Prometí doble capítulo para Navidad y vengo, como en cada capítulo al subir, a disculparme por no cumplir lo que había dicho… pero vamos, que cuando vean lo largo de este, seguro me disculpan.
No obstante, esta es una primera parte, seguro la segunda viene entre domingo y lunes, para compensar el asunto de que me tardé en publicar…
Feliz año a los que leen, gracias por estar y permanecer, a los que comentan, muchas gracias; ojalá el año que empieza les traiga muchas bendiciones y ojalá que comenten más, lean más y disfruten más…
Este es Demasiado y dedico el capítulo a quienes siguen creyendo que Pansy y Hermione no funciona… veremos, veremos.
Cartas a ningún lado (Parte I)
There's no complication there's no explanation.
—Mundungus Fletcher. —Potter miraba la fotografía que habían traído de aquel sujeto y la sostenía frente a su rostro, donde le obstruyera la visión del cuerpo carbonizado sobre la mesa, pero su nariz era más reveladora que la imagen y traía por añadidura el dolor de la culpa; el perfumillo ácido de carne chamuscada le penetraba casi hasta la frente, donde tenía la sensación de un limón apretado contra el espacio entre sus ojos, ácido, rasposo y duro.
—Así es, señor Potter, lo confirmamos por la dentadura y el rastro mágico de los restos de varita que le encontramos en la mano. —Harry dio unos pasos entorno a la mesa de metal en que estaba depositado el cuerpo, todos ahí dentro se movían con sumo cuidado, porque el viento más mínimo hacia que se desmoronaran las muchas aristas que había provocado el fuego en el cuerpo sobre la plancha. —Si me permite hacer el comentario, creo que intentaba entrar a esa bóveda y alguien lo atrapó en ello.
—Eso significaría que a diferencia de lo que habíamos sospechado al inicio, él no fue asesinado como una advertencia, sino que alguien más intentó resguardar lo que había en la bóveda de los Lestrange. —El sanador asintió mientras anotaba algo más en el trozo de pergamino enrollado frente a su cara, Harry se ajustó las gafas mientras se acuclillaba junto al cadáver para mirar mejor una parte de la mano que parecía sobresalir, la mesa estaba baja, donde permitiera al grupo de personas ahí hacer anotaciones cómodamente y verle en totalidad. —¿Quién es el nuevo dueño de la bóveda? —Tras Harry, un joven de regordetas manos tomaba notas también, era su asistente, un chico recién egresado de la academia que lo perseguía para todos lados haciendo mandados y tomando recados con una actitud silenciosa y de respeto, elegante y poco a dado a sobresalir; el chico era hijo de un alto funcionario con años dentro del Ministerio, no tenía buen desempeño, a veces era torpe y lejano, Harry lo acosaba constantemente para que le entregara sus informes, en general era callado y tan inútil que a veces le quitaba más tiempo del que le ayudaba.
—Aquí dice que el único familiar con vida de los dueños de la bóveda es Draco Lucius Malfoy. —Aquello hizo que Harry arrugara la nariz haciendo que las gafas se le deslizaran hasta la punta, lo que menos necesitaba era tener que buscar al rubio desabrido para interrogarle, aunque según parecía eso tendría que hacer y pronto.
—Cerciórate de hacerme una cita con el señor Malfoy cuanto antes... es necesario que le haga unas preguntas. —El muchacho asintió mientras anotaba más rápido en su cuadernillo, Potter acercó el rostro a aquella mano ennegrecida por el fuego y al hacerlo, descubrió algo que llamó poderosamente su atención. —¿De aquí fue de donde retiraron los fragmentos de varita? —El sanador a su espalda asintió volviendo su rostro hacia él con creciente atención, Harry frunció el ceño mirando aquello. —¿Qué es eso que quedó entre los dedos? —El hombre de bata blanca dio dos pasos hacia él, inclinó también su cuerpo hacia la mano o lo que quedaba de ella y frunciendo el ceño negó con la cabeza como intentando decir que no lo sabía, otro de los sanadores que se dedicaba a tomar medidas con una cinta que volaba autónoma por el lugar, también se inclinó intrigado, se encogió de hombros cuando la mirada del primer sanador lo escrutó.
—Cuando quitamos los restos de varita había debajo, entre ella y la piel que sobrevivió a la quemadura, un trozo de tela gruesa que pensamos podría ser algún tipo de guante aunque no alguno que conozcamos, lo estamos revisando, pero admitimos que es extraño, de tratarse de un guante, habría restos en todo el contorno de la mano, pero no es así. —Harry asintió mirando también y al incorporarse para tomar aire con más libertad, no le gustó nada lo que tuvo que decir.
—Corte, necesitamos saber si es un guante u otra cosa. —El sanador asintió yendo a su mesa de instrumental para tomar lo necesario, Harry dio dos pasos atrás y volvió sus ojos a las anotaciones del sanador dejadas sobre la mesa; la causa de la muerte era la combustión a la que había sido sometido, los daños parecían haberse generado solo de eso, del fuego abrasador que lo consumió, Harry escuchó a la tijera cortar la mano carbonizada y sintió que le daba una náusea, luego recordó a Moody…
Y se le pasó.
/o/o/o/
Cortó un trozo con la cuchara y se lo llevó a la boca con lentitud aunque tuviera hambre, la sonrisa que tenía en los labios, mientras le platicaba sobre cómo se había hecho de Roar, casi se le cae de la cara, rebota en el plato con estrépito y va y se estampa en el piso, ahí, donde luego el gato negro del que hablaban, iría a olisquearla, a tocarla con una manita tímida y arqueada, dejando las uñas dentro, porque peligro y al rozarlo, se le pegaba algo y… ¡guácala!
—… y bueno, los primeros días éramos como dos extraños en la misma cama, a veces en la noche nos sentíamos el uno al otro y no podíamos evitar encogernos del susto, una vez salió volando cuando moví las mantas con demasiada fuerza… pero con el tiempo se acostumbró a mí y me acostumbré a él… y míralo, ahora es el dueño de la casa. —Asintió mientras masticaba lento y seudosonriendo con los labios apretados, enfurruñados, procurando que la saliva que se le venía a la boca como una marejada no la delatara; es que tenía la ligera sospecha de que los huevos estaban pasados, eso era, eso tenía que ser, Pansy no los había revisado antes de cocinarlos y aunque ella se había servido también, no había tomado bocado por estar hablando y bebiendo café.
—Sí, se ve bastante cómodo por aquí, creo que conoce la casa mejor que tú. —Bromeó como no queriendo la cosa y Pansy sonrió mirando su plato, tomó la cuchara, le dio dos miradas al trozo que ya tenía cortado pero no se lo llevó a la boca, emocionada por continuar.
—Hermione, gracias. —La sorprendió que le dijera aquello con tanta seriedad en la voz y tanta alegría en los labios, sorprendida se descubrió tragándoselo de un sopetón, casi sin tomarle el gusto aunque en la boca bien le había quedado una sensación amargosa, estrujante y rara.
—¿Por qué? —Preguntó casi olvidando el regusto desagradable en su lengua, Pansy desvió los ojos como si le estuviera preguntando la obviedad del siglo y volvió al plato donde removió el contenido con su cubierto, sin llegar a comerlo. Otra vez.
—No tenías porqué intervenir, fue un riesgo que te involucraras en ese momento. —Hermione debió poner cara de circunstancias, porque la ex Slytherin añadió apresurada y a trompicones. —No dirá nada, Hermione, como sea, guardará… sé que Draco no dirá nada, así que no te preocupes por eso, pero igualmente no tenías porqué intervenir. —Hermione asintió con serenidad y analizó lo que le estaba diciendo Pansy, comprendió la capacidad de sus actos, el gesto de genuina preocupación y protección que había tenido con Pansy y se sorprendió de la profundidad que podía alcanzar con ella sin siquiera darse cuenta; le había salido de la nada, en realidad era un hecho que a ella le parecía necesario y normal, pero para Parkinson tenía otro significado y eso le hizo dar a su estómago un respingo como el de un pellizco millonésimo e intensísimo.
—No tienes nada que agradecer, la verdad es que me asusté mucho. —Confesó mirando al plato, cortando otro trozo y llevándoselo a la boca, porque esa era la verdad, se había asustado y pensó que iban a pasar cosas que no deberían pasar, su voz sonó más apagada de lo que quería, pero dejó que ocurriera porque era verdad.
—¿Te asustaste? —Parkinson estaba en serio sorprendida y se quedó con la cuchara cargada de huevos delante de la boca sin llegar a meterla entre sus dientes, Hermione se asombró de que de nuevo se librara de probar aquello con tanta naturalidad.
—Pensé que iba a hacerte daño, Draco se veía furioso… y lo provocaste. —La miró recriminándole, Pansy pareció sopesar lo que le decía con mucha calma, como si apenas pudiera dimensionar lo que pasaba, su rostro sereno y serio se tornó taciturno unos segundos, así que ella quiso hacer hincapié en lo dicho. —Tú simplemente lo provocaste… eso que dijiste sobre que ni como traidor había…
—No quise decir eso. —Le interrumpió con velocidad y una voz chillona e inquieta, le cortó además interponiendo la cuchara cargada entre las dos, entonces le llegó el olor, no, el huevo no estaba malo, no se había pasado, simplemente Pansy era capaz de echar a perder hasta los productos frescos. —Draco… él y yo ya no podemos estar juntos sin herirnos, a eso se reduce, los últimos meses fueron así desde que supe lo de Astoria y empecé a hacérselo notar… lo que dije estuvo mal, es verdad, pero todo lo que él dijo también lo estaba. —Hermione asintió débilmente mientras se llevaba a la boca un nuevo trozo de su comida y confirmó que la morena no sabía cocinar, esta vez sintió que le ardían las mejillas porque Pansy le miraba con fijeza, esperando que dijera algo sobre lo que había dicho. —¿Hermione?, yo no soy una persona que disfrute con hacer sufrir a alguien… aunque en la escuela fuera tan dura contigo, era una niña... ¿me entiendes? —Hermione volvió a asentir pero esta vez con menos seguridad, después de todo no era como si le encantara hablar de su tiempo juntas en Colegio; con la boca llena, buscando mantener su lengua lo más alejada posible de aquella masa repugnante que había empezado a masticar, se distrajo de su antiguo pensamiento para enfocarse en aquella desagradable experiencia. —¿Hermione? —Pansy se rió, había comprendido lo que estaba pasando y la miraba fijo para ver qué hacía con aquello, cómo salía de esa, un brillo perverso le llenó la mirada herbácea. —¿Está bueno?
