Capítulo 23. La piscina.

Aquel caluroso día de verano, Draco leía tranquilamente uno de sus libros de cabecera preferidos sentado en una tumbona a la sombra de una sombrilla, disfrutando de la brisa que corría en el recinto de la piscina. Llevaba unas gafas de sol de montura plateada y vestía unas sandalias de dedo, un bañador verde con cordones blancos y una camiseta de manga corta negra, dejando al descubierto su antebrazo izquierdo, donde se podía visualizar las marcas de su oscuro pasado ya muy borrosa. Durante un tiempo trataba de ocultarla a toda costa, pero transcurridos más de veinte años, se había acostumbrado a ella, o por lo menos, a tenerla al descubierto en casa. A su lado estaba Astoria, vestida con un bikini de dos piezas verde, exponiendo su esbelto y sensual cuerpo al sol, bronceando un poco su pálida piel. Llevaba su pelo castaño recogido en una trenza y puestas unas gafas de sol de espejo que le protegían sus ojos a la vez que le permitía observar bien al resto de miembros de su familia sin ser demasiado indiscreta.

Astoria puso sus ojos en su hijo Scorpius, quien se divertía en la piscina con su mejor amigo Albus, que acababa de llegar esa misma mañana a la mansión para pasar unos días con ellos, y su primo Alexander. Los tres reían animadamente mientras jugaban con una pelota a alguna clase de juego de origen muggle que ella no conocía. Astoria sonrió cuando pensó que diría su suegra los viera en ese momento, seguro que estaría refunfuñando y quejándose por las esquinas. A pesar del ruido proveniente del agua, su marido estaba tan concentrado en la lectura que ni levantaba la vista.

- Draco – llamó Astoria haciendo levantar a este la vista de su libro - ¿Te has fijado que Scorpius está más risueño desde que volvió de Hogwarts?

- La verdad es que se le ve más contento – reconoció Draco.

- ¿A qué crees que se deberá? – preguntó su esposa, aunque ya creía tener la respuesta.

- Pues la verdad, no lo sé – mintió Draco – quizás la vida simplemente le sonría en este momento y esté feliz.

Draco sabía perfectamente a que se debía la felicidad de su retoño. Ese brillo en los ojos, el sonrojo cada vez que se mencionaba el nombre de cierta bruja de su casa, ese embobamiento constante. Sí, no podía significar otra cosa más que su hijo estaba enamorado y, además, ese amor parecía corresponderle.

- Yo creo que es por otra cosa – dijo Astoria y seguidamente preguntó - ¿No te ha contado nada a ti?

- Sé lo mismo que tú – dijo Draco – ya sabes que los jóvenes les cuesta hablar de los sentimientos con sus padres, Tory.

- Creo que tú sabes algo o, al menos, lo intuyes, querido – declaró Astoria firmemente.

- Te aseguro que Hyperión no me ha dicho nada – dijo Draco sin mentir a su esposa, ya que era cierto que Scorpius no le había dicho nada, aunque si intuía el porqué de su estado de ánimo.

- Sabes Draco – dijo Astoria llamando su atención – Scorpius me recuerda mucho a alguien.

- ¿A quién? – preguntó el rubio mayor.

- A ti – dijo Astoria con una sonrisa dejando estupefacto a su marido – a ti, después de que aceptara ser tu novia.

- ¿Tan obvio era? – preguntó Draco mientras sus mejillas se enrojecían.

Para el resto no, siempre has sido bueno guardando tus emociones – dijo Astoria mientras le agarraba la mano a su marido – pero para mí, eras y sigues siendo transparente como el cristal.

Draco se quedó mudo embobado y sonrojado mirando a su esposa mientras ella le sonreía mientras sujetaba su mano. Así estuvieron un buen rato hasta que Astoria se quedó dormitando y soltó su agarre. El rubio mayor se quedó observando a los jóvenes que disfrutaban dentro de la piscina charlando de sus cosas. En ese momento sonrió al pensar en el acierto que había tenido

La idea de instalar una piscina en el jardín fue de Draco cuando regresaron de su autoexilio en Francia. Narcisa le enseñó a nadar cuando era pequeño en su finca de la Provenza. Lucius, aunque estaba en contra al pensar que no era más que una diversión banal poco digna de un Malfoy, dejó que su esposa le enseñara. Desde aquel momento, a Draco le encantó el agua, sentir su frescor en contacto con su piel y, desde entonces, siempre que podía le gustaba disfrutar del mar o de la piscina. En Hogwarts, cada vez que llegaba el buen tiempo aprovechaba con sus amigos aquellos fines de semana para ir al lago y tomar un chapuzón. Astoria también le agradaba la idea de poder disfrutar del agua aquellos calurosos meses de verano en los que el calor era agobiante. Así, cuando su marido le propuso crear una piscina en el jardín, lo apoyó con entusiasmo. Eligió trasformar uno de los lagos artificiales que decoraban los jardines de la mansión y convertirlo en una piscina para poder disfrutar los meses de verano del agua.

