Buenos días… quisiera decirles que lamento la demora, pero la realidad es que no, construí este capítulo como un todo, larguísimo que tuvo que ser seccionado para mi desagrado…

¿Por qué tuvo que ser partido, dividido, segmentado?, bueno, porque de dejarlo todo junto habría sido demasiado pesado, demasiado denso… más de sesenta cuartillas ¿no lo sería acaso?

Preferí entonces dividirlo en partes, pero quiero pedirles un gran favor, si me lo permiten: Por si la extensión no fuera suficiente, hay que sumar que hice un juego temporal en todo el capítulo, créanme, es para su deleite, pero por ello les suplico que tengan cuidado al leer las fechas, recuerden las fechas, que es lo importante. De ahí en más, creo que nada debo advertir… bueno, sólo algo más que decir: mil gracias por su apoyo, mil gracias por los mensajes de ánimo.

Aquí seguimos con el favor de Dios… y acá anda Demasiado de regreso.

Traduttore traditore (O de la semana que no debió ser)

PARTE I


Just as tough

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Jueves 12 de noviembre

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Pretendió que prender su encendedor luego de tantos años no le costaba trabajo, con la espalda vuelta hacia afuera permanecía en la puerta del baño sin atreverse a mirar atrás, era la única habitación que ya habían volteado del revés y podía refugiarse ahí sin miedo a que entraran a echarla para esculcar; no podía mentirse, el cigarrillo en su boca temblaba, el cigarrillo, no sus labios, cerrando los ojos luchó por convencerse de que se trataba de la debilidad propia de su deplorable aún estado físico, fumar no parecía buena opción para su cuerpo magullado. Cuando al fin logró que el cigarrillo y la flama rojiza se encontraran, la primera bocanada fue como respirar luego de mucho tiempo, los pasos en la habitación contigua eran más rudos, casi en seguida de darse cuenta de que estaban hurgando entre sus cosas como ladrones y no como funcionarios, escuchó el plop en la chimenea seguido de la exclamación tremenda de la voz que la había traído al mundo.

—Claro, las cosas tenían que ser más complicadas.

No hablaba con nadie, quizá con el humo del cigarrillo que le impedía verse a consciencia en el espejo del baño frente a ella cosa que agradecía, sabía que aún no recuperaba toda la forma de la ceja, tenía marcas aquí y allá que recordaban el ataque. La imagen de víctima será útil demasiado poco una vez que esto comience. Dio otra calada antes de llevarse las manos al rostro dejando el cigarrillo en el espacio donde uno suele apoyar el cepillo de dientes, no lograba recomponerse, no lograba encontrar serenidad en la nicotina, ni en la soledad del baño y los pasos que iban corriendo hacia ella y las exclamaciones no iban a ayudar.

Su madre la tomó por los brazos, la sacudió, dijo muchas cosas que no logró atrapar a conciencia, como si las separara un velo de silencio, como si se le hubieran tapado los oídos y solo pudiera verla, verla gesticular, exclamar, berrear, atragantarse con palabras y amenazas, y súplicas; asentía con sus ojos caídos ignorando que aquel apretón de las manos huesudas de su madre la lastimaba, intentaba con vana intención calmarla a fuerza de miradas serenas, algunas palabras controladas y muy cuidadas que le hacían sentir como un maniquí, un títere cumpliendo una misión que no alcanzaba a comprender, hubo algunas frases de seguridad, pero nada, su madre estaba que se volvía loca. No debía ser para menos, cuando lo pensaba de nuevo, otra vez sentía una angustia horrible llenarle el pecho, el aire escasear en sus pulmones, la saliva hacerse nada… y tenía que hacer esfuerzos descomunales para controlarse y no ponerse histérica como Demetria.

—Madre, escucha. —Pidió tratando de sacarla de la tormenta de acusaciones que estaba dejando salir, pero no, no callaba y ahora eso le daba dolor de cabeza, respiró profundo, intentó dominarse otra vez, pero era tan complicado como detener el agua entre las manos.

—¿Qué hacen sacando tus cosas?... ¡Por qué no haces nada!... ¡Estás en tu derecho de echarlos a patadas de tu casa!, yo misma voy a ayudarte a hacerlo. —Demetria sacó su varita, oscura y curvada y se dispuso a ir hacia los hombres que ahora mismo estaban revisando la cocina, sacando cosas a punta de varita y volviendo a meter todo con mala cara.

—Escucha, madre… son aurores, vienen del Ministerio, no podemos hacer nada. —Murmuró intentando acallar sus exclamaciones que empezaban, no, ya habían acabado por irritarla.

—Claro que podemos, ahora mismo los echaré a la calle y llamaremos a ese ridículo perseguidor de Potter y le diré que…

—Madre, tienen una orden, no podemos hacer nada, incurriríamos en una falta grave y acabaríamos con cargos reales esta vez, así que por favor sólo siéntate en la sala, ¿de acuerdo? —Intentó parecer tranquila y calmada, pero su madre y sus expresiones faciales no ayudaban; por alguna razón se vio a sí misma de cuatro años sentada en la terraza de casa de los Zabini, con su vestido lleno de holanes y sus calcetas a juego, se vio con el cabello recogido en una firme coleta y las mejillas sonrojadas a fuerza de pellizcos de todas esas ancianas tías que gozaban con "mimar" a los niños que visitaban la casa con sus madres, se vio a sí misma escuchando los aspavientos de su madre sobre su inteligencia, su clase, su belleza… y ninguna madre asentía, ninguna madre lo creía.

Todas la ignoraban y por dentro se reían.

—¡No van a hacer esto contigo, Little P!... ¡No voy a permitirlo! —Cuando su madre se sacudió de su agarre y echó a andar hacia la habitación donde estaban los aurores revisando, sintió como si algo doliera y no pudo evitar estirarse para sujetarla con fuerza, excesiva vale resaltar y jalarla hacia sí.

—¡Basta madre! —La fulminó con la mirada, la quería congelar ahí delante suyo e ignorar que alguien estaba manoseando su escritorio, revisando sus fotografías de Colegio, husmeando en su ropa de cama y toallas de baño; cerró los ojos e intentó dominarse no van a dañarte porque estás por encima de esto, tú vas a lograr superar esto, porque eres tú, Pansy ni siquiera esas palabras, podían confortarla ahora. —Por favor, madre. —Apretaba los dientes, cada palabra era un dolor en las sienes… pero su madre casi lo entendió, congelándose para escuchar lo que tenía que decir, los enormes ojos oscurecidos de ansiedad clavados en ella. —Sólo sé paciente, inténtalo. —Demetria le miró como si le pidiera que besara un sapo, entonces se escuchó algo más de ruido y a los hombres que ya revisaban, se sumaron dos más.

Así pues, había ya más personas en la habitación contigua a la suya, revisando los estantes de libros, las cajas de joyería y los rincones, bajo la cama, tras el mueble de sus sombreros, arriba de los libreros, su madre revoloteaba ansiosa tras ellos diciendo cosas como ¿Qué es lo que buscan?, ¿cómo se atreven?... ¡Irreverente!, pelafustán grosero, ya verá si vuelve a mirar de esa forma la ropa interior de mi hija, ¡asqueroso libidinoso con placa! entre otras que sonaban muy feo y que Pansy procuraba hacer como que no había escuchado; se volvió al baño ignorando que ahora revisaban lo que ya habían revisado, dio la última bocanada a su cigarrillo, larga y serenamente, hacía mucho que no fumaba y el sabor amargo le molestaba en la lengua, mas de cualquier forma dio otra bocanada, la última, con fuerza y disfrutándola como si le gustara. Pero no le gustaba. Dio dos pasos hasta el contenedor de desechos y dejó caer ahí dentro la colilla todavía humeante, algo se rompió a su espalda y su madre soltó una exclamación profunda e irritada.

—¡¿Sabe cuánto cuesta esa botella de perfume?! no podría pagarla con su salario de burócrata inútil… ¡Pansy, este hombre rompió tu fragancia! —No, la paciencia no era virtud de su madre, para nada; se apretó los dedos con nerviosismo, una inquietud glaciar le llenaba el cuerpo y le caía pesada en el estómago, su madre aún gritaba y ofendía.

—Basta, madre. —Masculló mientras daba unos pasos hacia su habitación a ver lo que ocurría en la nueva revisión, uno de los aurores se interpuso en su camino y le miró de arriba abajo con los labios apretados y las cejas muy juntas; Pansy llevaba zapatos de piso, mocasines de gamuza oscura que le hacían ver los pies pequeños y ágiles, los pantalones que le llegaban hasta el tobillo eran entubados y de color chocolate, la blusa de mangas largas y livianas era color trigo, lucía como cualquier cosa, menos como la delincuente a la que parecían estar investigando.

—Pansy Melpómene Parkinson, ¿es usted? —Aquello era el colmo, ¿es usted?, ¿de verdad?, ¿cuando ya habían revisado toda su intimidad y discutido con su madre?, casi le pareció como si no la mirara a ella, como si pasara de ella por completo, ofensivo y grosero; preguntaba si era ella, como si recién la notara cuando de hecho habían estado paseándose por su territorio mientras les observaba, habían estado pasando sus dedos grasientos por su bolso, su ropa, las fotografías sobre sus estantes, sus libros de Colegio, de Academia, sus utensilios de cocina, en fin… ¿ahora venían a confirmar que fuera ella cuando uno de ellos incluso había revisado su varita y sus antecedentes mágicos?

—Sí, soy yo. —Murmuró con una voz atona, los ojos avispados parándose muy derecha frente a aquel sujeto, lo vio mover las manos seguido aquello de un tintineo helado y lo supo, cerró los ojos y procuró armarse de paciencia por lo que vendría, porque sabía qué vendría y lo que vendría; sincerándose consigo misma, tragó saliva y admitió para sus adentros que en aquello no había pensado, pero era lógico, mas no quería tener que pasar por eso y de buena gana, se habría arrepentido, tenía ganas enormes de volverse en el tiempo y arrepentirse, decir que no era valiente, ni fuerte, que esperaban demasiado y recular.

Pero era tarde.