—Está… —Masticaba y masticaba mirando a Pansy por sobre el plato, ésta le miraba sorbiendo el café, volvió a masticar más y de nuevo y finalmente tuvo que pasar con fuerza lo que tenía en la boca y tomar aire con mucho ruido. —… está… muy bueno.
—Hermione, ¡qué tierna! —Chocó sus manos en un aplauso lleno de hilaridad y le miró con fijeza buscando que dijera algo, pero ella se aguantó estoica. —Vamos, no finjas, esto ha sido el desayuno más asqueroso de tu existencia. —La forma como lo dijo sin la menor reticencia y con la seguridad con que habría dicho que el sol estaba alto, la hizo finalmente flaquear y aceptarlo; ¿cómo es que una persona puede preparar tan mal un huevo?, ¡era huevo, por Merlín!, no era langosta o cola de ternera.
—Pansy… ¿cómo diablos echaste a perder un huevo? —Preguntó riéndose con la servilleta frente a la boca para no mostrar lo que aún tenía en ella y Pansy se carcajeó por todo lo alto, había un sonrojo muy natural en sus mejillas, como una tibieza que le hacía ver dulce, Hermione se enterneció con ello.
—Me gustaría decir que es culpa de Draco, pero mentiría… no lo sé, no suelo cocinar, ¡esas cosas no van conmigo! —Se puso de pie y echó a andar rumbo al vestidor abierto, no sin antes hacer aparecer con un movimiento de varita una copa que se fue llenando de vino tinto. —Para el trago amargo. —La castaña suspiró sin muchas ganas, resignada, definitivamente necesitaba el alcohol, para la comida desagradable y para lo otro; se tuvo que limpiar la boca después y dejó que se le apagara la risa mientras le seguía los pasos hacia el vestidor sacudiéndose las migajas del pan con que acompañaran la comida, acomedida se volvió y con un movimiento de varita empezó a recoger lo de la mesa y a guardar las cosas en su sitio, dejando que cada una fuera a su lugar asignado por memoria mágica, al mismo tiempo, puso a lavar la vajilla usada y se volvió a su anfitriona.
—Pues déjame decirte que haces honor a la frase, "se te quema hasta el agua". —Dijo entrando al vestidor y quedándose de un palmo, hasta extraño le pareció que no le notara su reacción asombrada: Pansy Parkinson estaba completamente desnuda dándole la espalda, de cara al enorme espejo de su vestidor haciendo flotar a su alrededor lo que parecía ser el vapor de una plancha muggle; en su mente, Hermione buscó cualquier cosa que pudiera dar explicación a lo que veía y lo encontró instantes después, era una ducha mágica exprés, que rocía agua caliente y enjuaga cada parte del cuerpo con un movimiento de varita.
—Jamás ha sido requisito para una futura jefa de departamento saber usar una sartén. —Pansy alzó los brazos al techo, dejando que el agua rápida le pasara por el pecho y los costados, luego la habitación se llenó de un remolino tibio, y en un parpadeo estaba seca, con toda la normalidad del mundo; mas Hermione estaba sorprendida de verla ahí, simplemente desnuda, como si le importara muy poco que pudiera verla, entonces notó aquellos ojos verdes clavados en ella desde el reflejo del espejo, escrutadores, fijos y fuertes. — ¿Pasa algo? —La pregunta era todo lo mal intencionada del universo, la sonrisa complacida en aquellos labios la hizo sentir que se le subían los colores al rostro, negó mirando al suelo en un rincón y Pansy se sonrió de lado todavía más, mientras daba un paso hacia el cajón de la ropa interior y sacaba las dos prendas que se pondría, ambas blancas. —¿Cuántas? —Hermione se volvió a mirarla, no entendía la pregunta.
—¿Cuántas qué? —Quiso saber mientras se sentaba en un banco junto a la puerta y la contemplaba de reojo ponerse las bragas y el sostén, sin atinar a poner las manos en ningún sitio, Pansy movía su melena de lado a lado como quien no quiere la cosa, tan cómoda con su desnudez como lo estaría completamente vestida.
—¿Con cuántas chicas te ha pasado esto? —Pansy se puso el perfume en las muñecas, unas gotas en el escote y se mojó las yemas de los dedos, para luego perderlos entre su melena desde las raíces hasta el final de ella; no miraba a la castaña, había enfocado su mirada en otro lado como evitándola, quizá en una respetuosa actitud.
—Te… ¿te refieres a esto? —Preguntó señalando el espacio entre las dos, como si así pudiera indicar que intentaba hablar de lo que pasaba entre ellas, Pansy asintió mientras sacaba una blusa verde olivo y se la abotonaba con cuidado haciendo que las arrugas que delineaban su forma delgada le dieran una fuerza misteriosa a su silueta alta; Hermione miró al suelo con un aire de debilidad horrible, Pansy frunció el ceño mientras sacaba una falda larga y amplia de color negro que se ajustó a la cintura con el movimiento de un torero en la faena. —Nunca.
Pansy no dijo nada, se ajustó un reloj de pulsera que sacó de un estante oculto a la vista, se puso una sortija y con un movimiento de varita recogió su cabello en una cola de caballo que le quedó pegada a la nuca, luego se pasó las manos por la falda y la parte frontal de la blusa, como planchando posibles arrugas; sacó un listón de un cajón, verde como la blusa y se hizo con él un perfecto moño en la pequeña composición de su cabello delgado y negrísimo, Hermione le miraba hacer en silencio, como esperando su aprobación con ansiedad. Pansy cerró a mano los cajones que tenía abiertos y con la varita hizo salir de otro sitio sus zapatos altos, mientras se los ajustaba se volvió a mirarla con seriedad y mientras se levantaba para ir hacia ella, murmuró.
—Yo sólo una vez antes. —Masculló tan quedo que Hermione pensó que no quería que le oyera, como un relámpago recordó aquello que Draco había dicho de un dejá vù.
—¿Con una chica? —Preguntó sintiendo que algo se le apagaba muy adentro a la par que otra cosa se removía, una que nunca había sentido; la energía de antes o la confianza de hace un instante cuando la consolara al marcharse Draco pareció titilar como la luz en una lámpara de aceite contra el viento, Pansy se sonrió de lado y le sujetó por el hombro para hacerla salir hacia la sala.
—No, Hermione… con un caballo. —Exclamó riéndose de pronto, con una frescura y simpleza que la hacía ver despreocupada y a ella tener mucha vergüenza; ya no parecía la Pansy llorosa de momentos antes, era otra, muy diferente y a Hermione le dio rabia de pronto, porque le pareció que se burlaba de ella.
—¡Eres una idiota! —Le espetó mientras la veía arreglar la casa con un movimiento de varita y reírse de su agresiva respuesta, empujándola con su mano fuerte, casi tomándola por sorpresa, mientras ella dejaba de lavar los platos de un golpe y se le adelantaba enfurruñada.
—Es broma, Granger… no te enojes. —Le dijo mientras la alcanzaba, le besaba la mejilla y le tendía la mano camino a la chimenea, con una mueca de niña regañada que le quedaba ridícula. —¿Nos vamos?... estamos tarde. —Hermione dudó un instante, pero luego comprendió que no tenía por qué alterarse y le tomó la mano, al final del día esa era Pansy.
Convocaron sus bolsos, y tomaron la red flu.
/o/o/o/
Dio la vuelta al huevo con velocidad y maestría, la yema quedó intacta y el sonido siseante le dijo que la temperatura era perfecta, en la otra sartén el tocino estaba casi en su punto, las salchichas olían delicioso y escuchó unos enormes pasos en los escalones con velocidad; aunque moría de hambre, fingía que estaba tan fresco como él, así que sirvió el segundo de los huevos en aquel plato y puso rápidamente otro en el aceite caliente con una sola mano, Ronald se venía secando el cabello con una toalla mojando todo a su paso, sonrió de lado mientras contaba el tiempo para darle la vuelta al que acababa de poner, porque a él le gustaban muy tiernos.
Tomó el plato que ya tenía los dos huevos y le puso tres trozos de tocino, dos salchichas y lo hizo llegar a la mesa con un movimiento hábil, Ronald se dejó caer sobre el banco más próximo al plato y empezó a mirarlo con necesidad; Charlie acabó de freír el cuarto huevo, retiró la tetera del fuego con una agarradera tejida de color naranja intenso, obsequio de mamá Weasley, y se acercó a la mesa llevando ya su plato también. En el centro de la mesa, el recipiente con pan le dio la bienvenida y mientras servía el té en la taza de Ron, y asintió dando su autorización para empezar a comer. Sí, Ronald Weasley era una aspiradora. En lo personal a Charlie no le molestaba, ya estaba acostumbrado a aquello, pero comprendía perfectamente que al resto de las personas no les gustara verlo, incluso había notado algunas veces cuando Hermione se sonrojaba siempre que empezaba a engullir la comida, como si dentro tuviera una bestia embravecida, que curiosamente solía despertar más frente a personas ajenas a la familia, no frente a personas íntimas, ¡no!, frente a gente que no lo conocía del todo.
