Gracias a quienes leen, lo agradezco como no tienen una idea, de verdad... la historia se vio inmiscuida en uno de mis a veces recurrentes bloqueos, lo lamento, mas garantizo que no la dejaré botada...
Agradezco sus lecturas y comentarios si los amerita, pero más que nada agradezco el tiempo que me regalen, el que dediquen a este, uno de mis muchos hijos, uno de los más queridos...
Ojalá puedan seguir aquí, pese al tiempo que le tuve en pause.
Dedicado a con muchísimo amor a dos personitas en mi vida, que este mes, julio han elegido para dejarme más frágil que nunca, una es mi adorada Conchita, mi abue... cómo me falta, Conchita... en serio, "dicen que al morir todas las verdades serán reveladas"... ¿lo sabe, verdad?... la amo profundamente...
Y para mi cosito, mi pequeñito que me acaba de dejar, Terry, hermoso, siempre supiste lo que había y lo adoraste... sólo tú hubieras sido capaz de amar lo que había como si hubiera cinco veces más...
Gracias.
A quienes leen, un abrazo descomunal, Gracias también.
Something fine built to last
Estaba resultando lento, demasiado, tortuoso y delicioso a la par, y es que recordaba previos con Draco que habrían hecho marearse a un corredor de escobas profesional; en alguna ocasión incluso habían sido tan directos que aún tenía marcas para recordarlo, pero aunque dentro sentía una boca enorme que quería morder y desagarrar de la desesperación, también sentía en su bajo vientre una tibieza en aumento que nunca había sentido, como una lenta implosión que iba estrujándola con una hermosa sensualidad; volvió a besarla, era, si debía confesarlo, algo adictivo hacerlo, sentir aquella tersa superficie suave y tibia de sus labios, estrujarlos con los suyos dejando de vez en cuando escapar una exhalación que enfriaba momentáneamente el área, para luego sentirla de nuevo tibiarse, calentarse, hervir.
Un poco, sólo un poco, permitió a su pecho descender sobre el de Hermione, sentirla por sobre la tela de sus ropas y fue asfixiante, la vibrante necesidad que tenía dentro le traicionó y se atrevió a morder aquella boca mientras intentaba abarcarla toda, la castaña berreó quizá de dolor o sólo de sorpresa; pero fue el berreo del cachorrillo al que mueves mientras duerme y vuelve a acomodarse y hasta siente el movimiento como una caricia, el berreo del ser impedido para decir que está disfrutando y aquello le saca de concentración, un reniego de que está ocupado y no quiere que le saquen de su ensimismamiento; Pansy recordó a la Hermione bajo la regadera y algo dentro se le encendió como una llamarada, un fogonazo, de pronto necesitaba tocar más y se removió contra ella con fuerza, queriendo que a puro roce se le desaparecieran las prendas, incluso intentó por medio de magia hacerlas esfumarse, pero no, se detuvo un segundo antes de lograrlo porque un miedo fugaz la detuvo y la concentró en otra cosa.
Dejó que sus uñas pasearan por debajo del suéter a rayas incorporándose un poco para darle respiro a Granger, los llevó con gentileza, soltándolos para que inspeccionaran y que acariciaran los costados de Hermione como se le quita la correa a una mascota ansiosa, era una exploración decisiva, reconocer terreno para dominarlo, sobrevolar la piel suave y gentil, ¿inexplorada?, no, sabía que la habían tocado antes, lo sentía en esa lenta respuesta, cadenciosa y fuerte del cuerpo de la castaña, que aunque respiraba pesado cada vez más excitada, se sabía, sólo con sentirla, que no era la primera vez que le abordaban, pero sí que le abordaban así; se sonrió sin poderlo contener aun besándola y supo que Hermione se había cimbrado con ese gesto, pero no le importó, se sonrió más amplio si es que se podía y buscó morder de nueva cuenta, pellizcar con sus uñas el nacimiento de la cadera de la castaña que se estremeció y llevó sus manos, casi torpes e infantiles por su costado, estrujando la ropa con fuerza, sujetándola con violencia como si se le fuera a escapar de un momento a otro.
Abrió los ojos para contemplarla todavía sonriendo, y encontró aquellos también abiertos y fijos en ella, analizándola, evaluando sus gestos, sintió un bochorno y la sonrisa se le fue de la boca, pero no podía dejar de mirarla como tampoco podía dejar de deslizar sus dedos por el borde de su cintura, ahora en una caricia más calmada, menos invasiva y atrevida; mirándola así, con los ojos abiertos y el sonrojo encima, volvió a besarla, un beso húmedo, ruidoso, voluptuoso que tenía toda la intención de sonrojar a la castaña, Hermione no cerró los ojos, le observaba, seria, cohibida pero firme, comprendió que se estaban retando, era una lucha de resistencia; respiró profundo sin cerrar los ojos y deslizó su mano por debajo de Granger para estrujarla contra sí en un movimiento torpe y acelerado, apenas despegó un poco su boca de la de ella para relamerse los labios y mordérselos, la ex Gryffindor le observaba como hipnotizada pasando a momentos su mirada temblorosa por la superficie de su rostro como si recién lo viera y con la boca roja como una grana, Pansy tragó saliva y dijo lo primero que se le vino a la cabeza.
—Te gusta mirar, eh, Granger. —Le sonó tan jodidamente petulante que esperaba que la mujer bajo ella enfureciera y le diera por lo menos dos bofetadas, ya se veía venir el empujón, el hechizo repelente, los gritos, los aspavientos y berrinches de la cerebrito mientras la entrepierna se le enfriaba y la comida francesa acababa en el bote de basura, su calentura en el desagüe y Granger en su cama con las piernas de fideo; pero Hermione le sostuvo la mirada, como si analizara su sonrisa, seria, serena, y luego llevó su mano a su rostro, encajando aquella palma tibia contra su mejilla como si hubieran nacido para embonar siempre, ese roce la hizo cerrar los ojos un instante sintiendo a conciencia aquel toque, el aire que le entró entonces a los pulmones fue la más dulce que probara nunca.
