Comenté por ahí que tendría cuidado de publicar siempre los lunes y aquí está, recién salido de mis dedos, tan es así que mi beta ni le ha visto… quizá le guste, quizá no, advierto que de haber algún fallo se corregirá en breve… de antemano, gracias a quienes leen y ya saben, personajes de JK, música de Spice Girls.

Saludos

Libros y berenjenas

but something's coming over me to make me wonder

—Mañana a las ocho, no le comentes nada a nadie y por amor de Minerva, llega a tiempo. —Estaban a la puerta ya y como buena hija de muggles, estaba luchando por sacar del fondo de su bolso las llaves para abrirla.

—Seré puntual como un suizo. —Murmuró dando un paso al frente, aquella última silaba sibilante le erizó la piel de tan cerca que sonó a su oído, sintió un escalofrío recorrerle entera y atinó a pegarse más a la puerta, rebuscando las llaves como si la vida se le fuera en ello; Ron subió sus manos hasta ponerlas en su cintura y se estrechó contra ella con suavidad pesada, como la caída de una carpa sobre el circo entero. —No sé cómo voy a agradecerte lo que haces por mí. —Murmuró haciéndole espacio a su rostro en el hombro de ella, a fuerza de empujar su cabello alborotado con la punta de su afilada nariz, Hermione suspiró entrecortado y se puso tensa ante el comentario.

—Simple. No repruebes. —¡Maldición!, donde estaban las estúpidas llaves.

—No lo haré... no voy a fallarte, Hermione. —Las enormes y largas manos de Ron se fijaron a su cintura más todavía y haciendo gala de fuerza, la hizo girarse, ella era una muñeca en manos de un hombretón, ¿cuántos centímetros le había sacado Ron en solo un par de años?, los suficientes para apoyar su frente en la barbilla de él y que sus labios le acariciaran el cabello; Ron la miraba fijo, expectante, llevando sus ojos azules de los de ella a sus labios, intermitente, serio. —No lo haré. —Se inclinó a besarla y no pudo evitar corresponderle, en el fondo no quería besarlo, en el fondo no quería tenerlo ahí, tampoco que tuviera esos gestos "románticos" con ella, aceptó cenar a su lado porque tenía que decirle que había logrado una reaplicación de sus pruebas, pero no para consentirlo por sus resultados en ellas, aquel beso era el beso de despedida por aquella cena improvisada y quizá por el resto de la semana.

Ron lo prolongó, era un beso tibio que él intentaba profundizar, Hermione sintió cómo doblaba un poco la rodilla y deslizaba su brazo derecho bajo el de ella, haciendo que levantara la cara y el torso hacia él, su mano libre le buscó la suya y cuando la tuvo, entrelazó sus dedos alzándola hasta ponerla contra la puerta donde reposaba su espalda; la boca de Ron era fuerte, impetuosa y la poseía con una densa confianza, como el hombre que vuelve a pisar la luna luego de un tiempo, presionaba contra ella con firmeza, y abría su boca obligando a abrirse la de ella, buscando unificar sus lenguas en un roce provocativo. Pero Hermione no tenía ganas de aquella invasión, no tenía cabeza para los instintos apasionados del pelirrojo y no correspondió a ningún movimiento, hasta que sintió aquella mano deslizarse por su costado, abarcar su espalda y jalarla hacia él; el cuerpo de Ron era inmenso, firme y derrochaba una masculinidad protectora a pesar de su delgadez, el aroma de lavanda que le brotaba de entre los dobleces de su ropa la mareaba y le subía sin querer la temperatura, haciendo que accediera al nuevo beso arrebatado, Ron gruñó contra su boca, cuando la volvió a presionar contra sí, envolviéndola, embarrándole su cuerpo al tiempo que la presionaba contra la puerta.

—Es... t... —Comenzó, pero él seguía besándola, empujando con su mejilla la suya, con sus labios los suyos de una forma sugerente, sensual, Hermione suspiró y sintió con bochorno su pierna al doblarse para embonar entre las suyas como hecha para ello; se sacudió, no, no quería, lo empujó y se separó de su boca. —… Ron... es tarde... —Masculló abriendo los ojos sorprendida al sentir que apretaba más su mano derecha contra la puerta y que con dedos decididos intentaba meterse bajo su blusa; era rápido, demasiado, cerró los muslos empujando la pierna de Ron fuera de sí, él renegó volviéndola a besar, pero esta vez se volteó y lo rechazó de una. —Ron. Es tarde. —Lo tomó por sorpresa y no le hizo la menor gracia, la miraba como el cachorro ofendido que era.

—¿Qué te ocurre? —Preguntó dando un paso atrás y soltándole la mano, a Hermione le escoció la muñeca cuando sintió la libertad que tanto ansiaba, presurosa se volvió a la puerta para abrirla de una vez.

—Es tarde, Ron… mañana vas a hacer esas pruebas, todas de una y no quiero que estés ahí agotado y somnoliento. —Por fin logró abrir la puerta, sonrió con alivio mientras la empujaba, pero Ron se sujetó del pomo y tiró de él haciéndola que se volviera a mirarle.

—¿Qué te ocurre? —Ron la miraba analizando su rostro, Hermione bajó la mirada, su camisa era muy interesante si se ocupaba de ella más de cinco segundos. —Hermione, es la quinta vez este mes que me rechazas, ¿qué te ocurre? —Su voz sonaba baja, como avergonzado, pero un ronco y poderoso quejido se escondía en aquel reproche emberrinchado.

—Estoy cansada, Ron… es todo. —Murmuró alzando los ojos para mirarlo y no supo cómo consolarlo más que rodearle con sus brazos y apoyar su cara contra su pecho, él tenía los brazos ahora lejos de ella, parecía no querer tocarla.

—¿Cansada?... —Su rostro mostraba la incredulidad de quien pasa tres horas hablando con Luna sin entender ni jota. — … tú estás cansada y yo tengo que tragarme eso, ¿no? —Era el colmo, era el colmo del universo, ¿estaba chantajeándola?

—Ron, por favor, no hagas esto… no hoy. —Lo miró con clara reprobación sacudiendo las manos como si el "esto" estuviera ahí, materializado entre los dos como un mueble, un muro, una roca u otra cosa, y el pelirrojo alzó una ceja, infló las mejillas hasta ponerse colorado y desvió la mirada.

—No entiendo por qué mi novia tiene que rechazarme todos los días, siempre que quiero tocarla… no lo entiendo. —Era el colmo, Hermione lo empujó, estaba cansada de aquel juego suyo, de que pensara que porque eran novios debían tener intimidad después de todas y cada una de las citas, y que además debía resolverle la vida, ¿y él?, por qué todo tenía que ser de ella hacia él y nunca al revés.

—Yo no entiendo por qué mi novio no puede dedicarse dos horas a preparar un examen… ¡un examen, Ronald!, ¡y de cosas que ves todos los días en el trabajo!... ¡no te piden que hables del calentamiento global o de física cuántica! —Había tronado, había tronado y Ron la miraba como si en su lugar estuviera una enorme araña: con repulsión y desencanto; intentó controlarse, respiró profundo y añadió casi con dolencia. —De verdad, Ron... por piedad… ¿Es mucho pedir que hagas tu trabajo como debe de ser? —Empezó de nuevo a subir el tono, "¡como dé-bé-sér!", pero no podía evitarlo, estaba cansada, él no sabía lo mucho que había sufrido para conseguirle aquel favor, así que se enojó, apretó sus gestos, enfureció y eso lo hizo palidecer de enfado, al comprender que le estaba reprochando la reprobación; ahora Hermione ya había empezado, era tarde para volver atrás, se había soltado la corriente y no podía volverla a su lugar. —¿Qué te cuesta esforzarte?, ¿sabes lo que me costó conseguir que te volvieran a examinar?

—Seguramente muchos favores, Hermione… de seguro muchas charlas con la gente listilla del Ministerio, esa con la que pasas todos los días que no pasas conmigo… —Sacudía las manos a los costados de ella, tiesas y estiradas, Hermione fruncía el ceño sin comprender lo que aquello estaba significando, porque le daba la impresión de que la acusaba de serle infiel con sus jefes, un montón de funcionarios de alto rango viejos y amargados, que no habrían seducido ni a un adolescente hormonal. —… ¡esa misma gente inteligente, petulante e insufrible como tú, que piensan que soy un bueno para nada porque no contesto bien un estúpido examen! —Rabiaba, saltaba la saliva de sus labios a cada palabra mojada también en ira, sus ojos azules relampagueaban bajo la luz suave que iluminaba el pasillo y Hermione alzó las cejas sorprendida ante la acusación, estaba inclinada hacia él, y él encorvado poniendo sus ojos a su altura había sacudido tanto su cabeza que hasta el cabello se le había venido al rostro; la cara de Hermione estaba conmocionada, fuera cual fuera el problema por el que pasaba, y estuviera frustrado por lo que estuviera frustrado, Ron siempre acababa diciendo tonterías, cosas que en verdad no sentía, que no pensaba, pero al mismo tiempo, sabía bien que era un genio para decir verdades profundas que sólo acababan por destruirla un poquito, y a lo que tenían.