—¡Pero son estúpidos!... ¡Little P, son idiotas, debemos llamar a Draco! —La voz de su madre en aquel nivel de exaspero, era tan aguda que le taladraba la cabeza con sumo dolor, la simple mención de Draco para aquello la hizo sentirse peor, casi habría jurado que se le notó cuando las piernas se le doblaron.

—Nadie llamará a Draco. —Exclamó notando que pese a sus esfuerzos la voz le temblaba un poco, interrumpían ambas con su discusión al sujeto que intentaba hablar antes que ellas y dar término por fin al asunto, a su alrededor los otros aurores empezaban a congregarse para realizar la actividad central de su visita, la revisión había sido mero protocolo, una simple y llana forma de humillarla más previo al golpe más definitivo; en el fondo, una sensación de abrumadora angustia empezó a inundarle el pecho y no tardó en transformarse en dolor, un dolor tan grande que sintió que le empezaban a hormiguear las manos y llevó sus ojos a ellas, pero no eran las manos las que le hormigueaban, sino las muñecas.

—Señorita Parkinson, tengo conmigo una orden emitida por el Ministerio de Magia y su oficina de…

—¡Draco sabrá qué hacer!... no puedes permitir que te hagan esto, van a arruinar toda tu carrera, tu trabajo de años de esfuerzo… —La madre de Pansy de pronto se vio sostenida por un par de manos para evitar que siguiera gritando, golpeando y buscando su varita entre sus bolsillos, mientras aquel tintineo que venía del hombre delante suyo volvía a llenarle los oídos y comprendía que iban a sujetarla como a su madre; por alguna extraña razón, imaginó que delante suyo estaba Ron Weasley y que aquella escena lo hacía tener una erección de pura complacencia, un aguijonazo al orgullo obsequio de su razón para recomponerse. —… no pueden proceder contra nuestra familia, ¡somos los Parkinson!

—… la cual indica que debe ser detenida y llevada de inmediato a las instalaciones del Departamento de Aurores donde será interrogada y…

—¡Voy a escribirle ahora mismo a Blaise Zabini y a Theodore!... tengo que llamar a Prometeo y… ¡suélteme insolente! —Vio de reojo cómo su madre sacaba su varita por fin cuando los agarres de los aurores eran demasiado permisivos con ella, en menos de un segundo aquellos sujetos la tenían por las muñecas y dos de sus elfos domésticos, uno de ellos su querida Deedee que le miró justo como no quería que le miraran, ambos aparecieron con un ¡plop! para cerciorarse de que su ama estuviera a salvo, pero Deedee parecía más preocupada por ella, con un rostro de aflicción que Pansy pensó que era más natural en una madre que en una sirvienta.

—Madre, por favor… déjalos hacer su trabajo. —No era su voz, se escuchaba a sí misma como a través de un tubo lejano y ferroso, volvió sus ojos a sus manos, era como si recién averiguara que las tenía, como si ni siquiera las hubiera sentido antes; su madre daba aspavientos, los pequeños elfos intentaban controlarla sin éxito, Deedee le miraba a momentos con clara y evidente pena, mientras los aurores hacían lo suyo; la puerta se abrió de un golpe y Millicent entró dando de tumbos y llena de alarma y furia, de dos golpes se deshizo de dos de los hombres dándoles una sacudida que los llevó al piso, mientras con el rostro rojo de rabia intentaba llegar hasta ellos y Pansy, alzando la mano la contuvo al tiempo hacia salir su varita disparada a un lado, aún seguía siendo más hábil que ella.

—¡Soquetes, nadie va a esposarla! —Millicent atrajo de nuevo su varita y alcanzó el sitio donde estaban. —¡Y tú no los defiendas, deberías estarles pateando el trasero! —Sus ojos estaban llenos de ansiedad y curiosamente la de Pansy se redujo al tenerla ahí, preocupada, con esos ojos de afecto y desasosiego.

—Mantente tranquila, Millicent. —Pidió, pero por dentro le pedía que se quedara y atinó a rozarle con su mano firme, su amiga entendió el gesto y buscó luego la mirada de Deedee, que pareció darle fuerza, sujetarla y darle consuelo.

—¿Es necesario que le lea todo el documento o confía en estos aurores so estúpidos? —Ambas se volvieron ignorando a su madre que seguía ya diciendo cosas sin sentido, la mirada del sujeto era de profundo desprecio, sólo ella y él estaban ahí entre semejante caos de todos los demás, donde Bulstrode ahora peleaba por interponerse entre los dos a los que había derribado y Pansy y su madre que sacaba a relucir todo el abolengo que tenían y que a nadie le importaba; Pansy sintió lo que hacía muchos años no sentía, se sentía la casi desaparecida niña del Colegio, que se gradúo con más pena que gloria y tenía que soportar las miradas amenazadoras de todo mundo mientras buscaba escuela, trabajo, vida; alzó el mentón e hizo un mohín con los labios antes de levantar las manos hacia aquel hombre que apenas la superaba en estatura, con su túnica oscura y su sombrero gris, el sujeto extendió la varita y con un movimiento había hecho aparecer entorno a sus muñecas las esposas, delicadas, brillosas y ligeras.

No van a dañarte porque estás por encima de esto, tú vas a lograr superar esto, porque eres tú, Pansy… volvió a escuchar y jaló aire para sus pulmones con fuerza, cuando pensaba en Hermione la angustia se hacía más densa, cuando pensaba en ella y su sonrisa y el temblor extraño de su barbilla y sus ojos marrones tan inmensos y profundos… se sentía capaz de superar aquello, no porque fuera ella, sino porque Granger creía en ella.

—No les creo estúpidos. —Murmuró conservando la poca dignidad que tenía elevando la nariz y mirándolo de soslayo, seguramente lucía muy petulante, seguramente sería el colmo y acabaría provocándolos, pero lo hizo porque era ella y tenía que hacerlo; Millicent exclamaba algo víctima de la desesperación mientras le ponía la mano en la cintura y se pegaba a su cuerpo hablándole muy cerca, aunque no la oyera, por dentro, Pansy intentaba mantener la calma y recordar lo importante, su madre había empezado a llorar y el corazón le latía en la garganta con la fuerza de un tornado. —Ya sabe, madres. —Dijo alzando los hombros y sintiendo que el corazón de su garganta iba a salírsele por la nariz.

—Sí, madres. —Otro de los aurores llegó hasta ella y vio que se hacían una señal, era el momento de prepararse para salir, tragó saliva con ansiedad, volvía aquella angustia enorme que le llenaba el pecho, la boca la tenía amarga, su corazón latía en su pecho, su garganta, su nariz, en sus sienes como amplificado al mil; sé que puedes con esto resonó en su cabeza, tomó aire y volvió los ojos a Millicent.

—Millicent, por favor, lleva a mamá a casa. —Los ojos de la aludida se encendieron como dos antorchas, Deedee se le acercó un poco y casi la tocó con su mano flaca y temblorosa, sin saber en qué momento ocurrió, las esposas cayeron entorno a sus muñecas, frías y brillantes y fue como si no hubiera entendido nada antes y recién comprendiera todo el peso del pacto que había aceptado.

—Llamaré a Granger, seguramente ella podrá ayudarnos, no pueden hacerte esto. —Negó con la cabeza, lo que menos quería ahora era la presencia de Hermione, eso habría sido lo peor, las esposas mágicas se ajustaron a su piel y pronto adoptaron su temperatura corporal, pero pesaban como los mil diablos.

—Llevarás a mi madre a casa, esperarás noticias, dejaremos que las cosas se aclaren, porque no he hecho nada malo. —Sostuvo su tono de voz más neutral, calmado y serio, firme, no quería que le descubrieran asustada o nerviosa; entonces los aurores empezaron a moverse a su alrededor, era la hora, su madre dio de aspavientos, Millicent la sostuvo mientras empezaban a andar hacia la puerta. —Deedee, serás nuestro contacto, se me permite tener algo de servicio de un elfo, ¿verdad? —El auror delante suyo asintió sin siquiera mirarla y fue como si le cayera el peso de la realidad: la llevaban detenida y esposada.

—Por favor, no la lleven esposada, ¿es necesario? —Exclamó Bulstrode con la voz ruda y furiosa, los ojos le brillaban llenos de algo que parecía más miedo que otra cosa.

—No haremos más concesiones de las necesarias… —Estaban caminando y ella sentía como si las esposas tuvieran cadenas de cien kilos que tenía que arrastrar hacia la puerta de su casa, alguien la empujó y sin saber cómo o por qué, se tropezó, quizá con su propio pie, en seguida la empujaron con más fuerza y su madre y Millicent exclamaron algo que no quiso o no pudo oír.

—Está bien, está bien, yo camino. —Suspiró echando la cara arriba y tragando saliva con dureza y decisión.

—Hay medios afuera. —Murmuró uno de los aurores que entraban en aquel momento hacia ellos, tan bajo que Demetria no escuchó, pero Millicent sí y tendió su mano hasta su brazo delgado y lo presionó con tal fuerza que le hacía daño.

—Baje las manos. —Dijo el auror que le leyera la orden y se las cubrió con parte de su túnica, a Pansy le dio risa, ahora era más notorio que antes.

—Millicent… ven a verme. —Pidió en un arranque que no comprendió, pero lo dijo y se volvió a mirarla.

—Voy a buscarte un buen defensor, Pansy… no tengas miedo, esto es un error. —La puerta se abrió, su madre se apresuró para tocarla antes de que se perdiera del todo, sintió su mano en el hombro y para sincerarse, tuvo que reconocer que apresuró más el paso para perder ese contacto.

—Little P…

—Aquí vamos. —El auror le dijo mirándola por primera vez con algo que quizá era respeto, un montón de luces le golpearon los ojos, alcanzó a ver una melena rubia y bien cuidada.

—Pansy, Pansy… no te preocupes, esto no se va a quedar así. —Draco intentó cubrirla con su brazo, distinguió la figura delgada y fuerte de Blaise, Theo caminaba a su lado mientras atravesaban la barrera de fotógrafos.

—Por cierto, Parkinson… feliz cumpleaños. —Murmuró uno de los aurores con una risa displicente y alzando las cejas y Pansy tragó saliva de nuevo.

Se le había olvidado que cumplía años.

