Ha pasado mucho, muchísimo tiempo, pero al fin regresé; lamento haber tardado tanto, pero tranquilas, el siguiente viene pronto. La cuarentena ha sido productiva.
Bienvenidas, quédense. No se vayan!
Gracias por quedarse
Traduttore traditore (O de la semana que no debió ser)
PARTE III
Too much of something is bad enough
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Domingo 15 de noviembre
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—Eres lo más cercano a un sabio oráculo… ¿qué piensas de los últimos sucesos? —Tiró de las piernas de su pantalón, se dejó caer en la silla de cuero verde brilloso y tendió su mano hacia el vaso con whisky que esperaba en la mesita; no era raro que acudiera a aconsejarle, tampoco que les vieran pasar tiempo a solas, lo raro era siempre el atuendo de ella, hoy, una chaqueta color zanahoria sobre pantalones chocolate y mocasines de un raro tono verde que invitaban a no mirarlos, las agujetas se agitaban sacudidas por pequeños avechuchos de metal broncíneo.
—¿Por qué hubo tantos medios?... creí que estaban liberando alguna especie rescatada o que tenían detenido algún thestral. —Se llevó su copa a los labios, era tan raro ver a Luna Lovegood beber que algunas veces Harry se dedicaba largos minutos a contemplarla solamente, él negó con la cabeza y sonrió con pesadumbre.
—Es cosa de los ex compañeros de Pansy… querían hacer de ella un mártir. —Llevó su mirada de un lado a otro de la habitación, estaba sopesando lo que iba a hacer, Luna por su lado dio un sorbo largo y ruidoso, luego comentó.
—¿Has visto lo guapo que se ha puesto Theo? —Luna parecía absorta en aquel tema que a Harry le valía más bien mucho, así que carraspeó, alzó su varita para hacer un campo de silencio que nadie pudiera romper y se inclinó hacia ella.
—Hay algo que quiero que sepas, Luna… confío en ti tanto como en mí mismo… es necesario que lo sepas por seguridad. —Luna frunció el ceño y se inclinó hacia él sonriendo, entonces Harry se apretó el tabique con los dedos de la mano derecha y respiro hondo, debía ser lo más claro posible. —Pansy hizo un pacto con Hermione y conmigo… esto que viste, es un circo.
—¡Qué muggle!... ¿Hermione va a empezar a cuidarse alguna barba o a qué te refieres?, he escuchado que siempre hay gente especial ahí, squibs, que no encajan ni aquí ni allá del todo… a mí eso me parece de lo más…
—Luna… —Harry la cortó poniendo su mano en las suyas y mirándola con seriedad, algo debió leer en él porque se calló de golpe. —… es una expresión, me refiero a que lo que viste, en parte fue por mí, era necesario hacer tanto aspaviento, se necesitaba.
—¿Se necesitaba aprehender a Pansy y llevarla esposada a una celda? —Aquello la confundía, se notaba en su mirada sorprendida y extrañada.
—Correspondía a una parte del plan, Pansy misma movió algunos hilos para que ocurriera. —Luna negó con suavidad y volvió a mirarle más extrañada todavía, él atajó cualquier cosa que quisiera decir. —Luna, esta gente, la que atacó el Ministerio, es muy peligrosa y requeríamos una forma rápida y eficaz de encontrar medios para atraparlos… hubo muchos muertos, Luna.
—¿Exactamente de qué plan estás hablando? —Harry la miró fijo, analizando aquellos ojos azules fijos en él.
—No debes saber detalles, pero si algo me pasara… —Se inclinó hacia atrás para sentirse cómodo, luego volvió a llevarse la copa a los labios. —… es necesario que sepas que algo había aquí, que Pansy tenía que ver y que estaba en línea con Hermione y conmigo, ella y Bulstrode.
—¿Por qué me dices todo a medias? —Cuestionó sonriendo y mirándolo beber, luego le miró como bebía lo último de su copa y respiraba fuerte tras el trago. —Sería mejor dejar un sobre sellado o sólo decirme la contraseña de tu caja fuerte.
—Es necesario que sepas que algo hay aquí… y que no retires tu confianza de las personas… y que puedas tender la mano a quien lo necesite. —Intentó no sonreír, intentó no sentirse amilanado y tonto ante la verdad de lo que ella decía.
—Harry… empiezas a hablar como Dumbledore. —Ambos se miraron fijo, serios… luego de un rato se sonrieron con una franqueza vieja y alegre.
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Lunes 9 de noviembre
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—Tome asiento por favor. —La mujer que lo recibió en la oficina parecía tener todos los años del mundo, un cabello negro lacio y unos ojos pequeños y azules un poco velados, Ronald se sentó mirando a todos lados, había en el escritorio un montón de pergaminos apilados, un pisapapeles detenía quietas algunas hojas para hacer avioncitos de colores y un tintero lucía lleno y brillante sobre una bonita placa de madera recubierta de brillante barniz oscuro.
—Gracias. —Masculló esperando, aquella mujer lo miró largamente, como esperando a que él dijera algo, sintió el sonrojo escalar a sus mejillas. —Bueno, me dijeron que me presentara con usted.
—Señor Weasley, voy a ser muy sincera… comparado con su empleo anterior, el puesto para el que se está postulando es algo muy… vamos… —Parecía renuente a decirlo con claridad, Ron sintió que se le coloreaba de carmín la nariz. —… es demasiado poco.
—No me molestará volver a escalar, si a eso se refiere. —Intentó sonreír, la mujer le miró con la cabeza un poco gacha y las cejas alzadas, pareció decidirse y abrió la boca para sincerarse.
—Señor Weasley voy a ser muy clara, muchos menosprecian nuestra actividad, y sí, en realidad es quizá muy simple… pero voy a ser sincera, mi oficina funciona con fuerza, funciona bien y no quiero tener problemas… considero que sus pasados resultados y sobre todo su actitud, es un problema. —Ron sintió que palidecía, cerró las manos en fuertes puños que apretaron el reposabrazos en que descansaba, habría podido ponerse a gritar como un histérico, pero se aguantó porque no tenía de otra, debía quedarse con el empleo, era de vital importancia ahora más que nunca. —Así que voy a decirlo claramente, no quiero problemas, Señor Weasley, al primer problema usted se va, no le debo nada a usted ni a sus amigos, si quiere intentarlo en mi oficina lo hará bien. —Ron asintió con suavidad, los ojos desorbitados, la boca seca y los labios casi en una línea difuminada por la tensión; pareció que el primer asentimiento no había sido suficiente pues su nueva jefa calló, así que volvió a hacerlo, ahora con un movimiento más fuerte, más claro. —Muy bien, empezará ahora mismo, preséntese con Tolomeus en el escritorio 15, tenga un buen día.
La vio darse la vuelta y sujetar un compendio de hojas que estaban en una mesilla a su lado, para ponerse a leer ignorando su presencia, se sentía herido y ofendido, pero se obligó a agradecer con un asomo de voz, se levantó y se fue; por el pasillo sus zancadas sacudían las lámparas del piso inferior, cuando cerró la puerta tras de él los goznes temblaron. Qué costoso era lograr lo que se proponía.
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Iba llegando al fin a su oficina cuando vio la figura alta y corpulenta esperándola, inmediatamente sintió un golpe de infinito afecto formándose en su cuerpo hacia él, al acercarse y sentir su aroma herbal, al ver su cabello quebrado y oscuro se sintió aún mejor. Tanto alivio de una persona casi parecía una locura.
