Capítulo 8. El desván.
Scorpius había regresado de su segundo año escolar. Había crecido un poco y su cabello también lucía más largo, al no habérselo cortado en nueve meses. Estaba feliz de regresar a su hogar, a la mansión donde residía con sus padres y su abuela, la cual era como un refugio donde poder estar tranquilo sin sentir el odio de sus compañeros ni ser objeto de burlas y bromas pesadas. Y es que la vida en Hogwarts no estaba siendo fácil para él. El peso del apellido Malfoy caía como una pesada losa sobre su espalda que sobrellevaba como podía a pesar de su corta edad. En Gryffindor era considerado por muchos, a excepción de sus amigos, como alguien que no merecía estar en la casa de los leones al ser el hijo de un mortífago reconocido. James Potter y su padilla se lo recordaban cada día, a todas horas, llamándole desde "mini hurón" a "mini mortífago" o "proyecto de presidiario de Azkaban". James Potter era para muchos el líder indiscutible de Gryffindor al ser hijo del gran héroe del mundo mágico, ejerciendo una gran influencia en su casa, por lo que su palabra era cuasi sagrada e indiscutida.
Los hijos de los antiguos amigos y compañeros de su padre, casi todos de Slytherin, lo consideraban un traidor por haber sido sorteado en Gryffindor y relacionarse con nacidos de muggle y mestizos, sobre todo con un Potter y una Weasley, aunque estos lo dejaban relativamente tranquilo, ya que tampoco convenía enemistarse demasiado con los Malfoy. Tampoco es que Scorpius quisiera relacionarse con ellos. No le gustaba su actitud soberbia ni su desprecio por el resto de las personas sin un linaje mágico puro. El resto de los estudiantes o mostraban su indiferencia o lo despreciaban directamente. Siempre había quienes le mostraban su simpatía, como algunos miembros de la pequeña orquesta de Hogwarts, quienes le aceptaron enseguida por su gran destreza como violinista.
Entre los profesores tristemente había de todo. La mayoría de ellos lo trataban con indiferencia, como un alumno más a pesar de que era un chico muy inteligente y participativo. Pero había otros como Neville Longbotton, profesor de Herbología y Jefe de la casa Gryffindor quien le despreciaba abiertamente, y no tenía reparos en burlarse de sus errores y culparlo cada vez que se veía inmerso en un incidente. Gracias al duro carácter de Scorpius, su determinación a no dejarse pisotear (pero sin perder sus modales, tal y como había aprendido en casa) hacía que Longbotton perdiera los papeles y se comportara más como un abusón que como un profesor. A veces Scorpius pensaba que Longbotton trataba de vengarse de su padre a través suya. Solo Hagrid y Flitwick parecían apreciarlo por sus virtudes y no por su apellido. La directora McGonagall lo miraba escéptica, ya que si bien lo consideraba un alumno ejemplar por su comportamiento y destreza en clase (como muchos profesores tenían que reconocer), también tenía sus recelos debido a su apellido. El recuerdo de Lucius y de Draco seguía presente en su mente.
A pesar de todo, siempre podía contar con sus mejores amigos, Rose y Albus, quien no habían dudado ni un segundo en apoyarlo, enfrentándose a su familia y otros miembros de su casa. Al fin y al cabo, ambos tenían que lidiar con la fama de sus familias (en el caso de Scorpius, la mala fama de su padre). La mayoría de los primos Weasley habían aceptado la amistad de Albus y Rose con Scorpius, quienes lo consideraban un buen chico desde que lo conocieron por primera vez, salvo Fred y James, quienes estaban muy influidos por las opiniones de su tío Ron, que odiaba todo aquello que llevara el apellido Malfoy. Pero Scorpius tenía una cosa clara, no pensaba flaquear ante aquellos que le insultaban o se burlaban de él. Sin embargo, había momentos en los que necesitaba desahogarse, llorar y gritar, y es en esos momentos en los que Albus y Rose estaban con él, apoyándolo incondicionalmente incluso frente a su familia. Albus llegó a tener una pelea muy fuerte con su hermano James, que por culpa de una broma pesada contra Scorpius, los envió a la enfermería durante unos días, y se libró de un severo castigo gracias a la intervención del profesor Longbotton. La relación entre ambos hermanos, aunque había mejorado, no era la misma. Rose había discutido con su padre nada mas enterarse de aquella amistad y había intentado obligar a su hija que rompiera su amistad con el hijo de los Malfoy, teniendo como resultado que Hermione interviniera a favor de su hija, con la consiguiente regañina a su marido.