/o/o/o/

—Hermione… ¿Hermione? —Había mordido tanto la punta de la pluma que probablemente estaría ya inservible pero aun así la llevó de nuevo al papel y escribió como si lo estuviera haciendo desde muy temprano, la voz de Ron le taladraba la cabeza y no estaba dispuesta a dejar que siguiera así. —Harry quiere saber si deseas estar presente en el interrogatorio. —No quería que justo eso se lo preguntara él, cualquier otro podría haberlo hecho y fingir demencia habría sido muy sencillo, pero Ron… de Ron no lo toleraba.

—Iré en cuanto termine con esto. —Masculló fingiendo que la línea sin sentido que había escrito tenía algún interés para ella, Ronald cambió de ubicación, moviéndose hasta donde le fuera imposible no verlo, pero ella se aferró a esa opción.

—Hace días que he vuelto y nos has sido capaz de dirigirme la palabra. —Sonaba tranquilo, casi sorprendentemente apático.

—He estado muy ocupada. —Mintió y por primera vez alzó la cara de lo que hacía para poder verlo a los ojos, esos ojos azules amables y simples.

—Eso parece… —Ron fue hasta el asiento frente a ella y se reclinó arqueando la espalda y sin dejar de mirarla fijamente. —… ¿qué hacías en casa de Pansy Parkinson? —Le brillaban los ojos ahora, con un destello rabioso y mordaz, las pecas del rostro se le habían diluido en la piel de leche y Hermione distinguió la tensión que tenía en los hombros; dejó la pluma sobre un costado, y llevándose la mano a los labios, se reclinó contra su asiento con calma, sin dejar de mirarlo.

—Tenía asuntos que tratar con ella. —Contestó sin dejar de observarlo, Ron se irguió en toda su altura y dio vuelta a su asiento, se sentó en la silla delante suyo acomodándose con cuidado los pantalones claros en sus piernas delgadas y fuertes.

—¿Desde cuándo tienes asuntos pendientes con Parkinson? —La pregunta era todo lo mal intencionada que se podía, pero Hermione no iba a caer, no importaba cuanto le orillara, se mantendría en su línea; llevó sus manos a sus papeles y rebuscó con calma, sonrió de lado y miró de soslayo al pelirrojo.

—Tiene un interesante proyecto para tener más interacción con la comunidad muggle desde al rubro de la medimagia, estoy asesorándola para…

—¿La asesoras o ella busca estar cerca de ti y tu trabajo? —Ron la interrumpió con un movimiento de mano, Hermione se volvió a verlo sin perder la sonrisa.

—No veo para qué querría Pansy estar cerca de mi trabajo, Ron. —El pelirrojo se llevó la mano a la frente, donde dejó apoyados los dedos un momento, como si pensara.

—Sabes de las acusaciones que pesan en su contra, quizá la infiltraron y busca acercarse a ti sólo para obtener información privilegiada. —Hermione soltó un resoplido divertido, Ron rió también medianamente, ambos se miraban entre divertidos y tensos, su oficina estaba a media luz y afuera la gente se movía con la naturalidad de cualquier día de trabajo. —No me gustaría que estés entablando amistad con alguien que va a apuñalarte por la espalda.

—Cosas peores me han pasado. —Se le salió, lo dijo casi sin pensarlo, sólo porque tenía que exclamarlo.

—Yo no te apuñalé por la espalda. —Ron tenía ahora el ceño fruncido, lucía muy molesto y a Hermione aquello le afectó como si le hubiera dado un puntapié en la espinilla. —Tú me rechazaste, tú dijiste que no podía haber nada más ya entre nosotros… yo no te traicioné.

—Según mis creencias, Ron, hay muchas formas de traición. —Hermione dio el tema por zanjado volviendo sus ojos a otro sitio, allá donde las hojas de pergamino de sus documentos y papeles pendientes de firma esperaban a ser vistos.

—Pues según las mías, terminar con alguien sin un motivo sustentado, también lo es. —Hermione no pudo evitar volver sus ojos hacia Ron, que le sostenía la mirada con un dejo de encaprichada rabieta. —Yo te lo di todo, Hermione.

—Tú no me diste nada, y no me obligues a tocar el tema ahora, porque no saldrías bien parado, Ronald. —Amenazó enderezándose en su silla a lo que él respondió poniéndose en pie.

—¿Nada?... ¡Has dicho que nada! —Hermione cerró los ojos y se llevó las manos vueltas puños al rostro a cubrírselos.

—Por favor, Ronald no vuelvas a esto, por Merlín. —El pelirrojo alzó la mano y la señaló con violencia.

—Fuimos novios más tiempo del que he sido empleado del Ministerio y hemos pasado por más cosas de las que has pasado con nadie más, ¡y me vas a decir que no te he dado nada! —Resopló desesperada, el hombre había empezado a apoyar las manos sobre su escritorio con vehemencia salvaje y entre las palabras se le escapaba de vez en cuando una gotilla de saliva que iba a parar a las manos de la castaña. —Cometí errores como cualquiera, como incluso tú has cometido, ¡no puedes echarme toda la culpa a mí!

—¿Cómo los que he cometido? —Hermione se puso de pie como él y le enfrentó usando el escritorio de trinchera. —¡Nunca he salido a beber una copa con otro hombre ni me has encontrado flirteando con algún muchacho luego de una misión!, jamás me interpuse en tu trabajo por mera diversión o me olvidé de que existías... ¡A diferencia tuya jamás he ejercido chantaje para controlar tu vida o mantenerte cerca de mí, ni me he visto favorecida por tu empleo en forma alguna cuando se trató de ascender en mi trabajo! —El color que Ronald estaba tomando era más similar a una uva que al tono blanquecino de la leche y Hermione supo que estaban yendo muy lejos. —No vengas a decirme que no te he dado más, Ronald… no te atrevas a asegurarlo.

—Cuando más te necesité me dejaste. —Echó en cara colorado como una grana y Hermione tuvo que fruncir el ceño y contener el llanto que se le venía al pecho.

—¿Cuándo, Ron? —Preguntó sin dar crédito a lo que escuchaba, su paciencia se había agotado hacía muchas cuadras ya. —Cuando murió Fred… ¿no estuve ahí?... cuando tu papá resultó herido o cuando te escindiste el brazo, ¿no estuve ahí? —Ronald sacudió la cabeza fuera de sí, pero Hermione no pensaba caer de nuevo y dejarse pisotear.

—Me estás echando en cara situaciones en las que debías estar a mi lado. —Vociferó mirándola con ira.

—Das por sentada mi presencia en tu vida y no luchas un ápice por mantenerme a tu lado a fuerza de amor… ¡amor, Ronald, no un imposible! —Estaba que reventaba, pensar en que estaba ahí perdiendo el tiempo con él y no con Pansy lo aumentaba todo por diez. —No voy a permitir que vengas de nueva cuenta diciéndome lo mala novia que soy cuando obviamente he sido mejor pareja de lo que tú…

—Hermione, Ron. —Harry entró en aquel momento y los encontró cara a cara, Hermione apuntando con su dedo al pecho de aquel hombretón y el otro con la mano levantándose para ir a sujetarla por el brazo que lo acusaba, Harry se quedó de un palmo mirándolos, sorprendido por la escena, la carga eléctrica entre ambos era tan densa que casi se quedó mudo. —¿Qué está pasando aquí?

—Hermione me daba una cátedra sobre lo que es ser una buena pareja. —Escupió Ron dándole la vuelta a la silla en la que estaba sentado, Harry cerró tras de sí la puerta y aseguró la entrada con un movimiento de varita.

—¡Ahí vas a hacerte la víctima como cada vez que puedes! —Hermione tenía ganas de abofetearlo, de cerrarle la boca y la mirada furiosa de Harry no ayudaba, porque como siempre y para colmo, se iba a poner del lado del pelirrojo.

—Se van a dejar de escenas los dos de una buena vez, lo que menos necesito ahora es a mis dos personas de más confianza debatiéndose en peleas y dramas de alcoba. —Harry sacudía las manos intentando imponer su autoridad, aunque Ron daba de zancadas hacia él con las orejas enervadas y Hermione salía de atrás de su escritorio con violenta ansiedad.

—¡Esto no es un drama de alcoba, Harry! —Hermione quería dejar aquello muy en claro, el moreno la miró con atención esperando el resto de la aseveración.

—Claro que no, porque primero va y se mete a la de su amiga Parkinson que volver a meterse en la mía. —La acusación encendió a la castaña que apretó los labios y contuvo la respiración furiosa, y a Harry, que volvió el rostro enrojecido y apuntó al narigón de su amigo con un dedo acusador.

—¡No vuelvas a decir algo así en un momento como este, Pansy está detenida por sospecha de traición! —Ron sacudió la cabeza y llevó las manos al cielo en un aspaviento desesperado, como quien suelta su presa y acepta que debe dar espacio para que se recupere.

—¡Imagina lo que has hecho para que prefiera pasar mi tiempo con Pansy!… ¡estoy cansada de tus niñerías! —Harry tuvo que interponerse y hacer paz fulminándola con la mirada, lo que menos se necesitaba ahora era confrontar a los dos, pero Ron se regresó.

—¡Por qué no me dices de una vez que Pansy es tu tapadera!... ¿por quién me cambiaste?, ¿a quién oculta esa asquerosa presumida dentro de su alcoba para que se puedan revolcar a gusto? —Harry frunció el ceño y resopló desesperado, empujó a Ron con una mano y contuvo a Hermione con la otra cuando esta intentó burlarse del hombretón pálido que la acusaba de tener un amante al que Pansy le servía en su alcoba, bonita broma, cabría mencionar.

—¡Basta, por amor de Merlín, basta! —Los dos se detuvieron, conteniendo las palabras dentro de su boca con fuerza, Hermione sentía que latía entera en rabia y Ron había empezado a sudar víctima del arrebato. —¡Escúchense!, son un par de necios que dicen sólo estupideces… saldremos de esta oficina como si nada de esto hubiera pasado y otro día, en otro lugar, discutirán sus asuntos pendientes… pero por ahora, somos un equipo y por Merlín que si me joden la operación que tengo encima por sus berrinches de novios adolescentes, voy a cobrármelas muy caras. —Ron se fue de dos zancadas al muro del otro lado de la habitación, procurando serenarse a fuerza de aislamiento, Hermione por su lado apenas necesito la mano de Harry entorno a la suya y sus ojos que pronto se tornaron comprensivos y se clavaron en ella con estupor.