—¡Neville! —Exclamó emocionada y él se volvió para verla de frente, se estrecharon y atinó a hacerle un gesto cariñoso acomodándole el cabello de la frente, él sonrió con su rostro regordeto y su cuerpo alto, Hermione agradeció aquella presencia.
—Vine en cuanto vi tu carta, no sueles llamarme con tanta vehemencia y hace mucho que no teníamos oportunidad de cruzarnos… me alegra saber de ti. —Neville la siguió mientras entraban a su oficina, Hermione hizo una señal a su asistente, no quería que les interrumpieran por ningún motivo, una vez cerrada la puerta, la castaña hizo una seña a su ex compañero de clase para ver si quería beber algo, él asintió y Herms se ocupó de servir un par de copas.
—También a mí me alegra verte, han sido días de locos… necesitaba que vinieras, espero no haber arruinado algo en Hogwarts. —Neville recibió de manos de su acompañante la copa, un whisky, sonrió mientras se acomodaba la túnica negra que le caía sobre las piernas, negando suavemente dio un pequeño sorbo, al tiempo que ella se situaba del otro lado de su escritorio y lo imitaba.
—Descuida, tenemos actividades normales pese al descontento de los alumnos, muchos están siguiendo las noticias del ataque al Ministerio, tengo un par de alumnos afectados directamente. —Hermione aceptó aquellas noticias con la solemnidad que se requería, luego de dar ella el sorbo y respirar con suavidad, quiso ir directo al grano.
—Neville, es justo de eso de lo que quiero hablarte… te he pedido que vinieras con más razones que sólo saludarte y verme reconfortada por tu presencia. —El joven sonrió asintiendo e hizo una seña con su cabeza como para que continuara con calma, mientras se echaba atrás en su asiento. —¿Has sabido de algún movimiento interno entre tus alumnos que pueda ser sospechoso?
—Mis alumnos son jóvenes inexpertos, Hermione… lo más sospechoso que puede uno encontrar son los muchos artilugios Weasley y el que a veces los usen para fines para los que no fueron creados. —La sonrisa displicente de Neville hizo a Hermione carcajearse con una sorna que sólo de vez en cuando y a ella, él podía permitir.
—¿Recuerdas las cosas sospechosas que hacíamos nosotros durante nuestra estancia en la misma torre? —Aquello hizo al profesor de Herbología sonrojarse y carraspear con una sonrisa de embarazosa complicidad.
—Bueno, son gajes de ser alumno de Hogwarts y pues… lo mío es gaje de ser profesor ahora. —Se llevó la mano a la cabeza y se acomodó el cabello, luego de reír un poco, ambos se relajaron más, entonces pudo abrirse con plena confianza. —Hay cosas, Hermione… eso es cierto, hay cosas… no sabría por dónde comenzar, pero sí he visto cosas raras.
—¿Qué cosas? —Quiso saber mirándolo fijamente, Neville se inclinó un poco para poder fruncir el ceño con confianza, miró a un lado como buscando entre sus recuerdos algo que le hiciera poder ordenarlos como debía ser.
—Son chicos, Hermione… ¿sabes lo que le haría a cualquiera de ellos el ser puesto en la mira del Ministerio por la sospecha de uno de sus profesores?, ¿en qué mejoraría la situación por la que ya están pasando? —Hermione miraba las hojas de pergamino sobre su escritorio, Neville tenía razón en protegerlos de ello, pero ella también la tenía en intentar saber; esperó un poco antes de poder añadir sin sentirse del todo insegura de aquello.
—Me gustaría decirte que no habría riesgo, que si me dices lo que sospechas simplemente vigilaremos, porque al final son jóvenes que no entienden lo que hacen… pero luego pienso en nosotros escapando de Hogwarts en quinto curso o entrando encubiertos en él para pelear una gran batalla… son niños, Neville… pero no todos piensan, actúan o deciden como niños. —Neville asintió con seriedad, luego volvió a beber de su vaso ante de comenzar a hablar finalmente.
—Hay rumores entre la mayoría de los integrantes de Slytherin, sobre todo entre los chicos que ostentan apellidos "puros". —El tono que manejó el Jefe de la Casa Gryffindor hizo a Hermione fruncir el ceño, recordó las tradicionales rencillas entre ambas casas, la esmeralda y la carmesí y se preguntó si no sería en gran medida eso lo que también su amigo cargaba encima y le hacía ver cosas donde quizá, sólo quizá, no las había. —Ha habido más peleas entre las casas y una creciente presencia de acoso contra los mestizos o hijos de no magos… a veces la situación se siente como la de nuestra época de estudiantes.
—No puede ser bueno si las cosas ya llegaron hasta pasillos de Hogwarts. —Murmuró con la cabeza gacha, Neville asintió y añadió suavemente. —Pero seguramente es solamente la rencilla común, Neville, ¿cómo darnos cuenta de que es algo más allá de un problema normal de los conflictos de siempre entre casas?
—No estoy seguro, Hermione, pero trabajamos para que las cosas se remedien en medida de lo posible… no hay nada peor que entender lo que puede ocurrir si los dejamos a su suerte en esto. —Hermione suspiró pensando y repensando las cosas. —Ambos vimos el efecto de la rencilla entre Slytherin y Gryffindor, aún me pregunto qué hubiera ocurrido si no hubieran existido desde el comienzo… te imaginas poder departir alegremente en una reunión con los verdes sin tener un atisbo de remordimiento o sospecha…
—A veces pienso mucho en ello, Neville. —Masculló mirando a un rincón de su oficina, sentía la imperiosa necesidad de salir huyendo directo a buscar a Pansy, de saber lo que pasaba por su cabeza tras la charla con Harry, lo deseaba más que nada; Neville la observaba en silencio, esperando que dijera algo más, pero ella se quedó absorta en sus pensamientos por un largo rato que él aprovechó para ultimar su copa.
—¿Qué ocurre? —Quiso saber de pronto, mirándola fijamente, analizando sus facciones con fijeza, Hermione se volvió a mirarlo como si se hubiera olvidado de su presencia, había en el rostro de su amigo una genuina preocupación que la hizo sentir un nudo en la garganta.
—Neville… una vez te dieron un premio por oponerte a tus amigos, ¿recuerdas? —El hombretón volvió a inflarse como había hecho entonces, la sonrisa de orgullo que se le formaba en los labios era inmensa y genuina, asintió con fuerza y decisión. —¿Podrías guardar un gran secreto aunque esto significara tener que conocer una faceta mía que no conoces?
—Lo dices con una solemnidad que asusta… dudo que vayas a confesarme el ser vampiro o tener tratos con algún grupo de vendedores de sangre de unicornio, Hermione. —Neville se había terminado su copa, así que estaba un poco abierto a la broma.
—Creo que lo que tengo que contarte, quizás acabe siendo más terrible que esas dos opciones. —Sonreía cabizbaja, trémula y aquello a él no le gustó nada; al fin asintió con firmeza no sin antes pedirle que volviera a servirle algo en su copa vacía con una seña sutil, Hermione asintió y sirvió más para sí también.
Al principio creyó que sólo iba a contarle el asunto del trato secreto con Pansy y Harry, pero cuando se dio cuenta había empezado a hablar de la picadura de avispas… de pronto simplemente no podía contenerse.
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—¿Quién es?
—Tenemos que hablar.
—Un momento.
La espera fue larga, pero finalmente luego de un rato se abrió la puerta y pudo entrar, no acababa de sorprenderle que teniendo una hermosa casa, siempre buscara refugiarse en aquel departamentucho en una zona muggle cualquiera; pensar en él escondido ahí, siempre le hacía pensar en que estaba metido en cosas muy oscuras, cuando Nott abrió la puerta, le llamó poderosamente la atención que tuviera una pluma en los labios, además estaba en mangas de camisa y la llevaba arremangada por sobre los codos.