La había llamado petulante e insufrible, ¿faltaba algo más?

—Mañana a las ocho. —No lo dejó recapacitar, porque sabía lo que vendría con ello, una sarta ridícula y patética de disculpas como otras veces, un rostro afligido hasta la palidez de muerte y ella disculpando, pero ya no, esa noche no; dio un paso atrás sin mirarlo ya, la mandíbula trancada como a piedra y lodo, entró a su casa y antes de cerrar la puerta se volvió a verlo.

Ya estaba ahí, en sus ojos, presente el horror, había en solo dos segundos comprendido la dimensión de sus palabras y le temblaban las manos mientras buscaba alcanzarla con una mirada compungida, Hermione no le dio oportunidad, se sujetó de la puerta y empezó a cerrarla mientras él daba una pataleta contra el piso, se llevaba la mano izquierda al cabello caído sobre el rostro y luego se volvía a mirarla con las pecas resaltadas sobre la cara por la palidez; la mujer atrincherada en su casa, deseó con todas sus fuerzas que al cerrar la puerta lo fulminara un rayo y se perdiera para siempre de aquel desagradable espectáculo, no lo dejó hablar, sólo con su mirada acabó con todo.

—Lárgate de aquí, Ronald… y sé puntual como un jodido reloj suizo. —Le cerró la puerta en la cara, puso cuanto hechizo de bloqueo recordó, echó cuanto candado tenía en el marco de la puerta y quitó el sonido de esa área de su casa; despojándose de su cazadora negra fue directo a su estudio inundado de libros y se puso a sacar volúmenes que iba a necesitar, se concentró en su misión para la mañana siguiente y cuando por chimenea Harry intentó hablar con ella un par de horas después, lo ignoró también, no le daba la gana hablar con ellos, bastante había hecho ya pasando los últimos dos días visitando gente e implorando una segunda (tercera y cuarta en algunos casos, más bien) oportunidad.

Ahora ya no se le antojaba saber más de aquellos dos.


La vio entrar a su oficina partiendo plaza. Simple. Era Pansy Parkinson, ¿por qué le extrañaba?, el reloj marcaba las nueve y diez y mentiría si no dijera que estaba desde hacía diez minutos esperando que apareciera, muy en el fondo, se preguntaba si no lo estaba ansiando; cuando por fin pasó Parkinson el área de los escritorios y estantes muy juntos para ver algo además de su cabeza, Hermione pudo sonreírse más a conciencia, ¿en serio esperaba algo diferente de Pansy Cazadora de Hombres Parkinson?: llevaba jeans entallados de cintura alta, haciendo que su abdomen plano resplandeciera como si fuera lo más importante de aquel cuerpo torneado y delgadísimo, montada en unos zapatos de agujetas totalmente de piso y con un blusón anchísimo color camello encima, Pansy se veía todo, menos Slytherin, y se ganaba las miradas de muchos del departamento, incluso las de Hermione que tenía que volverse a sus documentos y reír preguntándose: ¿por qué tiene que ser tan llamativa esta mujer?, ¿por qué no podía simplemente aparecerse a discreción a hablar con ella?

Se detuvo a charlar con alguien en un escritorio, la vio sentarse apenas sobre el borde del mismo y cruzar la pierna con desfachatada cotidianeidad, como si anduviera paseando por el parque y no rumbo a una cita, o mejor dicho, rumbo a pedir una cita; charló primero sonriendo con el sujeto aquel, luego sonrió mordaz como quien oye algo que no le gusta mucho, la vio alzar las manos y apoyarlas con dramatismo en el escritorio, para luego apoyarse en ellas y hablarle al tipo casi pegada a su rostro, aquello la inquietó, parecía más bien una discusión, pero fingió estar revisando rollos de pergamino que ni sabía de qué eran. Cuando se levantó, el sujeto con el que había estado hablando pareció quedarse de un palmo, con una expresión entre la sorpresa, el asombro y el espanto; Pansy reía negando con la cabeza, llevándose el índice derecho a la cara para desplazarse el cabello por detrás de la oreja, la sonrisa sin embargo no era malvada como otras veces o irónica, era una sonrisa natural de diversión y eso le llamó la atención poderosamente.

Tanto, que aunque ya había llegado hasta ella, no podía dejar de pensar en lo raro que era verle aquel gesto, así que hasta que no la escuchó toser no se percató de que la tenía delante, cómodamente sentada en la silla frente a su escritorio, de brazos cruzados y cejas levantadas, pierna cruzada y sonrisa impertinente.

—¿Pensando en leoncitos? —La referencia la hizo carraspear y removerse en su asiento, lo que menos necesitaba era recordar la noche anterior, Pansy sonrió más amplio si se podía y se inclinó en el escritorio como para contarle un secreto; Hermione, al ser llamada por aquel su dedo índice de uña pulcra con esmalte negro, se inclinó también. —¿Aún me mira el sujeto con el que estaba hablando? —Hermione alzó la mirada para buscarlo y sí, lo descubrió mirándolas vivamente, asintió sin decir nada, Pansy negó riendo entre gruñiditos. —Qué idiota... ¿todos los hombres son unos imbéciles que piensan sólo con la entrepierna, Hermione? —Aunque sonreía, alcanzó a vislumbrar en el fondo de aquellos ojos semiverdosos un aire de pena, como si tuviera que reírse para no llorar.

—La mayoría. —Murmuró apesadumbrada recordando a Ron y su pierna metiéndose entre las suyas tan sólo unas horas atrás, sin atreverse a decir más y a quedar a merced de preguntas por parte de la mujer frente a ella, quien asintió riendo de nuevo y reclinándose en su silla. —Bueno, vamos a lo que nos atañe.

—Claro... ¿cuándo tienes tiempo?, yo te veo muy libre justo ahora, ayer parecía que estaba haciendo planes con el Ministro encarnado. —Claro, tenía que decírselo, no se iba a resistir, Hermione recordó las condiciones en que se había dado su anterior entrevista y casi se atrevió a preguntarle cómo estaba, hasta que notó que bajo el blusón se percibían los bordes del vendaje, la idea de una Parkinson vulnerable, herida no acababa de cuadrarle, así que mejor se enfocó en otra cosa y al final no preguntó nada, convencida de que la incomodaría.

—Pues no exactamente, pero no te preocupes... ya hice un plan de acción. —Se inclinó y sacó de debajo de su escritorio una bolsa enorme de papel, la cara de Pansy era un poema, había dejado de cruzar la pierna y echado el cuerpo al frente, mirando con profunda atención el paquete, la castaña lo puso en el escritorio y se incorporó, metió las manos dentro y sacó uno a uno siete pesados volúmenes de pastas añejas de cuero oscuro, Pansy frunció el ceño. —Toma.

—Libros. —Sujetó lo que Hermione le tendía, un pergamino enrollado, al extenderlo se encontró con el título de cada volumen y un listado de no menos de seis capítulos debajo de cada nombre, lo revisó concienzuda, volviendo los ojos de la lista al libro correspondiente cada vez, deslizando sus delgados dedos por cada pasta, con un cuidado y tiento que a Hermione dejaron sorprendida, hubiera pensado que iba a echar el grito al cielo, pero no, ella simplemente revisaba la información con calma. —Y esto quiere decir que...

—Pues ya que no recibiré mérito alguno por ayudar al proyecto, porque como dijiste, es tuyo... —Le miró con una amplia y arrogante sonrisa, Pansy por su parte torció los labios en una mueca tipo "ganaste, Granger" que a Hermione encantó y puso más locuaz que una taza cargada de café. —… no esperarás que todo lo haga yo sola, anoche me puse a revisar el asunto y creo que esos son los capítulos que debes leerte para fortalecer el documento... una vez que lo tengas todo listo, podremos ir al siguiente paso. —Pansy tomó uno de los gruesos libros y lo hojeo, eran páginas a tres columnas de una letra diminuta y garigoleada, a primera vista eran temas densos, pesados y además de lectura puntillosa, cuidadosa.

