
–Sí. Es una que me recomendó Chocho.
–¿Cuál es? –indagó el chico serpiente.
–...
–¿Qué?
–Es de romance.
Boruto arqueó la ceja.
–Vuela alto, corazón, ¿no es así? Dicen que es perfecta en todo sentido. La nominaron a los premios de arte de Konoha.
–¿Y tú cómo diablos sabes eso, Mitsuki?
–Soy un hombre de cultura.
–¿De una película para mujeres despechadas?
–Bah, si no quieres verla, entonces hagamos otra cosa. Puedo ir otro día sola.
La garganta de su amiga emitió una voz enojada que complementaba sus ojos heridos.
–No, no. Si realmente quieres verla, vamos a hacerlo.
Llegaron al cine y se sentaron en las butacas.
Según le habían contado, la premisa de la película era sobre una mujer que vivía en un campo cercano al lugar donde los enfrentamientos de dos aldeas ocurrían desde su creación. Un día se encuentra con un hombre moribundo, era de la aldea enemiga, sin embargo lo cuida en su choza y se enamora de él, por lo que tiene que elegir entre la lealtad a su aldea y la lealtad a su corazón.
Un tema demasiado cliché si se lo preguntaban a él, claro que si a Sarada la animaba tanto a verla como para que les hubiera contado sobre ella… Sería mínimamente disfrutable, al menos junto con Sarada y Mitsuki.
Se apagaron las luces de la sala y Boruto ya estaba listo para aguantar dos horas de un romance empalagoso y trágico hasta que vio a la protagonista.
Cabello azul oscuro. Piel de porcelana. Cuerpo pequeño y fino. Ojos lilas. Mejillas sonrosadas. Voz suave y gentil.
Fue ahí que dejó de respirar.
Miró a la izquierda y a la derecha; parecía que de entre los tres, sólo él notó el parecido extremo de la actriz hacia su madre.
Volvió a la pantalla, y no pudo no asociar a la personaje con ella. Si la mujer llamada "Sora" pasaba hambre, el estómago de Boruto se estrujaba; si shinobis entraban a robar a su casa, la cabeza de Boruto crujía; si sufría por el hombre del cual estaba enamorada, el pecho de Boruto se oprimía; si dio a luz a su bebé antes de caer fallecida en brazos de su amante, la garganta de Boruto se cerraba.
–Yo te hice esto –dijo el amante–. Debido a mi, moriste. Debido a que cargaste a nuestro bebé, debido a que me protegiste a pesar de que toda tu aldea estaba en contra tuya… Te perdí para siempre.
Y aunque estuvo a punto de desmoronarse al escucharlo, se contuvo. Era una coincidencia cruel que ese hombre sintiera lo mismo que él.
Y sabía la razón. Cada día, lo sabía.
–Fue…
–Perfecta.
–¡Lo sé! Oh Mitsuki, estoy segura que ganará el premio. Con semejante actuación, trama y música.
–Tuvo armonía hasta al final –concluyó el peliblanco.
Había terminado a eso de las seis de la tarde, tuvieron que salir con la marea de gente que no paraba de hablar, así como ellos, de la película.
–¿Qué te pareció a ti, Boruto?
–Estuvo bien.
–¿Bien? Por favor, ¡fue una obra maestra!
–No es para tanto.
–Claro que lo es. Junko-san fue excelente en su papel de Sora, fue tan trágico y poético su final.
–Sí, bueno, ya me voy.
La casi mujer detuvo su caminar. Boruto era estúpido y poco sensible sobre el significado metafórico y emocional de las cosas. Empero, de eso a actuar así…
–¿Te pasa algo?
–No, es que… Olvidé que debía ir con Hima a arreglar algunas cosas de su armario.
–¿Su armario? –No podía creer que él pensara que se tragaría tal mentira.
–Sí. Fue genial haber visto esta película contigo. La disfruté. En serio. –Se alejó lo suficiente por si acaso lo detenían con más preguntas que no quería responder–. Nos vemos mañana dattebasa.
–Sí –murmuró y volteó como de costumbre hacia Mitsuki, perpetrando su complicidad–. Claro.
Cuando la silueta de Boruto dejó de visualizarse, el chico de ojos ámbar preguntó:
–¿Habrá notado que Sora se parecía a Hinata-san?