—Mirarte. —Tuvo que abrir los ojos para confirmar que aquello había salido de la boca que había estado besando un momento antes, en su cuerpo fue como un temblor, como una sacudida desde dentro, Hermione se sonrojó nada más decirlo, el sonrojo de quien dice algo sin pensarlo, por sentirlo; Pansy creyó que lo más lógico ante aquel comentario habría sido perder por completo la excitación y sumergirse en un limbo de ternura, era la cosa más cursi y dulce que le había dicho nadie nunca, tal vez debía rendirse a una romántica expectación, pero no fue así, fue por el contrario lo sintió como un aliciente, volvió a inclinarse contra Hermione y a besarla de nueva cuenta sin el más mínimo remilgo, estrujando, demoliendo y esta vez las dos a ojos cerrados, ahora dejando todo su peso sobre ella, sintiéndose quizá más que antes, porque había una apasionada necesidad voraz, un añejo deseo del disfrute.
Basado en una mentira.
/o/o/o/
Millicent había pasado los últimos minutos entretenida intentando cargar un grueso manojo de pergaminos que tenía que hacer llegar a Pansy, sosteniendo su taza de café y empeñada en cerrar la puerta, empezaba a sudar la gota gorda y a ponerse en serio de muy mal humor; cuando vio llegar una lechuza urgente de plumaje muy oscuro y ojos amarillos sintió que era lo último que le faltaba en un día por completo de mierda, así que de muy malas pulgas, volvió a acomodarse los papeles en los brazos con un salto y siguió en su intento por cerrar, ignorando al ave que no pareció tomarlo a bien. Pudo adivinar sólo con verla que era muy urgente el mensaje que traía consigo y que no era de cualquier casa aquel avechucho, sino de alguna en serio importante, esto la hizo distraerse de lo suyo y quedarse un rato contemplándola.
Por la forma como se detuvo en el marco de la puerta, extendió las alas más de cuatro veces para lucirse y sacudió el sobre para luego volverse, la lechuza se daba el lujo de revolverse y pavonearse frente a ella, luego la miró fijamente y empezó a mover su cuello adelante y a atrás, a hacer ruidos y agitar las alas; y sí, para entonces Millicent concluyó que el dueño de aquel emplumado era además de una persona de mucho carácter, una de muy poca, poquísima paciencia (y sobrada altanería). Se llevó las llaves de la oficina a la bolsa y se volvió con la mano tendida para que le entregara el sobre, pero el ave pareció tomarlo a ofensa y dejó su sitio para sobrevolar alrededor de ella con crispación dando de alaridos que más parecían reclamos insistentes; Millicent frunció el ceño, tenía todo menos ganas de estar ahí plantada esperando a la buena voluntad de un pajarraco como aquel.
—A ver, dame acá. —Volvió a alzar el brazo libre y a intentar tomar el sobre, la lechuza se puso histérica y se le fue encima a darle de picotazos, la pobre mujer haciendo gala de una habilidad que no se adivinaría en su cuerpo fornido, se agachó tantas veces como ataques recibió, siempre usando los rollos de pergamino como arma defensora y logrando sacarle a la lechuza un par de plumas que flotaron elegantes hasta el piso casi en cámara lenta. —Ya, basta ya, ¡basta! —El ave sobrevoló el pasillo en todo lo largo y ancho y se detuvo de nueva cuenta en el marco de la puerta, mirando con seriedad a un sujeto que pasó del otro lado del pasillo e ignorando la petición repetida de la mujer delante suyo, entonces empezó a sacudirse el plumaje, siempre mirándola con sus enormes ojos amarillos y analizándola de pe a pa; Millicent tronó, estaba cansada, cargada de cosas y de malas pulgas, así que cerró de una vez con un movimiento de varita brusco y exhausto y echó a caminar lejos de aquel lugar.
Más tardó ella en dar dos pasos lejos de la puerta, que la lechuza en dejarle caer sobre la cabeza el sobre y ponerse a dar de chillidos como si ella se lo hubiera arrebatado del pico o como si al fin hubiera desistido y lo entregara sólo porque era urgente, no porque le cayera bien; Bulstrode volteó los ojos y miró al ave con mala leche, si fuera su decisión, ahora mismo la estaría desplumando y la prepararía para comérsela con patatas. Pero la letra del sobre la hizo dudar, porque conocía ese mismo tipo de rasgos de otro lugar, para ser más precisos, de casa de los Parkinson y una lechuza nocturna, urgente, para Pansy… no era para nada una cosa buena.
Abrió aquel sobre con premura aun cuando específicamente la rúbrica decía ser personal e ir dirigido a su compañera de toda la vida, pero lo que había dentro ameritaba que se saltara reglas de etiqueta y todo lo demás; convencida de que no tenía más remedio que intervenir e ir ella misma a buscar a Pansy, donde quiera que estuviera a fin de no darle ningún disgusto a la pobre señora que tenía por madre, echó a andar decididamente. La lechuza se quedó ahí, más bien preocupada, pero nadie le hizo ya caso, porque era tarde y la oficina estaba casi vacía.
Muy vacía.