Oyéndolo masticar, engullir, succionar, tronar, moler y lamer, Charlie se ocupó en partir su salchicha, ponerle algo de salsa, tomar el pan, beber té con cuidado, mientras cortaba trozos de huevo para podérselos comer; Charlie pensó poco a poco en lo que estaba ocurriendo con Ronald y se preguntó si no sería contraproducente dejarlo solo en casa, no obstante llevarlo con él a Hawái ya no le estaba pareciendo buena idea, en primer lugar porque se suponía que iba a divertirse y la idea de andar cuidando a un hermano despechado le auguraba más bien mucho cargar borracho, y poco romancear con chicas americanas de ideas tan amplias como sus escotes.
—Salgo mañana temprano para Honolulu. —Lo dijo justo antes de llevarse un trozo de huevo suave y sentir la textura caliente y gentil de la yema en su lengua, Ron alzó la cara de su plato con las mejillas llenas de comida todavía y los labios brillosos de grasita y carne.
—No conozco Hawái. —Ronald hablaba con la boca llena y una insipiente sonrisa, masticando a medias y mostrándole que la textura del pan quedaba perfecta con la densidad de la salchicha.
—Es un sitio muy bonito, hace mucho calor y sol… he ido un par de veces. —El joven Weasley asintió llevándose un trozo de pan remojado en salsa y con mucho tocino encima a la boca, donde uso sus dientes frontales para cortar con velocidad voraz.
—¿Qué habrá allá? —Quiso saber mientras se llevaba su taza a la boca, sorbiendo con un ruido acuoso y explosivo, para luego toser ligeramente producto de pasarse la mezcla a trompicones.
—Voy a un encuentro con criadores americanos, quieren ver algunas de las especies que controlamos para evitar sobrepoblación… salgo temprano para llegar allá antes que se meta el sol. —Charlie se pasó lo que tenía en la boca, cortó otros bocados y se los llevó a la boca, comiendo con tranquilidad, Ron frunció el ceño masticando lento y analizando a su hermano, que no dejó que se le notara la presión de estar siendo analizado; Charlie supo en la forma como dejó caer el tenedor a un lado y la violencia con que se restregó la boca con la servilleta, que su hermano menor había captado el mensaje.
—Sales. —Charlie asintió dando un bocado más, poniendo su tenedor al borde del plato y tomando la servilleta de su regazo para limpiarse la punta de los dedos, cuando alzó la cara y miró a los ojos al cachorro familiar, notó esa ira extraña que a veces le solía entrar de la nada o mejor dicho de todo, y que de vez en cuando se le venía encima, y se preparó para lo que iba a pasar. —¿Vas a salir de casa mientras estoy de visita? —Se estaba poniendo rojito, característica bien conocida de Ronald cuando se enojaba, Charlie asintió todavía con mayor seguridad.
—Así es, cuando me dijiste que vendrían a casa, Hermione y tú… —Charlie hizo una mueca de circunstancias en este momento, a Ronald se le subió lo rojo de las mejillas a los bordes de los ojos y por toda la nariz. —… yo te dije que sí y recuerdo haber mencionado que no tendrían problemas conmigo para lunamielear, después de todo, yo no iba a hacer mal tercio, ¿lo recuerdas?
—Te dije que no era necesario que nos dejaras solos. —Masculló, por completo olvidado del plato, aunque a esas alturas casi se había terminado todo.
—Y yo te dije que no era que los fuera a dejar solos, dije que los dejaría a sus anchas, ni te dije por qué, ni tú preguntaste… —El pequeño de los Weasley miró a otro lado inflando las mejillas, ahora el rojo le cubría el área de los ojos y le iba invadiendo de a poco las cejas y bajaba rumbo a la barbilla. —… además, voy a serte muy sincero, en vista de lo que platicamos, creo que lo mejor que puede pasar ahora es que llames a Harry y hables con él, y para eso no me necesitas, Ronald. —Charlie dijo lo que venía pensando hacía un rato, pero su hermano agarró un color más morado que rojo y aquello casi lo hizo reír.
—No tengo por qué hablar con Harry. —Otra vez parecía que las palabras querían quedarse adentro de su boca, ahogadas, Charlie siguió comiendo con calma.
—Por el contrario, quedamos en que no eres un zoquete, Ron, y que no vas a dejar que te echen, no entiendo por qué si no quieres que eso ocurra, no has hablado con tu jefe. —El aludido miró a otro lado, Charlie entonces sí sintió que algo no estaba funcionando bien y se le empezó a subir lo bruto de los Weasley amenazando con salírsele por las orejas. —Ronnie, no quieres dejar de ser auror, no pones atención a tus pruebas, desperdicias las oportunidades que tu novia y tu jefe te consiguen… ¿qué es lo que quieres? —Cuestionó impidiendo que su tono sonara con el nivel y arrojo de lo exasperado que se sentía por dentro, pero ya los ojos le brillaban de furia.
—No lo entiendes. —Aquello fue como si le prendieran un cerillo, aquel comentario enclenque de su hermano auror lo hizo sentir ira pura, sí, la verde brillante que mancha las paredes si no se tiene cuidado; mirando atrás, Charlie tenía que reconocer la ineptitud en el cachorro y su absoluta desconsideración para con los demás, para con los problemas reales: primero estaba Bill, que seguía trabajando para Gringotts, rompiendo maldiciones y enfrentando los estragos de haber sido atacado por Greyback junto con todas sus consecuencias y su familia en crecimiento; estaba Percy, que tenía que cargar con la culpa de haberle dado la espalda a su familia un tiempo, la pérdida de hermanos y conocidos sintiéndose partícipe de esas muertes, eso era luchar todos los días; estaba George, que literal estaba llevando su vida sin la compañía de la mitad de su corazón, que luchaba todos los días por encontrar la forma de hablar a frases largas y autoconclusivas, sin la posibilidad de que alguien viniera y lo complementara.
Ronald Weasley, el más prometedor de los hermanos pelirrojos, el que sobrevivió a más cosas, se había transformado en el último par de años en un pelmazo sin carácter, berrinchudo y voluntarioso que venía a casa de su hermano mayor a llorar porque lo iban a correr de su trabajo soñado, pero no quería hacer nada para cambiarlo, ¡no hacía nada para evitarlo más que ir a esconderse!; se quejaba con la cola entre las patas porque su novia, la mujer más prometedora de la generación y la bruja con más preparación y carácter, no quería estar con él, pero tampoco hacía nada además de volverse insufrible para retenerla a su lado. Charlie sintió que acabaría rompiéndole la boca a Ronald si es que no hacía algo urgente, si no cambiaba de inmediato y enmendaba el camino.
—Me importa un carajo si piensas que no lo entiendo o si de verdad no lo entiendo… ¿Porque sabes qué es lo que en serio no me explico, Ron? —Su hermano no le miraba, era obvio que sentía vergüenza y quién sabe qué más, tenía la cabeza gacha, como si hablara con el pequeño de siete años al que reprendió alguna vez por sacar la quaffle de su estuche y destrozarle en consecuencia media habitación. —Que seas tan idiota para no hacer lo que quieres, pero hacerlo… ¡haz algo, Ronald! —Dio una palmada a la mesa con violencia, Ron se volvió a verlo con una mueca de espanto y de incredulidad, pocas veces le veía ese arrojo para regañarlo, y no le agradaba del todo. —Tienes todo para salir adelante, pero estás dejando que las cosas se te vayan de las manos, te comportas como un patán con Hermione, pones a Harry en situaciones que ningún buen amigo soportaría y llevas a tus hermanos a encuentros muy desagradables… ¡¿qué quieres?!
—No lo sé. —Murmuró amilanado, con la voz apagada y hecha polvo, Charlie se recargó en su silla y miró al techo exasperado.
—Por eso no irás conmigo a Hawái y por eso no te irás de esta casa hasta que yo vuelva y te encuentre siendo otro… —Se levantó de la mesa y empezó a caminar rumbo a la cocina llevando los trastes solos, su cuerpo musculoso y enorme, enrojecido por la rabia ahí donde podía verse la piel, parecía una llamarada con patas. —… y más vale que llames al cara rajada y hables con él, por el amor de Merlín, dale sentido a tu vida ahora que puedes y hazme creer que todo lo que ha pasado, de una u otra forma te hizo alguien que vale la pena. —Mientras decía aquello miraba a los ojos de su hermano menor desde el fondo de la cocina, a esos dos ojos azules que viera tantas veces aterrorizados, pero que también había visto llenos de un valor inconmensurable. —Tú no eres esto, Ronald… esta cosa cobarde en que te has convertido no eres tú, no puede ser ese hombre que buscó a sus amigos por días enteros apenas guiado por una luz, por una esperanza… ¡Te escindiste el brazo, maldita sea!… esto no es lo que enamoró a Hermione, ni el hermano que hizo a Harry salir adelante… este no eres tú y cuando vuelva, espero encontrar al que sí eres. —Ronald no dijo nada, se quedó sentado ahí en su silla, frente a su plato helado.
Charlie tenía que hacer maletas.