El lago tenía forma asimétrica y redondeada al cual se adaptaron sus profundidades para crear zonas donde se hacía pie y otras que no. En todo el borde se instalaron rocas lisas de pizarra con los bordes redondeados para evitar cortarse y, además, se puso un hechizo antideslizante para evitar accidentes. Para entrar en el agua, hay una escalera con peldaños de roca y en otras partes, se pusieron unas escalerillas de aluminio. En uno de los lados de la piscina, se instaló una gran roca que entraba en el agua creando una gruta con una cascada, y en otra zona se instalaron unos chorros de masaje, así como unas rocas lisas en forma circular que permitían sentarse dentro del agua. También se instalaron unos toboganes y un trampolín, utilizado por los más jóvenes principalmente.

La piscina estaba rodeada por una amplia zona de césped, rodeada en su perímetro por un seto de un metro de altura con cuatro entradas en forma de arco y en su interior, se habían instalado algunas sombrillas de madera y ramas, así como tumbonas, sillas y mesas de jardín de madera y mimbre distribuidas por el recinto, que los elfos cuidaban con sumo espero para que estuviera siempre en condiciones de ser utilizado por sus amos.

Dentro del agua, los jóvenes jugaban pasándose el balón intentando que no tocara el agua. Estuvieron jugando así un rato divertido, sobre todo cuando alguno de ellos no conseguía llegar y caía de bruces en el agua. Después de un rato se cansaron y dejaron de jugar.

- Estoy agotado – dijo Alex entre jadeos – me habéis hecho sudar, como se nota que jugáis al quidditch.

- Eso te pasa por no hacer ejercicio – reprochó su primo entre risas por ver a su primo toser del esfuerzo – ¡estás muy flojo desde que comenzaste la universidad!

- No te metas con él, Scor – dijo Albus – se ha defendido muy bien de mis tiros largos.

- ¡Gracias Albus! – agradeció el capote del amigo de su primo mientras le lanzó un poco de agua con la mano a la cara de su primo - ¡eso por ser tan borde!

- ¡Oye, que por lo menos soy sincero! – dijo Scorpius devolviéndosela mientras reía.

- Sinceridad de serpiente diría yo – comentó Alexander haciendo reír a Albus mientras que Scorpius lo miró con ojos desafiantes.

- Ahí te ha dado, querido amigo – dijo Albus entre risas.

- Bueno, os dejo aquí a remojo – dijo Alexander mientras salía de la piscina, dejando a los dos jóvenes magos en el agua – luego nos vemos.

Albus y Scorpius nadaron un poco hacia la zona de asientos de piedra de la piscina y se sentaron a charlar un poco de quidditch. Del quidditch pasaron a los TIMOS, cuyas calificaciones llegarían a sus casas la próxima semana y, por supuesto, charlaron del noviazgo secreto del rubio con Rose Weasley.

Después de navidades, Scorpius y Rose confesaron sus sentimientos mutuos y empezaron a salir en secreto. A ambos no les gustaba tener que ocultar a todos sus sentimientos, pero de no hacerlo y enterarse los familiares de la joven muy posiblemente intentarían separarlos. El pasado de sus familias por desgracia les estaba pasando factura a aquellos dos jóvenes que nada habían tenido que ver con aquello. Apenas toleraban su amistad con el rubio, que decir de una relación amorosa que formaría lazos entre las familias Weasley y Malfoy. Sus primos James y Fred no se llevaban bien con el rubio, y aunque ya no lo molestaban como antes, su enemistad era latente. Su hermano Hugo había heredado de su padre los prejuicios de su padre contra el rubio, por lo que tampoco estaría de acuerdo de la relación e intentaría algo contra el rubio. El resto de la familia, aunque no lo manifestaban, eran recelosos de aquella amistad y no acogerían con buenos ojos al rubio. Pero la reacción que mas temía Rose y Scorpius era la de Ron Weasley.

