Cartas a ningún lado (Parte II)

It's just a groove in me.

Siguió caminando aunque ya sentía que no tenía nada que hacer ahí. Por el pasillo algunas personas le saludaron, otras más pasaron de largo aunque la conocían, se notaba en el ambiente una cierta tensión que la tentaba a irse, pero siguió caminando guiada por las indicaciones de un conocido; cuando dio al fin con la oficina, luego de un par de confusiones porque tenía que admitir que se sentía distraída, encontró a Millicent comiéndose un emparedado en su escritorio mientras leía un informe y daba indicaciones con las mejillas enrojecidas.

—¡Daph! —Exclamó Millicent al verla, se puso de pie de inmediato y la interceptó a medio pasillo con un fuerte abrazo, ambas se sonreían, hacía mucho tiempo que no se veían, el trabajo, las ocupaciones y demás, habían ido mermando su cercanía antes tan estrecha, después de todo eran antiguas compañeras de mazmorra.

—¿Cómo estás Milly? —Estaban prensadas en un abrazo largo y fuerte, como esos que algunas veces se dieron en la escuela, Millicent sonreía en serio emocionada.

—Muy bien, ven a sentarte un rato, ¿te ofrezco café? —Negó con la cabeza y se sentó saludando con la mirada a un par de conocidos que trabajaban en esa misma oficina, una vez que estuvieron sentadas la charla se fue por muchas veredas y por unos cuarenta minutos casi olvidó lo que la llevaba hasta ahí.

—Millicent, antes de que sigamos por esta línea. —Estaban chismeando de lo lindo sobre Tracey Davis y las intenciones que tenían de reunirse pronto las ex compañeras de mazmorra, cuando interrumpió la risa de su amiga. —Venía a ver a Pansy, la he visto en las chimeneas mientras se marchaba, quise detenerla…

—Llevaba mucha prisa, ¿pasa algo? —Bulstrode que hasta entonces no había probado más bocado y le quedaba buena parte del emparedado le miró con recelo al tomarlo para morderlo. —No vendrás tú también a restregarle el asunto de Astoria, Daphne. —Había en el tono de voz que usaba un toque ácido y amenazador que le dio ternura y se tuvo que reír de lado viéndola comer.

—Para nada, aunque estamos muy emocionados con el compromiso, lo cierto es que no vengo a echar limón a las heridas… aunque bien merecido se lo tendría P. —Millicent miraba su comida fijamente masticando muy lento, un claro intento de decir que no estaba de acuerdo, así que tuvo que retomar lo que iba a decirle. —No vine por eso, quería preguntarle algo referente a… —cayó en cuenta que no sabía cómo decirlo, ¿quién era después de todo para venir a preguntar cosas personales?, hacía años que esas confianzas entre ellas habían pasado a un recuerdo agrio.

—¿A? —Millicent le apresuró, eso tenía Bulstrode desde la escuela: poner en duda a Pansy era ganarse cierta aversión de su costilla.

—Hace dos días recibí una carta, Milly… y francamente me tiene muy intrigada. —Aquella confesión murmurada no tenía nada de malintencionada, podría haber sonado a que quería ganarse la atención de su interlocutora o que intentaba menguar lo que venía a decirle, pero no, lo decía mirando al pasillo a través de la puerta, viendo a gente ir y venir; lo decía con el absorto con que había visto años, muchos años antes a sus padres discutir por asuntos de política o de la situación del mundo mágico… lo decía con una nostalgia lejana y seca.

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Contempló un rato la hoja sin atinar a tomarlo como una broma o como algo real, la sujetó entre el pulgar y el índice y la empezó a golpear contra el borde de la mesa, estaba solo en el comedor con la taza de café delante y el plato del desayuno limpio, tronó los dedos y el elfo doméstico apareció apresurado y empezó a limpiar, el sobre negro seguía sobre la mesa, el listón plateado se había quedado sobre su rodilla y él seguía ahí, con los ojos clavados al contenido de la carta; aquello no le gustaba nada, absolutamente nada, así que lo dobló, lo puso dentro del sobre, con un movimiento de varita volvió a ponerle el listón y se incorporó. En el recibidor, mientras se ajustaba el saco para salir a la calle, puso la carta en el bolsillo interior de él y se miró al espejo mientras se ajustaba las mancuernillas que lucían en ónix sobre oro sus iniciales: BZ.

En la calle parecía que nada le afectaba, ni el tráfico, ni la gente entre la que caminaba como si no existieran, su mente daba vuelta al contenido de la carta y a su posible veracidad, podría haber hecho aquel viaje usando la red flu, pero no quería dejar rastro de su visita a ese lugar; ya no le perseguían o al menos esa idea tenía, a veces algún auror se descubría mirándolo entre los arbustos o si paseaba por un sitio lleno de gente, podía reconocer sus pasos, pero nada más. La carta podría cambiar las cosas, si alguien sabía que la había recibido, vaya que cambiarían las cosas; por eso mientras cruzaba el Caldero Chorreante y después, descendía los oscuros andadores del Callejón Knockturn, se andaba con cuidado, claro que alguien le vería pero nada de malo tenía ir a hacer un par de apuestas.

Mientras entraba al sitio y miraba disimuladamente un rostro familiar en la mesa donde jugaban cartas, vio a quien buscaba en el otro extremo del lugar, se despedía entre risas de un conocido en común; no dijo nada hasta que lo vio retirarse, lo alcanzó en la puerta y trató de dejar en claro sólo con la mirada que saldrían juntos.

—Si andas por la calle con tal cara de culpa, acabarás haciendo creer que nos dedicamos a algo ilegal. —Se estrecharon la mano mientras cruzaban la puerta, Knockturn ya no tenía la apariencia de hacía unos años, Shacklebolt se había encargado de eso, ahora había negocios llenos de gente y cafés serenos con apariencia hogareña, pero existían todavía los establecimientos de antaño: El profetizador estrellado, La Serpiente Espinosa, Moribundo, entre otros, que quizá no eran lo que antes… por encima.

—Sabía que podría encontrarte aquí. —Blaise caminaba a su lado y ambos acordaron sin decirlo que lo mejor era ir a tomar algo a un sitio público y visible, porque eran ellos dos y era mejor así; acabaron de nuevo en el Caldero Chorreante, donde bebieron un par de copas y hablaron de lo que llevó a Theodore hasta el salón de apuestas: Quidditch. —Parece mentira que te hayas hecho tan aficionado.

—Algo tengo que hacer mientras estoy con la cabeza fuera de las pociones. —Blaise había escuchado rumores de que Theodore estaba aplicando pruebas para volverse profesor de la asignatura en Hogwarts, pero por ahora estaba trabajando a medio tiempo en San Mungo y a otro medio tiempo en Durmstrang, hasta donde iba varias veces a la semana y desde donde solía escribir de vez en cuando.

—Es un buen pasatiempo. —No eran amigos y Zabini lo sabía de sobra, pero Theodore siempre le había tratado con respeto y a veces, hasta con aprecio; Nott estaba bebiendo de su copa con calma, mirando a uno y otro lado y con una expresión de comodidad, la estaba pasando bien, así que Blaise se decidió. —¿Has recibido alguna carta extraña últimamente?

Theodore retiró la copa de sus labios y bajó la mirada, sereno y serio, sus facciones delgadas y su cabello oscuro bien peinado le daba una apariencia confiable y razonable, Zabini esperaba intrigado de que dijera algo; tomó él mismo su copa y disfrutó aquel trago con una ironía extraña, cuando dejó de beber y puso su vaso en la mesa, Nott alzó la mirada y se la clavó, era penetrante y firme, no tenía expresión molesta, ni inquieta, era el rostro de la despreocupación.

—¿Te refieres al sobre negro de listón plateado? —Blaise asintió con el rostro lleno de interés genuino, Theodore pidió una copa más al hombre tras la barra y luego se volvió a su compañero de casa. —¿Quieres un consejo, Blaise?

—Supongo que aunque no lo quiera, acabarás diciéndomelo. —Nott asintió con una sonrisa de lado, había gente en el lugar inmersas en charlas, discusiones, algarabía, y mientras Zabini miraba hacia la salida, creyó ver del otro lado de la barra el rostro de uno de los aurores que solía vigilarlo hacía tiempo, aquello lo hizo sonreír y sentir menos incómodo.