/o/o/o/
Anidó sobre ella y la recibió con beneplácito, se atrevió a besarle de nueva cuenta, sentir su labio inferior entre los suyos y el aliento caliente que le salía por la nariz acariciándole la mejilla, la cercanía venenosa de su cuerpo y los latidos de su corazón llenándole las orejas desde muy adentro; quiso subir la pierna izquierda un poco y pudo con torpeza afianzar con ella la de Pansy encima suyo, el roce del pantalón contra la pantorrilla de Parkinson causó un estertor y ambas se separaron apenas lo suficiente para tomar nuevo aliento, buscó con su mano aprisionar aquella cabeza y entrelazó los dedos entre la mata de cabello oscuro, era sedoso, delgado y brillante y lo podía sentir entre los dedos suave cuando se le escapaba y lo revolvía, mientras Pansy llevaba ambas manos por su cintura en escalada presurosa, sus manos tersas contra la piel caliente de su cuerpo, sus dedos seguros delineando la forma de su abdomen, uno de ellos entretenido en el hueco alargado de su ombligo la obligó a incorporarse un poco comiéndole la boca, bajando su mano desde aquella cabeza hasta la mesa frente al sillón en un intento de tener apoyo.
Pansy volvió a morderle la boca introduciendo luego su lengua húmeda y voluptuosa entre sus labios para devorarla, accedió a jugar lengua con lengua y con la saliva que compartían sintió también su vientre extenderse y su intimidad mojarse; la lengua de Pansy, como la serpiente que era jugueteaba dentro, ondulándose sobre la suya, acariciando los rincones a plenitud, encendiéndole en el cuerpo una hoguera que jamás había sentido, que le era desconocida. Su mano libre golpeó la mesa, las esferas metálicas que servían de adorno se salieron del platón que las resguardaba y rodaron reflejando esos dos cuerpos trenzados y jadeantes al ir suelo abajo, y sin saber por qué, Hermione desesperó, agarró fuerza del candor hirviente en su vientre y poniendo ambas manos en el pecho de Pansy mientras está le alzaba el suéter para sacárselo, la empujó hasta darle vuelta y tirarla al suelo, en el espacio reducido entre la mesa y el sillón; Pansy dio un alarido a medias, porque su cabeza se había estrellado de lleno con el borde de la mesilla de centro, pero Hermione la dejó callada al alzar los brazos y sacarse el suéter.
Le cumplió el sueño y la Parkinson se tragó la molestia y el dolor de un golpe.
Ahí, frente a aquellos ojos verdosos estaba Hermione Granger, sin suéter ni más prenda que la respiración agitada, la boca encendida como a fuego, el cuerpo delgado y grácil y un sostén negro que le ocultaba los senos turgentes; la prenda parecía resplandecer en la luz intensa de la habitación y Pansy, con la cabeza retumbando como un gong, no podía dejar de contemplarla y sentir que se le encogía el estómago.
A Hermione aquello le dio nervio, respirando pesado y abochornada tuvo una fugaz sensación de lucidez y pensó en el peso de sus actos, en las consecuencias de ese desliz emocional, casi despertó su conciencia por completo cuando la mano de Pansy le sujetó del centro del sostén tirando de ella con una fuerza aterradora, sólo para estrellarla de nueva cuenta contra su boca, en un beso que volvió a borrar todo temor de encima de su cuerpo, en una caricia húmeda que le erizó la piel de la nuca a donde fue a parar la otra extremidad verde para aprisionarla más y le humedeció por completo el centro de su cuerpo; mientras la besaba y ella apoyaba sus manos a los lados del cuerpo de Pansy, ignorando el borde de la mesa incrustado a su hombro, la sintió desabotonarse la blusa, no lo había pedido, pero lo había estado deseando y supo que Pansy le quería cumplir un sueño a ella ahora.
La sintió incorporarse un poco para deshacerse de la blusa, luego Parkinson la estrujó contra su pecho y sintió con regocijo la superficie aterciopelada de su piel contra la suya, fresca casi fría, pero al momento de contacto ambas hirvientes de necesidad, los labios de Pansy dejaron su boca y se escaparon en corretiza por su mejilla dejando el rastro de un caracol hacia su oreja, aquella lengua se deslizó por su lóbulo con una cadencia que la hizo pensar que iba a orinarse, pero no era eso, era demasiada la temperatura en la parte baja de su cuerpo que se derretía; la humedad que le estaba regalando toda aquella sesión desenfrenada de roces y caricias la tenía azorada, sorprendida de la capacidad sensitiva de su cuerpo, de sus tobillos de gelatina al ser rozados por la punta del pie de Parkinson, de el estremecimiento cada vez que con un movimiento rápido y torpe, Pansy presionaba su vientre contra el suyo, rozando con la protuberancia de su cadera su costado, volviéndose loca a cada desordenado golpe de cuerpo, de calor, de existencia.
Con la cabeza vuelta de lado, dejó que su torso se frotara contra el de la ex Slytherin que se estremecía y gemía suave y sutil contra su oído, abrió los ojos cuando sintió que le lamía el cuello con una suavidad pasmosa y miró en el suelo una de las esferas brillantes, que las reflejaba, la mano de Pansy estrujaba su espalda, su costado, subía de pronto por el vientre y se alojaba en el borde de su seno, presionando con su mano sobre la tela negra elegantísima y dejando que un dedo traveseara con el borde de su pezón, haciéndole emitir un gemido.
Sintió un bombazo de calor cuando sus ojos se clavaron en la superficie plateada y brillante del adorno redondo sobre el piso, verse a sí misma en aquel preámbulo sexual con Pansy la excitó tanto que sintió que le iba a reventar la cabeza, era sofocante y necesitó apretarse más contra la morena, que le recibió de buen grado llevando su boca por la forma de su clavícula y sus manos por el borde de su pantalón hasta desabotonarlo, hasta bajarlo apenas lo suficiente para que asomara del todo el espacio de su ombligo y los bordes rabiosos de su cadera, abajo, el muslo de Pansy se restregó contra su entrepierna y necesito contener el temblor que la sobrevino a ojos cerrados para luego volver a abrirlos entornados y perdidos, orgasmo o no, aquello lo estaba disfrutando demasiado y ese roce, ese acercamiento de su muslo sobre su sexo, había resultado más placentero que los últimos dos encuentros con Ron, o más.