.
Doce meses.
Hasta que tuvo a Boruto en frente, Kawaki percató que no se había visto ni hablado con él desde hace un año. ¿Por qué? No es que estuviera exactamente resentido con él por haber sido tan estúpido con Hinata; creía mas bien que no le interesaba en lo más mínimo qué hacía con su existencia. No era como con Himawari, a quien Kawaki procuraba en lo que le permitía su personalidad arisca hacerle saber que estaba para ella en tanto lo necesitara; debido a que la quería, y le interesaba cualquier cosa que tuviera que ver con su vida.
Kawaki lo toleró. Nunca dijo nada, ni a él ni a Hinata. Se limitó a observar y acompañar a la entonces señora Uzumaki.
Ella murió, Boruto en un trance de culpa le contó sobre su discusión con su madre y Kawaki no impidió que esa fuera la última gota que derramara el vaso. No pudo soportarlo más, lo odió. Lo odió por haber nacido rodeado de amor. Lo odió por haberla gritado. Lo odió por el amor infinito que Hinata le profesaba a su primer hijo. Lo odió porque él hubiera dado lo que fuera por haber sido él quien estuviera con ella desde el principio.
Kawaki la habría protegido.
Ahora tenía a Boruto enfrente y no sentía nada por él.
Ni siquiera lástima.
–¿Y el viejo?
–En el baño –contestó al sentarse en el sofá.
Boruto había acabado de llegar. Eran las nueve de la mañana.
–¿Y Himawari?
–¿Qué diantres crees que soy? ¿tu adivino? Si no sabes, ve y búscala.
–Imbécil. No te importa un carajo nadie que no seas tú mismo, ¿cierto?
–Cállate. –Le dio un sorbo al vaso de té verde que sostenía, era equilibrado entre lo amargo y lo dulce, justo como ella se lo había enseñado–. No sabes una mierda.
Sonó el timbre, no tuvieron que pensar para saber quién era.
El rubio abrió la puerta.
–Hola, Hima.
Ella se inclinó como saludo, cargaba dos bonitos girasoles que contrastaron con su vestido azul cielo. Volteó donde Kawaki y también lo saludó, esta vez con una sacudida del brazo. Él únicamente la miró.
En ese instante salió su padre de la habitación, recién bañado y vestido.
–Ya estamos los cuatro, ¿eh? –afirmó.
–Eres el último en estar listo –Boruto se cruzó de brazos.
–Bueno, bueno –caminó hasta ellos y acicaló el cabello de su hija–. Vámonos.
Recorrieron las avenidas de Konoha, se veían tan hermosas por la casi llegada de la primavera, llegaron a la florería de Ino, a pesar de que la adolescente tenía flores, a Naruto le pareció insuficiente que ellos no llevaran nada. Kawaki lo vió pedir tres ramos de lirios blancos y la mujer se los entregó con una exclamación airosa:
–Así que es hoy.
El Hokage respondió con una sonrisa tristona.
–Sí.
–Estoy segura que ella estaría contenta de verlos seguir adelante.
–Sí. –Tomó los ramos y dejó el dinero–. Eso creo.
Kawaki no supo nada sobre los rituales de la gente en luto, más lo que había aprendido gracias a Hinata, es que debían llevar cosas que al fallecido le gustaran.
–Naruto. –El susodicho volteó junto con sus retoños hacia él después de salir del local de flores–. Compremos frijoles dulces.
El hombre y la niña se alegraron por tal idea, incluso Kawaki diría que se mostraron orgullosos de él por semejante proposición. Boruto lo miró con recelo.
Se separaron, él y Himawari irían por los frijoles y Naruto y Boruto por el incienso que hacía falta. Estaban esperando que les entregaran su pedido, cuando la niña –ya no tan niña– señaló algo más allá del tumulto de personas vestidas de negro.
–¿Qué?
Fijó sus carbones quemados en las aguamarinas que aún le parecían tan tiernas y frágiles como cuando las conoció por primera vez.
Himawari lo tomó de la barbilla y direccionó su rostro hacia donde ella señalaba.
–Rollos de canela. –Volvió la vista hacia ella con intriga–. ¿Quieres llevar?