—Me llegó ayer y apenas la abrí por la noche… sea lo que sea que implique, no es nuestro asunto y es mejor no intervenir, la situación está tranquila y estamos bien, así que no necesitamos nada de eso, y si me permites comentarlo, es extraño que la recibieras. —Theodore cogió su nueva copa y la miró un rato antes de darle un sorbo, Blaise se acabó la suya, pero no hizo por pedir más, era muy temprano y tenía un compromiso.

—Yo la recibí esta mañana, también me extrañó, pero deben estar considerándome el suplente de alguien más. —La mofa en su voz no ocultaba que en el fondo se sentía honrado con la recepción de la carta, quienquiera que la hubiera mandado tenía buen gusto y sentido común.

—Además tu estatus de sangre tiende a mejorar. —Theodore sonrió con cierta sorna y eso a Blaise lo hizo sentir muy incómodo. —¿Cómo está?

—Se sigue adaptando. —Murmuró dejando caer unas monedas en la mesa, no toleraba que nadie hablara de ella, menos con esa risita impertinente en la cara, como si hubiera algo de que reírse cuando se hablaba de ella. No toleraba que se rieran de ella.

—Salúdala. —Sabía que Theodore lo decía con sinceridad, pero aun así le molestaba sobremanera, sin embargo aceptó el saludo y se despidió con un apretón de manos más recio de lo normal. —Tómalo como un consejo de amigos, Blaise… sobre todo pensando en Lavender precisamente, ignora esa carta, sea real o no, sólo ignórala. —Blaise no dijo nada, se desprendió del saludo y echó a andar hacia la puerta del lugar, el auror no le siguió, continuó bebiendo y leyendo una revista, comprendió así que al que vigilaba era a Nott, pero eso no le hizo sentir mejor.

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—¿Qué fue eso? —Con las cortinas abiertas y sin un solo hechizo silenciador, Potter se confrontó a su asistente en cuanto cruzaron las puertas de su oficina y se hallaron solos, el joven se le quedó mirando con atención.

—Señor, no tuve tiempo de decirle que…

—¡Por tu irresponsabilidad casi acabamos metidos en un lío! —Harry echó sobre su escritorio con estrépito los documentos que traía consigo, el muchacho se encogió como si aquello fuera a estallar y alcanzarlo; Potter tenía las facciones endurecidas y casi le rechinaban los dientes.

—Como estaba con el Ministro y la señorita Granger, no he podido…

—¡No has podido nada! —Harry estaba furioso, pocas veces se había sentido tan molesto por un asunto de oficina, se dio la vuelta pensando en los alcances de aquello, había quedado frente a un par de jefes de departamento como un desinteresado, ¡habían tenido que decirle directo en una reunión el problema urgente que había que resolver!; dio un puntapié exasperado contra su silla haciéndola caer, el ruido hizo que más de cuatro se volvieran a mirarlo, su asistente hizo ademán de inclinarse a levantarla con la mano temblorosa. —¡Deja eso ahí, carajo!... mírame. —Pidió lleno de rabia, la presión, las acusaciones, la gravedad de lo que pasaba y el estrés de todo lo demás le estaba pasando factura y tenía que dejar salir todo aquel vapor contenido contra alguien. —¡Mírame!

El muchacho se plantó delante suyo y le sostuvo la mirada con estoicismo, eso sí podía reconocérselo Harry: estaba ahí mirándolo con seriedad, las mejillas encendidas y regordetas, los ojos vivaces y firmes, el cuerpo echado adelante como quien va a recibir una bofetada y la acepta de antemano con valentía; y le dieron ganas de dársela, vaya que sí, pero recordó aquella carta que llegara a su despacho el mismo día en que había recibido el nombramiento para el puesto: un viejo amigo de Severus Snape venido en desgracia le pedía su ayuda, R. Avery le pedía que viera por su ahijado, un hijo despreciado de la casa Burke, que era visto de soslayo por los suyos porque aspiraba a auror y no era de la calaña de los otros. Potter lo había mandado vigilar, parecía un chico bobo, sí, e inofensivo, y se sintió identificado por aquel pasado extraño, de un niño abandonado por los suyos que había salido a trompicones de la academia de aurores, cuyo padre trabajaba como archivista desde hacía cuarenta años en el Departamento de Misterios y era bien visto y respetado por sus compañeros, quienes lo consideraban como un poderoso con mala suerte.

—Sólo tenías que informarme, nada más, Gideon. —El muchacho bajó la cara, estaba sonrojado y se le notaba apenado, apesadumbrado; intentó dominarse, bastante era haber hecho aquello de tirar la silla, se llevó la mano a la nuca y se revolvió el cabello con exasperación dando un resoplido y apretando los ojos con las gafas casi en la punta de la nariz.

—No me atreví a interrumpirlo en su reunión. —La voz con que lo dijo parecía la de un joven apaleado y Harry recordó muchos años antes cuando tuvo que decirle a Dumbledore lo de las marcas en su mano, lo que Dolores Umbridge le hacía sin que nadie supiera.

—Escúchame bien, Gideon… la próxima vez, me dirás las cosas, no importa con quién esté, no interesa si me interrumpes, estas situaciones ameritan que me interrumpas… ¡interrúmpeme, carajo! —Exigió con un grito enfurecido, Burke asintió sin decir nada más, en ese momento apareció sobre la mesa de Harry una nota que lo distrajo.

Abrió el rollo de pergamino sólo para encontrarse con que el Señor D. Malfoy estaba en sus órdenes para recibirle cuando quisiera. Pero ese no era un buen momento.

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—Ya en serio, ¿quién gasta en sobres negros? —Llevaba dos piezas de pollo y seguía comiendo con el sobre delante, mentiría si dijera que no le llamaba la atención aquello más que nada porque no era para nada común una carta de ese color, ni siquiera entre Slytherins; pero con Pansy todo era nuevo y extraño, quizá alguna amiga de Colegio usaba esos sobres o quizá uno de sus rumorados amantes le escribía en cartas negras con tinta escarlata, nada más por el mero placer de darle más realce a esa tórrida relación; cosa que le daba risa y a la vez le ponía inquieta, Pansy sonrió mientras desprendía un poco de carne de un muslo de pollo, había estado comiendo el pollo frito quitándole la piel y el exceso de grasa con una servilleta de papel.

—Debe de ser Giovanny… —Hermione alzó los ojos desde su plato para verla fijamente, sonreía y el cabello mojado le caía en mechones pegados sobre las mejillas al agacharse, tenía los labios en una mueca divertida e insinuante, la ceja levantada, casi estaba segura que le miraba de reojo. —… quizá quiera que nos veamos el fin de semana en la cabaña de la Toscana y debe tocarme llevar el champán para nuestra velada. —Sintió que algo se restiraba en su espalda, algo que la obligaba a erguirse muy derecha y acartonada, no dijo nada, se concentró en morder la pieza de pollo que tenía en la mano y mirar a otro lado, porque no quería que Pansy le viera a los ojos y sentía que la escrutaba aún sin ponerle la mirada encima.

En el fondo mientras estaba ahí sentada comiendo con ella, estaba relajada sí, pero la presencia de aquel sobre oscuro respondería a lo que suelen decir sobre el elefante, los comentarios de Pansy le sonaban a verdades a medias, a insinuaciones, como el movimiento agresivo de la cobra que finge que va a atacar pero permanece sin soltar la mordida; cuanto más se preguntaba qué contendría el sobre, más se descubría a sí misma con una pregunta flotando en el aire e incapaz de sujetarla para hacerla sólida… ¿en qué te afecta a ti el sobre?. No iba a fingir que no le divertía ese juego de la verde de contestarle con mentiras o verdades matizadas, pero a veces presentía que podía ser una jugada más bien perversa, que detrás de cada chiste, ocultara verdades más que certeras.

—¿Hermione? —Volvió los ojos sorprendida, era como si su acompañante tuviera rato llamándola y ella recién le escuchara, los ojos de Pansy eran duros como un muro de verdor, como la hiedra aferrada al ladrillo, húmeda en una mañana lluviosa, de esas lluvias que escaldan la piel.

