Ha pasado mucho tiempo, más que con ningún otro capítulo. Ofrezco por ello una disculpa, sobre todo a aquellas que se hayan pasado por mi perfil y hayan encontrado que estaba actualizando otras cosas, mil perdones, estaba metida en un concurso y quería y necesitaba participar.
No ha sido desvío, ha sido un momento de respiro mientras algunas de las ideas para este capítulo fermentaban; este es un capítulo algo menos largo que el anterior, creo, pero igual es muy extenso, así que creo que no les defraudará.
Quiero agradecer enormemente a dos personas, mis betas: ldgarcía y a Setsuna Zazu, que han tenido que soportar el envío de numerosos borradores, correcciones y sí, mi insistencia a preguntas como: ¿qué te parece?, ¿se mantiene el tono?, ¿me he excedido?, incluso en horarios de descanso. La dedicatoria va hoy para ldgarcía, que logró despertarme la idea de la increíble escena DxP de la que estoy francamente orgullosa y que espero, no haga rabiar a nadie, porque era necesaria.
Así un capítulo más de mi hijo predilecto, Demasiado, que empezó como un proyecto personal para obligarme a volver a escribir y hoy es, uno de los motores para que me levante en las mañanas; Demasiado es de todas y cada una de ustedes que leen, gracias por hacerlo y a las que comentan, estoy tremendamente agradecida y como han notado, ando contestando ya mensajes personalmente, uno a uno.
Por cierto, Demasiado está en su recta final, a lo mucho seis o siete capítulos más, así que esto se pondrá bueno, para Navidades habrá doble capítulo y el plan es que antes de febrero, esto llegue a su fin.
Quizá no sea un final alentador, porque cuando se trata de las Cosas del amor, no todo son finales felices.
Gracias.
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La piedra en el zapato
Yes my dear you know he soothes me
Llevó su mano por aquella espalda mientras concentraba toda su atención en deslizar sus labios por aquel seno, suave, tibio, turgente; el pezón estaba endurecido y la piel tenía aquel aspecto granuloso que siempre le volaba la cabeza, llevó su lengua por el sendero que le marcaba la sombra del amanecer al filtrarse por la ventana, inclinando su cuerpo sobre el de ella, sin dejar de guiar su lengua por aquella inmensidad aterciopelada, la forma insinuada de la clavícula le tentó y se dejó caer en ella mientras acoplaba su pelvis contra la suya. Aquello le arrancó un suspiro y no pudo evitar gruñir, era un gruñido de complacencia, de emoción, un gruñido penetrante y fuerte, con los dientes se dedicó a rozar aquel cuello y la sintió temblar, porque introdujo entre sus piernas la suya y llevó su mano por aquel muslo directo a su entrepierna; dejó a sus dedos abrirse paso y detenerse hasta que encontraron humedad y aquel abdomen tuvo un espasmo de aceptación.
Volvió ahora a usar los dientes, pero esta vez mordió el cuello, la barbilla, la forma de los pómulos, su mano acariciaba aquella segunda boca con tiento y fiereza, concentrada por completo en preparar el territorio…
Una luz penetrante se filtró por la ventana, quemándole las pupilas que aún reposaban en la oscuridad de la madrugada, por un momento lo relacionó con las luces de un auto, pero la luz volvió a resplandecer, fuerte, incómoda y supo que no eran los faros de ningún vehículo, era otra cosa; quiso moverse más rápido y acabar lo iniciado, pero ya también ella miraba, la cabeza por completo echada atrás sobre la almohada, el cuello estirado como el de una garza. Ambos miraban la luz y tras un segundo largo y callado la reconocieron: era un patronus.
Se incorporó en la cama tras besarla ruidosamente en el cuello y sacarle una risa forzada y temblorosa, mientras se echaba encima la bata y ella se cubría con la sábana, fue andando hasta la ventana y tras pasarse la mano por el cabello revuelto en un intento por lucir mejor, la luz volvió a parpadear ahora iluminando toda la habitación; entonces sujetó sus gafas de la mesa, se las puso y abrió, el patronus tenía forma de felino, uno grande con alargadas orejas terminadas en puntas que despedían poderosos destellos, pocos había visto que lograran tal nivel de corporeidad para que incluso las manchas del rostro y rasgos del hocico fueran visibles.
—Señor Ministro. —Intentó verse menos incómodo por la interrupción, el caracal alzó la cara, se había sentado y tenía un aire solemne y poderoso que le incomodó mucho.
—Lamento aparecer tan de madrugada, Harry… —El aludido asintió calladamente y el felino continuó. —… se ha identificado al cadáver que encontraron a las puertas de la bóveda de Bellatrix Lestrange.
—¿De quién se trata? —Supo, por el tono tan indirecto que no le iba a gustar la respuesta y sintió una enorme angustia que seguro Ginny también tenía, porque la notó incorporarse en la cama y ponerse tensa.
—Mundungus Fletcher. —Fue como si algo en su cabeza se sacudiera, no era tristeza o pena por el hombre, en realidad sentía algo entre el alivio y… Moody había muerto por él, merecía aquello… ¿merecía aquello? —Es necesario que hablemos, Harry… urgentemente. —El caracal se incorporó y dio dos vueltas antes de agazaparse para desaparecer dando un salto a la lejanía, como el felino de dibujo animado que se desintegra en la oscuridad de una pantalla de televisión. —Te espero en tu oficina en veinte minutos.
—Voy para allá. —Entonces, cuando se quedaron nuevamente a oscuras, Potter se recostó en la cama junto a Ginny lamentando el haber sentido tanto gusto de que Mundungus estuviera muerto y de que los hubieran interrumpido.
—Veinte minutos me bastan. —Ginny se le echó encima sin darle tiempo de nada y mientras le comía la boca sonreía, en un momento se miraron fijo y ella admitió lo que él ya pensaba. —No es que me alegre… pero se lo tenía merecido.
Y llegó tarde a su encuentro con el Ministro esa madrugada.
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La luz entraba por la cortina que no habían cerrado por llegar tan cansadas, aunque claro, Hermione ni siquiera sabía que existía la ventana y la luz a ella le pegaba a medias porque Pansy se la obstruía con su cabeza inclinada hacia ella, casi tocándole la frente con su nariz; Hermione había tenido frío durante la madrugada y había optado por pegarse a Parkinson, que cuando la sintiera al principio pasó un susto, pero luego acabó por envolverla en las mantas, convocar un par más de su closet y pegarse a ella también, porque era sabido que las leonas son más friolentas que las serpientes y que Pansy, aguanta más el frío que cualquier otra de su especie.
