Ha pasado buen tiempo y quiero disculparme por ello, pasaron dos cosas importantes que detuvieron el flujo creativo del fic, más que la publicación misma; por un lado debo admitir que me siento profundamente agotada en los últimos días, el exceso de trabajo tanto en la oficina, como en la oficina y en casa, han mermado mis energías y con ello mi concentración. Aunque el estado de salud de mi mamá es bueno, el post operatorio sí nos ha tenido en jaque y es eso en gran medida lo que me tiene bloqueada; si le suman a eso que mi cabeza no está bien últimamente y que me he sentido más bien abrumada, creo que podría comprenderse que no pueda escribir con la fluidez de siempre.

Procuraré contestar mensajes en cuanto pueda y escribir más también.

Gracias por esperar, por ansiar, por leer.

El presente capítulo originalmente es más largo, tomé la decisión de dividirlo para que no sea tan pesado, no obstante, aunque en dos partes, procuraré publicarlos lo más juntos posible, así que no tendrán que esperar a un hipotético lunes que seguro me llegará tarde.

El capítulo va, como los anteriores sin beteo y espero que esto no les cause mayor problema; acepto pues observaciones y correcciones a granel y las agradeceré infinitamente, porque me ayudan a crecer y a mejorar.

Sin más, bienvenidas luego de demasiada espera, de regreso a Demasiado.

/o/o/o/

or left to linger...

—¿Cómo es que empezaste preso en Azkaban y acabaste en Estocolmo? —Tenía un vaso con hielo y whisky en las manos, lo giraba lento mientras hablaban, Harry le dio un sorbo al suyo y se sonrió, se tiró de la pierna izquierda del pantalón y tras el gusto del licor empezó a narrar.

Llegó a La Madriguera unas horas después de su visita a Hermione, luego de pasar por el Ministerio a firmar algunos reportes de su ausencia y a ver el avance de los procesos judiciales sobre la gente a la que había seguido en las últimas semanas; La Madriguera tenía la apariencia de siempre, con todos esos cuartos pegados al azar, con ese jardín medio descuidado y unos pequeños nuevos huertos de tomates, cebollines, fresas y otras cositas que Arthur insistía en cultivar a usanza muggle, con alguna que otra orientación de Harry y otras más de Hermione. Encontró ruido y emoción por toda la casa, mucho gusto por verlo de nuevo y mucha preocupación por la castaña; Ginny no se andaba por las ramas, estaba disgustadísima con Ron por lo que le había dicho a Hermione (cosas que él desconocía porque el pelirrojo sabía muy bien qué contar y qué no), preocupadísima porque Hermione estuviera sola en casa -peor aún, ¡con Pansy!- y muy, muy asustada porque su amiga de siempre había sugerido la posibilidad de acabar con Ron.

Harry se había quedado en un profundo estado de meditación, sentado en un banco al lado de aquella cama que más podía haber pasado por hamaca que por tal, pues Ginny, enorme, redonda, sudorosa y de un color rosa pastel brillante, le hizo recordar cierto lejano suceso con una hermana de su tío Vernon, hace parecía una vida; mientras pensaba en lo que estaba pasando a su alrededor, recordó con mayor acaloramiento el estado en que había encontrado a Pansy y a Hermione, y se convenció a sí mismo, de que aunque pudiera leer a Hermione como leía a Ginny, no debía creerse todo lo que su cabeza le decía.

Pidió saber dónde estaba Ron y cuando le dijeron que se había ido a sentar del otro lado del patio con una botella de whisky, los ojos de Molly fueron más reveladores que el estado en que encontró a su amigo; ahí, sentados en unos troncos, el uno frente al otro, bebiendo, sentía como una angustia nerviosa por lo que el pelirrojo traía en mente.

—Como sabes el asunto era durar unos catorce días encerrado en Azkaban para ver qué oía, el tráfico de huevos de dragón está incrementándose y es urgente saber por qué... no te miento, Ron, eso me tiene nervioso. —Ron asintió bebiendo un poco, tenía los ojos atentos como nunca y parecía calmado y sobrio. —Pero como siempre, muchas cosas ahí dentro pueden salir mal, el hombre al que le estaba sacando información tomó la decisión de suministrarse una cantidad letal de veneno de cobra real y he ahí...

—Por eso tuvieron que "trasladarte" de improviso. —Ron miraba a la casa, distraído y serio.

—Fue la mejor forma que encontramos de dejar a mi personaje ficticio intacto para futuras filtraciones... ya en la oficina, pudimos detectar cómo entró el veneno en Azkaban y de ahí partimos a quién lo envío y por qué... ayer por la noche arrestamos a algunos sujetos con las manos en la masa... por eso volví temprano, moría por saber cómo estaba Ginny. —Dio un trago largo a su vaso, Ron asintió y ahora tenía un aire diferente, triste y nostálgico. —¿Cómo viste a Hermione?

En la yugular, podría decirse que parecía que le había echado una tarántula a Ron en los pantalones, su rostro cambió por completo y le desvió la mirada nervioso, Esto está muy mal, esto está terrible si se pone así; volvió a llenar su vaso tras pedirle la botella a Ron, que se la dio y tuvo que mirarle para ello, infló las mejillas y con los ojos volátiles de lado a lado respondió.

—No la he visto... no bien, al menos. —Masculló con cuidado. —Hace rato le envío a mamá la receta de la poción con que está mejorándose... a mí no me ha escrito ni nada.

—¿Y no has vuelto a ir? —Era el colmo, uno insiste, si es su novia, ¿por qué estaba ahí sentado bebiendo y no con ella?

—Primero me daba horror verla así... me causó muy viva impresión el estado en que está... luego... —Ron se restregó la cara con la mano abierta, se la llevó luego al cuello y se apretó con fuerza las cervicales, parecía muy tenso. —… tengo vergüenza de ir a verla.

—¿Vergüenza? —Harry no alcanzaba a entender, Ron se sacó del bolsillo interior del saco color chocolate que llevaba puesto, un papel doblado en cuatro partes y se lo dio; Harry abrió aquello y las primeras palabras lo hicieron rabiar por dentro...

Notificación de Suspensión

*Sr. Ronald B. Weasley por medio del presente se le informa, que a partir de la fecha y *

*por un período de treinta días, se le suspende de sus actividades laborales, quedando*

*imposibilitado para ejercer el papel de Auror y con base en el artículo...*

—Volviste a reprobar... —Harry no podía creerlo, no podía concebir aquello y sentía un enojo que le crecía en el estómago incendiándolo. —… no sólo reprobaste, esta suspensión es más que eso...

—Luego de lo que le dije esa noche, me sentía tan mal que volví a casa y bebí... y bebí... —Ron miraba el fondo de su vaso como si pudiera leer en él, como si fuera un pensadero, a cada palabra que pronunciaba, Harry se sentía más y más enfurecer.

—Ronald, por el amor de Merlín, ¡eres un completo imbécil! —Se puso de pie y le señaló con el dedo, aquel hombre sobrepasaba todo razonamiento, era el colmo de los colmos, no había justificación posible, no ahora y después de que ambos habían hecho uso de influencias y favores, para que lo volvieran a probar.

—Lo sé. —Su actitud era brutalmente pasiva, Harry quiso creer que ya había pasado el pánico, que ahora estaba aletargado por el alcohol y la confusión de no saber qué hacer, pero al mismo tiempo había en su gesto taciturno un desinterés que le frió el estómago de indignación.

—¿Tienes idea de lo que costó obtener que te volvieran a evaluar? —Preguntó con la voz ronca y el desatino entre ceja y ceja, Ron no le miró. —Hermione tuvo que humillarse frente a los jefes, tuvo que suplicar por una oportunidad y se la dieron porque era ella, Ron... ¡Porque es ella!