—Lo siento. —Murmuró la castaña a su amigo, que apretó su mano con fuerza y aprovechó la lejanía de Ron para murmurar.

—Necesito que estés tranquila, él es un polvorín en este momento, si no quieres estar a su lado lo entiendo, pero no contribuyas a que destruya lo poco que le queda. —Los ojos verdes de Harry le recriminaban y ella sintió como si le culparan de algo que no tenía que ver con ella, en lo más mínimo, quiso decir algo, pero Ron venía hacia ellos y habría sido en vano.

—Vale… no ha pasado nada aquí. —Los ojos de Weasley se clavaron en Hermione como si esperara que le llevara la contraria, ella asintió sin sostenerle la mirada porque estaba cansada, al fin más tranquilo, Harry pudo acotar.

—No pudimos evitar que la noticia de la detención de Parkinson se filtrara, hay medios y amigos suyos, así como colegas ahí afuera, intentan apoyarla o dilapidarla… no voy a cometer un error mediático con esto, será condenada si hay evidencia, el interrogatorio es una formalidad y quienes la acusan están preparando lo necesario para que se quede encerrada un rato… pero si no hay nada en su contra… —Harry cerró los ojos y se los frotó por debajo de la gafas con tiento, Hermione esperaba escuchar algo menos grave que aquello y más alentador para Pansy, aunque de sobra sabía que no había nada que la inculpara, solo chismes de revistas y ella misma podría ser su coartada de ser necesario.

—Es Parkinson, no tienes más que mirar bajo sus uñas para saber que es culpable. —Ronald lo dijo como si hablara del clima y Harry asintió con desgano viendo de reojo a Hermione que apretó los labios para no exclamar algo furioso.

—En los últimos años Pansy se ha reivindicado, yo misma he atestiguado su trabajo diario… no tiene nada que ver con estas acusaciones y si la apresas sin evidencia, sin algo que te respalde, este escándalo podría ser más grande que ninguno que tuviéramos antes. —Harry asintió con más calma aún, ahora suspirando y Ron tuvo que añadir para mala suerte mientras iban hacia la puerta.

—De vez en cuando está perfecto hundir a alguien para escarmiento de los demás. —Y Hermione, que en esa posibilidad no había pensado, sintió que se le detenía el corazón dos segundos, antes de salir tras esos dos a una realidad que la asustaba.

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—¿Puede decir su nombre completo y generales para el registro?

—Pansy Melpómene Parkinson… Jefa Adjunta de la Sub Coordinación de Industrialización Mágica desde hace dos años y medio, tengo 30 años recién cumplidos, el día de hoy por cierto… adopté un gato hace algún tiempo, Roar, parece ser que los so inútiles de sus hombres lo dejaron salir cuando llegaron a revisar mi departamento, ya quiero ver quién va a buscarlo antes que le pase algo… suelo usar el cabello corto aunque considero dejarlo crecer desde hace unos días… mis ojos tienden más al verde que al negro, acudo al mismo gimnasio hace seis años y tengo una rutina estricta… podría decirle el número del que calzo, pero lo considero de mal gusto… ¡ah!, y claro, tengo todos mis dientes.

—Gracias por esa información tan pormenorizada… ¿sabe por qué ha sido traída a este lugar, señorita Parkinson?

—Parece ser que me acusan de traición basados la publicación de una revista de chismes… evidentemente, al Ministerio se le están acabando las buenas ideas.

—Señorita Parkinson, ¿ha realizado actividades ilegales bajo el cobijo de su puesto en el Ministerio?

—No.

—¿Ha entablado relación con miembros de movimientos subversivos de inclinación violenta?

—No.

—¿Conoce usted al Señor Draco Lucius Malfoy?

—Jajajaja… perdón… quiero creer que usted ha vivido en una pecera los últimos diez años.

—Esta no es una oportunidad ni para hacerla reír ni para que pueda emitir juicios sobre el personal de esta oficina… conteste la pregunta.

—Draco Malfoy y yo nos conocemos desde que usábamos pañales, crecimos juntos y en algún momento de nuestras vidas tuvimos una relación más que amistosa… más que pasional, si me permite decirlo.

—¿Es verdad que usted y el Señor Malfoy, han conspirado en unión a otros miembros de la comunidad mágica en contra del Ministerio y su personal?

—No.

—¿Cree al Señor Malfoy con el poder, la capacidad y la intención necesaria para ello?

—No.

—¿Estuvo usted involucrada con los sucesos de hace unos días en el Ministerio de magia que dejó una cantidad terrible de muertos y heridos?

—No… de hecho, no sé si lo recuerde y debería, ya que muchos medios cubrieron la noticia y pareciera que ahora el Ministerio se basa en las publicaciones de actualidad, pero yo fui uno de esos heridos… pasé muchos días en San Mungo derivado de eso.

—¿Tuvo usted un papel activo en la infiltración al Ministerio que desembocó en el ataque?

—No tuve nada qué ver… llegué a las instalaciones del Ministerio a fin de combatir desde mi puesto… yo peleé contra esos enmascarados…

—¿En compañía de quién arribó al Ministerio, Señorita Parkinson?

—Mi trabajo consiste en proteger a los míos, fui hasta mi oficina y luché al lado de personas que no me dejarán mentir y seguramente querrán atestiguar, mi bando fue…

—Señorita Parkinson, ¿en compañía de quién llegó usted al Ministerio el día del ataque?

—…

—Conteste la pregunta.

—De Granger.

—¿Se refiere a la Señorita Hermione Granger?

—Así es.

—Dígame, ¿por qué se separó de la Señorita Granger nada más llegar al edificio?

—… h-había neblina, no veíamos nada y tenía que hacer algo… fui a mi oficina para cerciorarme de que todos estuvieran bien.

—¿No era lo más lógico acaso que permanecieran juntas y no avanzar en solitario en territorio inhóspito?

—Al comienzo avanzamos juntas, pero entre el humo y el ruido fue fácil perdernos… y no voy a cuidar las faldas de Granger sólo por su cara bonita.

—¿Admite que fue un error separarse en la situación a la que se enfrentaban?

—En la situación a la que nos enfrentábamos, cualquier cosa era un error, si me permite decirlo… pero también era imposible no actuar.

—¿No cree que era su deber avanzar en compañía de la Señorita Granger?

—Es mi superior, sí… pero tengo responsabilidad también con los miembros de mi oficina.

—¿La persona que provocó sus lesiones durante el ataque le era familiar?

—No creo haberle visto antes.

—Dígame, ¿sus lesiones fueron graves?

—Si permanecer durante varios días inconsciente y tener complicaciones respiratorias a futuro, fracturas, hemorragias… además de los moretones y cicatrices, que considero, puede ver desde su asiento, no son lesiones graves… no sé qué podrá serlo.

—Señorita Parkinson, en efecto, una publicación de difusión masiva ha puesto en entredicho la honestidad de su trabajo en el Ministerio y las amistades de su pasado…

—¿Se va a atrever a decirme que arriesgué mi vida para proteger el Ministerio ese día, y que nada de eso importa sólo porque en mi infancia y adolescencia tuve la fortuna de ser una Slytherin y pertenecer a la clase "mala" de la sociedad?

—Señorita Parkinson, no están en tela de juicio los argumentos del Ministerio sino su…

—¡Ustedes están privándome de mi libertad impulsados por el rumor de una revista de chismes, mis amistades o mi familia!... ¡Han causado un escándalo al sacarme esposada de mi casa!... ¡esto podría costarme mi trabajo y mi reputación!

—Mantenga la calma, señorita Parkinson.

—¿Mantener la calma?... ¿MANTENER LA CALMA?... Cuando fui sacada de mi casa rodeada de aurores como un maldito mortífago, y ahora me entero que fue por una revista.

—Señorita Parkinson, mantenga la compostura como la funcionaria que es.

—¡Bien!… ¡Bien!... ¡Claro, excelente!... ¡Dígame de una vez qué tiene en mi contra y acabemos con la farsa, si su intención es atacarme basado en mi pasado, juro por Merlín que ahora mismo interpondré una queja…!

—¿Es usted miembro de los Sagrados Veintiocho?

—…

—¿Señorita Parkinson?

—El nombre de mi familia aparece en el listado original del libro publicado en la década de los 30's, basado en esos, debo decir que sí, pero no sé a qué se refiera usted… dígame, ¿se refiere a eso?

—Me refiero al grupo que atacó el Ministerio y que aparentemente adoptó ese nombre.

—No, no pertenezco a ese grupo, o no creo que habría acabado en San Mungo, ¿no cree?

—¿Tiene conocimiento sobre la organización y fundación de un grupo subversivo constituido por miembros de los Sagrados Veintiocho?

—No, no lo tengo.

—¿Recibió en los últimos días una carta para adherirse a dicha organización?

—… sí, la recibí.

—¿Qué hizo con ella?

—La eché a la chimenea de mi casa.

—Señorita Parkinson, para el acta… ¿tiene usted relación con los hechos violentos que se desarrollaron hace unos días en el Ministerio de Magia?

—No, no la tengo.

—¿Tuvo algo que ver con la infiltración de bestias mágicas controladas a las instalaciones del Ministerio de Magia?

—No, no tuve nada que ver.

—¿Sabe o supo de los planes de ataque que dejaron mermada la capacidad administrativa del Ministerio de Magia?

—No, no sé ni sabía nada.

—Señorita Parkinson, ¿conoce los alcances de mentir en esta declaración?

—Los conozco… y si no tiene más que preguntarme, deseo retirarme y volver a casa si no tiene nada que me retenga aquí.

—Una última pregunta, señorita Parkinson.

—…

—¿Alguna vez conspiró o trabajó en detrimento de elementos del actual Ministerio, aun cuando estos no ostentaran en ese momento cargo alguno?

—Nunca.