La chica asintió.
Sacó de su gabardina más billetes y se los entregó.
–Toma.
La peliazul puso sus palmas en forma de cueva para allí retener el dinero, luego dejó en los antebrazos de su hermano los girasoles para dirigirse al puesto en el que vendían aquel dulce. Kawaki no paró de vigilarla hasta que el pedido estuvo listo, después caminó y esperó a su lado para que le dieran, segundos posteriores, la bolsa con el pan dentro.
–¿Listo? –Himawari afirmó con la cabeza–. Entonces vámonos.
Ella tomó una de las dos enormes brotes y agarró con su mano libre el brazo de Kawaki, quien se tensó al inicio y que pronto se relajó con cada paso que dieron.
Se encontraron con los dos rubios y llegaron a los confines de la aldea, donde estaba despejado de edificios y de ruido, con pasto y aves cantoras. Algunas personas también estaban allí, presentando todavía el periodo de luto hacia sus seres amados.
En tanto encontraron el nombre correcto, Boruto prendió el incienso, Naruto y Himawari acomodaron las flores en el vaso de cemento y Kawaki descubrió la comida para dejarla sobre la lápida.
Debía decir que él no creía en cosas paranormales, es decir, sabía que ningún fantasma o alma vendría a comerse los frijoles y los rollos de canela, tampoco olería el incienso de lavanda o admiraría los ramos que su esposo e hija se habían esmerado en traer y mucho menos escucharía las palpitantes palabras de Naruto que parecían añorar por serlo.
–Hola, Hina. –Sonaba alegre, optimista y, muy en el fondo, azul–. Te trajimos esto y… Esperamos que te guste. Lamento no haber venido antes. Ha sido difícil. –Los miró a los tres, y el pelinegro no pudo no sentir más empatía por el sufrimiento de su progenitor–. Ahora pienso que estamos bien. Lo estamos haciendo bien.
Se rascó la nuca y luego se irguió junto con su familia.
Posterior a las palabras de Naruto, nadie pudo decir palabra alguna frente a su tumba durante un rato. Kawaki notó cómo no exclusivamente él se encontraba ansioso de estar cerca, intentando escapar del inmenso calvario que provocaba ver los kanji de Hinata Uzumaki.
¿De verdad había pasado un año? Se sentía tan lejano; a la vez tortuosamente cercano.
–Te extrañamos, mamá –murmuró repentinamente Boruto, quien parecía decirlo más como un "te extraño", lo que hizo fruncir el ceño a Kawaki.
–Sí, te extrañamos mucho dattebayo.
Entonces el adolescente sintió tres pares de ojos esperando que algo saliera de su boca. Lo incomodó tanto que tuvo que forzarse a hablarle a la roca tallada; porque no, Hinata no lo estaba escuchando; y al saberlo contundentemente, sintió sus entrañas afligirse.
–Yo… –Por dentro convulsionó, por fuera estaba estoico–. Pienso en ti.
El aire que lo rodeaba se calentó por alguna razón, abrigando los escalofríos de su corazón.
Vio a Himawari verse sus puños con dureza.
No estuvieron mucho allí, tal vez debido a que no había más palabras adecuadas qué decir.
Naruto sugirió que debían comer en familia en su departamento. Kawaki y Himawari eran los mejores cocinando, sin embargo prefirieron comprar sus comidas favoritas. A fin de cuentas, no había muchos ánimos para un aniversario triste.
Sentados en el diminuto comedor, degustaron de a poco lo que pronto llegaría a sus vientres; ramen, hamburguesa, soba y yakitori. Naruto le dio por hablar de que al fin estaban reunidos, que deberían repetirlo más seguido y procedió a contar sus vivencias de él y su equipo, sus misiones y finalmente sobre ella a eso de las cinco de la tarde.
–Hinata rara vez se ponía calcetines en invierno, a pesar de que nos regañaba igualmente por estar descubiertos –rió ligeramente luego de dar el segundo sorbo al caldo–. También se enojaba si dejábamos el grifo abierto durante mucho rato, decía que desperdiciamos el agua, aunque ella se tardaba media hora dándose un baño. Ja. Era increíble.