—¿Interrumpo? —Preguntó revisando el lugar, era muy el departamento de soltero de un hombre cualquiera, en un rincón había un pequeño bar, un elfo preparaba en una cocina más al fondo lo que parecía ser un refrigerio de fiambres y en una mesa redonda al centro del lugar, Nott volvió a sentarse y pareció terminar de escribir algo con premura.
—Para nada, estaba escribiendo una carta… siéntate, Pansy, un segundo. —Le dijo suavemente mientras garabateaba sobre la hoja un par de líneas más, ella se sentó con cuidado de no mover ningún papel de la mesa, miró a todos lados, había estantes en toda una pared y numerosos paquetes aún en su papel de embalaje.
—No sabía si sería prudente venir. —Confesó cuando al fin Theo se volvió a mirarla dejando de lado las hojas dobladas como para ser enviadas luego, el elfo doméstico se acercó con un servicio de té y ofreció a ambos, Pansy aceptó con un movimiento de cabeza.
—No voy a decir que me ha sorprendido verte aquí… aunque voy a ser sincero, la prudencia habría hecho que esperaras a verme en casa y no en este mi refugio. —Theo le analizó fijamente un momento, antes de añadir mientras ella daba un sorbo a su té humeante. —Casi te asesinan ese día, Pansy… estuvo demasiado cerca.
—De eso vengo a hablarte… primero quiero agradecerte por haber intervenido. —Nott negó con la mano como si le estuviera dando las gracias por cubrirle el sol cualquier día por la calle.
—Creo que habrías hecho lo mismo. —Pansy asintió, la mano le temblaba porque lo que iba a decirle le tenía muy nerviosa.
—Theo… tú estabas ahí porque…
—Porque tenía que estar ahí, salvarte lo prueba, nada más. —Atajó él poniéndose en pie y yendo por uno de los paquetes en un rincón alejado de donde ella estaba, la habitación se llenó de olor de pan tostado, ajo, jamón, aceitunas, mostaza.
—No, no tenías que estar ahí… fuiste convocado por…
—Pansy, eres una leal servidora del Ministerio, lo demostraste ese día en el ataque… ¿por qué vienes a preguntarme esto? —Theodore le clavó una mirada airada, Pansy no sabía cómo manejar aquello, así que se obligó a ser ella misma; analizó un momento la situación, no era para menos la defensiva de su compañero, por el contrario, era lo más lógico.
—Salvarme te excusa de estar ahí por mero interés propio… algo me dice que no sabías las dimensiones de lo que iba a ocurrir. —Theo que estaba de espaldas a ella levantando un paquete para traerlo a la mesa se quedó congelado, volvió sus ojos hacia ella y pareció pensarlo un poco, entonces Pansy continuó sin darle tiempo a añadir algo. —¿Tiene esto algo que ver con las cartas?
Theodore Nott se quedó de un palmo por apenas un instante, Pansy sonrió mientras se inclinaba en su asiento con una autosuficiencia que lo hizo fruncir el ceño; Pansy no sentía eso en lo más mínimo, pero debía aparentarlo, debía sostenerse en esa postura aunque fuera sólo por un momento más. Nott miró al elfo que se acercaba a la mesa con una charola de emparedados, dejando el paquete de lado fue a sentarse frente a Pansy y con la voz más tosca que antes, se volvió al pequeño sirviente.
—Níveo, sirve whisky. —Pansy tomó aquello como un triunfo en su arremetida, Nott aflojó la tensión y suspiró llevándose la mano al cabello para peinárselo y darse un respiro. —Entonces eres de las convocadas… ¿la contestaste?
—La eché a la chimenea. —El elfo le tendió la copa y ella la sujetó para dar un trago largo y fuerte que vació la copa, Nott la miraba con interés y algo de incrédula diversión.
—¿La quemaste? —Preguntó con cierto aire divertido que no pudo evitar, Pansy tuvo oportunidad de perder algo del miedo anterior, el elfo volvió a llenar su copa, mientras su amo la bebía también al completo y se la acercaba para recibir más; la mano de Nott buscó uno de los emparedados, Parkinson asintió entonces mientras lo veía comer.
—El ataque al Ministerio fue justo después de que la recibiera y la quemara, Theo… la carta volvió, pero luego nada… necesito saber si van a insistir. —La pregunta era seria, su interlocutor estaba mordiendo el emparedado con golosa mueca, ella atinó a tomar uno de la charola porque sintió que tenía que hacer algo además de observarlo comer.
—¿Y para qué quieres que insistan? —Mascaba el pan y el jamón con ánimo renovado, Pansy entonces se atrevió a decir las cosas, mucho más relajada y quizá, más convencida de que hacía lo correcto al hablar con él.
—Porque ahora sí quiero contestar. —Theo le miró con profundo interés y ella atinó a sostenerle la mirada con una sonrisa, aquello se iba tornando interesante.
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—… es necesario que vea los informes, los he dejado sobre su escritorio, también recibió una lechuza urgente de su novia, aunque no parecía muy urgente ya que el avechucho estuvo parado en la ventana un buen rato hasta que le abrí la puerta para que entrara… vino a buscarlo el profesor Longbottom, pero como no lo encontró se fue directo a la de la señorita Granger. —Gideon iba y venía de lado a lado por la oficina, Harry miraba un par de hojas con atención asintiendo a lo que le iba diciendo, se levantó las gafas de la punta de la nariz y se volvió a mirarlo con seriedad.
—¿Te trajeron los registros del Departamento del Uso Indebido de la Magia? —El chico negó con la cabeza mientras le extendía un folder color azul con rapidez.
—Pero vinieron del Departamento de Misterios a traerle esto. —Harry sujetó el documento que le tendía su asistente, entonces cayó en la cuenta de algo, así que no dejó de mirarlo como pensando si hacerlo o no.
—Gideon, ¿exactamente de qué rama de los Burke eres? —Preguntó a ello como si supiera algo de la familia, cuando la realidad era que no recordaba nada de cuando estudió un poco de historia de las familias mágicas más importantes.
—Pues… mi padre era uno de los hijos menores de la rama de los Burke que poseen parte de la tienda Borgin & Burkes… eran cuatro hermanos varones y dos mujeres, pero ellas y dos de ellos murieron de viruela de dragón hace unos años… mi padre era el menor, así que mi tío heredó la tienda. —Harry asintió al escuchar aquello, en realidad no le interesaba, su pregunta iba hacia otro sentido de las cosas.
—Los Burke son una de las últimas casas puras que existen… ¿no es así? —Gideon le miró un instante como si no lo comprendiera, luego el rostro pareció iluminársele mientras asentía.
—Ah, sí… mi familia es muy vieja, somos pocos, con parientes lejanos muy viejos y pocos jóvenes, pero sí, es verdad… de hecho, somos una de las familias que aparecía en la lista inicial de los Sagrados Veintiocho. —Hasta no decirlo, Gideon no cayó en cuenta de que tenía aquello relación con lo que estaba ocurriendo en las oficinas a su alrededor.
—¿Tienes hermanos, Gideon? —Preguntó con calma, siendo muy sutil para acercarse a la pregunta que en realidad le importaba.
—Una hermana, está en quinto curso en Beauxbatons. —Harry frunció el ceño al escuchar aquello y su asistente se apresuró a agregar. —Mi madre es de ascendencia francesa, de una muy antigua familia pura… mi hermana recibió la invitación a la academia de mi madre y mi padre creyó que sería mejor alejarla un poco del ambiente tenso en Hogwarts… a mí no me fue muy bien por ser tan puro.