/o/o/o/

—Firme aquí, por favor. —La mujer le tendía el pergamino con una sonrisa comprensiva y amable, se preguntó si no estaría ya muy acostumbrada a hacer aquello: dejar libres personas que no tenían culpas y necesitaban algo de comprensión y gentileza; firmó donde apuntaba aquel dedo lleno de pecas y arrugas, pese a que se sentía ahora tranquila no estaba contenta, tenía el peso del interrogatorio encima, aquel hincapié del auror sobre su llegada al Ministerio con Hermione la tenía nerviosa. —Muy bien, permítame y le entrego sus cosas.

—Gracias. —Volvió a revisar lo que había firmado, cada documento que pudiera ser una base para lo que venía tenía que memorizarlo, revisarlo a conciencia y tratar de entender cada paso que estaba dando en un afán por no perder el hilo de sus acciones; pero Pansy Parkinson nunca había sido buena memorizando, mucho menos documentos tan largos y con tanta información legal que le parecía engorrosa e inútil.

Se sentía cansada y sucia, toda la mañana encerrada en esa sala de interrogatorios, contestando preguntas a un auror, respondiendo cuestionarios escritos, dejando que revisen su varita delante de ella para ver qué hechizos había formulado las últimas 72 horas, si tan sólo hubiera sido ese tipo de revisión habría sido sencillo; pero luego siguió el examen físico, una enfermera había medido y revisado cada parte de su cuerpo respetando con ojos analíticos la ropa interior que le habían permitido conservar, la forma como aquellos dedos recorrieron su piel erizada por el frío de la sala de interrogatorios la hizo sentir vergüenza.

Preguntaron por cada marca, las cicatrices de sus muslos que una vez sin querer le había dejado Draco parecieron despertar cierta mórbida curiosidad en la enfermera que llamó a un sanador, eran apenas dos líneas difusas semicubiertas por el vello delgado y pálido que permanecía erguido por el ambiente helado, las midieron, las iluminaron con luz azulosa, como si fueran una marca tenebrosa; en su espalda revisaron las pequeñas marcas de dedos que se habían alojado deliciosamente en sus costados apenas dos noches atrás, cuando preguntaron de qué eran esas marcas, simplemente frunció el ceño y se negó a contestar arguyendo que estaban atentando a su intimidad y clamó por la presencia de su defensor, que por entonces tenían ahogado en documentos y más documentos que de nuevo le parecían inútiles.

—Aquí tiene, revise que esté todo completo y si algo faltara, hágamelo saber. —Asintió con una media sonrisa y empezó a buscar en aquella bolsa de lona que le había entregado, lo primero en salir fue su varita, que examinó concienzudamente, parecía intacta pero le daba la impresión de que la habían maltratado, como si pudiera sentirla arañada o lastimada en su barniz perfecto y lustroso, la miraba como se mira una joya de gran valor, en esto se llevó un buen rato en el que creyó escuchar pasos y gente que se movía entorno a donde estaba; al cabo de unos minutos ya llevaba puesto su reloj de pulsera, sus aretes finos y el cinturón, y miraba como embobada en el fondo de la bolsa el anillo diminuto.

Lo había usado en el dedo meñique desde entonces y ahora viéndolo ahí solo, le dieron ganas de hacer como que lo olvidaba, así que simplemente dejó caer la bolsa de lona sobre la mesa y fue hasta la mujer para recoger el resto de sus documentos.

—¿Todo en orden, señorita Parkinson? —Asintió de nueva cuenta y miró lo que le extendía, otro documento qué firmar y se retorció el dedo meñique izquierdo con el índice y el pulgar derechos, como si la ausencia de la pequeña argolla le causara escozor. —Esta es la constancia de que ha sido traída aquí e interrogada y que accedió a la inspección corporal correspondiente a casos de su tipo, con ella puede amparar que colaboró con su detención y se aclara en ella que nada fue comprobado de la lista de acusación.

—Quizá el Ministerio debería ahora publicarla en El Profeta o similares… luego de esto, no creo poder levantar mi reputación. —Comentó con la cabeza gacha mientras leía el documento con cuidado, otro intento vano por memorizar, los pasos a su espalda se acercaron.

—Tal vez te relaje un poco mi presencia para agradecerte tu accesibilidad, Parkinson. —La voz la hizo volverse con más desgano que interés, Potter la miraba apenas a unos dos metros de distancia y tras él, Hermione con un rostro triste le contemplaba; aquello le removió las tripas, algo doloroso si tenía que reconocerlo, viró el rostro al suelo para no tener que mirarlos.

—No me relaja nada… al menos no corre peligro mi puesto, supongo. —Comentó permitiéndose un flaqueo, se sentía de pronto profundamente cansada, la mujer a su espalda acomodaba los documentos en un grueso expediente que distinguió tenía su nombre claro y firme escrito en la portada, de reojo, buscó la cara de Hermione, quien daba un paso hacia ella en ese momento, la mujer había empezado a doblar la bolsa de lona.

—Tu empleo está a salvo, Pansy… todo esto fue un mal entendido. —Esa voz la desarmó, sintió una presión en el pecho que venía de dentro, como si algo quisiera salirse de ella para ir hasta la castaña, los ojos le ardieron; cuando se volteó a verlos a ambos, esperaba poderse controlar, pero le estaba ganando la emoción.

—Pero por cualquier cosa, mantente donde podamos verte. —Potter la miraba con fijeza, con dureza incluso, por un momento se sintió estúpida pensando que no debería ser tan duro con ella, después de todo el asunto era casi un favor para él; mas la forma como la miraba, aquella fiereza en la voz, Potter jugaba y jugaba muy bien.

—Yo no soy una delincuente, no tengo porqué huir. —Murmuró apretando los labios y alzando la barbilla, en un intento por demostrar poderío, aunque procuraba fingir una sonrisa autosuficiente algo se había roto cuando la aprehendieron; Hermione intentó acercarse a ella, pero Harry dio un paso atravesándose en su camino, estorbándole y Pansy casi se quedó con la mano tendida hacia Granger, como un niño que quiere consuelo tras haberse caído.

—Tengo mis dudas, Pansy… pero si en este interrogatorio, cateo y revisión no apareció nada, no puedo retenerte… —La voz era fuerte, dolorosamente acusadora y Pansy comprendió que tendría que sacar lo que antes la sostenía siempre: orgullo. —… pero voy a estar vigilándote, porque si algo sé, es que ustedes son muy astutos y rapaces. —Aquello fue como un latigazo, algo en su cabeza se prendió, como una vena oculta en lo profundo de la oscuridad de su desconsuelo, y esa vena latió fuerte y rabiosa.

—Vamos, Harry. —Pidió Hermione, parecía que de los tres, era la única que intentaba desesperadamente dejar en claro que todo era una farsa.

—Muy cierto, Potter… parece que has aprendido más de lo que pensaba. —Masculló entre dientes, con una sonrisa furiosa, con los ojos llenos de lágrimas de tristeza y de coraje.

—Mientras no haya evidencia que diga lo contrario, eres inocente, Pansy. —La voz de Hermione le sonaba lejana, casi insignificante y lo que sentía la hacía todavía más tenue, más débil… cuando volvió su mirada de la de Potter a la de Granger, estaba tan enojada, que los ojos castaños se sintieron apaleados y en el fondo, Pansy lo disfrutó.

—No es lo que está diciendo nuestra máxima autoridad en seguridad… claro, que si hubiera hecho tan bien su trabajo defendiéndonos, como lo hace arrestándonos… —Harry se le fue encima, era justo lo que quería, Hermione lo sujetó por el brazo y afortunadamente le ganó la cordura y se contuvo antes de enfrentarla del todo, un auror que pasaba cerca se aproximó, seguramente para detenerlo, no fuera que se saliera de las manos. —… pero claro, es más simple irse sobre una funcionaria que cumple su trabajo, que contra todo un grupo violento. —Pansy echó a andar lejos de ambos, sin siquiera volver a ver a Hermione, se sentía furiosa, así que no dudó en ir directo a la puerta para largarse de ahí.

—Si descubro que algo tuviste que ver en esto, Parkinson… —Exclamó Harry con la voz salida del fondo del pecho, Pansy se rió mientras tomaba el pomo de la puerta para largarse.

—¡Señorita Parkinson, olvida su sortija! —La mujer blandía entre sus dedos y por todo lo alto la pequeña argolla, Hermione volvió los ojos hacia ella y la contemplaba sorprendida, Pansy sintió un vuelco, había querido dejarla por mero despecho, ahora que Granger se daba cuenta de que la olvidaba, sintió como si le hubiera fallado.

Confío en ti, Pansy… no olvides que yo creo en ti, esto, nada de todo esto en lo que nos estamos metiendo, lo va a cambiar.

Hermione dio un paso hacia la mujer y tomó la argolla, mientras Harry decía algo al auror a su lado y algunas personas se aproximaban, Pansy dejó caer su mano del pomo de la puerta y se volvió hacia la castaña que venía aproximándose, habría querido ser más rápida en su movimiento y habría querido que estuvieran solas; cuando puso el anillo en la palma de su mano extendida, cuando sus ojos coincidieron, fue como si la rabia se pasara de largo y diera lugar a la resignación. En el fondo, muy en el fondo, Pansy se odió. Ojalá fuera la de antes, ojalá fuera la misma de unas semanas atrás, la que no le debía nada a Granger, la que no sentía nada por ella; la argolla en su mano le pareció caliente y ese calor le subió brazo arriba, los ojos de Granger parecían darle ánimos y consolarla y de nuevo las lágrimas amenazaron asomarse, no pudo evitar siquiera que le temblaran los labios y Hermione lo supo, porque acarició su palma con sus dedos.

Dolía tener que aceptar que era débil y que Hermione la volvía así.

—No la olvides. —Murmuró con su mano aún sobre la suya, se refería a eso mismo que acababa de escuchar en su cabeza y tuvo que tragar saliva con fuerza para recomponerse, antes de volverse a un lado y cerrar los ojos con fuerza para liberarse un poco; sacudió la cabeza, parte un no dirigido a la castaña, parte un intento de echar fuera todo lo que sentía, respiró hondo y volvió a la puerta, tomó el pomo sin mirar ya a ninguno de aquellos y nada más abrir, volvieron las cámaras, las exclamaciones y los empujones.

Y Pansy salió a la que sería su nueva vida.