—Sé que no me dan la segunda oportunidad a mí, sino a ustedes. —La mirada azul que le dedicó lo dejó azorado, Ron estaba celoso, Ron estaba rabioso en el fondo por no ser lo que él y Hermione eran; y Harry estaba por su lado furioso, indignado, sorprendido de que pudiera ser tan cabeza hueca y asumir que todo le vendría sin esfuerzo o peor, que ellos tenían todo sin lucha previa.

—Te dieron la segunda y la tercera a ti, y les has fallado. —Fue muy duro, demasiado, pero lo dijo y Ron se puso de pie, extendió su espalda, cuan largo era y le miró con los ojos más furiosos que le había visto después de aquella pelea mientras usaba el relicario. —No es raro que si las agotas tenga alguien que venir a pedirlas por ti.

—No les he pedido que me protejan... no soy su responsabilidad. —Cerró las manos en dos duros puños y le miró violento, Harry sintió que le reventarían las venas en las sienes.

—Entonces deja de vivir como si no te costara y empieza a responsabilizarte de ti mismo y de tus actos. —Eso bastó, aquella sentencia bastó para que el puño duro, huesudo y bruto de Ronald Weasley recorriera a una velocidad sorprendente la distancia hasta el pómulo izquierdo de Harry Potter, se alojara en él con la fuerza de un disparo y le retorciera la piel ahí donde tocó; Harry se dobló pero no cayó al suelo, la flexibilidad de su cuerpo delgado lo ayudó y apenas pudo abrir los ojos para verlo a la cara, sintió la tentación de golpearlo. —¡¿Cuándo dejarás de ser un maldito bebé?!... ¡enfrenta la vida, Ron, deja de vivir de a gratis y haz lo que tienes que hacer! —Ronald lo sujetó por la solapa de la túnica y lo zarandeó frente a su cara, se le habían alterado las venas de la frente y el cuello y casi escupía rabia.

—¡¿Quién eres tú para decirme si me esfuerzo o no?!... ¿Crees que porque tenías maestros protegiéndote, un padrino fugitivo y gente que te admira, eres mejor que yo?... ¡me he esforzado toda mi vida por ser más que tu sombra! —Así que era aquello, frustración, pura frustración envenenada de celos, eso y el alcohol, sí señor, a Ronald se le aflojaba la lengua con dos copas de whisky.

—Y sigues sin conseguirlo por pura comodidad. —Murmuró ignorando la suave sensación de una gota tibia que le descendía por el rostro, Ron lo empujó ahora y se dispuso a golpearlo, pero Harry ya no iba a permanecer quieto y de dos movimientos se enfrascaron en un abrazo entre empujones, puñetazos, codazos y patadas que los llevó al suelo y a escuchar poco después los gritos de Molly y Arthur que venían desde la casa.

/o/o/o/

*Tres años antes*

Miró fijamente la cara de Hermione mientras se peinaba, le encantaban esos momentos, luego de llenarse el cuerpo el uno del otro, contemplarla mientras se alistaba para volver a la realidad lo encandilaba, le hacía sentirse completo, satisfecho de lo logrado, como si pudiera gritarle a todo mundo en la cara: ¡Mírenme, ella me elige a mí, me ama a mí, se acuesta conmigo, soy mejor de lo que dicen que soy!; pero en ese momento, mirándola cómo se preparaba para salir, sentía un vacío en el estómago con la simple idea de que se fuera y lo dejara, así fuera sólo un par de minutos, o sólo por unas horas, era lo mismo, era verla ajena por un momento y con esa idea nefasta, se sentía inquieto.

No vayas, Hermione. —Pidió mirándola por el espejo que estaba delante de ella, buscando sus ojos castaños que se sacudieron con su solicitud un momento, tirado en la cama con el torso desnudo sintió un dejo de seguridad surgido de esa sacudida de miedo en ella; la chica lo miró fijo por el espejo y se sonrió de lado recuperando esa entereza que a él tanto lo intimidaba a veces, como con timidez y como con miedo, la sonrisa se amplió poco a poco, quizá no del todo plena o firme, Ron le descubrió un dejo de inseguridad que otras muchas veces le llenaba el rostro al escucharlo suplicar.

Cho me invitó, Ron... quedamos de ir las tres juntas, no puedo dejar a Luna y a Ginny solas con el compromiso, además es su despedida de soltera, se supone que sea una reunión con todas sus amigas y que estemos ahí para desearle lo mejor. —Murmuró poniéndose un par de horquillas más en el peinado que le lucía hermoso y le alzaba el cuello, Ron le miró la forma elegante de las orejas enmarcadas por el cabello y sintió un vuelco al verla seria, firme en esa apariencia hermosa que tenía cuando se peinaba de esa forma, glamurosa y lejana para él.

Hoy no es la despedida, para eso falta... hoy puedes fallar, quédate conmigo. —Sus ojos azules resplandecían, Hermione le dejó de mirar un momento concentrada en acomodarse el flequillo de lado, vio cómo tragaba saliva incómoda, porque él seguía mirándole fijamente, seguro estaba molesta consigo misma por haberle confesado que esta era una despedida más íntima, sólo con las más cercanas y que la despedida en serio sería después y él se agarró de eso, tenía que esgrimirlo para lograr su cometido. —Mañana irás a la despedida de soltera real y todo irá bien, hoy quédate conmigo.

Ron... se supone que tenemos que ver los últimos detalles antes de la ceremonia, me comprometí a ver el asunto de las flores yo misma... y falta que nos decidamos al fin por la vajilla... —No podía irse y dejarlo, se lo estaba pidiendo con el corazón en la boca, frunció el ceño y se acercó a la orilla de la cama, estiró la mano y le acarició la espalda con los dedos, Hermione se estremeció, pero su rostro no estaba contento o enternecido, su rostro era el de la incomodidad absoluta, de quien se siente obligada a hacer algo y quiere y tiene muchas ganas de salir corriendo, eso lo asustó todavía más. —... Ron, por favor... —Era el turno de ella de suplicar, pero ¿qué se comparaba el suplicar de ella, la chica guapa, inteligente, hasta poderosa, frente a la súplica de él, el tipo sin suerte, medio fellito, debilucho y torpe?

No quiero que me dejes solo... quiero tenerte aquí, conmigo... —Se prendió de su blusa, la sintió negada, dispuesta a irse y eso le llenó de espanto, así que no lo pensó dos veces y tiró de ella, brusco y fuerte, la sujetó y tiró más fuerte y Hermione tuvo que dejar su asiento e ir hasta él, llevaba media hora maquillándose, buena parte de ese tiempo concentrada en el peinado, pero no le importó, la estrechó en sus brazos y le echó en la cama pasando su brazo sobre su cabeza llevándose parte del perfecto moño en el movimiento, llevándose todo su flequillo de lado que la hacía ver en verdad perfecta, Hermione dio un bufido de desconsuelo y una risa nerviosa casi a la par, como si se sintiera muy mal, muy invadida, pero a la vez tuviera que tolerarlo. —… hagamos el amor, comamos algo... quédate. —Le besó las mejillas poniéndose sobre ella y Hermione volteaba la cara sonriendo.

¿Por qué haces esto?... ya hicimos esas cosas y hasta te quedaste dormido... te dije de esto desde hace tres días, no le puedo fallar a Cho, Ron. —Lo miraba con ternura, con ese dejo de comprensión que siempre le había adorado.

