Capítulo 3. La sala de música.


Astoria estaba en la sala de música tocando una bella, pero triste melodía para violín mientras los últimos rayos de sol se colaban a través de los ventanales de la habitación. La música se fundía con el canto lejano de los pájaros del jardín, que parecían querer acompañar con su canto a aquella bella música que brotaba de las finas y delicadas manos de Astoria mientras frotaba magistralmente las cuerdas de su violín con el arco.

La sala de música fue recuperada por Astoria tras años de abandono por el desinterés de los últimos Malfoy por las artes. Los antecesores de su marido habían dejado de lado la belleza de las artes musicales y escénicas para centrarse en las "materias prácticas y realmente provechosas" como solían decir los retratos de Abraxas y Lucius Malfoy cada vez que escuchaban alguna mención a ellas. Así, cuando tomaron posesión de la mansión y Astoria descubrió la vieja y abandonada sala de música, se puso manos a la obra para arreglar y acondicionar el espacio y los pocos instrumentos que allí se encontraban.

Es una sala amplia de planta ovalada, con paredes pintadas en gris perla, con techos pintados con frescos con alegorías a las artes y con estucados que dan la sensación de estar viendo el cielo con unos ángeles que parecen sostener la bóveda pintada. Del techo cuelga elegantemente una lámpara de araña de cristal de roca que ilumina la estancia en sintonía con los candelabros de bronce de la pared. Los aterciopelados cortinajes verdes de los ventanales dejan pasar la luz el reflejando su destello en los espejos y marcos dorados de los cuadros, dando mayor sensación de luminosidad, tal como le gusta a la joven dama.

Dado que los instrumentos se encontraban en un pésimo estado, únicamente pudo salvar el viejo piano, que fue arreglado y afinado por ella misma. Tiempo después incorporó un clavecín, un arpa, un violonchelo y otros instrumentos de menor tamaño. Acondicionó la sala con sillas y sillones, así como con atriles y un escritorio, donde Astoria trabajaba en sus propias composiciones.

Draco se acercó atraído por la bella melodía que tocaba su esposa, pero no entró en la sala. Se quedó en el marco de la puerta recostado, escuchando la canción sin que ella notara su presencia para poder seguir disfrutando del don de su esposa, y a la vez recordar otra de las maravillas que le habían llevado a enamorarse de ella.

Conocía a Astoria desde su etapa en el colegio, ya que era la hermana menor de una de sus mejores amigas y ahora cuñada, Daphne Greengrass. Sin embargo, nunca le prestó atención en esa época ya que solía estar más preocupado en molestar y reírse de otros estudiantes, coquetear con otras chicas y dirigir a su casa como si fuera el mismísimo rey de las serpientes. Sin embargo, la guerra vino al encuentro de toda esa generación, desbaratando y trastornando la vida de los jóvenes magos. Las hermanas Greengrass no fueron una excepción. Ellas se marcharon a Francia junto con sus padres para evitar involucrarse en esa guerra fratricida y sin sentido, manteniendo un perfil bajo. No es que su familia rechazara los dogmas de la pureza de la sangre, al contrario, los seguían como fervientes seguidores, pero aborrecían la violencia y el derramamiento de sangre que los mortifagos infligían a sus enemigos.

A pesar de la educación recibida, Astoria siempre había sido una especie de oveja negra. No secundaba los preceptos de la pureza ni le gustaba la idea de ser otra señorita sangre pura en busca de un buen matrimonio que sus padres pretendían que fuera. En Hogwarts era de las pocas estudiantes de Slytherin que podría decirse que tenían criterio propio. Era muy inteligente y amable con el resto de los compañeros de otras casas, incluso con los nacidos de muggle, cosa que no sentaba del todo bien en su casa, aunque la dejaban tranquila gracias a su apellido.

Tanto Astoria como Daphne habían recibido en casa una instrucción musical básica como era costumbre en las mujeres de la alta sociedad. Ambas aprendieron a tocar el piano y otros instrumentos de su elección: Daphne la flauta travesera y Astoria el violín. Mientras que Daphne abandonó la práctica musical en su adolescencia, Astoria la siguió cultivando. Se apuntó en el Coro del Sapo y siguió practicando y aumentando su instrucción musical, llegando a ser muy competente con el violín.

Así, después de terminada la guerra, terminó sus estudios en Francia, e ingresó en el Conservatorio Mágico de París, una de las más reputadas instituciones artísticas de la Europa mágica.

Draco la vio por primera vez en años en un concierto de la Orquesta Mágica de Francia donde ella había sido contratada por su talento. Draco no pudo parar de mirar desde su palco a aquella violinista castaña.

- Parece que al final el concierto ha logrado ser de tu interés – le susurro su madre.

Él sonrió ante el pícaro cometario de su madre y siguió disfrutando del concierto, a la vez que trataba de recordar de qué le sonaba aquella joven que le dedicó una sonrisa desde el escenario cuando la pieza terminó.