—¿Mande? —Pansy le miró en silencio, porque al preguntarle aquello le había salido rudo y seco, y nada tenía la palabra de su significado real, no estaba siendo accesible ni esperaba una orden, su rostro denotaba que estaba molesta, que a veces el jueguito con el que Pansy la venía atosigando le cansaba; la morena no dijo nada, quizá detectando aquella agreste reacción y pensándose las cosas un rato, antes de querer empeorar el asunto o sólo, quizá, asustada de molestarla demasiado; Hermione volvió a morder su pollo y a apretar contra su pecho dolorido la pierna que tenía encogida, sentada como estaba en la alfombra, Parkinson del otro lado de la mesa se limpió los dedos en la servilleta y tomó su vaso con soda para beber largamente y tener pretexto de no hablar de inmediato, Granger en su cabeza no podía hacer nada más que cuestionarse justo en ese momento ¿qué estaba haciendo ahí?

—No existe ningún Giovanny… ni voy a llevar champán a ninguna cabaña en la Toscana. —La aclaración le pareció molesta e irrespetuosa, la voz de Pansy fue la misma que usara en los pasillos de Colegio para decirle "Oye Granger, mira atrás que te vas dejando a tu novio pobretón", aquello la irritó aún más, erizándole los nervios, porque le pareció que estaba ofendiendo a su inteligencia, a veces la tomaban por sorpresa pero no implicaba que fuera imbécil y Hermione no dejó de mirar su plato, porque no quería ver a Pansy a los ojos, no quería tener que admitir que estaba enojada con ella. —Estás molesta. —La aseveración, que no era pregunta, le pareció hiriente y de pronto se descubrió conteniendo palabras dentro de su boca, pero no tenía lógica, hacía menos de una hora estaba bien y alegre, le gustaba el juego, ¿qué pasaba? —¿Estás bien?

—¿Qué es esto? —Soltó de pronto y Pansy frunció el ceño notando que no señalaba el espacio entre ambas como hiciera antes, sólo lo preguntaba agachada y sin mirarle, tragó saliva con fuerza y guardó silencio, sentía que la castaña tenía que sacar lo que tenía dentro, desahogarse. —A veces dices cosas que me hacen sentir… —Pansy contuvo la respiración, la mirada se le tornó insegura, Hermione no sabía qué decir, cómo decirlo y esperó que lo que tenía en la punta de la lengua fuera suficiente para explicarse, porque un concepto cabal y bien elaborado no lo tenía a mano. —… una vez, hace como dos años, invité a Ron a una nevería muggle del barrio de mis padres, ahí encontré a un viejo compañero de escuela, un chico al que tenía más de siete años sin ver, él sólo se acercó a saludar con normalidad, sorprendido quizá de que yo en serio estuviera ahí, ¡quizá sorprendido de que estuviera viva!...

—Debió ser como si fueras un fantasma, los muggles se asustan con ello. —Pansy intentaba aliviar la tensión que sentía sonriendo y contando un chiste, pero un chiste de lo bobos que son los muggles no iba a funcionar y se retractó de inmediato con cierto sonrojo en las mejillas, Hermione ni siquiera la escuchó según pareció.

—… yo simplemente desaparecí de la faz de la tierra, mis padres decían que estaba estudiando fuera, pero nada más y aquello de encontrarme en la nevería como si nada lo tenía sorprendido… estábamos hablando, saludándonos nada más cuando Ron se puso como si fuera un oso y yo un panal de abejas, se paró entre los dos estorbando, ni siquiera lo dejaba mirarme, tenía las mejillas rojas y los ojos vidriosos como si hubiera bebido. —Pansy la dejaba hablar en silencio, sólo con el entrecejo muy junto, aquellos ojos verdes la escrutaban y Hermione no quería verlos directamente porque sentía que se iba a detener en el relato o se echaría a llorar sin saber bien a bien porqué. —Yo estaba tan apenada, me parecía estúpido que hiciera aquello, yo nunca lo hubiera hecho, ni cuando le pedían fotos o autógrafos las chicas bobas del Colegio cuando íbamos de visita, esa tontería se me pasó cuando egresamos… pero cuando dices esas cosas…

—Hermione. —Era un susurro el de Pansy, la castaña cerró los ojos y sacudió la cabeza con desespero haciendo que la otra callara y eso era justo lo que quería, porque sentía que la boca del estómago le ardía y habría querido no haber probado nada del pollo y su grasa, ahora corrosiva por las altas temperaturas de su interior.

—Cuando hablas de un fulano con el que te irás a beber champán o cuando Draco vino y te dijo todo eso… o cuando… —Alzó al fin los ojos, se sentía hirviendo, caliente como si al tocarla pudiera quemarse cualquiera, la mirada de Pansy estaba seria y melancólica y tenía la fuerza de un taladro; tragó saliva y dejó caer las manos sobre la mesa como para relajarse, pero la tensión no estaba en sus hombros, ni en sus manos, menos en su cuerpo. —… pero tú y yo no somos nada, no tenemos ninguna relación y sin embargo estoy aquí sentada en tu casa, fui a comprarte pollo frito… te miré en la ducha y odio que esté esa carta ahí sin saber de quién es. —Pansy parpadeó un par de veces, al fin se sostenían la mirada, entonces Parkinson se deslizó por sobre la alfombra, invocó la carta con un movimiento de manos y la sujetó estando sentada a su lado. —¿Qué haces?

—La abriré contigo y verás que no es nada importante, que no me interesa, ni siquiera sé de quién es. —Pansy no la miraba, veía el sobre al hablar, todavía metida en su gruesa bata de baño, pero Hermine no quería conocer el contenido y no estaba pidiéndolo, podría parecer que chillaba histérica para quitarse la duda del remitente, pero no era eso y Pansy parecía no entenderlo, quiso decirlo, quiso aclarar pero no la dejó. —Sobre qué somos, o qué es esto, tampoco yo lo sé. —Al fin le miró y había una angustia nueva en su cara, su piel tersa y fresca invitaba a ser tocada, pero sus labios parecían trémulos y titubeantes y rozarla pudo haberle causado un llanto intempestivo y nervioso. —Pero estoy en bata de baño, sentada frente a Hermione Granger, a quien he tenido más cerca que a nadie más en un tiempo, a quién le he confiado más cosas que a ninguna otra persona… quién de pronto me importa más que cualquier carta misteriosa, comida grasosa o reunión de trabajo… no sé qué somos, y me asusta igual que a ti… y siento lo mismo que tú si te veo hablando con alguien o sonriéndole a quien no sea yo. —Pansy tomó la punta del listón para jalar el moño que cerraba la carta, Hermione puso su mano sobre la suya, no para interrumpirla o para tocarla, sólo para detenerla porque no le interesaba el contenido de la misiva.

—¿Tienes miedo? —Preguntó sin saber por qué lo hacía, porque oírle que estaba asustada necesitaba que lo confirmara, de pronto no entendía si lo decía por el contenido de la carta a la que ambas miraban fijamente para no tener que verse, o lo decía por eso que crecía dentro de ella y se removía gustoso cuando la tenía cerca, y menguaba hasta volverse un vacío cuando la pensaba sin tenerla a su alcance; Pansy entonces alzó su mano y la posó en su mejilla, sonriéndole, aquel roce la hizo sentir un escalofrío al encontrarla íntima y conocida, luego murmuró con los ojos más extraños que le había visto.

—Siempre he tenido miedo. —Confesó refiriéndose a todo, al mundo, a su pasado, a su futuro, y Hermione se sintió culpable de recordárselo, le echó alrededor los brazos, estrechándola contra su cuerpo, la carta cayó de la mano de Pansy hacia la mesa donde estaba la comida y los platos y de ahí se fue por la orilla de ella hasta la alfombra entre las piernas de la ex Slytherin; teniéndola contra su cuerpo se sintió mejor, y supo que ella también cuando la escuchó murmurar. —Pero contigo, voy sintiendo cada vez menos.

Aquello sin embargo, a Hermione le dio mucho miedo.

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A diferencia de cómo había sido la oficina de su padre, la de Draco era más sobria, apenas una silla cómoda en la cual reclinarse, su escritorio magnifico de madera labrada con el detallado que más gustaba a los Malfoy: las serpientes, un perchero oscuro en un rincón, una mesita donde tener unas cuantas botellas de licor y un par de sillas acolchadas para los visitantes; a su llegada a su oficina se había encontrado con muchos pendientes esperando, pero también con las cosas tal cual las había dejado antes de marcharse el día anterior, en particular la carta de par en par sobre su agenda y volver a verla no le hizo gracia alguna.