—Dime algo, Gideon… ¿recibiste la carta? —Le escrutó el rostro con muchísima atención, Burke sonrió triste y desencantadamente, parecía casi dolorido.
—No, para nada… no es algo para lo que quieran a un Burke… somos tan pocos y de tan bajo renombre ya, que nadie nos considera para nada. —Harry vio cierto aire extraño en el rostro de su asistente e iba a preguntar algo, cuando la puerta se abrió de golpe y la humanidad enorme de Ronald Weasley entró con una gran sonrisa; se puso de pie, lo estrechó entre sus brazos y entonces Gideon abandonó la oficina, Harry pensó que luego tendría la oportunidad de retomar aquella conversación.
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—Neville. —Parecía escucharlo en el fondo de su cabeza, como un eco lejano, como la voz metida dentro de un coco vacío que espera abandonado en una playa a que alguien pueda levantarlo; con los ojos clavados en el fondo oscuro tras ella, pensaba y repensaba, mezclando ideas y recuerdos, así como comentarios que acababa de escuchar: recordó aquella ocasión en que Pansy Parkinson le gritara gordo y bobo en medio de un pasillo, con risas de todos los verdes como fondo y adorno magistral, hubo ocasiones en que dijo a Ron cosas horrendas sobre su situación económica y desgracia familiar, o que atacó a Harry por su pasado violento, a Hermione por su sangre… entonces miró a la castaña que le miraba expectante. —¿Neville?
Aquello, que preguntara su nombre, le hizo mirarla fijamente y volver a repetir en su cabeza las palabras que acababa de escuchar Ella está cerca de mí, me siento bien a su lado, pero no sé qué hacer, Neville, ¿qué hago?, y volvía a sentir la misma extraña angustia dentro del pecho, una terrible angustia de no saber qué decir; pero luego, se venía una verdad pasmosa y terrible que le erizaba la piel todavía más: Pansy se va a infiltrar en el grupo que planeó y perpetró los ataques al Ministerio… y soy plenamente consciente de que lo hace por miedo y lo hace también para ayudarme a mí.
—No puedes… —Murmuró mirándola fijamente, mirándola con los ojos trémulos y sacados por completo de su zona de confort, porque estaba contemplando y escuchando un imposible, algo que necesariamente no podía ni debía ser. —… no puedes pedirle que haga algo así, Pansy, nada lo justifica… ¿comprendes el riesgo que implica para ella? —Se enfocó en la parte antiética y amoral de la situación, antes que volverse a lo que más pasmado lo tenía, que era la relación de ambas y el tinte que estaba tomando tras el rompimiento de la castaña con Ron.
—Harry le propuso el plan, yo sólo estuve ahí para apoyarle. —Neville tendió la mano hacia su vaso y se lo llevó a los labios para dar un sorbo, mientras lo hacía, negaba con la cabeza mirándola fijamente, Hermione sintió aquello como una recriminación y volvió a hablar. —¿Qué se supone que hiciera, Neville?, debía decirle ahí a Harry que no podía mandarla a una misión de ese tipo, ¿así nada más?, eso le haría sospechar de mí.
—¿Sospechar de qué? —Se descubrió preguntando pasándose con fuerza la bebida, casi atragantándose, Hermione tenía los ojos abiertos como dos enormes girasoles que miran directo al sol, se le notaba nerviosa.
—Sospechar, Neville… sospechar. —Exclamó acalorada dando vuelta a su silla giratoria para ponerse en pie, el hombretón le siguió con la mirada mientras avanzaba lejos de su escritorio, moviendo las manos con premura. —No quiero que sepa lo que está ocurriendo con Pansy, Nev… no quiero que se dé cuenta.
—¿Pero darse cuenta de qué? —Preguntó, era más para confirmar lo que sospechaba que porque no lo supiera, en el fondo necesitaba que ella lo dijera claramente, con total seguridad, pero ella negó con la cabeza y rodeó por la oficina sin atreverse a mirarlo ahora. —Hermione, ¡es Pansy Parkinson!, puedo citarte cada frase hiriente, cada cosa horrenda que te dijo en la escuela… ¡por amor de Merlín, lloraste tantas veces por el acoso de esa petulante engreída! —Vio a su compañera sacudirse, enrojecer de frustración y soportar la presión lo mejor que podía, la realidad es que él era el que no creía lo que había escuchado de su boca, así que tenía que dejarlo claro, tenía que hacerla entender y entrar en razón. —Pansy Parkinson es una mala hierba, Hermione, lo sabes tan bien como yo, tú lo sabes.
—No, te equivocas, Neville, ella no es mala persona, ella no es nada de eso… tú no la conoces. —Finiquitó sacudiendo las manos de lado a lado, como si marcara una línea entre los dos a la altura de sus caderas, Longbottom se puso de pie y echó a andar hacia ella, le puso las manos en los hombros y la hizo mirarle fijamente.
—Hermione, piénsalo… ¿cuánto realmente conoces de Parkinson?... ¿por qué estás poniendo tu confianza en ella?, ¿porque te llevó sopa y cuidó de ti unos días? —Preguntó mirándola, con la serenidad metida en los ojos, intentando entender qué pasaba por aquella cabeza que siempre había considerado infranqueable e infalible.
—Porque he mirado sus ojos como veo los tuyos, porque guarda en su boca verdad… porque la he visto como nadie más, Neville. —Hermione sonreía tristemente, Neville frunció el ceño mirándola con extrañeza, sorprendido y quizá desencantado en el fondo. —Neville… ella es humana como tú y yo… yo he sentido esa misma rabia de ella, tú has sentido el mismo miedo que ella… ella es humana, como nosotros. —Aquello lo sacudió, claro que había sentido miedo, muchas veces, por muchas cosas… y sabía que Hermione siempre había ocultado cuando se enfurecía, cuando odiaba de verdad, porque no estaba en su esencia hacerlo y se lo impedía; llevó su mano enorme a la mejilla de Hermione y la acunó con cuidado, parecía mentira que se abriera justo con él, eran amigos, la adoraba, pero no tenían ese nivel de intimidad desde hacía muchos años.
—Sabes de mis muchos miedos, Hermione, tú lo sabes… —Masculló intentando sonreír, ella asintió sin dejar de sostenerle la mirada. —… ahora temo también por esto, ¿lo comprendes? —Su compañera pareció pensarlo un momento, luego asintió.
—Por eso te lo he contado a ti… tú mejor que nadie entiende lo que siento ahora… ese miedo que sientes, Neville, es el terror que siento yo. —Longbottom entrecerró los ojos pensando en sus palabras, comprendió la dimensión de lo que estaba enfrentando.
—¿Cómo te ayudo? —Quiso saber, la ex Gryffindor desvió entonces la mirada, y antes que pudiera decir algo se acercó a él y lo abrazó con mucha fuerza.
—Sé mi confidente, ayúdame a no enloquecer. —Pidió en un murmullo que se ahogó contra su pecho enorme, Neville la abrazó también con fuerza, apoyando su barbilla contra su cabeza y dando un suspiro largo y profundo.
—No sé qué vamos a hacer, pero voy a estar para apoyarte… si me permites decirlo, te agradezco y me sorprende bastante este voto de confianza. —Sonrió y sintió a Hermione hacer lo mismo, ella alzó la mirada y la fijó en el rostro de su amigo, recordó aquella noche cuando intentó contenerlos a los tres, tembloroso y empequeñecido.
