Capítulo 7. La sala de las margaritas.


Si había algo que Draco más detestaba era la impuntualidad. No le gustaba llegar tarde a los sitios, pero tampoco llegar demasiado pronto. Llegar puntual, ese era su estilo. Una lástima que nunca fuera una de las virtudes de su esposa, y menos cuando se juntaba con su hermana Daphne, la cual desde niña solía llegar tarde a los sitios. Así que, mientras las dos mujeres terminaban de arreglarse para acudir a la fiesta en la embajada española, Theo y Draco mataban el tiempo jugando una partida de ajedrez, evitando mirar el único reloj que hay sobre una de las consolas en la sala de las margaritas, llamada así por el cuadro pintado por Vincent van Gogh y que los muggles consideran perdido.

Este sencillo, pero coqueto salón tuvo muchas funciones en el pasado por el lugar donde está situado, junto al vestíbulo, con vistas a la entrada principal de la mansión. Durante la época anterior a la remodelación de la mansión, la sala estaba reservada para el servicio de la mansión. Augustus Malfoy decidió convertir esa estancia en una sala de visitas, que lucía una decoración rococó, pero un accidente a causa de un estallido de magia accidental por parte de Roger Malfoy, último hijo de Septimus Malfoy, a principios del siglo XIX hizo que la sala sufriera daños que obligaron a reparar el salón en un nuevo estilo ornamental, en estilo Regencia. A principios del siglo XX, tras los daños ocasionados por una pelea entre Octavius Malfoy y Harold Burke a causa de una discusión de negocios dejó el salón en un estado lamentable. Aprovechó entonces el dueño de la mansión para decorar el salón en un estilo ecléctico y exponer en dicha sala un cuadro que había ganado en una partida de naipes a un muggle. La sala está pintada en color marfil, lo que hace resaltar los muebles elaborados en color madera oscura finamente elaborados en el siglo XIX en estilo segundo imperio por ebanistas de Francia, y presidiendo la sala, el famoso cuadro de las margaritas, enmarcado en un marco oscuro, situado sobre una de las consolas en el centro de la estancia. Las sillas y sillones, del mismo estilo, están tapizados en color marfil, pero un poco más oscuro que las paredes. Los cortinajes de color morado con flecos de oro resaltan a la vista del espectador. Del techo una lámpara de bronce cuatro brazos sostenida por una cadena dorada ilumina la estancia.

Draco y Theo ya estaban vestidos para la velada, ataviados con sus mejores vestiduras de gala. Se habían quitado las túnicas, ambas de color negro y las habían puesto sobre una de las sillas para evitar que se arrugasen mientras esperaban a sus esposas jugando la segunda partida de ajedrez, algo impacientes por la espera, aunque no llevaban mucho tiempo e iban temprano a la fiesta. Draco jugaba sin demasiado interés, moviendo las piezas de modo irracional lo que le hizo perder contra su amigo.

- Jaque mate, Draco – dictaminó Theo - ¿otra partida?

- No, no creo que les quede mucho, o al menos eso espero – dijo Draco con desgana, recostado en el sillón de la sala, el cual era un poco incómodo para su gusto.

- Está bien – suspiró Theo mientras echaba la vista al reloj de la sala – debería estar acostumbrado a esperar a Daphne mientras se prepara, siempre se retrasa.

- Astoria es más puntual en ese sentido – dijo Draco con una media sonrisa.

- Pero la tardanza de Daphne tiene su recompensa, hace que deslumbre más – dijo Theo con suficiencia.

- A Astoria no le hace falta los vestidos caros ni las joyas para deslumbrar – dijo Draco mordaz, haciendo que su amigo frunciera el ceño.

No se dieron cuenta de que ambas mujeres les observaban desde la puerta, escuchando atentamente como iba a comenzar batalla dialéctica por ver quien de las dos era la dama más perfecta para ellos.

- Hermanita, parece que nuestros esposos están viendo quien de las dos es la mejor – dijo Daphne

- ¿Nos habéis tomado por caballos? – dijo Astoria dirigiéndose en tono jocoso a los dos hombres haciendo que los dos hombres se levantaran sonrojados por la vergüenza de verse pillados en esa situación comprometida.

