Demasiado, oh sí, demasiado tiempo después viene el nuevo capítulo de Demasiado… no es que se me haya atorado la inspiración, es que no he tenido tiempo de ponerme como me gusta a trabajarlo; entre mis tres empleos y mi licenciatura, pues la verdad es que no me rinde… pero sí sale.

Yo espero que les guste, que lo que van a leer compense la ausencia tan larga, ojo, no es que escriba esto para echármelas a la bolsa, no, así va la historia y en cierta forma, agradezco que me apoye eso con las largas ausencias XD

En fin, quiero agradecer a las pocas que comentan, ojalá lo hicieran más para saber si les gusta o no, una nueva disculpa a quienes esperan hace mucho la actualización; un saludo fuerte a quienes apoyan esta historia, inspirándome, dando likes, votando, dándome consejo, beteando… gracias.

Y saludos allá a la lejanía.

Acá hay letras y nada más.


La sal y el azúcar II

slipped up there

—Señor Ministro. —Murmuró haciéndose a un lado para que el aludido pudiera pasar, la túnica verde turquesa que llevaba encima le hacía ver más que seguro de sí mismo y aunque los decorados de su traje resaltaban a la media luz del pasillo, Hermione sintió que venía de una reunión de gala, porque de otro modo quizá habría venido algo más sobrio y recatado; mientras entraba respondiendo al movimiento de ella, sonreía tranquilamente y observaba su sala con todavía los indicios de la cena para dos abandonados por todos lados, ella se sintió sumamente avergonzada.

—Shacklebolt, Hermione… —Dijo como si fuera el amigo de siempre y no el jefe supremo de la noble institución que le pagaba el sueldo, la castaña sujetó su varita que estaba en la mesilla junto a la puerta y de un movimiento hizo desaparecer todo aquel desastre que fue a parar al fregador de la cocina, incluso los decorados de la mesa y las faldillas del sillón volvieron a su sitio y todo quedó limpio y ordenado; qué triste final para la noche tan increíble que había estado pasando hasta un minuto antes, abochornada se preguntó si no se le vería en la cara lo que recién había ocurrido, sino olería distinto, si no tendría otra apariencia, ¡sólo Merlín sabía los efectos del sexo lésbico en una, hasta ahora, heterosexual hasta los huesos! —… esta es una visita de amigos.

—Comprendo… siéntate. —Hermione caminaba lento y se sintió muy extraño al decir aquel "siéntate" como si fueran íntimos, porque aunque ya con fuerza, sus piernas a veces se le iban para el lado incorrecto, así que iba con sumo cuidado, al pasar tras el hombretón que a sus buenos años, aún podía impresionar a cualquiera, se fijó sin saber por qué y con gran impresión en la arracada de su oreja izquierda, y por alguna razón eso le hizo pensar en la noche de la huida de Harry, esa cuando luego había corrido despavorida a brazos de Ron; el estómago se le revolvió inmediatamente después, como si la simple idea del pelirrojo le diera náusea.

Cuando al fin encontró el sillón donde iba a sentarse, porque hay que decir que por un segundo desconoció todo el lugar, incluida su mesa favorita, su estante enorme de libros, su reproductor de discos compactos y hasta a Roar que estaba plácidamente dormido sobre su revistero, se sentó muy derecha y acartonada, mirando a aquel hombre con una expectación asustada; no supo si debía ofrecer café o té, si estaría bien servirle algunas galletas o no ofrecer nada, cuando un ¡plop! la hizo dar un salto y delante de ella apareció un pergamino enrollado que giraba sobre su propio eje y lucía el sello del Ministro de Magia.

—Eso es para ti. —Sorprendida y avergonzada por el susto que le había sacado, porque era más que obvio su nivel de asombro por tenerlo delante, sujetó el papel que flotaba frente a sus ojos y se dispuso a separar el sello, cuando él la detuvo. —Antes de que lo abras, es necesario que comprendas los alcances de ese documento.

—¿Los alcances de este documento? —Se sentía boba repitiéndolo, denotaba que no lo entendía y muy pocas, poquísimas veces ella no entendía algo que se le decía a la cara y con lentitud; los ojos de Shacklebolt brillaron y luego sonrieron, su boca no, pero sus ojos sí y Hermione por un motivo que no comprendió, recordó a Remus Lupin.

—Contenido en ese pergamino, está un largo listado de funcionarios del Ministerio que si así lo deseas, serán próximamente investigados a profundidad… —El aire en su pecho se detuvo y quiso decir algo, pero él alzó la mano deteniéndola para agregar con una sonrisa franca y blanca que contrastaba en la piel de su rostro. —… no han cometido delito alguno, tampoco sospecho de su participación en alguna mala jugada, conspiración o mafia… Hermione, sólo es necesario que tú tengas sospecha de alguno para que sea sometido a revisión si así lo ordenas… todos esos nombres, pertenecen a miembros del Ministerio que pueden serte de mucha utilidad, gente que será la piedra sobre la que reposes tus pies.

—¿Mis pies? —Sintió que le hormigueaban las manos, sintió que la cara se le derretía un poco, como si fuera de cera y subiera la temperatura lentamente bajo la mirada penetrante, certera y amable de aquel hombre.

—Hermione, es momento que lo escuches de mí… seguramente te han llegado rumores, no lo dudo para nada, pero no lo has escuchado aún de mi viva voz y llegó el momento. —La boca del estómago le estaba ardiendo, una roca densa se removió dentro de él y amenazó con oprimirle la vejiga acercándosele, porque sintió que le daban ganas de hacer pipí, pero no supo si era por lo que estaba por oír, porque sí, lo había oído antes, o por lo que había pasado hacía rato con Pansy, porque es que a veces le pasaba que luego del orgasmo necesitaba orinar. —Hermione, he decidido que seas tú mi sucesora en el puesto de Ministro de Magia.

—Creo que… ¿me permite? —Se levantó golpeando con la espinilla la mesa de centro de su sala y tirando las esferas decorativas que antes había tirado mientras besaba a Parkinson, dio dos tropezones antes de poder encerrarse en el baño pisando los cristales del vaso que Roar había tirado y hecho trizas, y supo que había dejado al pergamino flotando ahí frente a él; en el baño, sentada en el retrete se dio cuenta que no, no era que se fuera a mear, era más bien que necesitaba vomitar en abundancia y era una pena para la cena deliciosa de minutos antes.


/o/o/o/

—Oye… —Era un susurro suave, apenas más alto que la respiración de su madre y ella, recostada en la cama junto al cuerpo tibio que descansaba, volvió los ojos para buscar el rostro de Millicent sentada en una silla junto a la puerta; desvió los ojos con el gesto más evidente posible, el más harto de todos y los clavó en los pies bajo la sábana, pensando y repensando en la mala suerte que tenía y en lo delicioso y excitante que era escuchar a Hermione venirse. —… ¿está tan buena como dicen?

—Púdrete, Millicent. —Masculló torciendo el gesto y restregando la cara contra la manta, para volverla a donde su mirada pudiera sólo clavarse en el hombro de su madre.