—Siempre has sido merecedor de confianza, tú, el Gryffindor que fue merecedor de la espada. —Le guiñó un ojo con socarronería y Neville volvió a abrazarla fuerte contra su pecho, ya no sentía angustia, ya no sentía miedo, la quería muchísimo e iba a ayudarla, por Merlín que lo haría ahora más que nunca; la abrazó tan fuerte que creyó que la lastimaría, luego la alejó un poco y le escrutó el rostro con una seriedad salida de la nada.
—Pero… ¿en serio has besado a Parkinson? —Hermione se puso colorada hasta la raíz del pelo y entonces él soltó una pregunta muy real, pero que a ella la hizo echarse a reír divertida. —¿Y no tiene lengua bífida?... porque no me sorprendería para nada, creo que si Luna entrara desnuda, no me sorprendería nada, nada.
Y Hermione se reía por aquella ocurrencia, aunque en el fondo Neville no estaba bromeando del todo, nada, nada.
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Cuando cerró la puerta a su espalda, el movimiento de su mano empujándola fue como un tirón ardiente que le cruzó desde el hombro derecho hasta el costado del lado contrario, sólo entonces se dio cuenta que sentía el cuerpo entero aterido de dolor, fue como si de pronto los párpados le pesaran y como si la respiración empezar a costarle horrores; los pasos que tuvo que dar camino a su habitación fueron un martirio, era como tener que arrastrarse por una vereda cubierta de vidrios rotos, había sido una tontería levantarse tan rápido de la cama, incluso con la poción cada cierto tiempo, el desgaste había sido fatal. Roar salió del baño y se metió entre sus piernas ronroneando para recibirla con interés, pero a ella le dolía hasta respirar, cuando se tiró en la cama, el pequeño felino dio un salto para ponerse junto a ella, sofocada, tenía la frente perlada en sudor y se sentía incapaz de moverse siquiera para acomodarse bien en la cama.
Estaba ahí, pensando en la carta que no había vuelto a ver, pensando en que no tendría que haber salido a la calle todavía, pensando en Nott y su charla casi "casual"; con un movimiento de varita, hizo aparecer sobre su mesa de noche el frasco de la poción recetada por el sanador para curar sus heridas, ni siquiera la diluyó en agua, ni siquiera se tomó la molestia de medir la dosis, sólo la sujetó con gran esfuerzo y la acercó a sus labios para dar un trago profundo y desesperado. Casi en seguida sintió el hormigueo de alivio, pronto, en unos minutos, estaría en condiciones para dormir, miró al vacío oscuro de su habitación por un largo rato, entonces se descubrió llorando, llorando mientras pensaba en que no quería hacerlo, no quería entrar en aquel torbellino, tenía miedo, muchísimo, pero no podía negarse ya.
Odió a Potter y la forma como la convenció, vendiéndole la idea de que si hacía esto, al final, se reivindicaría, no habría más discriminación ni miradas turbias, no más crítica, no más odio, ahora sería respetada como debía ser; era estúpido, porque ya era respetada, su trabajo le había dado un nombre, muchos ni siquiera recordaban su etapa de perversa colegiala abusadora… pero no era suficiente, siempre iba a sentir la mirada de repudio de algunos, el desprecio de otros. Pensando en aquello, tuvo que reconocer la verdad: había aceptado el plan de Potter no por reivindicarse, no para salir adelante, no para sentirse en paz. Lo había hecho para ser merecedora de Granger.
Y en la oscuridad de su cuarto, mientras le ganaba el sueño, no podía dejar de pensar en que la única razón para hacer aquello, la verdadera razón para hacerlo era que quería ganarse el respeto y el amor de Hermione, hacer cosas buenas, muy buenas para impresionarla… y se dio cuenta también de que eso no era necesario, que debería ganársela por lo que ella era, como había empezado a hacer, que todo era un teatro inútil. Pero era tarde y estaba hasta el cuello, hundida, perdida… y mirando en la oscuridad el rostro dulce y gentil de Hermione, justo antes de quedarse dormida, no tuvo más remedio que acariciar un poco a Roar en su costado y murmurar.
—Te odio.
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Martes 10 de noviembre
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Estaba afanada en sujetarse el cabello con una pinza y revisar sus huevos fritos, el café estaba ya caliente y la poca fruta que había picado iba del plato a su boca con velocidad, mientras acababa de cocinar aquello, pensaba en la forma como iba a acercarse esa mañana a la oficina de Harry, para tratar el asunto de Pansy; alguien llamó a la puerta, así que se dio prisa en quitar los huevos del plato, poner un par de salchichas y acomodar todo en la barra, donde ya esperaba su silla para que tomara asiento. Con una servilleta de tela en las manos, fue hacia la puerta para abrir, justo cuando volvían a llamar, ninguna alarma mágica advertía algo de qué preocuparse, así que sólo abrió.
—Hola. —Toda la Torre de Astronomía le cayó en el estómago al verle el rostro sonrojado y los ojos azules profundamente vivos, tranquilos, serenos; permaneció unos instantes mirándolo fijamente, sin saber qué hacer, ni siquiera se le había venido la sonrisa al rostro, sólo le miraba como esperando a que dijera algo más, entonces él lo dijo. —¿Puedo pasar? —La pregunta parecía algo muy similar a "¿Viste a Chaplin en la acera de enfrente?, porque yo sí"; Ron alzó las cejas un poco, como para sacarla de su sorpresa, entonces atinó a dar un paso atrás.
—Perdón… sí, pasa. —Se dio la vuelta y lo dejó venir siguiendo sus pasos, infló las mejillas sorprendida, se frotó las manos en la servilleta con violencia, ¿qué diablos hace aquí?... ¿qué hago?
—Creo que se van a quemar. —Dijo Ron sonriendo y tuvo que correr a mover las salchichas que en efecto se estaban pasando, mientras rápidamente las movía, lo escuchó acercarse a la barra con lentitud. —¿Cómo has estado?
—Bien, Ron… ¿tú?, ¿cuándo regresaste? —Lo miró mientras acababa por quitar las salchichas y servirlas en el plato, él miraba lo que hacía con suma atención y un aire relajado, ella por el contrario estaba tensísima; mientras acomodaba las salchichas junto a los huevos, cayó en la cuenta y se apresuró a decir. —¿Gustas?... puedo prepararte algo rápidamente.
—No, descuida… mamá me preparó algo antes de venir, no te preocupes… te envía saludos, por cierto… estoy bien, llegué hace poco. —Hermione asintió mirándolo, con las manos inquietas como niños que han comido muchos dulces, no sabía dónde ponerlas y acabó por sostenerse del respaldo del banco en que iba a sentarse, Ron le hizo una seña de que lo hiciera y ella se movió lento hasta lograrlo.
—Me da gusto. —Era la situación más incómoda en que podía encontrarse en aquel momento, era absurdo, pero de pronto Ron pasó de ser la persona a la que podía decirle de todo, a simplemente ser un desconocido con el que no aspiraba a intercambiar palabra. —Ron… siéntate… puedo servirte café al menos o…
—No, no, ¡descuida, descuida!... en realidad, vine a saludar, Hermione… y vine a pedirte una disculpa. —Hermione se quedó de un palmo con aquel comentario, Ron parecía abochornado, las mejillas enrojecidas y la frente arrugada, antes que pudiera decir algo, él volvió a tomar la palabra. —Crucé la línea, contigo la he cruzado muchas veces... yo no quiero hacer más daño a lo nuestro, no quiero arruinarlo más. —Hermione abrió la boca, tenía que refutar aquello de "lo nuestro", porque ya en conversaciones previas había quedado más que claro que eso no existía más, nunca jamás.
