Ha pasado tanto tiempo, que incluso me da pena ya justificarme, así que en esta ocasión, diré más bien poco; es un capítulo breve, pero creo que da buena continuidad a lo que estamos enfrentando... Demasiado no se ha muerto, tampoco andaba de parranda como decimos en México, simplemente, estuvo en un largo hiatus... pero el hijo pródigo ha vuelto, quizá con un capítulo más breve que de costumbre, pero esperemos que al menos, una vez al mes, por acá nos veamos... y podamos ver pronto el final de esta historia.
Las pobres lo ameritan... las pobres de las protagonistas y las pobres de nosotras... saludos, gracias, infinitas si de pura casualidad siguen por aquí.
Traduttore traditore (o de la semana que no debió ser)
PARTE VI
But something's coming over me to make me wonder
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Miércoles 11 de noviembre
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Deslizó las puntas de sus dedos por el antebrazo, lentamente, mirando la piel aquella como si la vida se le fuera en ello y es que se le iba, se le iba a borbotones y no quería mirarla; de haber vuelto los ojos a su rostro, habría perdido el valor, el temple de estar ahí, sobre ella, casi a horcajadas, mirando aquella piel. No alcanzaba a entender lo que eran, lo que sentía, hace unos segundos había estado inundada de un placer físico que le nublaba la razón, pero ahora, quedaba otra cosa; podía sentirla respirar debajo suyo y se inclinó para dejar que su cuerpo la cubriera, no quería mirarla a los ojos, porque ahora sentía pena, pudor… por eso concentró sus ojos en aquella piel y en la sensación cálida, húmeda de su cuerpo debajo suyo. Respirando contra aquel pecho, llevó sus dedos brazo arriba y se concentró en el hombro, entonces lo vio, había una línea morada, roja azulosa que empezaba a ponerse amarilla en los bordes, era la marca de un golpe y el estómago se le encogió como el armadillo que se cierra, que se oculta; eran marcas residuales de aquel ataque, de aquella barbarie y sintió miedo, uno más importante que el que había sentido antes más impulsado por el pudor que otra cosa.
—¿Todavía te duele? —Indagó en la penumbra de la habitación oscurecida, mirándola a los ojos y viendo en ellos una chispa de inquietud, Pansy alzó su mano libre, la del brazo que no acariciaba y la llevó a su rostro, con sus dedos delgados acarició su nariz y cerró sus ojos rozando sus párpados, Hermione quería una respuesta, tenía la boca del estómago abierta, clamante; pero Parkinson no quería contestar y se incorporó para deslizar su boca húmeda por su cuello, Hermione sintió un escalofrío. —¿Estás mejor?
Pansy llevó aquella misma mano a su espalda, metiéndola bajo su brazo, atrayéndola hacia sí, Hermione tembló, aquellas caricias eran distintas a las de hacía un momento, ahora había una lentitud y una cadencia que la envolvían como un calor embriagador; pero necesitaba saber, pensaba en su cuerpo lastimado, en su dolor escondido bajo capas de piel magullada, en el rostro desesperado al que le había abierto la puerta apenas unos instantes antes. Pansy dejó a sus dientes regodearse en su garganta, mientras sus manos, ágiles y gentiles, buscaban el broche de su sujetador para quitárselo, Hermione se sentía más abrumada, más trémula, quería dejarse hacer, pero también quería saber.
—¿Estás mejor? —Murmuró dejándose hacer, perdiendo el aliento hacia la última palabra, la morena no decía nada, ocultaba su rostro en buscarla, en prodigarle caricias silenciosas, Granger se descubrió cediendo a un movimiento lento, en el que su compañera la acunó en su brazo, llevándola de lado de nueva cuenta a la calidez de la cama, donde la recostó como una madre a un hijo pequeño; recostada a su lado, Pansy llevó su mano a aquel pecho tembloroso, y dejó que su palma cubriera su seno derecho, presionando apenas con una ternura que no le habría creído posible minutos antes.
—Hermione. —Murmuró llevando su boca a su oreja, con un sonido sibilante que acompañado de aquella presión, la hizo aspirar en búsqueda del aíre que su cercanía le arrebataba; volvió sus ojos a ella y por el rabillo del ojo, la miró observándole. —Quiéreme. —No supo qué hacer, de pronto la mano sobre su seno se había deslizado hacia su costado, dejando que el pulgar redondeara su pezón endurecido de excitación. —Por favor, quiéreme. —Volvió a suplicar con su aliento ardoroso quemándole la mejilla, con su voz obnubilada casi perdida en un sollozo, Hermione tragó saliva con doloroso esfuerzo, mientras su cuerpo tembloroso cedía a una nueva caricia de aquellos dedos sobre su pecho, y de aquella boca contra su oreja.