Himawari sonrió por la calidez de su ascendiente; fue el primero en hablar de ella en ese día, en tanto sus dos hermanos tenían la misma expresión mezclada entre añoranza y seriedad.
–La vez que fui derrotado por Pain, cuando éramos jóvenes, Hinata llegó del cielo ¡fue genial-ttebayo! Se enfrentó a él incluso sabiendo que era más fuerte que ella, porque quería salvarme. Fue maravilloso ¡la hubieran visto! Ella estaba… –El hombre se detuvo. Los adolescentes lo miraron atentos; a decir verdad no sabían a qué "Pain" o cómo "Hinata llegó del cielo" se refería su padre–. ¿Saben? Yo siempre decía que no me rendía, aunque lo hice varias veces –exclamó cohibido–. Hasta ahora me doy cuenta que cada vez que lo hacía, rendirme, ella estaba allí. Siempre estuvo allí. Aquella vez que me aterraba pelear contra su primo Neji o cuando él murió en la guerra, cuando yo necesitaba ayuda para acostumbrarme a tener un brazo, y cuando peleé contra Toneri… Aquella vez, ella y su bufanda, sus sentimientos hacia mí, me salvaron.
Las cejas de Naruto se juntaron.
–Pero yo —su barbilla tembló, sus zafiro se tornaron frustrados–. Yo no pude salvarla. –Las lágrimas comenzaron a salir–. Cuando más me necesitaba, yo no la salvé. –Tapó su rostro con la mano. ¿Por qué ahora, de entre cualquier momento posible, tenía que romperse frente a ellos?– No salvé a su madre. –Himawari se mordió el labio–. Lo lamento. Lo siento tanto. –Kawaki crujió los dientes–. Perdónenme. Perdónenme. –Boruto apretó los puños–. Fue culpa mía.
Las gotas saladas cayeron de manera vergonzosa. Había aparentado estar bien, frente a sus niños, frente a la tumba de Hinata. Intentaba ser el tronco que sostenía a las ramas ante el intenso viento. Quería ser el Naruto que no se rendía, que avanzaba por Hinata, por sus retoños y por él mismo. Creía que lo estaba logrando.
Y luego esto.
Himawari se acercó a él, posó la mano en su pecho y contradijo con la cabeza sus palabras.
–Papá… –la voz de Boruto estaba compungida.
–No fue tu culpa, ya basta Naruto, deja de llorar –regañó Kawaki con el fin de que la agonía de su padre cesara por una razón equivocada, aunque no de la manera más adecuada.
–Tampoco seas insensible, idiota.
Kawaki pudo negar que lo era y en lugar de eso comenzó a reírse.
–¿Insensible? –Sí, sus carbones ardían–. Lo dice el hijo de mierda de Hinata.
Los Uzumaki abrieron sus párpados al máximo.
Las cascadas de Naruto se detuvieron.
Las extremidades de Himawari se apretaron otra vez.
–¿Qué dijiste? –Boruto se levantó del asiento con aires de asesino.
–Así que también eres sordo, déjame repetírtelo más fuerte. –Imitó a Boruto y arrastró la silla detrás de sí– ¡Que-eres-un-hijo-de-mierda! ¿Insensible, yo? Tú fuiste el que la hizo sufrir por ti hasta el último momento que tuvo con vida.
–Cállate.
–Eres un hipócrita llorando por ella: ¿"Te extrañamos mamá"? ¡¿No tienes maldita vergüenza?! ¡Después de que la evitaste todo ese tiempo por querer hacerte el mayorcito! Para colmo, llegaste tarde para protegerla.
–¿¡Y donde estuviste tú?! –Para ese punto, Boruto ya lo había acercado a él agarrándolo violentamente de la blusa–. ¡Si hubieras llegado antes a la aldea, también hubieras podido protegerla! Era una misión fácil, podías ir, terminar y regresar en tres días. Pudiste regresar para la cena especial de mamá, pudiste detenerme, pudiste evitar que dijera esas estúpidas palabras, pudiste estar allí en casa. ¡Pudiste evitar que ella muriera!
