Capítulo 9. La Sala Azul.

Grosvenor Square, en el aristocrático barrio de Mayfair, en el centro de la bulliciosa y cosmopolita ciudad de Londres, fue el lugar elegido por la familia Nott para establecer su residencia, rodeado de familias tanto muggles como mágicas que disponían de una riqueza considerable como para poder costearse una casa allí. No fue difícil decidirse por ese lugar, ya que Theo y Daphne amaban vivir en Londres, donde mantenían una vida social activa, al contrario que Draco y Astoria, que preferían la tranquilidad de la campiña inglesa, alejados de los indiscretos ojos de la sociedad mágica londinense.

Alexander, aunque le gustaba vivir en Londres, envidiaba la libertad que disfrutaban sus tíos y su primo Scorpius, lejos de la prensa y los chismorreos, libres para pasear por el campo o volar en escoba sin la presencia de muggles. Así, cuando sus padres tenían que partir de viaje por trabajo o por algún compromiso social, Alex se quedaba en la Mansión Malfoy, donde sus tíos le tenían reservada una habitación de forma permanente, ya que eran numerosas las veces que se había quedado al cuidado de sus tíos que estos habían decidido otorgarle una alcoba que había decorado a su gusto.

Aunque ya era mayor de edad y sus padres lo consideraban suficientemente responsable como para quedarse solo en su mansión londinense, cuidado por los elfos domésticos, por supuesto, Alexander prefería instalarse con sus tíos en su mansión de Wiltshire, sobre todo en esta ocasión, durante todas las vacaciones de Navidad, ya que su padre debía viajar por trabajo a Estados Unidos y su madre le acompañaría para que no pasase las fiestas solo en un país extranjero. Sus padres le habían ofrecido viajar con ellos, más bien, le habían insistido en partir con ellos, pero rechazó la oferta firmemente, pues sabía que si los acompañaba tendría que acudir a aburridas fiestas y recepciones a las que sus padres estaban invitados. Sus tíos no tuvieron inconveniente en alojar a Alexander durante unos días, al contrario, se alegraron de que al menos su sobrino pasara las fiestas con ellos.

Aquella tarde de treinta de diciembre, Scorpius y Alex se encontraban en la modesta sala de estar, cercana a los dormitorios de la familia en el primer piso, jugando una dura partida de ajedrez mágico, cuyo resultado parecía impredecible, aunque Scorpius, a pesar de ser más joven que Alex, llevaba las de ganar. La "Sala Azul", como la llamaban todos, era una sala que en el pasado había tenido muchas funciones antes de convertirse en otra más de las salas que los elfos debían mantener en optimas condiciones. Tras la gran reforma de Augustus Malfoy, este la convirtió en su dormitorio por las hermosas vistas al jardín de estilo francés que se podía vislumbrar desde sus ventanales y que tanto a él como a su esposa le apasionaba, jardín que fue trasplantado a otro lugar tiempo después, pero desgraciadamente desapareció durante la Segunda Guerra Mágica, tras un ataque de ira de Bellatrix, que acabó incendiándolo. Su hijo, Septimus, convirtió aquella estancia tras la muerte de su padre en su despacho privado, para pasar posteriormente con su hijo a sala de fumar, y luego, nuevamente a despacho. Octavius Malfoy, decidió trasladar su despacho a su ubicación actual, y convirtió aquel espacio en sala de estar. Sin embargo, el nombre de "Sala Azul" fue obra de su mujer, Matilde de Beauharnais, quien se encargó de decorar aquel salón con su color favorito, el azul.

La estancia está pintada en color azul pastel, con paredes y techos con finas molduras. Del centro cuelga una lámpara de cristales azules estilo art decó, que combina con el mobiliario, del mismo estilo. Un sofá de cuero negro y dos sillones destacan en el centro de la sala, enfrentados a una chimenea de piedra blanca. Junto a las paredes, dos aparadores sostienen unos jarrones con bellas azaleas traídas del jardín y unos marcos con fotos de la familia, entre las que destaca una fotografía de la boda de Astoria y Draco, expuesta en un bello marco de plata.

Ambos jóvenes, se encontraban tan absortos en el juego que no se percataron de que una tercera persona había entrado en la sala, situándose detrás de Scorpius, observando la partida con detenimiento. Cuando ya había analizado el tablero y la consiguiente futura derrota de su sobrino, Draco carraspeó para hacerse de notar a los jóvenes, que se giraron un poco sobresaltados.

- Veo que estáis entretenidos – comentó Draco mientras se sentaba en uno de los sillones con un libro que parecía de pociones en la mano – ¿Quién va ganando?

- Scorpius, otra vez – dijo Alexander un poco molesto – no se con quien ha estado entrenando, pero ha mejorado mucho.