Los ojos de Hermione seguían enfocados en aquella escena erótica de la que le parecía mentira ser protagonista, pudo verse el sonrojo de aquel primer y precario orgasmo, uno tan rápido, fugaz e inocente, casi infantil que Pansy ni siquiera lo había notado, mientras recuperaba el aliento restregando con sus piernas las de Parkinson y buscando así satisfacer tanta hambre de contacto, sus ojos clavados en el reflejo que la decoración redonda le ofrecía miraron algo curioso:
No tenía la mariposa.
La respiración acelerada se le incrementó más si era posible y la saliva se esfumó de su boca mientras le cuerpo volvía a tensársele, Pansy había empezado a susurrar algo a su oído que no había alcanzado a entender y llevó su mano a aquella mejilla, acariciando apenas con la punta de sus dedos, impresionada de que no hubiera marca pero sintiera tanta hambre ya, tanto deseo de nuevo pese al brevísimo ocaso anterior.
—¿Perdón? —Preguntó mientras Pansy le besaba de nueva cuenta los labios hinchados de tanto y le metía las manos por la parte de atrás de los jeans, deslizando sus largas y cuidadas uñas por sus nalgas que se erizaron por aquella atrevida libertad suya, acariciándole con necesidad furiosa, incorporándose ambas hasta quedar frente a frente con un gemido atormentado de ansiedad; Hermione, cerrando los ojos para sentir su pecho contra el de ella mientras quedaban cara a cara, se estremeció al sentir cómo estrujaba su trasero con un deseo que le parecía imposible.
—Por favor… déjame hacerlo. —Aspiraba más que hablar, sonaba más a suspiro o a exhalación exhausta que a voz, Pansy volvió a introducir las manos casi hasta las muñecas, le imploraba a media voz, suplicante; Hermione tembló porque sentía su boca contra el rostro y sus manos firmes aferradas a ella, con la fiereza de quien teme perder algo muy valioso, la boca de Pansy descendió a su pecho rápida y experta y depositó un montón de húmedos y sensuales besos en el nacimiento de sus senos, subiendo a sus hombros, jugueteando con el tirante de la única prenda que le impedía comérsela ahora mismo; pensó en la ausencia de la mariposa, pensó en lo que significaba pero cuando volvió su cara hacia la de Parkinson y dejó a sus manos revolotear por sus costados y espalda, buscando más cercanía entre las dos, se dio cuenta que si había marca o no había, ya muy poco le importaba.
/o/o/o/
—¿Hacer qué? —Deslizó su nariz por aquel cuello de regreso hacia la boca, y depositó una suave y larga succión bajo la oreja perfecta que tenía delante, ronroneo cuando la pregunta le llenó el pecho, la voz con que había surgido era aterciopelada, de quien no está usando ya la razón, la inteligencia, sino sólo la libido para pensar; se cercioró de dejar pasar un rato, uno largo en que permitió a sus manos deslizarse abajo hasta el origen de los muslos de Hermione mientras bajaba aquel pantalón que le estaba robando la cordura, permitió que sus dientes mordieran casi con fiereza el cuello de la castaña que se atragantó antes de repetir. —¿Qué?
—Déjame hacértelo. —Murmuró a su oído y se oyó a sí misma tan sensual y excitada que se le aumentó la humedad en las bragas, mientras dejaba a su boca mojada de ambas salivas humedecerle el borde superior de la oreja, Hermione se arqueó un poco hacia atrás cuando la sintió bajar el pantalón y las piernas le traicionaron con el movimiento, porque se vino de lado contra el sillón; pecho sobre pecho, dejó a sus senos en aquella posición deslizarse contra la tela sedosa y picante del sostén de Hermione, mientras ésta jadeaba pesado.
—¿Por qué? —Preguntó Hermione entrecortada llevando sus manos al broche de la prenda que le separaba del busto erecto de excitación de Parkinson, la morena sonrió contra la boca de Hermione cuando la besó antes de contestarle con una socarronería descarada, subiendo su mano derecha desde su muslo, acariciándole la cadera, brincando la tela ligera de sus pantys empapadas ya, hacia el borde frontal de estas para deslizarse dentro, para dejar a dos de sus dedos empezar a entrar sin previo aviso, más que su sonrisa malvada.
—¿Por favor? —Masculló como los niños cuando no saben qué contestar y dicen la frase estrella, que permite abrir cualquier puerta, obtener cualquier cosa, derribar cualquier muro.
Hermione contuvo la respiración y abrió los ojos como platos al sentir aquella intromisión y del espasmo desabrochó la prenda con la que tenía un rato jugando sin decidirse, Pansy ahuecó su vientre un poco para dejar que ésta se deslizara camino abajo entre las dos, sin dejar de deslizar muy lento, demasiado lento, sus dedos hacia el espacio entre las piernas de Hermione, por dentro de la ropa interior; la castaña contuvo la respiración y se mordió los labios con las mejillas prendidas en carmín, Pansy supo que no había visto cosa semejante antes y que Ron nunca, jamás, había hecho algo similar, prodigado una caricia tan atrevida y sagaz y eso la alentó más si es que era posible, cuando sintió aquella tibia y acuosa humedad, supo que no había marcha atrás y por un breve momento recordó que había mentido sobre la mariposa.
Pero a estas alturas ninguna importaba tanto como la que tenía en la mano y con la delicadeza con que se acaricia un ave recién nacida deslizó sus dedos por los bordes muy lento, mientras inclinándose un poco buscaba la cara de Hermione para besarla de nuevo, para besarla profundo y suave, mientras sus pechos desnudos se oprimían contra la suave aspereza del brassiere de la castaña, y Hermione, la boca abierta y el aliento congelado en la garganta, se le deshacía contra el cuerpo como la mantequilla tibia sobre el pan recién horneado; mientras sus dedos reconocían la suavidad de Hermione con algo más de firmeza, dejó que sus pezones se rozaran con los de ella, sintiendo un escalofrío olímpico que la hizo estremecerse y sonreír, Granger había empezado a gemir de boca abierta contra los labios de Pansy, que se estrechó contra su cuerpo ahí contra el sillón.