/o/o/o/

—Entra, deprisa. —Theo daba de zancadas y Draco le seguía sin decir mucho, sólo convencido de que tenían que hablar de lo que fuera que pasara.

—¿Qué está ocurriendo?... no es momento para que hagas esto, Theo. —Draco miraba afuera por la puerta entornada, había movimiento de gente y había medios y vehículos, personas que esperaban a Pansy.

—Lo que sea que esté pasando entre ustedes dos, Draco… Pansy está ahí cargando el peso de algo que dudo sea real, ella es inocente y tú y yo lo sabemos. —Draco miró a su interlocutor con extrañeza, como si le dijera cosas absurdas e increíbles.

—¿Dudas que sea real? —Sonrió con ironía y dejó la puerta cerrarse de un golpe, se volvió hacia él y dio dos pasos hasta pegarse a su cara, Theodore cruzó los brazos y alzó las cejas como si aquello le sorprendiera, pero no.

—Draco. —Theodore frunció el ceño y le miró con fijeza, el rubio volvió a sonreír mucho más amplio y le apuntó con un dedo acusador, el aludido suspiró dejando caer un poco los hombros esperando lo que venía, que no iba a ser bueno.

—Tú no puedes venir a decir que no es real cuando los rumores señalan más hacia ti que a Pansy… no sé cómo lograste que la atención se desviara hacia ella, pero voy a decirlo una sola vez… —Theo alzó la cara al percibir la amenaza y Draco acercó su rostro y le miró fijo y retador. —… haz lo que tú quieras con tu vida, con tus cosas, con tus malditas relaciones oscuras de mierda… pero no vas a involucrarnos a nosotros. —La forma como lo dijo hizo que Theo se riera fuerte y claro, se llevó las manos a los bolsillos del pantalón y abriendo la boca y torciendo la postura de su cabeza, añadió divertido.

—¿Involucrarnos a nosotros?... ¿vas a venir a decirme que Pansy y tú son todavía "nosotros"? —Draco echó la cara atrás y puso los ojos en blanco, no era esa una discusión oportuna en ese momento, pero la iban a tener por lo visto.

—Sabes a lo que me refiero, me refiero a todos nosotros, a los que no estamos cómodos… a los que no queríamos esto sobre nuestras espaldas. —Masculló quitándole importancia con un gesto displicente, Nott se tensó más si era posible y aguzó la mirada entrecerrando los ojos.

—Claro… y en ese grupo no estoy yo. —Theodore le miraba con repudio, Draco sonrió mirando al suelo, empezaron a oírse muchos susurros y pasos, Pansy había salido al fin; Draco quiso ir hacia la puerta que Theo volvió a cerrar con un golpe seco de su rodilla. —De entre todas las personas, eres el menos indicado para decir en qué grupo estoy, sobre todo porque tú te meciste por algunos al mismo tiempo por mucho rato, Draco… —Ahora era Theo quien le señalaba con un dedo acusador, hubo un raro brillo en ojos del rubio que tragó saliva y desvió la cara lejos de aquella mirada acusadora, pero Nott no se iba amilanar ahora. —… no vuelvas a decirme que no soy de tu grupo y si algo me sabes… agradeceré que no vuelvas a mencionarlo. —Le sonrió con autosuficiencia y maldad, Draco frunció el ceño y no dijo nada, los dos salieron con una incomodidad que casi se podía palpar.


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Domingo 8 de noviembre

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—Explícame otra vez, porqué tengo que creer que Pansy no tiene nada que ver en todo esto… no, no, no… explícame mejor porqué tú le crees a ella. —Harry iba y venía de un lado a otro de su oficina, habían echado abajo las cortinas y Hermione permanecía ahora de pie enfrentándolo como podía; hacía más de cinco minutos que estaban así, ella insistía en lo que sabía y en lo que había visto, él negaba, berreaba, amenazaba, unas veces con las manos en alto y lleno de aspavientos, otras violento y descontrolado.

—Yo estuve ahí, yo lo vi. —Volvió a decir segura, manteniendo el tono de voz controlado y fuerte, pero Potter era necio y empecinado, dio dos pasos hacia la puerta y se asomó fuera abriendo con un golpe seco, no debió ver lo que quería, porque regresó adentro cerrando con más fuerza; por momentos, Hermione sospechaba estar hablando con la pared, la decisión de Harry era un hecho y no iba a poder sacarlo de su idea de que Pansy era el enemigo a vencer.

—Viste lo que ella te dejó ver, nada más. —Aseguró con violencia mientras se dejaba caer en su silla, el respaldo crujió con su cuerpo delgado en él, Hermione negó con la cabeza fuerte y firme y volvió a estrujar entre sus manos el respaldo de la silla que antes ocupara. —Porque en lo que a mí concierne, Pansy bien pudo haber fingido, pudo engañarte y mostrarte lo que le convenía que vieras y tú estás cayendo como una tonta.

—No tengo quince años y aún a esa edad bien sabes que no podían engañarme. —Exclamó con aire ofendido y Harry tuvo que asentir enérgicamente.

—No intento menospreciar tus habilidades, Hermione… pero es Pansy, ¡maldición!... ¡te engañó y estás cayendo redondita!... ¡hasta parece que sí tuvieras los quince años! —Exasperado, estaba exasperado y Hermione se iba sintiendo igual.

—No es así, puedo garantizarlo… el miedo, la forma como esa mujer destruyó la carta frente a mis ojos, era un pánico real Harry, ¡no se puede fingir un miedo así! —Harry le miró fijo a través de sus gafas, aquellos ojos analizaban la forma como Hermione se expresaba, su vehemencia, hubo algo, parecido a un chasquido, una luz, como si de pronto descubriera una verdad asombrosa.

—¿Qué hacías en casa de Pansy ese día? —Preguntó sin cambiar la expresión de asombro, sin modificar en nada su aparente sorpresa y descubrimiento, Hermione se replegó, dio vuelta a la silla sin dejar de verlo y se sentó en su asiento delante de él.

—Tengo asuntos de oficina que resolver con ella, hemos compartido reuniones importantes con industriales mágicos y productores. —Fue evasiva, había sido tan notorio que el removerse en su asiento sólo había significado hacerlo más evidente, Potter echó el cuerpo atrás y le clavó los dos relámpagos verdes que tenía por ojos, Hermione tragó saliva y se inclinó adelante. —Tiene un proyecto importante relacionado con la medicina muggles y la medimagia, creo que es muy importante que apoyemos algo así… pero no es el asunto ahora, Harry… mira, sé que no vas a creérmelo, yo misma me sorprendo de ello, pero le creo, Harry, yo le creo sobre esto, vi su espanto, yo lo vi. —Potter se ablandó un poco, llevó su mano al borde del escritorio y jugueteó acariciando la línea del cristal que lo protegía, Hermione insistió. —Revisa su expediente, Harry… revisa las pruebas de confianza que le han hecho, Pansy es de los pocos miembros del Ministerio con pasado turbio que siente remordimiento y culpa… y muy para mi pesar, vergüenza.

—Sé perfectamente que es la de sentimientos de culpa más fuertes, no pienses que actúo sin medir las consecuencias, Hermione, me he leído los informes, conozco los registros y resultados de sus pruebas de confianza… he hecho mi propia investigación. —La seguridad con que hablaba y la violenta forma en que afirmaba las cosas hicieron a Hermione poner más atención; ambos se relajaron de pronto tras un largo segundo de silencio, ambos se detuvieron un momento y se miraron. —Aconséjame con la sabiduría que siempre has tenido, pero hazlo sin meter emoción en esto Hermione… piensa en lo que somos, piensa en lo que hacemos, ¿qué hago?

Granger se reclinó al frente e intentó ser objetiva, quiso analizar todas sus posibilidades y con mucho problema, logró medio aclarar su mente dejando de lado el miedo que tenía a que Pansy sufriera más; pensó en el ataque y el asunto de las cartas, en cómo Harry había perdido los estribos con un detenido y ahora tenía encima toda clase de acusaciones, pensó en su puesto, en su trabajo, en la montaña de documentos que aquella mañana había encontrado sobre su escritorio, muchos reclamos, muchas renuncias, muchas acusaciones…

—Vamos a hablar con Pansy. —Harry alzó las cejas con sorpresa por la propuesta, no era algo que esperaba escuchar y Hermione misma no atinaba a comprender el origen de esa idea, pero en el fondo sospechaba que Harry creería lo que decía si lo veía él mismo en ojos de Parkinson. —Quiero que veas tú mismo la carta, que sepas lo que vi y quizá un poco lo que significan, tal vez entre los tres podamos comprender un poco más lo que sucede.

—No es la única en recibir la carta, Hermione. —Harry quiso añadir más información, ella asintió esperando que le diera más todavía, sorprendida y a la vez no de saber por él el asunto de las misivas. —Tengo reportes de magia extraña entorno a otros Slytherin de nuestra generación, incluso a otros que ni siquiera son verdes, si todos ellos han recibido una carta soy también capaz de ver rastros de los que las aceptaron y de los que las rechazaron… —Harry se miró las manos un momento y luego volvió sus penetrantes ojos verdes a ella, la mirada quería atravesarla, leerla sin recato. —… si estás intentando encubrirla, lo sabré.

—¿Por qué crees que la encubriría? —Preguntó despacio, dejando que cada palabra saliera muy cuidadosa, porque sentía que podría resbalar si no se andaba con tiento suficiente.

—No lo sé, pero tengo la sensación de que lo harías. —Intentó no parecer sorprendida mirando a otro lado, Harry abrió uno de sus cajones y dejó caer dentro la orden, luego cerró con un pase de varita. —Vamos.

—¿A dónde? —Se había puesto de pie y se ajustaba la túnica, ella le seguía hacia la puerta sin saber a dónde iban, mirándolo con el temor de que fuera a detener a Pansy sin documento, de que quisiera ejercer poder con violencia.

—A casa de Pansy. —No lo creía, pero él le daba un voto de confianza e iban hacia allá.

/o/o/o/

—Ponlo en el suelo, Millicent. —Detestaba verla con el gato en brazos, lo odiaba, sobre todo porque para Roar era incómodo, claramente molesto, así que quería evitar que el gato la lastimara y luego debiera soportarla renegando y quejándose.

