Capítulo 24. Las cocinas.
Aún no habían aparecido por el horizonte los primeros rayos del alba que señalaban el amanecer de un nuevo día cuando los elfos al servicio de la familia Malfoy comenzaban su jornada en las cocinas de la mansión, preparando los ricos manjares que la familia tomaba cada día para desayunar. El viejo elfo jefe de las cocinas encendía los fogones de la antigua cocina bien temprano, como un ritual de comienzo de la jornada de trabajo, y mandaba a sus ayudantes a calentar el agua y el café, a cortar el pan en rebanadas al gusto de la familia, preparaban los platos con la mantequilla y las mermeladas y freían el bacon y los huevos rotos. Los elfos que trabajaban en las cocinas funcionaban como una máquina bien engrasada para tenerlo listo al momento en que sus amos se sentaran en la mesa del comedor de diario, tal y como solían hacer todas las mañanas.
Kolis, el anciano elfo cocinero, dirigía la cocina y a los elfos que trabajaban en ella con puño de hierro. Llevaba sirviendo a cinco generaciones de los Malfoy, agasajándoles con los manjares que elaboraba personalmente e impresionando a los invitados que comían en la mansión con sus deliciosos platos, dignos de los mejores restaurantes del mundo. Había preparado cientos de banquetes espectaculares, había dado de comer a cientos de personalidades que habían alabado su maestría ante sus amos, pero Kolis siempre se mantenía en la sombra, sin salir de su cocina, su alcázar. Allí el viejo elfo hacía y deshacía como un verdadero soberano que, ni siquiera los propios dueños de la mansión, cuestionaban sus decisiones respecto a la dirección de su cocina.
Las cocinas están situadas en los sótanos de la mansión, al final de un laberintico conjunto de pasillos al que se accede por una discreta puerta tras un tapiz de la planta baja. El pasillo abovedado está construido con sillares de piedra y alumbrado por antorchas que se encienden al paso del mago o bruja que caminara por aquel corredor que se bifurca en varios pasillos llevando a otras estancias del sótano. Tras una robusta puerta de madera antigua, se hallan las cocinas, un gran espacio cuya bóveda estaba sujeta por cuatro grandes pilares de piedra gris. La sala está iluminada por varias lámparas de aceite enganchadas en las paredes con soportes metálicos. En el centro de la estancia, hay una gran mesa con bancos de madera donde los elfos trabajan cortando las verduras, amasando el pan o para cualquier otra ocupación culinaria. En un rincón, se hallaba el fregador, con varios grifos de bronce dorado y una encimera donde secar los utensilios. Sobre él, algunos armarios con platos, cuencos y otros utensilios de cocina. Al lado de este, hay un gran armario con puertas de madera y ventanas ovaladas de cristal donde se vislumbran las vajillas. Podían observarse lo que quedaba de la antigua loza pintada del siglo XIV en la balda más alta, que ya no se utilizaba y que era prácticamente una reliquia que amontonaba polvo en el armario. A su lado estaba la vajilla de plata cincelada del siglo XVI, cuyas bandejas y cuencos alguna vez son utilizados. En la siguiente inferior estaba la vajilla de porcelana pintada del siglo XVIII finamente labrada con detalles bañados en oro, utilizada en raras ocasiones. En otra balda del armario, estaba la gran vajilla de gala, con el escudo de la familia impreso en el centro. En la última estantería estaba la vajilla de diario, con una sencilla decoración floral diseñada por Narcisa cuando se mudó a la mansión como arte de su ajuar. Al lado de este armario, otro gran armario repleto de copas y cuencos de plata de distintos tamaños, las dos cristalerías completas con todo tipo de vasos y copas, la de gala y la de diario, ambas de gran calidad y los juegos de té y de café de fina porcelana. A su lado, una gran cajonera guarda las tres cuberterías, dos de plata labrada y finamente decorada y otra de acero, todas completas con más de ciento cincuenta piezas.