—Sólo lectura ligera, eh. —Suspiró y Hermione tuvo que sonreírse con el comentario y la reacción, la vio llenarse todavía más de aire y contemplar otro de los libros con cuidado, analizándolo. —¿Cenamos? —Hermione se quedó pasmada, Pansy seguía mirando los libros a la par que inspeccionaba el listado, la castaña no dijo nada, sólo contuvo la respiración como si con ello pudiera congelar el tiempo y darse oportunidad de pensar lo que había oído; Pansy al fin metió los libros en el bolso y enrolló de nuevo el pergamino, luego se volvió a verla con las azas de la bolsa de papel en la mano, esperando que dijera algo, pero Hermione continuaba ahí parada, callada, como una liebre encandilada en una calle oscura. —¿Hermione? —Ella asintió y se quedó mirándola a la espera, atenta a que le repitiera lo que le había dicho y que no entendía; Pansy repitió tranquila y seria, bajando los libros del escritorio y mirando su reloj de pulsera mientras iba girándose. —¿Cenamos? —Entonces comprendió, no recordaba si tenía algo que hacer o si podía darse el lujo de salir a cenar ese día, pero tragó saliva frunciendo el ceño y sólo atinó a asentir. —Excelente, te mandaré un avión de papel en cuanto sepa la hora concreta. —Y tomando su bolsa con firmeza la vio alejarse poco a poco de su escritorio, alguien más vino a hablarle, le traían papeles y pendientes que tenía que atender, documentos que revisar; pero Hermione no oía ni entendía del todo, estaba aún un poco confundida, ¿cenar?


El avioncito era plateado y pequeño, con los dobleces profundos de quien los hace con esfuerzo. Cuando lo desdobló, la letra era alargada, escurrida, veloz, como quien no tiene tiempo ni de apretar la pluma demasiado, Tiene letra de asesino supuso mirándola con cuidado y releyendo en menos de un minuto unas tres o cuatro veces, para descubrir luego, que no sabía lo que decía; mientras recogía las cosas sobre su escritorio, procuraba repetir en su cabeza la dirección a donde debía ir, no conocía el lugar y suponía que sería uno de esos restaurantes exclusivos a donde los sangre pura asistían los jueves por la tarde/noche a beber whisky y hablar de tiempos mejores, y eso la tenía muy nerviosa.

Le había costado horrores conseguir irse temprano, había hecho compromisos para toda la semana, firmado autorizaciones tras leerlas un poco más apresurada de lo normal y dejado montones de revisiones para el día siguiente; incluso había hecho lo inaudito, dejado a sus asistentes revisando documentación y pasando en limpio las notas que no había alcanzado a concluir, un par de ellos se sorprendieron gratamente, pues al fin estaba usándolos para lo que eran: registrar información, corregir borradores, cosas que ella hacía porque todo quería que saliera de sus manos. Cuando Harry se apareció en la puerta de su oficina, lo despachó con un escueto: "No quiero hablar", y mirándolo con desagrado cuando osó llamarla mientras se alejaba con un "Pero Hermione, Ron…".

Hermione no podía negar sus raíces muggles, así que pidió un taxi en una calle concurrida y dio la dirección, mientras viajaba un poco preocupada porque iba veinte minutos tarde, le dio por repasar lo que había leído en aquellos libros mentalmente, sabía que Pansy no habría logrado leer todo aquello para las ocho de la noche, así que decidió ir preparada para salir al quite y ahorrar tiempo; el taxista la dejó en la esquina de una calle llena de restaurantes muggles, con gente yendo y viniendo y luces y movimiento; en realidad la castaña hasta creía conocer el rumbo, así que se sorprendió horrores al ver que no era un restaurante al que iba, que Pansy no la esperaba en un concurrido, elegante y oscuro sitio mágico, sino en una pequeña terraza donde reposaba un carrito de pollo frito y papas, sí, de esos tradicionales londinenses servidos en papel tipo periódico.

Inaudito.

Caminaba insegura, creyendo que se trataba de una broma y por un momento le pasó por la mente que Pansy se estaba vengando por el olvido en que había caído y le dieron ganas de salir corriendo de ahí, ir a un lugar seguro, no fuera a ser que se encontrara de repente metida en un problema rodeada de ex slytherins y cosas así; hasta que alcanzó a ver a la morena sentada en una silla alta a una mesa redonda, alta también y pequeña, bebía cerveza con un sujeto de traje oscuro y corbata, que sostenía su portafolios como si la vida se le fuera en ello, cuando la vieron acercarse, el hombre se incorporó de la silla (en realidad no estaba ni sentado, sólo apoyado en ella) y la saludó con efusiva cordialidad.

—Señorita Granger, qué gusto… un gusto saludarla. —No recordaba haberlo visto antes, pero le pareció de mala educación decirlo, así que le saludó, con una sonrisa y a punto estuvo de decir algo como "Qué gusto verlo de nuevo", pero Pansy negó con la cabeza para callarla; dejó la botella de cerveza que le reposaba en la mano envuelta en una servilleta, que se deshacía de humedad poco a poco en su palma, también había dejado Pansy su chaqueta en el respaldo de la silla y le miraba con una sonrisa de autosuficiencia.

—Bob tenía que entregarme unos documentos de su oficina en Leeds, solemos reunirnos aquí para beber algo y que no se sienta intimidado por las cosas que se mueven solas. —Pansy le guiñó un ojo a Hermione y alzó las cejas, ahora comprendía, Parkinson trabajaba todo el tiempo con muggles y asombrosamente se estaba adaptando a la forma de vida y hasta accedía a ella con regularidad, estaba francamente sorprendida. —Pero ya tiene que irse, como puedes ver en la forma como se abraza a su portafolios. —Pansy se burló con ganas de ello y el hombrecillo se encogió de hombros abriendo los brazos para alejar su maletín con una sonrisa, para luego tenderle la mano y despedirse de Parkinson con un fuerte apretón, muy de hombres de negocios, más que de amigos.

—Es una costumbre… bueno, debo dejarlas… me dio gusto saludarla. —Se despidió de Hermione con una inclinación y se fue apresurado, entonces la castaña analizó el lugar mientras se acercaba lento a la silla que él había dejado sola y Pansy llamaba a uno de los meseros.

El sitio estaba solo, nadie más que ellas para cenar, había movimiento en el carrito y pudo contemplar la terraza con cuidado, era un espacio de callejón vacío, situado entre dos establecimientos, una librería y un café; había un gran árbol sobre sus cabezas, que salía del centro del espacio sin construir y que tenía apenas espacio para su grueso y enorme tronco, todo el piso era de adoquín oscuro y se veían pequeños árboles formando un perímetro decorado de luces blancas dispuestas entre las hojas, dando un aire de romántico escenario; había un total de ocho mesas, todas altas como la de ellas, de sillas de largas patas, rojas con el respaldo de metal, sobre tus cabezas, pendiendo de las ramas enormes del árbol, pendían lámparas de cristal, simulando velas… ¿simulando?

—¿Lo reconoces? —Pansy alzó las cejas y Hermione se volvió conmocionada.

—Es como… —Volvió los ojos marrones al firmamento de follaje y velas flotantes. —… como Hogwarts. —Murmuró para que nadie le oyera, el mesero estaba por llegar a la mesa y llevaba consigo la carta, Pansy tomó ambas y le pidió algo de tiempo para elegir, Hermione se estaba quitando la cazadora que llevaba y poniéndola en su respaldo, justo antes de sentarse frente a ella.

—El dueño es un squib… el único en una larga línea de magos, cuando descubrió que no tenía magia, su familia lo arropó como nunca, se fueron sobre él consintiéndolo y cuando dijo que quería ser cocinero lo aceptaron con reticencia, pero lo aceptaron… con el tiempo, instaló este lugar y se hizo de renombre, pero siempre siempre, quiso ver lo que sus hermanos llamaban "las luces flotantes" del Gran Comedor… —Pansy estaba casi inclinada sobre la mesa contando aquella historia, mientras Hermione se acomodaba las mangas de la blusa y revisaba la carta, sin poder evitar mantener sus ojos fijos la mayor parte del tiempo en aquel rostro de cachorrillo emocionado que tenía delante narrando. —… cuando su padre murió, Sam estuvo encerrado en casa durante semanas sin querer hacer nada, pero cuando vino a su local, descubrió estas lámparas flotantes. —La mano delgada y perfecta de Pansy señaló hacia arriba, sus ojos hicieron lo mismo, pero Hermione la miraba a ella, a su sonrisa calmada, tranquila, tan poco irónica a diferencia de las otras, las que le conocía de siempre. —El Ministerio ordenó una revisión del asunto, pero no era algo que él hiciera por gusto, no se estaba quebrantando ninguna ley mágica, era un obsequio… como la cosa en la frente de Potter, ¿entiendes? —Hermione asintió cuando Pansy bajó la mirada de la copa del árbol y la miró sonriendo emocionada, ¿obsequio?, la marca de Harry era un obsequio según Pansy. —Se concluyó que era el amor de un padre por su hijo, restos mágicos de los magos que partimos de este plano… se hizo un encantamiento que hace creer a los muggles que son focos y no velas… y se le permitió conservarlo, al menos por el tiempo que dure. —Pansy bebió de nueva cuenta de su botella de cerveza, alzando las cejas, arriba y abajo con diversión y volvió la mirada a la carta, Hermione la imitó, pero no pudo mantener mucho los ojos en el papel y los nombres, volvió a alzarlos hasta aquella cara distraída y fija en su menú, en serio aquella chica era una caja de sorpresas.