Ron detestaba todo lo que tenía que ver con los Malfoy. Cuando se enteró de la amistad entre Rose, Scorpius y Albus montó en colera, discutiendo con su hija y con su mujer, haciendo que su hija no le hablase durante unos días, y también, durmiera en el sofá durante unas noches. Apenas toleraba la amistad de aquel trio, desconfiando siempre de las intenciones del rubio. Aleccionó a su hijo menor para que tuviera vigilada a su hija y al rubio, así como a sus sobrinos.

Scorpius tampoco lo tendría fácil, pues, aunque sabía que su padre no se oponía a su amistad con Rose y Albus, sabía que emparentar con los Weasley no le sería agradable. Sabía que su padre no se llevaba bien con los Weasley. Pero su enemistad era peor con el padre de Rose, con Ron Weasley, con el que en varias ocasiones recientes estuvo a punto de cruzar varita.

De aquella relación, el único que sabía que eran pareja era Albus. Él sabía que su amigo estaba enamorado desde hacía tiempo de su prima. Conocía de sus tribulaciones y de sus sentimientos, así como le había animado múltiples veces a confesarle a su prima sus sentimientos. Fue el primero en enterarse que estaban saliendo, así como juró que no contaría nada hasta que estuvieran preparados.

- Es una mierda no poder abrazarla ni besarla en público por temor a que alguien pueda vernos – se quejó amargamente Scorpius – tenemos que cuidar nuestras miradas, las caricias, todo, y tenemos que ocultarnos en armarios o clases vacías para poder pasar un rato juntos.

- La verdad es que es una faena – afirmó Albus – yo intento cubriros, pero la cosa se está poniendo difícil.

- James y Fred casi nos pillan una noche en el castillo que nos escabullimos para poder pasar un rato a solas – dijo Scorpius – menos mal que tu prima fue rápida y pudo soltar una excusa creíble.

- Creo que Hugo sospecha algo – advirtió Albus – estos últimos días lo he visto siguiéndoos.

- Lo sabemos – dijo Scorpius – y eso complica aún más las cosas.

Scorpius suspiró y miró cabizbajo con ojos cansados. Su amigo le puso el brazo en el hombro como muestra de apoyo. Albus sabía de lo difícil que estaba siendo la situación para los dos. Rose se había desahogado con él la pasada semana cuando se encontraron en la madriguera y estaba igual de cansada que su novio. Pero también sabía que era una cosa que debían solucionar ellos y solo había una opción posible, aunque sus consecuencias fueran nefastas.

- Este verano va a ser muy difícil para los dos – dijo Albus – a menos que quedemos los tres en el callejón Diagon, no os vais a poder ver.

- Sí, pero allí también tendremos que ocultarnos de todos – se quejó Scorpius.

- Entonces solo os quedan las cartas – señaló Albus.

- No – dijo Scorpius en un susurro para evitar a toda costa que alguien le oyera salvo Albus – planeo ir a visitarla pronto.

- ¿Vas a escaparte de casa? – preguntó Albus impresionado - ¿Cómo lo vas a hacer? Tu padre jamás te dejaría salir sin un motivo solo, y menos a Londres.

- Tengo un plan, pero necesito de tu colaboración amigo mío – le dijo a su amigo sonriéndole.

- Verás tú en qué lío nos metemos – dijo Albus negando con la cabeza.

- Es un plan cien por cien seguro – aseguró Scorpius – y si nos pillan, asumiré toda la responsabilidad, te lo prometo.

- Primero cuéntame qué tienes pensado – dijo Albus.

- Bien, lo primero es convencer a mi padre y al tuyo de que me deje pasar un fin de semana en tu casa en el Valle de Godric y desde allí volaré en escoba a Londres para ir a ver a Rose, y pasaremos una noche en el mundo muggle, donde nadie nos conoce – terminó el rubio de contar el plan y le preguntó a Albus su opinión – ¿Qué te parece el plan?

- Es una mierda de plan Scorpius – dijo serio Albus dejando chafado a su amigo – es muy peligroso y hay muchos cabos sueltos que no has pensado bien.

- ¿Cómo qué? – retó el rubio.

- Primero, ¿Cómo planeas despistar a mis padres y mis hermanos de tu ausencia?, porque te recuerdo que nuestra casa tiene barreras mágicas que detectan cuando alguien entra y sale de ella – empezó a enumerar Albus – lo mismo pasará en casa de Rose, enseguida notarán que alguien sale y entra.

- Si, en ello tienes razón – reconoció el rubio algo contrariado.