Los dos magos las miraban con la boca abierta, admirando lo bellas que se veían con esos vestidos, como si fueran dos colegiales enamorados. Ambas vestían hermosos y caros vestidos de baile y guantes largos blancos. Daphne había elegido uno de color azul cielo mientras que Astoria había optado por uno verde esmeralda. Daphne llevaba un bello recogido detrás de la nuca y portaba con la gracia de una reina una hermosa tiara de oro blanco y diamantes hecha por duendes, un collar de diamantes y topacios con unos pendientes a juego. Astoria, por el contrario, había sacado de su joyero una bella pero discreta tiara de flores de oro blanco con perlas y diamantes que resaltaba en su pelo castaño recogido detrás del cuello. Había elegido un collar de perlas con unos pendientes a juego.

- Deberías haber escogido la tiara de nuestra madre con las esmeraldas a juego – le dijo Daphne mientras entraban a la sala y se en uno de los sofás – resaltan más que las perlas y combinan con tus ojos.

- A mí me gustan las perlas, son más mi estilo - dijo Astoria.

- Si tú lo dices – cuestionó Daphne.

Las hermanas Greengrass eran muy diferentes la una a la otra, no solo por su físico sino también por su carácter. En tiempos pasados, cuando ambas asistían al colegio de Hogwarts había quien dudaba de que fueran verdaderamente hermanas, de hecho, quienes no las conocían no las relacionaba entre sí. Mientras que Astoria era de constitución más bien pequeña y de pelo castaño, Daphne era alta, esbelta y su cabello rubio destacaba en todos los salones. Daphne era considerada y aun podía considerarse el prototipo de diosa griega.

- No podéis quejaros – dijo Astoria – he conseguido que mi hermana sea puntual por primera vez en su vida.

- ¡Oye, eso no es cierto! – dijo Daphne dándole un codazo a su hermana que emitió un pequeño quejido

- Daphne, cariño, la puntualidad nunca ha sido tu punto fuerte – dijo Theo

- ¿Cómo era eso que Pansy y tú solíais decir cada vez que llegabais tarde? - intentó recordar Draco, poniendo esa sonrisa traviesa cada vez que se acordaba de algo embarazoso de sus amigos – ah si, "la realeza nunca llega tarde, sois todos los demás los que llegáis antes" – dijo tratando de imitar su voz.

Todos en la sala estallaron a carcajadas, incluida Daphne. Ella recordaba su infancia con una sensación agridulce, pero no podía negar ni borrar de sus recuerdos aquellos bellos momentos que disfrutó junto a sus mejores amigos, como las escapadas nocturnas para ver las estrellas o las visitas a Hogsmade y su famosa casa de los gritos, sin olvidar las fiestas que organizaban en su sala común.

Daphne, al igual que Astoria y otras señoritas de su entorno, se había criado en un entorno tradicional, cuya educación y formación iban destinadas a ser una señorita deseable para casarse con un rico sangrepura y continuar con el linaje mágico. Es por eso que su madre insistió en que tanto Daphne como Astoria aprendieran todo lo necesario para ese fin: aprendieron desde muy pequeñas las normas de conducta social y de protocolo, aprendieron varios idiomas como el francés y el español, los cuales hablaban a la perfección, aprendieron a montar a caballo, a bailar y a tocar varios instrumentos musicales.

Respecto a sus ideas, ambas fueron tuteladas en la primacía de la sangre pura, un dogma impuesto por sus padres, fieles partidarios como miembros de los Sagrados Veintiocho, aunque rechazaban la violencia que ciertas familias clamaban contra los sangresucias y muggles. Daphne aceptó sin vacilación estas enseñanzas y, sobre todo, cuando entró a Hogwarts y conoció a la que sería su mejor amiga durante su etapa colegial, Pansy Parkinson, quien además le contagió su carácter altivo y soberbio, ocultando el verdadero carácter alegre que Daphne tenía de pequeña. Ambas le cogieron el gusto de meterse con los "inferiores", que eran todos los que no tenían su mismo estatus social. Eran las populares de la escuela, las chicas más guapas y de mejor clase social, y así se lo hacían saber a todos. Astoria, por el contrario, era la rebelde. Tenía mucha personalidad, era abierta con todo el mundo, dulce y simpática, hasta que se enfadaba, lo que provocaba un temor en las personas que iban a sufrir su ira. No le importaba ni el estatus de sangre ni la casa en la que otros magos y brujas habían quedado. Algunos en su casa la miraban recelosa, pero la dejaban tranquila, ya que el apellido Greegrass tenía mucho peso tanto en Slytherin como en la sociedad como para enfrentarse a una de ellas.