Frente a los armarios se encuentran los fogones de la cocina, cinco fogones de distintos tamaños alimentados por leña donde se posaban las ollas, sartenes y calderos, y sobre ellos, una gran campana que absorbe los humos. A su lado estaba el gran horno de leña, con una gran puerta de forja. En la pared, unos ganchos sujetan los utensilios de cocina, así como alunas sartenes y ollas, calderos y raseras. Bordeando las paredes, armarios y estanterías bajas guardan las ollas, sartenes, cazos y calderos donde los elfos cocinan los ricos manjares que pueden degustarse en la mansión.
Una pequeña puerta da acceso a la despensa donde se guardan las viandas, perfectamente ordenadas. En ese área está situada la cava de vinos y licores, repleta de botellas y barriles de los mejores vinos de distintas cosechas y variedades de uva y botellas de alcohol, tanto muggles como mágicos que los mayores que vivían o acudían a la mansión tanto apreciaban. También varios barriles con cervezas de todas las partes del mundo. Dentro de ella, otra puerta da acceso a la cámara frigorífica, encantada para mantener todos los alimentos frescos a la temperatura adecuada, así como un congelador repleto de hielo y nieve, perfecto para conservar las carnes, pescados y postres. Otra puerta dentro de la cocina da al exterior de la mansión, por donde los elfos solían entrar y salir de la misma y proveer de comida y bebida a la mansión.
Aquella mañana, además de los elfos domésticos, entró por esa puerta de servicio el joven Malfoy, vestido completamente de negro, con unos pantalones largos negros, una camisa del lino negra con botones negros y una capa con capucha que le cubría parte de su rubio pelo, cuyos mechones de la frente, despeinados por el viento, sobresalían por fuera de la capa. Aunque tenían los ojos cansados de no haber dormido en toda la noche, brillaban de felicidad en consonancia con su sonrisa de bobo enamorado, después de haber pasado toda la noche con Rose. Pero toda esa felicidad se esfumó en cuanto observó a su padre sentado en una de las sillas de la cocina, con una taza humeante de café sobre la mesa mientras leía una de sus revistas de alquimia.
- ¿Te has divertido esta noche, Hyperión? – le preguntó seriamente sin apartar la vista de la revista, con voz monótona pero autoritaria.
El silencio solo interrumpido por el ruido de los elfos trabajando hacía el ambiente más tenso para el joven mago de lo que ya era. Scorpius se quedó clavado en el sitio, más blanco de lo habitual, sin saber que hacer ni qué responder. Sabía que estaba en muy graves problemas. Algunos de los elfos más jóvenes miraban la escena mientras trabajaban, atrapados por la curiosidad. Draco levantó la vista de su revista, la posó sobre la mesa e hizo un gesto con la mano a uno de los elfos, para que pusieran una banqueta en la mesa para que su hijo se sentara. Kolis sirvió otro café con una buena cantidad leche y azúcar, tal y como le gustaba al joven, y lo sirvió enfrente de la silla.
- Siéntate, tenemos que hablar – dijo Draco seriamente indicando a su hijo con la mano que se sentara enfrente.
Sin decir una palabra, el joven se quitó la capucha y obedeció. Ambos estuvieron en silencio un largo minuto hasta que el mas mayor de los dos rubios decidió empezar la conversación al ver que su hijo optaba por el silencio.
- Como amo y señor de esta mansión y de sus terrenos conozco todo lo que pasa en entre sus paredes, sé quien entra, sé quien sale, quien atraviesa sus barreras mágicas, en resumen, todo, cosas de la magia antigua que nuestros antepasados utilizaron para proteger el hogar ancestral de nuestra familia – explicó Draco como si estuviera dando una clase magistral – y es dicha magia ancestral que protege y guarda la mansión la que me alerta de todo, incluso de tu escapada secreta de esta noche.
- Padre, yo…- intentó escusarse, pero fue interrumpido por el discurso de su padre.
- Pensaste que podrías burlarla atravesando la puerta de servicio – continuó su padre con su discurso – creíste que las protecciones confundirían tu magia con la de los elfos domésticos, pero déjame decirte que las barreras de esta casa son mas sofisticadas de lo que pensabas.