/o/o/o/
—Nunca he tenido que hacer esto, pero ya que es tu primera vez. —Cuando Pansy le susurró aquello al aparecerse dentro de la chimenea, Hermione quitó su mirada de afuera, donde los empleados iban llegando al Ministerio y los ladrillos de las paredes le daban a todo un aura acogedora; apretujadas entre las llamas verdes, imaginó que Pansy la iba a besar enfrente de todo mundo, se vio a sí misma apretujada contra aquellos labios sin saber qué hacer, imaginó que le daría una nalgada, que le mordería los labios, ¡imaginó cualquier cosa!
—Pansy. —Masculló nerviosa volviéndose a buscarla, pero entonces se quedó de un palmo, mirándola avanzar lejos de ella y fuera de la chimenea, se sorprendió de que no fuera lo que había pensado, la morena dio dos pasos fuera y luego se volvió con elegancia, su larga falda moviéndose con ella en una ola intimidante, su sonrisa blanca y arrogante, pero su mirada dulce y segura clavada en ella; Hermione sintió una sacudida en el estómago, como millones de polillas revolviéndose dentro, llenándole en despeñado desde ahí y hacia arriba el pecho.
—Comeremos juntas, pasaré a tu oficina sobre las dos de la tarde. —La castaña miró de soslayo a todos lados y luego le volvió la mirada con cierto aire de duda, la gente a su alrededor iba a donde debían ir, nadie les miraba realmente con atención, cada quien estaba en lo suyo.
—¿Nunca has tenido que hacer qué? —Preguntó sacada de ritmo, esperaba otra cosa por completo y Parkinson lo sabía, porque sonreía con mucha autosuficiencia; no veía la novedad en ningún sitio, así que lanzó la pregunta con hones, aunque Pansy parecía muy divertida con su expresión.
—Yo nunca soy la que pasa por alguien para comer, Hermione… nunca, así que debes sentirte muy afortunada. —No pudo evitar reír, iban caminando acaparando ahora sí la atención, de momento creyó que podría tratarse de que las vieran juntas, luego se dio cuenta de que lo que veían era su atuendo, quizá diseños demasiado costosos para Granger, así que notó tanto sorpresa, como reconocimiento y se sintió bien con ello; Pansy echó a andar algo más apresurada y tuvo que acelerar el paso para alcanzarla, era increíble que se moviera tan veloz con esos tacones, al llegar al elevador Parkinson vio a alguien entre la gente y le hizo un gesto para que la esperara. —Y de nueva cuenta, muchas gracias. —Hermione leyó en sus ojos una genuina emoción y no pudo menos que sentirse emocionada, asintió mientras se metía en el elevador y no fue hasta que la perdió de vista tomando del brazo a un hombre de traje fino, que se percató que no sabía a dónde iba, que simplemente se había alejado de Parkinson por inercia y metida en una ensoñación tierna producto de su último diálogo.
Fingiendo que no se había perdido en el camino, tomó sendero hacia la oficina de Harry, a quien quería ver de cualquier forma lo antes posible, en su camino se topó con algunas personas que parecieron muy extrañadas porque llegara a esa hora, hubo quien incluso le dijo que la había ido a buscar temprano y tuvo que inventarse una reunión extraordinaria desde muy temprano, en el fondo, no se sintió ni siquiera culpable por mentir, le salió como algo natural y necesario; en la oficina de Harry había un movimiento lento y pesado, los aurores entraban y salían en silencio, con las caras serias y poseídas por un aire de misterio que la hizo sentir muy incómoda, como si todos tuvieran un secreto que compartían, pero ella estaba de más como dicen, "echando mosca".
El asistente de Harry luchaba en la puerta de la oficina por abrir mientras cargaba montones de pergaminos, al final fue ella la que le abrió con una sonrisa tranquilizadora, el muchacho le clavó sus ojos y una sonrisa amplia y agradecida, tenía ligeras gotas de sudor en la frente pegado a la raíz del pelo y se preguntó si no sería por el grosor de su saco elegante; ambos entraron para encontrarse al Ministro y a Harry enfrascados en una charla que los hizo guardar silencio, Shacklebolt vestía aquel día de lavanda, su piel resplandecía y tenía un aire imponente y elegante, sus ojos estaban clavados en los esmeralda de Harry, que parecía concentrado y taciturno, actitud muy recurrente y sencillamente familiar.
—No quiero que interrogues a Draco Malfoy si no es estrictamente necesario. — Shacklebolt parecía mucho más serio que de costumbre al decir aquello y al verla entrar se volvió con un dedo acusador a señalarla y una sonrisa blanquísima. —De hecho creo que lo mejor sería que Hermione lo interrogara. —Sintió que se le atoraba la saliva en la garganta, claro que no era una opción, menos después del encontronazo recién ocurrido, así que intentó parecer seria, pero no renuente.
—Hermione no va a estar en la misma habitación, sola, con ese tipejo mientras yo pueda hacer las cosas… además, sólo voy a preguntarle qué podría haber en la bóveda de su tía que podría ser robado, no es para tanto, Ministro. —El aludido se alejó del escritorio dando una vuelta casi de bailarín, se llevó la mano a la barbilla como acomodando ideas y dio dos pasos rumbo al extremo contrario a ellos de la oficina, Hermione saludó a Harry con un movimiento de cabeza y él señaló sutilmente el reloj en su muñeca, su forma gentil de decirle que la buscaban hace mucho.
—No quiero exponer tu oficina a una acusación por acoso, Harry… menos contra Draco Malfoy, hace tiempo que se rumora que le vigilamos sólo porque es él. —El Ministro miraba al resto de las personas en la oficina con cuidado, suspicaz y analítico. —Draco Malfoy no es una perita en dulce y hemos sospechado mucho de él, además, ya tuvimos una ocasión en que sospechamos demasiado poco y nos sorprendió dando un golpe solo. —Hermione se llevó el índice a la mejilla, ahí donde Pansy le había besado al salir de casa, recordó sus palabras contra Draco, esa acusación de no haber tenido agallas… ¡qué diferente se veía el mismo suceso desde posturas distintas! —Y no quiero hostigarlo, sobre todo después del altercado entre él y Ronald de hace tres años. —Hermione suspiró ruidosamente y sacudió la cabeza con frustración, luego se acercó y se sentó en la silla libre frente a su ex compañero de clases.
—Ron simplemente lo confrontó por un comentario desagradable que hizo, señor Ministro, en ningún momento fue como parte del Ministerio ni bajo su nombre. —Aseguró con toda la serenidad que tenía y siendo lo más puntual y firme que podía, no quería parecer molesta, ni mucho menos una novia defendiendo a su amado (lo menos real del mundo justo en ese momento).
—Draco llamó a Ginny "insípida traidora a… —Empezó Harry sonando él sí, como el novio que sale al quite por su adorada, pero el Ministro alzó la voz para callarlo, porque no venía al caso discutir el asunto.
—Todo lo que un auror haga, todo, será usado como algo realizado por su oficina, un auror no es cualquier persona, si le pedimos que esté listo para actuar en cualquier momento, tiene que asumir que todo lo que haga, en cualquier momento, será visto como actividad de su oficina. —Shacklebolt dijo aquello con la seriedad y fijeza de mirada que lo caracterizaba y Hermione asintió, porque lo entendía por completo y estaba del todo de acuerdo, era algo en lo que creía también, pero tenía que defender a Ron, ¿por qué?, ¡ni idea!, sólo se le había salido.
—Es verdad, señor Ministro. —Admitió mirando a Harry que asintió también y con la mirada hizo salir a su asistente, no quería hablar delante suyo, menos ahora que había sido testigo de un genuino comentario intolerante; una vez que estuvo fuera, se sinceró incluso suavizando su postura y tomando aire para relajarse.
—Shacklebolt, Draco no tiene nada que ver con esto, lo sé, pero sí considero que tiene que ser interrogado, no es para nadie secreto que aunque él mismo no quiera, están involucrado con personas que podrían saber algo… además, lo que no podemos negar es que es su bóveda, heredada, sí, pero es suya, debe conocerla. —El Ministro asintió con la mano cubriéndose los labios y tocando su barbilla, Hermione sopesaba lo que estaba oyendo.
—Sé que me integro tarde, pero ¿han descubierto algo sobre el cadáver afuera de la bóveda? —Harry asintió mientras extraía de su cajón un rollo de pergamino.
—Era Mundungus, Hermione… —Al tomar el documento se quedó de un palmo, aquello no lo esperaba y al abrirlo y ver las fotografías de aquel hombre, al lado de un dibujo al carboncillo de los restos de su cuerpo, sintió un extraño dejo de repugnancia, que Harry leyó muy bien. —… sí, alguien lo encontró antes que nosotros… ya pagó sus deudas.
—Nunca pagará esa deuda. —Shacklebolt se cruzó de brazos y se reclinó en su silla con tranquilidad, Hermione asintió pensando en Moody y en lo que había costado el elegir a aquel sujeto para darle confianza, una que supo tirara a la basura apenas minutos después de haberle sido entregada, aunque claro, nada mejor se podía esperar de un sujeto al que se le conocía por delincuente y se le había arrastrado a una misión casi suicida; mientras ojeaba el informe de la revisión de los restos, encontró algo que la intrigó mucho y se le congeló el sentimiento de incomodidad por aprobar aquella muerte.
—¿Correa de entrenamiento? —Preguntó en voz alta mirando a ambos hombres, Potter asintió sacando algo de otro de sus cajones.