Roar fue el primero en abrir ojo, primero se estiró al completo tendiendo sus patas al frente, separando sus pequeños dedos con las uñas bien expuestas, sin importarle si agujeraba la colcha, porque a Pansy bien poco le había interesado echarle encima las cobijas mientras estaba profundamente dormido; mientras estiraba su columna volvió sus gatunos ojos a la cabecera de la cama, su ama tenía el rostro oculto por la melena corta y la otra, la castaña había llevado su mano derecha hasta su boca, donde se cubría los labios, un gesto infantil que le hacía ver tierna. Intrigado porque ambas siguieran dormidas con el sol tan alto (sabía de años que Pansy suele pararse antes que salga el sol a hacer ejercicio y para esta misma hora ya tiene un tazón con leche listo, mientras que la otra, con la que había pasado un par de días, lo bajaba de la cama para ir a la cocina también muy temprano), empezó a caminar entre esos dos cuerpos avanzando como si fueran pequeñas y franqueables montañas acolchadas.
Fue hasta la cara de Pansy y le olió la nariz con lentitud, otras veces Pansy se molestaba por aquello, pero ahora parecía más profundamente dormida que de costumbre, se sentó con cuidado y se hizo un ovillo contra el pecho de su ama, mirando a la castaña fijo un rato, atinando a averiguar si podía o no acercarse y olerla también; se debatía en ello, cuando la vio arrugar un poco la nariz y enderezarse bajo las mantas, con sus ojos avispados, distinguió la marca suave de saliva que se le había secado por la comisura del labio y la marca de una arruga en la almohada que le cruzaba la sien.
Los ojos castaños se abrieron con lentitud y torpeza y se quedó ahí, con las orejas levantadas, bien levantadas mirándola; Hermione miró a uno y otro lado como ubicando donde estaba, pero los ojos aún se le cerraban presas del agotamiento, al fin la pudo ver mirarlo y mirar a Pansy y Roar atinó a alzar la nariz como queriendo olisquear la mirada que le dirigió, que tenía mucho de interés y mucho de intriga.
—Roar… ¿qué hora es? —Un perro habría inclinado la cabeza en un vano intento por comprender la pregunta, Roar sin embargo le miró largamente con un rictus de ofensa en los ojos que le salía muy simpático, luego estiró la pata trasera hasta separar sus deditos y se dedicó a lamerse la entrepierna como si con ello pudiera ofender a Hermione, que se dio vuelta en la cama y miró su reloj de pulsera. —Oh diablos. —Era tarde, muy tarde pero en realidad no le importó y volvió a mirar a Pansy y a Roar que seguía en su labor afanado. —Vamos… enséñame la cocina, si tu ama no me da de cenar, por lo menos comeremos algo antes de salir. —Pensó salirse de la cama con cuidado de no despertarla, pero había apenas empezado a moverse cuando escuchó un suspiro acuoso y ronroneante desde el otro lado de la cama y no podía venir del gato de tan grande y femenino que sonaba.
—Siempre pensé que desayunar contigo tras tenerte en mi cama habría implicado una estancia menos callada y mucho más activa. —Las palabras le sonaban mezcladas con bostezos y Hermione se descubrió ansiosa por mirarla, aunque fuera así, quizá ojerosa, quizá cansada; pero Pansy se llevó las manos a la cara y las mantas sobre sus brazos le cubrían a medias el rostro, sin dejar que lo viera bien.
—La vida da sorpresas. —Contestó sin saber qué hacer más que volverse a recostar y mirarle todavía desde su almohada, Pansy se volvió al fin y miró seria y expectante entre líneas azabache de cabello revuelto que se negaban a quitársele de la cara; Hermione la contempló un rato sin decir nada, viendo aquellos ojos verdes que recién abiertos tenían un cierto fulgor reposado, añejo de sueños y descanso y aquello le gustó mucho; Parkinson se humedeció los labios y parpadeó algunas veces, quizá convencida de que tenía que hacer algo y no quedarse inactiva frente a ella, pero Hermione estaba bien así y lo agradecía en el fondo. —¿Cómo amaneces? —Le pareció tan normal preguntarlo, tan familiar, que no pudo evitar sonreírse al hacerlo, como si fuera su rutina diaria y no este hecho extraordinariamente extraño; los ojos le brillaron a Pansy ahora más y Hermione frunció el ceño con un interés infantil: Pansy Parkinson, tan fría, tan sosa, una hueca de primera se le venía mostrando como otra cosa, ahora mismo ahí acostada sobre su enorme almohada, era bella y serena, inocente y casi dulce, tenía un aire casto en aquel rostro claro y en aquellos ojos verdes poderosos, algo que le recordó mucho a Harry.
—Nunca había despertado mejor. —Pansy también sonrió confesándose en medio de un suspiro de comodidad, apretando las mantas con sus manos, y se contemplaron un rato, hasta que a cierta castaña se le ocurrió comentar que eran más de las ocho y Pansy casi se infarta al saber que ya no había llegado a una reunión. —Maldita sea, Padma me va a matar.
—Tienes coartada. —Hermione salió de la cama con una serenidad que a Pansy le hizo sospechar que se había vuelto loca de un momento a otro, eso o que dormir con su ropa de todo el día rompía sus estándares de jefa de departamento sumamente ordenada, cumplida y formal y le pervertía del todo el sentido común.
—¡Claro que no!... ¿cómo voy a decirle que me quedé dormida? —Iba a salir corriendo del cuarto cuando Hermione habló con la misma calma inusitada, Pansy ya estaba sacándose la blusa camino a la cocina y echándose el cabello atrás con rabia contenida.
—Estabas desayunando conmigo, porque teníamos cosas pendientes que resolver de la reunión pasada… soy tu superior. —La voz de Hermione sonaba alegre y Pansy se sorprendió al volverse y verla sentada en la cama, con su blusa a medio desabrochar arrugadísima y el cabello revuelto, las mejillas encendidas, los ojos castaños llenos de una confianza fidedigna y arrobadora; Roar se había dado vuelta y estaba panza arriba mirándola.
—¿Convertimos la cena en desayuno, Hermione? —Preguntó sintiéndose ridícula en su atuendo arrugado también, con la blusa atorada en la muñeca porque la manga la llevaba aún abotonada, sin atreverse a soltarla del todo; la castaña asintió con la cabeza haciendo que la melena se le removiera con cierta simpatía, como un león que en el bostezo largo de la mañana se remueve todo. —Entonces te atenderé como a una reina. —Salió directo a la cocina y Hermione se quedó ahí un instante más, pensando las cosas y la ironía de aquello.
Demasiadas ironías sin duda.
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En la vieja nevera había lo básico para desayunar bien, Pansy debía reconocer que ella con una taza de café tenía para antes de salir de casa, pero por la hora no creía adecuado irse sólo con eso, además, sería extraño si ambas llegaban a algún sitio juntas a comer recién; estaba sacando huevos, salchichas, tocino, algo de verduras y leche cuando escuchó a Hermione venir por el pasillo, con todo en brazos atinó a volver sus ojos hasta ella y se encontró con que venía luchando por sujetarse la melena en una gruesa cola de caballo. Y Hermione lucía bonita haciendo esos esfuerzas, con la ropa del día anterior y las marcas en la cara de las cobijas y las sábanas. Muy bonita.