—Pues se ve muy lindo, la verdad. —Aceptó asintiendo y queriendo decir algo importante tras la gran anécdota de la mujer delante suyo que sonrió asintiendo también, luego Pansy llamó al mesero y pidió pollo frito y papas, Hermione lo mismo que ella para ahorrar tiempo, moría por preguntarle sobre su lectura y hacerla evidenciarse por no acabar, pero no había dado el mesero dos pasos lejos de la mesa cuando sacó del bolsillo de su chaqueta un rollo de pergamino y se lo pasó por encima de la mesa. —¿Y esto?

—Notas de la lectura, con algo más de tiempo habría podido sacar más o mejor hechas, pero creo que pueden servir para darnos una panorámica. —Pansy esperó a que viera el documento, se veía nerviosa y algo incómoda, Hermione lo abrió con clara incredulidad y se sorprendió mucho al encontrarse con una serie de diagramas de flujo, flechas, llaves, cuadros, palabras clave, alzó los ojos hacia su acompañante y coincidieron apenas dos segundos, Hermione estaba sorprendida y sabía que se le notaba, Pansy tragó saliva sin importarle que el gesto lucía realmente nervioso; al revisarlo se dio cuenta que era muy concreto y estaba muy bien elaborado, un trabajo formidable de análisis, nada qué pedirle a algo que ella pudiera hacer. —No es la gran cosa, lamento que luzca algo abigarrado, pero así me siento más cómoda, puedo explicarte lo que esté engorroso... reconozco que hay algunas partes muy veloces, el tiempo apenas me dio para esto. —El mesero llegó con un par de cervezas más, pero Hermione estaba ocupada y Pansy guardaba silencio, esperando su opinión.

—Esto está muy completo. —Admitió sin alejar la mirada de las notas, llevando su dedo índice por algunos de los diagramas, hizo aparecer una pluma con velocidad inaudita, como evitando que alguien lo viera, realizó marcas concienzudas y Pansy le observaba hacerlo con interés, debieron estar tanto tiempo en ello, que pronto les sirvieron la comida y esta se enfrió; Hermione descubrió que era muy ameno trabajar con Pansy, no le seguía el ritmo e ignoraba muchos términos técnicos o datos concretos, pero aún así, era hábil y aprendía rápido, erraba sí en muchos aspectos legales, pero no podía recriminarle que ignorara asuntos que nunca había tratado.

Aunque Pansy era alguien que no sabía muchas cosas, descubrió que ponía empeño en aprender, mucho empeño y mientras hablaban y revisaban las notas, Hermione se dio cuenta de que enseñarla a ella no era como enseñarle a Ron que no le ponía atención que no apreciaba las cosas; Pansy se concentraba, preguntaba cuando no entendía y elaboraba tesis mientras acaparaba información, además podía perfecto usar lo aprendido a futuro, incluso sorprendiéndola al sacar ideas novedosas a la marcha. Así, enseñarle a alguien es un placer.


—¿Qué te parece? —Habían estado comiendo entre aclaración y aclaración, Hermione explicaba como mejor podía cada aspecto a tratar en el documento y Pansy tomaba notas haciendo rayones sobre su pergamino de diagramas, llegó un punto en que tuvo que hacer aparecer más rollo de pergamino y Hermione hablaba entre tragos de cerveza y trozos de pollo; durante la charla había momentos de seriedad, en que se recriminaban asuntos como algidez, como si estuvieran analizando la aprobación del proyecto y no su elaboración, en otros momentos, reían con explosividad, producto de referencias a la gente de la oficina o conocidos del Colegio.

—Pues para ser la primera noche de trabajo, creo que casi hemos terminado, si me permites opinar. —Hermione negó dejando sobre la mesa la tercera botella de cerveza vacía, Pansy alzó las cejas sin despegar los labios de la suya y las arruguillas alrededor de sus ojos delataban una sonrisa perspicaz.

—No hemos terminado, Pansy, ¿qué te pasa? —Quiso saber mientras tomaba los últimos minitrozos de papa frita de su plato y como tenía ganas todavía, tendió la mano hacia las de ella y empezó a comérselas como si fueran íntimas.

—¿Quieres que crezcamos más esta cosa? —Casi se le venía la cerveza por la nariz de la sorpresa, lo que habían avanzado era suficiente para ampliar el documento no menos de treinta cuartillas más, así que le sorprendía que tuvieran que seguir trabajándolo.

—Por supuesto, debe quedar perfecto, abarcar tanto que no quede duda de lo viable que es, no podemos permitir que lo rechacen porque no fuimos más cuidadosas. —Estaba inclinada sobre la mesa, con la mirada intensa clavada en los ojos verdosos de Pansy que le oía con el ceño fruncido y un aire esperanzado; la fuerza que denotaba la castaña era arrobadora y Pansy se volvió a fijar en las pecas sobre su nariz, en sus ojos profundos y las largas pestañas que le enmarcaban los ojos, tragó saliva nerviosa cuando su mente volvió a aquel momento, esa mañana bajo la ducha y ella viéndola sin que se diera cuenta, las mejillas se le incendiaron y tuvo que estamparse al respaldo de su silla huyéndole, pensando que la oscuridad a medias del lugar le cubriría el sonrojo. —Mañana daré una vuelta por la oficina de medimagia, tengo unos asuntos pendientes ahí y aprovecharé para pedir la opinión de un asesor experto.

Pansy miró su reloj de pulsera impulsada por una cierta incomodidad extraña, un embarazo que le venía del recuerdo anterior, sorprendida descubrió que tenían más de tres horas ahí metidas, hablando de cosas que jamás uno pensaría que ambas pudieran compartir, miró la botella de cerveza que había dejado un momento antes y la notó con apenas un trago dentro, así que pensó que era buen momento de irse a casa.

—¿Otra cerveza? —Preguntó débilmente viendo a la castaña que seguía anotando la última genial idea, ésta alzó la cara a su botella y vio que le quedaba aún la mitad, así que negó haciendo que la larga y alborotada melena se le moviera de lado a lado, Pansy tragó saliva de nuevo y volvió a ver en aquel movimiento algo inquietante: cada vez que Hermione llevaba su rostro a uno y otro lado, la forma de su hombro subía y bajaba como una respiración profunda, como mientras se duchaba sin que supiera que la observaba. —Otra, por favor. —Pidió a la caja, no debería pedir más, ya no debería tomar, porque llevaba por lo menos cinco con Hermione y había perdido la cuenta de cuántas con Bob; era absurdo, pero había tenido que tomarse unas antes, para darse el valor de mostrarle sus notas a Hermione, porque se había encerrado en su oficina a piedra y lodo y dado indicaciones precisas de que revisaría sólo lo estrictamente necesario, y cuando osaron interrumpirla más de dos veces, hizo lo inaudito: echó a todos diciendo que no los toleraba, que necesitaba la oficina libre para trabajar, excusándose en que tenían demasiado trabajo de campo pendiente y repartió actividades fuera como si de dulces se tratara.

Ahora ahí sentada recordaba el vacío en su estómago cuando, tras leer cuidadosamente los capítulos marcados por la ex roja, se puso a hacer sus cuadros, diagramas y mapas, y tras tenerlos todos listos y depurarlos lo mejor posible, se dio cuenta de que tendría que mostrarlos a Hermione, tenía que hacer que los viera y una evaluación de la mejor bruja de su generación, como muchos decían, la tenía con los nervios más sensibles que una herida recién hecha; cuando pusieron la cerveza delante de ella, aprovechó para mirar de nuevo a Hermione, tenía la frente amplia y despejada fresca como si acabara de ducharse, la piel se le veía suave, gentil al tacto y casi tuvo que apretarse la mano derecha con la izquierda para no intentar tocarla.