–¡No me cargues con la culpa que es únicamente tuya! Lo sabes, por eso eres miserable. Sabes que detrás de tus acusaciones hacia mí, tú eres el único culpable de su muerte. Si hubieras estado allí, si te hubieras quedado en casa, ella no hubiera estado sola con ese bastardo de puta. –Alzó la frente y sus dientes chirriaron del enfado–. Fue tu culpa que ella muriera pensando que su propio hijo la detestaba.
Boruto lo arrojó sobre la mesa que se vino abajo junto con lo que estaba sobre ella. Kawaki lo golpeó en la sien y su hermano en la mejilla, el otro regresó la embestida a su nariz que hizo que cambiaran de posiciones. Ahora el rubio le dió un gancho al hígado mientras se encontraba bajo él. Naruto, quien de estar atónito por las palabras corrosivas de sus descendientes pasó a apartar velozmente a la adolescente de la cocina, separó a ambos al empujarlos desde sus torsos para que cayeran sentados en el suelo de madera. Había sangre corriendo en sus rostros, que había salido en ligeros ríos o que se había retenido por debajo de la piel dejándola rojiza y, pronto, morada.
–¡¡Ya fue suficiente con ustedes dos!! No sé de qué diablos están hablando, pero Hinata no querría verlos a-...
En un estruendo escucharon cerrarse una puerta, voltearon y Himawari no estaba, se había encerrado en el cuarto del patriarca.
Los tres varones de la familia Uzumaki suspiraron internamente.
–Si tienen algo que decir, haganlo ya. Porque después no les permitiré hacerlo frente a ella. –El de pelos dorados tomó su cadera y exhaló con enjundia. Las lágrimas se habían secado–. Miren, está bien si están enojados, ¡los hermanos tienen diferencias! Lo sé, créanme. –Los observó de uno en uno, aunque ellos no a él–. No por eso tienen que gritar y golpearse.
Naruto se sintió doble cara al decirlo; él hizo exactamente lo mismo que ellos con Sasuke a su edad. No obstante, ahí y ahora, sus niños necesitaban un padre ejemplar, necesitaban las palabras que Hinata diría.
¿"Fue tu culpa que ella muriera pensando que su propio hijo la detestaba"?¿"Pudiste evitar que dijera esas estúpidas palabras"?¿¡Qué rayos significaba eso!?¿De qué tanto se había perdido? No tenía idea. Claro que sabía que Boruto se había distanciado de la familia, aunque ¿de eso a que Hinata hubiese pensado que él la detestara? Ella no dijo nada, ni siquiera en aquella cena fallida en que Boruto les anunció que se iría.
¿¿Sería eso??¿Hinata y Boruto habrían discutido? Tenía tanta curiosidad que necesitaba ser saciada, necesitaba saber si acaso hubo algo más que puso a Hinata en ese estado anímico aquella noche que la encontró pensativa en la cama; no únicamente por Boruto que se iría, o por la cena con el anuncio del nuevo miembro de la familia fue cancelado, sino porque habría discutido con Boruto. Tenía tantas preguntas y, por el valor del presente, tenía que guardárselas.
–...
–...
–¿Y bien? –insistió él.
–Dije lo que tenía que decir –respondió Kawaki.
–Sí, lo dijiste muy claro –gruñó con sorna el rubio menor.
–¿Boruto?
–Tú eres perfecto, ¿no es así, Kawaki? El pobre huérfano que no hacía más que dar lástima. –Lo miró contundente, irritable–. Sí, te volviste mi hermano, te volviste en alguien a quien llegué a comprender. ¿Pero sabes qué? Te volviste engreído con respecto a "merecer" a mi familia, sólo porque antes no tuviste nada y yo lo tuve todo. ¿Y sabes qué más? Es cierto. Lo acepto. Acepto que te convertiste más en hijo de mamá que yo. Sé que fui horrible con ella. Sé que fue mi culpa que la asesinaran. Lo sé. Me lo repito cada día, como no te imaginas. Por eso entreno a diario. Por eso me quedo en la aldea.
Boruto alzó la cara y lo miró con superioridad. Siguió:
–¡Tú no tienes derecho a decirme una mierda! No cuando tú no has hecho nada más que esconderte. Yo he avanzado, me he vuelto más fuerte para enfrentar a los Otsutsuki. ¿Tú qué has hecho en tus misiones de rango B?¿Te has vuelto más fuerte representando al Séptimo en las aldeas? En cambio a mí, tú te estancaste en tu sufrimiento y ni siquiera lo notas. No creciste absolutamente nada, ese es tu más grande error. Por eso no tienes derecho a recriminarme. Yo aprendí de mis errores, tú no lo hiciste.