—Quédate conmigo. —Se descubrió contestando mientras de nueva cuenta su vientre se sacudía y la habitación volvía a llenarse de las dos, Pansy retiró su mano de aquel su seno que se sintió abandonado y la llevo a su mentón, obligándola a volver su rostro a ella, le miraba como quien cree que se va a morir, que tiene que memorizarlo todo…
—Todo lo que hago, cualquier cosa… —Masculló sin dejar de mirarla fijamente, con el sonrojo en las mejillas más lindo que Hermione había visto nunca. —… todo lo hago para quedarme contigo… —Aseguro para luego besarla, con el beso sonoro de un novio de colegio, de una madre que mima a su hijo, de una amante que necesita más tiempo, dejando a la saliva indiscreta empaparle sus labios con delicioso afecto. —… pero quiéreme. —Volvió a pedir, mitad deseo mitad exigencia, y cuando volvió a estampar sus labios con fuerza sobre los suyos, sujetándola con fuerza por su cuello, Hermione supo que no tenía que pedírselo, porque la quería más que a sí misma y entre tanto amor, se estaba muriendo de miedo.
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—Quiéreme, por favor… Hermione… quiéreme. —Pidió deslizando su nariz desde su oreja, por la línea de su mandíbula cuello abajo, buscando impregnarse del olor de su cuerpo, de su piel, había llevado sus piernas a envolver el cuerpo de la castaña y pronto dejó que su boca acariciara su garganta, su pecho, lentamente y en descenso aquel espacio al centro de su pecho; la escuchaba respirar pesado, a veces como si suspirara ahogada, como quien solloza pero no era eso… y de pronto aquellas manos fueron a colocarse en su rostro, deslizándose entre sus cabellos.
¿Por qué no lo dice?
Sintió una profunda ansiedad, necesidad de hacerle sentir, de quizá despertar con sus caricias aquello que quería que sintiera, quizá a fuerza de contacto, pudiera comprender lo que necesitaba; acunó entonces entre sus labios aquel pezón izquierdo y con su lengua le procuró las mismas caricias que muchas veces había dado a Draco, pero que ahora sí sentía, ahora iban maquilladas de algo que le nacía en el estómago, que le brotaba por el cuerpo y se le florecía en los oídos; así que era como con Draco, pero el efecto acá fue increíble y diferente, con un gemido sensual que jamás habría imaginado y pensó por un breve instante que no importaría si no lo decía, y se concentró de nuevo en sentir, en hacerle sentir también; había una trémula necesidad de poseerse, por un instante brevísimo se preguntó si hacía aquello por puro deseo o lo hacía porque estaba haciéndole el amor.
Hacer el amor.
Hacerle el amor acariciando con su lengua la protuberancia rígida de su seno, como la punta enrudecida de un arma que atraviesa la piel, su piel, en un camino incandescente en dirección a su corazón, de manera que no podía sino desearla más. Sí, le hacía el amor, era real, era eso y por eso lo necesitaba y dejó de nuevo de prodigarle aquellas caricias, subió con su nariz deslizándose entre sus senos para volvérselo a decir.
—¿Me quieres? —Preguntó, ya no lo exigía, ya sólo atinaba a suplicárselo y sus ojos, aquellos ojos castaños la miraban en una bruma de…
Hacer el amor.
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Domingo 15 de noviembre
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Aquello era una locura, uno de los cojines del sillón delante de ella, ese que era mera decoración del jardín, salió volando y se hizo pedazos, dejando caer plumas como copos por todo el lugar; copos que se perdían entre líneas rojas y verdes, entonces una de las plumas se prendió en llamas y salió disparada contra una mesa, prendiendo fuego a un mantel; respiraba agitada e intentaba mantenerse cubierta a fuerza de evitar hechizos y atacar a quien podía localizar al frente, intentaba avanzar, intentaba atacar y cuanto más se movía a diestra y siniestra, más tenía que abrir el compás de sus hechizos, porque no eran dos, quizá tampoco tres, empezaba a pensar que eran al menos una docena de atacantes y sus acompañantes no eran buenos peleando.
Algo la mordió, como si le hubieran dado un tijeretazo en el hombro izquierdo y se dio media vuelta del impacto, mientras el hombre a su izquierda la protegía con su presencia y sus hechizos, apenas perceptibles para sus oídos ensordecidos, miró su mano en un movimiento rápido y se encontró sangrando, alzó la vista a los comensales que quedaban en pie y pudo notar que luchaban con todas sus fuerzas por defenderse y defenderla, en ese momento volvió a enderezarse, al tiempo que una mesa colapsaba y se escuchaba el cuerpo pesado de alguien al caer al césped, intentó levantar la mirada para ver a sus enemigos, pero casi de inmediato un Expelliarmus resonó en sus oídos y una varita cruzó frente a ella, estaban desarmando a sus aliados.