Se humedeció los labios con la punta de la lengua, y miró cómo la castaña dejaba la pluma y hacía movimientos con la mano para relajarse la muñeca, a aquel movimiento le sobrevino una brisa apenas detectable de perfume, ese especiado que le había impresionado por el pasillo de su oficina una vez, concluyó que Hermione se perfumaba las muñecas, como ella hacía de vez en cuando; inspeccionó su figura bajo la luz suave de las muchas velas flotantes y se dio cuenta que ante su sorpresa, la chica de bajo la ducha, la que lucía voluptuosa y sensual a nivel de contenido pornográfico, con el agua deslizándose por su cuerpo fuerte y bello, era la misma que tenía delante, que cargaba siete libros como si fueran listones y hablaba hasta por los codos sabiendo de todo, entendiendo de todo, bajo gruesas capas de ropa que la hacían ver como la mojigata del siglo.

Tuvo que reconocer que ahí, viéndola trabajar, todo lo que muchos decían de ella era verdad: era impresionante.

—Pansy... ¡son las doce! —Aquel grito contenido la sacó de su ensimismamiento y tuvo que mirar su reloj de nuevo, como si no supiera que tenía razón, sorprendida se percató además que llevaba más de veinte minutos contemplando a Hermione y eso la hizo sentir muy abochornada, terriblemente abochornada; debía lucir como una loca con la mirada clavada en ella tanto tiempo, se llevó la botella de cerveza a la boca y le dio un trago largo, maleducado, desesperado como si muriera de sed, Hermione también se había llevado su botella a la boca mientras guardaba sus cosas en su bolso, Pansy llamó al mesero. —Sólo tienes que redactar eso y cuando esté listo, me lo mandas para hacerte notas. —Pansy seguía con la botella pegada a los labios, el mesero ya estaba a solo unos pasos y ella se sentía profundamente confundida, "Me lo mandas para hacerte notas"… "me lo mandas"… "lo mandas"… ¿y ella?, ¿mandaría solo el paquete de hojas así sin más, le volvería notas y voilà?, algo no andaba bien con aquella cosa.

—Señorita. —El mesero, que tenía más bien pinta de bajista de banda alternativa, por su bigotito y su sombrero inclinado, se puso entre las dos, mientras Pansy se quitaba la botella de los labios dejando que una gota traidora de cerveza se le deslizara por la comisura yendo en picada hasta su cuello, gesto que Hermione se había quedado azorada mirando e hizo que Parkinson se apresurara a corregir, secándose con una servilleta e inclinando el rostro para evitar sus ojos y la pena que sentía.

—Tráigame la cuenta, por favor. —Pidió mirando el rollo de pergamino huérfano sobre la mesa, porque Hermione había guardado ya los libros, los cuadernos y bolígrafos que un momento antes tenían sobre la mesa, el muchacho se alejó y Pansy con el ceño fruncido añadió algo como... —¿Y si tengo alguna duda de esas notas? —Sonó tan ridículamente insegura que sintió náusea de sí misma y ni siquiera sabía por qué estaba tan necesitada de que Hermione siguiera ahí, trabajando a su lado, la castaña alzó la vista un poco desconcertada.

—¿No me vas a decir que no puedes hacer esto?... ¿de verdad? —Le picaba la vena del orgullo y Pansy tenía mucho, así que recuperó la compostura.

—Soy perfectamente capaz de hacerlo y mejorarlo. —Amenazó alzando las cejas, Hermione se sonrió y el mesero trajo la cuenta, Hermione tomó la nota pero Pansy se la arrebató. —Calma, calma... también soy perfectamente capaz de pagar las tres cervezas que te hayas bebido... y todas las papas que puedas comer. —Masculló burlándose y recordando el gesto aquel de que comiera de su plato, Hermione sonrió.

—Bueno, si no consigo el mérito por el trabajo, al menos me habré ganado una cena. —Aseguró poniéndose de pie y echándose el bolso al hombro, Pansy la imitó tras dejar caer los billetes de la cuenta sobre la mesa, ambas echaron a andar.

—Y si todo sale bien, prometo que repetiremos en otro tipo de lugar. —Sonreía mirando el suelo y se le había salido tan ligero y natural, que Hermione que soltó una risilla a su lado pareció hacer algo de todos los días, cotidiano, espontáneo.

—Es un trato y será un placer. —Se dio la vuelta, le tendió la mano y cuando Pansy se la sujetó, Hermione se le acercó y el gesto natural y cotidiano de besarle la mejilla a Ginny, a Fleur, a Luna, a las Patil e incluso a Lavender vino a hacerse presente ahí con Pansy, como el premio que sale de golpe de la caja de cereal sin que lo esperes, como el golpe contra la pata de la cama en mero dedo pequeño del pie, y ambas, tras el beso veloz y sutil de un saludo entre buenas amigas, se quedaron perplejas por dos segundos, dos segundos en que a sus espaldas resplandeció aquella multitud de velas flotantes y la noche caída densa sobre ellas con los autos que circulaban por la calle a su lado.

Se miraron sorprendidas por la costumbre oculta en aquel gesto, por su normalidad pasmosa, y las mejillas de Hermione se incendiaron mientras su mano se encogía lento intentando huir de la de Pansy que no quería soltarla pero la dejó escabullirse mientras aún le miraba; al fin se sonrió de lado, como burlándose del gesto, porque eso le nacía hacer, y Hermione lo agradeció porque era como un estirón de regreso a la realidad, se impulsó dando un paso lejos de ella como si tuviera que huir. Ese gesto era una vuelta a la verdadera normalidad.

—En fin, creo que casi nos estamos volviendo amigas, ¿no? —Pansy lo decía con sorna, no podía usar otro tono, tenía que aferrarse a él, tenía que blandirlo delante suyo porque aquello había sido jodidamente extraño.

—Colegas, Pansy... digamos colegas. —Y Hermione se cerró la chaqueta, caminó un poco de espaldas y con un movimiento de manos se despidió, se dio la vuelta y unos cinco metros más allá, llamó un taxi y se fue en medio del tráfico de la media noche, dejando a una Pansy Parkinson muy desbalanceada.

—Colegas. —Murmuró subiendo la cremallera de su chaqueta mientras echaba a andar, serían las doce de la noche y la separarían muchas calles, miles, de su casa, pero no tenía ganas de nada más que de caminar.

Sólo caminar.


Millicent seguía escribiendo ahí junto a ella en su escritorio, Pansy revisaba los documentos de Bob… sí, esos que le había obligado a entregar antes y en ese lugar, para tener pretexto de verse ahí, en ese restaurante seudo muggle, semi mágico; llevaba tres tazas de café cargado esa mañana, había vuelto a casa cerca de las dos de la mañana, porque siguió caminando hasta que tuvo que quitarse las zapatillas y seguir descalza un rato, cuando ya le molestaban tanto los pies helados que acabó concluyendo que tenía que aparecerse, aunque había dormido como una roca, lo cierto es que al abrir los ojos lo primero en su cabeza era Lovegood. Sí, asegurar el proyecto de Luna, mejorar con las notas de la noche anterior el suyo y luego llamar a Hermione para que viera ambos, así que en eso estaba desde las seis, sobre la cuarta taza de café, y oyendo a Millicent hablar de vacas, establos y cultivos, mientras escribía y escribía producto del estado prácticamente drogado en que la tenía el café.

—… y eso es lo más genial de todo. —Millicent se volvió a verla con una amplia sonrisa, para encontrarse con que estaba cerrando un par de avioncitos de papel y poniéndolos a volar al mismo tiempo que le asentía con una sonrisa que le recordó la ocasión en que empezaron negociaciones con el Gobierno Máxico de México y tuvieron que probar productos como el peyote y la mariguana; con el ceño fruncido se fijó en lo que estaba haciendo su amiga de toda la vida, y se percató de que tenía por lo menos otras ocho cartas por doblar. —Pansy… ¿estás bien?

—Sí, excelente… ¿y sabes? si tanto te gusta el campo, deberías tomarle la palabra a Johansen y comprarle la granja, es buen negocio. —Tenía un cierto temblor para esas alturas, pero no le importaba, siguió doblando más y más aquellos papeles, las manos le vibraban mientras hacía volar los avioncitos, Millicent se acercó más a ella y miró la taza a su lado.

—¿Pansy cuántas tazas llevas? —Preguntó tomando la que tenía delante y mirándola con interés, el líquido era oscuro en demasía y hasta espeso inclinándolo un poco, le dio un sorbo y casi se atragantó, empezando a toser buscó su vaso con agua de un rincón del escritorio. —¡¿Estás loca?!... esta taza debe tener el equivalente a cuatro en una… tú no toleras el café más allá de dos tazas, ¿pues qué te pasa? —Pansy siguió doblando y poniendo a volar avioncitos y siguió moviéndose incluso cuando ya había mandado todas las que tenía que enviar, sus manos le temblaban y no sabía si estaba nerviosa por los asuntos o acelerada por el exceso de cafeína.