—Ron, hemos hablado de esto y…
—Tranquila, yo entiendo… sí, lo entiendo… es pronto… mira, te tomé por sorpresa, no está bien, las cosas están extrañas, pero hablaremos pronto de ello de nuevo y vamos a resolverlo, Hermione, sólo quiero que las cosas se arreglen. —Hermione quiso decir algo, en serio que quería, abrió la boca y volvió a empezar, pero entonces llamaron a la puerta, sintió que la sangre se le fue al piso, ¿y si era Pansy?, la saliva se le agolpó en la garganta como una bola de pelos para un gato, Ron sonrió, e hizo seña de ir a abrir. —Conseguí un nuevo empleo, voy a acomodarme en él, veré todos mis pendientes y cuando las cosas se acomoden y estés más tranquila, sobre todo sin tanto ajetreo por lo del ataque, te buscaré, ¿de acuerdo?, podemos charlar y… —Iba hacia la puerta, con grandes zancadas, pasando entre los muebles como quien conoce el lugar de memoria, aquello le revolvió el estómago a la castaña, que temía que cuando se abriera la puerta, Ron se encontrara de frente con Parkinson y aquello se volviera una hecatombe. —… podemos ir a comer algo, o tomar té, tú me lo dirás… ahora me voy, ¿de acuerdo?
—Ron espera. —El pelirrojo giró el pomo de la puerta y la abrió, ahí estaba Neville, sonriente y con una maceta en las manos, pensando que ella le había abierto pues veía al otro lado del pasillo, había atinado a decir.
—Ese punto de luz puede ser bueno para que pongas esta, creo que le dará mayor vida a tu casa y… —Cuando se encontró de frente con Ron, el hombretón palideció, pero Weasley por el contrario se puso muy contento.
—¡Neville! —Lo saludó con un abrazo afectuoso que el chico de cara redonda recibió con una sonrisa sorprendida. —¿Cómo has estado, hermano? —Hermione estaba en su asiento, mirándolos con una expresión de extrañeza y pánico que hizo a Longbottom mirarla con una sonrisa deformada.
—Bien, bastante bien… vine a charlar con Hermione sobre el asunto del grupo subversivo ese y si nuestros muchachos tienen algo que ver. —Dijo de pronto, como para excusar el que llamara a la puerta de la castaña tan temprano.
—Muy bien… pasa… ¡oye, tenemos que vernos después!... tengo que correr, entro a las ocho y treinta… los veré después, adiós Hermione. —Ron salió sonriendo, tras despedirse de Neville con un movimiento de cabeza, mientras éste cerraba la puerta tras el larguirucho Weasley, y dejaba la maleta en la mesa de centro de la sala, sin dejar de mirar a Hermione, ella dejaba caer la cabeza con fuerza sobre la barra.
—¿Durmió aquí?... ¿cómo es que Ronald duerme aquí y Pansy Parkinson se va a infiltrar a una banda delictiva por ti? —Hermione suspiró sonoramente contra el mantel, con los ojos cerrados fuertemente, al escuchar lo último, alzó la cara llena de enojo.
—No durmió aquí, vino a saludar… Neville, por amor, bendito… ¿qué está ocurriendo aquí? —Preguntó consternada, con tal mueca de espanto que Neville se sentó en la silla frente a ella muy pasmado.
—Hermione… creí que dijiste que habían terminado. —Murmuró sorprendido, ella asintió con suavidad.
—Terminamos, te lo puedo jurar. —Ambos se miraron sin comprender del todo qué ocurría, finalmente Longbottom susurró.
—Si hay un cabeza dura en el mundo, es Ron Weasley… creo que él no entendió del todo lo del rompimiento, Hermione. —La castaña sujetó la taza de café y le dio un sorbo para quitarse lo amargo de la boca.
—¿Qué voy a hacer?... ¿tengo que terminar con él de nuevo? —Preguntó con pesadumbre, Neville estiró la mano hasta tomar una de las salchichas del plato y llevársela a la boca con cuidado, sopesando lo que iba a decir.
—Creo que sí… y más vale que sea pronto. —En eso, ambos estaban de acuerdo.
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El peso en su pecho la hizo perder el aliento, se removió con molestia, el peso disminuyó en un lado, pero aumento en otro, Roar se estaba acomodando sobre ella; hizo lo propio, se movió también llevándose con ella al gato, tenía que acostumbrarse a ello. Mientras se daba la vuelta, el cuerpo se le quejó, dolía todavía aunque tenía que reconocer que menos que el día anterior, aquello fue un aliciente para levantarse de la cama aunque sin cerrar los ojos, Roar renegó sobre el colchón mirándola con un profundo y felino desprecio, para luego bostezar como si no le importara ya; Pansy se sirvió un poco de agua en un vaso, la bebió lentamente, luego fue al baño, se sentó y estuvo ahí un rato, mientras orinaba intentaba no perder el sueño, quedarse con la sensación de estar más dormida que despierta. Mientras se lavaba las manos, cayó en cuenta que no podría volver a dormirse, así que se lavó el rostro con agua fresca, aquello la ayudó a sentirse mejor.
Estirándose un poco a cada paso, decidió ir de nuevo a la cocina, ahora por algo mejor que agua, leche helada, el piso frío le iba haciendo recuperar la conciencia, sentía el cuerpo helarse fuera de la cama, intentó recordar en qué momento de la noche se había quitado la ropa de calle, pero no pudo, quizá mientras estaba todavía dormida, quizá con un hechizo simple; mientras se empinaba el vaso de leche en la boca, miró de reojo algo junto a la puerta.
Un sobre… con un listón.
Había empezado.
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Alguien golpeaba la puerta con fuerza, dos, tres, dos, tres golpes seguidos y sin interrupción, tuvo que salir del cuarto de baño secándose el cabello todavía con la mano, sacudiendo y salpicando para todos lados, Roar estaba sobre la barra de la cocina mirando por la ventana, se veía claramente que le molestaba sobremanera una visita tan temprana; abrió la puerta con serenidad, sólo para encontrarse con alguien que no estaba nada serena.
—¿Lo has visto? —Preguntó tendiéndole la revista, Pansy frunció el ceño y tomó el ejemplar de manos de Millicent que entró en la casa evitándola con un movimiento torpe y apresurado. —Dicen sólo tonterías, Pansy, sólo tonterías.
Pansy dejó de sacudir su cabello, tomó la revista y se sentó en el sitio más cercano para ello; durante la charla con Harry había visto la publicación de lejos, pero no realmente con profunda atención, ahora por primera vez, podía ver la revista en su totalidad. Hojeó las primeras páginas sintiendo primero un atisbo de divertida curiosidad, luego, con una pasmosa lentitud, una rabia contenida que se le montaba por la garganta y le escocía con violencia; aseveraciones de su ruindad, posibilidades de sus devaneos con Zabini (que eran ciertos), su romance largo y tórrido con Draco (todos lo sabían, para pocos era novedad), pero le atribuían también relaciones apasionadas y llenas de deseo con otros hombres, la mayoría poderosos, la mayoría ricos, todos guapos.