—No creo que nos dé el tiempo de que vayas a casa… ¿quieres que te preste algo de ropa? —Dijo mientras sacaba sartén y pala y dejaba todo junto a la estufa, aquello sonó tan intimidante que Hermione dio un tropezón a medio pasillo, los ojos que le dedicó la hicieron reírse de lado con burla malévola. —Te apuesto que tengo algo que puede quedarte, si es lo que te preocupa. —Hermione siguió caminando pero su cara no era de más tranquilidad, había empezado a pasear los ojos por todo el lugar, como si recién ahora cayera en la cuenta de que no estaba en su casa.
—No me preocupa la talla… aunque claramente eres mucho más delgada que yo. —Hermione se llevó la mano al pecho, como si pudiera marcar que la ex verde fuera la mitad de ella, Pansy alzó una ceja y apretó la boca con cierta molestia, ¿estaba insinuando que era una plana? —¡No digo que no estés bien formada! —Gritó con las palmas arriba y al frente como trinchera, las mejillas se le incendiaron a la castaña y por puro gusto, Pansy frunció el ceño, azotó la pala de los huevos contra la estufa y le miró con desagrado fingido. —Me refiero a que eres más esbelta nada más, tienes una figura hermosa, todo lo demás es perfecto. —Confesó con desesperación, Pansy se llevó la mano a la cintura y desorbitó los ojos apretando los labios fuerte, le había sacado un halago sin que siquiera lo notara. —¡Ay por Dios, me pondré algo tuyo, vale!
—Excelente. —Pansy se sonrió ganando la partida, Hermione supo que había sido una treta y que había caído, se relajó mientras se acercaba a la barra de la cocina y se apoyaba ahí. —Mira. —Con un movimiento de varita, el muro frente a la cocina se desprendió de su lugar y alcanzó el sitio en que estaban, ante ellas había un guardarropa, parte inferior infestada de pantalones y faldas de todo tipo, parte superior chaquetas, sacos, gabardinas y toda una hilera de estantes con blusas, blusones y suéteres. —Elige lo que quieras, algo habrá que se adapte a tu estilo. —El tono era petulante, morbosamente presumido, pero a Hermione no ofendió, más bien sorprendió.
—¿Todo esto lo has usado alguna vez? —Murmuró pasando sus dedos por un suéter de cuello de tortuga color amarillo canario, había tal variedad de estilos que tuvo que hacer la pregunta; nunca había visto a Pansy metida en ese tipo de prendas, mucho menos en colores así, la recordaba sobria, siempre de negro, azul marino, verde oscuro, morado, nunca de tonos tan variopintos como aquellos; Pansy estornudó quizá atosigada por aquel pensamiento, luego contestó con simpleza.
—No todo… soy una compradora compulsiva. —Confesó mientras echaba champiñones, salchicha y queso en lo que Hermione interpretó como una omelete muy apresurado. —Siempre preferiré el clásico negro, es más elegante y no hay problemas porque me quede o no me quede, es indispensable usarlo y combina con todo… pero si veo una prenda que me guste en algún lado, la compraré me la ponga o no. —Hermione asintió tomando entre sus manos un chaleco largo color negro con solapas en rojo fuego, sin pensarlo mucho tomó unos pantalones negros a juego, de casimir ligero y finísimo, con pliegues y valencianas.
—Acumuladora y despilfarradora, eh. —El comentario hizo sonreír a Pansy con la cara inclinada mirando la estufa, Hermione intentó ignorar aquello, pero de reojo la vigilaba, le gustaba esa forma de sonreír suya, socarrona y descarada.
—Algo así, Hermione. —Faltaba poco para tener que voltear lo que estaba cocinando y sintió a la aludida acercarse, alzó la cara y se la encontró con la ropa entre los brazos mirándola como esperando instrucciones. —¿Qué pasa? —Quiso saber oyendo el "shhhh" de los huevos al cocinarse y mirándola fijo.
—¿Puedo usar tu baño? —Preguntó con seriedad y tuvo que asentir también con seriedad, entonces notó algo.
—Necesitas ropa interior limpia. —Hermione se sonrojó como si le hubiera dicho que sus bragas eran hermosas, de inmediato miró a otro lado e hizo aparecer con un movimiento de varita la puerta a un vestidor enorme al lado del baño. —Ahí dentro, en el vestidor hay cajones con más ropa, encontrarás medias, sujetadores… —Sintió ella misma que le ardía la cara y carraspeó cuando las palabras se le atoraron en la garganta. —… toma lo que necesites, si la talla no da, siempre puedes usar la varita… he oído que eres hábil con ella. —Le guiñó un ojo para quitarle a aquello el aire de incomodidad, Hermione asintió y se metió al vestidor apresurada, ella volvió los ojos a lo que cocinaba. —Date prisa porque esto se enfría.
La escuchó sisear sobre la alfombra del vestidor y permaneció un rato ahí parada, mirando a los huevos cociéndose, al cabo de unos segundos los retiró del fuego tras doblarlos, lo cortó en dos ahí mismo sobre la sartén y dispuso los platos para servirlos; cortó un tomate y puso sobre él unos cuantos trozos de brócoli que había cocido el día anterior, estaba agregando una pizca de sal, cuando escuchó un cajón cerrarse y le ganó la curiosidad.
Caminó hasta la puerta del vestidor para encontrar que la castaña la había dejado abierta, en el fondo de él, Hermione se quitaba la blusa arrugada y los pantalones, y se miraba de perfil en el espejo a su costado, apoyada en la puerta la miró hacer un rato sin decir nada; había dispuesto la ropa en el orden que debía ponérsela y se estaba desnudando, parecía llevada por una cotidianeidad que hizo a Pansy sospechar si no se sentía demasiado cómoda en su casa, para ser normal. Una vez desnuda al completo, se llevó las manos a la melena castaña alborotada y volvió a acomodarla, el movimiento de sus brazos al extenderse hacia arriba hizo a sus senos tenderse hacia arriba, Pansy recordó dos cosas con la velocidad del rayo: aquel suceso de la regadera, y cuando Ron fue a casa de Hermione a verla durante su trago amargo con las andanzas de Luna.
Mientras Hermione se ponía un cachetero que había tomado del cajón de Pansy, quizá el más amplio que encontrara porque le sacaba una muy buena talla en cadera, se acordó de la reacción exacta que tuvo Ron al verla y tragó saliva cuando la vio ponerse el sujetador, ambos negros, sobre aquella piel cobriza y perfecta.
—Weasley fue a verte cuando eras una pelota de playa. —Murmuró haciendo a Hermione dar un respingo y volverse, sólo con la interior encima parecía que estuviera totalmente a su merced, y escogía precisamente hablar de Ron, pudiendo aventurarse a cualquier otra cosa; aquellos ojos castaños le miraban expectantes y dudó en seguir hablando, porque no era el tema que quería tocar ahora, pero lo hizo. —Se puso tan pálido que creí que se estaba infartando. —Hermione miró a otro lado y tomó la blusa que había elegido, empezó a ponérsela con unos movimientos que no denotaban ninguna intención para con Pansy, sin embargo, ella sentía que tenía que seguir hablando porque el simple hecho de verla, le inspiraba emociones que no podía comprender. —Caminó desesperado de lado a lado sin decir nada luego de ver cómo estabas, no parecía dispuesto a quedarse mucho tiempo ahí contigo… no sé de hombres bondadosos o cursis, pero creo que tendría que haber hecho algo como tomar tu mano o besar tu frente… —Ya no la miraba a ella, miraba a la alfombra entre las dos, sentía un vacío enorme en el estómago y una presión densa en el pecho, algo le escalaba hasta los ojos que le empezaron a picar. —… es lo que se supone que hacen los hombres buenos, los novios perfectos, cuando algo malo le pasa a su chica.