—Exacto, una como esta. —En manos de Harry parecía un cinturón lustroso de cuero negro, pero cuando lo tendió hacia ella para que pudiera sujetarlo, encontró que era muy largo para ser un cinturón y muy duro, además tenía en la punta un nudo corredizo y borlas que lo hacían parecer muy incómodo para ir en la cintura de alguien, así como demasiado grueso. —Se usa para entrenar cachorros de dragón, thestrals o algunas otras bestias mágicas de gran tamaño, los hay para muchas especies, el asunto es que si tiras con fuerza… —Los ojos verdes brillaron al dar el tirón sorpresivamente, el nudo corredizo se enganchó a la muñeca de Hermione y las borlas hechas con el mismo cuero lastimaron la piel sacándole una exhalación, un susto infantil. —… disculpa. —Le sonrió para tranquilizarla, no la había lastimado en serio, era mera demostración, pero aquello la sorprendió y le dijo mucho de lo que implicaba encontrar algo así en manos de aquel sujeto.
—¿Qué hacía Mundungus con una correa de este tipo afuera de la bóveda de los Lestrange? —Interrogó a ambos, que negaron ante su ignorancia, Shacklebolt añadió dejándolos a ambos pensativos.
—Más bien, ¿qué llevaba Mundungus con esa correa a una bóveda y por qué acabó incinerado y con una marca en forma de fénix en el muro? —Potter apretó los puños firmemente apoyado en el escritorio, cuando pensaba en el asunto del fénix siempre le volvía la cabeza a alguien en particular, pero no tenía ningún sentido: Dumbledore.
—Aún no sabemos de qué fue el fuego, pero creo que cuando lo sepamos, podremos rastrear el animal que llevaba la correa y al mismo tiempo, el que lo mató e hizo esa marca. —Harry miraba a Hermione esperando que ella pudiera dilucidar el misterio, pero antes que dijera algo el Ministro se adelantó.
—Me preocupa mucho que pueda andar por ahí sin correa un ser capaz de hacer esas dos cosas, la marca y matar a Mundungus de ese modo. —Lo vieron levantarse de su asiento y empezar a ir a la puerta, Hermione lo interrumpió con un tono aún más preocupado.
—A mí no me preocupa la bestia que haya hecho esto… me preocupa el mago que la entrenó para lograrlo. —Los dos hombres se quedaron de un palmo, no habían caído en cuenta de ello, porque los dos habían dado por hecho que el propio Fletcher lo había entrenado, pero ambos lo conocían y no era una de sus habilidades ni la paciencia, ni la entereza para enfrentar animales peligrosos, así que la futura Ministra tenía razón.
/o/o/o/
—¿Dónde has estado? —Millicent le esperaba en la puerta y al verla venir se le mezcló en el cuerpo una masa informe de felicidad, calma y enfado, no la dejó ni entrar, la sujetó por el brazo y la llevó rumbo al elevador, Pansy tuvo que trastabillar un poco para acomodarse a su paso, porque con sus enormes zancadas, no alcanzaba a ponerse a su ritmo; aquella mañana Millicent vestía unos jeans oscuros y un blusón color turquesa, por alguna razón lucía bien con aquel cuello v que le dejaba ver parte del escote, y con el cabello trenzado de lado y apenas una ligera capa de maquillaje, lo cierto es que hasta bonita se veía.
—Tuve una reunión temprano con Hermione. —Murmuró para que nadie más oyera, mientras asentían a derecha e izquierda saludando y despidiéndose por igual de las personas y compañeros con quienes se topaban, Millicent le miró de reojo con sorpresa, pero no disminuyó la velocidad, luego miró hacia el frente analizando quién les rodeaba para definir si convenía o no hablar ahí y ahora.
—Muero de ganas por saber más detalles sucios sobre eso, pero ahora debemos correr o acabaremos muertas. —Pansy sonrió a medias reconociéndole que no tocara el tema, de cualquier forma detalles sucios no habría, aunque el tema de Draco en su casa a la par que Hermione, seguramente le iba a dar emoción a su compañera; pero ya viéndola con atención, le notó cierta caída en las cejas y le sujetaba con demasiada fuerza, así que Millicent parecía muy preocupada.
—¿Muertas? —Preguntó entre la sonrisa mientras al fin subían y se sujetaban con fuerza de la barandilla a un costado, Millicent asintió sin quitarse la mueca de molestia de la cara y Parkinson creyó que en serio estaba exagerando.
—Padma vino muy temprano, ayer ocurrió algo extraño en una granja al norte de Devon, al principio se le dio trato mínimo, llamaron a gente del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas y listo, ni siquiera pensaron en llamarnos a nosotros, parecía que quedar ahí, pero unas horas después se dieron cuenta que el asunto era más que sólo un incidente aislado. —La pequeña cámara en que viajaban a toda velocidad dio dos sacudidas que hicieron a ambas doblar las rodillas para no caer, ni siquiera se sorprendieron por ello, se miraban, Pansy notaba en el tono de su amiga una seriedad y preocupación muy poco comunes, más que enojada ahora le parecía asustada. —La gente del Ministerio ya había logrado hacerse con la criatura del incidente, pero cuando aparecieron otras tres en la misma área se preocuparon, así que organizaron una redada, con un par de aurores y miembros del Departamento de Misterios, de nuestra oficina llamaron a nuestros dos chicos de guardia y los dos, inteligentemente, ¡gracias al cielo!, asistieron dándole al asunto la importancia debida.
—Los felicitaremos, pero ve al grano, Millicent. —Pidió cuando la sintió irse por la tangente con mucha peligrosidad, como ansiosa por enfocarse en algo ajeno a lo que realmente importaba en ese momento, las luces de los pisos por los que pasaban se deslizaban rápidas como líneas por las pocas ventanillas, dos personas viajaban con ellas, uno tenía aire de auror, el otro de archivista venido a menos.
—Encontraron un taller de manufactura clandestina de capas de invisibilidad. —Pansy frunció el ceño, aquello no tenía buena pinta si su compañera estaba haciendo tanto misterio del asunto, repasó mentalmente las complicaciones derivadas de la elaboración de capas de ese tipo, pero aunque no entendía por qué, lo primero que le hizo ruido fue el hecho de que fuera clandestino… ¿con la facilidad con que el Ministerio fomentaba los talleres artesanales últimamente?, ¿con la apertura que había ahora a las pequeñas empresas mágicas?, algo andaba mal de principio. —Quince Demiguises fueron extraídos del lugar, dos de ellos en condiciones alarmantes, Pansy… pero no es lo único que encontraron…
El elevador se detuvo y las dos pudieron salir, Pansy seguía de cerca los pasos de su amiga, mientras un grupo de personas casi impacta con ella sacándola de su ritmo, miraba a uno y otro lado, luchando por mantenerse al lado de Bulstrode entre el aglomerado de personas que parecían ni siquiera notarla; cuando llegaron a la puerta de caoba, supo que iba a tener que poner toda su atención en aquello y que había sido una muy mala idea llegar tarde ese día a la oficina; lo peor era que empezaba a dudar de llegar para la comida con Hermione y eso sí que le sacaba muina.
—… en la bodega había cuatro crías de Bola de Fuego Chino, cuatro Hébridos Negros, dos Granian y… aquí está lo que tiene a todo mundo conmocionado, Pansy. —Millicent empujó la puerta para que pudieran entrar, Pansy notó que el resto de las personas permanecían afuera, como esperando alguna indicación, al revisar los rostros identificó algunos que conocía, eran miembros del Departamento de Misterior; dentro había gran escándalo pero la morena alcanzó a oír a la perfección y no le gustó nada saber aquello, dragones en una fábrica clandestina de capas de invisibilidad no era nada común y mucho menos necesario, pero lo que vino después la hizo mirar a su compañera como si su rostro fuera un imán. —Unicornios, Pansy… desangrados.
—¿Cuántos? —Quiso saber de inmediato, con un movimiento de mano convocó su cuadernillo de apuntes, en el que registraba los sucesos de mayor interés para su oficina y que solía dejar bajo llave y encantamientos dentro de su escritorio; mientras tanto podía sentir algunas miradas que se posaban en ellas y ambas cruzaban la habitación entre grupos de personas, buscando a Padma.
—Hasta ahora han identificado cuatro cuerpos, pero los frascos de sangre que encontraron evidencian que han sido más, muchos más… Pansy, el lugar está lleno de capas de invisibilidad y otros artefactos que no tendrían que estar ahí y que se supone nuestro Departamento supervisa que se elaboren sólo en sitios autorizados, esto es malo. —Asintió, comprendía el nerviosismo de su amiga y cuando dieron con Padma entendió la exasperación en su cara pálida, aunque se sentó a su lado lo más rápido que pudo, le sorprendió que no la reprendiera, sino que fuera directo al grano.
—¿Habías recibido algún dato que te pudiera advertir de esta producción ilegal de capas de invisibilidad? —Quiso saber nada más tenerla a su lado, Pansy negó con la cabeza e hizo aparecer su pluma a vuela pluma con premura, Padma miró al hombre a su lado, la ojiverde lo reconoció como un auror que trabajaba de forma cercana a ellas, era el encargado de dar seguimiento a asuntos de contrabando y delincuencia industrial mágica, solía supervisar su oficina y de vez en cuando echarle miradas lascivas, más si usaba escote pronunciado o falda corta. —Bien, eso nos da algo de respaldo, lo que me preocupa es que no quieran darnos información desde tu oficina, Brian, ¿qué está ocurriendo allá?, ¿por qué Harry me está controlando la información que necesito? —El aludido negó con la cabeza y empezó a hablar quedo pero firme, parecía convencido de lo que decía incluso más de lo que Padma y Pansy sospechaban.