—Ya en serio, Pansy… sin chiste de fondo, sin ninguna mala intención, ¿qué hacían? —La voz de Bulstrode era otra en esa pregunta y las cejas de la morena cayeron en una onda extraña sobre sus ojos vidriosos, tragó saliva con sequedad y se llevó la mano que no sujetaba a su madre a los labios, donde se mordió el nudillo mientras paseaba sus ojos por el hilo de recuerdos de todo lo que sentía; ¿qué había hecho?, se había aprovechado de los efectos de la poción para meterse de a poco en la vida de Hermione, no, pero no en su vida, eso para nada, porque no le había cuestionado sobre su infancia o sus gustos en telas y añadidos para vestidos y trajes, no… había usado esa ventaja de falta de cordura para meterse en la cama de Hermione me-caigo-de-buena Granger.

—No sé. —Dijo contra su mano cerrada en un puño sobre la manta, tan entorpecido, tan culposo que Millicent se acomodó en la silla y Pansy pudo oírlo porque las patas rebotaron sobre el suelo con un "clac"; luego vino un largo instante de silencio y casi estuvo segura que su compañera y amiga analizaba la respuesta concienzuda y detalladamente, quizá buscando un trasfondo y como no lo había, optó por fingir que no había oído y preguntó.

—¿Qué? —Dijo muy alto, con exaspero y Pansy se limpió la boca húmeda con la mano y cerró los ojos con fuerza, luego recordó todas las veces que la acusaban de vana y sosa, cuando incluso Granger se refería a ella como una vacía y se dio cuenta que sí, lo era… incluso lo rastrera le quedaba bien y si siendo rastrera había logrado sacarle un orgasmo a Hermione, entonces lo valía; se sonrió divertida, recordando aún las texturas del cuerpo de la castaña, la piel caliente, el cabello revuelto, los labios tersos, su interior húmedo y se estremeció; lo valía, valía la pena mentirle, valía la pena jugar con ella, engañarla y envolverla, para volver a morder esa boca lo volvería a hacer, lo intentaría mil veces más y se descubrió excitada como si la tuviera delante de nuevo. —¿Qué dijiste? —Millicent silbaba como la Slytherin que era y Pansy se volvió a verla con la mirada más perversa y lasciva que nunca había tenido.

—No está buena, Milly… está buenísima. —Y la Bulstrode vio en aquellos ojos ennegrecidos de Pansy un maligno deseo que nunca le había visto y se temió que aquello sólo pudiera traer desgracias; o mucha diversión extra a sus vidas.


/o/o/o/

—Le pediré empleo a George, no hay porqué hacer alboroto. —Tenía el codo hincado en la barra, una copa de whisky de fuego en la mano y el cabello revuelto en la frente, adherido a la piel pálida por obra del sudor que le caía por las sienes, todo porque seguía llevando la túnica puesta, aunque una pequeña elfa doméstica esperaba a su lado con los bracitos extendidos hace demasiado.

—Ron, no seas ridículo, George ya te dijo en dos ocasiones que no te quiere ver por la tienda desde el percance con Angelina. —Seamus Finnigan servía una copa más, Harry llevaba mucho rato con el cigarrillo entre los dedos y la ceniza había empezado a caer sobre la barra; tenía los ojos clavados en El Profeta, estaba notando una cierta regularidad en las publicaciones sobre Hermione desde hacía unos meses, en el ejemplar que tenía delante, se mencionaba casi por pura casualidad a la castaña en el informe de una oficina que atraía mucho a la gente: Deportes Mágicos.

La referencia era sutil, pero para ojos expertos evidentemente forzada, porque se había tomado un comentario que Hermione hiciera hacía por lo menos tres años sobre la modernización de las snitchs doradas, para meterla con calzador en una discusión sobre la reforma a las normativas del Mundial de Quidditch; Harry recordaba que unos días antes, cuando el accidente con Luna, se dedicó casi media plana al estado de salud de su novia y sus dos mejores amigas, aquello había despertado hordas de cartas preocupadas, todas alojadas por ahora sobre el escritorio de Hermione, canastas y canastas de flores habían sido enviadas y seguían ahí, por arte de magia frescas y plagadas de rocío. El asunto se estaba volviendo evidente para Harry, Hermione estaba recibiendo la atención de los medios seguramente auspiciada por la necesidad de empezar a preparar su imagen, si el avance seguía siendo constante como hasta ahora, Hermione estaría subiendo al puesto en un año o año y medio; lo que era extraordinario para ella si nada demasiado extraña ocurría, pero fatal para Ron si él continuaba como hasta entonces.

—George me ayudará… o siempre puedo acudir a Charlie. —Ron pidió otra ronda, cinco copas más aparecieron delante suyo y se empinó dos como si estuvieran rellenas de aire.

—Charlie… George… —Harry masculló aquello bajo, Dean Thomas volvió su mirada al ojiverde mientras daba un trago a su botella de cerveza.

—¡Claro!... mis hermanos sí me van a ayudar… porque lo que es mi otro hermano, el que me puede regresar a mi puesto… —Ron sonreía con la cara idiota y estúpida del borracho empedernido, las mejillas rojas de embriaguez, el sudorcillo ya empapándole el pecho de la camisa. —… no va a mover uno de sus prodigiosos y heroicos dedos para ayudarme, Seamus.

—Ron. —Aquel fue el tono amenazador de Seamus viendo venir una discusión entre los dos y aunque el bar estuviera a medio vaciar, no quería para nada dar una escena ahí donde cualquiera podría tomar fotografías o avisar a la prensa.

—No me vengas con tus "Ron", Seamus. —Amenazó con una mano temblorosa de nudillos blancos como la leche, se volvió lejos de la visión de Harry, donde no pudieran coincidir sus ojos y se echó a la boca otra copa, dejando que el licor le escurriera por las comisuras y le mojara el cuello de la camisa. —Ni Harry ni Hermione quieren ayudarme, ninguno moverá un dedo para hacer que me reconsideren, porque como siempre, soy un idiota que sólo les estorba. —Había una rabia ácida en su forma de hablar, como siempre, estaba hablando sin pensar, producto del enojo, la frustración, el miedo y el licor.

—Ron, ¿cómo puedes decir eso?... ¡deja de beber, por amor de Merlín! —Dean estaba cansado, se le veía en la cara que venir a reunirse con ellos le parecía la peor de las ideas en el universo, cuando lo invitaron a ir por unas copas, había dicho que venía saliendo de un turno de quince horas en San Mungo y lo que menos quería era acabar borracho si tenía que dormir todo lo posible para volver a otro turno pronto; Harry le había convencido con una súplica cansada, que ahora el hombre que vivió, pensaba habría sido mejor no hacer.

—¡Porque es la verdad!... ¡ni un dedo han movido para ayudarme, ni uno solo! —Ron agitó el brazo que llevaba la otra copa y empapó la cara de Seamus que se llevó la mano a la cara para limpiarse con una mueca de repulsión y exaspero. —¡Les importo un carajo!... valientes amigos, ¡valientes hermanos!

—¡Basta! —Harry dio un golpe sobre la barra con toda la rabia que se venía tragando las últimas horas, maldecía la hora en que Ginny le había rogado que saliera a buscar a su hermano y todavía más el que Hermione estuviera enferma también y no pudiera haber ido a pedirle que lo buscaran juntos. —Cállate Ron, vámonos a casa. —Se levantó del banco, se echó la túnica sobre el brazo y fue hasta el pelirrojo para ayudarlo a levantarse.

—¡No te atrevas a tocarme, Harry! —Ron lo empujó haciendo que todo su cuerpo se fuera de lado y acabara reclinado sobre Seamus, que lo sujetó a medias y lo hizo incorporarse con cara de desagrado. —¡Déjame, Seamus!... ¡qué mierda les importa lo que hago!