La fresca tibieza de su boca contrastaba con el salvaje incendió que tenía dentro y mientras su índice entraba temeroso en ella, buscando el suave borde de su clítoris, su lengua le prodigaba caricias decididas, haciéndola temblar; ambas temblaban y aquello la hizo sonreír más.
—Pansy. —Exclamó ahogada y sometida, desesperada como el salto imprevisto de una rana entre las manos, contra su mejilla llenándole el oído y decidió entrar de nuevo con su índice ahora que su medio había encontrado la protuberancia que buscaba y la tenía apenas presionada, suave, cuidadoso; presionar un poco con su pecho, mojada también ella, latiente de emoción.
—¿Así? —Preguntó pegada a su oreja en un susurro voluptuoso, Hermione intentó asentir pero no podía dejar de temblar, Pansy seguía concentrada en hacerla sentir, en esa vibración que le sentía venir como el agua que se acerca al grifo cuando se abre la llave; dos golpes fuertes sonaron en la puerta, pero no le hizo caso, siguió concentrada en lo suyo, deslizando con cuidado un poco su dedo medio sobre el botón de encendido de Hermione, ganándose una sacudida violenta de sus piernas de gelatina, que ahora parecían serlo más.
—¡Pansy! —Se presionó contra ella, las manos tensas a su alrededor intentando asirse de su cuerpo que transpiraba, le besó el cuello con fuerza y volvió a relamarse de excitación, dos golpes más en la puerta, algo le sacudió por dentro, pero no dejó de presionar y acariciar, Hermione estaba sometida por completo y no quería perderse de ello, no podía; volvió su boca a la de la castaña e incrementó la intensidad de sus caricias, porque venía lo que estaba buscando, estaba aquí, podía sentirlo y necesitaba que ocurriera, Hermione lo necesitaba, ella moría por lograrlo y un dedo más le ayudó a estar más cerca cuando lo deslizó un poco más, ahora adentro; y dos toquidos más en la puerta no la iban a detener. —¡P-Pansy! —Las manos de Hermione estaban descontroladas, una se había vuelto a la orilla del sillón y se sujetaba con fuerza tremenda, pero la otra estrujaba el costado de Pansy sin saber si sujetarse, dar palmadas o qué hacer, hasta que quedó fija a su piel, denotando un esfuerzo contenido que se venía abajo después, pletórico, perfecto.
Fue una sacudida, un estertor lánguido y absoluto, la transpiración en el cuerpo entero de Hermione, pantalón a media pierna y ojos cerrados, cuello extendido y rostro al techo, tenía el aroma del éxito y aunque ella aún no lograra obtener lo mismo, sintió como si lo hubiera logrado hacía tiempo y volvió a besar aquella boca largamente, hambrienta, prolongando la sensación de placer que inundaba a la ex Gryffindor, estaba tan consumida por el deseo que retiró la mano de la entrepierna de aquella y la llevó por aquella cintura, por aquel vientre firme y siguió acariciándola, mientras la miraba consumirse.
Le besó, largo, tendido, deseó comerla más, más y más y prolongar aquella cena eternamente, cuando escuchó el grito del otro lado de la puerta.
—¡Pansy, sé que estás aquí, es una emergencia! —Era Millicent y tardó más de lo debido en entender lo que pasaba, Hermione seguía confundida, en la bruma post-orgasmo que no deja saber bien absolutamente nada, pero empezaba a desperezarse y se sintió peor que nunca.
¿Es que la regla era interrumpirlas siempre, en el mejor de los momentos?
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Es la sensación de haber estado rozando la penumbra de la muerte y despertar con el espasmo de quien es arrebatado por las garras dulces de un sueño desesperado, la insoportable realidad de que cada centímetro del cuerpo existe, siente, como si cada uno fuese una boca hambrienta que clama por vivir, por realizarse; podría confundirse con dolor, pero el dolor no sacude cada fibra nerviosa con esa intensidad, ni enciende las células que componen todo el cuerpo como las luces de un árbol de Navidad, haciéndolas infinitamente sensibles y esponjándolas como motas de algodón que surcan el firmamento.
Se sacudió desde dentro dos, tres veces, volvió a sacudirse recuperando el habla, la capacidad de respirar agitado y la voluntad de hablar, de nuevo, el vacío que le crecía dentro no podía contenerlo, el estremecimiento que se devoraba su cuerpo estaba asfixiándola deliciosa y cruelmente, la suave y arrobadora delicadeza con que cada nervio estaba pasando de la tensión más horrorosa a la relajación más increíblemente placentera amenazaba con volverla loca; y entonces escuchó en algún rincón del mundo que llamaban a la puerta, tragó saliva y abrió los ojos buscando con su mano extrañada el cuerpo de Pansy, que se había quedado fija mirando al frente, atenta como el perrillo que olfatea a su amo a la distancia. Pero ella era su amo, ella lo era y no podía concebir que olisqueara en otra dirección.
—Pansy… —Masculló llevando su mano hasta la de ella y mirándole los ojos alertas y lejanos de ella.
—Es Millicent. —Lo decía con una rabia en el ronquido de la voz que la asustó, temblorosa, porque si antes las piernas le parecían de fideo, ahora mismo se le figuraban más de papel de china que otra cosa. —Hija de puta… —La expresión la sacó de balance acompañada de dos toquidos fuertes más, necesitó un instante para acomodar todas las piezas de su pensamiento en su sitio, había dos cosas que no encajaban del todo: acababa de tener uno de los orgasmos más intensos de su vida, el orgasmo se lo había prodigado Pansy… y ahora Pansy parecía todo, menos dispuesta a seguir en lo que estaban.