—Potter está ocupado en otros asuntos, su asistente ya está enterado, en breve lo tendremos aquí, es una preocupación enorme que haya ocurrido esto en nuestra cara, Padma… no me preocupan las capas, no me preocupan los Granian o las Acromántulas y los Tebos… me preocupa que sean dragones, Padma… están apareciendo crías de dragones en nuestro jardín a la par que desangran Unicornios dentro de una fábrica clandestina, dentro de nuestro territorio y ante la mirada sorprendida del Ministerio… ¿dónde está tu gente?, tendrían que estar supervisando estas cosas, no pueden sólo estarse vendiendo más frascos de sangre de Unicornio de la que podemos producir. —Aquella era directa contra Pansy que tuvo que empezar a hablar mientras sacaba sus documentos y se ajustaba las gafas en la nariz con aire seguro y sereno; pero por dentro hervía, lo que menos necesitaba era dudas de su honestidad y eficacia.
—Esa sangre no se está vendiendo en el país, se produce probablemente aquí, pero si se vendiera lo habríamos notado, no es como si fuera un producto de uso sencillo y que pase desapercibido, no tenemos ningún reporte de algo así… ¡por Merlín, Brian, no hablamos de plumas de gallina! —Exclamó sorprendida de la acusación que le lanzaban, mirándolo desde el otro lado de sus gafas sintiendo a Millicent asentir a su lado.
—Y porque no es un producto común es que me preocupa, ¿para qué tanta sangre de Unicornio?... si no se está vendiendo, ¿para qué quieren tanta?, y por qué nadie en el Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas ha notado la ausencia de esos Unicornios. —Del otro lado de la mesa había un hombre y una mujer más, Pansy reconoció a uno de haberle visto antes en Colegio quizá, pero no ubicaba sus nombres, la chica empezó a hablar.
—No tenemos ningún reporte de animales extraviados o robos de alguna granja registrada, o bien no son Unicornios legales o acabaron con una población salvaje entera. —Su rostro era de profundo espanto y Pansy lo entendió, algo así simplemente no podía pasar en su patio trasero; mientras revisaba notas escuchó movimiento y que algunas personas callaban de pronto, por una puerta posterior, Harry Potter y Hermione Granger ingresaron al lugar, Pansy tuvo que alzarse las gafas, porque quería ver los gestos de la castaña: la notó tranquila, demasiado tranquila para estar dentro de aquella sala.
—No sabe nada. —Murmuró al oído de Millicent que asintió, también lo notaba y muchos otros se dieron cuenta, incluso la vieron sonreír y Pansy sintió un escalofrío, algo andaba mal si los asistentes de aquellos dos no les advertían de semejante problema; tampoco Potter se veía muy enterado, parecía que los habían traído a las carreras y sin decirles nada, porque el Jefe de Aurores alzó las manos pidiendo silencio y empezó a hablar casi con una sonrisa en el rostro.
—Una disculpa por el retraso, estábamos atendiendo un asunto urgente con el señor Ministro, desconocemos el caso que nos tiene reunidos aquí, así que pediré a mi comisionado para el asunto, Brian Graves… por favor. —Aquello tomó a todos por sorpresa y fue más que obvia la mirada asesina que le lanzó Potter a su asistente cuando detectó el desencanto y la casi escandalosa sorpresa de todos los asistentes, pero Brian supo informar bien a ambos personajes de lo que pasaba; Pansy miraba sus notas y de vez en vez a Hermione, notó que estaba en un papel serio y taciturno y no quiso sacarla de ese balance, además, se le veía bonita con aquel atuendo y aquel porte, así que se dio por bien servida.
Aunque el asunto que les atañía, era más bien de cuidado.
/o/o/o/
No estaba aquello en la línea que convendría al Ministerio, de alguna forma la noticia de la fábrica clandestina y de la aparición de Unicornios desangrados estaba filtrándose lenta y pasmosamente entre los pasillos del Ministerio, un mar de avioncitos de papel entró en la sala cuando una joven asistente ingresó corriendo para servir café a algunas personas, Pansy tuvo que dar dos manazos a un par de ellos y repetir el proceso hasta que logró que cayeran inertes en la mesa delante de sus ojos, uno era rosado y creyó reconocerlo, el otro era verde y le hizo contener la respiración; lo tomó apresurada mientras un miembro del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas hacía un repaso pormenorizado del estado físico de todas y cada una de las crías de dragón ubicadas en el lugar, abrió los dobleces con premura y se encontró, para su alivio, con la letra oscura y gruesa de Marcus, algo dentro de su pecho se extendió relajado, porque había creído que era una nota de Draco y aquello lo habría odiado, pero recibir carta de aquel ex compañero de casa tampoco era lo más relajante del mundo, así que no era para menos ver que tenía el ceño fruncido y las facciones endurecidas.
P:
Necesito que charlemos, algo pasó. ¿Podríamos almorzar?
M. Flint.
Por un momento pensó que aquello era una broma y tendría que serlo, no sabía de qué tipo, no sabía con qué intención, pero almorzar con él no era de lo más común ni mucho menos, sobre todo recibir una invitación así de abrupta y aparentemente urgente; en los últimos años, su cercanía con Marcus había degradado a una amistad de eventos sociales, coincidencias de oficina y lejanas y poco amenas reuniones de ex alumnos, en algunas siempre tenía la desventaja de estar acompañada por Draco, que desde lo ocurrido en la última batalla en el Colegio, había acabado por ser el visto de soslayo del grupo y pocos, además de los muy cercanos, querían realmente convivir demasiado con él (y tenía que reconocer que ella misma no era precisamente un imán para las amistades, por el contrario). Aquella nota de Marcus más que intrigarla o inquietarla, le causaba extrañeza, porque no eran cercanos y no tenía ni remota idea de lo que significaba aquella invitación, eso sí, preferible no decir nada ni aceptar a la primera, y sobre todo, recordar que entre ex verdes era bien sabido que más valía ser paranoico que idiota.
Volvió su atención a la reunión mientras doblaba el avioncito en un tamaño pequeño y lo introducía en un bolsillo mágico oculto en la muñeca de su blusa, mientras lo hacía inspeccionaba el lugar y de muy mala suerte fue a toparse con los ojos de Hermione cuando todavía tenía la extrañeza clavada entre ceja y ceja, sus ojos castaños fueron como un muro de granito que la detuvo en seco, estaba aparentemente inexpresiva pero le miraba como escudriñándola, entonces la vio agacharse y escribir algo en una hoja que tenía delante, un siseo suave y un peso raro hizo que mirara el cuaderno que tenía en la mano.
¿Qué te ocurre?
¡Vaya!, de pronto se sintió como si volviera al Colegio, recordó este tipo de mensajitos dejados en los cuadernos y pergaminos para chismorrear sobre precisamente Granger: su peinado horrendo, su fastidiosa voz tratando de contestar todas las preguntas del universo y su cansina inteligencia sobrenatural, incluso para una bruja; esta era una dulce ironía, pasaba de mandarse notitas con las compañeras de clase para hablar más de la súper alumna, a escribirse con la súper buenísima futura Ministra… se sentía de pronto muy emocionada por ello. Una sonrisa se le formó en los labios y alzó una ceja antes de contestar con su letra rápida y mordaz.
¿Por qué lo preguntas?
Se disponía a mirar a otro lado para darle tiempo a contestar, cuando la letra redondeada y femenina de Hermione volvió sobre el papel blanco con una suavidad de encanto, la presión y peso sobre el cuadernillo le dieron la sensación de tenerla ahí, sentada junto a ella apoyando su mano en el papel para anotar; por un instante incluso pensó que había sentido su hombro contra su pecho, el perfume de su cabello ahí a su lado.
Te pusiste muy extraña al leer ese avioncito, ¿malas noticias?, ¿tu madre?, ¿Draco?
Sintió un golpe extraño en la boca del estómago, ¿había sido tan obvia?, clavó sus ojos sorprendidos en los de Hermione, que se inclinó un poco en aquel momento hacia Harry a susurrarle algo que él comentó también con ella y ambos parecieron intercambiar señales y notas; parecía serena y no lucía como quien ha descubierto algo horrible en la chica con la que pasó la noche, pero Pansy se preguntó si así de transparente sería para todo el mundo y el riesgo que aquello implicaba; entonces dudó si decirle la verdad o inventar otra cosa, pero un golpe de iluminación le inundó como si hubiera descubierto oro al fondo de su caldero de pociones, en el que experimentaba mezclando de todo, jugando a la alquimista: ¿qué mejor coartada que decirle a su nueva amiga (futura Ministra de Magia, cabe mencionar) toda la verdad?, era riesgoso, sí, pero era la treta perfecta si llegaba a necesitar coartada por lo que fuera que planeaban los ex Slytherin para broma de generación y de paso, le pagaba la intervención con Draco confesándole un secretillo. Tomó su pluma y aprovechando que Hermione intervenía en la reunión y que Millicent hablaba con Padma, se explayó en su respuesta.
Era de Marcus Flint, me ha escrito para invitarme a almorzar. Es muy extraño viniendo de él, no tenemos una relación muy cercana, la verdad; me ha tomado por sorpresa, así que me siento un poco nerviosa. Entre Slytherins somos algo paranoicos, me parece, he guardado la nota, pero lo mejor será deshacerme de ella e ignorarla, de cualquier forma debe ser sólo una broma de mal gusto. Gajes de ser odiada, señorita Granger.
Cuando acabó de escribir se volvió a Padma, tenían que revisar urgentemente con sus contactos en los mercados negros qué estaba ocurriendo con la sangre de Unicornio, a dónde iba y de dónde venía, Harry Potter estaba dando indicaciones sobre el tratamiento que iba a darse a los dragones encontrados, se decidió junto al Jefe del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas delante de todos los presentes, quiénes harían el traslado y cuándo, así como lo que debía tomarse en cuenta al momento de informar a las autoridades muggles; luego se trató el asunto de los Unicornios que habían sido encontrados con vida, cómo serían tratados y la forma en que debían recuperarse, así como lo que debía hacerse con los restos de los otros y los frascos de sangre que se habían confiscado.