—Basta Ron, vámonos. —Dean también se puso de pie, Ron se volvió hacia él y le soltó un puñetazo que más pareció una bofetada, el sanador se hizo a un lado a tiempo y Ron se fue de bruces al piso, ninguno de los tres hizo movimiento para detenerlo y el sonido del golpe fue sordo y doloroso.

—¿Y ahora? —Seamus se volvió a ver a Harry, que suspiró levantándose las gafas de la punta de la nariz, hasta donde se habían ido cuando siguió con la mirada el cuerpo de Ron, quien perdido y borracho, se había quedado tendido, ¿dormido?, ¿inconsciente?, ¿muerto?

—Váyanse a casa, muchachos… disculpen que les trajera a ver algo tan… deplorable. —Dean le sujetó por el hombro y asintió sin decir nada, Seamus se echó la túnica encima y los dos se alejaron apenas con saludos suaves y silenciosos, Harry sintió que no iba a verlos en un largo tiempo y que si veían a Ron, seguramente lo evitarían por más aún.

Con un movimiento de varita alzó a Ron, pagó la cuenta echando un montón de monedas sobre la barra y todavía se dio tiempo de volver a restregar el cigarrillo en el cenicero antes de marcharse, Ron no había despertado ni un poco y mientras cruzaban vía chimenea rumbo a la Madriguera, Harry se dio el tiempo de observar al pelirrojo con cuidado; ¿en qué momento su amigo, el bondadoso larguirucho se había convertido en aquel hombre cargado de resentimiento y furia?, no alcanzaba a comprenderlo, pero podía haber muchas razones, tal vez el que Hermione y él habían ascendido en su trabajo, quizá el que la muerte de Fred había transformado a Molly y a Arthur en personas taciturnas, menos accesibles. Muy probablemente era también que George se había casado y era exitoso, que Ginny había logrado una breve pero exitosísima carrera en el Quidditch, que Charlie tenía una mansión y seguía criando dragones o que Percy…

—No necesito que me cargues. —Ron se había sentado en el suelo, tenía la mano metida entre el cabello y se restregaba con exaspero sin voltear a verlo.

—Debes dejar de beber, Ron. —Murmuró mientras en la penumbra buscaba el asiento más cercano al pelirrojo, cuando se sentó al fin, volvió los ojos al hombre en el piso y le vio unos lagrimones bajar por la nariz aguileña; no dijo nada, sólo apoyó los codos en sus rodillas y se quedó ahí, esperando, apoyándolo en un silencio casi doloroso.

—No estoy bien, Harry… estoy muy cansado. —Potter asintió sin saber qué decir, Ron sorbió la nariz y se secó las lágrimas con la manga de la camisa. —Supe que te negaron la ayuda para mí. —Harry habría querido que no se lo dijera Ginny, pero quizá era mejor que supiera de una vez que ni él, ni Hermione iban a lograr esta vez que le dieran oportunidad. —Lamento haber dicho eso en el bar. —Harry recordó muchas cosas que había dicho, como que Ginny era insufrible, que Hermione era frígida y no lo dejaba siquiera tocarla, o que él era un mal hermano que no quería ayudarle. —Tú no eres un mal hermano, yo lo soy.

—Creo que deberíamos ir a dormir, Ron. —Quiso irse por otro lado, no quería ir hacia esa charla, porque ya no tenía ganas de meter las manos al fuego por él, ni siquiera en memoria de todos los peligros que había pasado, ni aun sabiendo que Ron había acabado por perder un 15% de la movilidad del brazo a causa de las heridas de aquella huida desastrosa y que eso había marcado el fracaso de su carrera deportiva; en el fondo, Harry se sentía responsable por él, lo amaba profundamente como se ama al hermano que no se tiene y que se elige, pero también sentía profunda culpa, quizá la misma que Hermione sentía y que la obligaba de cierta forma a seguir siendo la novia paciente.

—Mañana voy a ir a hablar con ellos… y luego me iré un tiempo. —Parecía hablar desde una serenidad inmensa, sacada de una ensoñación o de una lucidez momentánea; Harry pensó en aquel momento que esa idea era buena, quizá la mejor para el hecho y asintió con firmeza, porque realmente creía que era lo correcto. —Iré con Charlie, le pediré asilo por unas semanas y me recompondré. —En el azul de los ojos de Ron, iluminados suavemente por la luz acuosa de la madrugada que llegaba y se metía por las rendijas de las ventanas de la cocina, había una calma portentosa y Harry casi sintió que estaba viendo de nuevo a aquel Ronald Weasley que el día de la batalla en su Coleigo, había derrotado enemigos, abierto una cámara secreta solo y resguardado a su novia en el camino. —Llevaré a Hermione conmigo.

Algo ya no funcionó, aquella frase lo hizo sentir que Ron había sacado la mano de entre la piscina de madurez en que lo había visto nadar segundos antes, para buscar en la orilla su patito amarillo; en el fondo de su cabeza, recordó cierta pregunta de Arthur Weasley una vida atrás: ¿Cuál es, con exactitud, la función del patito de hule?


/o/o/o/

Ministra de Magia, se lo dijo mentalmente mientras abría la puerta del baño y con pasos inseguros iba hacia la sala donde Shacklebolt la esperaba, el pergamino ahora estaba sobre la mesa de centro y Roar estaba en el sillón en que antes estuviera ella sentada; en un profundo silencio se sentó en su lugar, el gato de inmediato fue a restregarse contra su costado y el hombre frente a ella lo contempló un momento, largo y tendido. Por alguna razón, a Hermione le pareció que abriría la boca para decir con una sonrisa llena de confianza: Ese es el gato de Pansy Parkinson, ¿verdad?

—Eres la bruja más prometedora de tu generación, Hermione. —No, no, usted tendría que decir, con seguridad y una gran sonrisa que Roar es el gato de Pansy, eso es lo que debería estar diciendo, además, el halago de ser la mejor de mi generación me lo han dicho tantas veces que... —No es raro que toda mi gente de confianza y yo mismo, estemos muy entusiasmados con la idea de que el Ministerio quede en tus manos, sabemos que eres la persona adecuada, darás modernidad donde debe haberla y tu visión del mundo muggle y su sistema de organización, te dan todavía más herramientas, por donde lo analices, eres perfecta para el puesto. —¿Y Roar?... sí, es de Pansy, tiene razón. —Creemos en ti, Hermione, es tu momento.

—No sé qué decir. —Murmuró sorprendida, Shacklebolt tendió la mano hacia ella y le estrechó la suya, entonces apareció aquella sonrisa que la confortaba. —No sé si estoy preparada para esto. —Confesó atraída por aquel gesto de confianza del enorme sujeto frente a ella, pero además sin darse cuenta, su comentario era también una aceptación a la iniciativa, y se encontró con que no le desagradaba en lo más mínimo y con que quizá, sí estaba ya preparada.

—No te preocupes por ello, nos encargaremos de que lo estés, a partir de tu regreso a la oficina mañana, Hermione, todas las personas involucradas en tu preparación, seleccionadas por mí, empezarán a aparecerse por tu oficina… —Ambos se pusieron de pie, como si Hermione supiera exacto cuando el Ministro decidió retirarse, Roar renegó dejándose caer desde su regazo hacia el sillón con un maullido agudo y molesto que le recordó aquel A la mierda Potter de hacía eones venido de voz de su dueña. —… todo saldrá bien, eres un ejemplo para la comunidad, tendrás una buena vida y tanto Harry como Ron, sabrán ser tu muelle y tu estribo. —Aquello la cimbró, no que mencionara a Harry, sino que mencionara a Ron, como si le hubiera abofeteado.