—¿Por qué siempre evitas que lo tome?... a Granger se lo dejaste unos días. —El comentario no venía a colación, pero lo dejó pasar porque podía ver el tono de reproche metido entre cada palabra; se removió un poco sobre su almohada alta y siguió con los ojos a Millicent que iba y venía. —¿Ya vino a verte?

—Estuvo aquí. —Aceptó sin ganas de ahondar en el tema, pero luego se dio cuenta que Millicent esperaba algo más información, así que movió las piernas bajo las mantas un poco, con evidente dolor y le pidió que le acercara su vaso con poción. —Platicamos bastante y creo que nos llevamos mejor.

—¿Mejor? —Millicent quería indagar más y Pansy no estaba muy decidida a escuchar sus preguntas y mucho menos a contestarlas, pero luego de pensarlo mejor, también se dio cuenta que era su única amiga, una real.

—Le dije que me gusta. —Murmuró con suavidad, Millicent se quedó de un palmo, habría jurado que iba a dislocársele la mandíbula del susto o de la impresión, aquellos ojos casi se hicieron pequeños mientras la miraban, Roar se acabó por remover más violentamente acabando por caer al suelo con un maullido enojado. —Ella dijo que le gusto también.

Millicent no dijo nada, sólo se quedó ahí congelada mirándole, por un momento sintió como si algo se fracturara entre las dos, el rostro de su amiga lo decía, como si nunca hubiera visto antes, de pronto Pansy presintió algo horrendo, presintió que Millicent era diferente, que no era su amiga…

—Millicent yo…

—Pansy, ese día cuando pasó todo eso en el Ministerio… —El cambio pareció demasiado abrupto, una escapada a algo que pudiera arruinar el momento, pero luego también le pareció que venía algo importante, los ojos de Millicent parecían avecinar algo fuerte, así que se crispó y frunció el ceño. —… yo recibí una carta, Pansy. —Aquello tenía sentido, este cambio de tema era bueno, pensado y compuesto para funcionar, porque sintió como su cabeza iba muy lejos de Hermione y sus ideas, de pronto una angustia rara le sacudió.

—La carta de los Sagrados Veintiocho. —Murmuró mirándola fijamente, Millicent asintió, se escuchó un plop en la habitación contigua y Pansy supo que tenía que ser Hermione, pero se oían demasiados pasos.

/o/o/o/

—¿Sabes en lo que te estás metiendo, cierto?

—Lo sé.

—No es un berrinche estúpido por sentirte… vamos, por creer que nadie mira… porque aquí todos te van a mirar.

—No es eso, sé lo que ocurre.

—No es sólo saberlo… es aceptarlo.

—Lo hago, no estaría aquí si no fuera así.

—Bien… está bien… ve a casa, sabrás de nosotros cuando sea tiempo.

—¿Ir a casa?... ¿así funcionan?

—Para tu sorpresa, sí… pero esto que te parece poca cosa, en realidad es extraordinario.

/o/o/o/

—Señoritas. —La voz de Harry en aquella habitación sonó como suena un disparo en una cueva desierta, el estruendo casi las hizo vibrar, Millicent dio dos pasos al oírlo hasta la cama, como si quisiera protegerla con su cuerpo, cosa vana; Hermione, un paso atrás del moreno, sintió como si algo en el pecho se le hubiera removido, la cara de Pansy metida en aquella cama, ojerosa, macilenta, la turbó horrores, parecía como si no la hubiera visto apenas un rato antes. La morena, por su lado, frunció el ceño acentuando el sombreado morado de su nariz golpeada, la ceja desaparecida se estiró más allá de donde podía verla y los labios se le pusieron más blancos cuando los presionó con fuerza.

—Disculpa que no me ponga en pie para recibirte, Potter… —Sarcasmo que se podía cortar con un cuchillo, sarcasmo ácido y puro que podría haberse puesto en frasco y venderse por litro para retirar capas y capas de suciedad de los calderos del mundo entero. —… pero no creo haber tenido en mi cabeza que pudieras visitarme… —La mirada verde olivo aquella se desvió suavemente de la cara de Harry para ir a posarse en los ojos marrones de Granger, que tragó saliva e intentó con su rostro decirle que no había tenido opción, suplicarle comprensión por hacer aquello, pero los ojos brillaron, entendían y no aceptaban, estaban enfureciendo. —… perdón si sueno descortés… pero ¿qué haces en mi casa? —Harry dio dos pasos hacia ella y Hermione permaneció en su sitio, congelada, petrificada más bien, Pansy hizo intento de sentarse más derecha y Millicent le ayudó tomándola por el brazo sin dejar de mirar a Potter y a Granger alternadamente.

—Hermione me ha contado cosas interesantes que vengo a confirmar… pero más que nada, tengo un par de asuntos que informarte, Pansy… antes que nada y permíteme a mí ser cortés, ¿cómo te sientes? —Era como estar viendo a un lobo acariciar una oveja, era como si la medusa abriera sus ojos y mirara fijo a una criatura que no se convertía en piedra, Pansy sentía aquella rareza, se le notaba y Hermione y Millicent lo notaban también, pero ellas se mantenían mucho más al margen.

—Si ignoramos el dolor físico de mis heridas, estoy bastante bien… ¿qué te trae por aquí, Potter? —Harry volvió la mirada a Millicent que frunció el ceño, Hermione alzó la cara, esperaba que le pidiera que se fuera, las mandíbulas de Pansy se endurecieron, el sombreado bajo sus ojos se acentuó.

—Pansy, traigo conmigo un asunto muy serio… no sé si sea prudente…

—Si Granger se queda, Millicent también. —El tono, la frialdad con que se dirigió a ella hicieron a Hermione volverse para mirarla, no debió ser discreta porque Bulstrode le clavó una mirada rápida de orgullo, como si ese desatino la emocionara, o como si le significara un triunfo; Harry volvió un poco el cuerpo hacia la castaña que asintió seria y tragando saliva con incomodidad, con un movimiento de varita hizo aparecer un pergamino enrollado y lo envió con un movimiento de muñeca hasta Parkinson en su cama, que lo miró con cuidado sosteniéndolo entre sus manos adoloridas.

—Tengo una orden de aprehensión en tu contra y estoy resuelto a llevarla a cabo. —Millicent se movió hacia el pergamino como si fuera una serpiente que atrapar, Pansy miró fijo a aquellos dos intrusos en su habitación y endureció más las facciones, luego, como una ráfaga, llevó sus ojos a los de Hermione y le miró, aquello cimbró a la castaña, había sido como una bofetada de recriminación.

—¿Bajo qué cargos? —Espetó sin dejar de mirar el papel frente a su cara, Millicent se había inclinado hasta ella, Hermione sentía que todo se había desbarrancado, Pansy le parecía ahora más débil y pequeña, como si el peso de todas aquellas viejas acusaciones y las nuevas que ni siquiera conocía, estuvieran aplastándola contra la superficie acolchada de la cama en que descansaba.

—El más grave de ellos es traición. —Harry se levantó las gafas de la punta de la nariz, debía estar viendo a Pansy tan débil como Hermione la percibía, pues su tono de voz se había ablandado del todo, su cuerpo, más relajado, ahora parecía menos agreste y no fue raro que la propia Pansy se removiera con más debilidad y confianza.

—No he traicionado a nadie. —La voz se fue perdiendo hacia el final de la frase, Hermione vio en el gesto adusto de Pansy algo de dolida astucia y aquello la asustó, ¿estaría la ex verde fingiendo pena para ablandar al joven auror?

—No es lo que se dice. —Harry cometió un error, Hermione lo supo aún antes de que la propia Pansy lo pescara en el aire.

—¿Estás diciendo que vienes a arrestarla basado en lo que alguien "dice", Potter? —Millicent dio la sorpresa adelantando a las dos que le miraron azoradas, su reacción agreste hizo a Harry tambalearse y Hermione tuvo que salir al quite por mero instinto natural, por pura costumbre.

—Como en buena parte de las pesquisas contra enemigos del Ministerio, lo que se dice es justamente lo que usamos de parteaguas en casos sólidos… y ustedes dos, como buena parte de los funcionarios del Ministerio, saben que, si no fuera por lo que se dice, no podríamos actuar. —No se dejó intimidar, no iba a permitir que se lo comieran, así que se mantuvo firme en lo que tenía que decir.

—Pues bien, ¿qué se dice entonces de mí, Potter? —Pansy sonrió de lado mirando a la castaña, que tuvo que soportar ver cómo Harry sacaba el ejemplar de la revista mágica en mención y la usaba como evidencia principal de un caso absurdo.

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—¿Puede asegurar que las personas a las que vio atacando el Ministerio no eran también funcionarios que trabajaran en él?

—Si me permite ser sincera, en ningún momento vi a alguien cuando fui atacada… pero sí puedo asegurarle que quien quiera que haya entrado al Ministerio, tenía sólo una meta.

—¿Qué meta, señorita Patil?

—Iban directamente a asesinarnos, las heridas que tuve en el ataque y además la forma cómo nos controlaron, los hechizos de bloqueo…

—¿Qué hechizos de bloqueo?

—No podíamos desaparecer, el sanador que estaba conmigo cuando fui herida y yo teníamos protección y permiso del Ministerio para aparecer y desaparecer en sus instalaciones, sin embargo, no logramos hacerlo.

—¿Está sugiriendo que sus permisos mágicos especiales por rango, fueron cancelados durante el ataque?

—Le digo que cuando el sanador intentó desaparecer no logró hacerlo, yo no lo intenté siquiera porque estaba muy mal herida… y francamente, no tenía ni energía ni cabeza para ello.

—Su comentario, Pavarti, sugiere que de algún modo los atacantes lograron bloquear el poder mágico del Ministerio… me atrevería a decir que insinúan una infiltración en departamentos muy importantes, como el de uso de la magia o control de la misma.

—No sugiero nada, ni insinúo, pero ustedes me citaron para que les hablara de lo que me pasó a mí y les digo lo que vi y sentí, eso es lo que hago, las insinuaciones, indicios o sugerencias, las dejo para ustedes cuando revisen mi declaración… y si me lo permite, quisiera volver a casa ya, no me siento bien.