—Ignórala. —Pidió con la voz a medias, incorporándose tanto como las piernas aguadas de todo, ¡de todo!, le permitían, llevó su mano hasta el rostro de Pansy y lo atrajo hacia el suyo, le prensó los labios entre los suyos, un beso torpe, cansado, pero Parkinson lo correspondió con el arrojo anterior, perdió el interés en lo que fuera que estuviera pasando afuera y se concentró en besarse, la mano firme de Pansy la sujetó por la cintura y la pegó a su cuerpo y entonces recordó, redescubrió el pecho desnudo de la morena y sintió que volvía a estremecerse sólo de tenerlo delante.
—¡Maldita sea, Pansy, tu madre está en San Mungo! —Una bofetada habría sido menos terrible, Pansy se safó de su boca y se puso en pie con la velocidad con que ella había hecho estallar la celda de Sirius años atrás; necesito más de diez segundos para comprender lo que Millicent había gritado y todavía cinco más para darse cuenta que a punta de varita, salida de no sé dónde, Pansy había hecho que su ropa volviera a su sitio, a excepción de los zapatos que no entendía en qué instante había perdido; fría hasta la médula, vio a la morena metida en su ropa, ir hasta la puerta y abrir sin dejar a Millicent entrar y ponerse en la puerta como una barrera.
—¡¿De qué mierda hablas?! —La escuchó gritar, le vio moverse apenas un poco, sacar un brazo a la calle, inclinar la cabeza, mover el cabello de lado a lado, y luego cerrar de un portazo furioso y desconsolado; la vio apoyar las manos en la superficie de madera, la vio pegar la cabeza contra ella, darse uno, dos, tres, cuatro golpes en la frente con los ojos cerrados y los labios apretados.
—¿Pansy? —Intentó ponerse en pie, pero si las piernas antes no les respondían ahora menos, y se descubrió con sonrojo en unas condiciones muy precarias para salir a ver a Millicent, más bien unas condiciones demasiado embarazosas y delatadoras; Pansy se dio la vuelta, volvió sobre sus pasos hasta donde Hermione estaba, se inclinó con una velocidad pasmosa y pegó su mejilla a la suya, ahora su cuerpo estaba helado, era por completo otra, parecía haberse transformado en una dura y congelada estatua de mármol.
Con los ojos cerrados, adhirió su mejilla a la suya, la sintió estremecerse en aquel gesto y sintió su boca, caliente todavía besarle la comisura y finalmente, con una duda temblorosa, decidirse y besarle los labios al completo, Hermione tenía los ojos abiertos y le descubrió un gesto preocupado, demolido; aquel fue un beso estremecedor, un beso profundo que ahogaba un gemido de desconcierto en la boca de Pansy, Hermione le acarició la línea de la barbilla y le miró sorprendida cuando se alejó, aún no abría los ojos y le leía en el rostro demasiada rabia para saber qué decirle.
—Ahora vuelvo. —Murmuró sonriendo con profundo desagrado, Hermione no supo qué más hacer que asentir sin poder decir más, Pansy suspiró. —Ya puedes decir que además de besarte te he hecho otras cosas. —Intentaba, con la voz temblorosa y molesta darle al asunto el sentido mordaz que su orgullo necesitaba dejar en claro, pero Hermione adivinaba más pena en esta separación que otra cosa y asintió sonriendo con el sonrojo hasta la raíz del pelo; Pansy frunció la boca y aún le dejó otro beso largo y plastoso, para luego salir de la casa dando un portazo, que de agresivo tenía horrores pero parecía más amenaza contra Millicent afuera que contra Granger adentro.
Sola, fría a más no poder y confundida tras semejante sesión con Pansy, Hermione se descubrió recordando que habían sido interrumpidas también antes y que Harry había dicho algo muy cierto ya entonces: Pansy es de las personas que siempre quieren algo, y generalmente lo consiguen, a la buena o a la mala. Suspiró con amargura y cerró los ojos desencajada, todavía le parecía mentira que las cosas terminaran así y la frase dicha por Harry sólo le llenaba la cabeza de la sensación de haber sido perversa y arrogantemente manipulada por la verde.
Se reclinó contra el sillón, respiró profundo y se deslizó los dedos sobre el sitio en que tendría que haber estado la marca, mientras más minutos pasaban, más se daba cuenta que había perdido hacía mucho el efecto de la poción, que con ello tendría que haber vuelto la cordura, no había pretextos para seguir estando desinhibida, porque no, ya no lo estaba, no por la poción al menos; si ahora estaba todavía desinhibida o bien, si no tenía encima ningún otro velo no era por efecto mágico o de un remedio, sino como mero producto de los ojos, los labios, las manos de Pansy; se descubrió tras haber cruzado una línea muy peligrosa y muy gruesa, metida en un problema de tamaño mayúsculo, quizá el peor al que se le había ocurrido meter las narices.
Suspiró casi en un sollozo y se llevó las manos a la cabeza, a revolverse la trenza que minutos antes Pansy casi había deshecho, y a pesar de todo el abrumador terror que sentía, sólo podía pensar en que Parkinson se había marchado, se habían quedado a medias y todo porque algo le había ocurrido a su madre. ¿Sería bueno ir, para ver qué pasaba con la Sra. Parkinson?, ahora tal vez tendría que ir a asomarse y saber qué estaba pasando, tal vez ayudar en algo…
—¡Qué locura! —Se recriminó dándose una palmada y deseando que se la tragara la tierra.
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—Sólo voy a decirlo una vez, sólo una Pansy… —Bajaban los escalones uno a uno apresuradas, en una fila, Pansy detrás de Millicent con la boca sellada a piedra y lodo, miraba el piso bajo los pies de su amiga y se concentraba en hacer tronar los dedos de sus manos con una histeria propia de sus peores días, sentía al caminar la fría presencia de un encuentro interrumpido, justo ahí, metida entre sus piernas; supo perfecto lo que le iba a preguntar y prefirió hacerse la occisa avanzando sin detenerse y sin atreverse a mirarla por miedo a que le leyera todo en los labios amoratados de mordidas y las mejillas encendidas aún, seguía caminando y no parecía dispuesta a detenerse, las palabras escritas en la carta le estaban haciendo marearse… ¿o era el orgasmo contenido de minutos antes?