Otro de sus grandes apoyos era su primo Alexander, que era prefecto de Slytherin, y que como familia que era, le apoyaba y protegía en todo lo que podía. Incluso, cuando Scorpius acababa de entrar al colegio, se batió en duelo contra tres estudiantes de segundo año de Gryffindor que intentaron atacar a su primo por la espalda con la excusa de "darle la bienvenida al mortífago".
Draco sabía por su sobrino Alexander que a Scorpius no le había sido fácil al principio adaptarse al colegio, y se sentía responsable por ello, al fin y al cabo, eran sus errores los que le estaban pasando factura. Sin embargo, Scorpius tenía muy claro que no se iba a dejar vencer por todos aquellos que lo despreciaban, no mostraría debilidad ante aquellos que querían verle roto y humillado. A pesar de los momentos malos, decidió quedarse con aquellos momentos buenos junto a sus amigos, sin llenar su corazón de odio, como le habían pedido sus padres. Durante su segundo año, la cosa había mejorado un poco, sobre todo tras haber demostrado su valía en el campo de quidditch como buscador, y llevar a su casa a la victoria (a pesar de que el capitán John Wood tenía sus reticencias a dejarle entrar en el equipo). Incluso su relación con los Nuevos Merodeadores y su líder, James Potter, había "mejorado", por el bien del equipo de quidditch, al que ambos pertenecían, aunque seguía refiriéndose a él de manera despectiva, pero al menos no era objeto de sus bromas.
Había regresado apenas unos días de la escuela. Había encontrado en la biblioteca del colegio un viejo periódico en el que narraba el ataque de los mortífagos en el mundial de Quidditch de1994. Se fijó en los magos que vestían túnicas negras y máscaras, que lanzaba fuego incendiando las tiendas del campamento. Scorpius sabía que su abuelo Lucius había participado en ese ataque, pero no sabía quién podía ser de aquella imagen. Así que, cuando llegó a casa, intentó preguntar a su padre acerca de aquel acontecimiento.
Scorpius estaba en el despacho de su padre, leyendo un libro mientras su padre terminaba de trabajar. Acostumbraban a hacerse compañía mutuamente así, no necesitaban decirse nada, solo estar juntos. Después de varios minutos observando la misma página mientras su mente se debatía en si iniciar "esa charla" con su padre. Por fín se decidió a saciar su curiosidad y preguntar a su padre por los mortífagos y su abuelo.
- Padre, ¿puedo preguntarte algo? – preguntó Scorpius mientras Draco trabajaba en su despacho.
- Claro, Hyperión – le gustaba llamar así a su hijo - ¿de qué se trata?
- Bueno, es sobre la guerra y los mortífagos – intentó comenzar Scorpius con tacto, pues sabía que su padre aún sufría con los recuerdos de aquella época.
- ¿Ha pasado algo en el Colegio? – se interesó Draco con un poco de preocupación – sabes que puedes contarme lo que sea, si quieres que te aclare algo del pasado solo tienes que preguntar.
- En realidad, es sobre el abuelo Lucius – comenzó Scorpius, su padre frunció el ceño, no le gustaba demasiado hablar de su padre – encontré un viejo periódico en el que se narraba el ataque de los mortífagos al Mundial de Quidditch de 1994, y como el abuelo fue uno de ellos…
- Creo que sé a dónde quieres llegar – dijo Draco – quieres saber si tu abuelo participó en ese ataque.
- Si, padre – confirmó Scorpius.