—Ron no es perfecto. —Hermione estaba inclinada sujetando los pantalones que iba a ponerse, Pansy asintió alzando los ojos hacia ella y notándole la fuerza en las pantorrillas, la castaña le daba ahora la espalda en pleno.
—Le dije que si se iba luego de verte así, era mejor que no volviera a buscarte. —Estratégicamente omitió decirle que ella lo había aguijoneado para entrar a verla, que había mencionado su libido y que sí, se había medio burlado de él, pero aquella confesión hizo que Hermione, ya casi vestida se volviera a verla, los ojos desorbitados, la sorpresa entre ambas cejas; Pansy tragó saliva fuerte y alzó la vista para verla a los ojos, sentía algo que pocas veces se daba oportunidad de sentir, era culpa. —Lo eché de tu casa porque esa no es la reacción de un buen hombre… no conozco a ninguno, pero esa… —Hermione tenía el ceño fruncido y le miraba penetrante, certera. —… esa no es la reacción que yo querría. —Alzó los ojos y le miró un momento, Hermione suspiró y empezó a andar hacia ella cuando un fulgor verde vino desde la espalda de Pansy que se volvió a mirar, la figura en la chimenea la hizo fruncir el ceño y alzar una mano para decirle que se detuviera, Hermione obedeció.
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Aquellos zapatos relucientes pisaron la alfombra con desdén, dejando en ella las marcas del hollín de la chimenea aunque había un tapete cerca específicamente para esa función, Pansy dio dos pasos hacia el sillón que la separaba de él y esperó a que se incorporara para saber sólo con verlo a qué venía; la sonrisa en sus labios se veía espantosa bajo aquella marca amoratada de la nariz, así de duradero era el cardenal de aquello entre los dos. Pansy sonrió apoyando las manos en el respaldo del sillón y llevándose la lengua a las muelas traseras, con mofa, atinó a exclamar.
—Me olvidé de conjurar una cerradura especial para ti… tenía entendido que se te habían agotado los intentos, Draco. —Hermione escuchó aquello metida en el vestidor, el nombre le causó una opresión en el pecho semejante a la angustia, miraba hacia la puerta desde donde apenas podía ver parte de la espalda de Pansy, los pasos que siguieron a aquellas palabras denotaron que el rubio se movía en la casa, sus pasos eran firmes y tranquilos.
—Nunca has sabido cerrarte para mí, Pansy. —El comentario era todo lo mal intencionado del mundo, Hermione sintió que se le agitaba la respiración, si a ella le hubiera dicho eso un hombre habría deseado que se la tragara la tierra de un bocado; la risa de Pansy amortiguó su incomodidad, parecía divertida en serio, como si en realidad le pareciera gracioso el comentario y hasta lo aceptara, y aunque de momento se serenó en una incomprensión extraña, de pronto su incomodidad se avivó cuando Draco se empezó a reír también y el tono suyo era de completa vulgaridad, una risa lasciva y mordaz.
—Muy gracioso, en serio que sí… —Intentaba sonar serena, pero se notaba en su voz una vibración peculiar, como si contuviera el sonido de ella entre los dientes, quizá rabiaba de que llegara a su casa sin avisar, quizá era que estaba aún furiosa con él por lo que fuera que había pasado y que terminara en aquel golpe que el rubio había lucido como trofeo los últimos días… ¿o sería que estaba preocupada porque ella estaba ahí escondida?, ¿qué tan conveniente sería que aquel idiota la viera ahí?, aquello la hizo apretarse las manos con nervio. —… ¿qué quieres? —No perdió más el tiempo, se le oía furiosa ahora sí, en serio alterada detrás de la risa amarga.
—Supe por ahí que mi madre fue a visitarte y que te contó las novedades. —Draco se sentó como si fuera su casa en el sillón individual que estaba frente al que le servía de trinchera, se acomodaba los pantalones con lentitud, como si fuera a estar ahí sentado horas a tener una charla muy amena. —Debo admitir que es algo que habría preferido que supieras por mí… ya sabes, creo que te debía eso al menos. —Se encogió de hombros y le miró de soslayo, Pansy soltó una risilla tropezada.
—Tú, me debes muchas más cosas, Draco… y siempre he sabido que para los temas duros, tu madre es el conducto. —Sonrió al decir aquello y notó en el rostro de Draco un brillo de malicia que la hizo sentir un placer extraño, el de las peleas que se provocaban uno a otro en Colegio, el de quererse dar picones; Hermione intentó irse hacia el costado, sólo para cerciorarse de que no fuera a verla Draco, estar escuchándolos le estaba causando mucha ansiedad.
—Me hubiera fascinado ver tu cara cuando mamá te lo dijo… ¿te sorprendiste?... no, creo que más bien debiste sentirte muy a disgusto por la confirmación, después de todo, bien sabías que me estaba acostando con Astoria… fue ese en realidad tu motivo principal para esto. —Draco deslizaba los dedos delgados de su mano izquierda por sobre el reposa brazos del sillón, acariciando aquella tela como lo hacía antes con su pierna o con su costado, mientras con la derecha se rozaba el cardenal pálido que le surcaba la nariz.
—¡Bueno!, no es como si acostarse contigo fuera la garantía de que te casarás con la susodicha… puedo hacer una larga lista de quienes lo confirman. —Alzó la mano y empezó a señalar con cada dedo libre, poniendo un claro énfasis en los nombres mirándolo como se ve a un adolescente promiscuo. —Aquella chica en las Tres Escobas que casi te rompe la nariz cuando la llamaste impura luego de hacerlo, Millicent, Padma, Daphne, Hannah, esa Ravenclaw extraña que le gustaba chuparse los dedos y que siempre me pareció tan desagradable… —Draco la miraba con una risa petrificada, Pansy reía casi al ver que lo sacaba de ritmo, Hermione estaba asombrada de la naturalidad con la que la morena podía hablar de las infidelidades de su novio eterno. —… la pobre Susan Bones que casi se infarta cuando te encontró en brazos de Megan Jones, ¡y mira que caer con los Hufflepuff ya es bastante muestra de amor por sí misma! —Pansy soltó una risa extraña, como salida de un tubo de latón, Hermione se sentía extraña ahí oyendo aquello, no sólo por los nombres que conocía bien, sino porque esos dos juntos eran como una mezcla de alacranes y tarántulas en la misma pecera.