Con la mano metida entre los cabellos platinados, permanecía codo sobre la rodilla intentando ubicar su cabeza en zona segura, había bebido suficiente para tener apenas recuerdos nítidos de lo que había pasado desde las tres de la tarde del día anterior, así como la certeza de haber ahogado más que sus malos ratos, también algo de su dignidad flagelada, y sentía algo entre estómago y columna que no era comida en digestión; mientras se le venía un golpe de aire del interior de su intestino que le causó una náusea que volvió de afuera hacia adentro en un círculo vicioso que casi le hizo sentirse asqueado de sí mismo, llamaron a la puerta haciendo que tuviera que alzar su mirada enrojecida de desvelo y malestar.

—Adelante. —Mejor hubiera sido no decir nada, mejor hubiera sido no aceptar que pasaran, porque tuvo que encontrarse delante de la cara compungida de su madre, que venía a sacarle algún dato sobre su ausencia nocturna y su deplorable estado; la sensación que le causó su reciente interés por él era más cercana a la náusea que ya tenía encima que al agradecimiento por verla llegar.

—Draco, ¿cómo estás? —La pregunta le taladró la cabeza y repasó las posibles respuestas con la actitud cansina de quien responde a la misma pregunta más de diez veces al día.

—Excelente, madre… podría bailar. —Masculló volviendo la cabeza a la postura anterior y viéndola caminar hacia la mesa de las bebidas, encontró emocionante verla sacar una botellita de su bolso y vaciar el contenido en una copa de cristal limpia, aunque hubiera deseado no sentir nada en realidad. —Y supongo tu visita lo va a hacer mejorar.

—Toma, bebe… tengo que hablarte de algo importante. —Sujetó la copa que se le figuró heladísima entre los dedos y se la llevó a los labios sin reparo, el regusto aquel era conocido y casi se sintió salivar como el perro que recibe una buena recompensa; el líquido descendió por su aterido sistema digestivo, recubriéndolo como el mejor de los antiácidos y de nuevo volvió a decirse que no bebería una gota más en lo que quedaba de su existencia, así estuviera muy contento o muy desesperado. —Astoria fue a buscarme muy temprano alarmada porque no sabía de ti.

—Fui a verla anoche. —Murmuró recomponiéndose, se levantó de su asiento y fue hasta el extremo más alejado de la puerta, lo más alejado posible de ella; en la pared un cuadro que retrataba la casa de campo de los Malfoy le devolvió la mirada, lo sujetó por el borde y tiró de él, al momento apareció ante sus ojos el acceso a un vestidor, entró y se dispuso a despojarse de la ropa que aún olía a whisky y brandy, ignorando la presencia de su madre que lo siguió y se quedó en la puerta observando.

—Lo sé, me lo dijo… añadió además que estabas muy ebrio para recordar que se habían comprometido y estuviste muy insistente hablando de Pansy. —Draco cerró los ojos con fuerza recriminándose aquella idiotez, sólo a él ebrio se le ocurría ir donde su nueva novia a hablar de la ex; mas de momento podía desprenderse de su enfado consigo mismo, para transformarlo en más y mejor enfado contra su madre. —Pero no es eso lo que tenía a Astoria asustada, Draco… me ha dicho que estuviste hablando de tu padre, de su herencia maldita como Mortífago y del peso que te significa haber tenido algo que ver en la conspiración contra Dumbledore.

—Y debo asumir que nunca pasó nada al respecto, y ocultárselo porque seguramente no tiene idea de todo lo que ocurrió, madre. —Hizo aparecer un espacio adecuado para rasurarse y empezó a hacerlo a mano, porque era una de las cosas que más disfrutaba, carecía de barba, era cierto, pero adoraba fingir que la tenía tupida y larga como un vikingo.

—Ambos sabemos que Astoria sabe mucho de tu pasado, tanto como cualquiera, pero no voy a tolerar que critiques las acciones de tu padre o hables de ellas frente a otros como si fueran un lastre en tu vida. —Aquello lo hizo reírse, en serio reírse ahora que la cabeza ya no parecía explotarle, como siempre estaba ahí Narcissa para recordarle sutilmente que era todo, menos un honorable miembro de su árbol genealógico que blandiera como una espada todo lo que de niño le obligaran o presionaran a hacer. —Tu padre hizo lo que consideraba correcto.

—Mi padre era un hombre asustado y sometido por el peso de sus acciones pasadas, madre. —Espetó con la voz más áspera que pudo sacar y mirándola desde el espejo añadió con una sonrisa ácida. —Y en ese sentido, para tu orgullo, también me le parezco demasiado. —Cissy suspiró al tiempo que iba hacia una de las sillas más cercanas y se sentaba con elegancia y rigidez.

—Astoria te ama y juraría que más que cualquier otra. —Aquello sonó como si Draco hubiera tenido muchas otras mujeres en su vida, mientras pasaba la navaja por la línea de su mentón pensó en aquello con acidez: dos novias formales en su vida, Pansy Parkinson y Astoria Greengrass y aún le parecía estar pasando por el embarazo de reconocer que era novio de la primera una mañana fría de navidades, y aún le parecía sentir el candor de pedírselo a la segunda apenas unas semanas antes; si las comparaba Astoria ganaría la batalla por muchos cuerpos de distancia, pero de las dos a la que más le convendría asesinar por sus secretos, sería a Parkinson, ahora mismo recordaba uno con más intensidad, y tenía que ver con su madre, aquello le iluminó para decirlo.

—¿Incluso más que tú, no? —Tenía que decirlo, porque recordaba haber llorado en el hombro de Pansy por aquel rompimiento con su madre, por aquella discusión un par de años atrás, en que lo "desterró" de su vida declarándose muerta para él, lo llamó cobarde y le espetó que nunca sería lo que su padre quería que fuera y mucho menos, un digno hijo suyo.

—Draco… —Narcissa se notaba incómoda, veía venir lo que él diría, lo que le iba a recriminar, él pasó lenta y duramente la navaja por su mejilla izquierda de arriba abajo hacia su garganta, mirándose a sí mismo en el espejo, con una sensación increíble de triunfo al pensar en la viva impresión que le causaría a su madre si diera un tajo de izquierda a derecha, rápido, mortal… ¿qué harías, Narcissa Black?... ¿qué haría, señora Malfoy?

—Voy a agradecerte que en lo sucesivo, te abstengas de meterte en mi vida y venir a darme sermones sobre lo que hago o dejo de hacer cuando me embriago. —Su tono era el más firme posible, Narcissa se encogió y quizá pensó en replegarse, pero un segundo después tomó un segundo aire.

—Eres mi hijo, eres un Malfoy y voy a corregirte así pienses que te has vuelto un hombre… ¡te comportas como un niño de quince años! —Exclamó airada y Draco, aún con espuma en el rostro se volvió a verla dando un golpe al lavabo con la mano en que empuñaba la navaja.

—¿Tu hijo?... —Alzó la mano y la señaló con la navaja que resplandeció bajo la luz de la habitación, Cissy se llevó las manos al pecho como para protegerse y Draco dio un paso hacia ella con los ojos brillantes de rabia. —… ahora soy tu hijo… ¡tú me borraste de tu vida!, ¡me dijiste que no era más tu hijo porque no podía ser el Malfoy que mi padre ansió!... pues te tengo noticias, madre, tú no eres la madre que yo quería.

—¡Esto no tiene que ver con sentimentalismos absurdos, Draco!... hablamos de familia, hablamos de honor y de orgullo… ¡eres miembro de una estirpe elegida! —Narcissa hablaba con la demencia del fanático religioso y Draco bajó la navaja lentamente sorprendido y por qué no decirlo, asqueado de aquella faceta horrenda de su madre, esa que había adoptado tras la ausencia de Lucius y su hermana Bellatrix, quizá buscando llenar el enorme vacío que le dejaran.

—¡Estirpe elegida! —Draco se mofó por todo lo alto mientras se pasaba la navaja sobre el labio, sin cortarse por puro milagro. —Y la mierda que se me pega en los zapatos. —Escupió, su madre se turbó mucho ante aquello y arremetió.

—No te eduqué para que tuvieras esos desplantes, Draco Lucius Malfoy. —La voz se le había hecho poco a poco aguda y chillona mientras decía cada uno de los compuestos de su nombre, el rubio sacudió la cabeza de lado a lado en negativa cansada y volvió a mirarse al espejo; esos ojos, ese color, eran de su padre, aquel cabello, aquella nariz, la forma de la barbilla… ¿qué tenía de los Black además de una madre que le desquiciaba y a la que detestaba enormemente luego de haberlo arrancado de su seno con violento desprecio?