—Mucho trabajo, tengo que sacar todo esto. —Millicent la observó fijo y Pansy se sintió obligada a seguir hablando, no sólo porque tenía dentro una bomba de presión a toda marcha, sino porque era más conveniente a estas alturas que Millicent no se diera cuenta aún de lo que le pasaba por la mente. —Es el asunto de Lovegood, quiero ver si puedo obtener alguna respuesta para hoy o mañana y avisarle a Granger, así aprovecho para darle lo que mejoré de mi proyecto y eso hoy mismo. —Sentía el corazón desbocado en el pecho y el único pensamiento que lo sosegaba era que pronto podría entregarle aquello a Hermione y recibir un buen comentario suyo, o un estirón de orejas por algún error por ahí, así que seguía enfocada en ello ahora sacando libros de debajo de la mesa, con la esperanza de reforzar con alguna fuente que Hermione no conociera e impresionarle.

—Asuntos de Granger… —Millicent revisó todo lo que había sobre el escritorio de Pansy y confirmó que sólo era material relacionado con aquellos ex compañeros de Colegio, mientras revisaba por sobre el hombro de Pansy tras ponerse de pie para asegurarse de que no la mirara hacerlo, frunció el ceño y empezó a olerse algo que le desencajó un poco. —… oye, Pansy… ¿por qué tanto interés? —Mala pregunta, mala pregunta, Pansy se levantó de su asiento como si le hubieran prendido fuego, fue hasta el librero del otro lado de la oficina y sacó apresurada un montón de rollos de pergamino, todos atados con cintas negras, Millicent aprovechó el momento para mirar mejor el rollo que Pansy tenía abierto y en el que trabajaba. —Oye… esta letra no es tuya. —Dijo pasando los dedos por aquellos garabatos firmes, elegantes y profundos, Pansy se acercó apresurada y le empujó la mano como enojada con que lo tocara.

—Es de Hermione. —Lo dijo amplio y seguro, aunque parecía que tenía la prisa del universo sintió que un poquito del efecto de la cafeína se le iba por los suelos sólo de pensarlo, sacudió la cabeza y el efecto volvió como un golpe. —Es lo que trabajamos anoche, ¿recuerdas?... ¡pero no toques eso, que hizo las notas con lápiz y no quiero que se vayan a borrar!

—Sí, recuerdo que me lo dijiste… pero ¿por qué estás tan acelerada? —Millicent la analizaba de cabo a rabo y sí, la conocía tan bien que poco a poco el rostro se le fue iluminando y una sonrisa, ese tipo de sonrisa patentado por todas las Slytherin que han pisado Hogwarts se le formó en la cara mientras su jefa no le miraba. —Muy acelerada, sí.

—Esto tiene que quedar lo antes posible, es por eso… urge que mi proyecto quede listo para mandarlo esta misma semana a aprobación… ¿imaginas lo que será si lo aprueban? —Murmuró sonriendo de solo pensarlo, que todo aquello que imaginaba fuera posible, mientras buscaba la referencia que tenía en mente rollo por rollo, usando en el ojo un lente especial para leer el contenido de aquellos tubos de pergamino sin tener que desenrollarlos y maltratarlos.

—Me imagino, sí… y me imagino más lo que será si lo tienes listo en los próximos diez minutos, vas a alcanzar a Hermione justo a tiempo para el almuerzo. —Pansy se congeló y volvió el rostro lleno de una seriedad desmesurada que hizo que Millicent se cruzara de brazos y se recargara en el escritorio a su espalda con sonrisa triunfal; la boca abierta, los ojos refulgentes y el porte elevado, hizo que Millicent se lo reconfirmara.

—Encontrarla a la hora del almuerzo. —No lo había pensado, no se le había cruzado por la mente ni por un minuto y ahora era lo que más le interesaba, miró todo lo que tenía afuera y se dio cuenta de que sería posible, ¡podía ser!; apresurada volvió a su mesa de trabajo, se sentó y dio un nuevo trago al café para apretar la boca y sacudir la cabeza frustrada cuando el sabor la hizo casi retorcerse en su asiento.

—¿Pansy? —Millicent se sentó delante de ella y sin volverse a verla, le contesto con un seco "hum" mientras seguía escribiendo la idea antes que se le fuera a olvidar. —¿Te das cuenta de que actúas como una loca? —Le preguntó mirándola fijamente, olvidada por completo ya del trabajo que ella había estado revisando, Pansy la ignoró, estaba muy ocupada. —Pansy… ¿no me dirás que Hermione te gusta? —La pregunta hizo que el café se esfumara por algún sitio, la ventana, la puerta entornada, ¡quién sabe por dónde!, pero se esfumó como un golpe y soltó una carcajada tan natural y espontánea que Millicent frunció el ceño derivando ese gesto en una sonrisa de incredulidad.

—¡Estás loca, Milly! —El Milly se le venía sólo en casos muy extraños, estando muy enojada o bien muy emocionada, en el extremo de la irritabilidad o en el absoluto desencanto, ya no digamos en la máxima felicidad. —¿Gustarme a mí Granger? —Escupió como si le hubiera dicho que le gustaban las vacas de las que hablaba minutos antes.

—Pues me lo ha parecido. —Millicent sujetó su pluma y se volvió a lo que hacía, Pansy volvió a reírse por todo lo alto, llena de una hilaridad ácida, esa misma que usaba para burlarse de todo mundo, incluso de ella cuando no le quedaba de otra; algunos minutos después cuando Bulstrode dijo que iría por más agua y ella le encargó otro café, aprovechó aquellos minutos de soledad para mirar al frente y esperar a que su cabeza se despejara de cafeína un poco.

Hermione gustarle, Hermione Granger, Hermione Sangresucia Granger… Hermione la mejor bruja de su generación, gustarle… no, no, no, aunque sabía de muchas en su situación prendadas de alguna chica, lo cierto es que a ella nunca le había pasado, recordaba haberse fijado alguna vez en alguien, como cuando se encandiló por una rubia de ojos azules y largas pestañas por allá del cuarto grado en medio del Torneo de los Tres Magos y la visita de las chicas de Beauxbatons, la recordaba como en un ensueño y sí, ¿para qué mentirse?, si todas sus compañeras se habían dado cuenta, incluso Draco lo sabía y todavía le ardía un poquito el orgullo y la boca de recordar a Danielle… pero eso era otro tiempo, cuando no tenía que moverse a bajo perfil o por lo menos mantenerlo así en muchos aspectos de su vida.

Millicent entró en aquel momento, no le traía café, le traía agua como ella y hasta se lo agradeció, porque empezaba a creer que le serviría más tener la cabeza bien despejada que llena de cafeína; haciendo de lado el comentario de Millicent, Pansy siguió trabajando a marchas forzadas y entregada del todo a conseguir que su proyecto funcionara, porque aunque fuera cierto y Hermione le gustara, lo que era, hablando en serio, de las imposibilidades más grandes del mundo, lo importante aquí era terminar su trabajo, que la medimagia y la medicina muggle se unieran y obtener un avance significativo para ambas comunidades. Y si Hermione le gustaba…

No, pero es que Hermione no le gustaba.


Colegas, ¡qué grosería le parecía ahora haberle dicho eso!, sonaba a que la había repudiado de golpe y porrazo y como si nada, y no era eso lo que quería que Pansy sintiera, la verdad es que se trabajaba a gusto con ella y no quería para nada espantarla; así que ahí, sentada junto a Ginny mirando cómo Luna sacaba un montón de cachivaches de algo que les quería mostrar y que según era extraordinario, Hermione intentaba encontrar la forma de quitarse la culpa por casi haber mandado a Pansy por un tubo de la peor forma posible, después de todo, no quería que se sintiera mal por algo que dijera...

—Ron vino a buscarme ayer. —Ginny le buscaba la mirada, pero Hermione hizo gala de habilidad enfocándose en el muro, en sus uñas, en el piso. —Sé que te hizo daño.

—¿Te dijo lo que me dijo? —Preguntó al fin dándose cuenta de que no tenía por qué sentirse abochornada ella, cuando el problema había sido de Ron, él la había agredido, él había sido el desconsiderado; Ginny negó con la cabeza pero le miraba fijo, esperaba que le contara ella, Hermione miró a Luna que claramente las oía, sin dejar de trabajar en lo suyo. —Me llamó listilla petulante e insufrible… me ofendió porque no quise pasar la noche con él. —Ginny tuvo un espasmo, se le subieron todos los colores al rostro y Luna alzó la mirada pero no dijo nada.