El pelinegro siguió advirtiéndolo, ya no con furia, sino con dureza.
Al principio, había considerado a Boruto como un igual, tanto que deseó secretamente ser su hermano. Sí, él tenía razón, con el tiempo comenzó a juzgarlo; sobre si Boruto era merecedor de lo que tenía, de la familia que tenía. Tal vez fue cuestión de envidia; a pesar de ser tratado como un hijo para Hinata y Naruto, como un hermano mayor para Himawari, el simple hecho de no haber nacido en su hogar perfecto y lleno de amor, lo hacía compararse con él.
¿De verdad Boruto pensaba que él se había convertido más en hijo de mamá? Admitía que eso lo sorprendió. A razón de que aún y cuando Naruto se había convertido en una figura vital para Kawaki, el trato de Hinata era… Diferente. Naruto era un poco hosco al transmitir su cariño hacia él, Hinata fue entregada y cálida en cada detalle. Naruto sufrió tanto de soledad y amor de niño como él que lo veía algo así como su ejemplo a seguir, debido a que sus experiencias no lo corrompieron, con Hinata en cambio no conoció su pasado, ni diría que fue su ejemplo a seguir, ella y él eran como agua y aceite, por lo que más bien Hinata significaba su lugar seguro, donde salía a relucir lo más puro de sí mismo. Por eso, muy en el fondo, su corazón brincó cuando Boruto dijo que se había convertido más en hijo de Hinata, porque no hubiera querido nada más en su puta existencia que eso.
Supo entonces lo asimétricos que estaban. Boruto conocía más a Kawaki que él a Boruto. Sí, se había estancado por voluntad propia sin saberlo, tuvo que venir y decírselo el rubio para enterarse. Con querer hacer cosas para que su mente no divagara y su padre no tuviera más deberes de los qué encargarse, su corazón se había sumido en un estado de hibernación a causa de la muerte de Hinata que lo había afectado más de lo que hubiese querido; lo que provocó a su vez que buscara el culpable de su dolor en Boruto. No lloró por ella, la lógica y trabajo excesivo fueron su forma de condolerse. Tanto se condolió que olvidó enfocarse en aumentar su poder, en enfocarse en él y no en procurar lo que, según él, Naruto necesitaría.
Aceptó desde el suelo, con el ojo hinchado, que Boruto tenía razón.
–¿Kawaki? –Instigó su papá–. Di algo.
–Ya lo escuché. –Así era como aceptaba su equivocación–. Dije todo lo que tenía que decir –repitió.
Y para aumentar su pena, Kawaki apreció como las iris de Boruto se aclararon y su expresión se relajó; había comprendido una vez más lo que sus "indiferentes" palabras quisieron decir.
–Bien, como ya terminaron, yo sí tengo algo que decirles… –Tenía la completa atención, se hincó en el espacio entre ellos y dijo– Boruto, no es tu culpa –el chico con diecisiete tornó sus facciones en unas indescriptibles–. Tampoco tuya, Kawaki –susurró Naruto antes de ver al muchacho descolocarse–. Y Hinata estaría orgullosa de ustedes.
…
Himawari se encontraba sollozando desconsolada. La discusión entre sus hermanos la hizo recordar la realidad; la muerte de su mami, frente a sus ojos. Verla ser golpeada, apuñalada, desangrada, desvanecida delante de ella sin poder hacer nada para evitarlo, le estaba provocando una crisis que ya no sabía si quería volver a sobrellevar.
Ella era la culpable. No Boruto, no Kawaki, no su padre.
Si hubiera convencido a su progenitora de que se quedara dentro del campo de fuerza con ella; si no se hubiera quedado como tonta asustadiza sosteniendo el sello, tal vez hubiera ganado una distracción para que sus hermanos aparecieran a tiempo.
Su madre había muerto. Su familia estaba rota. Su padre era el hombre más triste del mundo. Sus hermanos se odiaban. Gracias a que ella no hizo absolutamente nada.