- Pues lamentablemente así fue, yo le acompañé a la final del campeonato, en la que por cierto, ganó Irlanda – continuó Draco – cuando el partido terminó, tu abuelo me mandó a que me ocultara detrás de unos árboles mientras él y sus compañeros causaban el terror e intentaban eliminar a "Sangre sucias", como ellos llamaban a los nacidos de muggle.
- Eso es horrible – dijo Scorpius - ¿Por qué llevaban esas máscaras plateadas con dibujos?
- Las máscaras representaban calaveras – explicó Draco – era símbolo de que la muerte llegaba a ese lugar, causando terror. Cuando se producía un ataque, todos se ponían sus máscaras, personalizadas, así Lord Voldemort podía saber quien era sin necesidad de verles la cara
- ¿Y tú participaste alguna vez en algún ataque? – preguntó Scorpius sin darse cuenta de las consecuencias de su pregunta. En cuanto se dio cuenta de la dureza de la pregunta se arrepintió de haberse dejado dominar por la curiosidad. Su padre tenia esa mirada triste que asomaba en sus ojos cada vez que recordaba los violentos años de su adolescencia.
- Si – respondió su padre con pesar
- ¿en cuales part…- intentó preguntar con tacto antes de ser interrumpido por su padre.
- Creo que ha sido suficiente por hoy – sentenció su padre levantándose de la silla acomodándose los puños de la camisa, dando por terminada la conversación.
- Si, padre – Scorpius se levantó y se fue de su despacho.
Habían pasado unos días desde aquella charla, pero su padre trataba de evitar pasar tiempo con él a solas, como hacían antes. Scorpius temía que su padre siguiera dolido por la inoportuna conversación. Pero su curiosidad, en vez de contenerse, aumentó. Quería saber por qué le había afectado tanto aquella conversación. Así que sacó su lado Slytherin, heredado de sus antepasados, y descubrió gracias a la ayuda de su abuela Narcisa el lugar donde su padre guardaba "cosas del pasado" y otras cosas antiguas que ya no se usaban: el desván.
El desván es una estancia grande que está en la buhardilla del ala oeste, y se accede por una puerta oculta tras un tapiz en el pasillo del segundo piso, que da a unas escaleras que llevan al desván, una habitación grande atravesada por varios pilares y vigas de madera. La habitación está llena de muebles antiguos cubiertos por sabanas y cajas arrumbadas cogiendo polvo, guardando los vestigios del pasado de la mansión, muchos de ellos ligados a un pasado oscuro que, a juicio de los nuevos señores de la casa, no tenían lugar.
Scorpius se escabulló de noche de su habitación, vestido con un pantalón de pijama y una camiseta de la Selección Inglesa de Quidditch. Llevaba un viejo farol que iluminaba el oscuro pasillo, ayudándole a no perderse por los laberinticos pasillos de la mansión. Era bastante tarde así que esperaba no encontrarse con nadie. Cogió las escaleras que llevaban al segundo piso, y caminó silenciosamente hasta llegar al tapiz flamenco que le había dicho su abuela, en el que aparecía un dragón guardando un tesoro. Subió las escaleras que llevan al desván con cuidado de no tropezar. Llegó arriba, donde se encontró con un lugar oscuro y polvoriento, lleno de cajas y de muebles cubiertos por sábanas roídas por las polillas y con olor a humedad. Había muchos muebles antiguos, algunos rotos a causa de la carcoma. También había viejos marcos vacíos, Scorpius supuso que serían de viejos cuadros que ya no se exponían en la mansión.
El joven mago se puso a buscar algún signo que le diera alguna pista de lo que estaba buscando. Caminó por la estancia con cuidado de no tropezar con los objetos que se amontonaban de forma desordenada. Tropezó con la esquina saliente de viejo baúl, no muy grande que casi le hace caerse de bruces contra el suelo. Cuando fue a iluminar con el farol el objeto que le había hecho tropezar, se topó con una inscripción: "Propiedad de Draco Malfoy".
Esto era de mi padre – dijo Scorpius en voz alta.