Durante su sexto año, todo empezó a cambiar para Daphne. Empezó a salir con Theodore Nott, quien era su mejor amigo, el cual llevaba enamorado de ella desde tercero. Él, que era conocedor de la situación de Draco y de las acciones brutales de Voldemort y de sus mortifagos, se estaba replanteando sus ideales sobre la primacía de la sangre pura, trasmitiéndole esas dudas a Daphne, quien, por primera vez, empezaba a replantearse si todo aquello que sus padres le habían enseñado como lo bueno, no era más que una patraña. Tras la muerte del director Dumbledore, los Greengrass recogieron sus cosas y se marcharon a Francia, donde ambas hermanas terminaron su educación. Las noticias terribles que le llegaban por carta de parte de sus amigos hicieron que ella saliera de dudas, abandonando definitivamente las teorías de la pureza de la sangre. Terminó sus estudios en Francia, al igual que su hermana, alejándose de las influencias de su antiguo grupo de amigas, que todavía eran partidarias de la pureza de la sangre. Mientras que Astoria, contraviniendo el deseo de sus padres, inició sus estudios como músico profesional, Daphne se convirtió en una joven celebridad en Francia, apoyando el trabajo de artistas y obras de caridad, asistiendo a fiestas por toda Europa. Volvió a reencontrarse con Theo, quien también había dejado Inglaterra una temporada para estudiar en Paris. Los sentimientos que ambos se tenían no habían cambiado, y pronto retomaron su relación, y poco después, se comprometieron, contra los deseos de los padres de Daphne, que hubieran preferido a otro con una reputación menos manchada. Daphne se rebeló contra sus padres definitivamente aquel día que le anunció su compromiso.

Estaban en uno de los salones de la villa francesa que la familia Greengrass tenía en el Valle del Loire, los señores Greengrass y Daphne. Ella se había decidido por fin a darle la feliz noticia a sus padres. Esa tarde soleada de verano les comunicó que Theo le había pedido matrimonio y ella había aceptado gustosamente, antes de que se produjera la pedida oficial.

- ¡Me casaré con Theo, os guste o no! – declaró Daphne con la mayor firmeza.

- ¡Y yo te digo que es una decisión equivocada! – dijo su padre – el apellido Nott está manchado, no nos conviene.

- Hija, hay mejores partidos, como ese joven y apuesto alemán – intentó convencer su madre – Albert Saxe-Coburg ha pedido tu mano dos veces.

- Tienes una responsabilidad para con esta familia Daphne – recordó su padre seriamente – casarte con alguien como Nott arruinaría nuestra reputación.

- Eso a mí me da igual, Padre – dijo Daphne más relajada – yo le amo, él me ama, y queremos pasar el resto de nuestros días juntos.

- ¡No permitiré que arruines tu vida! -exclamó su padre furioso

- ¡No me importa lo que ambos penséis! – gritó Daphne - ¡Si es preciso abandonaré esta casa! - salió de la estancia orgullosamente de haber enfrentado a sus padres, mientras le corría una lágrima traviesa por el rostro.

- Rebeldes han salido nuestras hijas – le dijo el Hippolyte Greengrass a su esposa.

Daphne eligió casarse con Theo en una gran ceremonia celebrada en París, que fue recibida con entusiasmo, por ser Daphne la primogénita de una de las familias mágicas mas importantes de Europa, pero también con algo de escepticismo, ya que el padre del novio fue uno de los mortifagos mas crueles y sanguinarios que habían existido. La pareja fijó su residencia en Londres, en Grosvenor Square, donde se instalaron en una de las antiguas residencias de los Nott. Tiempo después, la pareja fue bendecida con su primer y único hijo: Alexander.

Daphne hubo de regresar a la realidad cuando un elfo domestico al servicio de la familia entró en la salita donde estaban reunidos.

- El carruaje está preparado, señor – dijo el elfo dirigiéndose a Draco mientras le hacía una reverencia.

- Gracias Patch – agradeció al elfo.

- Hora de irse – dijo Theo levantándose mientras miraba su reloj.

- Tu túnica – dijo Daphne mientras le entregaba la prenda a su esposo, que la recibió mientras le robaba un beso a su esposa.

- Anda, vamos, que llegaremos tarde al final – dijo Draco mientras abrazaba por la cintura a su esposa.

- Disfrutemos de la fiesta – dijo Daphne mientras tomaba la salida de la sala, seguido por el resto.