—Descuide, señorita Patil, tenemos lo que necesitamos, le agradecemos enormemente que haya venido a hablar con nosotros.

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—Bueno, ¿qué opinas? —Harry estaba ahí de pie mirándole, podía verlo de reojo mientras tenía los ojos clavados en aquella publicación estúpida; parecía una broma de la vida semejante acusación, sobre todo tratándose de una cosa tan absurda, Draco peleando por ella, una conspiración de dimensiones tan grandes sólo por celos.

Se sonrió.

Le tendió la revista a Millicent para que la viera, con el ceño fruncido miraba el compendio de hojas con menos hilaridad que ella, ante una seña, sujetó el vaso de la mesilla a su lado y se lo tendió, antes de hablar con Potter quería beber un poco y tener pretexto de volver sus ojos a Hermione, que sentada en un rincón la miraba como si le horrorizara lo que estaba pasando; lo que bebía no era agua, sino la poción que necesitaba para recuperarse más rápido y deseó en lo profundo de sí misma que surtiera un efecto milagroso, que pudiera levantarse de la cama, pero cuando hizo ademán de incorporarse, le dolió todo. Hermione se levantó de su silla y fue hasta la cama para ayudarla, Potter no se movió un milímetro, miraba con sorpresa la reacción de la castaña y obviamente analizaba lo que pasaba entre las dos.

—Estoy bien. —Exclamó empujando su mano para, apoyada en el codo, acomodarse contra la cabecera de la cama; con un suspiro de violento dolor, volvió su rostro al de Potter y analizó aquella mirada. —Nada de lo que te diga ahora, hará cambiar tu opinión, tú piensas y asumes que soy eso de lo que hablan en la revista, monstruosa y sin moral… eso piensa, señor auror, ¿por qué no está poniendo unas esposas en torno a mis muñecas? —Al preguntarlo sonreía, sonreía con violenta necesidad de ganar una partida contra el ojiverde, pero él le miró con más enojo.

—Por ella. —Apuntó a Hermione en un gesto que pareció infantil y emberrinchado, la castaña se sonrojó y Pansy no pudo evitar volverse a verla y sentirse golpeada; Millicent dejó caer la revista sobre la cama con un estrépito y se volvió contra el único hombre en la sala, él la miró un instante.

—Pansy no hizo nada de esto, hay testigos, hay gente que firmará documentos y si es necesario nos someteremos a las pruebas de confianza que quieras… ¡trae veritaserum, Potter!, beberemos por litros si es necesario, ella no tiene nada que ver. —Hermione alzó la mano como si estuvieran en clase de primer grado.

—Harry, es obvio que eso es sólo chisme, un rumor simple y llano… hablamos de una publicación que busca vender más números y por Merlín… ¡incluso mencionan bares y restaurantes para que la gente los frecuente! —Hermione tenía razón y la vehemencia con que lo decía, debía ser suficiente para que Potter se convenciera y lo era; aquellos ojos vivamente verdes le miraban con el ceño fruncido, tenía el rostro amoratado casi por la presión y la fuerza con que estaba presionando su cabeza, o quizá su conciencia para aceptar que le creía.

—Si eso es una charlatanería, si eso es falso… ¿qué significa que te llegaran esas cartas? —El rostro de Millicent se puso tan blanco que pensó que se había infartado, Hermione alejó lentamente las manos de su cuerpo y se volvió del todo hacia Harry; algo similar a la angustia se le alojó en el pecho, la sensación apremiante de tener que decir o hacer algo, se descubrió a sí misma rebuscando en su memoria porque no lograba entender a qué se refería con "cartas".

—¿De qué…? —Comenzó mirando a Hermione y a Harry intermitentemente, él le sostenía la mirada con fijeza, como si de atreverse a quitarla ella pudiera escaparse.

—Sé que recibiste una carta, no sé de quién, pero está encantada para volver siempre que sea necesario, si la destruyes, si la rechazas, si la tiras, la carta regresará. —Harry avanzó hacia la cama, algo se le atoraba en la garganta, algo grueso y grande que hacía que tuviera que abrir la boca enorme; de pronto era un manojo de nervios y ansiedad, como cuando recibió aquel sobre, igual a ese momento. —¿Sabías de quién era la carta?

—No lo sabía. —Dijo casi en un chillido, uno largo y agudo como el de una rata muy atemorizada, Hermione llevó su mano instintivamente a la suya y aquel tacto la asustó, parecía una brasa quemándole la piel, parecía que quisiera controlarla, pero no debía dejarse, no podía concederlo. —Esa carta solo apareció en mi puerta, yo la tomé y la arrojé a la chimenea, esa carta no es mía, Potter.

El rostro de Harry pareció flaquear, un momento, con suavidad, como si entendiera lo que veía en ella y Pansy tendió su mano débil en un arranque que venía más de su estado físico y mental, que de sí misma; Potter alargó su mano hacia ella y sí, rozó sus dedos, casi los sujetó y por un momento fueron más que enemigos acérrimos, por alguna razón Potter le creía y ella se sintió a salvo, y empezó a hablar, mas al abrir la boca se dio cuenta, porque por la comisura de los labios le descendió sabor salado…

Que lloraba.

—L-la carta apareció en mi puerta, Hermione lo vio, yo estaba muy asustada, yo no tenía opción… yo no quiero tener nada que ver con eso, Harry. —Y se descubrió a sí misma débil y pequeña y la mano de Millicent se apoyó en su hombro, mientras Potter sostenía sus dedos apenas y Hermione tomaba su otra mano.

Potter lo pensó un momento. Potter la miraba sin retirar sus ojos de los suyos, esperando a que recuperara la compostura, Millicent pareció tragar saliva, fuerte y tan duro que todos la escucharon, Hermione apretó su mano con fuerza como alentándola, pero Harry abrió la boca antes que todas ellas.

—Nadie va a creerte, Pansy. —Aquello fue como una bofetada, Hermione se tensó como si le hubieran gritado al oído, Millicent dio un paso al frente y Pansy comprendió que él tenía razón, el gesto en su cara lo decía, su mueca de interés y de genuina incomodidad lo decía.

Él le creía.

Pero el resto del mundo nunca lo haría.

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—¡Oh mi muchacho! —Molly jamás iba a cambiar, para ella sin importar la estatura, siempre serían chicos, así que lo sujetó por la cabeza con sus dos enormes manos y beso aquella cara como si tuviera siglos sin verle. —Me tenías preocupada.

—Volví, madre… y si me preguntas, muero de hambre. —Molly se rio por todo lo alto y lo dejó entrar, con sus grandes zancadas se plantó dentro de la cocina dejando caer sobre las losas del piso su maleta como si fuera simple basura; los platones de arroz, puré de papa y pollo lo hicieron salivar como a un cachorro, se sentó echando atrás la silla con un tirón violento, ya con las manos en la comida, empezó a llevarse cosas a la boca con desesperación.

Sí, la aspiradora Weasley.

—Me da mucho gusto que hayas vuelto, Ron… ¿viste a Charlie antes de salir para acá? —Negó con la cabeza y luego puso su atención de nuevo en un delicioso tazón con coles y queso gratinado, se llevó varios bocados encima sin importarle, como siempre, que su madre le mirara casi con sorpresa y un dejo sutil, muy sutil, casi imperceptible, de asco. —No ha escrito, seguramente está muy ocupado… ¿has recibido alguna lechuza del Ministerio?... ¿de Harry quizá?

—Ayer me enviaron una nota, quieren que vaya a un par de entrevistas… —siguió masticando sin hacer mucho caso a la conversación, poniendo más atención en el pollo que destrozaba con sus dientes. —… así que me daré una ducha y me iré a hablar con un par de personas, para poder volver a mi trabajo.

—¿Hablar con un par de personas? —Quiso saber Molly mientras le servía agua en un vaso, tenía los ojos abiertos como platos y una expresión de genuina sorpresa.

—¿Con qué personas, Ron? —Ginny entró en aquel momento, traía consigo muchas bolsas y paquetes, que fue dejando aquí y allá mientras se acercaba, besó el rostro de su hermano que seguía comiendo y se sentó a su lado; mientras le miraba, tomó algo de puré de papa del plato de Ron que se volvió a mirarla con una sonrisa.

—Conocidos… voy a volver, Ginny. —Le guiñó un ojo y Molly se sintió contenta de verlo de nuevo interesado y lleno de ganas de salir adelante.

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—Muy bien, está bien, Pansy… te creo… —Harry se sentó a la orilla de la cama, Hermione respiró mucho más tranquila y Millicent jaló aire con fuerza, mirando fijo a Potter casi con agradecimiento. —… pero como ya te dije, no creo que alguien más lo haga.

—Para ser franca… —Se secó las lágrimas con un movimiento brusco de su mano y volvió su mirada llena de enfado hacia Hermione. —… no me interesa que me crean, nadie me interesa, puedo vivir con ello como ya lo he hecho.

—Harry, si tú no le das respaldo a esas acusaciones, Pansy no tiene que temer. —La castaña lo dijo suave y delicadamente.

—No… pero habrá mucho ruido con esto y veo en ello un área de oportunidad. —Millicent que se mordía el dedo índice de la mano izquierda se volvió a verlo con clara inquietud.

—¿Área de oportunidad? —Preguntó Hermione diciendo lo que las tres pensaban, Pansy tenía el ceño fruncido y Potter se inclinó mirándolas.

—Sé que Millicent también recibió la carta y sé que otros… sé que esto es más grande que los cuatro que estamos aquí y llámenme loco, no me importa, porque como tú, ya me han llamado así antes. —Pansy y él se miraban, los ojos clavados y fijos como estacas. —Pero podemos hacer algo para bien y si ustedes en serio son inocentes, entonces tienen una sola oportunidad de hacer lo correcto.

—¿Qué estás diciendo? —Hermione se levantó de su asiento a orillas de la cama, miró a Harry con fijeza y luego a Pansy. —Estás sugiriendo que…

—Si de todos modos nadie te cree, Pansy… ¿qué puedes perder? —Potter sonreía, la sonrisa más horrenda que Hermione le había visto nunca; para Pansy, sin embargo, era una sonrisa hermosa.