—Padma, necesito que tu personal se dedique a rastrear las posibles ventas de la sangre, quiero que haya un grupo de personas dedicado exclusivamente a la revisión en todos los ámbitos de los usos de esa sangre, si alguien ha descubierto un nuevo uso quiero saberlo, y quiero que esté registrado… —Padma asentía y Pansy estaba generando un listado de posibles miembros de su oficina para entrar al equipo seleccionado por su jefa, Millicent junto con Brian estaban hablando de una reunión extraordinaria para media hora después de terminada esa reunión. —… Pansy, quiero que hagas una revisión de todas las viejas empresas que se dedicaran a las capas de invisibilidad y la producción de sangre de Unicornio que pudieran haber colaborado con esto, no quiero una sola falta de información fidedigna de tu oficina. —La forma como Harry hablaba hizo a Pansy sentir muy incómoda y a varios volver la mirada a su rostro para examinar su reacción, Hermione apenas y alzó la mirada, pero la notó contrariada; para todos era normal, entendían la rigidez con la que le hablaba Potter, era obvia la razón, pero para Parkinson siempre sería horrible, asintió sin añadir nada más y tomó las notas necesarias, dio a Padma el listado que estaba haciendo y concretó la hora de la reunión con Millicent y Brian, la gente empezaba a moverse, en breve saldrían de ahí directo a sus madrigueras a organizar las estrategias a seguir.
—Es todo, por favor envíen sus informes hoy mismo. —Hermione se incorporó asintiendo mientras miraba a Harry que hacía lo propio, un grupo de personas los abordó de inmediato consumiéndolos, y Pansy se enfocó en lo suyo, hasta que Millicent carraspeó y le hizo una señal con la cabeza, de que debía mirar su cuadernillo.
Comamos en tu casa, no creo que con el estado de las cosas convenga ir a algún sitio público, no nos dejarían siquiera ordenar… yo llevo la comida, mándame un avión cuando te desocupes, me interesa saber más de esa invitación de Flint.
—Parecen muy compenetradas. —Murmuró Millicent mientras se incorporaban al torrente de gente que salía ya de la reunión, Pansy sonrió a medias mientras se quitaba las gafas y miraba de soslayo hacia Hermione, la castaña se sonreía mirando al Jefe del Departamento de Regulación y Control de Criaturas Mágicas, sintió en aquel momento dos cosas, la primera una cierta sequedad en su nota, como una imposición o un dominio al que no estaba acostumbrada, no de alguien a quien consideraba más débil que ella, de Draco no le extrañaría, pero de Hermione… además sintió algo parecido a la nostalgia al verla rodeada de gente y lejana, de pronto le parecía que era otra, diferente a la que había despertado en su cama aquella mañana.
Caminando rumbo al elevador se dio cuenta que había una parte muy ácida en convivir con un personaje tan conocido del Ministerio, tendría que compartirla siempre con alguien, todo el tiempo; y lo peor, no podían estar juntas en público, porque Hermione tenía razón: no las dejarían en paz nunca.
/o/o/o/
Aquella mañana se levantó más tarde que de costumbre y tuvo que salir corriendo apresurado mientras se pasaba las manos por el cabello oscuro rumbo al Gran Comedor, chocó con un par de alumnos que como él iban atrasados, pidió disculpas y ayudó a uno de ellos a recoger las cosas que habían quedado desperdigadas por el piso, tras volver a disculparse retomó su camino y pudo llegar en tiempo a la primer comida del día; cuando se terminó el protocolo de cada día, tomó camino a los invernaderos, atendiendo comentarios de alumnos, consultas de unos y saludos de otros, algunas veces se entretenía un poco en alguna otra cosa, incluso al pasar por las cercanías del lago en su recorrido más largo (porque todas las mañanas procuraba usar el sendero más tardado). En las puertas de su área de trabajo encontró al grupo de jóvenes de tercer curso al que daría clases, saludó con emoción al verlos y entró en su oficina antes de comenzar, mientras cada chico se ajustaba su ropa adecuada y empezaban a buscar su sitio más cómodo, él se enfocó en ajustarse los guantes y revisar la correspondencia que los elfos solían llevarle hasta su escritorio de trabajo en el invernadero; de momento sólo miraba el color de los sobres y en algunos casos los remitentes, deslizó sus dedos gruesos por algunas de las cartas para dejar a la vista las que estaban más abajo, incluso levantó algunas y miró con interés algunas misivas que tenía días esperando.
Vio con emoción los sobres blancos y gruesos de Luna, los que solía mandar cuando venía de algún viaje o excursión, moría de ganas por leer lo que pudiera contarle, aunque sabía que en los últimos días lo más que podía narrar Luna era su recuperación por ciertas picaduras; pero con una sonrisa en la boca, tuvo que reconocer que en ese momento iba a ser lo más divertido del mundo, porque Luna escribía a bocajarro soltando mil cosas, contándole cada locura que lo hacía sentirse de nuevo en la escuela y más y más cercano a ella. Bajo los dos sobres blancos de Luna, había un sobre que llamó su atención, era negro, cerrado con listón grueso de color plateado que resplandecía elegantemente sobre todos los demás.
—Qué costoso. —Murmuró mientras lo sujetaba por una esquina para sacarlo del sitio donde estaba y verlo más de cerca, mientras observaba que no tenía dato alguno en el exterior y que el papel estaba como nuevo, sin huellas siquiera de alguna lechuza, escuchó corretería afuera.
—¡Profesor Longbottom, el Lazo del Diablo tiene sujeta a Buchanan por los tobillos y la está azotando contra el muro! —Aquello era malo, Buchanan era un imán para aquella maldita enredadera, era la quinta vez en el mes que le hacía lo mismo y si no llegaba pronto, acabarían en la enfermería como cada vez que había ocurrido.
No lo notó, pero dejó el sobre en la mesa con un golpe despreocupado, la carta quedó un segundo erguida sobre su esquina inferior derecha, giró unos 40 grados, se inclinó hacia la izquierda producto del peso y al caer demasiado cerca a la orilla de la mesa, le ganó el peso y se vino al suelo, metiéndose entre las ramas de una malva. La carta quedó entre las hojas y derivado de su color oscuro, se perdió de vista.
Y Neville no tuvo motivos para buscarla después, porque buena memoria no solía tener.
/o/o/o/
—No es justo. —Ginny estaba inclinada sobre el respaldo del sillón en que estaba sentada su madre, tenía el rostro pálido y compungido, Molly negó con la cabeza seria, dando dos puntos más al tejido que tenía delante.
—No somos nadie para definir qué es justo o qué no lo es, Ginny, no quiero tener que hablar de esto contigo otra vez… no está en nosotros. —La muchacha se llevó las manos al rostro presionándose los ojos, dio un par de pasos con lentitud, le costaba trabajo porque lo único que seguía inflamado de su cuerpo eran sus dedos gordos, así que andaba descalza, porque ningún zapato le quedaba, ninguno.
—Hermione no tiene porqué actuar así, Ron la necesita, mamá. —Molly volvió a negar con la cabeza, nuevamente incómoda y nuevamente inquieta, esta vez bajó el tejido enojada y miró a su hija que se sentaba en la silla frente a la chimenea.
—¡¿Y por qué no vas tú a consolar a tu hermano?! —Ginny infló las mejillas con enfado, era un rostro idéntico al de su hermano en mención, ambos se exasperaban igual.
—¡Ella es su novia! —Clamó enfadada, ofendida porque su madre saliera con aquella razón.
—Y tú eres su hermana y no veo porqué tenga ella más responsabilidad que tú. —Ginny soltó el aire de un golpe y se enfurruñó en la silla, alzó sus pies y los subió con ella a la silla, donde pudiera abrazarse a sus piernas, su madre continuó. —Ronald está actuando como el bobo enorme que es, lo sabes… Hermione le ha soportado cosas en serio exageradas, ¡yo misma lo sé!... este tiempo que se toman hará bien a su relación y es mi última palabra, Ginevra Weasley. —Era una sentencia, era absoluta y no había espacio a decir algo más, Ginny se enfurruñó y miró a las llamas con atención profunda, su madre suspiró sonoramente y volvió al tejido. —Ron no está bien desde hace mucho tiempo, Ginny… Ron necesita tiempo y necesita espacio y Hermione es una gran mujer que tomará la decisión correcta, en eso creo y en eso confío. —Ginny asintió relajándose, su madre tenía razón.
—Ron no sabe estar solo y no sabe estar sin ella, mamá, eso me preocupa. —Murmuró mirando a la chimenea apagada, tenía la esperanza de que su hermano se asomaría de pronto y le contaría cómo iba todo por casa de Charlie, quizá lo escucharía de mejor humor y sabrían que estaba bien, mejor de lo que pensaba al menos.
—Pues tiene que aprender, quizá es el problema de tu hermano, Ginny… nunca aprendió a estar solo primero… creo que a veces se necesita aprender eso, para luego estar con alguien. —Molly Weasley había ganado más sabiduría con el paso de los años y a veces sorprendía a su hija con esas frases aparentemente salidas de la experiencia, pero su única hija se preguntaba si sería posible aprender de soledad con un marido y siete hijos.
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—Necesito los registros de los últimos meses de las ventas de sangre de Unicornio en el Callejón Diagon de los últimos diez meses y quiero un registro igual de los contrabandos capturados en el Callejón Knockturn, no quiero que nada se nos escape. —Pansy seguía moviendo hojas y revisando anotaciones, no había nada, por más que buscaba no había registro en ningún sitio sobre usos nuevos de la sangre de Unicornio, aquello era malo, porque se les estaba cerrando el mundo de ser así.