La boda es en seis días... —Le metió las manos bajo la blusa con cuidado, sin dejar de besarle el cuello y la barbilla, Hermione se estremeció, un temblor rígido, reticente. —… y eres una super bruja, vas a ver que puedes hacer todo aunque no vayas hoy. —Le besó los labios y aunque tensa, no recibió rechazo alguno, y Hermione se quedó al final.

/*/*/*/

Estaba parada en la sala, con el bolso junto a la puerta esperando, era la octava vez que se miraba al espejo para cerciorarse que el peinado estaba perfecto, que el vestido le quedaba como se suponía y que no se le había corrido el maquillaje; volvió a mirar su reloj de pulsera y de nuevo, las manecillas parecían correr demasiado rápido, hacía más de una hora que Ron tendría que haber pasado por ella, pero nada y empezaba a preocuparse. Miró la canasta con flores que tenía junto a ella, casi parecía notar que empezaban a marchitarse las rosas, pero era su imaginación, ¿lo era?, si las rosas realmente estaban marchitándose iba a quedar muy mal, cómo iba llegar con ellas a la ceremonia medio marchitas, ¡era un crimen para cualquier novia, una ofensa directa a la felicidad de ese día!

Volvió a caminar hasta la puerta del baño, a darle un golpecito con la punta de sus dedos a la toalla de manos y a volver sobre sus pasos como si hubiera dejado huellas sobre la nieve y las siguiera una a una, dándose golpecitos con la mano en las caderas, Ron no llegaba y ella tenía que estar diez minutos antes en la puerta del salón para entregar las flores, Cho había sido muy tajante en ello "Hermione, por amor de Merlín, llega a tiempo, te pido esto, como amiga, ¡por favor, no me plantes como el otro día!, es el día de mi boda, Hermione, ¡ten piedad!... si no vas a hacerlo por mí, hazlo por Viktor... ¡no, sí hazlo por mí, porque ya me la debes!, ¡ME LA DEBES, HERMIONE!" y ya le dolía el labio inferior de tanto mordérselo de ansiedad, sabía que para ese momento ya debía tenerlo hinchado y enrojecido, y de Ron, de Ron pues nada.

Llamaron a la puerta y se le fueron los nervios a otro sitio, casi como si nunca hubieran estado ahí antes, fue abrirla apresurada, sonando los tacones por el suelo con rapidez, llenando con ese ruido fuerte su cabeza al completo, como si la tuviera hueca como una cueva oscura y sola, pero al abrir se quedó de un palmo.

¡Hermione!... discúlpanos, tuvimos que dar vuelta para poder venir por ti. —Ginny entró como un bólido y le tomó de la mano con los colores del enojo, de la vergüenza, del embarazo… ¡todos los colores del malestar en el rostro!, con su varita fue moviendo cosas fuera de la casa, en un intento por recuperar el tiempo que ya habían perdido.

¿Dónde está Ron? —Preguntó asustada, Harry que venía con el moño al cuello inclinado a un lado, le miró con seriedad, tirándose de las mangas de la camisa por debajo de la túnica de gala. —Se suponía que vendría por mí hace dos horas, tengo su moño y sus zapatos aquí... Cho debe estar esperándome desde hace mucho.

Ron ya se fue a la fiesta, Hermione... Seamus y los otros pasaron por él hace horas, han ido a conseguir el auto de los novios y ya están oficialmente de fiesta. —Hermione sintió que se le desprendería la mandíbula de la sorpresa, ese no era el plan que habían hecho, Ron se había comprometido a pasar por ella, ¡se suponía que irían juntos a la ceremonia y a la fiesta!, Harry no dijo nada, dejó que Ginny lo dijera todo. —Nos dijo que pasáramos por ti hace un rato, mandó un vociferador y ya le oímos bastante enfiestado. —El rostro de Ginny era de rabia, pero el de Harry era de absoluto pesar, una profunda aflicción que triplicó a que ella sentía; Hermione no alcanzaba a comprender que le hubiera jugado así, que la plantara de ese modo...

Y de hecho, nunca lo llegó a comprenderlo del todo.

/o/o/o/

Llevaba el tiempo suficiente sobre la alfombra con las piernas dobladas de mala forma, sin sentir ni un solo hormigueo, para confirmar que seguía mal, además tenía poco más de dos horas charlando con Luna por chimenea, ambas buscando en sus libros de consulta el nombre preciso de la poción con la que estaban recuperándose y que Pomfrey explicara detalladamente en aquella carta; porque Hermione estaba segura de que además de la debilidad en las piernas y el DDDC (cosa que había estudiado a detalle en los últimos cuarenta minutos), debía haber más efectos secundarios, aunque para ser precisa, el haberse besado con Pansy como lo había hecho era más que suficiente para sentir que se le estaba acabando el mundo; pero la investigación no era sencilla, mientras en ella la Desinhibición y las piernas de fideo parecían ser el mayor de sus problemas, el sistema de Luna estaba metabolizando muy mal la sustancia extraña, y el Delirio hacía que anduviera de pronto más distraída que de costumbre o por momentos más atenta de lo normal.

Había un desastre por todo el lugar, entre los libros desparramados, la alfombra maltrecha, las manchas de hollín propias de estar charlando por chimenea, y las palomitas de maíz que Luna había estado lanzándole so pretexto de ahuyentar no-sé-qué espíritu mágico oriental que se había metido por la ventana cinco minutos atrás, y que parecía demasiado liviano para ser detectado y demasiado inexistente para ser molesto o algo; lo cierto es que la rubia tenía diez minutos tranquila concentrada en de verdad leer los libros y revisar anotaciones, y Hermione lo agradecía, porque unos instantes atrás se había sentido tentada a cortar la comunicación también con ella, porque seguía muy extrañada de la respuesta seca y ruda de Ginny, que cuando fue consultada por ambas sobre si quería participar en esa investigación, dijo que no con un grito agudo y en seguida añadió que tenía que ir a maldecir a Ronald por imbécil, necio y otra lista de adjetivos peyorativos que se perdió en la lejanía de una llamarada que se iba extinguiendo.

Y como Hermione quería todo menos saber de Ron, la chimenea de los Weasley dejó de serle de importancia; el sol iluminaba media sala, se escuchaba un ventilador que había encendido un rato atrás porque sentía calor y Luna se comía de vez en vez alguna palomita que acercaba por arte de magia hasta su mano libre de lectura.

—Ocho. —Exclamó Luna asomando su melena rubia por entre las llamas con un chispeante chirrido de carbones que se remueven encendidos, Hermione retiró la vista del libro que estaba analizando y se encontró con aquellos vivarachos ojos azules clavados sobre ella como dos estacas; era tan profunda y loca aquella mirada que sintió una opresión en la garganta y casi se vio tentada a no averiguar más, pero la miraba como quien quiere que le pregunten porqué hace aquello y acabó por hacerlo con la resignación del condenado a muerte.

—¿Ocho qué? —Preguntó con tiento, sin apartar la mirada de la de la rubia, que aguzó los ojos, entrecerrándolos, como dos rendijas perversas, antinaturales en aquel rostro, tan ajeno a la maligna perspicacia; así confirmaba nuevamente Hermione que Luna estaba siendo víctima del fatídico DDDC y se temió por un instante si no fuera aquella una palabra al azar sólo para llamar su atención, hacerla volverse y plantarle un beso como aquel que le estremecía el vientre y que había venido de labios de Pansy.