Días después, su madre le arrastró en contra de su voluntad a una fiesta organizada por la familia Greengrass. Tras la guerra, Draco había perdido el interés en las fiestas, bailes y otros eventos que la alta sociedad mágica inglesa en el "exilio" organizaba para intentar crear la apariencia de que nada había cambiado. Salvo que todo había cambiado, al menos para él. Así, soportaba las soporíferas fiestas bebiendo con los pocos amigos que le quedaban mientras esperaba con alivio la hora de irse. Pero en esa fiesta estaba solo. Blaise se había ido de viaje con su nueva conquista a Italia, Theo no había aparecido por la fiesta y Daphne estaba demasiado ocupada haciendo de anfitriona que no había podido pasar mas de un minuto con él. Su madre, por el contrario, se hallaba sencillamente en su ambiente. Cuando dieron las once, estuvo a punto de retirarse discretamente a su residencia, dejando a su madre allí cuando una dulce voz le habló por detrás.

- ¿Una buena velada, verdad, Malfoy? – dijo Astoria con ironía.

- Una fiesta fantástica – contestó Draco arrastrando las palabras siguiéndole el juego – me lo estoy pasando como nunca.

- Entonces estamos igual de desesperados porque termine este suplicio – dijo Astoria poniéndose a su lado, con una copa de champan en su mano, observando a la gente bailar.

- Has crecido pequeña Greengrass – comentó Draco mirándola con una sonrisa – hace mucho que no nos veíamos.

- Realmente no hace tanto tiempo – respondió Astoria – si no contamos la pasada noche en el concierto.

- ¡Eras tú! – exclamó Draco sorprendido. Por fin había dado con la identidad de la joven de pelo castaño y ojos cafés que había observado en el concierto y se alegró por ello.

- Te reconocí en cuanto te vi en el palco, aunque pareces distinto a nuestra época escolar – dijo mientras empezaba otro baile, no quiso decirle que sus ojos denotaban una terrible oscuridad.

- Ya no llevo el pelo engominado – dijo con sarcasmo Draco.

- ¡Otra vez otro aburrido vals de Bulstrode!¡Mi madre tiene el gusto musical atrofiado! – se quejó Astoria.

- Veo que la música es tu pasión – dijo Draco asombrado – debes de tener mucho talento para estar en la orquesta de Francia.

- Aun siendo musico profesional, la más joven en años en ser admitida en la mejor orquesta mágica del mundo, mis padres no confían en que sea una carrera digna de mi posición, piensan que debería buscar un esposo pronto y ayudar a criar otra generación de sangrepuras.- dijo resignada la joven

- ¿No quieres casarte ni tener hijos? - preguntó Draco curioso.

- Si tengo que casarme, no quiero que sea por imposición, ni tener que seguir esas absurdas tradiciones - dijo Astoria – quiero que sea por amor, no por deber. - Draco la miraba con asombro, no se esperaba una confesión como esa.

- Estoy de acuerdo contigo – afirmó Draco – mi madre no para de presionarme con lo mismo.

- ¿Te apetece dar una vuelta por el jardín y nos escapamos un rato de este suplicio? - preguntó Astoria

- Porque no – dijo Draco con una sonrisa tendiéndole el brazo como un caballero, que ella tomó, marchándose juntos a los bellos jardines de la villa.

Draco recordaba esa noche como una de las mejores de toda su vida. Siempre tendrá que estarle agradecido a su madre por haberle obligado a asistir a esa fiesta de los Greengrass donde conoció al amor de su vida. Astoria continuó su carrera musical en la orquesta hasta que se casó con Draco, cuando decidió volcarse de lleno en su matrimonio y en su papel de nueva señora Malfoy, aunque sin dejar su pasión por la música. Continuó tocando el violín y componiendo su propia música, que nunca ha publicado pese a la insistencia de su amado esposo. También enseñó a su hijo a tocar varios instrumentos, entre ellos el violín, el instrumento predilecto de ambos. Scorpius ha heredado varios dones de su madre, entre ellos, el talento musical, y es que no pudo tener mejor maestra.

Astoria terminó de tocar esa melancólica y triste melodía, que le había hecho derramar sin querer una lágrima que recorrían su mejilla. Dejó el violín en el escritorio y tomó un pañuelo para secarse esa traviesa gota que se había atrevido a salir. Draco aprovechó el momento para entrar en la sala. Rodeo por detrás a su esposa con los brazos y le dio un cariñoso beso en el cuello. Ella se giró dedicándole una sonrisa, respondiéndole Draco con un casto beso en los labios. Se sentaron en el cómodo sofá Luis XV de la sala. Draco observó por un momento el cuadro central de la pared. Era un retrato de los tres, pintado hace un par de años, durante un viaje a San Sebastián. Giró la cabeza para observar los otros cuadros: uno de Friedrick Ponce, un compositor del siglo XVII que trabajó como maestro de capilla de la catedral de York y de la familia Greengrass, y otro de August Cornwallis, compositor bajo la protección de Septimus Malfoy, allá por el siglo XVIII.

- Una muy bonina pieza Astoria, aunque algo triste – le dijo Draco - ¿Es tuya? - preguntó interesado.