Scorpius miró hacia abajo reconociendo su estupidez, debía haber previsto que las barreras mágicas alertarían a su padre. Sus ansias por ver a Rose le habían jugado una mala pasada.
- Además de salir de noche sin permiso, has cometido la irresponsabilidad de volar de noche, sin pensar en las consecuencias de tus actos – dijo Draco elevando la voz mostrando su enfado – ¡Podrían haberte visto los muggles, o peor, podrías haber tenido un accidente y haberte caído o chocado con algo!
- ¡Soy un volador excelente, tanto de día como de noche, ya lo he hecho antes! – replicó el joven molesto ante el cuestionamiento de su padre acerca de sus capacidades, dándose cuenta el joven de su error inmediatamente.
- ¡Encima tienes la poca vergüenza de reconocerme que has volado de noche otras veces! – dijo su padre enfadado - ¿Cuándo y dónde?
- En Hogwarts – dijo en voz baja.
- Ya hablaremos de tus escapadas nocturnas en la escuela en otra ocasión – sentenció Draco tratando de serenarse – antes de castigarte por un largo, largo tiempo, y por supuesto decírselo a tu madre nada mas se levante, voy a permitir que te expliques, quiero saber en qué narices estabas pensando.
- Está bien, padre – dijo Scorpius cabizbajo mientras le daba un sorbo a su taza y se dispuso a contar una historia, pero antes de que abriera la boca, su padre volvió a hablar.
- Quiero que me cuentes la verdad, Scorpius Hyperion – advirtió el rubio mayor apuntándole con el dedo índice en señal de advertencia – si no lo haces lo sabré y las consecuencias serán peores.
Scorpius se vio en una encrucijada en ese momento. Si le contaba la verdad, tendría que contarle de su relación con Rose Weasley, y aunque su padre era bastante tolerante, estaba seguro de que no le sentaría bien que su novia fuera la hija de su peor enemigo. Pero si no le decía la verdad, su padre lo sabría al instante. No podía olvidar que su padre era un experto legeremante y, no dudaría en utilizar sus habilidades en el momento que sospechara que le estuviera mintiendo.
- Te contaré la verdad, pero prométeme que no te vas a enfadar – puso Scorpius como condición a su padre – al menos, no más de lo que ya estás.
- Eso ya lo iremos viendo – dijo el Malfoy mayor alzando una ceja y cogió su taza de café para darle un sorbo – a ver, de qué se trata.
Scorpius tomó aire y lo soltó, se colocó bien en la silla y se mentalizó para darle la "gran noticia" a su progenitor.
- Estoy saliendo con Rose Weasley – soltó Scorpius a bocajarro mientras que miraba fijamente a su padre esperando su reacción.
De la sorpresa su padre casi se atragantó con el café, tosiendo furibundamente tornándose su piel de rojo, preocupando a su hijo y a los elfos que acudieron prestos a ayudarle. Scorpius se tapó los ojos con su mano derecha. Su padre, recuperándose, hizo un gesto para que los elfos lo dejasen tranquilo, y recuperando la compostura, miró a su hijo.
- ¿Estas bien, padre? – preguntó Scorpius algo preocupado.
- Si, si, tranquilo, solo ha sido la sorpresa– dijo el padre mientras se secaba el sudor con un pañuelo que había sacado de su bolsillo y preguntó – ¿pero, podrías repetir lo que has dicho, solo para asegurarme de que he oído bien?
- Estoy saliendo con Rose Weasley – dijo de nuevo el joven.
- Bien – dijo Draco tranquilo después de asegurarse bien de lo que había escuchado.
- ¿Bien? – repitió Scorpius – ¿Solo vas a decir eso?
- ¿Y qué se supone que quieres que diga? – preguntó Draco con una media sonrisa dejando a Scorpius fuera de combate – me pensaba que sería algo peor.
- Padre, estoy saliendo con Rose Weasley, una Weasley, una de las familias que menos soportas en este continente, mejor dicho, en este mundo – recordó el joven mago – Weasley, la hija de Ronald Weasley, la persona a la que más odias y desprecias en este mundo.