—Me importa un carajo lo que me quieras decir o si lo vas a decir sólo una vez o mil. —Sonaba muy molesta, sonaba muy frustrada y justo eso era lo que quería y por qué no confesárselo a sí mismas, lo que sentía; quería ahuyentar a Millicent y darse un minuto para gritar en un recodo del camino, para sacar la rabia que le estaba deshaciendo el hígado, pero no funcionó, al llegar a la puerta que daba a la calle, ésta se volvió sujetándola por el cuello y la empujó contra la pared tomándola por sorpresa, tuvo que admitir que a veces su amiga daba sorpresas y si algo en serio le interesaba, se ponía hasta agresiva para saberlo.
—¿Te estabas cogiendo a Hermione? —La pregunta fue tan ácida e impertinente que le sacó un aullido de incomodidad y le dio un manazo lo más fuerte que pudo, porque no concibió por un momento la suma de esas dos palabras incompatibles del todo:
Coger… Hermione
Sacudió el agarré de su ex compañera de casa, deseó con todas sus fuerzas estar de nuevo en el Colegio y tener las herramientas y oportunidades necesarias para meterle dos o tres hechizos en el gordo trasero, sólo en venganza por mezclarle esas dos palabras en la cabeza y peor aún, por llegar justo en el momento en que estaban pasando de palabras a acciones y sí, las había interrumpido olímpicamente; sujetó a Millicent por la muñeca y le miró a los ojos con toda la rabia que traía encima, casi escupiéndole las palabras a la cara.
—Te importa un bledo. —Murmuró mientras se aparecía junto con ella rumbo a San Mungo.
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—Harry, tienes que calmarte. —Pidió por quinta vez mirándolo ir y venir por la habitación, ya casi podía ver el desgaste en la alfombra de sus poderosas plantas yendo y viniendo sin cesar, volvió a removerse en la cama y a sentir ese mismo bochorno que decía que la poción surtía efecto y que estaba sacando toda la jodida inflamación por los poros; tuvo que volverse y sujetar un vaso del buró, estaba rebosante de hielo en cubos y se echó dos dentro de la boca para masticarlos de forma indiscriminada, aquella frescura en la boca la relajó apenas un poco. —Encontraremos la forma de que Ron no acabe como parece que acabará, siempre encontramos la forma, aunque sea un imbécil, siempre, siempre logramos ayudarlo, Harry.
—No lo entiendes, Ginny. —Masculló con los ojos brillantes de miedo y enmarcados en un par de mechones negros húmedos de nervios.
—Claro que lo entiendo… ¡estoy gorda, no idiota! —Ginny no estaba teniendo buenos días desde lo de las avispas, la poción estaba desinflándola, pero nada más, no le mejoraba para nada el humor, había tenido largas horas de delirio donde se miraba a sí misma huyendo por las mazmorras de Hogwarts de un troll de quince metros que intentaba comérsela mientras masticaba restos sanguinolentos del cuerpo de su madre. —Vamos a encontrar una solución, haremos que Ron entienda las cosas de una buena vez, así tenga que meterlo en una caja con dos hijas de Aragog y dejarlo ahí tres días… ¡y hablo en serio!
Harry pareció reventar, dio dos pasos hacia la cama y se dejó caer pesado como era en la pequeña esquina que dejaba libre las enormes piernas de Ginny, ésta trago saliva mirándolo con profunda preocupación, había algo más y no lo decía, era eso lo que lo estaba comiendo desde dentro, algo más; lo miró con suspicacia y el ojiverde le volvió una mirada debilitada y rendida, lo vio acomodarse la túnica y girarse hacia ella acomodando la rodilla sobre la cama, las manos blancas y musculosas las puso sobre su muslo bajo la manta y agarró aire. A Ginny se le erizó la piel, lo que fuera que venía, era malo.
—No estoy tan preocupado en realidad por lo que me dijo, estoy preocupado por lo que escuché después, Ginny… —tuvo que llevarse la mano derecha a la nariz y presionarse desde ahí y hacia la frente como masajeándose, con los ojos aún cerrados añadió. —… parece que se vienen cambios muy fuertes en el Ministerio, una reorganización masiva de dimensiones que nunca se han visto y más allá de eso, el cambio vendrá de manos conocidas.
—¿Te refieres al rumor del cambio de Ministro?... pero pensé que era sólo un rumor. —Ginny había oído cosas, pero no alguna concreta, se dejaban ver reuniones clandestinas y otras más evidentes y a la luz del día; se sabía de grupos que postulaban gente para puestos específicos o para operaciones especiales que preparaban la transición, se conocía que había personas moviéndose con suavidad, se mentiría si no se admitiera que habían empezado a negociarse cargos y puestos y que se trataba de un hervidero de rumores, chismes e incluso conspiraciones.
—No, es real, Ginny… pero lo que me preocupa es que se está rumorando mucho un nombre en particular para el puesto de Ministro. —A Ginny la sangre se le fue al piso, pero también se le encendieron todos los focos rojos y sí, también los verdes; sabía que mucha gente mencionaba a Harry para el puesto y eso le daba ilusión y miedo a partes iguales, mas no iba a mentirse o a mentirle a su novio de toda la vida: claro que quería que le dieran el puesto a él, en su cabeza nadie lo merecía tanto, llevaba meses trabajando como un asno de carga para los líderes del Ministerio, por años había dedicado más tiempo de su vida al orden del Mundo Mágico que al de su casa, ¡ni siquiera había tenido tiempo de proponerle matrimonio como se debía por estar en sus conflictos políticos y laborales!