—Van ocho veces en los últimos cinco minutos que te tocas el labio inferior, ¿por qué? —Luna tenía la cara, literal, como una luna, redonda y con pequeños abultamientos aquí y hundimientos allá, la primera vez que la vio cuando la buscó para que le ayudara con aquello, casi se deja sorda del grito de espanto, y es que su rostro era la cosa más extraña que había visto Hermione en mucho tiempo; pero esta mirada perspicaz y avispada la dejó desarmada, ni siquiera se había dado cuenta de que estuviera tocando el labio, ¡ni siquiera lo sentía!

—Pues, no sé, sólo lo toco. —Murmuró sin evitar sentir el calorcillo que le subía por el cuerpo entero hasta las mejillas, Luna arrugó la frente, se había percatado de ello y Hermione lo sabía, pero se hacía la tonta viendo a otro lado; el que viera a otro lado hizo que se le fuera el temor a que la fuera a besar, pero igual, estaba muy desencajada con el comentario y con el haber sido descubierta en algo que ni ella descubrió.

—Si tienes que mentirme, es que es algo denso, ¿qué pasó? —Luna en estado delirante era malo, muy malo, porque tenía una concentración y obsesiva inclinación a enfocarse en algún tema en particular, y además la mirada perdida por momentos, como si en un parpadeo la mosca a su lado le atrajera, pero sólo a su mirada, su mente y boca seguían en lo anterior, amarrados al tema original; en pocas palabras esta Luna era una máquina de análisis magnífica, concentrada, objetiva, cruda y metódica revisora de cada frase, cada movimiento e indicio.

Hermione estaba aterrada.

—No es denso, no es nada. —Hermione volvió la mirada a la carta de Pomfrey a Pansy, y volvió a revisar el listado de ingredientes como si no se lo hubiera ya aprendido de memoria y pudiera reproducir la poción a ciegas, se podría decir que ahora podía muy bien ponerse a prepararla mientras comía y luego embotellarla y venderla a granel; Luna fue muy hábil, notó el dedo índice que antes tocara el labio inferior de la castaña deslizarse sobre el nombre perfectamente escrito por la anciana enfermera, el nombre de a quien dirigía la carta.

—¿Qué tiene que ver Pansy en esto? —A Hermione la pregunta la agarró en frío, boqueó como un pez fuera del agua más de tres veces siendo aún más obvia si se podía, y no supo qué decir tras dar un respingo que apestaba a culpabilidad hasta la misma Madriguera. —¿Qué relación hay entre tu labio inferior y Pansy Parkinson, Hermione? —Ok, aquello ya era demasiado, las manos empezaron a sudarle y Hermione lo sabía de sobra, sus poros lo sabían de sobra y por eso se abrieron, cada fibra de piel se erizó como horas antes ante el roce de la boca de la ex Slytherin.

—¡Pero qué cosas dices, Luna! —Gritó sacada de balance, tomó el libro que revisaba antes y siguió en lo suyo, ignorando a la azul que le seguía mirando con aquel aire profundo y demoledor, haciendo que más se le sonrojara la cara, ya más parecida a un tomate que otra cosa.

—Mira Hermione, que si los torposoplos no se detienen en su carrera constante contra la cintura encurtida de la delgada Pansy, y dejan que ella pare de besar a Danielle en el pasillo norte rumbo a la Torre de Adivinación, ¡no sé qué va a ser de ti y de tus despejados anhelos fibrosos de mantequilla! —Hermione parpadeó más de cinco veces por segundo al oír aquello, ¿Danielle?, ¿Pansy besar a Daniell?, ¿cuál Danielle?, con la boca medio abierta y el ceño inclinado a un lado comprendió que su amiga estaba teniendo una oleada del efecto de la poción; Luna le apuntaba con un dedo acusador y la cara muy seria, quizá como nunca se la había visto, como si hubiera recitado una amenaza comprensible, lógica al menos, Hermione tragó saliva y asintió dándose calma, era un delirio, eso debía ser.

—Luna, creo que estás un poco mal, puedo seguir buscando yo sola. —Murmuró poniendo su mano en la frente de la aludida que negó con los ojos muy fieros y los labios apretados, sacudiendo la mano con que antes la señalaba como tratando de volver a lo anterior y evitar que le cambiara el tema.

—¡Ya te lo advertí, Melpómene!... si no dejas de molestar con el asunto de las lechuzas y su llanto precario de los martes, te la verás conmigo. —Luna asintió con violencia y volvió a los libros que estaba revisando como si hubiera acabado de decir todo lo que tenía que decir, fuerte y claro, Hermione se apoyó en el sillón a su espalda y le miró preocupada, el sudor de sus manos se enfrío de golpe; en efecto la poción estaba haciendo avances en ellas, pero el que tuvieran los efectos secundarios tan marcados no dejaba de preocuparle de cualquier forma, ¿y si una de las tres de pronto se infartaba víctima de algún efecto no considerado por la cabeza hueca, sosa, idiota, besa delicioso de Pansy Parkinson?

¿Besa delicioso?... ¡Merlín, en serio estaba delirando ya!, porque no venía al caso que pensar en eso justo ahora que aquella morena había puesto en peligro la vida de las tres, a lo mejor no sabía hacer pociones bien o aquello resultaba peor que el veneno de las picaduras; pero qué jodidamente bien besaba Pansy, esa era la verdad, la forma cómo disponía su boca, sus labios, la suavidad de los embistes, el arrojo con que invadía el terreno como si fuera suyo, en serio que besaba fabuloso, esa idiota, esa rastrera ex novia del pretencioso odioso, maldito gusano de Draco Malfoy, sí, Malfoy maldito, mil veces maldito por haberla besado antes que ella, maldito un billón de veces si había disfrutado de esos labios con la plenitud con la que sospechaba y de tan sólo imaginarlo le daban ganas de...

Necesitaba aire con urgencia o se iba a asfixiar ahí, ahora, pensando en eso; sacudió la cabeza y se presionó las sienes con los dedos, una presión constante y fuerte, buscando con eso aminorar el estrés que sentía porque su mente se le fuera de pronto descarriada a hilar esas ideas que ahora mismo le parecían la cosa más descabellada del universo.

Siguieron por otra hora entera revisando documentos, Hermione luchando de vez en cuando por contener a Roar, que trataba de saltar a la chimenea para ir a molestar a Luna, pero siempre de tan mala suerte o falta de cálculo que acababa agarrando dirección de las llamas y no del enlace entre las dos casas; la rubia alzaba la mirada de vez en vez al sentir esos movimientos y miraba al gato con profundo interés, pero no había dicho nada sobre él por ahora y Hermione lo agradecía, porque no sabía cómo lo iba a justificar. De todos era conocido que Hermione no había querido otro gato luego de su pérdida e incluso había rechazado en numerosas ocasiones la compra de otro minino cada vez que coincidían en alguna tienda de mascotas, muggle o mágica; así que la aparición de Roar, adulto y negro, era más que nada llamativo.

Había estirado la mano de la varita hacia la mesa de la cocina para atraer hacia sí un vaso con agua, cuando Luna dio un respingo seguido de un largo ¡AAAAAAAH! que la hizo soltar un grito de espanto y mirarla con azoro, Roar por su lado se lamía la entrepierna sentado sobre el sillón frente a ellas; Luna sonreía con la cara llena de emoción, cruzó con medio cuerpo las llamas de la chimenea, mostrándole por primera vez en todo el rato que tenían trabajando juntas que el busto se le había inflado unas diez tallas por encima del normal, que tenía el pecho poblado de pecas, rosadas, doradas, oscuras como moscas y ronchas, muchas ronchas sudorosas que le daban apariencia de una fresa cubierta de moho.