Decidió abrir el viejo baúl, no esperándose encontrar lo que halló en su interior. Dejó el farol sobre una vieja mesa que había al lado del baúl, la cual crujió, iluminando tenuemente la zona. Empezó a apartar las telas que allí se encontraban, todas de color negro. Sacó del baúl una larga y pesada tela de paño, sin ningún detalle mas allá que los broches metálicos en forma de calavera y serpiente. La prenda era una capa con capucha puntiaguda, la cual pertenecía a su padre. Sacó también del baúl una especie de túnica, con detalles en cuero negro en las mangas y en el pecho. Tenía también un pesado cinturón con una vaina, que supuso que era para la varita. Scorpius observó entonces algo brillante en el fondo de aquella caja. En efecto, era lo mismo que había visto en aquella vieja fotografía de 1994, aquellas máscaras que portaban los seguidores del Señor Tenebroso, causando el terror e incendiando aquel campamento.
Cogió la máscara plateada con ambas manos y la miró de frente, observando las aberturas para los ojos, la nariz y la boca, observando y tocando con sus finos dedos de músico los relieves de la máscara. Tenía relieves barrocos alrededor de los ojos y la nariz y era lisa en la zona de la boca, cuya pequeña abertura dejaba ver una siniestra mueca. Scorpius se dio cuenta de que la máscara no tenía enganches, por lo que supuso que se sostendría mágicamente. Tenía que reconocer que la máscara intimidante. Por un momento se imaginó vestido con aquellas ropas y la mascara puesta. Tenía que ser una apariencia bastante aterradora. Observó Scorpius que justo al lado del baúl había un viejo espejo, cuya lona que lo cubría se había caído.
Quiso entonces el muchacho experimentar la sensación que se tenia con la máscara puesta, así que, tragó saliva y lentamente se acercó la mascara a su joven rostro. Cuando apenas estaba a unos milímetros de su piel, se ajustó mágicamente, como si fuera la atracción de un imán. Escuchó su respiración agitada a través de la máscara, y le sobrevino una sensación de agobio. Vio entonces su reflejo en el espejo, cuyo reflejo le impactó y le asustó al principio. Al verse en el espejo solo con la máscara tuvo la sensación de perder su humanidad, de sentirse como un monstruo, alguien sin rostro quien no tendría reparos a quitar una vida. Ahora entendía lo que tuvo que sentir su padre cada vez que se ponía esa máscara y esas ropas. Volvió a mirarse en el espejo, y vio en el reflejo la imagen de alguien a quien no esperaba lo que le asustó. Se quitó la mascara rápidamente y se giró para ver quien era. Era su padre.
- ¡Padre! – exclamó Scorpius asustado por la sorpresa y la culpa de saber que no debía estar ahí, rebuscando en el pasado de su padre sin su permiso.
- ¿Has encontrado lo que buscabas? – preguntó su padre mientras se acercaba.
- Lo siento – se disculpó Scorpius, entregándole en sus manos la máscara que acababa de quitarse, rojo por la sensación de agobio y la sorpresa de verse pillado. – no debería haber subido, lo siento.
- Soy yo quien debería disculparme por haber estado tan distante estos días – dijo Draco – pero necesitaba prepararme antes de poder responder a todas tus preguntas. El otro día no lo estaba.
Ambos se mantuvieron en silencio durante un momento hasta que Draco lo rompió con una pregunta que descolocó a su hijo.
- ¿Qué has sentido? – preguntó a su hijo
- ¿A qué te refieres? – repreguntó Scorpius.
- A la máscara – aclaró Draco - ¿Qué has sentido con ella puesta?
- No sé cómo explicarlo – empezó Scorpius – primero he sentido agobio por la máscara, se respira con dificultad, y después, cuando he visto mi reflejo, me he asustado bastante.
- ¿Por qué? – preguntó Draco, sabiendo perfectamente cual era la respuesta, pues él ya la había llevado antes, mucho mas tiempo del que su hijo la había portado.