—Se te olvida la más importante en esa lista. —Pansy sintió un vuelco, lo miró con los ojos más penetrantes que tenía, no quería que lo fuera a decir, le exigía que no lo dijera, Draco sonrió alzando la cara para verla bien. —No por acostarme contigo los últimos años, iba a acabar dándote mi brazo a torcer… tú no estás hecha para ser una Malfoy. —Parkinson no se movió de donde estaba, pero sí cambio el peso de su cuerpo de un pie al otro y levantó más la cara con el rostro endurecido y los ojos hormigueándole; esa era una aseveración familiar, dicha por todos los Malfoy durante décadas a todas las Parkinson, un bucle vivencial tan horrible, que se había transformado en una maldición familiar: siempre existiría una Parkinson anhelando un Malfoy, siempre.
—Es verdad… tienes toda la razón, Draco, soy sólo una Parkinson más. —Las palabras le salían forzadas, por un momento dudó de lo que iba a decir, pero cuando lo dijo lo creía como lo más obvio ante sus ojos. —Pero parece ser que como todas las Parkinson que me han antecedido y las que vengan después de mí, ¡maldita sea nuestra suerte!, he tenido que estrellarme contra una piedra muy grande, Draco, para saber lo que realmente soy… y mírame, soy más de lo que crees conocer y esa marca coqueta en tu rostro lo demuestra. —Se rio, en serio lo hizo y lo disfrutó mucho y ambos se miraron sonriendo, Draco burlándose de ella y Pansy burlándose de él.
—Mi madre tenía razón… con los años te has vuelto más insolente. —Draco apoyó los brazos para incorporarse, entonces Pansy notó algo peculiar, él se tambaleaba cuando trataba de hacer movimientos pesados, aquello era mala señal; mirándolo fijo sin quitar la sonrisa de la cara y orando porque Hermione no saliera a la sala, porque no quería que él la ofendiera en su cara y sabía, que si algo lo emocionaba era aquello, dio un paso hacia él rodeando el mueble que los separaba, Draco volvió a intentar el levantarse. —La chiquilla resultó más que una aventura, Pansy… y ella no es una presuntuosa majadera y petulante. —Escupió sin dejar de sonreír, Pansy frunció el ceño, hubo en aquel movimiento suyo un desplazar de telas y un roce de piel y un olorcillo familiar se le vino a la nariz haciendo que atara cabos y dejó escapar una sonrisa.
—Y me alegra que así sea, Draco… lo que no entiendo, es qué tiene que ver eso conmigo, para que vengas hasta aquí… para que vengas a visitar a esta majadera petulante. —Él se puso serio de repente, mirándola con sus ojos grises profundos y escrutadores, Pansy frunció el ceño y perdió la sonrisa del todo, la vibra que le emitía el rubio la tenía desconcertada, había algo distinto en él, algo que no acababa de gustarle. —La última vez creí dejarte muy claro que no te quería ver de nuevo por mi casa… no quiero que vuelvas aquí.
—Y también me dejaste muy claro que querías una cosa de mí. —Pansy contuvo el aliento ante esa respuesta porque no era para nada la que esperaba, Hermione se acercó más a la puerta buscando no ser vista, pero ver lo que pasaba; Draco echó el cuerpo adelante y sonrió, una sonrisa como pocas: gentil y cansada, amable. —Sé que lo pediste, sé que cada cosa que hacías por mí lo decía y que no estuve abierto a oírlo… pero ahora lo estoy, Pansy.
—¿De qué carajo estás hablando? —Sintió que la cabeza le iba a estallar, ¿estaba oyendo aquello en verdad?, ¿a qué venía ahora?, aguzó la mirada y la clavó sobre él, había en Draco un cierto tono rojizo en sus mejillas más allá del cardenal y los ojos los tenía vidriosos, entonces lo acabó por comprender… alcohol.
—Mi madre lo dijo muchas veces, pero siempre con ese aire de que no valía la pena… todo mundo me lo dijo también y añadían el "pero es Parkinson, así debe ser", como si el que tú me amaras fuera tan normal como el que yo fuera a dar a Slytherin. —Draco le sonrió con tristeza, como pocas veces le había visto hacer y Pansy sintió un dejo profundo de pesar, como si se abriera una herida vieja y ya cerrada y le escociera porque él la apretaba con su mano envenenada; la ojiverde miró a otro lado intentando no escuchar, pero él alzó la voz para que lo hiciera, parecía desesperado por decirlo, estaba furioso, estaba colérico. —¡Es una estupidez, Pansy!… ¡¿qué se supone que hiciera si así me criaron?!... mi padre lo decía a cada oportunidad, tú misma lo llegaste a decir muchas veces y yo lo creí, lo escuché hasta creerlo. —Draco hablaba ahora con una sonrisa de furia en la boca, Pansy se volvió a verlo odiándolo más por reabrir aquello.
—¿Eso vienes a decirme?, ¿para esto te envalentonaste con alcohol?, ¡para decirme que no me amaste porque todo mundo te decía que no lo hicieras!... lárgate de mi casa, no quiero volver a verte, no te quiero aquí. —Lo señaló con un dedo acusador, Draco le miraba fijo y sin expresión, Pansy enloqueció de coraje al ver que no la obedecía, que no se movía y permanecía ahí sentado mirándola y nada más, así que volvió a gritarle. —¡Vete de mi casa, no quiero volver a verte!
—Sólo tenías que decirlo… nada más. —Se incorporó y se acercó hasta ella, pero Pansy dio un paso atrás huyéndole, confundida, él estaba jugando algo a lo que no se iba a prestar y si lo que notaba en su mirada era alcohol realmente, no quería tenerlo cerca en una mala borrachera; no tenía idea de cuántas copas tendría encima o cuántas horas sin dormir, pero ahora que lo veía con cuidado le notaba un aire extraño, furia contenida quizá.
—¿Decir qué?... ¿lo que todo mundo sabía? —Pansy no podía creer que estuvieran hablando de aquello con Hermione metida en su vestidor, era el colmo de los colmos. —¡Te lo dije cada día que estuvimos juntos, cada noche!… ¡te lo dije con lágrimas y con sangre y te importó un carajo!, ¿por qué te importa ahora?, ¿qué quieres de mí?
—¡¿Por qué lo tienes que hacer siempre tan difícil?!... ¡mierda, sólo haz lo que te digo y dilo de una vez! —Draco le gritó desde el otro lado del sillón, con la voz ronca del que empieza a enfadarse mucho y no lo puede controlar. —Si me amabas sólo tenías que decirlo más fuerte, carajo. —Berreaba con su cabeza de lado a lado y Hermione frunció el ceño, la charla empezaba a perder sentido y era atribución de la clara borrachera del rubio.