—¡Sótanos de colores en alcachofa!... juntos por la noche sin nada que decir se han salido por la tangente y por el riachuelo, ¡en este, en este! —Luna sacudía por todo lo alto un libro pequeño y oscuro, de letras brillantes plateadas en la portada, haciendo que las hojas se movieran como las alas de una mariposa; Roar, sentado en sus cuartos traseros y algo más interesado por el movimiento de las hojas del libro, movía a su vez la cola de lado a lado, arqueada, como esperando a que lo bajara apenas un poco para lanzarse sobre él.

—No entiendo nada de lo que dices, pero dámelo. —Hermione le pidió el libro, la rubia se lo entregó arrojándolo diestramente, muy diestramente pese a sus enormes pechos, hacia ella, por cierto, aquel enorme busto se ondeó como si tuviera vida propia y Hermione se preguntó si la poción alteraría las leyes físicas de los cuerpos que influenciaba; la ex Gryffindor tomó el encuadernado y revisó lo que tenía a Luna tan conmocionada, en efecto, sintió que el rostro se le iluminaba y no era para menos, estaba ante el compendio original y anotaciones crítico-analíticas de la poción Removenem. —Luna, ¡lo encontraste!, es el análisis que necesitamos. —La rubia asintió emocionada y exclamó triunfante.

—Tan cierto como que Ronald Weasley se meó una vez en los pantalones de Severus en medio de un partido de rugby tailandés. —Hermione frunció el ceño extrañada con el comentario, debía reconocer la risible creatividad de los diálogos delirantes de Luna, pero el asunto aunque cómico, le hacía más bien sentirse profundamente incómoda.

/o/o/o/

—Te tengo dos noticias, Pansy, una buena y una mala. —Padma no esperaba permiso para entrar a su oficina, abría la puerta y entraba de sopetón, a veces era cosa buena, porque interrumpía una sofocante reunión de trabajo o una entrevista que iba terriblemente mal, pero otras veces era una inoportuna odiosa, como ahora; Pansy tenía en las manos un sándwich de pan de centeno, pollo, alcachofas, vinagreta, lechugas frescas y tomate, tan delicioso, que literal se le salía la saliva por la comisura de los labios y no quería que nadie presenciara aquello, porque se lo estaba comiendo a escondidas de Millicent que seguía con esa mirada insidiosa y burlona y porque no quería pensar que la habían visto rendirse a una de sus pasiones de ansiedad: comer; pero bueno, era tarde para evitar el encuentro y además, tenían también cosas de qué hablar aunque no quisiera.

—Te escucho. —Indicó limpiándose con la servilleta blanca la boca y masticando muy lento, muy sabroso su excelente almuerzo, porque eran cerca de las dos de la tarde y quería algo mientras se llegaba la hora de ir a buscarle la cena a Hermione; además, tenía dentro del estómago un agujero negro del tamaño de América y deseaba llenarlo con cosas sanas y sabrosas.

—La mala, es que tu oficina está estancada, dos días que pudieron ser súper fructíferos están detenidos porque a la señorita se le ha ocurrido quedarse a dormir hasta tarde o enfiestarse hasta muy temprano… o empiernarse con no sé quién… o como sea. —Padma se sentó delante de ella y sin esperar a que le ofreciera, tomó la otra mitad del emparedado y se lo llevó a la boca, ante la cara compungida de Pansy, que no había pasado por alto el comentario de empiernarse con alguien, que a la suma con los de Millicent, ya le daban urticaria por falsos, además, presentía que con la mitad de emparedado que tenía en manos no iba a llenar y entreabrió la boca, dejando que su colmillo brillante expresara toda la mala leche que aquel robo le provocaba.

—Me debes medio almuerzo. —Sentenció de pésimas pulgas, deseando que su mirada fuera suficiente para fulminarla, desaparecerla y conservar su alimento entero, Padma asintió distraída, mirando el pollo que se salía por un costado del corte en el pan.

—La buena, es que escuché que te van a promover. —Pansy casi se atraganta con el bocado que estaba pasándose, la sonrisa le inundó la cara como si le hubiera dicho que se había ganado la lotería, llevaba meses, ¡años!, esperando una oportunidad como esa. —Ah, ah, ah. —Padma negó con su dedo mirándola fijo, bajándole la emoción como Potter le había bajado la otra unas horas antes, aunque aquella hubiera resultado incluso hasta dolorosa; empezó a preguntarse si aquel no sería el día de los bajones continuos y eso le hizo presentir que para la noche las cosas no serían tan sencillas como tanto soñaba. —No cantes victoria, sabes cómo es esto, un rumor llega a oídos de alguien, se pasa el rumor cinco veces y si en esa cadena a alguien no le conviene, la cosa no se hace, Pansy. —Padma era una idiota, venir a emocionarla para luego decirle educadamente Pero no te emociones.

—Me lo merezco, Padma. —Aseveró con toda la entereza de que era capaz, casi salían llamas de sus ojos decididos cuando lo dijo y Padma asintió con la mirada fija en el sándwich, metiendo los dedos entre los pliegues de lechuga para llevarse a la boca una rebanada de tomate.

—Y fortaleceré la propuesta por eso cuando llegue a mi oficina, eres de mis mejores elementos, pero te lo he dicho antes y lo repito ahora, me gustaría que fueras más mi compañera que mi subordinada… así que llegado el momento, daré el voto en tu favor, pero hasta entonces, sólo una recomendación muy importante, y escúchalo bien… —Pansy se inclinó hacia su jefa cuando ella hizo lo propio tras darle una nueva y gran mordida a su comida, casi hasta terminarlo por completo, como si no hubiera merecido disfrutarse más como hacía Pansy; Padma miró rápido a su alrededor, como si fuera a decirle un secreto y ni la mesa debiera enterarse, pasó su comida y relamiéndose la boca añadió casi en un susurro pero muy entendible. —… no lo arruines. —Su mirada era la que dice Sé que podrías hacerlo, Pansy frunció el ceño y tragó saliva molesta, dejando de lado su comida como si se le hubiera ido el hambre de un trancazo, Padma no añadió nada más, se puso de pie con la soltura de la dueña de la casa y salió mordiendo nuevamente su comida robada, Pansy se quedó ahí un largo rato pensando el asunto, removiendo las cosas en su mente; pero por más que lo intentó, seguía más concentrada en Hermione y sus labios tersos que en la posibilidad de subir de puesto, que ahora ya parecía una ensoñación cada vez menos seductora.

/o/o/o/

Dos años atrás…

¿Dónde estabas?... Tu padre ha estado buscándote hace muchas horas, Zabini vino también, Draco… —Pansy lo miró fijo a los ojos, como esperando que en serio le contestara la pregunta, pero eso no ocurría, él nunca contestaba y menos desde que la salud de Narcissa había empeorado tanto; el rubio entró en la habitación como si ni siquiera estuviera ahí, como si ella fuera una silla más, un mueble al que no le tuviera el mínimo aprecio, pasó delante suyo con su caminar liviano, con su mirada gris inclinada y oscurecida, nubosa, mirándose los botones de la camisa para desabotonarlos, se abrió la prenda y se la quitó como si nada, como quien se quita el polvo de encima, Pansy se estiró hasta él, le sujetó por el hombro y lo hizo volverse. —¿Draco?—El rubio le sostuvo al fin la mirada, no estaba enojado, no estaba molesto si quiera, sólo le miró como si fuera el muro, con los ojos grises acuosos y perdidos.