- Si, se quién es – dijo Draco con total naturalidad – me cae bien esa chica, se parece a su madre.
- Te lo has tomado mejor de lo que yo esperaba – dijo Scorpius con alivio – pensaba que me exigirías que cortase con ella por ser una Weasley.
- Scorpius, el que yo me lleve a matar con su padre y con casi toda su familia no significa que tú tengas que llevarte mal con ellos o que no puedas tener una relación con esa chica – explicó Draco – creía que había quedado claro cuando tu madre y yo aceptamos que fueses amigo de ellos.
Scorpius no supo que responder en ese momento. Se sentía algo avergonzado de haber puesto en duda a su padre, algo que él notó al instante, pero pese a sentirse ofendido, se mostró bastante comprensivo, ya que entendía el gran dilema de su pequeño.
- No te preocupes hijo, es normal que tuvieras algo de duda en como iba a reaccionar – dijo Draco tranquilizando al joven – ¿Desde cuándo lleváis saliendo?
- Desde que volvimos de vacaciones de navidad – dijo Scorpius sabiendo que su padre ataría cabos enseguida.
- Así que era por Rose por la que estabas con ese humor de perros en Navidad – comentó Draco recordando el pésimo estado de animo de su hijo en aquellas fechas – veo que seguiste mi consejo y hablaste con ella, y que todo salió muy bien al final – dijo esbozando una sonrisa.
- Si, la verdad es que si – dijo sonriendo el joven – aunque estamos saliendo en secreto, solo lo sabe Albus, y bueno, ahora tú.
- Entiendo que tu escapada nocturna de esta noche ha tenido algo que ver con Rose, ¿verdad? – preguntó Draco sabiendo la respuesta.
- Si, así es – reconoció el joven – su padre sospecha que alguien está saliendo con Rose y jamás la dejaría salir sola sin alguno de sus primos, y mucho menos, conmigo.
Llevamos sin vernos casi dos meses, desde que volvimos de la escuela y tenía muchas ganas de verla y darle una sorpresa, por eso me escapé. Creí que usando la puerta de servicio y volando a través de los terrenos podría pasar desapercibido. Por Albus supe que Rose estaba pasando el verano en casa de sus abuelos en Ottery St Catchpole, así que volé hasta allí con mi escoba.
- Ya has visto que no – dijo Draco con un aire de satisfacción.
- Escribí a Rose la tarde antes de salir diciéndole que estuviese atenta esta noche de madrugada, que tendría una sorpresa – dijo sonriendo – me presenté allí pasadas las doce y media de la noche y ella me esperaba asomada a su ventana.
- Eso me recuerda un poco a Romeo y Julieta – dijo Draco mientras su hijo puso una mueca de desconcierto por descubrir que su padre leía literatura muggle.
- ¿Desde cuándo lees libros muggles? – se extrañó Scorpius, que no estaba acostumbrado a que su padre tuviera interés con cosas muggles.
- Con el tiempo he ido apreciando las cosas buenas de los muggles – dijo Draco – y Shakespeare es el mejor dramaturgo de este país.
- Bueno, volviendo al caso – dijo Scorpius – cuando descendí al suelo, ella estaba ya en el jardín, con una linterna, y fuimos a dar una vuelta no muy lejos de la casa, pero fuera de la vista de la casa, para que no nos descubriesen.
- Espero que no fuera para lo que me estoy imaginado – dijo Draco con una mueca de desagrado.
- ¿Qué? – preguntó Scorpius y rápidamente entendió a qué se refería su padre - ¡Nooooo!¡No, padre, no sucedió nada de eso! No pasó nada, solo hablamos– exclamó Scorpius.
- Yo también "hablaba" con chicas de noche a tu edad – dijo Draco – y te puedo asegurar que menos hablar, pasaba de todo.
- ¡Padre, por favor, no quiero imaginarme eso! – dijo Scorpius algo escandalizado, no quería saber nada de la vida sexual de su padre.
- ¿Conoces los hechizos de protección? – preguntó Draco incomodando a su hijo - ¿o al menos los métodos muggles? Seguro que los Weasley han instruido bien a sus hijos en esos temas.