Si alguien merecía ser Ministro, ese era su hombre y bueno, ella no iba a negar que le alegraría mucho ser una primera mandataria, disfrutar del poder… algo de renombre, algo de fama… y por qué no, la oportunidad de volver al quidditch o al trabajo de campo como lo que era, una mujer de talento, de fuerza y de gallardía que bien podía…
—Quieren darle el puesto a Hermione.
Que bien podía ser la cuñada perfecta de la Ministra más inteligente de su generación, o de todos los tiempos.
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—Disculpe, disculpe. —Venía por todo el pasillo empujando a Millicent cada vez que intentaba detenerla para sacarle información, pellizcándola y odiándola con miradas homicidas a cada paso que daban, un hombre de bata blanca salía de la habitación donde le habían dicho que estaba su madre e intentó detenerlo antes que se fuera con aquella chillante exclamación. —Espere, ¿usted atendió a mi madre?
—Así que es usted su hija, eh… la hija de la Sra. Demetria Parkinson… ¿Patricia? —Un mazazo le habría hecho menos daño, Millicent ahogó una risilla y enfocó su mirada en el otro lado del pasillo mientras el hombre revisaba sus notas y Pansy se apoyaba de un pie a otro para no abofetear al sujeto cuya barba de tres días le dio pésima espina.
—Pansy. —Lo dijo como un hechizo atronador, fuerte, ronco y venenoso, el hombre alzó los ojos y le miró desde el otro lado de unas gafas de media luna, que se acomodó con el índice en un movimiento largo, lento y molesto.
—Puede pasar a verla, ya la hemos controlado. —Pansy no le dejó decir nada más y se metió en el cuarto empujándolo con el brazo y abriéndose paso con rapidez; en cuanto entró y vio a su madre en la cama, sintió que la cabeza le iba a estallar.
—¡Little P! —La voz de su madre era la misma de siempre, pero tenía esa suave línea aguda y arrastrada que denotaba sólo una cosa: alcohol; le dieron ganas de sujetar la almohada junto a ella en la cama y asfixiarla, le habían interrumpido un gran momento por una borrachera.
Desde que había muerto su padre, su madre se había dedicado a cosas que hacían escandalizar a toda la familia, no era que saliera de casa, no era que conociera gente, no era que buscara otras relaciones, era que dedicaba su tiempo a beber, jugar cartas con amigas, comprar chucherías costosas y pasearse por su mansión cargando las joyas de la familia y ropa excesivamente ligera; saber que la bebida le había llevado ahora a estar internada le despertaba dos malos presentimientos: primero, la familia en general y los sirvientes, ¡flojos desconsiderados que no sentían el más mínimo respeto por la mujer que les pagaba demasiado bien en comparación con cualquier otra familia mágica inglesa!, estaban cansados del alcoholismo de su madre y segundo, esta no había sido una borrachera normal.
Millicent había llegado hasta los pies de la cama y tomado el pergamino que contenía la descripción del caso de su madre, mientras tanto Pansy se acercó a la cabecera y miró aquellos ojos verdes cansados y acuosos, conmovida por aquel dejo de tristeza que ya nunca se quitaba de esa mirada, besó esa frente papelosa y acarició el nacimiento del cabello, deslizando sus dedos por aquellas tersas y casi ya invisibles cejas; respiró profundo, se odiaba por haber respondido a aquel llamado y dejado a Hermione así, se odiaba por no haber podido permanecer en el suelo de esa sala, besando, acariciando… pero se habría odiado más si algo le hubiera pasado a su madre de no haber acudido, porque sólo se tenían ellas dos, los Parkinson ya se reducían sólo a ellas dos y nada más.
—Ma… ¿qué ocurrió? —Preguntó en un susurro suave, aquella mujer le miró con ternura y alzó su mano para acariciarle la mejilla con cuidado.
—Little P… estás hinchada, ¿son tus alergias, amor? —Su madre era el único ser en el mundo que le hablaba de ese modo, claro, cuando estaba ebria, porque sobria era una de las típicas brujas de alta que señalan, critican y exigen, que humillan; sujetó la mano de su madre contra su mejilla y cerró los ojos contando hasta diez para darse valor y tener paciencia, Millicent habló en un susurro suave, porque veía a la mujer dormitando ya al tacto de su hija.
—Aquí dice que se cayó por las escaleras, le han soldado dos huesos y mañana podrá ir a casa, Pansy… ha sido un susto innecesario. —Millicent debía comprender su desatino, su incomodidad y sufrimiento instantáneo porque le miró con consideración; Pansy acercó la silla a su espalda con un movimiento de varita y se sentó, su madre dormía…
Y cómo deseaba también dormir un rato, para poder dejar de pensar.
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Llamaron a la puerta dos veces, dos toquidos firmes y rápidos, en su estómago una rana dio un salto, pegó en el techo y chapoteó en su charco; apresurada, con el suéter ya metido y las piernas más despabiladas (parecían haberse despertado con las técnicas eróticas de Pansy), fue y abrió resonándole en los oídos lo que le había dicho antes de irse: Ahora vuelvo. Todavía sujeta al pomo de la puerta se detuvo un momento, respiró profundo y se acomodó el cabello torpemente, se humedeció los labios con sonrojo y se acomodó el suéter, tomó aire y abrió la puerta pensando justo en ese instante que su puerta no había consultado quién era, y que con Pansy ya lo habría hecho…
Cuando la hoja se abrió y el hombre del otro lado de la puerta le sonrió mirándola a los ojos, definitivamente y por donde se le viera, poco tenía que ver con el Ahora vuelvo de Pansy; el sapo en su estómago sufrió un infarto o algo peor, porque cayó fulminado en el charco y se empezó a hundir hasta las piernas débiles, haciéndola sujetarse del pomo y del borde de la puerta para no caer. Muy poco tenía que ver con aquella promesa de Pansy.
Nada.