—Hazte a un lado, Pansy. —Pidió casi con un tono educado, con un gran dejo de cansancio y tristeza, mientras abría el clóset detrás de ella y sacaba una camisa limpia, una camisa negra, la morena le miró hacer en silencio, confundida entre si decirlo o no, entre si hablarle e intentar reconfortarlo o no; mientras lo veía ponerse las mancuernillas, de platino que había heredado de los Black, tragó saliva con pesadez y se le acercó con cuidado, tomándolo casi por sorpresa lo estrechó entre sus brazos, lo apretó fuerte contra su pecho, y él, delgado, regio, pareció desinflarse, estremecerse y hacerse nada.

Fue como si el edificio más antiguo conocido se doblara sobre ella, pero lo sostuvo sólo con sus manos, con la fuerza descomunal de una fiera, porque eso era Pansy cuando se trataba de Draco, una fiera capaz de partirse el lomo para ayudarlo, para protegerlo y hacerlo sentir mejor; el rubio sollozó, un sollozo profundo que la heló porque había en él tanto desconsuelo que casi se fundía con el aire del ambiente.

—Mi madre. —Murmuró con la voz lejana, como metida en un agujero oculto en la noche que caía sobre los dos, ella asintió y le puso la mano en la cabeza, para estrecharla más contra sí, mientras Draco restregaba su rostro contra ella en un vano intento porque dejaran de salir lágrimas de sus ojos desesperados, desolados. —Era la única que me amaba. —La aseveración la destruyó de una forma ilógica, porque no era el momento para sentir aquello, pero lo sentía, le caló hasta lo más profundo de su ser, porque estaba ahí acogiéndolo, porque había acompañado a aquel varón todos los días, había forjado un camino a su lado, buscando acompañarlo siempre, ser algo más para él; seguro lo que decía era sólo producto del dolor, de la ausencia de una madre, seguro era eso. Tiempo después, Pansy comprendería que pensar aquello en ese momento, era fruto de una egoísta relación que no llevaba a ningún sitio, y que no, eso al final no llevaría a ningún tipo de plenitud.

Draco siguió llorando aquella noche y se quedó dormido ahí, en sus brazos, mientras ella le velaba y pensaba y repensaba en cómo sería estar juntos siempre y complementarse, ser plenitud una del otro y ser felices.

Una felicidad que nunca llegaría.

/*/*/*/

Le beso el cabello, le beso la frente y le buscó los ojos, los acarició con sus labios una y otra vez, siempre intentando no despertarlo pero sí, queriendo despertarlo, mas él nunca despertaba, siempre permanecía así, lejano en un sueño y Pansy se conformaba mirándolo nada más, sin decir ni hacer otra cosa que mirarlo; a veces, sentía hastío, ganas de salirse de la cama y escapar de ahí, ir a otro sitio, escuchar otras cosas, sentía la tentación de simplemente huir porque Draco, aunque ella intentara sin querer despertarlo, no solía despertar. Draco no despertaba por ella. Se tendió boca arriba mirando al techo, los ojos muy abiertos, la boca tensa, mordiéndose el labio inferior pensando, pensando mucho en la noche, en la vida, en lo que tenía y en lo que no sabía pero le faltaba; se volvió al lado contrario y miró a la pared blanca, oscurecida por lo tarde que era y azulosa en la extraña madrugada que caía encima de ella, seguía con algo clavado entre algún sitio profundo de su mente, como una idea de esas que una misma rechaza porque es demasiado cruda para aceptarla.

Lo sintió removerse a su espalda, sintió cómo sacaba su brazo de la posición en que la tenía y una sonrisa se le vino a los labios imaginando que lo llevaría sobre ella para estrecharla, para envolverla y dormir el resto de la noche abrazados; en su lugar, Draco se apoyó en ese brazo, se dio vuelta y le dio la espalda, acomodándose pesadamente y quedando dormido muy profundo, tanto, que Pansy podía sentir aquel denso sueño venir desde él y envolverla. Y la pesadez la envolvió como si hubiera sido aquel abrazo amado, pero no se sentía igual.

Para nada igual.

/o/o/o/

Así que en resumidas cuentas, según podía ver en lo que decía el libro cuando uno bebe la poción Removenem además de los efectos secundarios, aparece en el cuerpo otra señal de que está teniendo efecto, generalizada entre todos quienes han usado el remedio: una mancha que puede adoptar distintas formas dependiendo de cada persona, pero cuyo color es muy característico y que siempre aparece en alguna parte del cuerpo ayudando a identificar en qué momento el DDDC desaparece; así que ella y Roar llevaban los últimos veinte minutos revisando el cuerpo de Luna a conciencia, aunque ella con más detalle y cuidado que el gato, que a cada tanto ponía sus patas sobre la piel de Luna, sólo para entretenerse mirando con embeleso las marcas blancas que quedaban en la hinchazón, y es que Luna había podido rodarse por el suelo hasta cruzar la chimenea de su casa a la de Hermione, pero se había quedado tendida en el piso, incapaz de sentarse en el sillón o incorporarse un poco al menos.

Los brazos, los pies y cada dedo tenían los mismos lunares de siempre, según decía la rubia, pero algo debía haber y Hermione estaba empeñada en dar con ello lo antes posible, Roar había acabado por tirarse donde la luz de la ventana le pegara directo y Luna tenía poco más de veinte minutos dormida, porque estaba concentrada buscando entre el cabello, así que era como si la estuviera arrullando haciéndole "piojito", entonces lo encontró; no podía ser sino eso, debía ser la marca porque no sabía que Luna se hubiera hecho algún tatuaje, no en esa parte del cuerpo al menos o que recordara: el color era oscuro, como un violeta profundo que resaltaba sobre aquella piel blanca, la forma era casi un chiste y le arrancó un alzar de cejas y una sonrisa divertida, pues ahí frente a sus ojos, en el recoveco que se forma entre el lóbulo de la oreja izquierda y el nacimiento del cabello, había un conejo sentado en sus cuartos traseros, con una oreja muy erguida y la otra doblada como si señalara al frente. Hasta eso el animalito se veía simpático, como una pequeña bestia curiosa que le observara desde la piel de Luna y dijera: Oye, aquí, ¿me buscabas?

Una vez que confirmó lo que el libro le decía sobre el color, la textura y la existencia en sí de la marca, y que miró por largo rato aquel extraño lunar en el cuerpo de Luna, se miró las manos larga y detenidamente, buscando quizá en las palmas la marca de su cuerpo, pero obviamente no la iba a encontrar ahí o la hubiera visto hacía tiempo; Luna seguía dormida y ella aprovechó para mirarse los pies con cuidado, sin éxito, luego llevó sus ojos a sus piernas, muslos, rodillas, igualmente sin encontrarse nada que valiera la pena observar con detenimiento. Roar se estiró largamente, Hermione le siguió mirando ahora con una duda entre ceja y ceja ¿Pansy me lo mandó sólo para que lo alimente o me lo va a dejar para siempre?

Pansy, Pansy Parkinson… qué dilema era aquel, el estómago se le estiró como si tuviera dentro a Roar y no estuviera ahí delante suyo moviendo cada dedo de sus oscuras y regordetas patas, se llevó el índice a la boca y empezó a morderse la uña con mucho desatino, a veces mordía la piel, a veces la uña, otras sólo lo chupaba como quien tiene algo muy difícil que hacer y lo tenía; ¿cómo iba a decirle a Pansy que aquello que había ocurrido no era algo que sintiera, sino el resultado de un montón de efectos secundarios de una poción rara haciendo ruido y estragos en su sistema?, ¿cómo iba a verla a los ojos y evitar el sonrojo, mientras le decía que aquel beso no había significado nada?, porque no había significado nada, porque esa suave sensación, cálida, absorbente, venenosa que a veces no la dejaba pensar, no había significado nada, y tendría que aceptarlo Pansy, ¡tenía que aceptar que no había sido nada!