—Eso no me lo dijo. —Admitió la pelirroja estrujándose las manos con rabia, luego añadió mirando a Luna y a Hermione alternativamente. —Pero no es razón para que estén distanciados, Hermione, tienes que pensar que él…

—Estoy cansada de ser siempre yo la que tenga que pensar en él. —Refutó tan dura e inquebrantable que Luna se sorprendió y sacó de entre sus cosas un frasco que parecía tener arena, o eso le pareció primero a Hermione, hasta que comprendió lo que tenía delante. —Luna, no vayas a abrir ese… —Y lo abrió y la oficina entera se inundó de un zumbido y una nube negra que no las dejaba respirar, Ginny usó su varita para provocar un ventarrón dentro y expulsar aquello, pero Hermione fue más rápida y usó la suya para crear una llama que las protegiera, mas era tarde y aquellos bichos ya estaban sobre ellas mordiendo, comiendo. —… ¡de prisa, hay que salir de la habitación, pronto!

—¡No se supone que hicieran eso! —Luna intentaba avanzar protegida por Ginny y Hermione, una con su viento tremendo y la otra con las llamas que intentaban contener el nubarrón de insectos que seguían mordiéndolas, Ginny dio un alarido de dolor cuando le empezaron a destrozar la ropa hasta morderle la carne de los brazos.

—¡¿Pero qué carajo es esto?! —Avanzaban a horcajadas ya contra el suelo, impulsadas por el dolor, Ginny había dejado en su desesperación la varita y se golpeaba ahí donde sentía las picaduras; Hermione sentía que estaba sangrando y que ya la única zona donde no le mordían era la cabeza, que su melena protegía. —¡Luna, ¿qué es esto?!

—Se suponía que echarían a andar la máquina de ver el futuro. —Luna hablaba mientras alcanzaba la puerta haciendo caso omiso a las mordidas, Hermione se rio de lado, a veces le sorprendía horrores lo que aquella chica se podía llegar a creer; estaban en la puerta, la abrieron y salieron al pasillo donde ya se acumulaba un grupo de personas.

—Llamen al departamento de plagas mágicas de inmediato, díganles que hay una infestación de polillas negras colombianas… y que necesitamos tres dosis de antídoto de su veneno. —Hermione daba indicaciones mientras observaba cómo Ginny se sentaba en la primera silla disponible. —De una vez les advierto, esto no se va a ver nada bien si no tomamos pronto el antídoto, la saliva de esas polillas es venenosa… Luna, ¿cuántas veces te he dicho que no compres lo que te vendan en cualquier mercado extranjero?

—No parecía ser malo, ¿sabes? —Luna se estaba poniendo saliva con el dedo en una picadura en el hombro derecho que iba inflamándose mientras hablaba, alguien se acercó y les dio un vaso con hielo, pero la picazón se estaba expandiendo.

—Pero lo será… y no tienen idea cuánto. —Hermione sonreía a medias, empezaba a sentir demasiada picazón y esperaba ansiosa a que llegaran sanadores y controladores de plagas, también iba dándose cuenta de que la cosa se iba a poner fea y acabaría tomándose el día o más, porque estar ahí cuando aquello llegara a su clímax, iba a ser horrible; mientras les revisaban cuando al fin llegaron a atender el brote, Hermione miró a Ginny y descubrió que ella era muy diferente a su hermano y eso la frustraba, demasiado, porque Ron le era cada día más insufrible; Luna había empezado a ponerse rechoncha como una bolita de algodón amarillenta y Hermione iba por las mismas sintiendo que le hormigueaban dedos de pies y manos, mientras les ponían gotas de poción por las orejas y la nariz, la castaña se volvió a su amiga pelirroja como si recién se le estuviera ocurriendo aquello. —Ginny… no quiero volver con Ron. —Murmuró con seriedad y aunque la pelirroja se puso más pálida si se podía, no dijeron nada más y fueron a que las atendieran de inmediato.


—No se encuentra, la enviaron a casa.

—¿A casa? —Pansy estaba ahí, con su proyecto listo para una revisión y un montón de cartas y avioncitos de papel sobre lo de Luna en las manos, sentía que se iba a desmayar de descontento, se le había pasado el efecto del mucho café y estaba cansada y estresada, miró a la secretaria de Hermione fijo y con un profundo odio justo antes de añadir. —¡Estos pendientes no pueden esperar a que Granger vuelva de un paseo! —Quería que se le viera enojada y ofuscada, como estaría de ser la de hace dos días y no el despojo descafeinado que estaba ahí parado; el efecto fue exitoso, la muchacha se sacudió en su asiento y se le subieron todos los colores al rostro.

—No lo creo, le han dado tres días de reposo en casa. —La secretaria le veía con cierto aire de espanto, diciendo aquello casi en un murmullo que esperaba que nadie oyera además de ella, Pansy miró a todos lados y rebuscó en su cabeza, dos días, ¡no podía esperar dos días para decirle todo aquello!, además, los rumores de que algo había pasado ya le habían llegado al despacho y empezaba a preocuparse a la par que moría de curiosidad; entonces se le vino una brillante idea aprovechando que asustaba mucho a aquella inexperta secretaria.

—Escúchame, esto no puede esperar, es más importante que la jugarreta esa que se inventó Granger para tomarse el día… así que dame su dirección, porque voy a ir a echarle estas cosas en la cara, ¡no voy yo a hacer todo su trabajo! —La chica titubeó, pero Pansy ya había puesto las cosas que llevaba en el escritorio y apoyado las manos en él para acercarse más a sus ojos asustados, además, se había sembrado en la boca aquella sonrisa malvada que algunos llegaban a comparar con la de la misma Bellatrix Lestrange. —¿Qué esperas?… olvidas que hablas con la jefa de un departamento. —La muchacha alzó las cejas con clara sorpresa yéndose de su rostro los colores anteriores, Pansy bajó la cara como quien espera algo y al no recibirlo, frunció el ceño, apretó los labios y sacando fuerza de flaqueza exclamó. —¡Venga ya, muévete! —La chiquilla, que no tendría más de 21 años, se espantó, tomó pluma y pergamino, sacó un cuadernillo y copió el dato para dárselo con una mano temblorosa y una sonrisa débil, Tonta de atar, ¡qué secretaria tan inútil tienes, Hermione!. —Bien… excelente… qué suerte que tienes que me aparecí de buen humor. —Cerró tomando el trozo de papel, lo había logrado y con la nota en el bolsillo salió de ahí, aquella sería una buena visita.


La puerta estaba entornada y alcanzó a escuchar la voz de un hombre, no fue hasta entonces que se le pasó por la cabeza que seguramente Hermione no estaría sola, que seguro Ron Piernaslargas Weasley, estaría por ahí haciendo de buen novio cuidando a su chica melosamente, sintiendo que se le iba el alma al suelo, se dio la media vuelta y echó a andar rumbo a las escaleras, hasta que escuchó una voz de mujer que le era familiar; se volvió y encontró que salían de casa de Hermione no los conocidos dos que faltaban en el trío famoso, sino un enfermero y una sanadora con la que alguna vez había compartido una copa.

—¡Pansy!... ¿qué te trae por aquí? —Preguntó con clara sorpresa por verla en esos rumbos y ella, agarrada a sus documentos se sonrió mordaz y dio dos pasos hasta alcanzarla.

—Rumores que he escuchado por ahí y además, trabajo pendiente de Granger que no pienso quedarme yo sola. —Mostró su montón de documentos y la sanadora asintió divertida, Pansy sintió como le tomaba por el brazo y la jalaba un poco para susurrarle al oído.

—¡Has venido en el mejor de los momentos!... entra ahí y complácete en tener la primicia más ridícula del año… aprovecha además que ha corrido a todo mundo. —La chica casi temblaba de risa, pero Pansy asintió con una sonrisa muy a medias, aquello más que despertarle una curiosidad llena de hilaridad, la tenía con una intriga de las amargas, ¿qué sería tan llamativo para ganarse ese nombramiento?; tenía que saberlo, así que se alejó de la sanadora tras darle un empujón con el hombro y entró al departamento de Hermione, aprovechando que el último de los dos enfermeros recién salía.

Cerró la puerta tras ella y dejó sobre la primer mesa que encontró sus documentos, mientras miraba por aquí y por allá, sus pasos le guiaron por la sala, pasando delante de un enorme librero que tenía más libros miniaturizados de los que Pansy había visto en su vida, sorprendida pasó los dedos por la base de uno de los estantes laterales donde reposaba un teléfono muggle, una cámara fotográfica y otras cositas no mágicas que le hicieron fruncir el ceño; entonces escuchó un estornudo y supo por donde debía ir, a grandes pasos fue acercándose a la puerta de donde venía el ruido, era alguien que se removía en la cama, pero la cama debía ser muy vieja porque rechinaba completa, luego se preguntó si no estaría realmente Ron por ahí y estuvieran preparándose para ponerse románticos.