—¡Eres un estúpido!, querías acaso que te mandara un memorándum firmado por mi jefa de oficina y con copia para tu madre, ¡maldito egoísta! —No quería llorar, no quería decir más, pero sólo aquello le faltaba, que Draco viniera a ordenarle que le dijera que lo amaba mientras estaba a punto de casarse con otra. —No eres sino un hombrecillo inflado por el abolengo de su casa, patético Malfoy y un inservible Black… —Pansy empezó a manotear enfurecida, lo que decía ya estaba fuera de sus manos, la ira la controlaba, él le estaba haciendo decir cosas que no quería decir. —… eres un niño mimado que nunca ha sabido tomar sus propias decisiones, ni siquiera cuando tuviste un papel importante en algo, ni siquiera cuando se te dio la oportunidad tuviste las agallas de serlo… ¡ni como traidor pudiste dar el ancho, Draco! —Aquello fue mortal y Pansy y Hermione lo supieron de inmediato, la primera apretó los labios y se llevó la mano a la boca con horror, no quería decir eso, se le había salido sin querer, la segunda contuvo el aire en sus pulmones sorprendida, Pansy había sido venenosa a límites insospechados con ese ataque; el rubio la miró como si la reconociera apenas y Hermione no atinaba a comprender cómo es que Parkinson había tocado aquel tema con tanta ligereza y ese nivel de acusación, Pansy intentó serenarse cerrando los ojos y sacudiendo la cabeza, Malfoy se puso de pie y echó a andar hacia ella con la cabeza gacha y los brazos muy tensos. —Mira Draco… por favor, vete.
—No quise ser un asesino. —Murmuró con la voz irreconocible acercándose, sin mirarla, sólo clavado al frente como si ni siquiera hablara con ella. —Tú sabías que yo no quería serlo.
—Escúchame, porque sólo lo voy a decir una vez más… no te quiero cerca de mí, vete de mi casa. —La voz le sonaba chillona y asustada más de sí misma y su bocaza que de él, porque había provocado al rubio sin necesidad, porque Draco caminaba hacia ella y en su rostro veía la ira que muy escasas veces lo inundaba, la misma que a veces hacía a sus amigos dejarlo solo, la que estaba fundada en rencor y amargura; intentó recomponerse y hacerse la fuerte frente a él, pero se desconoció temblando porque se acercara, no quería herirlo y tampoco quería dejar que la tocara, porque fuera como fuera, aún tenía un cierto sentimiento por él.
—Tú y yo estamos más allá del bien y el mal, Pansy, ¿no lo entiendes?, por eso sabes esas cosas, por eso me las dices… Astoria no importa y quien quiera que se acerque a ti tampoco, en esto tú y yo somos diferentes a los demás, estamos marcados por el mismo maldito destino, Pansy, juntos… estamos más allá de todo, hermosa. —Tendió la mano para sujetarla y Pansy mostró que traía consigo su varita, dispuesta a partirle la cara de nuevo, Draco sonrió y con un movimiento de la suya la desarmó ágil y firme, la tomó por sorpresa y por un instante la morena se quedó en blanco, no esperaba aquello, pero era la consecuencia lógica a tantas frases dichas sin pensar.
—Draco, has tomado demasiado… ¿hace cuántas noches que no duermes? —Intentaba mediar, lo conocía bien y debía estar pasando por una semana pesada en el trabajo, la presión de la boda, su madre, Astoria… no estaba bien y quería evitar una desgracia, buscó con la mirada su varita por todos lados, pero la vino a encontrar bajo una de las sillas de la barra de la cocina; Draco notó sus ojos verdes clavados en ella y se sonrió de lado mirándola y echando la cabeza a un lado, la melena platinada se le deslizó hasta cubrirle la oreja y parte de la mejilla, Pansy supo que tenía días sin pasar por su casa y ducharse, hacía mucho no peinaba su cabello.
—No querrás dejarme otra marca, ¿o sí?... en mi boda me veré pésimo si me vuelves a lastimar. —Echó el cuerpo al frente en un movimiento tan rápido como agresivo, sujetándola por el brazo en que antes llevara la varita antes incluso que ella lograra tender la palma para invocarla; Pansy echó el cuerpo atrás, alzó la mano como si fuera a abofetearlo dispuesta a volverlo a lastimar, él le estrujó el brazo llevándolo atrás en un tirón violento, como si quisiera rompérselo y Pansy dio un alarido de dolor cuando sintió un relámpago correrle desde el codo y hasta el hombro. —Si pudieras saber cuánto me dolió el golpe que me diste y tu actitud majadera con mi madre, ¡le cerraste la puerta en la cara!, a mi madre, Pansy… y lo que acabas de decirme, no tienes vergüenza, te crees lo suficientemente superior para juzgarme… ¡a mí!
—No tengo necesidad de juzgarte, te juzgas tú mismo y vienes a echarme en cara las sobras. —Volvía a ser ella hablando sin pensar, sólo queriendo ganar la batalla a patadas incluso. —Eres tan poco hombre que sigues creyendo que humillarme a mí te hace superior, ¡por eso vienes a exigir que te diga que te amo, para sentirte mejor entre esa cápsula de mierda que te gusta llamar vida! —Se reía, se reía de él en su cara y Draco también se empezó a reír frenético.
—No voy a permitirte más estas cosas. —Alzó la mano que llevaba la varita y se dispuso a apuntarle con una sonrisa perversa, ella quiso soltarse de su agarre con un movimiento brusco que sólo la lastimó más, lo empujó con la mano libre y él volvió a tirar de su muñeca sin recato, cuando la punta de una varita oscura se incrustó en la sien del rubio, haciéndolo congelarse.
—Hermione. —Murmuró Pansy, se había olvidado de ella por un par de segundos que ahora representaban su mayor ventaja, su cuerpo atlético estaba firme y sobrecogedoramente amenazante metido en aquella ropa que la hacía ver más delgada y elegante, Draco la miró de reojo y apretó cada facción lleno de algo que no era ni sorpresa ni enfado, sino puro odio; Hermione tenía los dientes apretados y las cejas juntas, sus ojos clavados en él desorbitados, Pansy sentía un adormecimiento escalarle por el antebrazo.
—También se te puede lastimar en zonas que no afecten la bonita fotografía de tu boda, Malfoy… —Era la amenaza más sensual que Pansy había oído nunca, pero el rostro de Hermione era de todo menos de seducción, miraba a Draco con una ira que pocas veces le había visto y sin embargo en sus labios se formó una risa amarga. — …baja la varita, y suéltala.
—Qué extraño encontrarte por aquí, Granger. —Mientras la soltaba no dejaba de ver fijamente a la castaña, inspeccionando por momentos su atuendo, evaluando la situación con una calma pesada que puso a Pansy muy nerviosa; el cabello rubio se le había venido a la cara, pesado, como mojado.
—Una está en los sitios más necesarios, según parece. —Draco sonrió y volvió la mirada a Pansy que se enderezaba al sentir que la soltaba por fin, Hermione lo empujó con la varita, haciendo que diera dos pasos a un lado medio tambaleándose víctima de perder el esfuerzo y la rabia previos, ofreciéndole a ella más espacio para caminar. —Ahora me vas a hacer el favor de irte, en casa seguramente tu madre espera noticias tuyas y no queremos que además la señorita Greengrass se preocupe por ti. —El rubio se agachó un poco, dejando que el cabello le cubriera la cara, estuvo así dos o tres segundos que a ambas les parecieron horas, y empezó a reírse quedo, moviendo los hombros arriba y abajo, con un sonido salido del pecho, hondo y cansado; ignorando a Hermione que seguía apuntándole con la varita miró a Pansy por entre el cabello, ella había dado inconscientemente un paso hacia la castaña, tocándose el brazo adolorida.