—Madre, sólo déjame tranquilo… no te incumbe lo que haga o no en una noche de borrachera. —Dejó la navaja a un lado, abrió el grifo de agua y tomó una poca con las manos, se la llevó al rostro para enjuagarse los restos de espuma y lavarse entero, Narcissa no dijo nada más, pero esperó.

—Astoria dijo que saliste de su casa amenazando con ir a buscar a Pansy. —Con los ojos cerrados, entre las manchas de rojo de sus párpados contra sus pupilas tuvo la impresión de estar viendo a Pansy gritándole de cosas, no recordaba qué, pero ardían. —Espero que no cometieras esa tontería, Draco… por el bien de tu futuro matrimonio. —En el rostro furioso de Pansy, en la imagen de estarla amenazando a punta de varita se le mezcló otro rostro y al tener un refagazo de memoria, se preguntó si no se estaría volviendo loco. —Pansy menos que nadie debe ser ahora tu paño de lágrimas.

—Voy a secar mis lágrimas donde me dé mi gana y te agradeceré que me evites el ser grosero al echarte de mi oficina… tengo muchas cosas que hacer. —Buscando en su cabeza entre el nubarrón de alcohol, creyó encontrar la presencia inolvidable de Hermione Granger en casa de Pansy, no recordaba porqué, no recordaba lo dicho, pero estaba seguro, y mientras se restregaba la cara con una toalla limpia y escuchaba la puerta que anunciaba la ausencia de su madre, se preguntó por qué sentía tanta desesperación por recordar qué hacía Granger en casa de Pansy, sobre todo antes de que Potter viniera a su oficina esa tarde.

/o/o/o/

¡Plop!

Maldita sea, era un libro que apareció de pronto casi golpeándole en la frente, un volumen viejo y amarillento que Hermione tomó antes que se fuera al piso, sobre él había un enrollo de pergamino con un diminuto listón que lo cerraba, tuvo que soltarla o mejor dicho, la castaña la soltó, casi sintió frío cuando ocurrió pero no dijo nada, y enfocó su vista en verla hacer.

—Fantástico. —La castaña tenía los ojos brillantes y abrió aquel pergamino rápidamente, sin caer en cuenta que tenía todavía a Pansy inclinada sobre ella, leyó dejando a sus ojos patinar por el papel y Pansy miraba el libro buscando el título.

—"Signos y símbolos de la comunidad mágica inglesa" —Murmuró viendo aquel ejemplar, mientras Hermione sin dejar de leer la nota asentía con la boca formando una O profusa, a Pansy le dieron ganas de besarla.

—Pensé que tardaría más en conseguirlo, pero la Profesora McGonagall es un ángel. —Un ángel arrugado como acordeón, pensó la morena con una sonrisa divertida reclinándose en un sillón cercano. —Le escribí ayer para solicitarle algo de información sobre una imagen de fénix. —Hermione tomó el libro con una mano mientras con la otra, con la habilidad de la lectura asidua, empezaba a dar vuelta a las páginas con velocidad, Pansy se pronto se vio relegada por una lectura, aunque en el fondo, aquello que decía le despertó interés.

—¿Un fénix? —Quiso saber mirando por sobre su hombro el libro, aparecían en sus páginas muchos distintos signos, señales de manos, dibujos, algunos parecían runas o jeroglíficos, otros más bien mezclas de letras, había escudos de casas nobles y marcas de empresas mágicas.

—Sí, lo encontramos en… —Hermione se detuvo y le miró fijo, como dudando de continuar, al final debió aceptar que ya no tenía mucho que esconderle y que confiaba en ella. —… en la puerta de la bóveda Lestrange.

—Hablas del suceso del otro día que tiene locos a todos en Gringotts. —Hermione asintió con fuerza y siguió revisando el libro, Pansy miraba desde atrás esperando que añadiera algo y al mismo tiempo le contemplaba, a pesar de la confesión de minutos antes, ahora la castaña parecía vuelta a su medio, aquello le alegró, porque instantes antes, viéndola así de insegura y asustada sintió un genuino miedo, algo parecido a una angustia insoportable; entonces recordó el sobre negro y lo buscó con la mirada sin éxito, en la mesa ya no estaba.

—Alguien grabó a fuego un fénix en el muro de la bóveda, sabemos que fue fuego mágico, pero no entendemos que tiene que ver esa imagen en el muro… estamos preocupados. —Pansy asintió mirándola hacer, viendo cómo buscaba, convencida de que ya no se concentrarían en lo anterior, decidió que era buena idea seguir comiendo y atrajo su plato con un movimiento de manos; ver a Hermione trabajar era algo que empezaba a gustarle, así que mientras comía trocitos de pollo le observaba, la castaña empezó a hacer lo mismo, comiendo y leyendo con cuidado de no manchar las hojas de grasa. —Algo debería haber aquí…

—¿Cómo es la marca? —Hermione hizo aparecer en la mesa frente a ambas una hoja de papel, era como un dibujo al cartón que intentaba respetar las vetas de la roca alrededor de la bóveda, Pansy se inclinó hacia ella y procuró distinguir ahí donde la roca al rojo se había transformado en un cristal opaco.

—Tengo la sospecha de que pudiera ser el emblema de alguna casa… pero la única que más recuerdo está relacionada con un fénix, son los Dumbledore y no… —Pansy la interrumpió alzando la mano para hacerla callar, Hermione se quedó de un palmo y le miró fijo, la mano delgada de uñas cuidadas de Parkinson se deslizó por la superficie oscura del dibujo, delineando la forma alargada y elegante de aquel ave entre lo que parecían ser llamas.

—No creo que sea un fénix, Hermione. —La castaña alzó los hombros como para preguntar a qué se refería y Pansy tomó sus gafas del sillón a su lado y se las puso con apremio. —No es un fénix y yo conozco este emblema.

—¿Entonces qué es? —Quiso saber sintiendo desespero, porque muy en el fondo seguía siendo la estudiante ansiosa a la que le gustaba recibir información rápido y concreta.

—Esto es un augurey. —Claro, el rostro de Hermione se iluminó, mas el de Pansy no podía ser más oscuro, recordaba aquella imagen, la había visto tiempo atrás, años atrás mejor dicho, en un viejo libro; su mente rebotaba por recuerdos al azar, intentando atrapar el correcto, Hermione le analizaba desde el sitio en que estaba sentada, echando poco a poco el cuerpo hacia ella con insistencia. —Sí es un emblema…

—¿De qué casa? —Hermione estaba ansiosa, Pansy se volvió a verla, en su mente el recuerdo exacto se iluminó como el anuncio neón de un establecimiento que abre por las noches, quiso decirlo, pero en el fondo sabía que no debía, no aún, porque una cosa era mostrarse como la que era, una ex Slytherin venida a menos, pero otra muy diferente era revelar esas cosas que la convertían en un miembro de la casa verde, que le orillaban a Draco, que le habían hecho gritar lo de su incapacidad para ser traidor, aquello en el fondo de sí misma que había desatado su exigencia por entregar a Potter aquella noche horrenda.

—No es de una casa… necesito buscar un libro. —Pansy se incorporó como llevada por un resorte y Hermione permaneció ahí sentada en la alfombra sorprendida viéndola hacer. —Tengo que confirmarlo.

—¿Qué libro es ese?... ¿cómo se llama? —Hermione se levantó apresurada, pero Pansy no espero dos segundos, corrió a meterse algo de ropa, salió en un parpadeo enfundada en un traje sastre color verde oscuro, se ajustaba aretes y collar mientras la castaña seguía preguntando. —Puedo ayudarte a buscarlo, tengo una de las bibliotecas mágicas más completas o podemos ir a Hogwarts, le avisaré a McGonagall y…

—No es un libro exactamente… es una glosa en un libro. —Pansy recordaba entonces ver aquel texto, estar parada junto a su padre y verlo, sus manos fuertes y amadas acariciando aquella página mientras hablaba con su voz penetrante. —No vas a encontrarlo fácil, pero yo tengo medios de obtenerlo. —Hermione se endureció de pronto y se le quedó viendo con sospecha, Pansy lo dejó pasar mientras se peinaba y perfumaba.

—¿Qué medios son esos? —Sí, preguntaba, pero había en sus ojos una dureza que la hizo replegarse; se miraron un instante y Pansy sintió un dejo de rabia que no supo ocultar, Hermione apretó los labios como si entendiera el gesto y se puso a la defensiva.