- Si – dijo Astoria – es parte de un concierto para cuarteto de cuerda que estoy escribiendo.

- Deberías publicar tu música Tory – recomendó Draco por milésima vez – te mereces un poco de reconocimiento por tu trabajo. Quizá algún día tu cuadro aparezca en una sala como esta - dijo señalando los cuadros de la sala.

- Siempre me dices lo mismo – dijo Astoria – sabes que no necesito el éxito para ser feliz. Con teneros siempre a ti y Scorpius me basta.

- Vas a hacer que me sonroje- le dijo Draco con las mejillas cogiendo un poco de color- pero lo digo enserio, tu talento no es para que se mantenga oculto.

- Algún día – dijo Astoria dando por zanjado el tema - ¿has recibido alguna carta de Scorpius?

- No, pero supongo que pronto nos llegará alguna – dijo Draco con seguridad – solo espero que no se esté metiendo en muchos problemas.

- Eso es lo que tu quisieras, pero siento decirte, que nuestro hijo se parece más a ti de lo que crees.

- Mientras no sea como yo en mi época escolar – dijo Draco

- ¿Otra vez atormentándote con el pasado? – preguntó Astoria.

- Tengo el presentimiento de que no le está siendo fácil lidiar con mi pasado, es una carga excesiva para un niño, nos oculta cosas en sus cartas, estoy seguro – aseguró Draco un poco compungido.

- No debe ser fácil estar en una casa en la que no conoces a nadie, pero Scor es fuerte y valiente, lo superará – intentó calmar – y nosotros estaremos ahí para apoyarle.

- Eso no quita que pueda afectarle – dijo Draco – sabes que los niños pueden ser muy crueles. ¡Diablos, yo fui uno de esos niños crueles! - dijo señalándose.

- Draco, últimamente pareces un Hufflepuff al que le han quitado sus golosinas – dijo Astoria riéndose.

- ¡Oye! – se quejó fingiendo molestia – simplemente yo…- no terminó la frase.

- ¿Qué te parece si nos vamos a cabalgar un rato? – sugirió Astoria – yo ya he terminado por hoy.

- Mejor, ¿Qué te parece si pedimos algo para merendar, cogemos los caballos y pasamos el resto de la tarde paseando por el campo sin que nadie nos moleste?

- ¿No tienes que volver al trabajo? – preguntó Astoria. Draco era un hombre muy ocupado, le gustaba llevar al día sus negocios, pero siempre atendía a las necesidades familiares por encima de todo.

- Puede esperar a mañana – respondió Draco.

- Recojo esto y me voy a cambiarme de ropa – dijo Astoria - ¿nos vemos en el vestíbulo en media hora? – Draco asintió.

Pasaron el resto de la tarde montando a caballo y paseando por los lindes de la finca, disfrutando como si fueran jóvenes adolescentes enamorados, alejándose de las preocupaciones de su vida diaria, como cuando disfrutaban de su noviazgo en Francia, donde pocos los conocían y podían pasar desapercibidos. Las escapadas para cabalgar y ver el atardecer sobre la campiña francesa era una de sus actividades favoritas.

Volvieron a la mansión cuando estaba anocheciendo. Antes de retirarse a su cámara, el matrimonio volvió a la sala de música, pues Astoria había olvidado una cosa en su escritorio, algo que había llegado esa tarde.

- ¿Qué te traes entre manos, Astoria? – preguntó Draco.

- Mientras trabajabas llegó esto a la mansión – respondió mientras sacaba un sobre de color amarillo y se lo pasaba a su marido

- Por fin han llegado las entradas del Mundial de Quiditch – dijo Draco observándolas – ya creí que no iban a llegar nunca.

- Te dejo que lleves a Scorpius si me prometes que no le dejarás que vuele solo – le pidió Astoria.

- Tranquila, que no le perderé de vista, a pesar de que vuela mejor que yo – reconoció Draco – ¡pero no se lo digas! – dijo entre risas

Un elfo domestico se apareció en la habitación anunciándoles que Narcisa les estaba esperando para cenar. Draco le dijo que irían enseguida y le mandó que se lo dijera a su madre. El elfo se desapareció para cumplir con las órdenes dadas.

- ¿Le has dicho por fin a tu madre eso que le tenías que decir? – preguntó Astoria

- ¿A qué te refieres? – Dijo Draco fingiendo no saber a qué se refería.

- Lo sabes bien – replicó Astoria - Puedes intentar esquivar el tema todo lo que quieras, pero tarde o temprano se lo tendrás que decir – dejo Astoria – si es que no lo sabe ya.

- Mañana sin falta se lo diré – prometió Draco.

Promesa que muy seguramente incumpliría, ya que no se atrevía a darle esa clase de noticia a su madre, que montaría un verdadero escándalo que les atormentaría a Astoria y a él cuando se enterara de que su querido nieto, el heredero del linaje de los Malfoy, había sido sorteado semanas atrás a la noble casa de Godric Gryffindor.


Espero que estos relatos os gusten.