—Tengo un ligero déjà vu, Pansy… de un tiempo atrás, en cuarto curso, ¿será? —El comentario tenía para Hermione el mismo sentido que el fénix grabado a fuego a las puertas de la bóveda de los Lestrange, pero Pansy se irguió dejando de lado el dolor de su brazo y dio un paso al frente, ahora para interponerse entre ambos; con un movimiento de dedos, convocó su varita que giró veloz en el piso y luego fue a posarse en su mano de manicura perfecta. —Sólo que ahora se juntan varias cosas… claro que qué se puede esperar de la nueva amante de los muggles y su cultura, ¿verdad? —Pansy sintió un escalofrío ante aquella acusación.
—Ya escuchaste a Hermione, lárgate de mi casa, Draco. —Su voz era penetrante y no daba espacio a titubeo, el hombre se enderezó y llevó su mano libre a echarse el cabello atrás, se pasó los dedos por él dos, tres, cuatro veces y respiró profundo cada una de ellas, se notaba luchando por recomponerse, sin quitarse la risa de los labios. —Vete de una buena vez. —Estaba exasperada, lo odiaba ebrio, lo odiaba ahí dando respuesta a una petición de años, ¡lo odiaba ahí incomodando a Hermione!
—Claro que sí… me voy de una buena vez. —Las zancadas que dio hacia la chimenea parecían el dibujo caricaturesco del hombre que era, justo antes de echar dentro el polvo flu que tenía en la mano, se volvió a mirar a Hermione, que no había bajado la varita ni un ápice. —Una pena que no pueda decir que fue un placer verte, Granger… pero en casa de Pansy, pocas cosas suelen ser realmente placenteras… —La barrió con su mirada más lasciva y llena de odio y Hermione sintió que le latían las sienes y necesitaba darle un escarmiento, estaba sonrojada hasta la raíz del pelo y ansiosa por verlo largarse de inmediato. —… aunque quizá a estas alturas, ya estés disfrutando de las que sí lo son, después de todo, mujeres fáciles como Pansy Parkinson, muy pocas… felicidades, sangre sucia, otro logro para la futura Ministra de Magia, flamante líder de la actualidad. —Draco se echó a reír con unas carcajadas enfermizas y lacerantes, Pansy no lo dudó, fue un latigazo exasperado y torpe, que hizo saltar una explosión de polvo del borde de la chimenea, y sacudirse a la mano de Draco, un par de gotas de sangre saltaron contra la alfombra dejando puntos negros, el rubio apenas se miró con indiferencia, sin callar la risa que se le vino como un torrente.
—Vete, Malfoy. —Hermione dio un paso hacia Pansy, que se contenía con las mejillas encendidas de furia.
—Un placer, señoritas, siempre será interesante pasar tiempo con ustedes… juntas, sobre todo. —La última palabra se arrastró siseante y larga, mientras cruzaba la chimenea y desaparecía con una nube brumosa y verde.
/o/o/o/
El golpe seco del hacha le llegaba a los oídos mientras servía la limonada, un golpe insistente y rítmico como el segundero de un reloj, no tomó servilletas, sólo sujetó ambos vasos y echó a andar hacia la puerta, le gustaba aquella casa tanto como la de sus padres, el porche era largo y el sol le pegaba de frente calentándolo, los setos los había puesto con sus propias manos y el ladrillo brilloso del andador hacia el granero lo había instalado él mismo, al dar vuelta y llegar hasta donde estaba, no le sorprendió encontrarlo en mangas de camisa y empapado en sudor; había despertado con el alba y desde entonces estaba cortando leña de nuevo, como el día anterior, enfurruñado y sudoroso sin dejar que siquiera le quisiera decir algo.
Vaso en mano, Charlie Weasley se sentó en un tronco inclinado a espaldas de Ronald y lo dejó seguir en lo suyo un rato, no dijo nada, sólo esperaba y no tuvo que hacerlo por mucho tiempo para que su hermano menor empezara a hablar:
—Hermione no quiso venir conmigo. —Charlie meció el vaso en su mano haciendo que los hielos golpearan entre ellos y que sonaran para ver si así el hombretón delante suyo se tentaba y bebía un poco, pero en lugar de eso se inclinó, tomó otro tronco, lo puso en la base de madera y sujetó el hacha. —Dice que en nuestra relación no estamos los dos. —Charlie frunció el ceño y apretó los labios, luego dio un sorbo suave a su bebida como ignorando el comentario, Ron dio un bufido al dar el hachazo contra el tronco. —Dijo que no quiere seguir siendo mi novia. —Murmuró llevándose las manos a la cabeza, Charlie le miraba en silencio.
Dejó caer el hacha al suelo y se quedó con las manos en la cintura mirando al cielo, de cara al sol respirando agitado, Charlie volvió a beber de su vaso antes de incorporarse e ir hasta él; le ofreció el vaso que había dispuesto para él y cuando lo hubo tomado, se pegó a su cuerpo y lo estrechó con el brazo libre, era mucho más ancho que él y algo más bajo, Ron le sacaba unos cinco centímetros, llevaba un insipiente bigote y tenía los ojos azules clavados en el horizonte.
—Hermione no es el problema, Ron. —Masculló mirando también al frente, su hermano dio un sollozo y se restregó el par de lágrimas que le escurrían por la mejilla con un rudo movimiento, Charlie volvió a beber de su vaso ahora larga y hondamente, dándole tiempo para serenarse.
—Van a hacerla Ministra. —Charlie asintió, todos en la familia sabían que la carrera de la joven iba encaminada hacia eso, era el resultado obvio de los últimos años de dedicación y esfuerzo y él, como Percy y Bill, sabía que Ron no estaba hecho para acompañarla en ese camino, sin importar cuánto Molly, Arthur, George, Ginny y Harry fingieran no notarlo.
—Hermione lo hará muy bien… será un orgullo verla llegar hasta ahí. —Charlie hablaba con la sonrisa orgullosa del hermano mayor, Ron asintió sorbiendo por la nariz y llevándose la limonada a la boca. —¿Qué piensa Harry?
Ron se quedó quieto un rato, mirando al vaso con fijeza, Charlie no dejaba de estrecharlo contra su costado, a veces tenían entre ambos una relación más cercana que la que tenían con los otros de sus hermanos; ambos se parecían mucho, Ron era más delgado y larguirucho que Charlie, pero parecían gotas de agua, Charlie se había dejado el cabello algo más largo y tenía el tatuaje del escudo de Gryffindor en el brazo izquierdo, con el que sostenía la limonada.
—No sé qué piensa Harry. —No dijo nada, se quedó callado esperando a que siguiera hablando. —Me van a echar de los aurores, Charlie. —Aquello sonó como lo que más le doliera y su hermano asintió, luego le dio un apretón con su fuerte y enorme brazo.