- Secretos de leones, Alex – dijo Scopius mientras sonreía de forma traviesa mientras su caballo destruía otra de las piezas de su primo.

- ¿Te han dicho alguna vez que tienes más pinta de serpiente que de león? – preguntó Alex con malicia para provocar a su primo, haciendo que este frunciera el ceño mientras se comía otra pieza de su primo y su tío intentara aguantarse la risa.

- Muy gracioso, Alexander, me parto de risa – dijo Scorpius con ironía haciendo que Draco no pudiera contener la risa.

- Reconoce que eso es muy Slytherin, Hyperion – comentó Draco.

Scorpius miró desafiante a su padre, que le dedicó una sonrisa burlona y volvió a fijar su mirada en el tablero. Scorpius se había convertido en el orgulloso león de su familia, y así lo defendía cuando era necesario. Draco podía sentirse orgulloso. Su hijo mostraba su verdadera personalidad, cosa que él no se atrevía a mostrar a su progenitor. Se sentó en uno de los sillones y se dispuso a leer un libro sobre alquimia, "Conclusiones sobre el uso de la plata y otros metales preciosos" del profesor William Baxter, un compendio que muchos lo calificarían de aburrido, salvo Draco. Pocos minutos después, Scorpius se declaró vencedor ante su primo, quien no pudo hacer nada más que retrasar su derrota.

- Bueno primo, has perdido, otra vez – dijo Scorpius con una sonrisa de superioridad.

- Esto no quedará así – le dijo Alex a su primo apuntándole con el dedo.

- Ya, eso dijiste la última vez – retó Scorpius – Bueno, me voy a terminar de escribir unas cartas– comentó mientras se disponía a salir de la habitación.

- ¿Vas a escribir a tu novia? – picó Alex, que sabía que su primo sentía algo por aquella muchacha de cabellos castaños y ojos azules.

- Rose es solo mi amiga, ya lo sabes – dijo Scorpius molesto de que todos le dijesen lo mismo.

- Yo no he dicho que fuera Rose – justificó su primo divertido por el nerviosismo de su primo, que se había puesto colorado.

- ¿Hay algo que debería saber? – preguntó Draco interesado.

- Nada padre – dijo Scorpius – Luego nos vemos – y salió disparado hacia sus aposentos evitando tener que seguir con aquella conversación a la que su padre pretendía unirse.

- Tío Draco, creo que muy a tu pesar, vas a emparentar con Ronald Weasley, ya lo verás – Le dijo Alex a Draco, de forma melodramática haciendo que su tío pusiera una mueca de desagrado y agitara la cabeza para quitarse esa mala visión de su cabeza. No es que la chica le cayese mal, al contrario, pero la enemistad con su padre continuaba latente veinte años después.

Alex recogió el tablero y guardó las piezas reconstruidas mágicamente tras haber acabado el juego en su caja de madera forrada por dentro en terciopelo verde y lo guardó en uno de los cajones de las consolas, y se dispuso a sentarse al lado de su tío con un libro que había dejado allí antes de perder las dos partidas contra su primo.

Estaba terminando aquella novela muggle que su profesora de Estidios Muggles les había mandado leer como tarea. Aunque al principio le pareció poco sugerente el título, La pimpinela escarlata se había convertido en un gran entretenimiento aquellas tardes de soledad en la mansión. Una aventura de espías a finales del siglo XVIII con un aristócrata llevando una doble vida y rescatando a otros del patíbulo resultaba verdaderamente emocionante. Sin embargo, aquella tarde le costaba avanzar en el libro, y es que desde hacía unos días había una preocupación que le atosigaba. Estaba en séptimo año, a punto de terminar sus estudios en la escuela de magia, y aunque contaba con unas calificaciones excelentes, no tenía claro a qué quería dedicarse, y por mucho que se lo había planteado, la respuesta le era totalmente esquiva. Y lo peor de todo no era eso, sino la presión que tenía por parte de todos los que le rodeaban.

- Llevas 5 minutos con la misma página – dijo Draco sorprendiendo a su sobrino – eso solo puede tener dos razones, o tu capacidad lectora a disminuido, cosa que dudo, o te preocupa algo.

- No es nada, tío – dijo Alexander intentando disimular.

- Si tu lo dices deberá de ser verdad – dijo Draco volviendo a su libro.

De repente sintió una opresión en el pecho, como si algo quisiera salir de él, y aunque por un momento dudó si hacerlo, decidió que era el momento de que sus dudas fueran escuchadas por alguien de confianza, como era su tío. Dudó en como empezar aquella conversación, pero pronto le vinieron las palabras a su boca.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? – preguntó Alexander a su tío.

- Ya lo has hecho – dijo Draco sin levantar la mirada de su libro, dejando a su sobrino algo cortado por aquella respuesta – venga, suéltalo – dijo mirándole a los ojos con una sonrisa que trasmitía confianza.