¿Nada?

/o/o/o/

—Suspendido… ¡Suspendido!... ¿Cómo es posible que te hayan suspendido, por amor de Merlín? —Ya ni siquiera se escuchaba su voz de otras veces, ya no tenía el poderoso estruendo de vozarrón que lo había hecho palidecer del miedo en el Colegio, Molly Weasley tenía encima el peso de muchos años y muchos esfuerzos, pero sobre todo, el peso de muchas pérdidas familiares y de sí, muchas otras decepciones de su hijo menor; Ron estaba recibiendo atenciones de manos de su padre, que por ese momento le curaba la frente, mientras Harry, con un pañuelo contra la boca reventada a golpes, le miraba desde atrás de sus gafas maltrechas y estrelladas, sí, las nuevas.

—Sé a la perfección lo que significa estar suspendido, mamá. —Arthur lo miraba como si no lo conociera, analizando aquella cara pálida, aquellas pecas como salpicones de tinta marrón sobre un pliego de papel blanco y pulcro; la verdad es que el asunto era horrendo, tanto que cuando Ginny escuchó el escándalo se puso histérica y ahora estaba ahí, siendo sometida por Bill y Fleur que batallaban por contenerla en su habitación, aunque de todos modos no cabía por el marco de la puerta.

—Ronald… ¿por qué no nos lo habías dicho? —Preguntó viendo ahora a Harry que se sentaba junto al fregador, donde pudiera mojar cada tanto el pañuelo y calmarse el ardor de los golpes, Molly había cambiado su aspecto, ahora era la madre desconsolada que suplica por obtener una razón, que necesitaba entender lo que estaba pasando.

—Pedí una audiencia mañana, trataré de remediar el asunto. —Ron parecía lleno de bríos, su voz sonó tranquila y poderosa, quizá la golpiza le había despertado el interés en el asunto o los golpes habían servido de picotazo al orgullo y empezaba a espabilar, tal vez en serio iba a enmendar el camino que erróneamente había elegido al tirarse en sus laureles.

—¿Qué les vas a decir? —Quiso saber Harry sin mirarlo, concentrado en ver la mancha roja acuosa que se iba extendiendo por el pañuelo, cubriéndolo todo, casi haciendo que la tela entera se pusiera del tono rosado característico de la sangre cuando se moja.

—Que me den otra oportunidad, que me ayuden a salir de esto… no voy a perder lo que tanto esfuerzo me ha costado. —Hablaba con seriedad, se veía en su semblante una fría resignación, pero también una brava lucha interna, parecía estar de verdad lleno de entereza, y es que la desesperación es para algunos el mejor de todos los alicientes; pero no impresionó a ninguno de los presentes, porque Molly conocía la inconsistencia de su hijo de memoria, casi desde los muchos meses que tardó en caminar porque obviamente le parecía más cómodo dejarse arrastrar por toda la casa por sus hermanos gemelos; Arthur comprendía de sobra su obstinación, su impulsividad y tórrida exasperación, esa que sí, le había dado fama de valiente y de buen luchador, pero que también le metía en problemas cada dos o cinco minutos.

Y Harry sabía muy bien que aunque ahora dijera las cosas con semejante decisión, al día siguiente frente a frente con la verdad, le ganaría el nervio, el terror, porque en el fondo Ron sí era valiente, pero necesitaba más que sólo valentía para enfrentar sus errores, una vez, hacía muchos años lo había logrado, se había impuesto sobre sus temores y había salvado el día; pero por aquel entonces lo había hecho usando la herencia de Dumbledore y le movía algo además de la valentía: el amor por Hermione que era por entonces toda su ilusión. Necesitaba más que sólo impulso y aún más que sólo decisión. Y la ilusión de entonces, quién sabe si sería la misma ahora.

/o/o/o/

—Podríamos muy bien firmar el documento con la autorización de Romeo Wolkenveldt, no por nada será nuestro futuro nuevo Ministro. —Pansy tomaba nota lo más rápido que podía en aquella reunión de jefes, Padma la presidía con gran seriedad y con franca supremacía, cosa que a Pansy siempre causaba gracia, después de todo diez o quince años antes, aquello habría sido un sueño para la Patil; así que Pansy no podía evitar divertirse mucho con la actitud de los nuevos ricos, que en muchas muchas ocasiones, se deslumbraban con muy poco en realidad.

—Padma, ¿qué pasa si no se vuelve nuestro futuro nuevo Ministro? —Se atrevió a preguntar con la cara pegada a sus notas, sin alzar la mirada porque no fuera a vérsele la mueca de excesiva seguridad, Agatha Ross, compañera que dirigía los aspectos comerciales de la oficina del Ministerio Inglés en España, asintió al comentario de Parkinson con seriedad e incluso se atrevió y con entereza añadió.

—Pienso como Pansy, esperar que las decisiones de un prospecto a Ministro sean las del Ministro futuro, es arriesgar demasiado, tendríamos que estar trabajando codo a codo con cada prospecto al puesto, mostrándoles los nuevos pactos con los muggles y buscando no sólo la aprobación, sino también la consideración de estos proyectos como verdaderos avances del mundo mágico, Padma. —Pansy adoraba cuando Agatha le respaldaba con argumentos tan poderosos, tenía una forma muy clara y firme de decir las cosas, Padma asintió y volvió a sentarse en su silla a merced de las miradas de los otros presentes, después de todo, aunque sus ideas fueran claras y definitivas, también era capaz de distinguir cuando sus argumentos no eran tan buenos como los de los demás; la sala estaba muy iluminada y en sus rostros había mucha seriedad, estaban invadidos por una solemnidad firme, Pansy seguía tomando nota de cada comentario, porque después de todo era ella la secretaria de la reunión y necesitaba tener el acta completa del evento, no fueran a tomar una decisión importante que luego se quedara al aire por no estar en el documento.

—Comparto sus inquietudes y sé que no podemos poner nuestras esperanzas enteras en un solo prospecto, pero Wolkenveldt es la mejor carta que tiene por ahora el Ministerio, es una garantía de que se conservarán todos y cada uno de los programas instaurados, no podemos esperar más que crecimiento y éxito para todos aquí, si él logra el puesto. —Pansy se quedó mirando por la ventana un momento, parecía como si hubiera perdido el hilo de la reunión, pero lo cierto es que había tenido un intempestivo momento de nostalgia.

—Hablando de puestos, Padma, se va a liberar pronto mi similar en la embajada rusa, es necesario que busques a brevedad quién va a cubrir el espacio. —Dimitri Vólkov alzó la voz con su acento poderoso y una mirada de Pansy dirigida de nueva cuenta a la hoja donde escribía, tuvo que detenerse con violencia cuando los ojos de Padma se le clavaron encima, la sonrisa de su jefa se volvió amplia mientras le miraba y sintió un dejo de miedo al ver esa felicidad que no podía compartir.

—Tengo a alguien ya en mente. —Padma volvió a sus anotaciones y la reunión volvió a su cauce también, Pansy seguía tomando nota, trabajando en no perder nada de lo que estaban diciendo, pero con la cabeza bien enfocada en aquella mirada de Padma, cuando acabó la reunión, recogió sus cosas y salió corriendo tras la Patil, dispuesta a saber qué había significado aquel rostro. —No tienes que preguntarlo, voy a sugerir tu nombre para ese puesto, Rusia te va a abrir más puertas de las que crees.

—Padma, no voy a irme a Rusia. —Sentenció con seguridad, Padma le miró seria, revisando sus facciones, analizando porqué la negativa de ahora; suspiró y siguió caminando hasta que estuvieron dentro de su oficina, una vez tras su escritorio, Padma preguntó lo que le tenía preocupada.