—Los medios propios de lo que soy, Hermione. —Soltó con rudeza, la castaña se ablandó sorprendida, pero no perdió la agreste expresión. —Estás hablando con Pansy Parkinson, no soy la dulce Lovegood o la vivaz Weasley… soy una Slytherin como muchos a los que has enjuiciado o interrogado en tu vida de autoridad. —Aquel comentario se le fue sin querer, pero estaba dicho, porque lo pensaba.

—Eres un miembro del Ministerio, Pansy, y no sería correcto que emplearas medios ilícitos ni siquiera para nuestro beneficio. —La voz de la castaña era la de la alumna que corregía a sus compañeros o agregaba algo a la indicación de los maestros, la listilla molesta que tanto irritaba a Pansy.

—Si crees que soy una partidaria de "El fin justifica los medios" es que esperas demasiado poco de mí… —Se puso un reloj de pulsera y con un movimiento de varita recogió su plato, se estaba calzando ante la mirada atónita de Hermione que esperaba algo más. —… puedes confiar en mí si lo deseas, si no… —Se miraron, Pansy la estaba retando y Hermione no cabía en sí de sorpresa por el giro absurdo de las cosas en aquel momento; la ojiverde estaba ofendida por aquel resto de incredulidad en ella y se lo demostró con lo último que soltó su boca. —… no me extrañaría. —Le guiñó un ojo en una mueca horrenda de autosuficiencia y echó a andar hacia la chimenea, Hermione la sujetó por la muñeca obligándola a detenerse.

—¡Yo confío en ti! —Aseguró con urgencia tragando saliva con una ansiedad hostil, Pansy le sonrió ablandándose un poco, la castaña dudó un instante, antes de pasar de retenerla por la muñeca a llevar sus dedos hasta su palma y buscar entrelazarlos con los suyos; la morena se rindió al gesto y aceptó aquella caricia desesperada, Hermione se acercó con un paso nervioso y veloz. —No me defraudes. —Pansy asintió poniéndose seria, apretó aquella mano entre la suya.

—Confía en mí. —Pidió antes de echar un puño de polvos en la chimenea. —Te quedas en tu casa. —Y se marchó dejando a la otra sin saber qué.

/o/o/o/

No estaba en sus planes visitar esa casa en un tiempo, así que intentó no llamar la atención más de lo necesario; las luces de la sala estaban apagadas y con las cortinas puestas aquello era casi una boca de mina, mientras se deslizaba entre los muebles rumbo a la biblioteca, una de los elfos domésticos se cruzó en su camino.

—¡Señorita! —El gritó sonaba a chillido de animal herido y ella se llevó la mano a la boca intentando hacerle entender que debía guardar silencio, pero a veces a los elfos les gusta exagerar. —¡Es un placer recibirla en casa, es un gozo que visite su antiguo hogar, ¿necesita algo?!

—¡Necesito que te calles! —Le espetó con un grito sibilante, la pequeña se encogió abrazándose por su delgada cintura y echando la cabeza al frente en una reverencia exagerada. —¿Dónde está mi madre? —Quiso saber al salir de las sombras de la sala hacia el pasillo que llevaba al salón y al despacho.

—Está en su cuarto de costura. —Pansy se rio, siempre le habían llamado así cuando su madre no sabía siquiera coser, ni aún con magia, y pasaba las veladas en la habitación fumando o bebiendo; pero la confirmación de sus esperanzas la hizo sentir más segura, así que avanzó en sentido contrario a lo que la elfo esperaba, y tuvo que escuchar sus pequeños piecitos delgados y fríos correr tras ella adhiriéndose al piso helado con cada diminuto paso.

—Deedee, ¿por qué no traes zapatos? —Preguntó al cruzar el pasillo a grandes zancadas y abrir la puerta del estudio de su padre, ambas entraron con cuidado y una vez cerrada la puerta encendieron las luces, la elfa se movía entorno a Pansy como un perrillo emocionado al ver a su ama.

—A la señora no le gustan, señorita… hacen mucho ruido, y dice que le recuerdan su rebeldía y su ausencia… Deedee prefiere no molestar a la ama, señorita. —Pansy frunció el ceño al escuchar aquello, miró de soslayo a la pequeña mientras ponía su mano sobre el mundo de madera pintado a mano que tenía su padre junto a la ventana, éste brilló y a su espalda se abrió una puerta falsa, oculta en la parte posterior de un estante con trofeos de quidditch y duelos mágicos ganados por su estirpe.

—Te ordeno que te los pongas, Deedee, y los vestidos y las bufandas. —Murmuró a la par que bajaban por la escalera de caracol de herrería, que temblaba bajo ellas y hacía llenarse la habitación secreta con ruido de cadenas que chocan.

—Mi señorita, yo agradezco mucho sus bondades, pero su madre… —La elfa se detuvo unos escalones antes del suelo, mirando a Pansy con sus ojos llenos de lágrimas y respirando fuerte y ruidoso, no tenía que añadir nada más; la morena conocía la historia, porque la había visto durante años, delante de ella y del resto de la familia, su madre era una miel, pero dentro de las cocinas, en los desvanes, o cuando el resto no estaba en casa, era una ama cruel y despiadada, que atosigaba a sus sirvientes a punta de varita, con palabras hirientes y golpes certeros.

—Si mi madre vuelve a pegarte, te ordeno que vayas a mi casa, ¿escuchaste, Deedee? —Pansy la señaló con un dedo acusador, recordaba bien su infancia, recordaba a Deedee arropándola en las noches, cantándole canciones para despertarla temprano, la suavidad con que le ponía los corsés en su lejana adolescencia o las pocas pero significativas veces en que se permitía, la diminuta personita, hacerle un mimo, robar un postre prohibido y hacerlo aparecer en su buró o bien, sólo amarla con sus enormes ojos verdes. —Tú eres mía, Deedee, no se te olvide. —Dijo con la expresión más dura que tenía, tendiendo su mano hacia ella para acariciarle la cabeza, la elfa se estremeció.

—Sí, mi señorita. —Aquella aceptación le bastó, aunque viniera en medio de un sollozo tembloroso y lleno de inseguridad, Deedee nunca fallaría a una orden suya y ya hace tiempo que pensaba darle aquella, se dio vuelta y fue hasta el sitio que le interesaba, el escritorio de su padre; madera oscura y brillante llena de polvo, nadie bajaba a aquel lugar aun cuando los libros habían acabado como herencia para buenos lectores, al principio, cuando recién muriera su padre, solía bajar hasta el final de la escalera y quedarse ahí sentada, mirando a su silla sola, imaginando que permanecía ahí pero no subía, negado a convivir con aquella mujer que llenaba la parte de arriba. —¿Qué busca, señorita? —Preguntó Deedee mirándola con fijeza, sacando un sacudidor desesperada por ofrecerle un sitio limpio.

—Mi padre tenía una copia del Directorio de Sangre Pura… era una edición muy vieja que heredó de un tío. —Mientras abría los cajones y observaba sin tocar nada de dentro, Deedee dio unos saltitos hasta un estante y sujetó un volumen encuadernado en negro impoluto.

—¿Es este? —Pansy se volvió sorprendida hacia la elfa que le tendía el libro, sonrió al tomarlo de su mano y pasar la suya por la pasta con cuidado, estaba limpio y como lo recordaba, con los bordes que dejaban los hilos con que estaba cosido sintiéndose debajo de la piel del lomo.

—Solía tenerlo en un cajón…

—Pero luce mejor en el estante. —Su madre, apoyada en el pasamanos de la escalera, le miraba desde la mitad de ella, Pansy la vio sin expresión alguna, le notaba lo sonrosado del rostro y los ojos vidriosos, Deedee dio un paso atrás ocultándose tras su pierna. —Mi preciosa Little P… ¿por qué no has ido a verme?

—No he querido molestar, madre… sólo venía por un libro. —Pasó su mano por la cabeza de Deedee en un intento por calmarla y echó a caminar con ella pegada a su espalda rumbo a la puerta, sujeta al pasamanos al pie de la escalera contempló a su madre, si le preguntaran a quién de los dos se parecía más, habría tenido que admitir que a ella, pero en el fondo, esperaba ser por dentro más como su padre; metida en una bata de color rosado muy sutil y sedosa, Demetria Parkinson, o Fawley de soltera, una ex alumna de Hufflepuff que había caído rendida ante los encantos de su padre ya desde el Colegio, un Slytherin que gustaba de permanecer callado y leer demasiado, parecía ahora la viva imagen de la tristeza: había amado a su marido con locura, sin importar que éste se casara con ella tardíamente y luego de un matrimonio previo, Pansy atribuía justo a eso la vehemencia con que aquella mujer intentó hacer de su casa un hogar perfecto: intentaba desesperadamente ser mejor que la primer esposa del amor de su vida.