- Verás, yo...la verdad es que...- decía Alex sin poder acabar ninguna frase hasta que encontró como empezar - ¿Cómo decidiste ser empresario?

- La verdad es que fue más un deber impuesto que una elección propia – dijo Draco, que intuía el camino de aquella conversación – después de la guerra alguien debía hacerse cargo de los negocios de la familia, tarea que tuve que encargarme personalmente para evitar el hundimiento de nuestra fortuna.

- ¿Y qué es lo que querías ser? – terminó por preguntar Alexander.

- Mi padre insistía en que debía de lograr una buena posición en el Ministerio de Magia, pero yo quería dedicarme o a las pociones o al Quidditch, principalmente al Quidditch – la respuesta sorprendió a su sobrino.

- ¿Por qué no seguiste con tus planes? – preguntó Alex con interés.

- Bueno, tras la guerra debía buscar "seguridad" – dijo Draco haciendo énfasis en la palabra – pero nunca dejé mi pasión por las pociones y la alquimia, y al final, logré convertirme en maestro, aunque no trabajo de ello.

- ¿Nunca pensaste en seguir con el Quidditch? – preguntó Alex

- No era lo suficientemente bueno como para ser profesional – reconoció el rubio un poco resignado – sobre todo quería ser feliz, y el quidditch era una de mis pasiones.

- Vaya – Alex no supo que decir

- No tienes claro que hacer después de la escuela, ¿verdad? – adivinó Draco.

- Si – murmuró el joven.

- No te agobies por eso, eres demasiado joven para abrumarte por ello – animó su tío – Tienes mucho tiempo para pensarlo todavía, no hace falta que lo decidas ya.

- Todo el mundo parece pensar que voy a conseguir un importante puesto en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional, junto a mi padre. – confesó Alex – ¡Hasta él parece ilusionado con la idea de que trabajemos juntos!

- No acostumbro a dar consejos, pero creo que lo necesitas en este momento – dijo Draco suspirando mientras le ponía una mano en el hombro de su sobrino – no hagas lo que la gente espere de ti, haz lo que tú deseas hacer sin importar lo que la gente opine, quiera o espere de ti – sentenció Draco.

- Pero tío, eso es más fácil decirlo que hacerlo - intentó rebatir su sobrino.

- Yo hice todo lo contrario a lo que verdaderamente deseaba a tu edad, Alexander, y lo pagué muy caro – advirtió Draco – Tendrás que ser valiente y decidir por ti mismo tu camino.

- ¿Y si no sé cual es mi camino? – preguntó Alexander apenado, sin mirarle a los ojos.

- No tengas prisa, estoy seguro de que pronto descubrirás tu vocación, y mientras tanto, estudia, viaja, vive y disfruta, que eres joven – dijo mientras le revolvía el pelo como si fuera todavía un niño.

- Gracias, tío – agradeció Alex las palabras de su tío, que le habían animado bastante y le habían dado fuerzas para "rebelarse".

- No me había dado cuenta lo rápido que has crecido, te estas convirtiendo en todo un hombre – dijo con orgullo el rubio mayor.

Draco se echó la mano al bolsillo de su chaleco y sacó un sencillo reloj de bolsillo plateado que tenia el escudo de los Malfoy gravado en el reverso. Al ver la hora, mas tarde de lo que había previsto, se levantó del sofá.

- Se me ha hecho tarde – dijo Draco – debo marcharme ya o Astoria se enfadará mucho conmigo si llegamos tarde al concierto de esta noche – bromeó Draco guiñándole un ojo a su sobrino.

- Disfrutad del concierto – dijo Alexander sonriéndole.

Su tío salió del azulado salón a paso ligero rumbo a sus estancias para cambiarse por algo más adecuado para asistir al Concierto de Fin de Año que se celebraría en la Roya Opera House en Londres, dejando a su sobrino en la estancia. Alexander se encontraba más relajado tras la conversación, y aunque no sabía que quería hacer terminados sus estudios en Hogwarts, ya no tenía la presión que tenía antes de sacar a la luz sus preocupaciones. Además, había descubierto un aliado en su tío para cuando le dijera a su padre que no seguiría sus pasos en su departamento tal y como él esperaba.

Sin nada mejor que hacer allí, recogió su libro y se fue a su habitación a responder las cartas de sus mejores amigos. Antes de salir de la estancia, se fijó en uno de los ventanales, observando a través de ellos como había empezado a caer del cielo unos copos blancos, dejando sobre los jardines una blanca capa de nieve, que asemejaba al azúcar glas que Pitt esparcía sobre los pasteles. En ese momento recordó porque le encantaba pasar las vacaciones de invierno en Wilshire, aquel pequeño paraíso que sus tíos habían construido.


Espero que os guste.