—¿Ejemplo? —Preguntó mientras caminaban lento hasta la puerta, él sonrió y asintió.

—Por supuesto, eres una figura de cabalidad, seriedad, respeto y ética, eres la imagen perfecta de solidez, madurez y fuerza… no flaqueas, eres justa… —Cuánto más decía aquel hombre, más sentía que volvían a ablandársele las piernas y para cuando llegaron a la puerta y ella se sujetó del pomo para dejarlo salir, sentía que palidecía. —… eres cabal y firme, una persona con una gran solvencia moral y ninguna mancha en el expediente. —Guiñó un ojo y se alejó con su gran sonrisa cerrando la puerta tras de sí y Hermione se dio cuenta con embarazo que además de la humedad en sus bragas que ahora no sólo estaba fría, sino además acartonada, tendría que agregar la enorme mancha verde y plata que le había sumado a su expediente.


/o/o/o/

—Quizá deberías considerar el quedarte unos días en casa con tu madre, Pansy. —Si las miradas mataran, Millicent se habría estrellado contra el muro cuatro veces, se le habría partido el cuello mínimo seis y aún, estaría seguramente envuelta en dos o tres maldiciones imperdonables además.

—Ni siquiera se te ocurra decir eso cerca de esa mujer, si lo llega a oír… —Millicent asintió dándole toda la razón, porque aunque sugiriera aquello, lo cierto es que tampoco acababa de parecer le la mejor idea. —… años me tomó salir de esa casa huyendo y no pienso volver a meterme en ella más de las horas necesarias para tomar una cena y tener una charla decente… además, Demetria está bien… va a estar bien.

—Seguramente… ¿volverás donde Hermione? —La pregunta la soltó como si fuera nada, y Pansy en serio deseó tenerla envuelta en montones de maldiciones imperdonables.

—No, voy a mi casa. —Se sorprendió de lo sarcástico que se había escuchado al decirlo, Millicent se detuvo en medio del pasillo, un sanador pasó junto a ellas y la mujer se dio el tiempo de contemplarlo cuidadosamente, como si la bata blanca pudiera ser traspasada por sus ojos, Pansy esperó, pero luego agregó sincerándose. —Tengo que volver, Millicent, nos interrumpiste en una charla importante.

—Sí, claro… una charla con un perfumillo muy característico. —Los ojos de Bulstrode fueron a clavarse en su mano y Pansy hizo bailar sus dedos mientras sentía que le hervía la cara, su amiga sonrió de lado y se agachó negando sorprendida de aquella socarronería. —Pansy, ¿qué esperas de esto? —Clavó sus ojos verdosos en ella como volviéndole la pregunta, ella alzó la cara en clara mueca de que esperaba que en serio le contestara.

—Sólo voy por mi postre, recojo a Roar y me vuelvo a casa, eso es todo. —Aseguró mientras echaba a andar rumbo a la salida, en su reloj de pulsera eran más de las doce.

—Ronald Weasley me parece de los que golpean, Pansy… hombre o mujer, lo que sea que se esté montando su escoba de carreras, va a acabar con la nariz hecha pedazos, eh. —Carcajeó al escuchar aquel comentario, era el más desagradable comparativo que había escuchado atribuir a Hermione, en serio, aquello la divirtió tanto que le lloraron los ojos.

—Por mí Weasley se puede tirar de la torre más alta de la ciudad. —Se desapareció en el pasillo contiguo y se encontró parada frente a la puerta del hogar de la castaña, respiró un par de veces fuertemente, se acomodó la blusa y pasó su lengua por sus dientes frontales por su acaso, y se dispuso a llamar sorprendida de que la puerta no le hubiera dado ya la bienvenida, cuando un ¡flup! suave y ridículo le sopló en la cara.

Ahí, flotando frente a sus ojos estaba Roar con un listón azul atado al cuello, dormía tendido boca arriba en una curva perfecta, como si estuviera metido en una pequeña bolsa de tela traslúcida que sibilaba en el aire; tendió su mano para sujetarlo y al hacerlo, el gato quedó en ella mientras lo que parecían ser los hilos de la bolsa que lo contenía, se unían en su mano hasta formar un trozo de papel; aguzó la vista sorprendida, viendo a los hilos irse entretejiendo como tela de araña y hacerse más y más densos hasta ser una hoja muy tiesa de pergamino, que con una letra negra, remarcada y firme, la de Hermione, rezaba.

Vuelve a casa, Pansy… llévate a Roar, volveremos a hablar pronto.

Gracias por la cena.

H.

Por extraño que aquello pudiera parecer Pansy se quedó ahí unos diez minutos, clavada al piso sin saber si llamar o hacer caso e irse a casa, Roar seguía dormido y tan profundamente que incluso lo tenía en la mano tirante y vibrador sin preocuparse siquiera por abrazarlo y ponerlo cómodo; finalmente la morena se llevó la mano a la cabeza para rascarse confundida, logrando sólo lastimarse el golpe que había olvidado por completo y que ahora parecía, junto con el perfumillo de sus dedos, la frialdad de su entrepierna y el extraño adormecimiento en su pecho, únicos rastros de lo que había ocurrido. Mientras echaba a andar hacia la escalera y bajaba uno a uno aquellos escalones, Pansy Parkinson se preguntó si no habría sido mejor insistir llamando a la puerta y cumplir su promesa de volver.

Al final se descubrió un rato después metida en su tina de baño entre agua tibia, bebiéndose una copa de whisky de fuego y fumándose un cigarrillo, había dejado el cigarrillo muchos meses antes, pero no encontraba otra forma de dejar de temblar o de dudar; tenía frío y estaba incómoda, no sabía si volvería a ver a Hermione realmente, si volvería a tener la oportunidad de tocarla como aquella noche, también pensaba en su madre, en aquel accidente, pensaba en las propuestas de trabajo, en Roar que seguía sin despertar y en los efectos de la poción aquella. Algunos minutos y muchas ideas sueltas después, Pansy se había quedado dormida, con el whisky disuelto en el agua que la cubría, y la ceniza de su cigarrillo flotando junto con la poca espuma que quedaba. En sueños, se sumergía en algo más tibio que su tina helada, se perdía en cabello castaño y alborotado.

Allá en otra casa, otra mujer también dormía, pero esta soñaba a Pansy y que la velada continuaba…

¿Qué de encanto tiene soñarse ambas en camas separadas?


/o/o/o/

—Tienes muy mala pinta, Pansy. —Padma le tendió unos documentos que tenía que firmar, con la pluma prensada entre los dedos Parkinson puso las iniciales donde debía, la firma en el espacio para ello y corrigió un par de cifras que no acababan de gustarle; llevaba las gafas desde muy temprano, se había recogido el cabello con broches adheridos a la nuca, haciéndose un perfecto y bien marcado partido de lado, la nariz se le veía menos abotagada que de costumbre y no llevaba gota alguna de maquillaje más allá de la máscara de pestañas; tenía la cara de haber dormido dos minutos y haber pasado el resto de la noche revolcándose en su miseria.