Pansy recordaba su infancia con cierta acidez, muchos de los mejores recuerdos los tenía del Colegio o sus visitas a casa de Draco y Millicent, porque en la suya todo era almidón y perfección, su padre encontraba todo maravillosamente cansino y debía amar mucho a Demetria para haber permanecido en aquella caja de cristal, o quizá estaba muy cansado para buscar nido en otro lugar; en cuanto a los otros integrantes de la familia, Pansy no iba a recriminarles el irse en cuanto tuvieron oportunidad, como tampoco se lo recriminaba ya a sí misma, era el fluir lógico de las cosas, así había tenido que ser.

—Has preferido bajar a la habitación de un muerto que pasar cinco minutos en compañía de tu madre, querida mía. —Las palabras se le atoraban en la lengua, pero a Pansy le molestaba más la mirada que le dedicaba, cargada de un reproche que no creía merecer, no dijo nada y siguió subiendo la escalera volviendo los ojos al piso, con la mano le hizo una señal a Deedee de que se marchara y la pequeña obedeció con un ¡plop! —¿Por qué lo preferiste siempre a él, Little P?

—Son mis padres, no he preferido a nadie. —Murmuró mientras la miraba bajar y ponerse a su altura, la escalera era apenas lo ancho necesario para que ambas estuvieran ahí, entre las cadenas que sostenían el viejo armatoste de herrería a Parkinson le pareció que los ojos castaños de su madre lucían aún más profundos y tristes.

—Solías buscarlo por toda la casa nada más despertar, y subirte a sus piernas en cuanto lo encontrabas… —Demetria miraba al escritorio ahora solo y parecía estar viendo a su marido todavía, sentado tomando notas y con aquella pequeña en el regazo. —… a veces tenía que separarte de él a fuerza para poder alimentarte. —Pansy miró a otro lado e intentó subir otro escalón antes de que siguiera hablando, sentía la imperiosa necesidad de marcharse de ahí. —¿Tú no te sientes sola ahora que no está? —Lloraba, su madre lloraba y no tenía ni recóndita idea de qué decirle, cuando niña quién le consolaba con abrazos y palabras dulces era su padre, nunca ella; ahí radicaba la incapacidad de Pansy Parkinson para empatizar con otras mujeres, más con las que eran sensibles o dulces, su madre lo era, pero se obligó todo su matrimonio a no serlo, a intentar cumplir con el estereotipo de las Slytherin duras; se acercó a ella con titubeos propios de la que no entiende que está haciendo, y estrechó lento a su madre entre sus brazos, sólo para oírla llorar.

Mientras la envolvía en un abrazo lo más dulce que podía expresar, Pansy pensaba en lo triste que era a veces la vida de las mujeres de su casa… solas, viudas. Olvidadas.

/o/o/o/

—Vuelvo en un rato… ¿hay alguna noticia de Pansy? —El muchacho negó con la cabeza y Millicent salió apresurada rumbo a las chimeneas, tenía que confirmar lo dicho por Daphne lo antes posible; su ex compañera de clase había puesto pies en polvorosa una vez que dieron por terminada la conversación, si aquello que decían las cartas era medianamente cierto, apenas un porcentaje mínimo de ello, el que las vieran juntas no era buena idea.

Con grandes zancadas que la hacían ver aún más grande de lo que era, cruzó la distancia que la separaba de las salidas del Ministerio en un tiempo record y cuando se metió en una chimenea sola y apareció en su departamento, casi le pareció mentira estar haciendo aquel recorrido a esa velocidad; no esperó ni un segundo para tirarse sobre el montón de correspondencia en la barra del desayunador, estaba tirando y lanzando lejos cada carta, siempre revisando cada sobre, siempre preguntándose si podría ser verdad. Siempre implorando que a ella no.

—Sí. —El sobre negro estaba encima del periódico de hacía dos días, claro, no lo había visto porque no había pasado las últimas cuatro noches en casa, al tenerlo en la mano se pensó unos segundo la posibilidad de abrirlo; al final no lo hizo, lo sujetó con fuerza y se puso a darle vueltas a la mesa de la sala con él golpeando contra su muslo izquierdo, pensando y pensando. —¿Qué hago? —Giró parada en la esquina de la sala mirando a todos lados, sopesando las cosas y su situación actual, la verdad es que aquel regalito le venía sólo a romper la tranquilidad, deseó hablarlo primero con Pansy, pero al final decidió quizá lo más curioso.

Extendió el brazo contra la chimenea encendida casi sin pensarlo, rápido, como si pudiera morderla de no hacerlo en su momento, y dejó que el sobre se redujera a cenizas en el fuego.

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La bolsa de papel manchada de grasa la hizo una bolita apretada y dura que fue a dar al cesto de la basura, la de plástico la dobló cuidadosamente y la dejó en un rincón donde no estorbara, los platos y los vasos los fue acercando al fregador y nada más por tener algo que hacer y no perder la cordura esperando, se puso a lavarlos a mano; Pansy llevaba quince minutos fuera según su reloj de pulsera, pero de acuerdo a su sensación, parecía que se había marchado hacía tres días, estaba inquieta porque no había querido decirle a dónde iba ni cuáles eran sus medios para obtener un libro que contendría la información que necesitaba, o al menos un indicio. Le preocupaba dónde estaría ahora Pansy, ¿en casa de los Malfoy revisando la biblioteca secreta que el Ministerio había querido confiscar desde el fin de la guerra y seguían sin encontrar?, ¿en casa de algún antiguo Mortífago obteniendo información a cambio de…

Sacudió la cabeza, ¡¿Qué afán tenía con imaginar a Pansy haciendo cosas de esas, por Merlín?!, respiró profundo, sacudió los hombros mientras fregaba un plato y con los ojos cerrados se dijo a sí misma que tenía que calmarse, al abrir los ojos miró los estantes de la esquina de la cocina, desde ellos, una serie de fotografías le volvieron la mirada, sólo por perder el tiempo y relajarse, se quedó mirando qué pescaba. En una de las imágenes, una Pansy Parkinson arrogante presumía un documento de término de estudios, quizá alguna de sus capacitaciones más pesadas, tenía el mismo estilo al vestir, la seriedad que siempre la había caracterizado y un dato curioso: había en sus ojos un brillo de emoción genuina, poco común en su cara poderosa, que se acrecentaba cada vez que asentía y alzaba las cejas con suficiencia.

Al lado de esa imagen, había una fotografía de un hombre de cabello oscuro, los ojos verdes, Hermione supuso que era el padre de Pansy, era mayor y lucía canas en las sienes y sobre las orejas que le ennoblecían el rostro, las arrugas de su frente y el bigote negro y tupido le daban fuerza, mas el brillo en la mirada denotaban sus bondades; Pansy apenas y se le parecía, pero había un gesto en aquel hombre que sí se la recordaba: alzaba las cejas y sonreía con una arrogancia que sólo podía ser la que ella había heredado. Más abajo, en otra de las repisas y entre las botellas de whisky y vodka, había otra fotografía, en ella Pansy permanecía sentada entre dos hombres, con el cuerpo echado a la derecha, en una silla de madera fina y tapices verdes, metida en un hermoso vestido verde olivo y peinada con elegancia, sonreía con un orgullo pleno llena de vigor, a su izquierda había un hombre mucho mayor a ella, que sonreía igual, como dos gotas de agua.

Vestía aquel sujeto con pantalones de casimir negro y chaleco a juego, corbata verde esmeralda y llevaba gafas pequeñas y elegantes, el cabello le caía en una cola de caballo bien sujeta y lustrosa a la altura de la nuca con un grueso listón de seda, era a diferencia de Pansy castaño claro, con un bigote diminuto que le decoraba el labio superior deformado en esa sonrisa que a Hermione erizaba la piel, su mano, que portaba sendos anillos se apoyaba en el hombro de la muchacha, con una confianza que a la castaña intrigó mucho; del lado derecho de la morena, un hombre más joven que el anterior pero mayor que Pansy sonreía mostrando una bella dentadura y una vivaz mirada de galán, la cara limpia y el cabello corto, era muy parecido a la joven, pero tenía las facciones más blandas, mucho menos arrogantes, vestía además un atuendo en color café oscuro, saco sobre chaleco a cuadros y un reloj de cadena que le pendía del bolsillo, en la imagen de inclinaba de vez en vez hacia Pansy sonriendo a la cámara y ella le miraba ampliando la sonrisa como si le divirtiera su desliz.