—¡Hey!... no eres un zoquete que vaya a dejar que eso ocurra… ¡ánimo, Ronnie!... vas a arreglar esto. —Le miraba con los ojos alegres y la sonrisa enorme de siempre, Ron asintió.
Se sentía mejor.
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Se hizo un silencio denso tras el chasquido que vino de la chimenea, Hermione aún tenía el brazo tendido apuntando con su varita a una figura que ya no existía, Pansy aún tenía los ojos clavados en el fuego y respiraba agitada; la castaña bajó el brazo lentamente analizando todo lo que había escuchado, palabra a palabra.
—Un alto porcentaje de lo que dice Draco estando ebrio se le olvida al día siguiente. —Murmuró con la voz trémula, Hermione miró a la alfombra donde aún se notaban las huellas de hollín de los zapatos del rubio, repasaba todo lo que Pansy había dicho, la acusación contra Draco de no haber sido lo suficientemente valiente para ser un asesino aún le retumbaba por dentro. —Draco siempre ha sacado lo peor de mí. —Hermione estuvo de acuerdo con aquello, completamente, conocer esa cara de Pansy y la forma como ambos se ofendían parecía haber sido la forma perfecta de arruinarle la mañana que iba también, pero luego pensó en sus últimos encuentros con Ron, la discusión acalorada en su oficina y comprendió que cuando una relación llega a esos límites, el sentimiento está tan podrido que mancha todo lo demás.
—Era Draco siendo Draco. —Murmuró sin saber en realidad qué decía, Pansy suspiró fuerte, llenando toda la casa de una sensación amarga de hostilidad y tristeza; de pronto Hermione se sintió muy cansada.
—Qué extraño… uno anhela que cierta persona te visite así, que te pida a gritos que le ames… y de pronto, sólo quieres que no vuelva a pararse por tu casa, que se aleje de ti para siempre, porque te opaca lo que de verdad importa. —Aunque sonaba muy sincera, Hermione no le creyó, al escucharla le pareció que estaba Pansy poniendo sobre el tablero sus piezas de forma de poderla rodear y no dejarle escapatoria; frunció el ceño pensando que se había metido en las fauces de un lobo, que la rodeaban para comerla entera y que Pansy no hacía otra cosa que planear meticulosamente su primer movimiento para envolverla, aquello le dio rabia.
Se llevó la mano libre al pecho y sintió aquella ropa que no era suya y lo que antes le había hecho ilusión, el pensamiento bobo que había tenido minutos antes de salir y modelarle, de desayunar con ella, de charlar y sonreír, ahora se le antojaba una verdadera idiotez; se sintió sucia ahí parada, avergonzada por haber salido a defenderla y le resonaba en la cabeza aquella frase final de Draco "felicidades, sangre sucia, otro logro para la futura Ministra de Magia, flamante líder de la actualidad" de pronto se encontró con que tenía la idea descabellada de que Pansy había ideado aquello para correr aquel terrible rumor, su carrera arruinada por un escándalo con esos dos.
—Pansy. —Empezó y se dio la vuelta, pero lo que vio la desarmó y echó por la borda todo su coraje anterior.
Pansy Parkinson estaba de pie, muy derecha frente a ella, aún se sujetaba el brazo lastimado y lloraba, eran tantas las lágrimas que le empapaban las mejillas y le descendían hasta caer sobre la blusa arrugada que aún llevaba puesta, le temblaban los labios y los ojos, acuosos y brillantes como dos gemas, tenían las cejas caídas en una ola que demarcaba una tristeza terrible; Hermione sintió un nudo enorme en la garganta y atinó a tender su mano libre hacia la de Pansy, que no rechazó su agarre, por el contrario, se sujetó fuerte a ella sin dejar de temblar.
—Y-yo no quería decir todo a-aquello… pero él me obligó. —Tartamudeaba, y se llevó la mano lastimada al rostro donde se restregó las lágrimas, desesperada, ya sacudiendo el cuerpo entero, ya descontrolada. — ¿Por qué t-tenía que decir todo eso?... ¡¿por qué tenía que venir a b-buscarme?!... yo no soy así.
—Tranquila. —Se acercó a ella y Pansy la abrazó, era un abrazo desesperado, una búsqueda anhelosa de reconfortarse.
—Lo siento… l-lo siento. —Hermione la abrazó y aquello fue como perder la duda anterior, su extravío pasado se derrumbó, Pansy estaba desconsolada y Hermione no sabía cómo reconfortarla.
—Hey, no pasa nada… es sólo un rubio desabrido. —Murmuró queriendo sonreírse, estrujó a Pansy en un abrazo fuerte y la morena se quejó ahogada contra el hombro de la castaña. —Ese brazo está mal, Pansy… tengo que ponerte algo para remediar ese dolor o tendrás problemas a lo largo del día… ven, te daré algo para que deje de doler… además no vas a darle importancia a lo que dice ese Slytherin, ¿o sí? —Le levantó la cara sonriendo con dulzura y Pansy frunció el ceño y soltó un sollozo largo.
—Pero yo también lo soy. —Masculló mirándola, Hermione negó con la cabeza sonriendo, le pasó la mano por las mejillas secándole las lágrimas con un gesto tierno que reconfortó mucho a Pansy y le dio calma, ésta le miraba con los ojos verdes más resplandecientes que le había visto nunca, esas dos gemas esmeralda hacían contraste con su fondo enrojecido de llanto; en serio le daban ganas de abrazarla fuerte y consolarle, le sonrió, porque recordó entonces las noches que había pasado en vela cuidándola y las cenas y la forma como la acariciaba y le susurraba… no, lo que había pensado antes no podía ser cierto, esta, la llorosa, la que sufría por lo que había dicho era la Pansy real, la que Draco sobajaba a placer.
—No, tú eres Pansy… nada más. —Le secó las lágrimas del rostro con su mano, en una caricia dulce y constante, luego apoyó su frente contra la suya y cerró los ojos sintiéndola sollozar, Pansy también cerró los ojos y pareció serenarse. —No llores… no vale la pena… y aunque no había visto unos ojos más hermosos como los tuyos ahora, recuerda que tenemos que ir a trabajar. —Cuando abrió los ojos, se topó los de Pansy desorbitados y conmovidos, sus labios ya no temblaban, sólo estaban entreabiertos de sorpresa, Hermione los besó con cuidado tomándola por las mejillas, sabían a sal, sabían a dulce, a todo.
—Gracias. —Dijo Pansy apoyando también su frente contra ella después y respirando hondo, suspirando. —Ya se enfrío lo que te hice. —Musitó con un nuevo sollozo que sonó patético y arrancó a Hermione una sonrisa y un movimiento negativo de su cabeza contra la de Pansy.
—Estás hablando con la bruja más hábil de tu generación… yo caliento lo que sea. —Era una frase en doble sentido y volvió a besarle ahora rápido y sonoro y Pansy se rio con desgano.
Abrazó a Hermione como nunca antes. Y se sintió mejor.