En el fondo, su ego se iba inflando y sintiéndose mejor, igual que su cuerpo aterido había amanecido aquella mañana listo para moverse con más soltura, siguió hojeando la revista, viendo las muchas declaraciones de conocidos y desconocidos, sobre sus extrañas formas de ser, sus excentricidades, como el salir con muggles aunque se suponía (todos creían eso) que los detestaba; pensaba mucho en ello, cada vez que lo leía, pensaba en ello: así era como la veían, las demás personas le veían así, como alguien frío, capaz de ejercer poder, de disfrutar con la incomodidad de los demás, alguien que se reía con sorna del resto del mundo mágico, alguien capaz de conspirar para hacer que un ataque al Ministerio, pasara de una novela a otra cosa… Cabecilla del ataque al Ministerio…
De pronto pareciera que su puesto tuviera mucho más poder del que realmente tenía, de pronto era como si fuera la líder perfecta de una maquinaria maligna hecha para vencer… podría en serio ganar al estar a la cabeza de ese grupo, ella podría llevar a los Sagrados Veintiocho al triunfo si tan solo…
Una gruesa tela negra le golpeó la cara y tuvo que volver la mirada desconcertada hacia quien se la había arrojado, Millicent le miraba con aire serio y desencajado.
—Deja de leer eso, vamos, iremos a comer algo fuera de aquí. —Bulstrode se le adelantó yendo hacia la puerta y abriendo de par en par, Pansy se levantó con el dolor de quien corrió cien kilómetros sin calentar, miró por última vez la publicación antes de dejarla caer en el sillón, se veía muy bien en la foto de la portada.
Caminaron algunas calles antes de desaparecer finalmente, Millicent llevaba la delantera, guiando a Pansy hacia algún sitio adecuado, pero cuando abrió los ojos y pudo ver bien dónde estaba, no le gustó nada aquello, quiso dar un paso atrás para no entrar, era un café mágico muy concurrido del Callejón Diagon, un sitio en boga que estaba llamando la atención, pero Millicent se volvió a verla con seriedad y le susurró al oído mientras la guiaba por la apretujada fila.
—Necesitamos llamar la atención… si vamos a hacer esto, Pansy, necesitamos llamar la atención. —Le sostuvo la mirada largamente, Millicent tenía los ojos oscurecidos, extraños, como si la estuviera recorriendo una adrenalina enorme, como si acabara de bajarse de la escoba de carreras que se partió en dos cuando intentó frenar con fuerza.
—No quiero que estés en esto. —Varias personas habían empezado a mirarlas, Millicent parecía perdida en mirar un aparador cercano, Pansy hizo lo propio revisando las uñas de su mano izquierda.
—No voy a dejarte sola en esto, ya lo he dicho, ya lo decidí… ahora, ¿qué piensas? —Una mesera pasó junto a ellas repartiendo menús, Millicent tomó uno de ellos y se lo mostró como quien está pasando la mañana amenamente.
—Me preocupa la oficina, deberíamos hacer una reunión con todos… algo así como una reunión extraordinaria, para verlos a todos y cerciorarnos de que esté todo bien. —Comentó mientras señalaba el plato de hot-cakes que se le antojaba, su acompañante asintió y comenzó a hablar al respecto, cuando alguien se les acercó.
—Vaya, vaya… señorita Parkinson, luce mucho mejor. —Era el sanador que la había atendido luego del ataque, parecía en serio sorprendido de verla ahí.
—La poción hace buenos efectos. —Alzó la barbilla y le guiñó el ojo con coquetería, Millicent alcanzó a ver a un par de mujeres tras ellas, que tomaron el gesto muy mal, llevaban en el bolso la fatídica revista.
—Sé que es efectiva, pero me preocupa ver los efectos tan rápidos… tendría que ir despacio, señorita Parkinson. —Le dijo inclinándose un poco para que nadie más oyera, las mujeres parecían querer sacarse los ojos para poder acercarlos con sus manos hacia el trío conversador. —No quiere consecuencias a la larga, ¿cierto?
—No se preocupe, iré con calma… sólo tenía que dejar el encierro. —Confesó mientras avanzaba la fila y Millicent pedía al fin la mesa para dos, cuando le dijeron que sólo había espacio en la terraza, en una mesa alta, lo aceptó; Pansy estuvo de acuerdo, después de todo, tenía razón, necesitaban un espacio abierto y propiciar cosas.
—De acuerdo, recuerde que debo verla en una semana… me preocupa la condición de sus pulmones. —Pansy asintió, Millicent se despidió del médico y ella hizo lo propio, sin más entraron en el lugar y siguieron a la mesera, había ruido, risas, niños, gatos que cruzaban el suelo frente a ellas; el lugar era acogedor, tibio y agradable, tres chimeneas bien repartidas por la estancia, candelabros de madera, meseras agradables.
—Bienvenidas. —Dijo la mesera dejándolas para que tomaran asiento, Pansy se quitó la chaqueta y la puso en el respaldo de su silla aprovechando para mirar alrededor, en una mesa cercana distinguió la portada de la revista, la cosa se pondría interesante; Millicent hizo lo mismo y mientras se sentaba finalmente, atinó a hacerle una señal con la cabeza, alguien venía entrando al lugar y Pansy se valió del reflejo de una lustrosa charola que decoraba la pared para ver quién era.
—Ay por Merlín. —Eran Draco, Astoria y Narcissa, sintió que la sangre se le iba al suelo, no sabía ni siquiera si lo prudente sería quedarse y no mirarlos o bien levantarse e irse, no tuvo que hacer nada, estaba tomando su asiento y la mesera empezando a tomar su pedido, cuando una mano confianzuda se deslizó por su hombro; era un roce que sabía de memoria.
—Buenos días, señoritas. —Millicent estaba pidiendo huevos fritos y pan francés, Pansy aún no decidía si quería café o té, pero con la sonrisa seductora que se le puso de frente, atinó a pedir el café.
—Draco, buen día. —Murmuró Millicent poniendo la servilleta en su regazo y tomando un trozo de tostada de las que les habían puesto sobre la mesa, Pansy ya tenía una en la boca y la estaba mordiendo para no tener que contestar.
—Supongo… sólo supongo, que ya viste esto. —Draco llevaba la revista enrollada y miraba a la lejanía por la terraza donde estaban, algunas personas les veían con sumo interés, había murmullos por todos lados.
—Siempre has hecho buen uso de lo que aprendiste en Adivinación, cariño. —Aquella última palabra se aseguró de decirla con tiento, arrastrada, alargada; la chica que les atendía volvió con las bebidas, el café le vino a gloria a Pansy, que se llevó la taza a los labios mientras Draco no le apartaba la mirada de encima.
—Nos están dejando como unos traidores… como unos puristas… dicen que tú tuviste que ver con el asunto del Ministerio. —Sonreía, pero sus ojos estaban llenos de cierto aire de repudio y enfado. —Esto no está bien, voy a demandar a esa revistucha.
—Y yo haré lo mismo, no te preocupes… pero es mejor si no le pones mucha atención, no queremos que piensen que esto nos preocupa. —Millicent le hizo un guiño, era el comentario adecuado, le daba aire despreocupado sin estarlo realmente, Draco se suavizó, recuperó un poco de la entereza y sonrió hacia la mesa donde su madre no dejaba de observarlo. —Escribiré a mi abogado y demandaremos, tendrán que emitir una disculpa pública y lo lamentarán. —Pansy miró a las chicas de la mesa del fondo que les miraban y les sonrió mientras les saludaba con la mano, abochornadas dejaron de mirarles.
—Sea entonces… disfruten su desayuno. —Draco se dio la vuelta para marcharse, no sin antes mirar con unos ojos homicidas a un par de meseros que se habían parado cerca de él para escuchar lo que decía. —Millicent, un placer.
—Siempre, Draco. —Contestó la mencionada, que recibía de la mesera un platón con fruta que les llevaban sin haberla pedido.
—¿Y esto? —Preguntó Pansy a la chica cuando le dio uno igual.