Las lágrimas eran abundantes, mojaron gran parte de la almohada. Vio el atardecer asomarse en la ventana. El sol pronto desaparecería. Pronto. Desaparecería.
Desaparecer.
¿Y si…?
¿Y si desaparecía?
¿Y si se moría?
Ella y su familia estarían mejor.
Su pecho no dolería más.
Su mente no viajaría en el tiempo una y otra vez.
Su culpabilidad sería sentenciada apropiadamente.
Su mami… Podría verla a los ojos, podría abrazarla y no zafarse jamás de ella.
Podría ser.
Al fin.
Felíz.
–Himawari.
Sintió los brazos fuertes de Naruto rodearla. Recogió su cuerpo como si fuera una bebé y la pegó a su regazo.
Lo miró a sus océanos profundos y oscuros, a sus labios que formaron una suave sonrisa. Escuchó el latir de su corazón, era una melodía melancólica, una como aquel sol yéndose a dormir frente a ellos y que tarde o temprano siempre se levantará al amanecer.
Naruto meció su cuerpo con el de ella. Calmado. Agradecido por ese instante, por haberse dado cuenta hasta ahora que su niña estaba viva. La apretó más contra él, contra su alma.
–Todo estará bien. Estará bien. Lo prometo dattebayo.
Y eso era lo que Himawari necesitaba. La certeza de que su padre permanecería, y los sentimientos sombríos de ella se irían.
La peliazul bajó sus pies a la madera, Naruto se levantó junto con ella y limpió con sus pulgares las lágrimas de Himawari.
–Ven, que tus tontos hermanos quieren decirte algo.
Era una jovencita de quince años ya, su tía se lo repetía constantemente, sin embargo ahí se sintió una niña de cinco sujetando por detrás las prendas de su padre.
Mientras habían permanecido en la habitación, Kawaki y Boruto asearon el desastre que ocasionaron con la riña, fregaron el suelo de la comida tirada e intentaron arreglar la mesa pobremente –necesitarían una nueva que tuviera las cuatro patas erguidas–.
Observó tímidamente sus expresiones avergonzadas. Era impactante, no los había visto así desde que su madre lloró porque tiraron a la basura el trozo de la bufanda que le regaló a su papá cuando eran jóvenes porque pensaron que era un pedazo de tejido inservible.
–Hima.
–Oye.
–Lo sentimos –completó Boruto.
–Sí, en serio –recalcó tosco Kawaki al no poder decir más que "oye".
–Nosotros no nos llevamos bien ahora, sin embargo… Estaremos para ti. Te queremos. Y lo que menos queremos es hacerte sentir mal.
–Hmp.
–Así que, ¿podrías perdonarnos?.
–No tenía nada que ver contigo. Aún así, no deseo que te alejes por esto. Ya de por sí no hablas nada.
–Kawaki –suspiró Naruto.
–Bastardo, ¿es que no sabes cuándo cerrar la puta boca?
–Dije la verdad, ¿cuál es el problema?
–Tú eres el problema, maldito insen-...
Sintieron como unos delgados brazos los rodearon sin que ellos lo evitaran. El silencio de un año entero fue sustituido por sus palabras que por el gran lapso sin usarlas, salieron roncas.
–Nunca paran de pelear, ¿cierto? –Los hombres de la familia Uzumaki no desviaron ni por un segundo la mirada de ella ni de las luciérnagas en su voz.
Naruto llegó hasta ellos y los apretó contra él en un abrazo.
...
...
..
.
Canción del capítulo, A potion for love, Aurora.
.
.
.
n/a: Gracias por su apoyo, gracias por leer, gracias por decir lo que piensan, gracias por seguir y querer esta historia. Los valoro mucho mucho.
Espero este cap les haya generado muchos sentimientos.
Feliz año nuevo.
La canción del primer capítulo es Murder song (5,4,3,2,1) acústico de Aurora.
Nos vemos para el siguiente.
.
Valantana1. No sabes la alegría que me da que te haya gustado mucho el cap 1.
Tchuma Tendai. No lo haré ;)
Myca97. Sólo en este contexto te digo: me alegro haberte hecho llorar.
.
Me gustó de verdad escribirlo.
10/01/23.