—He dormido una mierda. —Confesó quitándose las gafas un momento, las ojeras bajo sus ojos eran profundas y azulosas, y la lagrimillas de sueño y cansancio le traicionaron humedeciéndole los dedos cuando se los presionó, Padma le tendió un pañuelo de papel, porque la nariz le escurría un poco, se avecinaba un resfrío digno de aplausos. —Gracias.

—Además parece que te resfriaste… no será bueno que te vean así en la reunión de la tarde. —Pansy echó la cabeza atrás y sorbió la nariz con un ruido que la hizo sentir asco de sí misma, se sopló la nariz con fuerza en el pañuelo que le había tendido su jefa y se volvió a enderezar en su asiento. —Van a pensar que eres contagiosa, tómate la tarde, no te quiero ahí ni por chiste.

—¡Qué sutil eres, jefa!... lejos de fingir que me das la tarde para que me recupere, me sueltas de golpe que no quieres que contagie a tus jefes. —Padma asintió con fiereza, mientras recogía los papeles que Pansy había tocado a punta de varita, obvio no quería contagiarse.

—Por el bien de nuestros negocios, no te presentes con esa apariencia. —Padma se levantó de la mesa y fue a la puerta donde casi choca con Bulstrode que venía con dos tazas humeantes, Pansy resopló mientras se echaba sobre la mesa de trabajo dispuesta a quedarse ahí tendida el día entero, su compañera y amiga de infancia se sentó a su lado y le puso la taza delante.

—Tómate esto, te vas a sentir mucho mejor. —Pansy sujetó aquel brebaje hirviente y se lo pensó dos veces, pero al final le dio un sorbo; aquello la sacudió, la nariz se le despejó de un golpe y la mente pareció expandírsele como para trabajar doce horas continuas. —¿Mejor?

—Merlín te consiga un hombre pronto, Milly. —Pansy suspiró y le guiñó un ojo mientras daba otro sorbo, aquello le reconfortaba tanto que casi le sanaba el desasosiego que tenía en el estómago desde que despertó con el primer rayo de sol, filtrado en su cuarto de baño y metida en la tina llena de agua helada.

—¿Cómo amaneció tu mamá? —Pansy asintió con más té en la boca, un escalofrío reconfortante le recorrió la columna.

—La encontré dando órdenes a sus elfos para que le llevaran su mejor atuendo para salir radiante de San Mungo… la acompañé a casa y la puse en su diván de la sala de juegos de mi padre… auguro que para esta hora, debe llevar por lo menos media botella ya. —Millicent reprobó el comentario y le vio con cara de circunstancias. —Tranquila, ordené a los elfos rellenar las botellas con agua saborizada cada vez que no mire, tardará un rato en darse cuenta que en lugar de embriagarse, se ha estado hidratando.

—Comerás con ella, supongo. —Pansy casi se atraganta con el té, Millicent entornó los ojos y se acomodó en su silla. —Es tu madre y acaba de estar en el hospital.

—Y si no mal recuerdo, pero si es así seguramente tú recordarás mejor que yo… cuando estuve en el hospital luego de la primer prueba en este mi flamante empleo, mi madre me envío un lindo arreglo de hiedra y sus mejores deseos para mi pronta recuperación. —Pansy puso su taza en un costado del escritorio y empezó a trabajar pluma en mano.

—Eso no significa que no estuviera pendiente de ti. —El bochorno que sentía la fornida mujer era evidente en sus mejillas coloradas, Pansy alzó la vista por sobre las gafas, clavando sus verdes ojos en ella.

—¿Fue a verme al hospital? —Pansy sonreía mordaz sabiéndose ganadora de esa discusión, Milly miró a otro lado y tuvo que negar con la cabeza. —¿Escribió unas líneas al menos para saber cómo estaba?

—Tienes que entender que tu madre no es como las demás madres, nosotras no gozamos de ser hijas de una Molly Weasley o una…

—No se necesita ser Molly Weasley o cualquier otra mujer de cualquier otra familia mágica, Millicent, para acudir a consolar a tu hija que se ha roto la mandíbula. —Pansy dijo aquello con más dureza de la que quería, pero bastó para cerrar el tema.

Bulstrode hizo aparecer entonces su mesa de trabajo y se instaló ahí, frente a Pansy, ambas laboraban bien codo a codo y estuvieron recibiendo a personas que tenían pendientes que tratar, incluso a hubo miembros de la oficina que aprovecharon para atender asuntos importantes; en una oportunidad, Pansy convocó a líderes de sección y ambas confrontaron situaciones de ambiente laboral que tenían que verse con urgencia, en dos ocasiones tuvo Pansy que hacer uso de su autoridad como líder de la oficina, e incluso tuvieron que hacer venir a un miembro del departamento jurídico del Ministerio. Cuando aquello terminó, Parkinson dio autorización para que empezaran a salir al almuerzo, Bulstrode le quiso ahorrar tiempo y ordenó algo de comida, cuando ya estaban sentadas viéndose las caras sin más entre las dos que comida, entonces es que llegó el tema escabroso.

—Volviste a casa de Hermione. —No era pregunta, lo aseguraba, así que ella simplemente cortó un trozo de su filete de pescado y se lo llevó a la boca sin siquiera alzar la mirada. —Y algo malo debió pasar para que acabaras metida en la tina, y griposa hoy.

—No pasó nada, Millicent. —Sentenció mientras servía más agua mineralizada en su vaso, la aludida asintió mientras limpiaba el tenedor entre sus labios mirándola con fijeza tras un bocado largo y humeante.

—Exacto… creo que eso es lo que te tiene de malas, no pasó nada. —Pansy asintió finalmente, no tenía caso hacer largas al asunto, si de todos modos ya su amiga conocía la mitad de lo que estaba pasando y la otra, acabaría por intuirla o inventarla.

—Volví a su casa, la verdad es que tenía toda la intención de no dejarla dormir… pero me encontré una nota bastante fría en la puerta. —Murmuró sin apartar la vista de su plato, pensando todavía en que aquello era una idiotez, y sin embargo necesitaba hablar con Hermione, necesitaba verla. —¡Ah y a mi gato sedado!

—¿Roar? —Millicent se limpió la boca con su servilleta y Pansy asintió. —¿Qué hacía Roar en casa de Hermione?

—Se lo llevé para que le hiciera compañía. —Contestó masticando un brócoli con furia. —Y no parece haberle hecho mucha gracia si me lo devolvió así como así.

—¿Le llevaste tu gato a Hermione para que le hiciera compañía? —Pansy asintió como si aquello fuera lo más normal del universo, pero Millicent tenía los ojos casi desorbitados.

—¿Qué? —Preguntó alzando las manos y frunciendo el ceño.

—Ni siquiera a mí me lo dejas acariciar sin dedicarme una mirada de desprecio… y cuando era un pequeño no dejabas que Draco le dedicara más mimos que a ti… pensaba que era una cuestión de celo propio, pero luego comprendí que quieres a ese gato más que…

—¡Al grano, Millicent! —Hizo tal movimiento de exaspero que su tenedor resonó contra el plato haciendo que no sólo su compañera, sino dos o tres personas más afuera volvieran la mirada y se preguntaran qué estaba ocurriendo.

—No es sólo sexo. —Millicent recobró la compostura y volvió su rostro al plato para seguir comiendo, Pansy respiraba agitado y sentía que se le volvían a cerrar las vías respiratorias de oír aquello. —Y espero que vayas entendiéndolo.