—El dueño me pide que les salude y agradezca el venir… han entrado más de treinta personas luego de que ustedes llegaron. —Millicent soltó una carcajada y aquello relajó a Pansy, concluyó que sería buena idea en efecto demandar, si sacaba algo de dinero extra a costa de aquello, no había sido todo una pérdida.
El desayuno pasó así, entre miradas y susurros indiscretos, conforme pasó el rato, Pansy pidió pluma y papel para una carta, el dueño le envío sellos finos y su lechuza personal, el lugar estaba a reventar; Pansy escribió a su abogado para pedir que iniciara la demanda, escribió a Padma para saber qué consecuencias tendría aquello para su oficina, después escribió a Hermione, pero acabó sin decir nada y tachó el nombre con violencia en la hoja, para luego hacer un embrollo del pergamino, enviar las que había escrito y seguir en la comida con Millicent. Charlaron de cosas sin sentido, tratando de ignorar que estaba ocurriendo todo a su alrededor, estaban echando a andar la maquinaria.
Antes de abandonar la mesa, Pansy usó su varita para reducir a cenizas el papel arrugado que fuera la carta a Hermione; aunque había tachado varias veces el nombre, no quería arriesgarse a que alguien lo descubriera con magia.
—Mejor cenizas. —Millicent asintió, ambas se fueron de ahí entre miradas, susurros y demás.
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Miércoles 11 de noviembre
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Dejó que su mano descendiera por aquel vientre, suave, lento, primero muy lento, tanto que podía sentirla vibrar bajo su tacto, sentirla ceder bajo su mano caliente y temblorosa, de sus labios retumbó aquel "A ti", como algo parecido a un conjuro aturdidor, inmediatamente la sintió sacudirse, igual que su boca, igual en su boca; en la oscuridad de la habitación no tuvo miramientos en meter su mano dentro del pantalón de aquella pijama, Hermione se cimbró mordiéndole los labios, supo que si daba ese paso, no habría vuelta atrás, pero no tuvo tiempo de dudarlo, la castaña rodeó con sus brazos su cuello y tiró de ella hasta derrumbarse ambas sobre la cama revuelta.
Olía a sueño. Olía a cama caliente de la que alguien acaba de levantarse, mientras escalaba para colocarse sobre Granger, tuvo que dejar de comerle la boca y ambas aprovecharon para mirarse y quizá, sopesar lo que estaba ocurriendo; había en la piel de la nariz de la ex Gryffindor un tono sonrosado dulcísimo, tenía además los labios hinchados de las acometidas anteriores y las pestañas, oscuras y apenas rizadas, daban a sus ojos una tonalidad de café cargado en la mañana, como en ese preciso momento. No lo pudo evitar, le sonrió, pero era la sonrisa de la niña que mira su peluche en la cama y se tiende hacia él, era la sonrisa de la adolescente a la que le compran la túnica nueva que vio en el aparador, la de la novia que recibe el ramo de manos del enamorado; Hermione sonrió con los ojos, jamás con los labios, porque estos se abrieron, se acompañaron de sus manos para sujetarle el rostro y tirar de ella, para sin compasión estamparse contra los suyos con sed animal.
Pansy tomó aquello como una invitación a seguir, reptó cama arriba y se colocó sobre Hermione, que debió sentir la posición incómoda porque intentó empujarla y hacerla al mismo tiempo subir más, sin dejar de revolverle los labios con imperiosa necesidad. Respiró fuerte, con un sonido estruendoso de su nariz y dejó que su lengua lamiera el espacio entre los labios de la castaña, permitiéndose así saltar del inferior al superior dejando un hilo de saliva cristalina, Granger alzó un poco la cara y le dejó hacer, apoyó las manos en la cama como para atraparla y la castaña pareció dejarse bajando las suyas para llevarlas a su cintura; con asombro, sintió Pansy aquellos dedos prenderse de sus costados, luego, sujetar la blusa de satín con fuerza y llevarla arriba, no puso peros, al contrario, se apoyó en sus rodillas puestas entre las piernas de Hermione en ese momento, dejó que le sacara la blusa y sintió aquella boca caliente besarle la forma escondida bajo piel de las costillas, subir hasta la costura del sujetador, morderlo, luego perderse, para ser seguida de una nariz que se deslizó pecho arriba, por el cuello, por la barbilla, hasta la boca.
Mientras la castaña le buscaba la oreja izquierda, ella se dio vuelo con las manos por aquellos hombros y sí, sacó de un tirón la parte superior del pijama de su acompañante y al hacerlo, atinó a tirarse sobre ella y a besarle nuevamente; así, torsos semidesnudos, el tacto del cuerpo tibio de Hermione la hizo sonreír, entonces hubo un cambio, al encogerse un poco con su dolorida espalda, atinó a presionar con su rodilla la entrepierna de la castaña, que dio un respingo extraño, como un temeroso revolotear de mariposa y los ojos se le encendieron como dos bengalas; aquello fue hipnótico e intentó hacerlo de nuevo, las manos de Hermione se le fueron a la piel, arañaron cuando sintió aquella invasión, pero no lo repelía, sólo le sorprendía. Entonces Pansy se tiró de lleno sobre ella y le comió la boca, mientras con dolorosos esfuerzos usaba su rodilla para estimular la parte interna de las piernas de Granger, que contenía la respiración y entrecerraba los ojos volviendo la cara a un lado, conteniendo los gemidos que le salían del fondo de su cuerpo adormecido, abotagado.
Besaba aquel rostro y luego lo contemplaba, mientras usando su pierna prodigaba torpes y recién descubiertas caricias, pronto sintió la tela de su pantalón mojada y supo que Hermione se estaba preparando para algo más, no sabía si estaba haciendo lo correcto, pero usó su pierna para separar las de la castaña y deslizó con cuidado su mano dentro del pantalón de su pijama.
—Hermione… —Susurró a su oído mientras deslizaba sus dedos, Hermione no escuchaba, parecía temblar como una avecilla que acaba de nacer, la mano de Parkinson fue a alojarse en aquel sexo, húmedo y caliente y sus dedos acariciaron con suavidad aquellos labios, mientras los suyos besaban la boca de la castaña que había abierto los ojos tomada por sorpresa; el índice se introdujo suavemente y atinó a encontrar su meta, la suave y dulce protuberancia cedió al roce de Pansy como un pececillo que acepta una cercanía y apenas con la primera caricia Granger dejó escapar un gemido largo y profundo, arqueando atrás su cuello y tendiendo con fuerza sus piernas, a Pansy le pareció estar sintiendo justo lo mismo.
—Pansy. —Fue rápido, fue silbado, las manos se prensaron a su brazo, la cara se vino al frente, el beso posterior fue como comerse una fruta madura luego de semanas de hambre; volvió a rozar con suavidad, la castaña se sacudió contra su brazo, otro roce y la reacción se repitió, lo hizo de nuevo mientras buscaba morder aquel cuello que se le presentaba dispuesto, Hermione temblaba entera, como una hoja golpeada por el viento.
Cada roce era un gemido, cada gemido una sacudida eléctrica y Pansy se sorprendió terriblemente excitada, mojada quizá tanto o más que Hermione y como hipnotizada, empeñada en prodigar aquella caricia extraña y nueva y cuando Granger al fin se quedó sofocada, con la boca abierta clavada contra su mejilla, supo que había descubierto algo nuevo, que había logrado algo más… ambas tardaron un rato en saber lo que había pasado, pero no le dio tiempo a pensarlo, Hermione le besó, cansada, embelesada, mordiendo su labio inferior con una fuerza y arrojo venenoso, con ansiedad. Era Hermione siendo Hermione.
Más que nunca.
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