Se humedeció los labios antes de ponerse de pie ignorando la fría humedad de los dedos con los que se había tocado el hombro y que ahora le entorpecían un poco el movimiento de la varita, la alzó y conjuró un Patronus, mas su mente abotagada y el sonido estruendoso de la batalla le nubló la razón: ¿A dónde enviarlo?
La primera persona en su mente fue Pansy y así lo hizo, le salió sin querer, en la premura del horror mientras veía un cuerpo salir volando por los aires y destrozar la mesa del buffet a unos metros; y nada más hecho aquello, se arrepintió, ¿cómo diablos iba Pansy a acudir a socorrerla?, ¿qué diablos iba a hacer para venir?, ¿y los hombres que la estaban monitoreando?, ¿y aquellos que querían convencerla de unirse a su movimiento?, con todas sus fuerzas pensó en hacerlo volver, pero no estaba segura de si aquello funcionaría; entonces lo escuchó, como un movimiento rápido a su espalda que la hizo volverse, pero no era eso, la batalla seguía un orden, era otra cosa, siguió peleando, arrojando y golpeando, cortando y aturdiendo, evadiendo escudos y protegiendo, cuando de pronto nuevamente un zumbido. Frunció el ceño al tiempo que se daba un instante para enviar un segundo Patronus, esta vez a Ginny, fue lo primero en su mente, sólo eso y llevarse las manos al bolsillo interior del saco, buscar una moneda y mover con su dedo los números en ella.
—¡Hay que entrar al edificio! —El zumbido vino de pronto a su espalda y casi le rozó la oreja, pero no era un encantamiento, no era una maldición, entonces algo le dio un vuelco.
—Llamen refuerzos, son demasiados. —Exclamó echando a andar hacia la puerta a su espalda, protegiendo con movimientos semicirculares de varita a los que la rodeaban, unos empezaron a correr, estaban buscando refugio y sintió que entre aquellos atacantes, alguien la tenía en la mira.
—¡Muerte a la sangresucia! —Escuchó gritar de pronto al tiempo que tres rayos verdes cruzaban el espacio entre ella y su resguardo y un cuerpo caía pesado, muerto; el zumbido se hizo más fuerte, pero entonces lo sintió distinto, no era algo junto ella, no era una voz a su espalda… era una voz intentando abrirse paso en su mente.
Legeremencia.
Un espasmo de horror la golpeó como una maldición aturdidora a su protector dos metros a la izquierda, alguien intentaba entrar a su mente, leer en ella… de inmediato masculló un hechizo, pero sabía bien que era insuficiente, tenía que huir; de pronto dos formas humeantes vinieron de su espalda, un humo pálido y platinado que se fue solidificando a su lado, eran los refuerzos. Pero los enemigos parecieron también aumentar, cuatro espasmos, como disparos de barrio a media noche, cimbraron sus oídos y supo que habían llegado más y en un movimiento abrupto, volvió a ver aquella figura, ahora envuelta en una túnica que se perdía entre los rayos y el humo a su alrededor… pero habría jurado que conocía aquel porte. Estaba segura que era…
Echó a correr hacia un sitio más seguro, un auror había llegado a su espalda y cuando se dio la vuelta para alcanzar refugio a su lado, sintió el calambre; como una corriente eléctrica a la altura del glúteo izquierdo, algo que penetró en su piel y corrió cuerpo arriba, congelando su columna y haciéndola arquearse atrás como un títere de trapo. Justo en ese momento, vio algo por el rabillo del ojo, pero no era una persona, era alguien entrando en su cabeza y con el alarido de dolor del hechizo que la había impactado, lo sacó con un portazo de su cerebro aturdido.
ATRÁS
Gritó mientras se iba al suelo y vio en su cabeza lo poco que quién fuera había alcanzado a hurgar: Harry blandiendo la revista, Harry buscando arrestar a Pansy, Neville en su casa, Ron viniendo a buscarla, Ginny inflamada. No hay peligro, pensó al tiempo que alguien la sujetaba del brazo y le ayudaba a incorporarse, de pronto hubo un estallido y fue una llamarada azul embravecida y ella y su acompañante rodaron por el piso, cuando parpadeó no había nadie más en su rabillo del ojo, pero alguien cerca le apuntaba con una varita y el calambre se repitió, fuerte, certero, venenoso haciéndola rebotar en el piso como un maldito salmón. Gritó aterrorizada, cuando otro conjuro le impactó en la cara, el hilo de sangre que salió de su nariz al reventarse la hipnotizó como si estuviera mirando una cobra; derribada en el suelo luchando por respirar entre el borbotón de sangre, escucho aquella voz y la reconoció perfectamente de tantas veces que la había escuchado decirlo…
—Al fin, Sangre sucia.
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