- Segundo, el Valle de Godric está muy lejos de Londres como para ir volando tú solo en mitad de la noche, es muy peligroso e insensato – dijo Albus serio – además de que algún muggle podría verte y tendrías problemas.

- Puedo usar una pócima desilusionadora de mi padre – justificó Scorpius.

- Y tercero, Rose jamás va a permitir que te arriesgues tanto por una visita – dijo Albus – se enfadaría mucho contigo y lo sabes.

- Tienes razón – dijo Scorpius cabizbajo y luego volvió a mirar a Albus - ¡Pero es una mierda pasar dos meses enteros sin poder ver a mi novia! – exclamó en voz baja mientras golpeaba el agua con su puño.

- Pensaremos un buen plan, los tres – dijo Albus

- ¿Los tres? – se extrañó Scorpius

- Se lo diremos a Rose y nos ayudará a trazar un buen plan – dijo Albus – ninguno de sus planes ha fallado nunca.

- Tienes razón – dijo el rubio más ilusionado – ¡vamos a escribirle!

- ¿Ahora? – preguntó Albus mientras Scorpius hacía un puchero - ¡Venga, está bien!

- ¡Genial! – exclamó Scorpius mas fuerte de lo normal.

Los jóvenes salieron corriendo de la piscina, se pusieron sus zapatillas y sus toallas y se fueron hacia la salida del jardín. Cuando estaban a punto de salir del reciento, escucharon la melodiosa voz de Astoria que los llamaba, y tuvieron que acercarse

- ¿A dónde vais chicos? – preguntó Astoria curiosa – ¿Os habéis aburrido ya de estar en la piscina?

- No, señora Malfoy, digo, Astoria – corrigió rápidamente Albus ya que la madre de su amigo insistía en que no la tratase tan formal – pero Scor quería enseñarme una cosa dentro.

- ¿Y qué cosa es? – dijo mirando a su hijo.

- Vamos dentro de la mansión a enseñarle mi nueva colección de cromos de Quidditch – inventó Scorpius sobre la marcha intentando sonar creíble.

- ¿Cromos de Quidditch? – se extrañó Astoria, pero no pudo continuar ya que Draco salió en auxilio de los jóvenes.

- ¡Déjalos, Astoria, no seas tan cotilla! – dijo Draco – marchaos, chicos, pero por favor, no entréis mojados a la mansión.

- Si padre – respondió Scorpius y se fueron pitando de allí antes de que su madre los entretuviese algo más.

Los chicos se marcharon rápidamente del recinto, dejando a una Astoria contrariada por no haberle permitido ahondar más en su curiosidad y miró a Draco, que sabía que le tocaría una pequeña regañina por ello.

- Esos dos ocultan algo – afirmó Astoria convencida.

- Claro que lo hacen – dijo Draco – son adolescentes, ocultan cosas a sus padres, es normal.

- No me gusta que crezca tan rápido mi dragoncito – dijo Astoria en tono triste sacándole una sonrisa a Draco.

- Tory, nuestro pequeño crece, pero no nos abandona – consoló Draco mientras Astoria suspiraba.

- ¿Crees que ha tenido que ver con aquello que hablábamos antes? – preguntó Astoria.

- Supongo – dijo Draco algo dubitativo.

- ¿Crees que algún día nos lo contará?

- Tarde o temprano lo hará – dijo Draco – estoy seguro de ello, él sabe que puede confiar en nosotros.

- Eso espero – dijo Astoria algo más tranquila.

Los dos adultos permanecieron un rato mas en sus tumbonas, en silencio, sintiendo la leve brisa que corría por el jardín que aliviaba un poco el calor que hacía ese día. Draco se cansó de estar sentado al sol y decidió levantarse.

- Me voy un rato al agua – anunció Draco a su mujer y preguntó - ¿Te vienes?

- No, voy a quedarme un rato mas al sol y me voy a dentro – dijo Astoria recibiendo una afirmación con la cabeza de Draco.

El rubio caminó hacia el trampolín de la piscina, subió los tres peldaños de altura y caminó manteniendo el equilibrio por la tabla, hasta llegar al borde. Entonces, puso las manos juntas estiradas hacia arriba, flexionó un poco las rodillas y saltó hacia adelante, tirándose de cabeza y sumergiéndose completamente en el agua, sacando la cabeza de ella tras unos segundos unos metros mas allá de donde había caído. Draco entonces pensó en lo mucho que le gustaba haber trasformado aquel lago artificial en una gran piscina para el disfrute de toda su familia.