Al empujar la puerta del cuarto, tuvo que arrugar la frente y aguzar la mirada, porque no podía creer lo que sus ojos veían:

En la cama, apoyada en no menos de cinco enormes cojines, un ser tan regordete de hinchazón que las manos parecían hundidas en aquella forma redonda y lustrosa, le devolvió una mirada porcina de ojitos oscurecidos y saltones; echó la cabeza atrás de pura sorpresa y luego la volvió al frente encorvándose un poco, al tiempo que volvía a escucharla estornudar y atragantarse a media frase.

—¡Qué haces aquí! —Chilló largo y agudo, como si fuera un globo al desinflarse un poquito más.

—¿Hermione? —Masculló impresionada, la piel se le había puesto brillosa como si fuera plástica y tenía las mejillas encendidas como las muñequitas rusas que tanto le gustaban a su madre, Pansy apretó los labios para no soltar una carcajada y Hermione, como un escarabajo gigantesco, quiso incorporarse pero no pudo hacerlo; Pansy dio la vuelta a la cama hasta situarse frente a ella y entonces lo vio, no era que Hermione se hubiera vuelto una pelota, es que estaba llena de bolas por todos lados y tenía toda la pinta de un cerdito rosado que se tira a comer hasta reventar, el cabello se le había casi vuelto un montón de púas grifas dirigido a todas partes y las manos, de dedos rellenitos se extendían como estrellas de mar demasiado secas para su gusto. —¡Jajajajaja… pero qué mierda te ha pasado!

—¡Deja de reírte, Pansy! —Acusó señalándola con un dedo delgadísimo pero abotagado, como la imposibilidad misma, entonces Parkinson pudo verle los labios, rojos como la grana que resplandecían como botones incrustados en un cojín demasiado relleno; no pudo evitarlo, volvió a reírse, una risa larga y sibilante, como si acabara de escuchar el mejor chiste del mundo y Hermione volvió a mecerse sobre los cojines en un intento por incorporarse otra vez. —¡Maldición, deja de burlarte! —Exclamó sofocada de calor y embarazo, verde de la vergüenza de que le viera en ese estado y Pansy se volvió a reír, pero era una carcajada diferente, no había burla, no había ironía o mordacidad, era sólo la risa natural de quien se encuentra con algo tan chistoso que no lo puede evitar.

—¡Oh Merlín, cuánto lo lamento!... ¡jajajajajaja!... ¡Pero dime… ¿quién eres y por qué te has comido a Hermione?! —Aquello era demasiado para su sistema, se reía tanto que no podía evitar que le llenaran los ojos de lágrimas y Hermione con el ceño fruncido soltó un sollozo indignado.

—¡Eres una idiota, Parkinson! —Gritó con la voz tan aguda que aquello fue como escuchar a una ardillita peleando contra Pansy y ésta se volvió a reír tan fuerte que se le doblaron las rodillas y tuvo que llevarse las manos al pecho donde todavía llevaba vendajes, fue hasta la cama y tuvo que sentarse sin dejar de reírse. —¡Para de reír!

—¡JAJAJAJAJA!... ¡Me vas a destrozar los pulmones de nuevo, Granger! —Gritó dándole de palmadas en la pierna gorda y fofa que tenía más a su alcance y Hermione respingó, aunque agradeció que el gesto le aplacó un poco la comezón insoportable; entonces se volvió a Pansy y vio que lloraba entre la risa descontrolada y franca que le salía y por algo que no entendió, se sonrió con aquel gesto, como si tuviera que reírse también, tristemente de su situación.

—¿Vas a llorar conmigo? —Le preguntó con un suplicante tono de incomprensión, Pansy asintió pero no podía dejar de reírse aún cuando los ojos los tenía llenos de lágrimas, de risa o de quién sabe qué.

—¡Por amor de Merlín, dime que vas a volver a la normalidad, porque si te quedas así, va a ser la desgracia más grande del siglo! —Suplicó entre una risa cansada y extrema, en que le dolía el estómago y el pecho de tanto reírse, Hermione alcanzó apenas a medio sentarse con su regordeta espalda y caderas enormes.

—Si no dejas de reírte, no podré decirte qué hacer para ayudarme. —Exclamó sonando más a una niña enfurruñada que a otra cosa y Pansy asintió, pero cuando Hermione volvió a moverse en la cama se escuchó un tronido y Parkinson pudo ver cómo los hilos de las mangas de su pijama se corrían como piezas de dominó que van cayendo en oleada y aquello dejó brotar un enorme brazo regordete de bebé obeso; Pansy se volvió a desternillar de la risa, dando un respingo en la esquina de la cama donde estaba sentada, tan de mala suerte y porrazo, que la pata de la cama cedió a su peso y el de Hermione y se hizo pedazos, seguida de inmediato por otra de las patas y más allá por las otras dos.

—¡JAJAJAJAJA!... Tus vecinos pensarán que nunca has tenido más acción, Hermione. —Y Pansy se dejó caer sobre la cama a su lado, sin importarle el estar ahí con ella, a su lado con medio edredón separándolas, y Hermione, quién sabe por qué, se empezó a reír de ella o con ella, quizá por su desgracia, quizá porque le contagiaba aquellas carcajadas que sonaban a todo menos a burla.

—Idiota. —Masculló divertida y Pansy se llevó las manos al rostro para secarse el llanto de diversión, luego tragó saliva e intentó recomponerse, cuando lo logró aunque no del todo pues seguía víctima de sacudidas de diversión, preguntó mirando al techo para no tener que verla y volver a reír.

—¿Cómo te ayudo? —Quiso saber mientras sorbía por la nariz y se secaba las lágrimas que le bajaban por las sienes, quizá nunca antes en su vida se había reído de esa forma.

—Berenjenas. —Hermione dijo aquello cansada, agotada de reírse aunque hubiera sido muy poco, Pansy se incorporó y se volvió a verla interesada. —Hay en el refrigerador… debo comerlas, ayudan a contrarrestar el veneno. —Pansy asintió mirándola con diversión, Hermione sentía que le ardía la cara de vergüenza. —¿Por qué me miras así? —Quiso saber entre ofendida y asustada.

—Dime que vas a volver a ser la de siempre, porque de verdad… en serio… qué desperdicio si te quedas hecha una pelota para siempre. —Hermione le lanzó lo que pensó pudo haber sido un pellizco y ni siquiera tuvo que esquivarlo, porque su cuerpo enorme no daba para estirones ni mucho menos; se incorporó de la cama y fue directo a la cocina, abrió lo que reconoció como un refrigerador y buscó en los cajones hasta dar con las berenjenas, sin cuidado de lo que había en la cocina, lavó, secó y rebanó aquello y así, apenas poniéndoles una pizca de sal para que no dijera que era malvada, se las llevó al cuarto; Hermione yacía en la cama con los brazos extendidos y de tan hinchada estos le colgaban a los costados, dándole la apariencia de una tortuga patas arriba, Pansy volvió a reírse un poquito por lo bajo, dejó el plato que llevaba en el buró, tomó un trozo de berenjena y lo acercó a los labios de la castaña, que tenía los ojos cerrados. —Venga, Clarabella, llegó el lunch.

—Estúpida. —Masculló Hermione y ella se volvió a carcajear y no la dejó decir más, le metió el trozo entre los dientes y con la mano libre la ayudó a medio incorporarse, no se fuera a ahogar; estaba sí muy preocupada de que aquel fuera a ser el estado ya definitivo del cuerpo exuberante de las duchas del gimnasio, pero también estaba muy divertida con el asunto de alimentarla mientras era una bola con patas, así que compensaba un poco y frunció los labios mandándole un beso para luego sonreírse como respuesta a su mirada asesina.

—Anda, anda, Granger… come, come, que se te ve muy desmejorada. —Le metió otro trozo de berenjena en la boca casi sin dejarla masticar y la risa detrás de aquellas palabras podría haber matado de rabia a Hermione en ese momento, pero la verdad es que para lo precario de su situación se le vino una risa natural, casi agradecida con el gesto que Pansy estaba teniendo con ella; y en aquel preciso momento pese a no tener café en el sistema, ni haber dormido mucho, o el dolerse todavía del pecho de tanto que se había reído le importaban más bien muy poco, porque hacer de enfermera justo ahí, le hizo sentir francamente maravillosa.