No lo entendía, no quería entenderlo porque no era real, así que volvió a su plato, tomó una col de Bruselas y se la llevó a la boca, la masticó con una rudeza que le hacía ver como un perro rabioso, a media masticación cayó en cuenta que no tenía caso fingir; y no lo tenía, ella también había despertado helada hasta la médula en su tina llena de agua fría pensando en lo mismo, justo en eso mismo y en que se sentía jodidamente sola ahí sin Hermione, como si despertar una vez a su lado, hubiera sido suficiente para no volver a poder dormir sola. Odiaba a muerte que Hermione le hubiera dejado esa nota en la puerta, odiaba que la firmara con una fría y poco reveladora H, odiaba que no la hubiera dejado entrar a dormir con ella y se odiaba por aquella ilógica necesidad de estar con ella.

Y odiaba estar ahí sentada sin atreverse a ir a buscarla y saber qué seguía.


/o/o/o/

—No vamos a permitir que el acuerdo se firme sin haber hecho primero un sondeo del área, estoy a favor de que la interacción entre centauros y hombres lobo sea pacífica, pero no con que se nos despoje de territorio que por derecho es nuestro.

—Esos terrenos no son suyos, por siglos han pertenecido a las comunidades de gnomos que se asentaron desde antes de la revolución…

—¡A nadie interesa su revolución personal!... esas tierras son por derecho de antigüedad de la comunidad de veelas que aún habitan en nuestro país. —Hermione tomaba notas viendo a uno y otro lado, aquel grito le alertó de que la cosa se iba a poner fea en unos segundos, así que antes que pudiera ocurrir, hizo el ademán de levantarse, lo que desvió algunas miradas, cuando se salió de detrás de su mesa y empezó a caminar haciendo resonar sus altos tacones, las miradas que no se habían vuelto, lo hicieron con serena atención. —El Ministerio debe proteger el derecho de las comunidades en peligro, ¡así lo aseguraron hace años cuando esta administración tomó el poder y espero que así lo continúen!

—Esto me suena a amenaza, señorita Veed. —Hermione se llevó la mano a la varita y la movió despistadamente, pero más de tres volvieron sus ojos a ella, permanecía en silencio, pero la mención del Ministerio y sus compromisos delataba que tendría que intervenir pronto.

—No es una amenaza, es una mera advertencia… una exigencia de mi pueblo. —La aludida alzó la cara y el cutis brillante y hermoso sorprendió a muchos, Hermione sonrió de lado, las veelas siempre usaban esa táctica en algún momento.

—Nadie en la comunidad de hombres lobo permanecerá incólume si le es retirado su espacio de caza. —El sujeto en la esquina de la mesa llevaba el rostro surcado por sendas cicatrices y Hermione supo que se acercaba una detonación por la mirada de más de cuatro ante ese comentario.

—¡No he venido aquí a escuchar amenazas y descontentos!... venimos a negociar. —El único centauro en la sala hizo resonar sus cascos y dos hombres lobo se pusieron en pie de un salto.

—¡Esto no es negociación! —Los ánimos se caldearon, la mesa más grande se levantó de pronto rebotando un par de veces con un chasquido horrendo, un rayo plateado cruzó desde la postura de los magos que tenían tierras en la zona en discusión y los cascos del centauro resonaron por lo alto cuando los gnomos, por lo menos quince, empezaron a saltar decididos a atacar, entonces Hermione dio una media vuelta haciendo ondear su túnica y de las costuras inferiores de esta una llamarada violeta resplandeció haciendo a todos echar atrás con sorpresa y desconcierto, mientras exclamaciones, golpes, arrastres y espasmos de aire se oían por toda la sala; alta, erguida en todo su poder y seriedad, la simple presencia de Hermione, con esa serenidad que da el saberse preparada para todo y la sonrisa de quien está más tranquila que sus interlocutores, hizo que la sala entera se calmara y hubo quien incluso se volvió a sentar mirándola asombrado.

—Basta, señores, basta. —No era un grito, no era una orden, era una expresión fuerte, firme y serena salida de la garganta de la mejor bruja de su generación; aunque todavía sentía las piernas flojas, no lo dejaba ver, se apoyó en la mesa delante suyo y miró a todos con fiereza. —El Ministerio mantendrá las promesas que hizo, estoy autorizada para asumir ese tipo de compromisos, dará respuesta a las exigencias que se están presentando pero también, y debo hacer hincapié en esto… —Alzó la mirada y la llevó por toda la habitación, quería que cada rostro viera su determinación, y quería que sintieran el peso de su autoridad. —… también tendrá que amonestar las faltas de cada uno de los grupos que representan.

—¡Faltas! —El representante de los hombres lobo se volvió a incorporar y sacó las garras como si de un oso al ataque se tratara, Hermione ni siquiera sacó la varita, sólo le miró hacia abajo, con una sonrisa tranquilizadora.

—El acuerdo previo decía que las veelas no podrían cruzar el sendero al sur del río y sin embargo tenemos noticias de que lo han hecho… —La líder aludida bajó la mirada con culpa, Hermione no miraba a nadie, tenía los ojos puestos en las hojas donde había estado tomando nota. —… de todos es sabido que los centauros han querido engañar a los gnomos para que abandonen las colinas y sé perfectamente las intenciones de los hombres lobo y magos de la zona, de aprovecharse de las debilidades del flanco izquierdo de los centauros… estos acuerdos no funcionarán mientras continúen llenos de mala intención.

—Señorita Granger, nunca ha sido nuestra intención apoderarnos de forma malintencionada de la zona, simplemente queremos colaborar con los gnomos para dar mayor mantenimiento al área, ¡Esta en abandono casi total! —El mago que hablaba tenía unas gafas tan gruesas que hacía sentir a cualquiera que podía ver a través de la ropa.

—Sabemos de sobra que el espacio señalado no está en óptimas condiciones, pero eso no les da derecho a romper los acuerdos aquí establecidos e invadir el lugar. —Hermione no iba a dejar que falsas buenas intenciones la convencieran, de inmediato empezó una nueva discusión, menos acalorada pero constante y ella continuó teniendo la batuta sobre el tema, recriminando a veces, presionando otras, conciliando las más; cuanto más avanzaba la reunión, más se iban tomando decisiones pensadas y conciliadoras, dos horas después, al término de la reunión, mientras estrechaba las manos de los asistentes y enrollaba mágicamente el pergamino que habían firmado, su asistente se acercó para anunciarle que le estaban encomendando una negociación más.

No le pareció extraño, definitivamente esa iba a ser de ahora en adelante su vida, el Ministro y demás personajes importantes empezarían a enviarla a este tipo de reuniones, emprendería proyectos nuevos y tendría que realizar negociaciones del mismo talante constantemente, mientras iba hasta su oficina a enviar desde ahí el nuevo acuerdo a la oficina correspondiente, se tomaba cinco minutos para visitar el baño y luego se bebía algo de agua, sintió un vuelco extraño, recordó fugazmente los hechos de los últimos días, el asunto de las avispas, las visitas de cierta verde funcionaria del Ministerio en su casa y sobre todo, la ahora imborrable cena francesa, tuvo que ir al sanitario camino a la sala de reuniones, donde se refrescó el rostro con algo de agua y retocó su maquillaje.

Camino a su nueva reunión cayó en la cuenta de que en realidad y por mucho que se quisiera engañar, Pansy no salía de su cabeza, sin importar cuando se mojara el rostro o por muchos vasos de agua que tomara, muchas manos que estrechara y charlas y discusiones que solucionara; tenía que ver a Pansy pronto, tenía que hablar con ella en algún momento, tocar el tema o no tocarlo, lo que fuera, pero tenía que verla y verla pronto.