—¿Por qué no te vas a ir a Rusia? —Pansy miró a otro lado porque no soportaba mirarla directamente, no soportaba la posibilidad de que leyera en sus ojos que no tenía una razón precisa, que sólo estaba hablando a partir de un supuesto. —¿Qué está ocurriendo, Pansy?

—No voy a irme a Rusia. —Volvió a decir, fuerte y claro, Padma que tenía en la mano un abrecartas, lo azotó contra el escritorio con exasperación, haciendo que Pansy se tronara los dedos de las manos con nerviosismo.

—¡No puedes sólo decir que no!... acabas de terminar con Draco en muy malos términos, te han reconocido en tus avances en tu oficina, ¡estás posicionada como uno de los mejores elementos actuales del Ministerio entero!... Rusia para ti sería la puerta para un puesto mejor en menos de dos años, Pansy… y además, significaría que te despejaras de todo lo que pasa aquí, empezar de nuevo, liberarte de muchas cosas. —Lo sabía, todo lo que le estaba diciendo lo sabía, estaba completamente consciente de que significaría un gran avance en su carrera y quizá el trampolín que necesitaba para volverse la mujer poderosa que tanto ansiaba.

—No quiero irme a Rusia, no ahora. —Murmuró con el ceño fruncido, no sabía por qué lo decía, pero sí lo que tenía más en su cabeza ahora: Hermione; Padma bajó la cara, respiró profundo, y volvió a sujetar el abrecartas como si se resignara a que existía y lo tenía delante, volvió a ver a Pansy a los ojos y se sostuvieron la mirada un rato.

—No sé qué tienes en mente, Pansy… no sé qué está pasando… pero piénsalo, no es algo que ocurrirá mañana o pasado, es de tiempo, lo sabes… valóralo. —Pansy hubiera querido decir que sí, aceptarlo, pero mejor se quedó callada y asintió, se puso de pie y salió de ahí, regresó a su oficina sólo a dejar sus cosas, tomó su chaqueta y salió de ahí a paso rápido.

Tenía que ir a comprar una cena.

/o/o/o/

—Ahí está. —Exclamó la rubia señalando con un dedo casi acusador, pero con una gran sonrisa de victoria en el rostro, Hermione entonces se miró donde señalaba, en el costado derecho del cuerpo, ahí donde la cintura de su pijama había dejado una suave marca sobre la piel ya apenas hinchada un poco. —Parece un enebro.

—¿Un qué? —Tiró de su cintura hacia el frente para poder verla reflejada en el espejo, que había hecho venir desde su habitación, al momento distinguió lo que Luna había nombrado enebro y que nada tenía que ver con uno, la forma que había adquirido la mancha en su costado era la de una mariposa, tan pequeña que podría caber en la palma de su dedo pulgar, no obstante era hermosa; las alas apenas abiertas, una por sobre su cabeza inclinada, las antenas como dos hilillos inclinados, una curiosidad que habría pasado por un bonito tatuaje. —Es una mariposa.

La contempló en silencio un rato, convencida de que era la cosa más rara del mundo el tener una mariposa en su cuerpo, pues nada le significaba, habría creído que como en el caso de Luna, su marca sería algo relacionado a su patronus, pero no, estaba frente a frente con una mariposa de tornasolada textura; por irónico que aquello pareciera, le gustaba verla ahí, la sentía propia, como si siempre hubiera estado ahí y no fuera una particular forma de decir que su cuerpo y su cabeza estaban siendo presas de los efectos de algún agente extraño. Se sonrió mientras deslizaba sus dedos por aquella figura, se sentía, de pronto y sin saber por qué, incluso sensual, como si aquello la hiciera más bonita, más perfecta, menos tímida.

—Sueño. —Luna bostezó a su espalda y entonces recordó que estaba ahí, se volvió a mirarla y la encontró durmiéndose con la cabeza apoyada en la alfombra.

—Anda Luna, vuelve a casa, bebe algo de poción y descansa, mañana volveremos a hablar, hoy has hecho mucho por mí y por las tres… gracias. —Mientras le decía aquello la ayudaba a volver a su habitación, a punta de varita la elevó un poco, apenas lo necesario para guiarla a su cama, Luna asintió sin más fuerzas que para aceptar lo que le decían y cuando la conexión por chimenea se cortó, Hermione se encontró en casa sola.

Ahora que tenía la marca encima seguramente debería hablarle de ella y su significado a Pansy, aunque estaba con la duda clavada en la cabeza de si la Slytherin no conocería ya lo de los efectos secundarios de la poción; inclinada a creer que Pansy lo sabía pero lo ocultaba por conveniencia, se reclinó en su asiento y se dedicó a rozar con sus dedos aquella marca mágica, deslizando la yema de sus dedos poco a poco por ella, pensando y volviendo a pensar en lo que significaría que pasara el efecto de la poción; ¿se sentiría peor por lo ocurrido con Pansy?, ¿se le irían por completo las ganas de esperar y tener calma y sería reemplazadas por una furia y un odio asesinos que le harían ir a buscarla y ponerle una paliza a punta de varita?

Desinhibición. Había algo que la palabra misma que le quitaba más sueño que el beso mismo de Pansy: comportarse desinhibida, es quitarse las ataduras, es ser desenvuelta y espontánea, no es fingir, no es delirar y engañarse, es ser uno mismo sin máscaras, sin recato; eso era lo que le tenía nerviosa, que a final de cuentas con efecto o sin efecto, quizá en el fondo era ella la que besaba a Pansy, era un deseo real que sentía pero que en otras condiciones no realizaría. La poción le había permitido hacerlo. Se restregó la cara con las manos frustrada y muy nerviosa, si Pansy era tan seria como se suponía que era, ya no debía tardar y traería consigo la cena.

Y volverían a donde estaban… ¿o no?

/o/o/o/

—¡Pansy, querida! —La señora Assadi levantó sus manos de su delantal donde las había estado secando y fue directa a tomarle por las mejillas sonriendo, Pansy detestaba aquel gesto confianzudo viniendo de cualquiera, menos de esa mujer; estaba en el restaurante de la familia Assadi, a donde solía ir a cenar con su padre cuando su madre salía rumbo a Rusia, ahí comían de todo un poco y siempre, siempre salían contentos, emocionados. —¿Qué puedo hacer por ti, mi niña?

—¿Le gratin dauphinois? —Su francés era vergonzoso, arrancaba risas de cualquier mesero, pero aquella mujer lejos de burlarse, le correía la pronunciación sin decir nada, haciéndola que lo repitiera una y otra vez y marcándole los errores con miradas fijas y alzas de cejas que eran más divertidas que prohibitivas. —Nunca aprenderé.

—Lo harás, lo harás… no hay nada, absolutamente nada, mi niña, que uno no pueda aprender y mejorar. —Le miraba sonriendo y Pansy asintió, a su pedido añadió más comida, todo siempre en doble ración y tanta que en realidad parecía que fueran a comer otras seis personas con ella; pidió crepas, pidió caracoles, mejillones, ancas de rana, ¡de todo!, porque quería que fuera una gran cena. —Estás contenta, mi niña… ¡como hace tiempo no te veía!

—Lo estoy… en verdad lo estoy. —Dijo tomando todo su pedido, que se aseguró tuviera su buena ración de pan con ajo y justo cuando ya se iba de ahí contenta y emocionada, se regresó corriendo. —Vino, me falta un buen vino tinto. —Exclamó sonriendo y cuando le dieron la botella se fue más contenta que nunca, más emocionada y sí… muy ilusionada también.