- Me he visto y sentido sin rostro, como si no fuera humano – dijo Scorpius un poco afectado – como un monstruo que no le hubiera importado asesinar o torturar.
Draco abrazó a su hijo, quien le devolvió el abrazo. Necesitaba realmente sentir ese amor paterno ante la terrible experiencia que acababa de sentir. Después de un momento se soltaron y Scorpius le dijo.
- Por un momento he podido sentir lo que tu tuviste que pasar.
- Esa sensación de perder tu humanidad, tus sentimientos, en resumen, verte como alguien despiadado capaz de matar y torturar con crueldad era lo que quería Voldemort de sus seguidores – explicó Draco – Ese maldito bastardo quería que la sola presencia de sus "leales seguidores" causaran el terror entre los magos.
- Debía ser horrible – dijo Scorpius.
- Lo era – confesó Draco – aunque Voldemort me tatuó la Marca Tenebrosa haciéndome parte de su grupo, yo no era ni podría haber sido un verdadero mortífago.
- ¿Por qué no? – preguntó Scorpius.
- Nunca sería capaz de quitar una vida a nadie a sangre fría – dijo Draco – Voldemort me encomendó asesinar al director Dumbledore como misión, y yo, aunque lo intenté, no pude hacerlo. Una noche lo acorralé y desarmé en la Torre de astronomía, pero bajé la varita, no pude matarle a pesar de que mi vida y la de tu abuela estaban en peligro. Fue el profesor Snape quien lo ejecutó, evitando así que me convirtiera en un asesino.
- Vaya – dijo Scorpius asombrado por esa confesión tan sincera sobre una de las noches mas oscuras de su padre.
- Aun así, la loca de mi tía Bellatrix intentó que, por así decirlo, me convirtiera plenamente en mortífago arrastrándome a dos ataques durante mi séptimo curso en Hogwarts: uno contra muggles y otro contra una familia de nacidos de muggles – dijo Draco – ataviado con ese traje que has visto me vi obligado a hacer cosas horribles.
- ¿Cómo cuáles? – preguntó Scorpius.
- Cosas horribles Hyperion, incendiar, secuestrar o torturar– dijo Draco – pero siempre me escapaba de tener que asesinar, gracias a mi padrino Severus.
- Me alegra que hayamos hablado, padre – dijo Scorpius – sabes que no te culpo por tu pasado, pero quiero poder entenderlo mejor.
- Lo sé hijo – dijo Draco – se que no te ha sido fácil estos dos años en Hogwarts, por culpa de mi pasado.
- No me importa lo que digan de ti, de mi o de nuestra familia – dijo Scorpius – yo estoy orgulloso de ser un Malfoy y estoy orgulloso de ti.
- Gracias, hijo – dijo Draco, afectado por tan emotiva declaración de su hijo – es hora de volver a la cama, ¿no crees?
- Si, es bastante tarde – dijo Scorpius mirando su reloj de pulsera.
Metieron la capa y la túnica en el arcón y encima pusieron la máscara, la cual cubrieron con un pedazo de tela suelto que había allí. Cerraron el baúl y cogieron el farol y junto al lumus conjurado por Draco con su varita, bajaron por las escaleras, intentando no tropezar con nada. Salieron por detrás del tapiz y fueron caminando en silencio hasta sus habitaciones. Pero antes de separarse, Scorpius le hizo una pregunta a su padre.
- ¿Cómo sabias que no estaba en mi habitación? – preguntó Scorpius. Su padre sonrió con la pregunta.
- Fui a ver si seguías despierto y no estabas – dijo Draco – entonces supuse que habías ido a investigar. Descansa hijo que mañana saldremos a dar una vuelta por el cielo.
- Buenas noches, padre – Scorpius entró en su cuarto cerrando la puerta.
Draco se fue a su habitación que compartía con su mujer, contento de poder haber solucionado algo que le llevaba atormentando durante toda la semana, y que su mujer, la cual debía reconocer que era muy sabia, le había recomendado hacer. Al día siguiente, todo volvió a la normalidad en aquella hermosa mansión.