A la puerta de la sala de reuniones, su asistente, una bruja de no menos de 40 años y gafas, rechoncha y gentil, le entregó los documentos que le enviaba el Jefe de la Oficina Contra el Uso Incorrecto de Artefactos Muggles, dependencia a la que en los últimos años, se le había invertido bastante tiempo, espacio e ingresos; revisando la situación que iba a tratar, leyendo cierta línea del documento, Hermione sintió una punzada de nervios combinados con emoción pura y primitiva, sin apartar los ojos de aquel documento y releyendo de nuevo cada línea que podía, respiró profundo antes de exclamar con voz fuerte.

—Muriel, llama a Padma Patil a la oficina de Cooperación Mágica… dile que necesito a uno de sus allegados para esta negociación… no entraré a esa sala sin orientación previa. —La mujer asintió mientras garabateaba en una hoja de papel con premura, entonces Hermione la interrumpió con un dedo acusador. —Dile que quiero aquí a su jefa Adjunta de la Sub Coordinación de Industrialización Mágica…

—Jefa Adjunta de la Sub Coordinación de Industrialización Mágica… —Muriel parecía sorprendida de que pudiera recordar el nombre a exactitud, le miraba desde el fondo de sus gafas con asombro, Hermione asintió sin apartar la mirada serena de las hojas ante su cara. —… ¿si ella no está disponible?

—Es su trabajo estar disponible para mí. —Al decirlo sintió un regocijo extraño, un calorcillo de ruda satisfacción por pensar en aquello, una sonrisa de complacencia le llenó la boca. —Ah, y cerciórate Muriel, de que primero venga a mi oficina, diles a las personas en la sala que me surgió algo antes y que en cuanto lo atienda, estaré con ellos. —Se dio media vuelta y fue a encerrarse en la oficina, recargada contra la puerta que acaba de cerrar, se obligó a respirar profundo varias veces, buscando darle calma a su corazón desbocado… pero no podía, estaba eufórica de tener un pretexto de llamarla, de hacerla traer… ¡tenía que venir!


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Se llevó un pañuelo limpio a la nariz, mientras distraídamente seguía leyendo el reporte que le acababa de llegar de Cuba, había algo que no estaba funcionando en sus negociaciones con la industria tabacalera, los magos ingleses estaban consumiendo cada vez más habanos, pero los magos cubanos no querían enviarles más producto a menos que se llegara a una negociación con las manufactureras de escobas de carreras; los amigos isleños querían mejores escobas para su selección de quidditch y todas las industrias cubanas se habían unido para boicotear a los países europeos que comercializaban con ellos, pues acuerdos internacionales les limitaban el número de escobas al año, era astuto, pero sumamente molesto; dio un nuevo sorbo a otra taza de té y sintió que la nariz se le despejaba, Millicent hablaba acaloradamente con su asistente allá del otro lado de la oficina, tenían un problema relacionado con la copia indiscriminada de documentos importantes.

Estaba limpiando de nuevo su nariz, cuando un avión de papel amarillo entró zumbando y fue a estrellársele directo en la frente haciéndole dar un respingo de dolor y del susto, lo sujetó con violencia entre su mano, acabó de leer la línea en que estaba y glosó el texto para no olvidar nada de lo que había estado pensando; sin apartar del todo la mirada de lo que leía, fue desdoblando el avioncito, finalmente dejó lo que hacía y se enfocó en leerlo.

—Maldición. —Millicent había echado a su asistente sin resolver realmente nada y volvió su mirada cuando la vio airada y molesta ponerse de pie.

—¿Qué ocurre? —Quiso saber viéndola alistarse para salir, buscando un cuaderno en específico en su estante, acomodándose las gafas y rebuscando una pluma a vuela pluma qué poder llevar consigo.

—La idiota de Padma que no quería que me acercara a sus burócratas esta mañana, me envía ahora a una reunión de negociación urgente y me cierra la nota con un "No vayas a dejarnos en mal" como si estuviera hablando con Luna Lovegood o no sé qué subnormal. —Abrazada a sus documentos, salió apresurada rumbo a la sala a la que le enviaban, intentaba caminar lo más aprisa posible ignorando que había quienes se le quedaban mirando, después de todo ver a Pansy Parkinson sí, arreglada como siempre para matar, pero con la nariz roja de gripe y las gafas puestas, no era cosa de todos los días.

Bajó por el elevador, charló con un par de personas a las que conocía de algún lado aunque no recordaba de dónde y se sonó la nariz en dos o tres ocasiones antes de llegar a la sala a donde Padma la había enviado, nada más llegar ahí, una mujer regordeta y con cara de boba bonachona, le recibió con una sonrisa.

—Señorita Parkinson, ¿es usted la Jefa adjunta de la sub…

—Soy yo. —Atajó antes de tener que merendarse todo el nombre de su oficina, ya bastante chocoso era tener que escribirlo a diario bajo su nombre unas treinta veces como para además oírlo, jamás entendería a la gente que tenía que poner semejantes nombres a las oficinas, seguramente algún sujeto calvo con un pene pequeño. —¿Es aquí? —Comenzó mientras poniendo sus papeles en su mano se acercaba a la puerta dispuesta a abrir.

—Espere, es que mi jefa quiere hablar antes con usted, quiere que se pongan de acuerdo antes de entrar a la negociación. —La mujer le iba guiando por el pasillo y Pansy con el ceño fruncido no entendía bien a bien para qué necesitaban ponerse de acuerdo antes de hablar, era una reunión sobre un asunto derivado de la comercialización de piel de dragón confundida con piel de cocodrilo; no fue sino hasta que empezó a ver a dónde se dirigían que comprendió el asunto y no pudo evitar que se le erizara el cabello de la nuca.

—Granger es su jefa. —Murmuró mientras la mujer llenita y sonrosada le dejaba espacio a pasar a la oficina, no pudo evitarlo, no pudo contenerlo, en la puerta se irguió cuan alta era y se pasó la mano por el cabello en un afán por acomodarlo, deseó con todas sus fuerzas que su nariz no la fuera a traicionar y tras humedecerse los labios con la lengua y orar porque las ojeras ya se le hubieran medio desaparecido, tomó el pomo de la puerta y entró.


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La escena era digna de encomio, Hermione estaba con la cadera apoyada en su escritorio mirando a la puerta, esperándola, Pansy entró con su grácil cuerpo y su mirada poderosa pero con un aire de indecisión que le dio un escalofrío a la castaña; la puerta se cerró detrás de Pansy que permaneció a la expectativa con el cuerpo echado al frente y sus papeles contra el regazo, tras las gafas de montura delgada aquellos ojos resplandecían como esmeraldas entre lo enrojecido de la gripe, Hermione alzó la barbilla con una mueca orgullosa que intentaba hacerse notar en aquel recinto, quería que Pansy comprendiera que estaba en su territorio, que ahí no la iba a amilanar.

—¿Te dijo Padma para qué necesitaba que vinieras? —Preguntó esperando que se aproximara más, Pansy lo hizo y asintió con la cabeza, Hermione la vio que se acercaba y cambio de opinión, dio vuelta al escritorio y puso sobre él unas hojas, las que le enviaran minutos antes, se inclinó sobre ellas esperando que su interlocutora hiciera lo mismo, Pansy lo hizo también. —No quiero que me vayan a tomar por sorpresa, quiero entrar ahí conociendo a fondo el tema.