La foto le causó cierta nostalgia y no pudo evitar echar de menos a la ojiverde, que según su reloj ya tenía veinte minutos ausente, al ver aquello recordó que tenía una reunión programada para dentro de cuarenta minutos y se mordió el labio inferior, no quería irse a su compromiso sin ver antes de la dueña de la casa; siguió lavando los platos con calma y cuidado concentrada en que quedaran bien limpios, entonces escuchó ruido en la chimenea y al ver de reojo aquella figura delgada que salía de ella dio un suspiro de tranquilidad pero no se volvió, Pansy se desplazó a sus espaldas hasta llegar a ella y sin decir nada se situó pegada a su cuerpo y rodeándola con sus brazos le puso ante el rostro aquello, un libro negro con las hojas amarillentas por el tiempo, pero la piel de las pastas muy bien cuidada, Hermione lo miraba, pero no estaba concentrada en él, la voz de Pansy le golpeó la nuca del lado derecho, casi contra su lóbulo.

—El Directorio de Sangre Pura. —Las palabras le acariciaron la piel causándole un estremecimiento que la hizo sonreír, en realidad tenerla así pegada a su cuerpo le hacía olvidar cualquier otra cosa.

—Lo tengo en mi biblioteca personal. —Masculló fingiendo molestia, Pansy usó ambas manos para sujetar el libro y hojearlo frente a su cara rápidamente, como cartas que se mezclan antes de una partida.

—No con notas de la época, glosas únicas, si me permites decir. —Pansy llevó su cabeza sobre el hombro de Hermione, por su estatura apenas lograba pasar sobre él y le rozaba con la barbilla y el cuello el hombro, la castaña la sentía respirar y podía identificar perfecto su pecho contra su espalda. —Esas no te las podría dar nadie más, Hermione.

—¿De dónde lo sacaste? —Preguntó sin poder endurecer el gesto, dejando el último plato en el costado a que se escurriera y sacudiendo los dedos para perder el exceso de agua, Pansy se encogió de hombros y sonrió según pudo ver de reojo.

—Era de mi padre… fui a casa por él. —La forma cómo Pansy decía "mi padre" era un dulce de escuchar, con un afecto que parecía imposible pudiera plasmarse en una palabra así nada más, Hermione se apoyó en el borde del fregadero.

—¿Te costaba mucho trabajo decirme que ibas ahí? —Arremetió con sinceridad, Pansy se sonrió más amplio y Hermione pudo verlo por el reflejo delicado de los azulejos delante de su rostro, Pansy inclinó su cabeza de lado para presionar la suya y Hermione suspiró con aquel roce, casi cotidiano, casi imprevisto.

—¿Y perder este aire de misterio entre las dos? —Sonreía, con los ojos cerrados diciéndole aquello al oído, casi rozándole con sus labios y Hermione cerró los ojos tragando saliva con dureza. —No tenías que lavar los platos, yo podía hacerlo después. —Pansy decía aquello con la voz serena, cerrados los ojos y apoyando sus manos en el borde del fregador, pegando así más su cuerpo al de Hermione que ya se había acomodado del todo entre sus brazos.

—No es correcto comer en una casa ajena y dejar los platos sucios para alguien más. —Hermione le miraba por el reflejo difuso del azulejo frente a su cara, Pansy sonreía con la nariz clavada en el cabello tras su oreja, aquello la hizo sentir una presión angustiosa en el pecho, Pansy empezó a hablar.

—Estás en tu casa, no voy a dejar de abrirte la puerta porque un día no laves los platos, además… —No pudo terminar, no la dejó acabar, se volvió rápidamente y le sujetó el rostro entre sus manos para besarla a ojos cerrados, sólo sintiendo aquellos labios entre los suyos, un beso largo y torpe que hizo a Pansy tener que sujetarse más del borde para no caerse, sin dejar de presionarla contra aquel espacio.

Aunque no se había dado del todo vuelta, su cuerpo en torsión alcanzaba perfecto a rozarse con el de Parkinson, sentía su respiración ahogada contra su boca y la tensión de sus ojos cerrados, se separó un poco para volver a abrir sus labios entorno a aquella boca y Pansy ronroneó inclinándose contra ella, haciendo que echara la espalda atrás mientras daba un paso para dar vuelta a su cadera y embonar perfecto; con el borde molesto del fregador clavado en la línea de su cadera, volvió a succionar aquellos labios ahora inclinando la cabeza a un lado y Pansy atinó a llevar una de sus manos hasta su cintura y hacia su espalda para pegarla más a su cuerpo, a la par que subía la otra mano hacia su rostro, a sujetarla para no dejarla ir.

—¿Es tu forma de decir… que no vas… a dejar de lavar los platos que usemos? —Murmuró contra su boca, abriendo apenas los ojos para buscarle de vez en cuando la mirada, Hermione se sujetaba por su cintura a ella, ansiosa por no perderla, por tenerla ahí fija para siempre, sintiendo que se le hacía agua la boca contra la de ella y que pronto tendría que irse a su oficina y prescindir de aquello que se le embravecía cuando la besaba así.

—No. —Murmuró alejándose un poco, Pansy apoyó su frente contra la suya sin dejar de mirarle los labios, Granger subió sus manos hasta sus mejillas y dedicó las puntas de sus dedos a deslizarse por el borde de aquel rostro, con los ojos cerrados y el aliento agitado dentro del pecho. —Es mi forma de decirte gracias por dejarme entrar a tu casa. —Pansy sonrió antes de volver a besarla con más vehemencia, usando sus manos para comprimirla contra sí con arrojo.

Hermione suspiró contra aquella boca llena de algo que no era miedo como el de hacía un rato, el libro había quedado olvidado en un lado y por un rato dejaron que todo lo que traían encima se les olvidara; no significaba la calma que ansiaban, no implicaba que pudieran besarse eternamente sin mirar al mundo afuera.

Sólo era un momento para tenerse. Nada más.

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¡Saludos!

Esta vez la nota va al final, quiero darle las gracias a las que muy amablemente han dedicado dos minutos para comentar, estoy muy agradecida y feliz de saber su opinión, de escucharlas opinar sobre mi pequeño que anda por ahí dando sus primeros pasos; este capítulo, el anterior y muy probablemente un par de los que vienen serán así, cultivos, la trama inicial de Demasiado, como podrían haber notado algunos, fue floja y no tenía la tensión y suspenso que hoy tiene, la historia ha ido creciendo.

Estoy orgullosa de esto, de que crezca yéndose un poco de mis manos, porque es la mejor señal de que es una historia viva a la que yo sólo doy voz y creo que es un obligado emocionarse al concebir a un hijo con un corazón vivo y latiente; ¿me gusta lo que está pasando?, sí… ¿crecerá como la hiedra fuera de mi mención anterior de que quedaban dos, tres o cuatro capítulos?, sí, ¡claro!...

El capítulo de hoy ha tenido sólo un tropiezo y es que he tenido que dejar la escena de ambas para el cierre y eso me causa ansiedad, porque ellas son mis protagonistas y moría por volver a una escena así, pero ha salido como quería, y porque la necesitaba; poco a poco, esta historia está tirando fuertes y largas raíces… el motivo de que la nota sea hoy final y de que parezca tan arrojada es que quiero proponerles algo, quiero pedirles que se queden, que le den una oportunidad a Demasiado.

No puedo decirles que será perfecto, pero puedo decirles que será bueno, me estoy dejando toda mi concentración en esto y les aseguro que la inspiración también; he paralizado otras historias (que les invito a conocer) "Venus", "Donde está tu corazón", "Hojas muertas", "Segundas oportunidades" mi saga "Apocalipsis", "Matar una mariposa" y "Quemarse no es morir"… todo detenido para enfocarme sólo en esta historia… no digo que por eso los haya parado, digo que por eso no los he seguido XD

Por favor, quédense, sé que no soy la más rápida y quizá no la mejor escritora. Pero prometo que Demasiado será algo para recordar. Feliz 2019, bienvenidas a mi historia.