—Pansy nadie compra sangre de Unicornio, los usos de ella están restringidos, el mayor comprador en Londres de ella es San Mungo, para contados remedios y bajo una supervisión absoluta, esto es grave y tanto que en serio no entiendo quién podría haber actuado de esta forma, me parece arbitrario, me parece absurdo. —Millicent tenía razón, pocos magos se arriesgarían a algo así, el uso de la sangre de estos seres inocentes era tan raro, que el último caso conocido de uso de ella, se remitía a la noche en que el mismo Harry Potter había visto al ahora extinto Lord Voldemort comerla de un charco y a la ocasión en que su fiel servidor, Peter Pettigrew la había empleado en una poción que le volviera corpóreo.
—De cualquier forma quiero que vayan al Departamento de Misterios y revisen todos y cada uno de los registros de investigación, quiero a todos analizando los nuevos descubrimientos mágicos y que sean capaces de identificar todo nuevo uso de cualquier producto, no importa si no es sangre de Unicornio, ¡todo!, podríamos encontrar una pista en otro sitio bajo otro nombre... ¿me entienden? —Pansy estaba incómoda, molesta y muy nerviosa, tenía que encontrar la forma de resolver aquello, las tres personas que estaban con ellas en la oficina asintieron y salieron apresuradas rumbo a donde ella había indicado, llevaban cuatro horas revisando registros, denuncias raras, cualquier cosa que pudiera dar luz a lo que estaba pasando, pero no ocurrió, nada lo explicaba.
—Voy a mandar a dos personas más a San Mungo, quizá algunos de los sanadores del lugar puedan ayudarnos, algún paciente dispuesto a lo que sea para vivir un poco más, quizá. —Millicent tenía razón, probablemente se tratara de algún mago mayor con poca inteligencia para dedicarse a la alquimia, pero dispuesto a todo para vivir unas décadas más, ¿pero vender su alma? —Vas a salir a comer algo.
—¿Perdón? —No entendió de momento la pregunta y se quedó mirando a sus notas, intentando pensar en algún hueco en su revisión, algo se les estaba escapando pero no sabía qué era.
—Tienes una cita para comer y ya se te hizo tarde. —Millicent le miraba mientras seguía anotando sobre un pergamino, a la par varios avioncitos cayeron sobre la mesa en que estaban y la asistente de Pansy se acercó llevando montones de cartas que les dejó delante, ella le hizo una seña que significaba que debía enviarlas a su casa, la chica obedeció con un movimiento de varita.
—Es cierto. —Miró su reloj de pulsera, su compañera le acercó una hoja predoblada para avioncito mensajero.
—Avísale que ya vas de salida. —Le miró de reojo como queriendo decir que no era momento de comer, pero Bulstrode la tranquilizó empujando más la hoja hacia ella. —Tienes que comer y algo me dice que si te dijo así la cosa, es que le urge hablar contigo.
—Seguramente ella preferiría que nos quedáramos en nuestro trabajo atendiendo esta situación. —Murmuró llevándose un dedo a la sien para masajearse, se estaba bloqueando, no encontraba una respuesta, no veía evidencia de algo, nada le decía lo que estaba pasando.
—No, ella dijo que quería comer, ahora lárgate, acumula historias para que luego me cuentes. —Millicent le hizo un guiño y le aventó a la cara una pluma para que de una buena vez le escribiera a Granger, se quedó esperando un rato sin saber qué hacer y al final acabó escribiendo un rápido y ansioso "Voy saliendo a casa, te espero"; tardó unos quince minutos en salir de la oficina, entre preguntas indicaciones de última y despedidas veloces, en las chimeneas encontró a un par de personas interesadas en sus sospechas, pero se cuidó de no decir nada y mientras se perdía en el fuego verde rumbo a su casa, alcanzó a ver el rostro conocido de Daphne Greengrass que pareció intentar detenerla para decirle algo.
Por fortuna no la alcanzó.
En casa Roar estaba retozando en el sillón de la sala, las luces apagadas y el fuego igual le daban a la estancia una frialdad extraña, prendió la chimenea buscando tener calor, un sol lagañoso llegaba por las ventanas apenas insinuado y Roar la ignoraba olímpicamente, mirando a todos lados encontró la casa extraña, vacía, sin chiste y ansiosa, nerviosa y preocupada por la reciente situación en la oficina se llevó las manos al rostro recargada contra el muro junto al baño, sin saber por qué, tenía frío, mucho frío, estaba asustada.
¿Qué clase de monstruo mataba Unicornios y los desangraba llenando frasco tras frasco sólo para tenerlos ahí almacenados?, sentía miedo y preocupación, sentía una ansiedad que no había sentido en mucho tiempo, la nota de Marcus lo acrecentaba: sus compañeros de casa sabían algo, quizá por eso Draco estaba borracho, tontamente había creído que era porque estaba presionado por la próxima boda, pero no, Draco estaba mal porque sabía de algo, otra cosa, más grande que ellos, más grande que su compromiso y su pelea final, Draco entendía lo que estaba pasando y ella no sabía nada; el frío le fue llenando la cabeza de ideas tontas, Hermione no llegaba y se sentía muy sola, abandonada, su padre muerto, la oficina llena de gente observando, Potter señalándola en plena reunión.
Desesperada por obtener calor fue al estante de la cocina, destapó la botella de vodka y se sirvió medio vaso, pero no se le quitó el frío, caminó sin rumbo un rato por la casa y Hermione no llegaba y seguramente no llegaría, ofuscada fue al baño y abrió la regadera a tope, el agua caliente empezó a brotar y se desnudó a trompicones; metida bajo el chorro de agua hirviente se sintió mejor, de pronto se le aclararon las ideas, aquello lograba despejarla y se estaba relajando, entonces escuchó la llamarada en la chimenea, pero nada más y se sintió insegura.
—¡Traje comida chatarra! —Hermione sonaba acelerada, pero amena, y Pansy suspiró dejando al agua chisporrotear desde sus labios y hacia arriba, veía nublado entre el agua y el vapor que lo llenaba todo y cuando volvió el rostro un poco hacia la puerta, notó la luz intensa que se metía por la puerta abierta que respetaba aquella silueta conocida. —¿Ducha rápida? —Pansy abrió la puerta de cristal y miró a Hermione, la sonrisa en sus labios la hizo sentirse todavía mejor, le sonrió apenas cayendo en cuenta que la castaña le miraba con interés divertido. —Te dejaste el listón. —Hermione se acercó para quitarle el moño de la nuca con un movimiento suave de la mano, que le acarició la cabeza mojada y deslizó sus dedos entre el cabello mojado y caliente. —El agua está hirviendo, ¿estás bien?
Sus ojos no estaban preocupados, sólo muy interesados, parecía como si la viera bien, pero le tuviera que preguntar para cerciorarse, Pansy se acercó a ella sin importarle si la mojaba o no, Hermione sonrió al tenerla más cerca.
—¿Comida chatarra, señorita? —Preguntó antes de besarle con candidez, Hermione sonrió respondiendo el beso con cuidado.
—Pollo frito y muchas patatas fritas. —Murmuró besándola también, Pansy se rio con ganas.
—La sal hace que retengamos líquidos. —Hermione se rio más fuerte aún y la empujó con fuerza casi metiéndola en la regadera.
—Lo quemas con ejercicio, ridícula. —Le espetó y tras besarla de nuevo rápidamente se fue rumbo a la cocina, Pansy se carcajeó divertida y se sintió mucho mejor.
—Ahora te alcanzo. —Mientras cerraba la llave y salía envuelta en la toalla, miró por la puerta que Hermione dejó abierta que la casa lucía muy diferente cuando ella estaba ahí, parecía más luminosa, parecía más viva y acogedora; sonriendo miró a Granger poner la bolsa de comida sobre la barra sin importarle el montón de sobres blancos, cafés, amarillos y el negro que esperaban a ser leídos ahí, la miró hacer todo aquello como si la casa fuera suya y le dieron ganas inmensas de que lo fueran.
—¿Ya me vas a decir por qué Flint te anda invitando a almorzar? —Quiso saber con cierto aire serio y seco, y a Pansy aquello le divirtió, más viéndola llevarse una pieza de pollo frito a la boca mientras le daba la espalda, como si no quisiera lanzar el reclamo, como si no le importara para nada.
—¿Me creerías si te digo que no tengo idea? —Preguntó mientras salía envuelta en su bata de baño enorme y con una toalla en la cabeza, Hermione se sentó en la barra dentro de la cocina, Pansy fue hasta ahí y contempló la comida con seriedad.
—No te creo nada, Parkinson. —Musitó la castaña con comida en la boca, fingiendo un enojo que quizá en el fondo sí sentía, miraba las cartas sobre la mesa con atención, como inspeccionando quién le escribía, Pansy se preguntó si también eso iba a cuestionar.
—Es raro que me invite a algún sitio… no soy la más amada de las Slytherin. —Le guiñó un ojo al verla sostener en sus manos el sobre negro que le había llamado la atención antes.
—Pues no lo pareces… ¿cartitas negras? —Preguntó en serio intrigada y aunque ella también lo estuvo un instante, le quitó la carta de la mano, la puso con las otras que aventó a la mesa de la sala, y se inclinó hacia ella para sonreírle en pleno rostro.
—Déjate de revisar mi correspondencia o interrogarme y vamos a comer de una vez, o me quito la bata y damos paso a otras cosas. —Le tiró una mordida sexy que la hizo reír, luego Hermione le besó la mejilla quitándole importancia a lo demás y Pansy se sintió cómoda y porqué no decirlo, feliz.