—¿Por qué estás atendiendo este tipo de asuntos? —Estaba junto a ella mirando aquellas hojas, Hermione se encogió de hombros y el perfume que usaba le llegó a la nariz, donde apenas pudo ser detectado por culpa de la odiosa gripe.

—Recibo órdenes, Pansy… igual que tú. —El tono era seco y amenazador y a Pansy eso se le antojó increíblemente sexy.

—Por eso le escribiste a mi jefa para que me mandara para acá… porque eres mi superior y puedes darme órdenes. —Le miró fijo hasta que la hizo levantar los ojos del escritorio, sus miradas coincidieron, la de Pansy mordaz y confiada, la de Hermione seria y concentrada.

—Eres mi subordinada, te guste o no. —Musitó bajando de nuevo los ojos a los papeles, Pansy se sonrió de lado y acomodó sobre los papeles de Hermione el cuaderno que traía consigo.

—Me gusta. —Murmuró haciendo que a Granger se le erizara la piel, con la punta de la lengua se concentró en tocarse el labio superior y abrir el cuaderno para que Hermione pudiera leer las últimas anotaciones. —Cómo puedes ver, el asunto de la confusión de piel de dragón con piel de cocodrilo es una constante desde hace muchos años, algo que hemos luchado por detener, pero sigue habiendo magos sin escrúpulos que se la ingenian para desechar los residuos de piel en sitios donde los muggles pueden hacerse con ellos.

—Es grave la situación si asciende a tantos los lesionados como consecuencia del uso indebido de esas pieles, Pansy… ¿por qué no ha implementado métodos para retirar la carga mágica de las pieles que se desechan? —Hermione estaba concentrada en los papeles, Pansy la miraba a ella, dejándola ahí inclinada mirando las cosas en su escritorio, mientras ella la analizaba de arriba abajo y sentía, en la penumbra de aquella oficina, que no estaría mal continuar lo de la noche anterior.

—Lo hemos hecho… pero no todos los comerciantes de pieles o fabricantes de artículos de piel de dragón han obedecido nuestras normas, no es sencillo sobre todo con los fabricantes artesanales. —Hermione asintió sin apartarse de lo que leía, le caía la melena castaña sobre los hombros, sujeta en una perfecta media cola que le afilaba la mirada y le ampliaba la frente tersa e inteligente, Pansy entonces apoyó una de sus manos en el cuaderno y se acercó peligrosamente a la castaña haciendo que se incorporara, arqueando los brazos porque intentaba esquivar el roce de su cuerpo, tal era la cercanía. —Me dejé medio soufflé de chocolate en tu casa la otra noche. —Hermione se erizó más si era posible, volteó asustada a verla directo a los ojos, en la penumbra de la oficina medio a oscuras, sólo distinguía con claridad el destello mórbido de los aretes de brillantes de Pansy y sus ojos alargados y rapaces, Pansy se desplazó por detrás de Hermione mientras le susurraba. —Te asustas como si tuvieras un crimen que esconder. —Casi le rozaba la oreja izquierda con los labios tibios y secos, esta vez el escalofrío que sintió fue diferente y Hermione se volvió llevada por eso, buscándola.

—No me parece que haya sido un crimen. —Confesó siguiéndole la mirada con un parpadeo lánguido que hizo sonreír a Pansy.

—Tampoco a mí… aunque las interrupciones que constantemente sufrimos sí me lo parecen. —Masculló sonriendo más amplio, mirándola como si pudiera memorizarse aquella cara, había en aquel gesto de Parkinson una tierna seguridad que al corazón de Hermione hizo saltar un latido. —Dime que nos veremos pronto… —Hermione frunció el ceño, ¿no estaban ya viéndose? —… como anoche, quiero decir. —Tuvo que ignorar que se estaba sonrojando, tuvo que hacer caso omiso de la revolución en su estómago y Hermione a su vez, tomada por asalto con la aclaración miró de nuevo a otro lado para agarrar valor.

—No lo sé. —Contestó con toda la franqueza de que podía hacer uso, Pansy asintió, en el fondo comprendía que estuviera confundida, que no supiera qué hacer, ella misma por momentos no sabía qué sentir o pensar; entonces le nació hacer algo poco común, tendió la mano hacia la de Hermione sobre el escritorio que estaba sujetando el cuaderno para que no se cerrara, tomó aquellos dedos trémulos y le sonrió con la mirada, Hermione estaba seria casi lejana. —¿Cuándo podríamos…

—¡Señorita Granger! —La secretaria de Hermione, aquella joven despistada y torpe que a Pansy ya había sacado una vez de sus casillas apareció con un movimiento brusco al abrir la puerta, Hermione se llevó la mano que antes sujetara Pansy al cabello y ésta última puso su palma contra los papeles en el escritorio con un golpe sordo y furioso.

—La puta que la parió. —Exclamó bajando la mirada y dándose la vuelta para darles la espalda a ambas, el susto casi la había hecho gritar y tenía que darse un minuto para pensar bien las cosas, respirar profundo, limpiarse la nariz aprovechando el exabrupto y pensar rápido.

—Serías tan amable de tocar la próxima vez. —Hermione suspiró cansada, ella también había estado ansiando terminar la pregunta y pensaba justo lo mismo que Pansy, la chica se quedó perpleja ante el comentario de las dos, claro que había oído, así que hizo lo que mejor sabía...

—Perdóneme, perdóneme. —Lo increíble, salió cerrando la puerta tras de sí y desde afuera llamó con tres educados golpecitos.

—Merlín, en serio no puede… —Empezó Hermione exasperada y casi riendo ante semejante bobería.

—Muy apropiada. —Pansy acortó la distancia de dos pasos, sujetó a Hermione por la cintura y la hizo volverse de un golpe, cuando la castaña giró la cabeza para encontrarse con el rostro de Pansy de frente, no supo si quiera en qué momento ocurrió, pero ya tenía los labios de la morena contra los suyos, tibios, suaves.

Fue un beso escueto, directo, breve, pero increíblemente íntimo, mientras las manos de Pansy se apartaban de la cintura de Hermione y abría los ojos para poder verla, mientras ésta bajaba la mirada para respirar, las dos supieron que la cosa se estaba poniendo de colores que no habían imaginado que alcanzarían.

—Adelante. —Dijo Granger y su secretaria volvió a entrar, cinco segundos de puerta cerrada y sin embargo todo el ambiente dentro de la oficina había cambiado y era más que notorio. —Señorita Granger, señorita Parkinson, las esperan en la sala y amenazan con retirarse.

—¿Amenazan? —Pansy se rió del comentario dándole más normalidad al ambiente, sujetó su cuaderno del escritorio y avanzó dejando atrás a Hermione. —Ya quiero ver si una vez que entremos nos siguen amenazando… muévete, Granger. —Hermione estaba clavada al piso con todo el peso de días de insinuaciones, besos sugerentes, charlas intensas y reveladoras, así como orgasmos que todavía le empañaban la mente; tras dos segundos y Pansy sonriéndole mordaz desde la puerta, esperándola, logró recomponerse y echar a andar.

—No, no nos pueden amenazar… no a nosotras. —Sonrió, había algo que cambió con aquel beso y el roce de aquella mano sobre la suya, había algo distinto en el brillo de los ojos de Pansy parada junto a la puerta.

Algo había cambiado.