- ¿En serio quieres hablar de eso ahora? – dijo Scorpius tapándose los ojos con las manos – es lo que menos me apetece en este momento.
- Estas en la edad de descubrir la sexualidad – dijo Draco – pero si quieres lo dejamos para otro momento en el que estés, digamos, más receptivo.
- ¡Gracias! – dijo Scorpius con alivio.
Draco no pudo más que reírse ante la incomodidad de su inocente hijo, que ya empezaba a ser menos inocente cada día. Draco recordaba su promiscuidad de sus años de escuela, sus escapadas nocturnas con Pansy, Millicent y otras chicas de su casa y de otras. Pero todo eso cambió al finalizar su quinto curso, y otras preocupaciones le hicieron centrar sus esfuerzos en una única cosa: sobrevivir.
- Como verás he cumplido mi promesa – dijo Draco volviendo a un semblante serio – ahora toca hablar del castigo.
- Si, padre – dijo Scorpius recuperando la seriedad al igual que su progenitor.
- Estas castigado sin salir de la mansión dos semanas – dijo Draco – sin escoba, sin videojuegos y tendrás que hacer una serie de tareas.
- Está bien – dijo Scorpius.
- Ayudarás a Kolis como pinche de cocina en lo que necesite – sentenció Draco y mirando a Kolis le preguntó – ¿siempre que estés de acuerdo, Kolis?
- Si el amo Draco lo manda, yo lo cumpliré – dijo Kolis
- Pasar un tiempo con él este verano te enseñará bastantes cosas, estoy seguro – dijo Draco – y ahora, vete a descansar, luego seguiremos la charla.
- De acuerdo, padre – dijo Scorpius algo disconforme por el severo castigo mientras se levantaba y ponía rumbo a sus habitaciones – vas a contarle esto a madre, ¿verdad?
- Si no lo hago, tu no serás el único que esté en problemas, te lo aseguro – dijo Draco con una media sonrisa – puedes estar tranquilo, no le diré nada de tu novia.
- Gracias, padre – agradeció Scorpius y se dispuso a salir de la cocina.
- ¡Se lo dirás tú mismo! – exclamó su padre sorprendiendo a su hijo que se giró de repente
- ¡Padre! – se quejó Scorpius
- Tarde o temprano lo descubrirá, y mejor que sea por ti – recomendó Draco a su vástago – tu madre ya sospecha bastante de que hay algo por ahí.
- Está bien, se lo diré.
Scorpius se marchó de la cocina dejando a su padre terminarse el café, ya frio y a los elfos trabajando en las cocinas.
- Kolis – llamó Draco – me gustaría que enseñaras a Scorpius a cocinar y a valerse por si mismo en la cocina, ¿Te parece bien?
- Lo que usted mande, amo Draco – respondió el viejo elfo – será un buen aprendiz, estoy seguro.
- Está creciendo, y no quiero que sea un inútil en las tareas domésticas, como lo era yo a su edad – comentó Draco.
- Amo Draco, ya sabe los que pensaba su padre – recordó Kolis – no era culpa suya y, por lo menos, aprendió ya de adulto, ahora es un cocinero decente.
- Decente, pero no excelente, ¿verdad Kolis? – dijo Draco con sorna.
- Siento decirle que el asado y algún que otro postre aun se le escapan – recordó el viejo elfo.
- Tengo que confesar una cosa, Kolis – dijo Draco – solo me fastidia que la hija de la comadreja y mi hijo sean pareja por una sola cosa.
- ¿Por qué, señor? – preguntó interesado.
- Porque me aposté 100 galeones con mi sobrino a que jamás sería consuegro de la comadreja Weasley – dijo con fastidio – y he perdido.
Aquello causó que el viejo y gruñón elfo se riera ante la ocurrencia de su amo, algo que rara vez hacía. Draco terminó rápidamente de un sorbo su café haciendo una mueca al beberse la ya fría sustancia, se levantó de su silla, y se marchó a empezar su jornada laboral.
